Los colportores eran hombres y mujeres dedicados a difundir y vender literatura cristiana, especialmente Biblias, himnarios, tratados y libros de enseñanza bíblica, viajando de pueblo en pueblo, muchas veces a pie o a caballo. Su labor fue muy importante desde el siglo XVIII al XX en países europ...
Los colportores eran hombres y mujeres dedicados a difundir y vender literatura cristiana, especialmente Biblias, himnarios, tratados y libros de enseñanza bíblica, viajando de pueblo en pueblo, muchas veces a pie o a caballo. Su labor fue muy importante desde el siglo XVIII al XX en países europeos, y después, con mucho auge, en los países Latinoamericanos, donde no había acceso fácil a la Biblia o donde la obra misionera era difícil.
La palabra colportor viene del francés colporter, que significa “llevar al cuello” (porque llevaban un cajón colgado con los libros). Surgieron fuertemente durante el tiempo de la Reforma y los avivamientos protestantes. Organizaciones como la Sociedad Bíblica Británica, Sociedades Bíblicas Americanas y denominaciones misioneras entrenaban y enviaban colportores.
¿Qué hacían? Llevaban cajas de Biblias en mulas y burritos a lugares intrincados en las sierras! Vendían Biblias a precios muy bajos o las regalaban. Predicaban El Evangelio de casa en casa. Enseñaban a la gente a leer, si era necesario, para que pudieran leer la Biblia. Formaban pequeñas congregaciones o iniciaban reuniones en hogares.
¿Por qué fueron importantes? La Biblia llegaba a lugares donde no había iglesias. Muchos colportores arriesgaban la vida, especialmente en países católicos o bajo persecución religiosa. Gracias a ellos, se establecieron muchas iglesias protestantes y evangélicas en América Latina en los siglos XIX y XX.
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Language: es
Added: Nov 02, 2025
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COMPASIÓN POR MULTITUDES
Por Jonathan Bravo
Escritura: Mateo 9:35–38
“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las
sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las
multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas
los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies.”
INTRODUCCIÓN
Hace muchos años conocí en México a 2 familias cristianas, una en
Hidalgo, y otra en Querétaro. Buenos cristianos evangélicos y al menos los más
viejos de cada familia testificaban que habían sido alcanzados con El Evangelio y
aun habían aprendido a leer en La Biblia, gracias al trabajo de Los Colportores
que en La Benevolencia y Providencia de Dios habían llegado a sus comunidades
en La Huasteca Hidalguense y en La Sierra Gorda Queretana.
Los colportores eran hombres y mujeres dedicados a difundir y vender
literatura cristiana, especialmente Biblias, himnarios, tratados y libros de
enseñanza bíblica, viajando de pueblo en pueblo, muchas veces a pie o a caballo.
Su labor fue muy importante desde el siglo XVIII al XX en países europeos, y
después, con mucho auge, en los países Latinoamericanos, donde no había acceso
fácil a la Biblia o donde la obra misionera era difícil.
La palabra colportor viene del francés colporter, que significa “llevar al
cuello” (porque llevaban un cajón colgado con los libros). Surgieron fuertemente
durante el tiempo de la Reforma y los avivamientos protestantes. Organizaciones
como la Sociedad Bíblica Británica, Sociedades Bíblicas Americanas y
denominaciones misioneras entrenaban y enviaban colportores.
¿Qué hacían? Llevaban cajas de Biblias en mulas y burritos a lugares
intrincados en las sierras! Vendían Biblias a precios muy bajos o las regalaban.
Predicaban El Evangelio de casa en casa. Enseñaban a la gente a leer, si era
necesario, para que pudieran leer la Biblia. Formaban pequeñas congregaciones
o iniciaban reuniones en hogares.
¿Por qué fueron importantes? La Biblia llegaba a lugares donde no había
iglesias. Muchos colportores arriesgaban la vida, especialmente en países
católicos o bajo persecución religiosa. Gracias a ellos, se establecieron muchas
iglesias protestantes y evangélicas en América Latina en los siglos XIX y XX.
Ejemplo Histórico: En México, durante el siglo XIX, los colportores
protestantes entraban en zonas rurales donde no había escuelas. Enseñaban a la
gente a leer usando Pasajes de La Biblia. Difundieron himnos, doctrina bíblica y
alfabetización. Los colportores eran considerados misioneros ambulantes. Su
lema era, en esencia: “Donde va La Palabra, va La Luz.”
En el año 1910, se estima que el analfabetismo en México alcanzaba
aproximadamente el 74 % de la población adulta. En el censo de 1930, los
microdatos indican que el 66.8 % de la población de 15 años o más era analfabeta
(56 % mujeres, 44 % hombres). En 1970, el porcentaje de personas mayores de 15
años que no sabían leer ni escribir era de aproximadamente 25.8 %. A finales del
siglo XX, por ejemplo en los años 1990, los niveles de analfabetismo habían
descendido mucho, aunque el rezago persistía en ciertas regiones e indígenas.
Estos datos pueden servir para subrayar cómo la ignorancia literal (no
saber leer ni escribir) representaba una barrera espiritual, social y económica
para gran parte de la población. Se puede conectar este hecho con el llamado que
tiene la iglesia de llevar La Palabra de Dios: así como había una gran “mies” de
alfabetización, también hay una gran mies espiritual. También es útil mostrar que
aunque hubo progreso, la transición fue lenta y desigual — lo que puede
enseñarnos humildad al evaluar nuestras propias realidades de evangelización,
educación o formación cristiana.
Cristo no fue un maestro distante, no fue un predicador encerrado en
templos de mármol, ni un líder interesado sólo en multitudes y aplausos. Cristo
caminó donde la necesidad estaba. Pisó calles de tierra, entró a casas pobres,
habló con enfermos, tocó leprosos, lloró con viudas, y restauró a los marginados. Jesús no sólo vio gente — los miró con el corazón!
Y al mirar, vio una verdad dolorosa: El mundo está lleno de almas como
ovejas que no tienen pastor.
1. El Ministerio Integral de Jesús (v. 35)
“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas…”
Jesús:
●Enseñaba — Formaba el entendimiento.
●Predicaba — Llamaba al arrepentimiento y fe.
●Sanaba — Tocaba el dolor humano.
Esto nos muestra que La Obra del Reino no es fragmentada:
●No es sólo doctrina sin amor.
●No es sólo ayuda social sin verdad.
●No es sólo emoción sin fundamento.
Cristo proclamaba la verdad y demostraba amor. La iglesia debe hacer lo mismo!
2. La Mirada de Cristo (v. 36)
“Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas…”
La palabra compasión aquí: Viene del griego splagchnizomai Significa: Ser
conmovido hasta las entrañas. ¡No es lástima superficial! Es un dolor activo que
impulsa a actuar.
¿Por qué tuvo compasión?
“Porque estaban desamparadas y dispersas
como ovejas que no tienen pastor.”
Desamparadas: sin cuidado. Dispersas: sin dirección. Como ovejas:
frágiles, vulnerables, perdidas. Que NO tienen Pastor: Que nadie toma
responsabilidad, que a nadie le importan! Ministros NO Calificados!
Así está el mundo hoy: Religioso, pero vacío. Con mensajes, pero sin
verdad. Con ruido espiritual, pero sin Cristo.
3. La Realidad Espiritual del Mundo (v. 37)
“La mies es mucha…”
Hay mucha necesidad: La Gente NO Conoce al Dios Verdadero! Familias
rotas, Jóvenes sin propósito, Cristianos sin doctrina, Iglesias sin Evangelio.
“Mas los obreros pocos…”
No falta gente, lo que falta es obreros de verdad: Dispuestos a servir, no a
ser servidos. Dispuestos a sacrificarse, no sólo a hablar. Dispuestos a caminar,
como Cristo caminó. No se necesitan celebridades. Se necesitan siervos.
4. El Mandato del Maestro (v. 38)
“Rogad, pues, al Señor de la mies…”
Cristo no dice: “Motiven gente.” “Recluten trabajadores.” “Presionen a la
iglesia.” …Campana de Voluntarios!
Dice: Oren. Supliquen. Clamen. Porque los obreros verdaderos no se
forman por emoción, sino por obra del Espíritu Santo.
“…que envíe obreros a su mies.”
La mies no es nuestra. Los obreros no son nuestros. La obra es del Señor!
APLICACIÓN
Pídele al Señor que te dé los ojos de Cristo Que no veas problemas, sino
almas. Pídele al Señor que despierte obreros No sólo predicadores, sino:
Colportores, Visitadores, Consejeros bíblicos, Verdaderos Misioneros y
Evangelistas, Siervos que utilicen TODOS Los Recursos que abundan y a los que
tenemos acceso!
Disponte tú mismo. No digas: “Señor, envía a otro.” Dile: “Heme aquí,
Señor. Envíame a mí.”
CONCLUSIÓN
Hermanos, nuestra Herencia Reformada nos recuerda que una de las
mayores batallas de la Iglesia fue precisamente esta: Dar acceso a La Palabra de
Dios a todos, en su propio idioma, en su propia cultura, en su propia mesa y en su
propio corazón. Los Reformadores arriesgaron su vida porque creían — con
convicción inquebrantable — que un alma sin La Escritura es un alma sin luz,
que un pueblo sin Biblia es un pueblo sin esperanza. Ellos tradujeron,
imprimieron, enseñaron y distribuyeron La Palabra con lágrimas, con sudor y
con sangre. No lo hicieron por instituciones, sino por las ovejas dispersas. No lo
hicieron para tener templos, sino para que Cristo fuera conocido, amado y
obedecido.
¿Cuál es tu multitud? ¿Cuál es tu Compasión? No necesitas viajar lejos
para encontrarla. Está en tu casa, tu familia, tus vecinos, tus compañeros de
trabajo, la gente con la que hablas cada día. Tal vez tú eres la persona más
cercana al Evangelio que ellos tienen. Tal vez eres el único reflejo de Cristo que
alcanzará sus ojos. Si tú no los atiendes en El Nombre de Jesús, si no oras por
ellos, si no les hablas, si no los amas con compasión, se perderán para siempre!
Que El Señor nos despierte, porque la mies está más cerca de nosotros de lo que
pensamos.
Por eso, hoy nosotros no podemos ser indiferentes. No podemos guardar y
esconder La Gracia para nosotros mismos. Si hemos recibido Biblia, enseñanza,
alimento espiritual, formación, recursos y oportunidades, es para invertirlo
TODO: tiempo, fuerza, dones, dinero, palabras y vida misma, en la misión de
alcanzar a los perdidos.
Hermano, hermana: Cristo todavía mira las multitudes. Todavía ve el
dolor. Todavía ve las ovejas sin pastor. Y todavía llama: “¿Quién irá por
nosotros?” Hoy, la mies sigue siendo mucha. Los obreros siguen siendo
pocos. Pero Cristo sigue siendo El Señor de la mies. Y Él llama hoy: Ven.
Sígueme. Trabaja conmigo. Que El Señor encienda en nosotros el fuego de Su
compasión, y nos envíe como obreros fieles a Su campo.