8- La realidad pluricultural
En el actual contexto social, la comprensión de la realidad se ha vuelto relativa, compleja y
opaca. Los criterios unilaterales y parciales para abordar el mundo no logran una comprensión
total de la realidad, generando una crisis de los criterios de ser y estar en el mundo, una crisis
cultural, que lejos de entablar el diálogo cultural impone tensión y conflicto.
Este contexto está marcado por profundos y vertiginosos cambios con alcance global,
determinados por el desarrollo científico-tecnológico guiado por los valores del mercado global.
Su nivel más profundo es el cultural, en el que no sólo desaparece y se rechaza una
concepción integral moderna del ser humano, la que a juicio de muchos merece ser rechazada
por intolerante y opresora de las concepciones culturales de los pueblos oprimidos; también
desaparece la posibilidad del diálogo y mutuo enriquecimiento de las culturas, pues se les niega
su capacidad de portadoras de vida y humanidad, se las condena al fraccionamiento y se las
lleva a una acción de supervivencia en la sociedad del fraccionamiento y de la relativización.
Pese a esto la variedad de las culturas latinoamericanas, desde las más originarias hasta las
que, con el paso de la historia y el mestizaje se han ido sedimentando en las naciones, las
familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia cívica, las valoramos
como un don de singular riqueza.
Las culturas indígenas con su profundo apego a la tierra y a la vida comunitaria, con su
búsqueda contemplativa de Dios presente en el cosmos, sosteniendo y ofreciendo vida. Las
afrodescendientes con su expresividad corporal, el arraigo familiar y su sentido vital de Dios.
Los mestizos, y su capacidad de síntesis de las diversas culturas originarias, facilitando el
diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia
compartida. Culturas caracterizadas por la marginación y la exclusión social y política.
La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente
en el substrato cultural de un pueblo. Ello evidencia la importancia de la cultura para la
evangelización. Pues la salvación aportada y ofrecida en Jesucristo es y quiere ser luz y fuerza
para todos los anhelos, y situaciones de gozo o sufrimiento, presentes en las culturas de nuestros
los pueblos.
En la era de la globalización neoliberal se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva
colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, que desprecian las culturas
locales y tienden a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores.
Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores
sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los profesionales, una
extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo la
democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política. Estos
grupos están tomando conciencia del poder que tienen entre manos y de la posibilidad de
generar cambios importantes para el logro de políticas públicas más justas, que reviertan su
situación de exclusión.
La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e
imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende
también al mismo mundo rural.
Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la
Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las
verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo.
9-Conciencia misionera
La Buena Nueva exige que los creyentes sean generosos misioneros. No es conveniente
descansar y vivir de los primeros resultados obtenidos. Los Evangelios nos muestran a Jesús y a
sus discípulos preocupados por la evangelización: la gente los busca, tienen hambre de la
palabra y ellos no son indiferentes; tienen conciencia de que su misión es anunciar la Buena
Noticia a otros pueblos.