En una región olvidada por los mapas actuales, existió durante siglos una tierra dividida por el río Skeld . A un lado se alzaba el reino de Hércules, conocido por su disciplina militar, su respeto por la ley y la educación como base del liderazgo. Al otro, Kartann , una fortaleza nacida de la fuerza bruta, la minería y la supervivencia en un terreno áspero. Ambos pueblos habían logrado una frágil paz, más por cansancio que por reconciliación.
El equilibrio se rompió cuando el nuevo comandante de Kartann , Lord Brackon , un exgeneral endurecido por 30 años de guerra, tomó el poder tras asesinar al viejo consejo. Su visión era clara: conquistar Hércules, tomar sus recursos, y someter a su pueblo. Sintiéndose el heredero del dominio de toda la región, comenzó a preparar una ofensiva sin precedentes. No era magia lo que usaba, sino el miedo, la intimidación, y una organización militar nunca antes vista.
En Hércules, el Alto Consejo fue tomado por sorpresa. Sus dirigentes, en su mayoría nobles de escritorio, no estaban listos para una guerra real. Fue entonces que un joven aprendiz de estratega, Kael Duran, de 17 años, hijo de un antiguo general muerto en combate, comenzó a destacar entre los cadetes por sus ideas audaces. Su propuesta de formar unidades de respuesta rápida, compuestas por jóvenes sin rango pero con habilidades variadas, fue vista como una locura. Pero en la desesperación, la locura se vuelve opción.
Kael reunió un grupo heterogéneo: Ena , una arquera hija de artesanos; Tarek , un herrero que había perdido a su familia por culpa de una incursión kartannesa ; Juno, un experto en exploración y emboscadas; y Lia , una antigua estudiante de medicina que se unió como sanadora de guerra. Sin uniforme, sin reconocimiento oficial, entrenaron en las colinas al norte del castillo, lejos de las miradas de los altos mandos.
Mientras tanto, Lord Brackon empezó su avance con ataques quirúrgicos: destruyó las reservas de grano, cortó los caminos de comercio, y sembró el caos desde dentro. Saboteadores infiltrados en Hércules comenzaron a provocar incendios y disturbios, todo mientras su ejército creaba un cerco invisible alrededor del reino. Era una guerra sin batallas abiertas, pero con consecuencias devastadoras.
Kael y su grupo comenzaron operaciones nocturnas para identificar a los saboteadores. Usando códigos, mapas secretos y tácticas de guerrilla, lograron capturar a tres espías y obtener información clave: Brackon planeaba atacar en pleno invierno, cuando los recursos escasearan y el pueblo estuviera más débil. Pero más allá de eso, había un objetivo específico: tomar el Castillo Blanco, el centro de mando y símbolo de la unidad herculana .
Durante los meses siguientes, Kael fue desarrollando un plan de defensa poco ortodoxo. Reforzó los túneles subterráneos del castillo, convirtió antiguos pozos en trampas, y adiestró campesinos y artesanos en combate básico. No quería soldados, quería ciudadanos dispuestos a defender su hogar.
Cuando el invierno llegó, Brackon lanzó su ofensiva. Las tropas kartannesas , vestidas con armaduras negras, descendieron por los valles como una sombra. Tomaron tres aldeas en una sola semana. Kael , que ya había evacuado a la población civil, lanzó ataques rápidos y luego desaparecía. Cada victoria de Brackon venía con un precio: emboscadas, sabotajes, desgaste.
El momento decisivo fue la Batalla del Llano Helado. Kael dirigió a su grupo en una maniobra de distracción, haciendo que Brackon pensara que el castillo había sido abandonado. Cuando el ejército invasor cruzó el llano, fue rodeado por un enjambre de defensores ocultos en la nieve, que salieron de cuevas, bosques y trampas preparadas con semanas de anticipación.
La batalla duró tres días. Fue brutal, sin gloria ni honor. Kael se enfrentó directamente a Brackon en el último día. Ambos lucharon con espadas y sin palabras. El combate fue parejo, pero Kael conoció la fatiga de su oponente. Aprovechando un leve tropiezo, lo desarmó y lo tomó prisionero.
Brackon fue juzgado por crímenes de guerra y condenado a prisión perpetua. Hércules había sobrevivido, pero no sin cicatrices. Kael rechazó cargos militares y volvió a su casa en el campo, pero su nombre quedó escrito en los muros del Castillo Blanco.
A partir de entonces, cada año se conmemora la Resistencia del Llano, no con desfiles, sino con talleres, enseñanza de estrategia, y jornadas de reconstrucción. Porque el mayor legado de Kael no fue la victoria, sino enseñar que una nación fuerte se construye con manos, mente y memoria.
Y en una placa de bronce, bajo una bandera sencilla, puede leerse la frase que pronunció antes de la batalla final: "Si quieren apagar nuestra luz, que se preparen a enfrentarse a nuestro fuego." Así nació la leyenda del Juramento de Fuego. Aún se cuenta, aún inspira.