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Los estudiantes llaman gis a la tiza, un galicismo derivado de gypse=yeso. Lo más curioso
es que siendo tiza una voz de origen náhuatl, aquí apenas se oye en las aulas.
La hibridación en las comidas alcanza su apogeo en la cocina franco-poblana, por ejemplo
en los chiles en nogada, a los que los franceses añadieron ese batido de nuez con crema,
que es la misma fórmula de la Chantilly.
Ingredientes como la crema y la leche para las sopas se integraron a la gastronomía de este
país y por eso los mexicanos les ponen mucha crema a sus tacos, incluso a los espaguetis.
El filete de pescado a la veracruzana se prepara igual que en el sur de Francia, en Marsella.
Otra contribución procedente de París concierne al chocolate, que aquí se tomaba con agua.
La costumbre de mezclarlo con leche es un invento francés que data del Imperio de
Maximiliano.
La huella de la invasión francesa se detecta también en muchos nombres, como Didier, y en
apellidos como Madelor, Dubarrail, Blanchot, Petit, Lefranc, Fournier… El asunto de las
relaciones entre los militares franceses y las mexicanas ha sido ampliamente documentado
por el historiador Jean Meyer.
Lamentablemente, hoy la presencia cultural francesa no es tan poderosa como en otros
tiempos, a pesar de lo cual en el DF hay un Liceo Francés, está el Club France (deportivo),
la librería Francesa Bouquinería en San Ángel, la Alianza Francesa, el IFAL (Instituto
Francés de América Latina), y la Casa de Francia en la Zona Rosa.
Antaño hubo hasta periódicos escritos en francés: L’Indépendant (1834), L’Universel (1837), Le
Courrier du Mexique (1838), Le Trait d’Union… Hacia 1890 había en la Ciudad de México 16
grandes almacenes franceses que vendían al mayoreo o al menudeo. Se podían adquirir
telas y artículos importados desde París, había sombrererías, papelerías, una fábrica de
aceite, panaderías, cafeterías, carpinterías.
Para explicar este impetuoso comercio, tendríamos que hablar de los barcelonnettes que
llegaron en 1830 a México procedentes de un valle al sur de Francia, en los Alpes de
Provenza. Pero ese tema es tan vasto que escapa al espacio de esta columna.
De todo aquello hoy queda más bien poco en lo estrictamente cultural. La influencia
norteamericana, a partir de la segunda mitad del siglo XX, hizo que el idioma francés
quedara relegado. Lo que se ha impuesto entre los mexicanos cultos es el inglés. No es que
sea una mala influencia, pero sería deseable que lo anglosajón coexistiera con la latinidad
que vive en la lengua de la Ȋle-de-France.
Lo demás, son residuos. De la guerra contra Maximiliano queda la recurrente “batalla”
diplomática en torno a la Isla de Clipperton en el centro del Pacífico, mientras que en Texas
permanecen instalados los fantasmas de dos mil soldados bonapartistas que se preparaban
para ir a rescatar a Napoleón en Santa Elena.
Pereira M.. (2011). México y Francia. Octubre 14, 2014, de Cubaencuentro Sitio web:
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/mexico-y-francia-268396