Ahora era el momento de mostrarme prudente.
—Estuve allí, por el garaje, y le acompañé mientras trabajaba. ¿Sabes que está
remodelando un Volkswagen?
—Ah, sí, creo que Billy mencionó algo.
Charlie tuvo que interrumpir el interrogatorio cuando empezó a masticar,
pero no dejó de estudiar mi rostro durante la cena.
Cuando terminamos, anduve dando vueltas por allí, limpiando la cocina
hasta dos veces y después hice los deberes despacito en la habitación de la entrada,
mientras él veía un partido de hockey. Esperé tanto como pude, pero al final Charlie
me recordó lo tarde que era. Como no le respondí, se levantó, se estiró y después
se marchó, apagando la luz al salir. Le seguí sin muchas ganas.
Mientras subía las escaleras, esa sensación anormal de bienestar que había
experimentado desde el final de la tarde se fue escurriendo de mi cuerpo, al tiempo
que me iba invadiendo un miedo sordo ante lo que me tocaba pasar a partir de
ahora.
Ya no me sentía aturdida. Esa noche volvería a ser, sin duda, tan terrorífica
como la anterior. Me tumbé en la cama y me acurruqué en una bola,
preparándome para el ataque. Apreté los ojos, bien cerrados y... la siguiente cosa
que recuerdo es que ya era por la mañana.
Miré, sin podérmelo creer, la pálida luz plateada que se derramaba a través
de mi ventana.
Había dormido sin soñar ni gritar por primera vez en más de cuatro meses.
No podía decir qué emoción era más fuerte, si el alivio o el estupor.
Me quedé quieta en la cama unos minutos, esperando a que todo regresara de
nuevo. Porque, sin duda, tenía que ocurrir algo. Si no el dolor, al menos el
aturdimiento. Esperé, pero no pasó nada, y entonces me sentí más relajada de lo
que me había sentido en mucho tiempo.
No confiaba en que aquello durara mucho. Me balanceaba en un equilibrio
precario, resbaladizo, y no tardaría mucho en caerme. Sólo el hecho de estar
mirando mi habitación con esos ojos súbitamente despejados, notando lo extraña
que parecía, tan ordenada, como si nadie viviera allí, ya era peligroso de por sí.
Deseché aquel pensamiento y me concentré, mientras me vestía, en el hecho
de que ese día vería a Jacob otra vez. La idea me hizo sentirme casi... esperanzada.
Quizás todo sería como el día anterior. Quizás no tendría que volver a recordarme
a mí misma cómo parecer interesada en las cosas o cómo asentir y sonreír en los
momentos adecuados, del mismo modo que había estado haciendo durante todo
este tiempo. Quizás... Aunque, de todos modos, no confiaba en que esto durara
mucho. Tampoco podía confiar en que las cosas se desarrollaran como el día
anterior, que fuera tan fácil. No me iba a permitir una decepción así.
Durante el desayuno, Charlie siguió mostrándose cauteloso e intentó ocultar