ignora. Lo que se contrapone a la experiencia amorosa no es el odio, porque
este también atrae, aunque sea para destruir, sino la indiferencia: no existes,
tu dolor no le llega, tu angustia no le angustia, tu felicidad no le hace feliz,
y así sucesivamente.
En la vida todos nos hemos topado alguna vez con personas que son
poco empáticas y comprometidas, distantes, con dificultades para expresar
y recibir afecto, encerradas en su territorio, indolentes y distantes al
malestar ajeno; en fin, verdaderos ermitaños afectivos. Insisto: no buscan
lastimarte con agresiones, simplemente no se involucran, te ignoran.
Estos personajes son casi todos hombres y mantienen un espacio de
reserva personal a su alrededor casi impenetrable. La consecuencia de
intentar acercarse afectivamente a un sujeto así es altamente dañina para tu
salud, pues cada intento de aproximación fallido, cada rechazo, va minando
tu autoestima y con el tiempo la depresión empieza a manifestarse. Todas
tus energías y recursos cognitivos y emocionales los has puesto al servicio
de una meta: que tu pareja despierte y te vea en tu dimensión real, te sienta
y se conecte con tu humanidad («¡ey, aquí estoy, existo, respiro, vivo!»).
Una mujer me decía: «Llevo cinco años tratando de que él sea más
comunicativo y expresivo. No quiere ir a terapia ni recibir ayuda. Hay días
que está bien, pero la mayoría es como si yo fuera un mueble más de la
casa. No me ve ni me siente». ¡Cinco años! No faltará quien alabe su
tolerancia y la insistencia en tratar de intimar con el hombre que ama. Yo no
alabo esta conducta. Y no solo no la aplaudo, sino que la señalo como
peligrosa para la integridad psicológica y moral de quien persiste en
mantenerse cerca de su verdugo emocional. ¿Cinco años para recibir afecto
de tu pareja, de una persona que dice amarte? Eso no es entereza, es
testarudez. Es olvidarse de uno y no saber perder. Querida lectora o lector,
el amor sano no se exige ni se pide, ocurre.
Piensa: cada vez que te ignora o no entiende lo que necesitas, ¿no te
indignas? ¿Es normal? ¿Acaso eres cariñosa? Y entonces, qué haces cuando
no hay retroalimentación. Das y das una y otra vez, y no recibes ni siquiera
algo similar o parecido a un gesto de cariño. ¿Y no crees que mereces la
ternura, la caricia, el abrazo, el beso, que se niega? ¿Renunciaste a todo esto
porque lo amas o la amas? Es paradójico, ¿verdad? Renunciar al amor por