las formas cambiantes y su percepción es viable y descriptible a
través de la meditación, la cual, inherentemente nos lleva a la poe-
sía, ejemplo es el mismo Dhammapada: un discurso poético pro-
ducto de la constante meditación de Buda.
Siddhartha estructuró su pensamiento a manera de verso. Como una
analogía de nuestras vidas, la brevedad es su esencia. En cada es-
trofa, e incluso en cada verso, las ideas cambian sin dejar de entrela-
zarse. Deslumbrantes analogías danzan con la ironía de la vida, con
la inquietante presencia de la muerte, construyendo así un método
de aprendizaje basado en el enfrentamiento de los opuestos comple-
mentarios: el paralelismo.
Si bien el Dhammapada es sólo un fragmento de la filosofía de Buda,
por la gran cantidad de temas que trata en sus 26 capítulos, podemos
considerarlo un texto iniciático. Desde su primer verso, la invitación
a la meditación es perceptible: “Somos lo que pensamos”. Aquí, po-
dríamos decir: Si soy lo que pienso, ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿qué es
ser?, ¿qué es pensar?, ¿realmente mis pensamientos son propios?,
etcétera. Basta una palabra –Somos– para que el laberinto espiritual
se comience a trazar por sí solo. Pero comprender el Dhammapada
requiere ir más allá del intelecto, pues al necesitar éste del lenguaje
para explicar la realidad, su realidad, forzosamente cae en la trampa
de los límites.
La finalidad de la meditación es llegar al vacío intelectual, ir más allá
de estas fronteras mentales representadas por las definiciones. Pues
así como todo lo que podamos decir de Buda no es Buda, todo lo que
podamos decir de nosotros, en este camino de autoconocimiento, no
representa lo que somos.
El Dhammapada es una filosofía que pretende acercarnos al camino
del amor y la paz. La reconciliación con la creación, con el Gran
Todo, es una labor indispensable para trascender a esta vida, enten-
diendo por trascendencia una ruptura con la rueda del samsara, con