parte este elemento por el acertadísimo uso que de éste hace el autor, a saber, es nuestra
opinión que son dos y no uno los escenarios principales de esta novela. Para el lector
poco avezado en este tipo de lecturas, toda la trama se desarrollará en la casa pero es
nuestro parecer que la trama se desarrolla en el interior del libro, lugar al que se accede
una vez que la chica, que supuestamente se encuentra encerrada dentro de éste, te mira.
Son varios los motivos que darían peso a esta teoría (el que Xavier encuentre la casa tal
y como la dejaron los pintores, el que Teresa no encuentre ningún acceso a la cripta,
etc.) que convertiría a Bieito en todo un Caronte con acceso a los dos mundos. No
pretendemos, empero, asentar esta interpretación que es una de las muchas que se
podrían aducir pero sí intentamos poner de manifiesto que Cartas de invierto es una
novela con un espesor imaginario notable.
Por otro lado, la novela utiliza la técnica lovecraftniana de generar terror a base
de la acumulación de momentos inquietantes aunque no manifiestamente aterradores,
donde se busca más un tipo de terror psicológico que nos lleva a estar inquietos sin que
realmente suceda nada. Sin embargo, al acudir a elementos de gran efectismo más
propios del cine que de la novela (como el suceso del teléfono y el fax) es donde, en
nuestra opinión, Fernández Paz falla. Con todo, el resultado es óptimo y no deja de ser
una novela de sugerencias en la que, realmente, sólo una vez se apunta al hecho de que
la mujer de la pintura pueda ser “la mala de la película” -no queremos dejar de señalar,
en este punto, que esta mujer es descubierta por otra mujer, lo cual nos remite a un
proteccionismo mal entendido por parte de los personajes varones de la novela que les
impide darse cuenta de lo que ocurre realmente-.
La trama desarrollada no presenta gran complejidad: Adrián, un famoso pintor,
decide volver a Galicia para encontrarse con las raíces ancestrales del arte. Compra una
casa, para este fin, que según el anuncio donde se oferta está encantada. Xavier,
reputado escritor y amigo de la niñez de Adrián, se encuentra ausente durante los
primeros meses de estadía del pintor en la casa, período en el cual Xavier desaparece.
Las cartas que el artista ha escrito a Adrián a lo largo del invierno le ponen en
antecedentes de todo lo sucedido: un volumen de láminas encontrado en un desván
muestra una escena, que constantemente va cambiando, donde una chica pide auxilio al
pintor. Adrián, obligado por la amistad y el amor que siente hacia su amigo, no duda en
acudir a un rescate que sabe infructuoso y que le acarreará la muerte. Al igual que su
amigo, el escritor desaparece. Teresa, última destinataria de toda la correspondencia