A la crítica hay que exigirle rigor, y la misma crítica se vanagloria por ello. Pero ella no
se exige creatividad, porque no puede traspasar los límites que sus propios instrumentos
le permiten. ¿Qué es rigor en la crítica literaria? Es el conjunto de categorías, métodos y
recursos que el crítico debe conocer y aplicar correctamente.
Entre las diversas maneras de hacer crítica literaria, es la crítica académica la que exige
rigor a la crítica por razones de imagen. Para demostrar que los críticos académicos
estudiaron 5, 10 o 20 años y se encuentran mejor capacitados que aquellos que solo
reseñan en periódicos y revistas. ¿Y por qué la crítica académica, en lugar de exigir
rigor, no pide creatividad, penetración, intuición? Porque la crítica se sabe limitada. Sus
instrumentos son su medida, la prueba de su existencia.
¿Por qué la crítica académica denuesta y se burla de la crítica fugaz de periódicos y
revistas? Principalmente, debido a celos por la cercanía de la crítica periodística con los
lectores. ¿Porque quién lee a los críticos académicos? Ellos dicen que no les importa si
nadie los lee, porque escriben y publican para un público mínimo, especializado. Así, la
crítica académica se sabe incapaz de acercarse a los lectores. Y solitaria, ve apolillarse
sus textos con la única satisfacción de haber sido rigurosa.
Pero la crítica periodística no es un lecho de rosas. Se trata casi siempre de un pantano
mercantil y argollero, célebre por su imprecisión, pero de una vitalidad extraordinaria.
Por su carácter impresionista, fresco, afirmativo, por su falta de escrúpulos en la
calificación, la crítica periodística ha influido realmente en la opinión de los lectores y
en la carrera literaria de los escritores. Es una crítica creativa, equivocada casi siempre,
a veces con chispazos de genialidad, más intuida que pensada.
Si la crítica académica es peligrosa por sus desplantes de pavo real, la crítica
periodística es mortal por su irresponsabilidad. Curiosamente, esta situación fronteriza
constituye la belleza de la crítica. Los ejemplos de maltrato a escritores son
innumerables, y la lista de sus víctimas, infinita. Sin duda, si la crítica es más famosa
por sus yerros que por sus aciertos, ello se debe a que ninguna crítica es objetiva o
acertada, a menos que la confunda con el elogio que la amistad o el buen humor
pudieran procurarnos.
La crítica, en consecuencia, solo realiza acercamientos, solo enamora, rodea, lanza
redes, requiebra, corteja, seduce de mil maneras, y si la entendemos así no caeríamos en
la demagogia de solo exigir rigor a una disciplina que debería ser sencillamente
creativa.
El placer de una reseña periodística se mide por el riesgo que ésta asume frente a la
creación. La valoración inmediata reemplaza al método, pero sin saberlo abre puertas e
intuye caminos que por falta de espacio no puede recorrer, y luego los olvida. La crítica
literaria en el Perú está colmada por este tipo de experiencias, y quienes lo ejercitaron
con un vigor que aun ahora fascina fueron los propios creadores.
Salvo honrosas excepciones, han sido los escritores quienes enrumbaron la crítica
literaria por el camino que ahora la crítica académica recusa: la improvisación, la fácil
valoración, la ausencia de amplitud y de método. ¿Pero qué crítico académico ha hecho
crítica, en pocas palabras, con la misma o mejor belleza que los propios escritores en
sus improvisadas reseñas? ¿Qué crítico académico se ha abierto tanto a la literatura en