Voces de nuestro lugar
Conversamos con Amelia De Allende, una
artista de Bernal. Ella se dedica a restaurar
cuadros y a vender libros.
Nos recibió en su taller, ubicado en una galería
de la calle 9 de Julio. Amante del arte en general,
nos incentivó a empaparnos de conocimiento y
conocer a nuestra Bernal, entre pincelada y
pincelada, como un cuadro para apreciar.
Entre otras cosas, dijo:
Bernal es según el político que esté... Ha
habido cosas buenas y cosas malas. Voy a hablar
de los aspectos buenos y de los aspectos malos.
Entre los aspectos buenos puedo mencionar, por
ejemplo, que ahora se quiere traer un tranvía de
estilo inglés y ponerlo a funcionar donde estaban
las antiguas vías. Es algo muy importante, pero
deberían tomarse ciertos recaudos para cuidarlo y
que no se arruine.
También aprecio mucho las entidades culturales
de nuestra ciudad, como la biblioteca Mariano
Moreno, y valoro el traslado de la biblioteca
Estrada a la escuela técnica "El Chaparral“.
Tenemos una universidad como la UNQUI:
una universidad pública a la que vienen
estudiantes del interior; antes, el edificio era una
fábrica textil, que fuereciclado. Se nota que
aumentó la preocupación por la educación y el
estudio. Sin embargo, lamento que haya
construcción indiscriminada de edificios, ya que
Bernal se pensó como un barrio de casas bajas.
Entrevistamos a Alfonso Mosca, un abuelo de
78 años, que nos habló acerca de las
transformaciones que, en el transcurso del tiempo,
fueron produciéndose en nuestra ciudad. Contó,
entre otras cosas, cómo era la gente antes, cuáles
fueron las condiciones en que él se crió, en qué
escuelas estudió (y que todavía existen)...
Entre otras cosas, nos contó:
Bernal comenzó siendo chacras y terminó siendo
una ciudad, como es ahora. Es impresionante cómo
cambió. Al río íbamos muy seguido, especialmente
los domingos, porque en esa época no estaba
contaminado. Se podía disfrutar y había playa; acá
en Bernal me acuerdo que había balnearios, pero
allá había playa.
Había mucho barro, muchas calles sin asfaltar; la
calle Zapiola estaba recién asfaltada cuando yo vine.
Todo el lugar, desde la calle Zapiola, estaba cercado
por una planta espinosa que se usa mucho en el
campo para que no pasen los animales. Y eso era
todo un bajo, porque en una época venían hornos
de ladrillos y les permitían sacar la tierra de ahí;
cuando se acababa, se iban a buscar a otro lado,
pero dejaban un pozo infernal. Como era todo un
bajo se lo denominó Bajo Galduci. También pasaba
un colectivo chiquito, blanquito, de los que tenían
las ruedas atrás e iba hasta Quilmes.
El tranvía subía por la calle 9 de Julio y bajaba
por la Sarmiento.