Mediante real cédula, el 20 de enero de 1503, se creó en Sevilla la Casa de Contratación, organismo rector
del comercio peninsular con las Indias. Contó inicialmente con un tesorero, un factor y un escribano-
contador para controlar el movimiento de personas y bienes hacia las nuevas tierras.
Según las ordenanzas dadas en Alcalá de Henares en 1503, el factor se encargaba de la negociación de los
artículos provenientes de los territorios descubiertos y era una especie de gerente de la empresa comercial
americana. El tesorero recibía "todas las cosas e mercaderías e mantenimientos e dineros e otras cualquier
cosas que hubiere o vinieren a la dicha casa", mientras el contador-escribano debía reflejar en los libros
"todas las cosas que el dicho tesorero recibiere y las que fueren a su cargo de cobrar... y asimismo todas las
cosas que el dicho factor despachare e hiciere a la dicha negociación".
Entre otras misiones los funcionarios tendrían cuidado de que no faltasen las mercancías necesarias en las
expediciones a Indias, concederían licencias para zarpar, nombrarían a los capitanes de las embarcaciones
fijándoles sus obligaciones y recibirían las riquezas indianas como perlas, oro y plata.
A partir de ese momento todo el comercio de exportación e importación con América quedaría centralizado
en Sevilla. Asimismo, la Casa de la Contratación fiscalizaría todas las embarcaciones con destino a las
colonias o procedentes de ellas que, necesariamente, debían zarpar o rendir viaje en la capital sevillana con
el objeto de facilitar dicho control.
La elección de Sevilla como sede de la Casa de Contratación está relacionada con la designación del puerto
de Guadalquivir como único punto para las mutuas transacciones entre la península y las Indias. Las
favorables condiciones de la capital hispalense -centro neurálgico de la región andaluza-, su activa población
donde pululaban hombres de negocios de distintas nacionalidades (genoveses muchos de ellos), la tradición
marinera y mercantil proyectada en navegaciones por el Atlántico y las costas africanas, la seguridad de un
puerto interior resguardado de posibles ataques de piratas berberiscos, entre otras razones, la convirtieron en
el principal lazo de unión entre España y sus posesiones de ultramar.