bastidor; allí se colocan en cada extremo para equilibrar el peso. El último en subir es el caporal,
quien al llegar a la cima se ubica de pie sobre el tecomate, y realiza una serie de saltos
acompañados de un impresionante zapateado con el que pareciera querer clavar un poco más
el poste. Posteriormente gira sobre su eje y señala los cuatro puntos cardinales, iniciando por el
oriente para continuar con su trayectoria hacia el lado izquierdo; después se sienta sobre la base
para realizar nuevamente los giros en la misma secuencia, pero ahora reposando su peso sobre
la espalda sin dejar de tocar sus sencillos instrumentos musicales.
Cuando el caporal concluye la parte del ritual que le corresponde, se queda sentado sobre el
tecomate interpretando un son. Los voladores, ya amarrados con una soga a la cintura y con una
coordinación casi perfecta, al escuchar una nota especial en la música, inician el descenso
arrojándose de espaldas al vacío con la cabeza hacia abajo, extendiendo sus brazos como las
alas de un ave en pleno vuelo, donde resaltan sus penachos multicolores. Conforme descienden
los giros se hacen más amplios –tradicionalmente, los giros de los cuatro voladores sumaban en
total 52, correspondientes a los años del ciclo de fuego nuevo o calendario mesoamericano, en
dependencia de la altura del “palo volador”.Cuando se aproximan al suelo, los voladores se
incorporan para poder aterrizar con los pies: ya en el suelo los cuatro danzantes equilibran el
bastidor al sujetar tensamente las cuerdas, para permitir que el caporal se deslice por uno de los
extremos hasta tierra firme. Si bien esta última etapa de la Danza de los Voladores dura
relativamente poco tiempo –escasamente unos minutos-, la preparación de los participantes es
compleja. Se inician desde temprana edad y tienen que seguir ciertas reglas que deberán
respetar durante el tiempo que practiquen esta singular actividad, entre las que sobresale la
abstinencia sexual y alcohólica, cuyo fundamento principal es la creencia de que esta danza la
realizaron por vez primera cinco jóvenes castos.
Según la leyenda totonaca, los dioses dijeron a los hombres: “Bailen, nosotros observaremos”.
Y eso es justamente lo que hacen los hombres-pájaro, o “voladores”, ejecutan una espectacular
danza para agradar a los dioses.
Un grupo de cinco hombres se suben a un poste de unos 30 metros de alto, cuatro de ellos se
atan una cuerda a la cintura y se lanzan de cabeza al vacío con los brazos abiertos, girando
alrededor del poste. Mientras tanto, el quinto miembro permanece en la parte superior del poste
y toca música indígena con instrumentos de madera hechos a mano. La flauta representa el
canto de las aves y el tambor la voz de los dioses.
REGION
La región del totonacapan, que en su momento de mayor
esplendor se ubicó entre los rios cazones y papaloapan (o de las
mariposas), no podría entenderse sin mencionar cuatro de sus
perfiles que le dan fisonomía: la pirámide del Tajín, la cerámica
conocida como "caritas sonrientes", la aromática vainilla, y la
danza de los voladores.