- Querido, por favor.
- Entonces, cuando recuperé la vista , yo quise... quise estar seguro de que la cura no sería transitoria, por
eso no hablé en ese momento . Aisley, mi vida, te amo.
Ella sonrió.
- Eso es todo? Mi feroz Caballero Rojo, yo ya sabía que me amabas hace tiempo. Pero es bueno oírte decirlo
. Hace bien al alma.
Piers tomó su rostro delicado entre sus manos y la besó levemente en los labios, sorprendido al sentir
lágrimas venir a sus ojos. Si, estaba curado. En todos los aspectos.
- Ya que estás de tan buen humor, marido, te quería pedir un favor en este día de Navidad.
- Si quieres pedirme que vaya a buscar el venado blanco, es mejor que elijas otra cosa porque después de
la experiencia vivida el año pasado, no me gustaría correr la misma suerte.
- No - Aisley rió . - Quiero pedirte que presidas la cena de hoy de una manera festiva, para que todos vean
tu bondad.
- Es imposible, esposa, pues eres la única persona capaz de ver tanta bondad en mí.
- No, no es verdad. Hasta Edith te quiere ahora. Vamos, muévete, querido! Manda a Edith para acá y ve a
atender a nuestros invitados. Quiero que todos tengan la mas bella fiesta de Navidad de sus vidas, quiero
sea una noche inolvidable.
Y fue lo que Piers hizo, aunque su corazón estuviese en otro lugar. Él participó de la misa, y sus oraciones
fueron para su esposa. También presidió la mesa, conversó con sus caballeros, se presentó ante los
aldeanos e invitados con gran generosidad, pero sus pensamientos volvían constantemente a los
aposentos donde la mujer amada traía una criatura al mundo.
Todos sabían que la lady del castillo estaba en la etapa final de su embarazo , pronta a dar a luz, Por lo
tanto nadie cuestionó su ausencia como habrían hecho hasta hace pocos meses . Entonces se hubiera
murmurado que el Caballero Rojo había hecho lo peor con su esposa.
Como había pedido Aisley, él no dio la fiesta por terminada muy temprano y permitió que la cena se
extendiese durante toda la noche, y se retiró sólo cuando los invitados y los aldeanos comenzaron a
colocar los catres en el salón y se preparaban para dormir. Después de designar una tropa para montar
guardia, escogiendo a los soldados mas sobrios, Montmorency recorrió el patio y caminó a lo largo de las
murallas que rodeaban las torres altas y oscuras.
Desde donde estaba, era posible divisar varios kilómetros de distancia , sus ojos buscaban alguna señal de
posibles problemas o amenazas. Algunas antorchas iluminaban la entrada de los portones principales, donde
hombres se mantenían atentos al movimiento, ahora inexistente. Todo estaba quieto y tranquilo, apenas se
oía el ruido del viento y de los copos de nieve que caían aquí y allá.
Él examinó los alrededores por la última vez antes de entrar, cuando una mancha blanca, bien en la entrada
del bosque, le llamó la atención. Piers fijó su mirada, intentando descubrir qué era, su corazón latiendo
mas fuerte en el pecho, la adrenalina corriendo veloz en su sangre. Después de la muerte de Hexham, se
había creído libre de enemigos, sin embargo todo era posible...
Incapaz de creer en lo que estaba viendo, dejó escapar un murmullo ahogado. Tal vez fuese sólo una ilusión
causada por la luz de la luna, pero podía jurar que por un instante creyó divisar un venado grande y claro...
el venado blanco. Piers sacudió la cabeza como si quisiese ordenar sus ideas y focalizar la mirada , sin
embargo el animal continuaba parado en el mismo lugar, mirándolo fijamente, como si quisiese transmitirle
una mensaje. Entonces el animal salió en disparada, desapareciendo entre los árboles. Montmorency se
estremeció. Tal vez hubiese sido sólo un montón de nieve siendo soplada por el viento, pensó. Pero...
Él subió las escaleras corriendo y abrió la puerta del cuarto en el momento exacto en que el bebé llegaba al
mundo, ayudado por la partera. Aisley estaba acostada, jadeante, su rostro pálido y cansado, pero bello
como siempre. Piers se acercó a su esposa.