Deborah Simmons - Casada con el Diablo.pdf

518 views 151 slides Dec 27, 2023
Slide 1
Slide 1 of 151
Slide 1
1
Slide 2
2
Slide 3
3
Slide 4
4
Slide 5
5
Slide 6
6
Slide 7
7
Slide 8
8
Slide 9
9
Slide 10
10
Slide 11
11
Slide 12
12
Slide 13
13
Slide 14
14
Slide 15
15
Slide 16
16
Slide 17
17
Slide 18
18
Slide 19
19
Slide 20
20
Slide 21
21
Slide 22
22
Slide 23
23
Slide 24
24
Slide 25
25
Slide 26
26
Slide 27
27
Slide 28
28
Slide 29
29
Slide 30
30
Slide 31
31
Slide 32
32
Slide 33
33
Slide 34
34
Slide 35
35
Slide 36
36
Slide 37
37
Slide 38
38
Slide 39
39
Slide 40
40
Slide 41
41
Slide 42
42
Slide 43
43
Slide 44
44
Slide 45
45
Slide 46
46
Slide 47
47
Slide 48
48
Slide 49
49
Slide 50
50
Slide 51
51
Slide 52
52
Slide 53
53
Slide 54
54
Slide 55
55
Slide 56
56
Slide 57
57
Slide 58
58
Slide 59
59
Slide 60
60
Slide 61
61
Slide 62
62
Slide 63
63
Slide 64
64
Slide 65
65
Slide 66
66
Slide 67
67
Slide 68
68
Slide 69
69
Slide 70
70
Slide 71
71
Slide 72
72
Slide 73
73
Slide 74
74
Slide 75
75
Slide 76
76
Slide 77
77
Slide 78
78
Slide 79
79
Slide 80
80
Slide 81
81
Slide 82
82
Slide 83
83
Slide 84
84
Slide 85
85
Slide 86
86
Slide 87
87
Slide 88
88
Slide 89
89
Slide 90
90
Slide 91
91
Slide 92
92
Slide 93
93
Slide 94
94
Slide 95
95
Slide 96
96
Slide 97
97
Slide 98
98
Slide 99
99
Slide 100
100
Slide 101
101
Slide 102
102
Slide 103
103
Slide 104
104
Slide 105
105
Slide 106
106
Slide 107
107
Slide 108
108
Slide 109
109
Slide 110
110
Slide 111
111
Slide 112
112
Slide 113
113
Slide 114
114
Slide 115
115
Slide 116
116
Slide 117
117
Slide 118
118
Slide 119
119
Slide 120
120
Slide 121
121
Slide 122
122
Slide 123
123
Slide 124
124
Slide 125
125
Slide 126
126
Slide 127
127
Slide 128
128
Slide 129
129
Slide 130
130
Slide 131
131
Slide 132
132
Slide 133
133
Slide 134
134
Slide 135
135
Slide 136
136
Slide 137
137
Slide 138
138
Slide 139
139
Slide 140
140
Slide 141
141
Slide 142
142
Slide 143
143
Slide 144
144
Slide 145
145
Slide 146
146
Slide 147
147
Slide 148
148
Slide 149
149
Slide 150
150
Slide 151
151

About This Presentation

Novela romántica


Slide Content

CASADA CON EL DIABLO

CAPITULO UNO

Aisley se sentía como un verdadero regalo de Navidad! O tal vez una golosina deliciosa,
aguardando el momento de ser devorada por los caballeros hambrientos que se movían allá
abajo como un puñado de perros rabiosos y hambrientos. Todos, sin excepción, se habían
satisfecho con vino, cerveza y comida. Ahora parecían ansiosos por recibir un premio especial.
Hasta se podría pensar que las fiestas de fin de año ya habían llegado, por la manera en que se
servía la comida y la bebida aquí en la Corte del rey Eduardo.
La cena le causaba tal aversión que Aisley no consiguió controlar la expresión nauseada de su
rostro. Sin embargo al percibir a aproximación de su criada, inmediatamente se dio vuelta de
espalda. No quería ser vista así, vulnerable e impotente, cuando siempre había sabido enfrentar
cualquier situación. Pero Edith, habiéndola cargado en sus brazos desde que había nacido y
habiéndola acompañado a lo largo de la vida, podía reconocer el estado de ánimo que la
dominaba a distancia.
- Qué pasa , mi lady? - la mujer indagó bajito.
- Qué pasa ? Aisley sonrió amargamente, su voz normalmente melodiosa vibrando con rabia y
desprecio. Me siento el premio de un torneo, toda adornada - con un gesto de irritación, pasó
la mano por el vestido bordado y la capa forrada con piel de armiño -, esperando ser entregada
al vencedor.
- Mi lady... - Edith susurró, el tono afligido implorando cautela.
Impaciente, Aisley la cortó en medio de la frase.
- En estos últimos meses, desde a muerte de mi padre, nuestras tierras sólo han prosperado bajo
mi manejo . Pero, en vez de recibir una recompensa por mis esfuerzos, parece que merezco
que se me de algún canalla inmundo, loco por mi dinero. Y todo eso sólo porque nuestro rey
así lo decidió .
- Mi lady ! - la criada protestó atónita.
- No es justo - Aisley reclamó por enésima vez.
No importaba cuan bien administraba las propiedades que le habían sido dejadas por su padre ,
o cuantos pretendientes había logrado rechazar, o cuantas cosechas había extraido de las
plantaciones, o como la vida
en su castillo transcurría con calma, en la santa paz de Dios. Pues todos esos resultados
espectaculares habían sido en vano. En menos de un año el rey le había enviado una
intimación, ordenándole casarse.
- Para de lamentarse. Podría ser peor. Por lo menos podrás escoger a tu propio marido. Y entre
todos los caballeros nobles del reino, lo que no es poco.
- Ha! Gran cosa! Ese honor me fue concedido sólo porque tengo dinero
suficiente para pagar por ese privilegio. O acaso crees que el rey me permitió elegir porque me
estima profundamente?

- Basta - le advirtió Edith . - Para con esta conversación tonta y peligrosa y quédate quieta. Por
lo menos una vez en la vida, compórtate y haz tu
elección con sabiduría, usando la cabeza en vez del malhumor.
Aisley sonrió levemente, sin ofenderse con las palabras de su sierva.

Mas allá de todo Edith había sido mas que una verdadera madre a lo largo del tiempo, pero era
imposible contener la lengua de la vieja mujer.

- No te preocupes. Voy a escoger con sabiduría. Además, tengo un buen plan.


Horrorizada con lo que había acabado de oír, Edith dio un paso atrás.

- Oh, Dios ten piedad de de nosotros! - Los años de experiencia le habían enseñado que los
planes de su ama siempre acababan en grandes
confusiones. Al borde del pánico, juntó las manos en una súplica angustiada. Mi lady, por favor,
deja tus ideas delirantes de lado. Recuerda
que los planes arriesgados son peligrosos.
- Estoy sólo aceptando tu consejo - ella respondió dulcemente, con

un brillo malicioso en la mirada. Voy a decidir con sabiduría. El rey me dio libertad para elegir
un marido entre todos los caballeros del reino, no
es así? Él dice que yo puedo elegir cualquiera de sus caballeros. Y eso incluye todo el reino,
verdad ? Aisley hizo una pausa, ignorando la
expresión confundida de la sierva.
- Mi lady...

- Por lo tanto ya tomé una decisión.
La sonrisa victoriosa iluminando el rostro angelical no era una buena señal,
Edith pensó temiendo por la suerte de su ama. Desde la cuna, Aisley de Laci había demostrado
poseer una personalidad marcada y el hecho de


haber crecido en compañía de tres hermanos, sin una madre que le
inculcara modales delicadas, sólo había acentuado su carácter temerario.
Ahora, después de la muerte de los dos muchachos mayores a causa de
una fiebre, y del tercero había sido muerto durante la última Cruzada y la
de su padre quien había fallecido recientemente, Aisley se había
convertido en la a única sobreviviente de la familia de Laci. Ella había
probado ser mas resistente, fuerte e inteligente que cualquiera de ellos, además de mas
temeraria y obsecada también.



En lo profundo de su corazón, la vieja criada creía que el casamiento

con un hombre decente le haría bien a su protegida. Ser guiada por una mano firme, pero
gentil, concebir hijos y criarlos, podría contribuir a traer suavidad al carácter de la joven. Tal vez
el decreto del rey Edward fuese
para bien . Después de todo Aisley ya había cumplido diecisiete años y hasta el momento no
había demostrado ningún interés en buscar un marido. El único problema era que se había
olvidado de tomar en
consideración la naturaleza determinada de esa muchacha a quien amaba como a una hija.

- Y si él no aprueba a mi elección, presumo que seré libre para volver a casa - Aisley concluyó
con aire triunfante.
Edith intentaba razonar rápidamente, buscando entender que plan sería ese. Por algún motivo
obscuro, su ama creía que el rey le negaría permiso para casarse con el caballero elegido.

- Mi lady, no tendrías coraje de elegir a un hombre casado?!
- No! Ni siquiera había pensado en esa posibilidad, lo juro! - Aisley se
quedó en silencio algunos segundos, como si estuviera considerando esa alternativa. Entonces
descartó la idea. - No, no creo que Edward aceptase

una cosa así. Pero él se opondrá a mi elección. Tiene que ser así !


La vieja criada inspiró profundamente preparándose para oír lo peor.
Precisaba saber el resto de la historia, aunque tuviese certeza de que no le
iba a gustar nada de lo que estaba por escuchar.
- Y quién será el elegido? - indagó ansiosa.

Experimentando la primera sensación positiva del día, Aisley paseó su mirada desdeñoso
lentamente por los caballeros allá abajo antes de fijarla en la criada.
- Voy a escoger al barón Montmorency. - Llena de expectativa, aguardó la reacción de Edith, que
con certeza iría a saludarla por la demostración de ingenio e inteligencia. Sin embargo, en vez de
palabras de admiración, la
criada sólo tuvo tiempo de abrir los ojos antes de caer desmayada en el
piso.

Aisley levantó la cabeza y puso los hombros hacia atrás al entrar en el salón
ahora vacío, a excepción de Edward, de la reina, algunos pocos siervos y consejeros. El rey le
había concedido a gracia de una audiencia a solas , sin embargo no sabía si debía considerar a
actitud una bendición o una maldición. Si Edward pretendiese contrariar su decisión, con
seguridad sería mas difícil hacerlo delante de muchas personas... No, no quería pensar en una
derrota. Un guerrero nunca se debe deja abatir.



El rey era un hombre guapo. Alto, de piernas largas, cabellos rojizos y ojos azules. Sin embargo
Aisley se arrodilló delante de él sin la menor emoción. Jamas se había sentido atraída por ningún
hombre.

- Buenas noches, Aisley de Laci. Espero que hayas disfrutado tu
estadía en la corte.

- Si, claro, mi lord - ella respondió forzando una sonrisa.


- También espero que hayas usado tu tiempo de manera sensata para escoger un marido dentro
los caballeros reunidos aquí. - el rey sonrió, como si la situación lo divirtiese.


- Mi lord no limitó la selección a los que se encontraban presentes en la
corte - Aisley habló buscando mantenerse calma. - Puedo casarme con
cualquiera de los caballeros del reino , verdad?
Aunque sorprendido, Edward concordó con un breve asentimiento de
cabeza.
A pesar de estar firmemente decidida a llevar el plan hasta el final ,
parecía cada vez mas difícil pronunciar el nombre del elegido. Fue
con mucho esfuerzo que las palabras ganaron vida.

- Entonces elijo como marido al barón Montmorency, de Dunmurrow.
El anuncio tuvo el efecto esperado. Las personas a su alrededor no hicieron

nada por disimular el shock que su elección había causado y pronto los comentarios, todos
asociados al barón, llenaron el ambiente .

El Caballero Rojo... el mismo diablo encarnado... hechicero... practicante de
la magia negra... susurraban voces anónimas.

Aunque Aisley ya hubiese escuchado todos esos rumores antes, las palabras la intranquilizaban
pero ahora porque, de cierta forma, le merecían respeto.
Determinada a no dejarse abatir, levantó la cabeza y miró cada uno de los
presentes con altivez. Todos la miraban horrorizados. Todos, excepto el rey y su esposa. Edward
consiguió disimular la rabia rápidamente y Aisley contuvo una sonrisa triunfal. Si el rey estaba
enojado, era porque se sabía
derrotado. Y porque no podía volver atrás la palabra empeñada, quedando,
por lo tanto, obligado a liberarla del compromiso de arreglar un marido.
Cuando estaba a punto de decir algo, Edward fue interrumpido por su esposa, quien le susurró
algo al oído. Tal vez la reina
estuviese intentando apaciguarlo, Aisley pensó con esperanza. Después de todo Eleanor siempre
había sido considerada una influencia benéfica sobre la personalidad rígida de su marido. Aunque
prestase atención a su esposa, el rey mantenía los ojos azules fijos en Aisley. Esa mirada
penetrante daba la
impresión de evaluarla por dentro, midiendo sus fuerzas y debilidades, ,
descubriendo los secretos de su alma. Por fin Edward comenzó a reírse . Aisley respiró aliviada,
segura de que el rey hallaba todo muy gracioso.

Claro que saldría de esa audiencia victoriosa.
Pronto podría irse a su casa como una mujer libre!
- Pues entonces que así sea! - Edward habló en voz alta. - Montmorency es el elegido.



Aisley casi no podía creer en lo que había acabado de oír. Estaba segura de
que su elección sería rechazada o que, por lo menos, fuese forzada a seleccionar otro
pretendiente. Pero nunca, nunca se le había pasado por la
cabeza que el rey la dejaría casarse con el Caballero Rojo, un hombre
recluido capaz de cerrar las puertas de su castillo a todos los que vivían del
lado de afuera de las murallas sombrí as que rodeaban su propiedad. Por
un instante ella sintió el piso hundirse bajo sus pies, sin embargo se mantuvo firme.
Edward sólo sonrió ante su asombro. Obvia mente la tentativa de burlarse
de su orden había acabado desagradándolo y él no vacilaría en castigarla
por su comportamiento ultrajante. Oh, Dios, Edith tenía razón. Había
logrado meter en un problema todavía mayor que el d antes... a no ser

que... a no ser que...
- Naturalmente yo esperaba que tu elección recayese en uno de los barones que te habían sido
presentados durante tu estadía aquí. Sin embargo, como vos misma lo pediste , te di permiso de
seleccionar un marido dentro de todos mis caballeros. Tu elección es extraña, inesperada, y
Montmorency es
alguien que yo no sugeriría . Por otro lado no veo motivo para negarme a ese deseo de tu corazón.
- Las palabras del rey contenían un sarcasmo sutil, haciéndola estremecer. - De cualquier manera
creo que andaras bien con Montmorency. Un ángel de luz para el Caballero Rojo. Tal vez l
logres domarlo, no lo creen ? - La pregunta había sido hecha a al audiencia, que no vaciló en reír
nerviosamente.

Eleanor sonrió serena y Aisley pronto se dio cuenta que no tendría
ayuda femenina en esa cuestión delicada.

- Muy bien, entonces - el rey concluyó satisfecho pues su jornada había
sido tranquila. - Puedes partir mañana mismo y llegarás a Dunmurrow antes de Navidad.
Aisley no sabía qué decir. Partir tan pronto ? Con mucha dificultad consiguió recomponerse lo
suficiente para murmurar agradecimientos vacíos. Entonces
hizo una reverencia y salió del salón, todavía sin conseguir creer que estaba por casarse con un
hombre de quien sólo conocía su reputación y los rumores atemorizantes que lo rodeaban.
Aisley de Laci estaba arreglando a equipaje cuando Edith apareció.

- Y entonces, mi lady? - la criada preguntó temblorosa, su respiración
suspendida.

Ella no se tomó el trabajo de darse vuelta y continuó acomodando los
vestidos dentro del baúl.
Partimos mañana a la mañana ... para Dunmurrow.

La Sierva comenzó a lamentarse bajito, como si entonase un himno fúnebre.
Por fin Aisley se volvió para mirarla.

Por favor, no me vengas con esa historia de desmayarte de nuevo. Tengo
otras cosas mas importantes que hacer que andar levantándote del piso.
Pero, mi lady, por qué? Por qué fuiste a escoger a ese monstruo, cuando en la corte estaban
reunidos los caballeros mas guapos del reino?
A pesar de ser guapos, todos actuarían como si fueran mis dueños , Aisley pensó irritada. Nunca
en su vida se había sometido a un hombre . Su padre
y sus hermanos siempre la habían dejado decidir por sí misma. Jamas había
sido forzada a cumplir ordenes de terceros, o a seguir otras inclinaciones
que no fuesen las suyas propias. Por lo tanto no pretendía comenzar a
hacerlo ahora, pensó guardando las chinelas con rabia.
- Pero Montmorency! - Edith hizo la señal de la cruz. Él es un mal nacido! Dicen que es un
alquimista, practicante de la magia negra, un adorador...
del diablo! Y es por eso que lo llaman el Caballero Rojo, porque tiene un pacto con el demonio! Y
ahora que se confinó en Dunmurrow, rehusándose a salir de sus tierras. Sin embargo manda a
buscar magos y
hechiceros para aprender los secretos de la magia. Después conjura a los
espíritus para realizar sus propósitos oscuros. Dicen que esos quiene entran
en su cubil... jamas retornan. - Edith bajó la cabeza como si no soportase el peso de lo que había
acabado de decir
Percibiendo el pavor de la criada, Aisley la abrazó cariñosamente.
- Rumores! Cuántas tontería! Los grandes caballeros acostumbran a
alimentar leyendas sobre sí mismos con el objetivo de despertar miedo en el
corazón de sus enemigos. Este Caballero Rojo es un mortal común y
corriente. Vas a ver. - Ella dio una palmadita en la espalda de Edith y la obligó a sentarse en un
banco mientras volvía a la tarea de arreglar el equipaje.

- Pero, por qué, mi lady, por qué? - la vieja sierva volvió a insistir. - Era ese
tu plan... mandarnos directo a los brazos del mal?
- Admito que alimenté esperanzas de que e rey rechazase mi elección, sin embargo Edward se
rehusó a admitir que yo lo había sobrepasado en ingenio y resolvió darme una lección. - Aisley
colocó una Biblia sobre los
vestidos doblados y cerró uno de los baúles.
Edith comenzó a lloriquear nuevamente y a sacudir la cabeza .

- Para con esa tontería ahora mismo - Aisley ordenó, esforzándose para no
perder la calma. - No te preocupes por el supuesto caballero demoníaco. Te
Prometo que no nos quedamos en Dunrnurrow lo bastante como para ser
maltratadas.
La sierva la miró intrigada, sin entender el comentario.
- Crees que Montmorency quiere una esposa espiando sus actividades
macabras? No, creo que no. Él no demuestra ningún interés por la vida en la corte y no parece
preocuparle el dinero. Estoy segura que se rehusará a aceptarme como esposa. Así podré
volver para casa, libre y soltera - habló

aparentando mas seguridad de la que sentía.
- Eso sería una locura! Ni el mismo Caballero Rojo podría desafiar una orden del rey!

Aisley se encogió de hombros y volvió su atención al equipaje,

terminando de acomodar las últimas prendas de ropa.
- Oí decir que Montmorency vive de acuerdo con sus propias leyes,

- Si, sólo que seguramente no se opondrá al rei Edith insistió.
- Si él no se opone a la orden del rey Edward, entonces nos casaremos. En mi opinión,
tanto da tener un bruto Highlander como marido
como cualquier otro . Ella golpeó la tapa del baúl con tanta fuerza que la madera casi se partió
en dos.
El aire estaba gélido a la mañana siguiente y Aisley apretó la capa forrada
de piel de contra su cuerpo, buscando calor y alivio . Delamere, uno de los
hombres del rey, lideraba el pequeño grupo, compuesto de seis guardias y tres siervos. Una figura
delgada, de baja estatura, pronto le llamó la
atención.
- Quién es ese? - indagó curiosa.
- El sacerdote, claro - Delamere respondió secamente. - Así tendremos certeza de que el
casamiento fue realizado. Tal vez el rey dude que haya sacerdotes en Dunmurrow...
Irritada con la insolencia del comentario, Aisley se apartó al galope,
esforzándose por no dejarse dominar por la inquietud.

Aunque hubiese usado a reputación tenebrosa de Montmorency con la esperanza de escapar a la
imposición de Edward, ella no creía en una sola palabra de lo que se decía sobre el Caballero Rojo.
La experiencia le había enseñado que chismes se esparcían rápidamente y eran siempre
exagerados. Por lo tanto estaba segura que los rumores terribles no pasaban
de eso: rumores. El hecho de no haber capellán en Dunmurrow no significaba que Montmorency lo
había espantado de allí con sus prácticas de magia negra.
Aisley casi se rió en voz alta y de repente la presencia del sacerdote en el grupo le pareció
bastante divertida. Tal vez el Caballero Rojo decidiemantenerseal pobre hombre en su castillo,
pero seguramente no para oficiar la ceremonia de casamiento. Después de todo se puede llevar
a un caballo hasta el agua, pero no se puede obligarlo a beber. Ella había elegido al barón
Montmorency, sin embargo él no la había elegido a ella . Y no conseguía imaginarse a alguien
forzándola a casarse.

Y entonces, quedaría libre para volverse a su casa...

Estaba claro que Delamere no la apreciaba ni un poco y con cada día que pasaba forzaba la
marcha de los caballos, como si el grupo estuviese yendo
directo a una batalla, no hacia un casamiento.
Edith lloriqueaba y protestaba de puro cansancio , sin embargo Aisley se
mantenía firme. Cuanto mas antes llegasen a los dominios de Montmorency,
mas rápidamente podría tomar el camino de vuelta a su casa.

Sin embargo, al aproximarse a Dunmurrow, una sensación extraña comenzó a dominarla. EL
paisaje era imponente, agreste . Vastas planicies se
extendían hasta donde la vista se perdía y un bosque lúgubre imponía su presencia amenazadora.
Atardecía cuando Aisley, por primera vez, fijó sus ojos en el castillo del Caballero Rojo y a pesar de
todas sus resoluciones valientes, sintió un aprieto terrible en el corazón.
El Sol se ponía en el horizonte, lanzando sombras profundas sobre las viejas paredes de piedras.
La construcción maciza y rectangular lanzaba sus torres
negras hacia el infinito, desafiando a los cielos. Una neblina húmeda y cenicienta se esparcía por
los alrededores, como saliendo de la nada, envolviendo a Dunmurrow en un manto
fantasmagórico.

El efecto era tan estremecedor que Aisley se sintió vacilar y por un

momento se preguntó si Montmorency no tendría poderes sobrenaturales, poderes que le
permitían comandar los elementos de la naturaleza y hacer que una neblina espesa escondiese su
castillo de los ojos curiosos y de los visitantes indeseables.
Los lamentos angustiados de Edith la arrancaron de esa especie de sopor. Al
reparar que los siervos se hacían la señal de la cruz y que el sacerdote murmuraba palabras
incomprensibles, oraciones y maldiciones al mismo tiempo , Aisley dejó la vacilación de lado y fue
hacia adelante.
Entonces esperó que los guardias del rey cruzasen el puente levadizo. Por lo menos tendría el
calor de un fuego y la suavidad de una la cama para confortarla. Y quién sabe mañana, en el
camino de vuelta a casa , también se verían libres de la neblina . Claro que, a pesar del mal humor
constante, Delamere no se rehusaría a acompañarlas hasta Belvry. Sin embargo, si él tenía el
coraje de rehusarse , no pensaría dos veces antes de implorar el auxilio de algunos hombres de
Dunrnurrow. Después de todo sería la esposa rechazada del señor del castillo.
De repente Delamere se aproximó al galope, una expresión furiosa en su rostro.
- Nos Negaron permiso para cruzar el puente él informó lleno de rabia.
- Por qué? - Aunque estuviese ansiosa por escapar del frío intenso, Aisley decidió que ese tipo de
tratamiento rudo era motivo para celebración. Quién sabe , a lo mejor, Montmorency hasta se
rehusaría a verla? Tal vez pudiese partir hacia Belvry todavía mas temprano de lo que había
imaginado.

- Porque el castillo ya está cerrado por la noche y todos los visitantes están prohibidos de entrar
hasta mañana a la mañana.
Aisley inspiró profundamente, lista para hacer un comentario , cuando oyó un gemido angustiado.
Edith se balanceaba peligrosamente sobre el caballo, como si estuviese a punto de desmayarse . En
cuestión de segundos estaba al lado de la criada, sosteniéndola con el brazo.
- Qué tontería es esta? - preguntó con altivez. - Exijo hablar con e barón Montmorency ahora
mismo!
- Fue lo que yo hice - Delamere respondió irritado. - Pero mi pedido fue rechazado hasta mañana.
Conforme, a pesar de estar furioso, el emisario del rey mandó a los siervos a armar el
campamento a la sombra del castillo.
Otro gemido de Edith exigió la atención de Aisley.
- Para con esto, o voy a dejarte caer en el suelo - le avisó, impaciente a la
criada.

- Oh, mi lady, es como temíamos. El Caballero Rojo es una criatura de las tinieblas.
- Si él fuese una criatura de las tinieblas, entonces debería estar aquí, apreciando los alrededores
de su castillo . Él es una persona grosera ! Nunca oí decir que alguien le negase abrigo a los
visitantes. Y pensar que
estamos aquí por orden del rey! Este Caballero Rojo es demasiado atrevido.
Aunque la idea de dormir otra noche al aire libre, cuando una la cama suave estaba a alcance de
las manos, la incomodaba, la actitud desafiante de Montmorency la impresionaba. Por otro lado ,
esta actitud de rechazo iba bien con sus planes.
- El hombre es un demonio, marca bien mis palabras - Edith murmuró
en un tono lúgubre.
- Y vos marca bien mis palabras - Aisley devolvió, con una sonrisa triunfante
en los labios. - Él es un hombre mal educado y rudo que no vacilará en desafiar las ordenes del rey
mañana! Y entonces... entonces podremos ir a casa.
A la mañana siguiente, el puente levadizo fue finalmente bajado sobre el
la zanja profunda que rodeaba el castillo y el grupo liderado por Delamere pudo entrar en
Dunrnurrow. Acostumbrada al movimiento incesante de
Belvry, Aisley quedó sorprendida al descubrir el patio casi desierto. El edificio parecía vacía!
Sabiendo como Edith interpretaría esa ausencia de personas, evitó mirar a la sierva.
Aún considerando la leyenda creada en torno del Caballero Rojo un puñado
de tonterías, Aisley no consiguió evitar la sensación desagradable, bordeando el terror, que la
invadió al oír el puente levadizo siendo alzado de vuelta. Por un instante se sintió encerrada
dentro del cubil, a la merced de fieras...
Determinada a enfrentar la situación a cualquier costo, buscó dominar el
miedo mientras un guardia los condujo a la parte interna del castillo. Sin
embargo el salón de Dunmurrow no le trajo alivio alguno. Inmenso y oscuro, olía a humo y moho,
siendo posible ver capas gruesas de suciedad acumuladas en las paredes. Qué tipo de hombre sería
ese, capaz de dejar su propia casa en esas condiciones? Las ventanas estrechas estaban cerradas,
casi no dejaban pasar los rayos tímidos del sol, insuficientes para romper esa
oscuridad.

La Falta de iluminación adecuada no era algo raro , especialmente en
construcciones antiguas como el castillo de Dunmurrow, pero en general el problema era
sobrellevado con el auxilio de velas y antorchas, dejadas encendidas durante el día entero. Pero , a
pesar del tamaño impresionante
del salón, casi no se veían velas.
Aisley se estremeció y miró a su alrededor, buscando divisar a través de las sombras. Aunque la
chimenea estuviese encendida, el fuego bajo de poco servía para ofrecer calor y luz. Desde donde
estaba, el otro extremo del salón era impenetrable, inmersa en tinieblas sofocantes. Aisley se
rehusaba a mirar a Edith que se había aproximado al sacerdote como si buscase protección.
El grupo permaneció en silencio, la atmósfera opresiva envolviéndolos como
un manto. EN el silencio pesado sólo se oían los pasos impacientes de Delamere. El emisario del
rey andaba de un lado para el otro sin disimular su
irritación creciente. Acostumbrado a ser tratado con deferencia, no se conformaba con la
indiferencia mostrada por el barón Montmorency, especialmente después de la noche pasada al aire
libre.

Cuando Delamere parecía a punto de explotar, un siervo anunció que el Caballero Rojo había
mandado a servirles una comida. Aún siendo un tanto temprano para el almuerzo, los hombres se
abalanzaron sobre la comida, como si estuviesen hambrientos no sólo de alimentos sino de algo
mas que les diese una sensación de normalidad.



- Vamos, coma, mi lady - Edith murmuró empujando a la joven a
su lado.
Sin embargo Aisley se sentía incapaz de comer; pues tenía consciencia de la gravedad de la
tarea que la aguardaba. De repente su plan le parecía demasiado osado, demasiado incierto para
ser exitoso. Mas allá de todo el castillo de Montmorency la perturbaba profundamente,
inquietándola al extremo. Hasta el momento , el hombre hacía justicia a su reputación.
Un único siervo iba y venía de la cocina, trayendo bandejas, con carne asada, y sirviendo cerveza.

- Dónde están todos? - ella indagó asombrada, sin en verdad esperar ninguna respuesta.
Acostumbrada al movimiento del salón principal en Belvry, donde as voces de las damas, caballeros,
siervos y visitantes se mezclaban en un alegre
barullo , era imposible no resentir ese silencio lúgubre. El castillo estaba muy quieto, el eco de las
paredes vacías transformaba cualqu ier ruido en un trueno amenazador.



- Él es inhumano, puedes estar segura de eso - Edith susurró horrorizada.
- No es inhumano vivir en la pobreza - Aisley retrucó, con un aire pensativo en el rostro. - Sólo
ahora me doy cuenta que siempre di ciertas cosas como
por seguras. El castillo que mi padre construyó cuando joven todavía está en perfectas condiciones ,
es un lugar lleno de luz, con bellas pinturas, tapices
delicadas. Y también muchos siervos cumpliendo sus obligaciones...
- Gran parte de eso se debe a vos, mi lady. Los hombres, librados a su suerte , en general
acaban descuidando la comida y la limpieza de un hogar .
- Edith hizo una mueca de desagrado.
- Concuerdo plenamente. - Por lo poco que Aisley había logrado ver hasta entonces, el castillo
Dunmurrow parecía inmundo. Una gruesa capa de
suciedad cubría el piso y el aire tenía un olor desagradable de alimentos
descompuestos y humedad acumulado. Las paredes estaban negras de hollín, las mesas sucias y
ásperas. Los platos usados en la comida nadaban en grasa y ella se preguntó si el resto del castillo
también estaba en esas decadentes condiciones.

Servida en platos limpios o no, la verdad era que la comida tenía un gusto
intragable. Después de probar el primer pedazo de carne, Aisley se dio por satisfecha y mordisqueó
un pan mientras los otros continuaban almorzando .
Y cómo almorzaban. La comida dio la impresión de durar para siempre, sirviendo sólo para aumentar
su estado de agitación.

De cualquier manera todos parecían mas relajados con los estómagos llenos, a excepción de
Delamere e Aisley, quienes estaban mas furiosos.
- Vamos, mi lady, beba algo Edith insistió, buscando calmarla.
- No quiero nada, sólo deseo dar este caso por cerrado. Apenas puedo
esperar que Montmorency aparezca para resolver este asunto. Así podremos irnos pronto!
- Shh! - La criada señaló discretamente en dirección a Delamere.

Aisley ignoró la advertencia.
- Por qué la demora? Por qué somos obligados a aguardar aquí como

mendigos después de haber sido forzados a pasar la noche fuera del castillo?


- Mi lady, por favor, cuidado con la lengua. Las paredes tienen oídos. No sería sensato desafiar la ira
del Caballero Rojo.
- Pues no me importa si él es el mismo diablo encarnado. Si no somos admitidos en su presencia
herética en este instante, partiré para Belvry. Claro
que así la orden del rey perderá su valor.


Edith cubrió su rostro con las manos, aterrorizada, mientras Delamere fusilaba a Aisley con la mirada.
Como si aguardase el momento justo para interferir, un siervo llamado Cecil dio un paso al frente.
- Si mi lady y el caballero me hicieran el favor de acompañarme, mi lord está
listo para recibirlos ahora.
Por un momento Aisley pensó en llevar a Edith también, mas acabó decidiendo que lo mejor era
dejarla en el salón, en compañía de los otros. Si el Caballero
Rojo fuese la mitad de lo que los rumores sobre su reputación afirmaban, probablemente la criada se
desmayaría de nuevo.



Cecil los condujo a través de un corredor helado hasta una escalera en espiral. Era casi imposible
divisar los escalones, por la espesa oscuridad. El candelabro
llevado por el siervo silencioso de poco servía y ella apenas se dio cuenta cuando pararon delante
de una puerta de madera maciza. Entonces Cecil la abrió e hizo un seña para que entrasen.

Aisley asumió que estaban en los aposentos del Caballero Rojo, en el cubil de

la fiera. Después del frío penetrante del corredor, el calor dentro del cuarto
inmenso era mas que bienvenido. Ella se aproximó a la chimenea y extendió
las manos para calentarlas, mientras miraba a su alrededor curiosa. Si hubiesen ventanas, debían
estar herméticamente cerradas porque el único foco de iluminación venía del fuego pálido. Con
mucha dificultad, percibió se que las paredes estaban pintadas de rojo claro y las cortinas de
terciopelo acompañaban el mismo tono . En verdad, un ambiente perfecto para
Montmorency considerando todos los rumores sobre él.
Sin candelabros para aliviar las sombras, estaban todos envueltos en uen la oscuridad casi total.

Bien lejos de ellos, envuelto por sombras mas pesadas, se destacaba la figura de un hombre muy
alto, flanqueado por dos perros enormes.

Sería Montmorency? Aisley focalizó bien sus ojos intentando divisarlo mejor, sin embargo por mas
que se esforzase, no conseguía verlo con nitidez. Sin
embargo no tenía dudas de que, a pesar de sentado, era un hombre mucho mayor que Delamere.
Mas allá de la altura, era imposible distinguir las facciones del rostro, el color de los cabellos o la de
las ropas que el
desconocido usaba. Aunque el instinto le dijese que estaba frente a frente con el Caballero Rojo,
no podía ver nada mas allá de una silueta oscura.
Toda esa circunstancia extraña era bastante inquietante. Qué tipo de hombre sería él ? Sería que
buscaba asustarlos deliberadamente? Aisley jamas había
temido la oscuridad y nunca había creído en las historias fantásticas que se
contaban sobre el barón Montmorency. Aún así no consiguió evitar los temblores que la sacudían de
pies a cabeza , como un aviso cargado de malos presagios.
Si estuviese presente, Edith, con seguridad, se habría caído desmayada en el
piso.

CAPITULO Dos

_ Leí el mensaje que el rey me envió. - La voz profunda y fuerte no escondía

un cierto tono burlón . O sería irritación? Aisley se sintió ofendida con la falta
de consideración, en especial porque el barón había ido directo al asunto sin tomarse el trabajo de
darle la bienvenida de manera educada. Al pensar en la larga noche pasada al aire libre, en las horas
dentro del salón sucio y frío y

en la oscuridad que le impedía de divisar a su anfitrión, la rabia estalló.
- Me hace feliz saberlo, mi lord - ella respondió altiva. - Esperamos tanto tiempo que comencé a
creer que nadie en su castillo sabía leer.


La respuesta cargada de un insulto velado hizo que el barón mirase en su dirección, y a pesar de
no puede ver, sabía que un par de ojos hostil la miraban desde las sombras . Había llegado a un
punto tal de tensión emocional, que nada mas le importaba.



- Si no tiene intención de someterse la orden _continuó secamente -, entonces por favor dígalo
para que podamos partir. Tengo un largo viaje por delante y muchas noches mas para dormir al
aire libre antes de llegar a mi casa.


Un silencio prolongado cayó sobre todos y Aisley tuvo ganas de abofetear al desconocido, de
obligarlo a levantarse y a prestarle as honras que

correspondían a una dama de la corte en vez de quedarse sentado en medio de las sombras, como
un verdadero demonio .
- Mi lady... - Montmorency hizo una pausa, como si no consiguiese acordarse el
nombre de la mujer que le habían impuesto como novia. Aisley tuvo ganas de gritar de odio.
- Lady de Laci - él continuó mas calmo. - Según esta carta, usted debía escoger un marido dentro de
todos los caballeros del reino y me escogió a mí . Puedo saber por qué?
Esforzándose para mantenerse serena delante de una pregunta tan directa,
Aisley se mordió el labio inferior con fuerza. En su interior, había esperado que Montmorency la
rechazase y la despidiese de Dunmurrow, tal vez con una objeción delicada, tal vez con una
reprimenda grosera. Pero no había imaginado que sus motivos serían indagados con semejante
osadía.
Viéndola vacilar, el barón se volvió hacia Delamere.
- Usted, señor, respóndame. Será que esta dama es una bruja, ya que nadie en la corte está
dispuesto a aceptarla como esposa?

Aisley sintió su rostro arder mientras Delamere sofocaba la risa al responder.
- Ella es conocida por su temeridad , mi lord, pero muchos caballeros de la
corte. La aceptarían de muy buen grado.




- Si, pues se trata de una dama muy rica, no es así ?
La insinuación descortés del Caballero Rojo no le pasó desapercibida. Cómo
era que ese hombre tenía el coraje de sugerir que solamente su dinero era lo que la hacía
atrayente a los ojos masculinos? Aisley inspiró profundamente y contó hasta diez, cuando su
voluntad era golpear al barón.
- EN su opinión, señor, lady de Laci es una mujer agradable ?
Ella se ruborizó hasta la raíz de sus cabellos mientras Delamere la miraba intensamente. Era
la primer señal de interés que el emisario del rey demostraba sobre su persona.
- Si, mi lord. Es una dama no muy alta, de constitución delicada. Los cabellos son tan rubios que
parecen entrelazados con la plata mas fina. Y los ojos... los ojos son plateados también. Profundos,
brillantes como piedras preciosas.
La belleza de mi lady es conocida en todo el reino - Delamere concluyó con elocuencia.
El temperamento da dama corresponde a la misma descripción?
El emisario del rey tuvo la delicadeza de no responder. Aisley estaba poseída
de odio. Nunca se había sentido tan humillada como en ese instante, en que dos hombres discutían
sus cualidades y defectos como si ella no fuese mas que un objeto a la venta.
- Y entonces usted me eligió, mi lady - Montmorency afirmó en un tono amenazador que la hizo
estremecer a pesar de la rabia. - Tal vez los caballeros
de la corte son un tanto imberbes para su gusto y así pensó que el Caballero Rojo estaría mejor
preparado para la tarea de domarla?
Delamere rió bajito.
Puedo ver ahora que fue un error, mi lord - Aisley retrucó fríamente, el corazón latiendo
descompasado en su pecho, las manos cubiertas por un

sudor helado.

- Si. Fue un error... un error suyo, no es así? - Sería imposible no percibir el desprecio contenido en
cada una de las palabras.
Como Aisley se rehusaba a responder, un silencio pesado cayó sobre el ambiente hasta que
Montmorency volvió a hablar, la voz destituida de toda emoción.
- Pero lo que está hecho está hecho. Que así sea. Cecil va a preparar la capilla y llevará al sacerdote
para allá cuando todo esté listo. No estamos acostumbrados a recibir visitantes en Dunmurrow y la
hospitalidad ofrecida
dentro de mi castillo es limitada. Sin embargo, haremos lo mejor posible. - Con
un breve gesto de su mano, él los dispensó haciendo que la sangre de Aisley corriera helada en sus
venas.


- Espere! - Ella pidió sin esconder su desesperación. - Mi lord, puedo hablar
con vos a solas?
-Si.
Obvia mente aliviado porque su deber estaba casi cumplido, Delamere se apresuró a salir, seguido de
Cecil. Aisley fue dejada a solas en la compañía del
Caballero Rojo, quien permanecía escondido en las sombras. Qué tipo de hombre se encerraría en
una total oscuridad cuando allá afuera reinaba plena la luz del día? De pie delante de alguien de
quien ni siquiera podía divisar el
rostro, ella se sintió vacilar. Fue con mucho esfuerzo que se armó de coraje y dio un paso en
dirección a la figura amenazadora.
Uno de los perros gruñó bajo.
- Detente, mi lady.
Confusa, Aisley quedó inmóvil durante algunos segundos y después dio otro paso al frente. Los
perros volvieron a gruñir, el sonido atemorizante haciendo eco.
- Quieta, te dije - Montmorency repitió irritado. - Siéntate - él completó con un
poquito mas de delicadeza, señalando el sofá cerca de la chimenea. Aisley
obedeció como un perrito enseñado.

- Mi lord, te aseguro que esta historia es todo un gran error - ella comenzó, apretando sus manos
heladas.
- Si, es verdad. Pero la responsabilidad sobre ese error monumental es toda tuya. Vos pensabas que
yo iba a desafiar una orden del rey?
El silencio de Aisley confirmó las sospechas del barón de Dunmurrow.
- Entonces fue eso . - Montmorency rió amargado.
- Su reputación es asombrosa, mi lord.
- Entiendo. Tal vez creíste que yo podría hacer desaparecer la orden en el aire como humo , usando
un truco de hechicería?
Aisley tragó en seco, incapaz de responder. Por un momento creyó haberlo visto sonreír en las
sombras.
- Bien, lady de Laci, sus maquinaciones fueron erradas y el plan débil só. No importa lo que hayas
oído a mi respecto, porque nada en este mundo me haría desafiar a mi rey. Le Debo mucho a
Edward y voy a obedecerlo. Ahora que vos

hiciste tu cama, sugiero que te acuestes en ella.
Un golpe en la puerta anunció la llegada del siervo. Inmediatamente Montmorency le ordenó entrar.

- Cecil, por favor, acompaña mi novia a sus aposentos. Vamos a casarnos lo mas rápidamente
posible.
Las palabras firmes del Caballero Rojo sonaron como una verdadera sentencia de muerte.

****
Aunque Aisley estuviese sentada inmóvil en el cuarto, su mente hervía. Todavía tenía tiempo de
huir. Sólo necesitaba abrir la puerta y escapar de ese
castillo maldito. Considerando la oscuridad reinante, sería fácil pasar
desapercibida. Pero, qué le aguardaba del lado de afuera? Sería capaz de convencer a los guardias
de dejarla salir? Y en cuanto al puente levadizo? Aisley maldijo bajito, de una manera muy poco
femenina.
A pesar de haber trabajado duro, planeando hasta el cansancio, estaba a un
paso de casarse. Y no con algún per obediente perrito obediente sino con un hombre que ni siquiera
exponía la cara a la luz, un hombre que se mantenía distante de todos! Aisley se estremeció
violentamente, sin embargo buscó reaccionar. El bruto no iba a asustarla. Tampoco iba a huir. La
dignidad y el orgullo de los de Laci la mantendrían de pie.
Un golpe repentino en la puerta interrumpió el curso de sus pensamientos. Oh, Dios, la última cosa
que quería en ese momento era ser obligada a oír los lamentos de Edith. Precisaba concentrarse en
mantener su propio control y no aguantaría tener que consolar a la criada también.
Pero no era Edith, sino el siempre presente Cecil.
- Mi lord la aguarda en la capilla , mi lady él anunció, con una expresión impenetrable en el rostro.
Aisley sintió un aprieto en el corazón, incapaz de creer que el tiempo había pasado tan rápidamente.
Su equipaje continuaba en el salón allá abajo, por lo tanto todavía usaba el mismo vestido que se
había puesto al despertar. Ni siquiera había conseguido un cepillo para arreglar sus cabellos. Por
otro lado,
nada de eso importaba. Lo que ese brutal Caballero Rojo pensaba a su respecto no hacía la menor
diferencia. Inspirando profundamente, se levantó e

acompañó a Cecil como si estuviese marchando a su propia ejecución.
Los dos recorrieron algunos corredores estrechos hasta que finalmente habían llegado a la capilla . El
lugar estaba tan oscuro como el resto del castillo. Habiendo perdido la noción de las horas, Aisley no
sabía si afuera ya había anochecido, porque con seguridad las sombras dentro de esas paredes no
eran naturales, sino provocadas por un hombre.

Con el mentón erguido, caminó hacia el altar intentando no prestar atención a
las pocas personas reunidas para asistir a la ceremonia. Sería Edith en un rincón, haciendo la señal
de la cruz y lloriqueando? Había oído a alguien murmurar las palabras blasfemia y adorador del
diablo?
Reuniendo todas sus fuerzas, Aisley luchó para mantener la serenidad porque a pesar de la
demostración exterior de coraje no estaba inmune a los efectos de la atmósfera amenazadora de
Dunmurrow. Las sombras perpetuas, y el olor a moho y el silencio pesado, poco contribuían para
hacer de la capilla la casa

de Dios. También los rostros allí reunidos en nada recordaban a las fisionomías alegres que
acostumbran a asistir a los casamientos.
Con mucha dificultad, evitó pensar en las palabras de Edith. El hecho que el Caballero Rojo gustara
de la oscuridad no significaba que fuese un hechicero o
algún tipo de criatura del mal. Después de todo ya había sido obligada a enfrentar cosas peores en
la vida que un puñado de sombras.
Montmorency la aguardaba en el altar. Una figura alta y misteriosa al lado del sacerdote. Al
aproximarse, Aisley tropezó, siendo inmediatamente amparada
por una mano fuerte, de dedos largos y ágiles. Ella levantó los ojos, buscando divisar a su futuro
marido. Sin embargo la oscuridad era tan grande que nada pudo ver. Había algo de pagano en
casarse con un hombre de quien ni siquiera había visto el rostro.
Rehusándose a dejarse intimidar, ella miró al sacerdote que, iluminado por un
pequeño candelabro, era la única persona visible dentro de la capilla . El hombrecito parecía vacilar
en dar inicio a la ceremonia. En verdad no podía culparlo. La oscuridad que los rodeaba parecía una
cosa viva y pulsante, pronta para devorarlos en un vacío absoluto y amenazador.
Cuando Montmorency la tocó levemente, Aisley quedó rígida, la respiración suspendida. Aunque
supiese que el contacto sería breve, que los dos precisaban tomarse las manos para profesar los
votos, aún así no estaba preparada para la experiencia. Luchando contra el pánico, se obligó a
relajarse y para su sorpresa, a pesar de las previsiones de Edith, el Caballero Rojo no poseía garras .
La mano masculina le parecía enteramente normal. Sin que pudiese evitarlo , ella se estremeció.
Pero no fue un estremecimiento de miedo, pero un escalofrío de excitación que la recorrió de la
cabeza a los pies. Sorprendida, Aisley no sabía como descifrar
esa emoción extraña, despertada por el roce de la piel de Montmorency con la
suya. Jamas había sentido algo así. Sería su comportamiento inesperado el
resultado de algún hechizo? Estaría bajo un encantamiento hecho por el
Caballero rojo?
La posibilidad casi la dejó fuera de sí . Sin embargo, en vez de entregarse al pavor ciego, buscó
concentrarse en las palabras del sacerdote. Percibiendo que continuaba nerviosa, contó hasta diez.
Después hasta veinte. Después de todo estaba lejos de ser una mujer ignorante, capaz de creer en
magia negra. Por otro lado, era difícil convencerse de lo contrario cuando sujetaba la mano de un
hombre encubierto por la oscuridad.
De repente Aisley se convenció de que había encontrado una explicación lógica para aquella
sensación exquisita. No estaba acostumbrada a la proximidad
física. Habiendo sido criada en compañía de hermanos poco afectuosos y de su padre , de quien
siempre había mantenido una distancia respetuosa, jamas había sabido lo que era demostrar afecto.
Tocar a alguien era algo extraño... y en general repugnante.
Todavía se acordaba muy bien del barón Rothschilde, un caballero que había conocido en la corte. El
hombre intentaba cortejarla y la había presionado contra la pared y la había besado en la boca, los
labios húmedos produciéndole asco. Aisley lo había pateado en la entrepierna antes de escapar
corriendo, decidida a que nunca jamas se sometería a un marido.
Pero ahora estaba casándose con un hombre infinitamente mas repulsivo que Rothschilde. Sería lo
mismo? Lo extraño era que no experimentaba enojo ahora sino un placer desconocido e inexplicable.
Había algo de atemorizante en el Caballero Rojo. Y algo perturbador también. Eso si, la inquietaba.
Aisley lanzó un mirada en dirección al caballero a su lado cuyo alto porte la
hacía sentirse todavía mas pequeña e indefensa. Fuese magia o no, se trataba de un hombre fuerte
y poderoso. La mano que sujetaba a la suya podría aplastarla como a la cascara de una nuez. Cómo

sería por la noche? El pensamiento era tan atemorizante que no se atrevía a detenerse en las
implicaciones de la noche de bodas.
Vos hiciste tu cama, ahora acuéstate en ella. Las palabras de Montmorency
retornaron a su mente como una advertencia . Los dedos largos que apenas la
tocaban ahora podrían perder la delicadeza en la privacidad del cuarto. Enorme y con el rostro
escondido por las sombras, el Caballero Rojo podría
muy bien ser algún tipo de demonio. Un demonio con quien sería obligada a
acostarse hoy a la noche.
Como si notase su estado creciente de aflicción, Montmorency le apretó la mano con firmeza.
Absorbiendo el poder que emanaba de esa figura sólida,

Aisley tuvo fuerzas para reunir un resto de coraje y acompañar la ceremonia hasta el fin.
Aunque tuviese la impresión que el barón le había transmitido calma y confianza en el momento en
que mas lo necesitaba , ella quedó aliviada cuando las manos de ambos se separaron. Pero el alivio
tuvo corta duración. Antes que pudiera recuperarse de la intensidad de las emociones, fue tomada
en los brazos y apretada contra un pecho ancho.

Aisley dejó escapar un murmullo de sorpresa. Era extraño sentir el cuerpo de un hombre
presionándole los pechos. Tal vez si pudiese verlo, la sensación sería menos inquietante. Sin embargo
la oscuridad de la capilla la daba la impresión de que estaban a solas, aislados del resto del
mundo... Y su única tabla de salvación era el Caballero rojo.
Desorientada, levantó las manos, los dedos temblorosos se enmarañarn en los dobleces de la túnica
de ese que había acabado de convertirse en su marido. Inmediatamente Montmorency deslizó las
manos por los hombros delicados, hasta tocarla en la base del cuello. Cada centímetro de piel
acariciada por los dedos masculinos parecía ganar vida, ardiendo . Entonces él la besó en la boca.
Fue un beso rápido e impetuoso, que terminó antes que Aisley percibiese lo que estaba sucediendo.
Desorientada, pestañeó varías veces, sin embargo no conseguía verlo. Como en un sueño, aguardó,
llena de expectativa... aunque no supiese bien qué. Al sentir las manos de
Montmorency recorrer sus brazos, ella contuvo la respiración, un calor intenso dominando sus
entrañas. Llevada por un impulso incontrolable, se apoyó en
el cuerpo viril y levantó el rostro...
- Puedes retirarte a tu cuarto ahora. Espérame y cenaremos juntos. - El le dio la espalda y se apartó,
dejando atrás de sí sólo a oscuridad.

Asombrada por lo que había sucedido, Aisley permaneció allí parada, inmóvil,
un sonido viniendo desde el altar le llamó la atención. Se Había olvidado por completo del sacerdote.
Sería que solamente algunos minutos habían pasado? Por qué entonces la sensación de que
Montmorency y ella se habían quedado solos, envueltos por un manto de sombras, durante toda una
eternidad? Pero la capilla no parecía estar tan a oscuras ahora. Las pocas personas presentes
conversaban en un tono normal, incapaces de percibir lo que le había sucedido.


Pero, qué le había sucedido?


No sabía decirlo por cierto. Por un loco instante había tenido a impresión de que

no existía ni la capilla , ni el sacerdote, ni los testigos,.. sólo Montmorency y ella, juntos... tocándose.
Todavía podía sentir el calor de las manos fuertes en su piel, la presión del pecho ancho, la boca...
Aisley se pasó los dedos levemente por los labios. Era como si ese hombre la hubiese marcado con un
hierro caliente.
Percibiendo el absurdo de sus pensamientos, bajó la mano con fuerza, segura de que las historias de
Edith estaban dando alas a su imaginación. Había sido sólo un beso de protocolo, nada mas. El hecho
de no estar acostumbrada a recibir atenciones masculinas había transformado un acontecimiento banal
en algo fuera de lo común. La circunstancia anormal en que el casamiento había sido realizado había
acabado impidiéndole razonar con claridad. Montmorency no había apretado su mano para
transmitirle coraje y seguridad, como había
llegado a pensar, porque él continuaba irritado. De otro modo no la habría mandado a su cuarto tan
secamente.
Aisley se mordió los labios nerviosa. Las cosas estaban sucediendo demasiado rápidamente para su
gusto. Y todo era tan extraño que no conseguía entender, aunque siempre se había considerado una
persona capaz de analizar cualquier situación con perspicacia. Se sentía insegura, y no le gustaba
nada eso. Por naturaleza, y por vocación, a Aisley le gustaba dominar, tener la última
palabra en cualquier cuestión. Sin embargo comenzaba a hallarse impotente en
Dunmurrow. Dentro del castillo se había transformado en una prisionera

de las sombras, una novia infeliz con un marido que no quería.

Le Parecía imposible que su plan, trazado con todos los detalles y el mayor cuidado semanas atrás,
pudiese haber terminado de esa manera tan desastrosa. Del día a la noche, se había convertido en la
esposa del Caballero Rojo, una figura densa, amenazadora, capaz de ejercer control no sólo a través
de sus
excentricidades sino a través del simple contacto de las manos también.



De vuelta en su cuarto, Aisley descubrió que sus baúles habían sido entregados. Una señal final de
que no podría volverse a su casa. Inquieta, pasó los dedos sobre el anillo que Montmorency le
había colocado en el dedo anular izquierdo, la señal de que sería obligada a vivir en ese lugar frío y
atemorizante para siempre.
Aunque sus ganas fuesen de acostarse en la cama y llorar, le ordenó a Edith que deshiciese el
equipaje. Después abrió la puerta y llamó a Cecil.
- Hay mas velas que pueda usar? - El siervo la miró ansioso y murmuró un si casi inaudible.
Entonces hazme el favor de traerlas. No puedo soportar esta oscuridad permanente. Existen
criadas o hombres en el castillo para hacer el servicio de limpieza?
- Tenemos una lavandera.
- Pues mandala a mi presencia ahora mismo.
Cecil concordó con un cabeceo y se retiró rápidamente, el rostro cubierto por
una palidez mortal.

- Quiero que alguien limpie este cuarto Aisley habló con Edith. La criada, que permanecía parada
en el mismo lugar, continuaba gimiendo y se revelaba contra el destino que las había mandado a

ese antro olvidado de la mano de Dios. Aisley creyó mejor ignorarla y abrió las ventanas. La
correntada de aire,
aunque helado, era limpia y fresca, trayendo luz a las sombras. Atentamente, estudió el ambiente.

Era un cuarto pequeño y pobremente amueblado. Sólo en la cama y un
pequeño sofá frente a la chimenea. Las paredes estaban grises ,y el cortinado de la cama lleno de
polvo . La visión no podía ser mas depresiva.
- Este cuartito miserable es un verdadero insulto... mi lady. - La sierva estaba
roja de rabia. - Y una desgracia para cualquier dama y en especial para vos,
acostumbrada a vivir rodeada de comodidad y belleza. Oh, cielos, no hay ni siquiera una silla en este
antro!
- Juzgando por la ausencia de muebles en el castillo, puedo considerarme una
mujer de suerte por tener este sofá. Hacer almohadones para dejarlo mas
confortable será una tarea fácil.
Edith hizo una mueca, trayendo una sonrisa a los labios de Aisley por primera vez desde que habían
puesto los pies en Dunmurrow.
- Además considerando la antigüedad de esta construcción, diría hasta que somos afortunadas. Sólo
mira la chimenea! - Ella se estremeció, imaginando una celda fría y sin ventanas, agradecida por lo
poco que la rodeaba. Después pensó en los aposentos principales, normalmente ocupados por la
esposa del barón, y se estremeció otra vez. Pero el escalofrío que a recorrió era extraño, una
sensación que no conseguía explicarse.

Sacudiendo los sentimientos despertados por el recuerdo de su marido, Aisley abrió la boca para decir
que prefería estar en una celda desnuda a compartir
una alcoba con Montmorency. Pero resolvió quedarse callada. Los aposentos del Caballero Rojo se
asemejaban a las descripciones que Edith haría de la misma
morada del diablo y no estaba con ninguna disposición para oír las
comparaciones de la vieja criada.
Ya había oído demasiadas tonterías .


- Este cuarto me servirá bien después de limpiarlo - Aisley insistió mas ásperamente de lo que
pretendía. Las condiciones de los aposentos eran precarias, sin embargo, como en todo el castillo, el
grande problema se centraba en la suciedad, algo que podía ser arreglado. - Si la lavandera no puede
ayudarnos, entonces vos y yo haremos el trabajo solas hasta que mas mujeres puedan ser triadas de la
aldea. Y te puedo le asegurar que ellas vendrán! No importa a que costo.
De repente Aisley pareció hacer un descubrimiento significativo.


- Dinero! - ella exclamó sorprendida. - Edith! Tal vez este Caballero Rojo, tan
feroz, sea pobre! Tal vez la ausencia de siervos signifique que se trata de un
feudo empobrecido . El castillo tiene pocas velas porque no hay con qué comprarlas. Es posible que
ningún aldeano sepa cómo fabricarlas tampoco.
Aunque Edith no pareciese muy convencida con esos argumentos, Aisley continuó hablando,
intentando desesperadamente encontrar una explicación plausible para el estado de abandono en que
la propiedad se encontraba.

- Si el problema es el dinero, eso puede ser remediado con facilidad. Mandaré a
que me traigan lo que necesitamos de Belvry. O mejor... podemos mudarnos a
Belvry! - Ella se sentó en la cama, maravillada con la idea que se le había ocurrido y con la esperanza
que esa posibilidad le causaba.
Tal vez, quien sabe , tal vez, Montmorency estaría feliz de ser dueño de una propiedad próspera y no le
importaría vivir en Belvry por lo menos durante una parte del año. Llena de expectativas, Aisley miró a
Edith, sin embargo la criada sacudió la cabeza, llena de desanimo.
- Tal vez, mi lady, tal vez. Sin embargo, a pesar de la pobreza, debe existir

madera suficiente en los alrededores para hacer antorchas, por lo menos para
iluminar el salón. No consigo entender por qué todo ese lugar es mantenido en
las sombras. Hasta es peligroso.
La esperanza que había comenzado a crecer en su corazón perdió significado. Edith estaba en lo cierto.
No habría ninguna mudanza a Belvry. El instinto le decía que el Caballero Rojo estaba muy cómodo en
Dunmurrow, envuelto en la mas total oscuridad.

CAPITULO TRES

Con la cabeza erguida, Aisley siguió al siempre presente Cecil, que había venido a buscarla para la cena.
Su cuarto y el cubículo de lado, una especie de depósito,
estaban ahora limpios y arreglados. Ella intentaba no pensar en los aposentos espaciosos de Belvry o en
el solar, rodeado de ventanas con vidrios, donde acostumbraba a pasar la mayor parte del día. Tal vez
pudiese mandar buscar algunas de sus tapices favoritos para cubrir las paredes de Dunmurrow y para

alegrarlas también...

Determinada a no alimentar pensamientos dolorosos, trató de concentrarse en los problemas inmediatos.
Después de cenar pediría que le preparasen un baño, decidió, esforzándose en centrarse en detalles.
Quien sabe si se mantuviese su mente ocupada en asuntos banales conseguiría olvidar, por lo menos
por un
momento, el tamaño y la gravedad de su error.

Si, se había equivocado terriblemente, Aisley admitió por primera vez, aunque continuase negándole
eso a Edith. Su plan había sido un completo desastre
porque se había basado demasiado en las reacciones de terceros. Cuando el rey
y Montmorency actuaron de manera inesperada, todo se había ido al diablo . En vez de ganar su
libertad, sus actitudes la habían condenado a vivir en ese lugar siniestro.
El sentido común le decía que debía haber escogido otro hombre como marido, pero le bastaba pensar
en los caballeros de la corte para llegar a la conclusión de
que hubiese continuado rechazándolos de forma definitiva. La verdad era que prefería no haberse casado
con nadie. Y si la opinión de Edith fuese tomada en
consideración, ella permanecía siendo una mujer soltera. La criada insistía en la idea que Montmorency
era un fantasma o un demonio, no una criatura mortal, con sangre común y corriente corriendo en sus

venas. Mientras arreglaban el cuarto, la pobre criada había repetido hasta el cansancio cada uno de los
rumores que había oído sobre el Caballero Rojo, haciéndolo encarnar distintos papeles,
desde el mismo diablo en persona hasta un fantasma destituido de cuerpo.
Aisley sonrió para sí misma al acordarse de las tonterías contadas por la sierva
pues esas historias absurdas eran cómicas. Además pensando bien en el asunto, tal vez no hubiese
escogido tan mal . Montmorency, de quien no había llegado a ver ni siquiera la cara , podía ser un marido
mejor que un hombre de carne y hueso. Después de todo debía ser mas fácil lidiar con una sombra
que con un noble arrogante. No, no era verdad. El Caballero Rojo, fuese sombra o no, jamas se dejaría
dominar.
Siguiendo a Cecil por un corredor frío y estrecho, rodeado de paredes de piedras
por todos lados, Aisley tropezó varías veces a causa de la oscuridad. Maldiciendo
en silencio, deseó ardientemente haber escogido otro caballero como marido. Si hubiese optado por uno
de los nobles de la corte podría estar enfrentando otros problemas ahora, pero por lo menos sería capaz
de verlo ! La noche eterna de
Dunmurrow comenzaba a pesar sobre sus hombros como un fardo, frustrando
cualquier esfuerzo por mantener la pretensión de que vivía una situación normal.
Cuando Cecil se detuvo delante de los aposentos principales ella no se sorprendió. No era raro que el
lord de un castillo cenase a solas en compañía de amigos íntimos o invitados especiales. Sin embargo no
le gustaba nada estar
de nuevo en la alcoba del Caballero Rojo. El cuarto enorme parecía todavía mas oscuro de lo que
recordaba. El fuego de la chimenea continuaba siendo la única fuente de luz, las llamas inquietas parecían
lenguas rojas y voraces.
Montmorency ya estaba sentado a la mesa, aguardándola en medio de las sombras. Aunque hubiese
quitado importancia a las historias contadas por Edith horas antes, no conseguía evitar una puntada de
inquietud que esa figura enorme
le despertaba. Se sentía como una presa a la merced del cazador. Al oír un
gruñido, se estremeció violentamente.
- Quieto, Pollux - Montmorency dijo y Aisley notó , para su alivio, que el sonido venía de uno de los
perros, no de su marido. Sin embargo, la oscuridad absoluta y la presencia amenazadora de los animales,
tornaba difícil ignorar las advertencias de Edith. Tal vez el Caballero Rojo fuese una fiera, una cosa
horrenda, deforme...
Tal vez tuviese el rostro desfigurado , dientes afilados y un par de ojos rojos
flameantes...
- Siéntate, mi lady. No voy a morderte.
El tono seco, casi insultante, acabó por transformar la intranquilidad en irritación. Aisley levantó el
mentón, tragó una respuesta maleducada y se sentó.

- Mi lord - ella lo saludó en el mismo tono . Después miró a su alrededor, buscando señales de la
presencia de otras personas. Para su total sorpresa, había
sólo dos lugares puestos en la mesa. - Dónde está el sacerdote? Indagó. - Y Delamere, el emisario del
rey?
A Montmorency no parecían gustarles las preguntas.
- Ellos ya se han partido - respondió ásperamente. - Partieron pronto después de la ceremonia de
casamiento, ansiosos por comenzar el largo viaje que los
aguardaba.

Aisley sintió una mezcla de frío y calor intenso. No conseguía creer que ese pequeño grupo que la había
acompañado no había sido invitado para, por lo menos, pernoctar en el castillo. Aunque no hubiese
abundancia de alimentos a causa del invierno, con seguridad un poco de pan y vino podían ser servidos
a los invitados. Jamas había oído decir que los testigos de un casamiento fuesen despachados sin que se
les sirviese una comida.
Saberse sola en compañía del Caballero Rojo, encerrada en Dunmurrow para siempre y con todos los
lazos que unían al mundo exterior cortados, era algo por lo menos inquietante.
- Los ...los dejaste ir ... sin una palabra mía? - ella indagó buscando mantener la voz firme.
- Yo no sabía que vos querías hablarles. - Montmorency se encogió de hombros, como si el asunto no le
despertase el menor interés. - Además ambos me parecían bastante ansiosos por partir.
Por supuesto que esos dos debían estar locos de ansiedad por huir del antro del Caballero Rojo, Aisley
pensó, llena de desprecio. Después de todo no eran mas que cobardes.
- Entonces nada de fiesta de casamiento? ninguna celebración? - La pregunta había sido hecha con una
indiferencia calculada.
- Celebración? No veo motivo para eso - Montmorency respondió sin disimular su amargura.
La respuesta fría y cortante fue como una bofetada, dejándola roja de odio.
- Entiendo. Muy bien. Tal vez entonces tengas motivos para celebrar cuando recibas la contabilidad de
Belvry. No sé cuanto es lo que precisas, pero debo informarte que acabo de transformarte en un
hombre rico.
- No quiero tu dinero! - Irritado al extremo, él golpeó la mesa con fuerza.

Ella decidió ignorar su explosión.
- No ? Juzgando por la apariencia de tu propiedad, yo diría que dinero es exactamente lo que necesitas. -
Aparentando la mayor naturalidad, Aisley partió un pedazo de pan y lo mordisqueó lentamente.
- Tal vez yo deba recordarte que fuiste vos quien vino hasta aquí sin ser invitada, lady de Laci. - La voz
profunda no pasaba de ser un susurro amenazador. Fuiste vos quien me forzó a un casamiento que yo
no busqué y mucho menos deseé. Será que mi lady no piensa en su... víctima? - Montmorency lidiaba en
un tono engañosamente afable ahora. - Y si yo ya estuviese comprometido con otra mujer? Por lo menos
consideraste esa posibilidad? Y si yo quisiese a alguien?
Por un breve momento Aisley permaneció abatida... y sorprendida. Los Casamientos entre familias
nobles acostumbraban a ser, en general, arreglados por los padres de los novios como un verdadero
negocio. Sin embargo había casos de amor en la corte. Aunque el Caballero Rojo fuese la última persona
a quien consideraría capaz de experimentar ese tipo de sentimiento, no podía ignorar la posibilidad de
que él desease a otra mujer como esposa. La mujer de quien estaba enamorado.
- Estás enamorado de alguien? - preguntó sin rodeos. - Montmorency se recostó en el respaldo de la silla
como si la estudiase con interés, a pesar de que la oscuridad reinante hiciera imposible verse uno al otro
Sin embargo el Caballero Rojo estaba lejos de ser un hombre común. Tal vez él pudiese verla si, como la
criatura sobrenatural que era.
El barón no respondió de inmediato, dejando que el silencio se extendiera hasta el punto de casi
sofocarla. Sin que lograse entender el motivo, la respuesta de su marido se había convertido súbitamente
en algo importante. Quería, precisaba oírlo negar que estaba enamorado de otra mujer.
- No - él respondió finalmente.
- Oh! - Aisley soltó el cuchillo sobre a mesa con fuerza, irritada por haber sido dejada en suspenso.
- Pero si lo estuviera ? - Montmorency indagó lleno de desprecio, impidiéndole protestar. - Vos con
seguridad no pensaste en mí, o en cualquier otra persona ni siquiera un segundo cuando trazaste ese
plan loco para escapar del altar..

Aisley apenas podía contener su desagrado. Entonces ese insolente tenía el coraje de distorsionar la
situación, de hacerla parecer la villana de la historia cuando había sido Edward quien la había forzado a
casarse y el Caballero Rojo había sido lo suficientemente tonto como para concordar con ese
casamiento.

- Oh, mi lord, pero yo pensé en vos. En verdad nunca imaginé que serías capaz de aceptar casarte
conmigo.
Montmorency gruñó , como si las palabras de ella confirmasen sus pensamientos.
- Puedo saber qué significa eso ? - La irritación de Aisley crecía peligrosamente. Ya era suficientemente
desagradable no poder ver al hombre para que todavía tener que aguantar sus protestas incoherentes.
- Significa, mi querida esposa, que eres exactamente lo que yo sospechaba. Una muchacha mimada.

- Cómo tienes la osadía de hablarme en ese tono ? - ella indagó poseída de odio.
- Puedo atreverme a lo que quiera porque soy tu marido - Montmorency retrucó muy calmo. - Tal vez sea
bueno que recuerdes ese detalle.
- Como si lo pudiese olvidarse. - Por un instante Aisley creyó haber oído un sonido parecido a una risita,
sin embargo descartó pronto esa posibilidad. Quien sabe uno de los perros gruñía bajito... Muy
Irritada, resolvió cenar. Era Mejor comer y quedarse en silencio que oír insultos.
Su marido no era ningún tonto, pensó furiosa. Si quisiese dominarlo, precisaría usar toda su inteligencia
y su sagacidad. Tenía que encontrar una manera de doblegarlo, o por lo menos, borrarle el tono burlón
de su voz. De repente una idea salvadora se le ocurrió . Una revelación maravillosa!
La unión podía ser anulada.,
Era posible invalidar casamientos alegando que la ceremonia fue realizada contra la voluntad de una de
las partes involucradas. Aunque Aisley no hubiese deseado casarse con ningún hombre, había elegido a
Montmorency de libre voluntad delante del rey y de varios testigos, por lo tanto sería impensable alegar
que había sufrido algún tipo de coacción . No, ella realmente no tendría como demostrar que había sido
coaccionada.
Pero Montmorency si.
El Caballero Rojo había dejado claro que no la quería. Durante la conversación de horas atrás, todavía de
mañana, esa grosería la había insultado, diciéndole que só podía ser una mujer deseable a causa de su
dote. El barón también había
afirmado, en voz alta , que sólo la aceptaba como esposa en obediencia al rey Edward. Para completar el
cuadro , no había sido él mismo quien acababa de proclamar su indignación por haber sido forzado a
aceptar un casamiento que no había buscado y ni siquiera deseaba? Concluyendo: él se había casado
contra su voluntad, simplemente para cumplir un decreto del rey.
Segura de que la unión de ambos sería anulada con facilidad, Aisley sonrió. Precisaba sólo convencer a
Montmorency y darían fin a esa farsa. Quedaría libre para volver a Belvry, ya que había cumplido con su
obligación escogiendo un caballero como Edward había ordenado . Montmorency tampoco sería culpable
de nada . Después de todo él había obedecido al rey . Además nadie había dicho nada sobre cuanto
tiempo el casamiento tendría que durar.
Usando todo su poder de persuasión, como acostumbraba hacer al negociar con los mercaderes de
tejidos y especias, Aisley expuso su idea brillante.
- Hay una salida, mi lord.
- Una salida para qué?
- Para que te libres de mí. - La voz femenina comunicaba dulzura.
- Se existe una salida, me gustaría de saber cual é.

- Los Casamientos realizados contra la voluntad de una de las partes involucradas pueden ser invalidados
- ella explicó pacientemente. - Por lo tanto, solamente tendremos que aguardar el tiempo suficiente para
entrar con una petición para la disolución de nuestro casamiento.
- Disolución? - El Caballero Rojo indagó en voz alta. Bajo qué causa?
- La causa que una de las partes fue forzada a casarse contra su voluntad - Aisley repitió exasperada.
Sería que ese hombre se rehusaba a entender?
Ruidos extraños venían de la oscuridad, como si el barón estuviese maldiciendo.
Bien , tal vez fuesen los perros otra vez.
- Y entonces? Estás de acuerdo ?
- Quieres decir que estás hablando en serio?! - Montmorency estalló sorprendido.
- Claro que estoy hablando en serio, mi lord. Es la solución perfecta para nuestro dilema. Cuando nuestra
unión sea declarada nula y disuelta, estaremos libres para volver a nuestras vidas de solteros.
Mas ruidos extraños viniendo de la dirección del Caballero Rojo. Sería el ruido provocado por los
animales?
- Bien, cuál es tu opinión respecto a mi plan?
- En mi opinión vos estás loca! - Aisley lo oyó levantarse y sentarse de nuevo, la silla crujiendo bajo la
montaña de músculos. Al percibir que la respiración de su marido se había alterado, ella experimentó un
principio de pánico. Qué lo había puesto tan furioso? Él no había sido taxativo al decir que no la quería
como esposa?

Cuando Montmorency volvió a hablar parecía haberse calmado un poco.
- Vamos ver si consigo entender este nuevo plan. Edward te ordenó escoger un marido y vos me
elegiste a mí . Ahora quieres cambiar de idea y enviar una
petición al rey y a la Iglesia para que nuestro casamiento sea anulado, alegando haber sido coaccionada?
- No, no. Me entendiste mal, mi lord.
Un suspiro de alivio viniendo de las sombras la puso de mala voluntad para explicar el resto do plan. -
Fuiste vos quien contrajo matrimonio sin desearlo, por lo tanto sos vos quien debe enviar la petición Claro
que yo voy a apoyarte. Atestiguaré a tu favor, diciendo que te casaste conmigo solamente por la orden
del rey.
- YO ?! - Esta vez el puñetazo de Montmorency en la mesa hizo que el cuarto
entero temblase . Él se levantó de un salto, tirando la silla al piso. - Quieres que yo declare que fui
forzado a casarme con vos?
- Claro que si - Aisley respondió lentamente, inquieta con aquella demostración de furia. - Es la verdad, o
no ? Por lo menos fue lo que vos me dijiste.
El Caballero Rojo gruñía hecho una fiera enjaulada y por un momento ella tuvo miedo de ser atacada.
Desacostumbrada a tales manifestaciones de rabia, Aisley se quedó inmóvil, intentando luchar contra el
sentimiento de pavor que amenazaba con sofocarla. No era el modo en que él estaba parado, una figura
alta, sombría y completamente desconocida, lo que la asustaba, sino la fuerza de esa ira.
Aisley siempre había hallado emociones de cualquier tipo algo inquietantes y detestaba los funerales por
el exceso de lamentos y tristeza la incomodaba. Aún durante el entierro de su padre no había sido capaz
de llorar. Las Lágrimas que Edith y otras personas derramaban con tanta facilidad nunca le venían a sus
ojos. Nerviosa, se mordió el labios sin saber se debía quedarse a donde estaba o volar lejos del alcance
de la furia del Caballero Rojo.
Al percibir que su marido no hacía ningún movimiento en su dirección, aventuró un comentario.
- Por lo que pude entender, vos no estás enteramente de acuerdo con mi plan.

Montmorency dejó escapar un gemido exasperado. Por lo menos era un avance, Aisley pensó,
considerando que hasta hacia minutos atrás su marido había gruñido.
- No, no estoy de acuerdo con tu plan él habló muy calmo. - En primer lugar, sería una mentira porque
nadie, jamas, me forzó a hacer algo contra mi voluntad.
- Pero vos dijiste...
- Yo dije que no busqué ni deseé esta unión. Pero no dije nada sobre haber sido coaccionado. El
casamiento fue celebrado para agradar al rey Edward, aunque ahora estoy tentado de creer que el
sacrificio será mayor de lo que yo suponía al principio.
Ese comentario brutal la amargó profundamente. Por qué el Caballero Rojo siempre necesitaba ser tan
rudo?
- Actúas como si fueses el único en estar sufriendo las consecuencias. Puedo asegurarte que nuestra
unión tampoco me agrada. Acaso crees que yo quiero vivir aquí?
Montmorency estaba lejos de ser tonto y no le pasó desapercibido el desprecio contenido en cada una de
esas palabras.
- Pues vivir aquí es lo que harás - él respondió de forma tan dura y deliberada que Aisley sintió una
puntada de dolor en el corazón. Mejor tener cuidado. El hombre sentado delante suyo podía ser muy
peligroso.
Cuando el barón se mostraba dispuesto a conversar como una criatura civilizada, hasta era posible
olvidarse de su reputación bizarra y el inquietante ambiente a su alrededor. Si ella cerrase los ojos, podía
casi imaginarse en el solar o cenando en el salón acogedor de Belvry, en la compañía de un caballero
famoso, aunque un tanto seco. El problema era que estaba a centenas de kilómetros de su casa. Había
sido presa en una trampa, confinada a la oscuridad eterna al lado de un hombre a quien jamas le había
visto ni siquiera el rostro y cuya fama de violencia hacía la sangre de cualquiera congelar en las venas.
Mejor acordarse de quien era Montmorency y actuar con cuidado, especialmente hasta conocerlo un poco
mas. Buscando razonar rápidamente, Aisley decidió que debería presentar argumentos consistentes e
evitar peleas y discusiones. Aunque estuviese claro que él no la quería como esposa, también parecía
resuelto a no anular el matrimonio. Tal vez aceptase un acuerdo en el que ambos viviesen separados...
- Mi lord - ella comenzó delicadamente -, si sos está tan infeliz conmigo, por qué no me dejas irme a mi
casa? Continuaremos casados aún viviendo lejos uno del otro. Vos podrías ir y venir de Belvry como te
fuera conveniente. - Entusiasmada con la idea, Aisley hubiera continuado hablando si no hubiese sido
interrumpida de repente.
- Eres mi esposa y te quedarás aquí, te agrade o no.
- Pero necesitan de mí en Belvry - Aisley argumentó, cambiando de táctica. No podía perder su propia
libertad tan fácilmente . - Es un feudo mucho mas próspero y si queremos continuar obteniendo
ganancias tengo que estar allá para...
Montmorency ni siquiera la dejo continuar la frase.
- Ya te dije que no quiero tu precioso dinero! No lo necesito!
Entonces por qué no fue ofrecida una comida a los invitados de nuestro casamiento? Por qué el castillo
está en este estado de abandono? Por qué no hay siervos suficientes para mantenerlo limpio? Por qué no
hay mas fuego en las chimeneas para calentarnos ni velas para aminorar esta oscuridad maldita? - La
voz de Aisley vibraba con frustración. Cómo Montmorency tenía el coraje de negarle que precisaba
dinero? Cómo era que podía rechazar aquello que cualquier otro hombre agarraría con ambas manos? Y
si él no la quería, por qué no le daba permiso para irse de Dunmurrow? Era imposible entenderlo. Sus
preguntas no podían continuar sin respuestas.
Pero sin respuestas fue exactamente como sus preguntas continuaron. El barón se encerró en sí mismo
hasta que un silencio pesado se extendió por el cuarto como un manto sofocante y amenazante . Si no

fuese por los contornos de la figura maciza protegida por las sombras, diría que él la había dejado sola.
Sin embargo, cuando el Caballero Rojo volvió a hablar, su voz no mostraba ninguna señal de rabia, sólo
de la mas total frialdad e indiferencia.
- Si tienes miedo a la oscuridad, mi lady, no deberías haberme escogido.
Aisley ya había tolerado suficientes humillaciones. Como una niña mí ada, culpaba a Montmorency por la
situación en la que se encontraba ahora porque él no había desafiado la orden del rey. Ese de quien se
decían las peores cosas debería haberla rechazado, debería haber luchado por mantener su propia
libertad. Por primera vez en su vida, se sentía derrotada, incapaz de dominar las circunstancias.
- Si me das permiso, mi lord. - No se trataba de una pregunta, sino de una declaración. Ella permaneció
de pie, con los puños cerrados colgando a lo largo de su cuerpo. - La cena ya fue... suficiente. - Sin
esperar respuesta, Aisley caminó en dirección hacia donde juzgaba que estaba la puerta pues la
oscuridad impenetrable no la dejaba ver nada.
- Cecil! - Ante el simple llamado del barón, el siervo apareció como en un pase de magia, trayendo un
candelabro.
- Voy a cenar en el salón esta noche - Aisley le avisó, agradecida por el candelabro. La expresión, en
general impasible del pobre criado, se transformó en una máscara de terror. Bien, tal vez Cecil temiese la
ira de Montmorency, sin embargo ella no iba a dejarse asustar por el Caballero Rojo. Si ese grosero
intentase obligarla a permanecer un segundo mas en sus aposentos siniestros iba a arrepentirse
amargamente, pues se sentía preparada para resistir y luchar con todas las fuerzas.
Esforzándose para mantener el control, Aisley comenzó a descender las escaleras sabiendo que debía
parecer tranquila cuando enfrentase a la pequeña multitud que a esa hora ya debía estar cenando en el
salón. Como la nueva lady del castillo de Dunmurrow, precisaba actuar de acuerdo con su posición, no
importando cuanto ese hecho la disgustaba. Levantando la cabeza, asumió un aire confiado,
determinada a cenar en compañía de esos que vivía n y trabajaban en el castillo. Ni aunque le costase la
última gota de su sangre, desempeñaría el papel de la novia feliz. La mujer desesperada permanecería
encerrada bajo siete llaves.
Emergiendo de las sombras, ella se sentía en su elemento natural. La Lady del castillo siempre había sido
un papel que había sabido ejercer con facilidad , desde
niña. Sin embargo al entrar en el salón, el piso pareció hundirse bajo sus pies. Por un instante
permaneció inmóvil, sin conseguir creer en sus propios ojos. Entonces inspiró profundamente, como si
ahogase un sollozo ante la visión fantasmagórica.
No había señal de damas o caballeros alrededor de las mesas vacías. No había siervos yendo y viniendo
de la cocina, ni de aldeanos buscando un lugar donde colocar sus catres para pasar la noche. El salón de
Dunmurrow estaba desierto, la
oscuridad silenciosa le parecía mas amenazadora que cualquier cosa que jamas hubiese enfrentado en
toda su vida. Ella se estremeció, los últimos hilos de esperanza transformándose en polvo.
Edith la esperaba. Somnolienta, encogida: delante del fuego, una bandeja vacía sobre la única mesita
disponible.
- Oh, mi lady - la mujer mayor exclamó levantándose. - Será que me dormí? Es muy tarde?
Dejando de lado sus planes iniciales de tomar un baño, Aisley resolvió que mejor sería intentar dormir.

- Todavía es temprano, pero vos estás cansada. Puedes ir a tu cuarto ahora.
La criada parecía abatida, as mejillas normalmente rosadas y redondas habían perdido por completo su
color.

- Tal vez yo ... yo debiese dormir aquí, en el lugar destinado al guardarropa - ella sugirió señalando al
cubículo separado del cuarto por una cortina.
- Si tienes miedo de ir a tu propio cuarto, entonces puedes poner un catre en el piso y dormir aquí
mismo.
- Si, mi lady, por todo lo mas sagrado, tengo miedo si. Tengo miedo de lo que pueda pasarme en este
lugar siniestro y también de lo que pueda pasarte . - Ella hizo una pausa, como si no supiese cómo
continuar. Cuando volvió a hablar, su voz no fue un murmullo tímido. - Sabes lo que debes esperar esta
noche... la noche de bodas?

Aisley inspiró profundamente. Dios, como había podido olvidarse de aquello que la aguardaba? Había
estado tan ocupada haciendo planes y discutiendo con Montmorency que había acabado olvidándose que
sería obligada a aceptarlo en la cama. La mirada penetrante que le lanzó la sierva hizo que un rubor
intenso cubriera las mejillas pálidas. Edith se ruborizó hasta la raíz de sus cabellos
castaños, ya mezclados con cabellos blanco.
- Sería obligación de su madre hablarle de esto, pero, Dios le de descanso eterno, como ella no está
aquí... Quieres saber?
Aisley asintió con la cabeza, los ojos fijos en la criada.

- Cuando un hombre se casa, adquiere derechos sobre el cuerpo de su esposa, para usarla como quiera.
Edith se estremeció al pensar en el Caballero Rojo, fuerte y feroz, usando el cuerpo de quien fuera . La
idea le causaba verdadero pavor. Fue con enorme dificultad que se obligó a continuar - Viste lo suficiente
de tus hermanos varones para saber que la anatomía masculina es diferente a la femenina. El hombre, se
encaja entre las piernas de la mujer para obtener placer. Es... doloroso, mi lady, pero eres joven y lo
aguantarás. Así podrá tener la semiente de un bebé dentro de vos. - La sierva bajó la cabeza, los ojos
nublados de lágrimas. - Era esa mi esperanza, pero Dios no me dio esa bendición. Pero me dio la
posibilidad de criarla, mi lady. Pude verla crecer, bella e inteligente. Oh, cielos, nunca pensé en verla
casada con alguien como ese Caballero Rojo! - Edith comenzó a lamentarse sobre el destino de esa a
quien amaba como a una hija.
Llena de piedad por el sufrimiento de la mujer mayor , Aisley la abrazó con fuerza, buscando consolarla
mientras se acordaba de las veces en que había visto a sus hermanos cambiándose de ropa.
Montmorency era mucho mas alto y corpulento que sus hermanos, por lo tanto esa parte de la anatomía
debía ser mayor todavía . Sólo de pensar en el barón forzando su miembro dentro de su cuerpo se
sentía al borde del pánico. Si, era joven y fuerte, sin embargo...
Cuando los sollozos de Edith finalmente cesaron, Aisley sonrió esforzándose por tranquilizarla.
- No te pongas nerviosa. No estoy ni un poco preocupada - mintió.
Las palabras firmes transmitieron un poco de tranquilidad a la sierva.

- Por lo menos no dura mas que unos pocos minutos, mi lady. O por lo menos no debería durar mucho .
Ese... ese demonio puede tener poderes extraños. Oh, mi lady, temo por su seguridad! Quien sabe lo es
capaz de hacerte! Lograste dar una buena mirada al barón? Tal vez él sea igual al diablo, con cuernos y
cuerpo de animal...
- Él es sólo un hombre- Aisley habló en un tono que no admitía discusión, temerosa de que la sierva
comenzase otra vez con el discurso sobre la extraña reputación de Montmorency. En su interior, no creía
mucho que la expresión "sólo un hombre" pudiese ser aplicada al Caballero Rojo. Sin embargo no
mencionaría sus dudas.

- Pero , mi lady, y todas esas historias que se cuentan sobre la sed de sangre que él parece tener, sobre
la magia negra? Y si es un demonio capaz de obligarla a hacer toda su voluntad ?
- Para con esto! Escuchar semejantes absurdos se vuelve cansador. - Edith era una persona dulce ,
aunque ingenua y a veces hasta ignorante. Aisley se sentía
un poco culpable por no conseguir retribuir el afecto que la mujer mayor le dedicaba intensidad. - Vete
a descansar - sugirió bajito, buscando calmar a la sierva que retorcía sus manos afligida.

- Bien, mi lady, pero me voy a quedar cerca. - Edith no conseguía disimular su profunda aprensión, los
ojos estaban tan abiertos que parecían querer saltar de sus órbitas. - Si vos gritas, vengo corriendo a
ayudarte.

Aisley sonrió amargamente , sabiendo que aún la fuerza conjunta de dos mujeres jamas sería suficiente
para contener un guerrero, especialmente a alguien de la estatura del Caballero Rojo.
- Y qué harías vos?
Edith pensó durante unos pocos segundos, entonces levantó el mentón determinada.
- Puedo golpearlo en la cabeza con algo!
- Y después qué?
- Después huiremos bien lejos, mi lady! - ella respondió ansiosa. - Huiremos de este castillo siniestro y
quedaremos libres de este demonio para siempre!
- Seremos dos mujeres solas, perdidas en una región que no conocemos, en pleno invierno. A dónde
iremos? Ves que no hay escapatoria?
- Podemos buscar refugio en el convento mas próximo!
Aisley abrazó a la sierva con cariño, no queriendo destruir los pocos sueños que
todavía pudiesen confortarla. Por otro lado la idea de asesinar a su marido con
seguridad no sería aceptada de buen grado por el rey.
- Lleva tu catre al aposento al lado y trata de descansar. Estoy segura de que todo parecerá menos
sombrío mañana.

Tan pronto Edith salió, Aisley encendió la chimenea. A pesar de sus palabras valientes, precisaba apartar
la oscuridad de cualquier modo y todas las velas que Cecil le había dado había sido usadas,
especialmente cerca de la cama. Por fin, se quitó la ropa y se acostó. Recostada sobre las almohadas,
aguardó la llegada de Montmorency.
El tiempo pareció arrastrarse con una lentitud exasperante y Aisley deseó no haberse apresado tanto en
salir de los aposentos del Caballero Rojo. Por lo
menos si hubiese cenado , hubiese postergado por algunas horas lo inevitable.
Esforzándose por mantener la calma, ella buscaba convencerse de que los temores de Edith no pasaban
de ser fantasías absurdas, sin ningún fundamento. Su marido no era un demonio , sólo un hombre, un
ser humano común, de carne y hueso. Pero el pensamiento de nada le servía para tranquilizarse porque
estaba a la merced de un desconocido, alguien de quien ni siquiera había visto la cara.
Pero mas allá de eso, él no la quería como esposa. El hecho la ponía al borde del pánico. Ella sabía que
Montmorency estaba furioso por haber sido escogido y obligado a aceptar una imposición del rey. Y si el
Caballero Rojo decidiese demostrar toda a su enojo en la noche de bodas sometiéndola al peor
tratamiento posible? Ahora que el momento del ajuste de cuentas estaba cerca , Aisley deseaba no haber
discutido tanto durante la cena... o haber abandonado los aposentos del barón de forma tan brusca y
maleducada. Sus actitudes impulsivas con seguridad servirían sólo para aumentar la ira del señor del
castillo.

Mientras la noche se extendía, Aisley le pedía a Dios que Montmorency viniese
pronto para dar fin a aquella expectativa angustiante. Ya no aguantaba mas la espera. Sin embargo él se
demoraba , haciéndola imaginar las cosas mas terribles que pudieran suceder en una pareja entre
cuatro paredes. Hubiese Preferido no haber permitido que Edith durmiese en el cubículo al lado porque la
presencia de la sierva era un recuerdo constante de su decisión.
Sea que sea lo que sucediese, no debía gritar y mucho menos pedir socorro.

CAPITULO CUATRO

Aisley no tenía mucha certeza de cuanto tiempo permaneció despierta, luchando contra la ansiedad y
aguardando la llegada de su marido, antes de adormecerse. Aunque se sintiese un poco desorientada al
despertar, no demoró mucho en acordarse que estaba en Dunmurrow, el castillo del Caballero Rojo.

Inmediatamente alerta, abrió los ojos, con el corazón latiendo descompasadamente en su pecho.
Luchando contra el pánico creciente, miró a su alrededor, temiendo encontrar la figura siniestra de su
marido en la cama, a su lado. Pero no; estaba sola . El cuarto continuaba igual que horas atrás, a
excepción de las velas que se habían consumido hasta el fin y el fuego casi extinguido en la chimenea.
Sería que Montmorency había venido a verla como una sombra negra y silenciosa? . Las primeras luces
de la mañana buscaban filtrarse a través de las pesadas cortinas de terciopelo.

Aisley se sentó, la sorpresa inesperada la dejó atontada. Montmorency no había venido a su cuarto! El
alivio que esa conclusión le trajo fue tan intenso que tuvo ganas de reírse . Cuál era el significado de
esa actitud?
Sólo había una única explicación posible: él no la deseaba.
No tiene importancia, pensó con una puntada de orgullo femenino herido. Tampoco ella lo quería. Y
quién podría desearlo? Después de todo el Caballero Rojo no era mas que una criatura sin rostro y sin
forma que se escondía en las sombras y que aterrorizaba a las personas con su reputación terrible y su
temperamento explosivo.
Sería una verdadera bendición quedar libre de sus atenciones y como él no había querido poseerla en la
noche de bodas, probablemente no iría a hacerlo nunca. Apenas conseguía creer en su buena suerte. No
precisaría acostarse con el
Caballero Rojo, ni enfrentar sus pasiones animales o ser obligada a soportar una iniciación sexual
dolorosa y probablemente humillante al extremo.
Esa era la primera cosa buena que le había sucedido desde que había puesto los pies en Dunmurrow. Si
al menos no fuese obligada a permanecer allí . Le parecía obvio que Montmorency no la deseaba, por lo
tanto debería haber una manera de convencerlo de dejarla ir a su casa. Sin embargo el recuerdo de la
noche anterior,
cuando discutieron sobre el asunto, la llenó de desanimo.
Para un hombre que decía despreciarla, el Caballero Rojo era bastante posesivo. Hombres! Todos
querían mandar y dictar reglas, como si tuviesen el derecho divino de decidir el destino de las personas.
Tal vez él insistiese en mantenerla en Dunmurrow con el único objetivo de castigarla por haberlo escogido
como marido. No, no era posible que el lord fuese tan mezquino y cruel, a pesar de su reputación
terrible.
Sentada en la cama, ella dobló sus piernas junto a su cuerpo y apoyó el mentón sobres sus rodillas.
Qué Pena que él no acordase con la disolución del matrimonio porque, desgraciadamente, no podía tomar

ninguna actitud a ese respecto sola. También le había sido negada la posibilidad de afirmar que había
sido forzada a casarse, pero ... Aisley casi tuvo un shock con la idea que se le acababa de ocurrir.
Había una manera de anular la unión de ellos dos . Si! . Y una manera que no
exigía el consentimiento de Montmorency. Relaciones en las que las parejas compartían un parentesco
de sangre de hasta cuarto grado eran inválidos para la Iglesia. En verdad no había cualquier parentesco
con el barón. Sólo Necesitaba decir que ...

Ella sonrió, con sus esperanzas renovadas. Era de conocimiento general que los hombresa veces
inventaban falsos ancestros solamente para verse libres de las esposas impuestas . Tal vez el plan fuese
improbablemente exitoso , pero la existencia de una pequeña chance valía la pena el esfuerzo. Aisley
saltó de la cama, riendo feliz con la posibilidad de recuperar su libertad. Sería un placer derrotar al
Caballero Rojo.
El sonido debió haber despertado a Edith porque la sierva preguntó si podía entrar.
- Ven - ella respondió alegre, fingiendo no percibir la expresión de espanto en el rostro de la vieja criada.
- Buen día, Edith. Ahora que ya terminamos de arreglar este cuarto, tal vez debiésemos comenzar a
ocuparnos del resto del castillo. - Todavía era
muy pronto para compartir sus esperanzas. Mejor concentrar sus pensamientos en su nuevo, aunque
temporario, hogar. Sin duda las tareas físicas iban a ayudarla a mantenerse ocupada hasta el momento
de volver a Belvry.
- Qué? - Edith continuaba sin entender nada.
- Voy a mandarte hasta la aldea para buscar algunas mujeres dispuestas a ayudarnos en el servicio
doméstico. Creo que al final del día tendremos quien pueda cocinar y cuidar de la limpieza de manera
adecuada. También precisaremos de hombres para retocar la pintura de las paredes y que se encarguen
de un ciertos arreglo necesario. - Aisley enumeraba las tareas a ser hechas con los dedos de las manos,
pareciendo bastante entusiasmada.
- Ah, no podemos olvidarnos de conseguir tapices para el salón. Después que le de una buena mirada a
todo el castillo , sabré qué mas vamos a necesitar.
- Él va a dejarla hacer esas mejorías en Dunmurrow?
- Bien... - Aisley vaciló, rehusándose a admitir que todavía no había llegado a discutir ese asunto con su
marido.
- Estoy segura que Montmorency aprobará los cambios. Claro que Dunmurrow no es tan bonito como
Belvry, sin embargo no se puede negar la belleza severa de sus líneas arquitectónicas . Podemos
intentarlo y ver que resultado conseguimos . En mi opinión, debenos empezar por la cocina. Voy a dar
una mirada a las despensas y a los sótanos para descubrir quien prepara esa cosa horrorosa
que Cecil nos sirve.
Edith, que hasta el momento había estado sonriente ante el entusiasmo de la joven, se tapó la boca con
una mano y gimió alto.
- Mi lady, no! No puede ir a los sótanos!
- E por que no?
- Porque debe ser allí que él practica la magia negra.
- Quién ? Montmorency?
- Si - la criada respondió muy seria. - No tengo dudas de que ese hombre tiene un pacto con el diablo y
se esconde en los sótanos para invocar a los espíritus malignos. El lugar debe ser tan caliente como el
infierno, lleno de humo oscuro , las mesas llenas de frascos, vidrios y tubos donde substancias mortales
son mezcladas.
Aisley rió alto, tentando imaginar Caballero Rojo inclinado sobre una mesa

repleta de frascos y ... .
- Oh, Calla, Edith. Cuántas tonterías!.
Después de la noche pasada, Montmorency le parecía mucho menos amenazador. Que él protestase
cuanto quisiese, pues al final de la historia las cosas acabarían saliendo a su manera.
*****
- Mi lady se levantó temprano hoy - Cecil comentó mientras ayudaba al lord a a vestirse . - Ella parece
estar de buen humor.
Montmorency permaneció en silencio. Nadie debía saber que la felicidad de su esposa se debía al hecho
de no haber tenido una noche de bodas. Claro que Aisley se había alegrado por no haber sido obligada a
cumplir sus deberes matrimoniales. De hecho no estaría sorprendido si ella hubiese abierto el mejor vino
de la bodega para celebrar.
- Ella pidió una audiencia con usted - el siervo concluyó.
- En otras palabras, mi esposa exige verme.
- Si, mi lord.
Montmorency se encogió de hombros y acabó de vestirse.
- Digale que se una a mí a la hora del almuerzo.
Cecil pareció vacilar.
- Cree que es una idea sensata, mi lord?

No, la idea no era ni un poco sensata, el Caballero Rojo decidió. Pero hoy, por primera vez en los últimos
meses, no había despertado pensando en aquello que lo consumía. Hoy, había despertado pensando en
cabellos rubios, casi
blancos, y en ojos grises... .
Todavía podía oír el tono ligeramente ronco de la voz femenina, sentir el perfume
suave que emanaba del cuerpo delicado y que excitaba sus sentidos. Montmorency sintió una presión en
la entrepierna al acordarse de esos pechos firmes presionados contra su pecho cuando la había besado
en la capilla .
Hacia mucho tiempo que no había deseado a alguien con tanta intensidad.
- Quiero comer en compañía de mi esposa. Alguna objeción? - él indagó con calma.
Algunos segundos pasaron antes que Cecil se aventurase a responder.
- Confía en ella?
- No, no confío, sin embargo la considero intrigante.
La respuesta no era del todo verdadera. Aunque el plan de Aisley para eludir la orden de Edward hubiese
sido tonto e ingenuo, él la admiraba por el coraje de
intentar escapar a las reglas impuestas por el destino. También la admiraba por la dignidad y la fibra
demostrada ante la derrota. Sería natural esperar que Aisley buscase huir de las consecuencias al darse
cuenta que nada había salido como lo había planeado. El hecho de que ella hubiese permanecido firme,
tanto complicaba como traía un nuevo significado a su vida. Los sentimientos que esa mujer despertaba
en su corazón eran tan contradictorios que no se atrevía a examinarlos.
- Puede ser peligroso, mi lord - Cecil insistió.
Por los cielos! Claro que era peligroso, Montmorency maldijo en silencio.
- Tal vez fuese mejor si usted pidiese la anulación de este matrimonio.
El Caballero Rojo se dio vuelta en dirección al siervo, sin saber si quería o no oír ciertos consejos. Por
otro lado, no podía correr riesgos innecesarios. Debía considerar todas las opciones en relación a su
nueva esposa cuidadosamente antes de tomar cualquier decisión definitiva.
- Y basado en qué yo le pediría la anulación de este matrimonio? - él indagó con aspereza.

- Tal vez usted todavía no haya pensado en el caso, mi lord, pero existe una prohibición contra las
uniones consanguíneas. Hasta parentescos distantes pueden ser invocados como motivo de anulación .
Por lo tanto no sería difícil arreglar testigos dispuestos a jurar que usted y lady de Laci son parientes.
- Es verdad- Montmorency murmuró, sentándose en el borde de la cama. - Por que no pensé en eso
antes?
Cuando la noche anterior Aisley había venido con esa historia ridícula de que él
había sido obligado a casarse, por qué no se había despierto de la prohibición de uniones en las que
hubiesen lazos de sangre?
Si fuese sincero consigo mismo, admitiría que en la presencia de su esposa había acabado olvidándose de
todo lo demás. Había quedado fascinado por la voz
envolvente, por el perfume femenino y suave... y hasta por sus absurdos dichos con total convicción.
Aisley parecía conseguir la atención de cualquier hombre con un simple chasquido de sus dedos.
Mejor librarse de ella. Aunque reconociese el hecho, algo le impedía tomar las medidas necesarias. Tal
vez el recuerdo de la vida pulsando en su cuarto oscuro bajo la forma delicada de una mujer. Era difícil
desprenderse de un rayo de luz.
- Edward no permitirá que una joven mantenga su poder sobre un feudo tan próspero como Belvry.
Aunque la Iglesia concuerde en concedernos la anulación del casamiento, el rey simplemente la forzará
a escoger otro marido.
- Si - Cecil concordó, continuaba con el arreglo del cuarto. - usted debe estar en lo cierto, mi lord. Sin
embargo, casada con otro, lady de Laci dejará de ser una
amenaza.
El barón murmuró algo ininteligible. Al imaginar a Aisley abandonando Dunmurrow, la sensación de
pérdida era tan intensa como inesperada. A quién escogería ella la segunda vez? Las circunstancias lo
habían forzado a romper contacto con casi todos los caballeros de la corte, la mayoría realmente
despreciable. Esa mujer suave, casada con otro hombre, los cabellos rubios esparcidos sobre la
almohada, las piernas abiertas mientras alguien la violentaba... Era una visión que no conseguía borrar.
- Yo no quiero que ella sufra en manos de cualquiera. - En verdad no quería a su

esposa en manos de ningún hombre. Y quién podría condenarlo por eso? - Edward no iba a quedar nada
satisfecho con ese pequeño truco tampoco. Además el rey creía en la importancia del matrimonio como
una institución seria. Es mejor que dejemos las cosas como están, por lo menos por ahora.
- Está en lo correcto como siempre, mi lord. Pero ella debe quedarse en
Dunmurrow? Si lady de Laci es dueña de un feudo tan próspero, no sería mas sensato mandarla de vuelta
allá?
- No! - Montmorency se sorprendió con su propia reacción, una mezcla de posesividad en relación a su
esposa e irritación por la interferencia de Cecil.
Aunque supiese muy bien que el siervo hablaba con la voz de la razón, aún así prefería no prestarle
oídos.
- Ella es mía. Y como cualquier otra esposa, se quedará al lado de su marido. No
traspases los límites, mi amigo.
- Si, mi lord. - Cecil suspiró alto, dejando claro que no concordaba con el Caballero Rojo. - Quiere decir
entonces que usted le va a contar todo a lady de Laci?
- No, no le voy a contar nada! Y vos tampoco dirás cosa alguna. Dejarás tu boca cerrada, aún si ella
intenta hacerte hablar. Aisley es inteligente, no acostumbra a cometer errores, aunque a veces trace
planes ridículos.
- Pero, mi lord, cómo vamos a conseguir manejar la situación? Qué planea hacer?

A pesar de la preocupación evidente de su siervo, Montmorency no demostraba ninguna señal de
inquietud.
- Vamos a continuar exactamente como estábamos antes de que lady de Laci
llegara . Ahora puedes irte , Cecil. Voy a pensar en tus consejos, sin embargo tomaré mis propias
decisiones en lo que respecta a esta esposa inesperada.
Tan pronto como se vio a solas, Montmorency apoyó un brazo en la pared y maldijo bajo para aliviar su
tensión. Notando el humor de su amo, los perros se habían aproximado en busca de un poco de
atención.
- Cuál es tu opinión, Castor? Y la tuya, Pollux? Que creen de la nueva lady del castillo? - Los animales
sacudieron las colas felices por oír sus nombres.

- Si, es una mujer demasiado tentadora ... Sé muy bien lo que me gustaría hacer con lady de Laci.
Cuando usó ese tono de voz de superioridad ,tuve ganas de arrojar los platos y las bandejas al piso y
poseerla allí mismo, encima de la mesa. Pero eso hubiera sido un poco bizarro ... no es cierto?
Lo sensato sería devolverla a la corte de Edward, que a esa altura de los
acontecimientos debería estar muriéndose de risa con el desenlace de esta historia.
Como si acordaran con las palabras de su amo , los perros agitaron sus colas frenéticamente.
***
Al saludar a su marido, Aisley buscó evitar el tono triunfante de la voz, sin embargo era imposible
disimular su intensa satisfacción. Había estado en lo correcto al pensar que las cosas siempre parecen
mejores por la mañana.
- Mi lord - ella habló, aproximándose a la mesa.

La visión de esos aposentos extraños y de la silueta de Montmorency escondida
por las sombras ya no la perturbaba como antes. De alguna manera, después de la noche anterior, él
había comenzado a parecerle menos amenazador, lo que la
llenaba de optimismo. Tal vez pudiesen llegar a un acuerdo, hacer algún tipo de arreglo que les
permitiese vivir en paz bajo el mismo techo, así como había vivido años y años al lado de su padre. Cada
cual cuidaría de su propia vida sin tener en cuenta la existencia del otro.
- Mi lady - Montmorency respondió, indicándole la silla.
Aisley probaba los alimentos con placer. Después de todo había supervisado la preparación de los platos
y aquella debía ser la primera comida decente que el
barón comía en meses.
- Espero que la tarta de venado sea de tu agrado.
- Por qué? Fuiste vos quien la hizo?
- Si. Le Di una buena mirada a la cocina hoy y creo que podré dejarla en mejores
condiciones , y comenzaré con una limpieza general. El tema es que voy a precisar ayuda. Estuve
pensando en ir hasta la aldea durante a la tarde y traer algunas aldeanas para trabajar en el castillo en
carácter permanente.
Ella buscaba modular la voz con cuidado, haciendo de sus palabras no un pedido, sino un simple
comunicado de su decisión. A pesar del esfuerzo, las manos
temblorosas delataban su estado de aprensión.
Los minutos parecían arrastrarse mientras aguardaba los comentarios del Caballero Rojo. Estaba
resuelta a no ceder. Hoy no se dejaría intimidar por la figura gigantesca o por su temperamento
explosivo. Si el barón pretendía forzarla a vivir en Dunmurrow, entonces estaría obligado a darle permiso
para transformar el castillo en un lugar habitable. Lista para luchar por sus puntos de vista, fue

tomada por sorpresa por la respuesta de su marido.
- Siéntete cómoda de hacer lo que quieras.
- Gracias, mi lord. - ella inspiró profundamente, buscando relajarse. - Sabía que podía contar con tu
comprensión. Cecil, como el mayordomo, debería estar
supervisando el trabajo de los otros empleados y no estar constantemente sirviendo a todos nosotros,
como viene haciendo. Necesitamos siervos y ayuda de algunos hombres para hacer reparaciones,
retoques en la pintura y cosas así. Claro que tenemos necesidad de una provisión mayor de velas y
candelabros. S quieres, podré encargarme de supervisar la producción de la lechería y de la huerta
también.
- Tienes mucha energía, mi lady. - El tono de Montmorency era tan extraño que Aisley se sintió ruborizar.
Sin saber qué decir, bajó los ojos al plato y permaneció en silencio. Había una nota de sarcasmo
escondida en esas palabras aparentemente elogiosas? Su entusiasmo agradaba o irritaba al Caballero.
Rojo? El barón de Dunmurrow no era un hombre como cualquier otro . Sus pensamientos, así como su
figura siempre cubierta por las sombras, eran enigmáticas.

Deseando no dar lugar a una nueva discusión, Aisley continuó quieta, ansiosa por terminar de almorzar y
ocuparse de sus quehaceres. Sin embargo Montmorency todavía no parecía dispuesto a dispensarla.
- Tu padre ya murió? - él indagó después de un largo silencio.
- Si. Hace un año.
- Y no tienes a nadie mas?
- Tenía tres hermanos. Dos murieron a causa de una fiebre, cuando yo todavía era niña. El tercero fue
muerto durante una batalla.
- Debe haber sido duro para vos, cuidar de todo sola. - La voz del barón era casi suave ahora.
- No. - Aisley lo interrumpió firmemente. - Conseguí manejar todo muy bien. En verdad vengo
administrado Belvry hace años, y los últimos años sin ayuda de nadie. El feudo prosperó bastante bajo
mi administración. Las cosas podrían haber continuado así, si no fuese por la intervención de nuestro
buen rey Edward quien decidió quitarme aquello que me pertenece por derecho propio.
- Nunca quisiste casarse?
- No, nunca. Sé administrar Belvry sola y con mucha competencia. Para qué querría a un hombre? Sólo
para traer ruina a mis tierras?
Un silencio inquietante se extendió por varías segundos.
- Para darte hijos? - Montmorency sugirió finalmente.
- Y así yo podría verlos morir, como vi morir a mis hermanos? - ella retrucó, las palabras sonaron
amargas como la hiel. - No, gracias . - Incomodada por el hecho de que la conversación se hubiese
hecho demasiado personal , Aisley bebió un
poco de vino.
- Entonces estamos de acuerdo. Vos no deseas un marido y yo tampoco deseo
una esposa. Es una pena que nos hayamos casado .
Ella casi se atragantó y precisó esforzarse para recuperar su compostura.

- No necesito de tu ayuda, mi lord, par recordarme cuan tonta fui al escogerte como marido.
Sería que lo había oído reírse ? No, el Caballero. Roja era demasiado cruel para reírse.
- No había nadie mas a quien hubieras podido escoger? - él indagó interesado. - Un amigo de la familia?
Un pariente distante? Un vecino?
Aisley sonrió amargamente.

- Mi vecino es una persona arrogante, siempre codiciando mis tierras. - Ella no le explicó que Hexham
también insistía en conquistarla. . - Conoces al barón Hexham?
- No.

- Buena Suerte la tuya. Es el tipo de amistad que yo desaconsejaría a cualquiera cultivar. Hexham es
mentiroso, ladrón y traicionero, siempre desparramando sonrisas falsas y palabras dulces cuando en
realidad intenta invadir a Belvry a mis espalda.
- El nunca atacó tu feudo? - Montmorency indagó, su voz repentinamente dura y fría como el acero.

- No. En mi opinión él no tiene el coraje suficiente para luchar, por eso busca alcanzar sus objetivos
usando intrigas y amenazas veladas. También cuenta con la atención del rey. Apuesto que debe estar
hablando en los oídos de Edward ahora mismo , expresando todo su ultraje.
- Quieres decir que el tal Hexham quería casarse con vos?
La ferocidad contenida en la pregunta del Caballero Rojo la sorprendió.
- Si - ella respondió después de algún tiempo. - Hexham siempre quiso Belvry y después de la muerte de
mi padre, creyó que había llegado el momento . Se Volvió una peste tan grande, que debí instruir a los
guardias de los portones para
que no lo dejaran entrar. Yo... yo no confío en ese hombre. - Todavía se acordaba como una de sus
siervas mas fieles la había alertado de la posibilidad de que Hexham intentaría deshonrarla para
obligarla a casarse con él. Desde entonces había ignorado todos los pedidos del barón para ser
admitido en Belvry.
Aisley inspiró profundamente antes de continuar.
- En mi opinión se trata de una persona demasiado estúpida para darse cuenta que los de Laci sabían
cual era su verdadero carácter. Es tan arrogante que es, incapaz de imaginarse que alguna mujer pueda
decirle que no. Se convirtió en dueño de un feudo a través de su casamiento. Con seguridad consiguió
engañar a su pobre esposa con su buena apariencia y su encanto falso.
- El estaba casado?
- Si. La esposa de Hexham murió muchos años atrás, probablemente a consecuencia del largo tiempo en
que su marido la dejó confinada dentro de una de las torres del castillo. - Aisley levantó la cabeza,
deseando que los aposentos no estuviesen tan oscuros para que pudiese juzgar la reacción de
Montmorency a sus palabras . - El se pondrá furioso cuando descubra que elegí a otro hombre como
marido.
- Hexham realmente creía que ibas a escogerlo a él ?
Aisley se rió .
- Si. Estoy segura que esperaba ser el elegido porque se considera lo máximo. También pensaba que yo
iba a preferir un rostro que ya me fuese familiar.
- Y estás muy lejos de haber elegido un rostro que te es familiar.
- Eso mismo - Aisley concordó, hallando el comentario de su marido casi... divertido .
***
El buen humor de Aisley no duró mucho , cuando entró a los aposentos del Caballero Rojo, a la hora de
cenar, se puso furiosa. La oscuridad que le había parecido de poca importancia por la mañana, ahora
pesaba en sus hombros como
un manto negro amenazador.
Sin decir una palabra, se sentó a la mesa, delante de la figura amparada por las sombras.
- Mi lady - Montmorency la saludó con delicadeza. .

- Mi lord. - Ella no dijo mas nada y se sirvió pescado sin muchas ganas , odiando ese juego de gato y
ratón . No estaba acostumbrada a ser tratada así. Su padre y sus hermanos habían sido fríos y distantes,
sin embargo nunca la habían manipulado por pura diversión como este hombre que permanecía
escondido en las sombras. Habría querido poder enfrentarlo cara a cara, en vez de hablar con una
sombra.


El silencio se extendió durante toda la comida. Sólo se oían los ruidos de los cubiertos y de las
respiraciones de los perros acostados a los pies de su amo . Aisley se sentía terriblemente oprimida. Aún
cuando cenaba en sus aposentos, en Belvry, casi nunca comía a solas . Si ninguno de los invitados le
hacía compañía,
podía contar con la presencia de las siervas. Mientras aquí, un solitario Cecil traía
las bandejas y se retiraba, dejándolos en la mas completa oscuridad. Aisley tenía la impresión de estar
enterrada viva.
La sensación inquietante crecía poco a poco, haciéndola pensar como era posible que hubiera apreciado
ni siquiera un minuto al lado del Caballero Rojo. Él debía ser tan siniestro como las historias de Edith que
lo pintaban como alguien astuto para sacar información de las personas como lo había hecho con ella a
la hora del almuerzo.
Se odiaba de sí misma por haber sido tan ingenua como para hablar libremente
sobre su familia y su vecino Hexham. Cuál habría sido el objetivo de
Montmorency? Que podría querer él ? Tal vez utilizar esa información para castigarla a causa de ese
matrimonio desastroso? O quien sabe , su marido tenía otras ideas diabólicas en mente?
Como se debía haber reído Montmorency de sus planes entusiastas para poner al castillo en orden! El le
había dado carta blanca para tomar cualquier iniciativa, sabiendo muy bien que nada podría ser hecho...
Qué odio!

Una voz terrible interrumpió el curso de sus pensamientos.
- La cena está sabrosa . El pan tiene un sabor diferente .
Aisley se rehusó a responder al elogio.
- Hiciste un buen trabajo en la cocina.

Era obvio que Montmorency esperaba una respuesta, pero ella prefería enfrentar las llamas del infierno a
agradecer sus elogios.
- Si - fue la respuesta corta y seca. No diría ni una palabra mas . Si Montmorency no supiese nada sobre
sus sentimientos o sus deseos, no tendría como amargarla, como había hecho al mediodía.
Sólo quería terminar la comida y salir de allí . Una vez de vuelta en su cuarto,
podría comenzar a dibujar un nuevo árbol genealógico , con los ancestros en común con el Caballero
Rojo. Cuando se había despertado , había pensado que era posible restaurar Dunmurrow antes de irse, sin
embargo en este momento todo lo que quería era conseguir la anulación del matrimonio lo antes posible.
- Cómo fue tu tarde? - Montmorency indagó interesado.
Esa pregunta, hecha en un tono tranquilo, derrumbó su resolución de permanecer en silencio .
- Sabes muy bien como fue mi tarde - ella respondió entre dientes, apenas controlando su furia. - Edith
no consiguió convencer a ninguna mujer de la aldea para que venga a trabajar aquí y mucho menos para
que venga a vivir en el castillo. Si no aprobabas mis planes, por qué no me lo dijiste ? Por qué permitiste
que yo me había tomado el trabajo de imaginar soluciones para Dunmurrow? Simplemente para
humillarme ? Me desprecias tanto ? - Percibiendo que su voz tenía una gran carga

de emoción interior, Aisley cerró la boca para contener su desesperación.
- No te desprecio - él habló delicadamente.
- No ? Después de todo por lo que me hiciste pasar hoy? Y a mi criada también. Edith volvió de la aldea
mas aterrorizada de lo que estaba porque los aldeanos alimentaron sus miedos con historias fantásticas.
Ellos creen que eres un demonio?
- Y vos no?
- No soy una campesina ignorante, alguien que nunca dio un paso mas allá de s propio jardín . Sé que
los caballeros acostumbran a cultivar leyendas sobre sí mismos para esparcir el terror en el corazón de
sus enemigos.
- Quieres decir entonces que eres inmune al terror?

- No soy tu enemigo! O acaso lo crees así? -
Cuando el Caballero Rojo se rehusó a responder, la furia de Aisley excedió los límites. - Estoy cansada
de tu desprecio, estoy harta de tus reproches. Vos deberías
estar agradecido de que yo te haya elegido! Por el aspecto de Dunmurrow, lo que le falta aquí es una lady
competente. Y tienes esa lady competente delante tuyo ! Yo cuidé del feudo de mi padre, antes y
después de la muerte de él. Orienté al administrador en todas sus tareas.
Supervisé las pequeñas obras, la crianza de animales, el movimiento de la cocina,
de la despensa, me ocupé de los cultivo ... - Aisley había perdido por completo el control y las palabras
se sucedían en un tono exaltado. - Cobré los alquileres de los arrendatarios, resolví problemas con la ley y
administré justicia en mi feudo . Soy capaz de entrenar un halcón, sé leer y escribir, juego al ajedrez. Y
encima dicen que poseo una bella voz. Mas allá de la gran suma de dinero que traigo conmigo como
dote. Te aseguro que cualquier otro hombre sentirseía inmensamente feliz de tenerme como esposa.
El puño de Montmorency descendió sobre la mesa con violencia, sacudiendo los platos y las copas.
- Pero yo no soy cualquier hombre- él gritó, levantándose como una fiera rabiosa . - Y vos sabías eso
muy bien cuando me obligaste a aceptar este matrimonio. Por los cielos!! No quiero una esposa
metiéndose en mis asuntos!
Aisley se levantó también y dio un paso atrás, para alejarse de su ira. Por primera vez en ese día, sintió
miedo.
- Vos no sabes nada sobre mí ! Nada, mujer idiota!
Al percibir que su marido caminaba en su dirección, ella pensó en huir, en correr hacia la puerta en vez
de enfrentar la figura sólida y enfurecida. Sin embargo una
de Laci no se acobardaba nunca. Aunque su corazón latiese frenéticamente en su pecho, permaneció
firme, con el mentón erguido.
Al sentir las manos fuertes tomarla por los brazos, tuvo certeza de que sería sacudida como una rama
seca de un árbol. A pesar de que actos de violencia entre marido y mujer no eran raros, jamas había
imaginado que algo así le fuese a
suceder . Sin embargo antes de lograr abrir a boca para protestar, Montmorency la empujó contra su
pecho.
Los labios masculinos, calientes y ávidos, se unieron a los suyos, tomando todo,, transformando el miedo
de minutos atrás en una cosa muy diferente. Pero... muy lentamente, el beso se fue modificando,
tornándose mas suave y gentil. Aunque él la sujetase por el cuello para mantenerla prisionera de su
abrazo, Aisley sabía que el momento de huir había pasado. No tenía intención alguna de escapar porque
una sensación extraña la hacía querer permanecer exactamente donde estaba, pegada al Caballero Rojo.
El beso de Montmorency no era en nada parecido al de Rothchild.

Inmersa en la total oscuridad, Aisley se sentía viva sólo a causa del contacto de esos labios. Al sentir la
presión del pulgar masculino en su mentón, ella obedeció al pedido silencioso sin pensar, dejando que la
lengua imperiosa invadiera su boca.
Después cerró los ojos y se abandonó a las emociones. Sin que pudiese resistir al impulso, levantó los
brazos y lo enlazó por el cuello, estrechando el abrazo, aislándolos del mundo.
La lengua de Montmorency, húmeda y urgente, la impelía mas allá de la razón, haciéndola querer mas,
mucho mas. Cuando él la levantó por la cintura, para que las caderas de ambos se tocasen, Aisley lo oyó
dejar escapar un murmullo de placer. Llevada por el instinto, tocó la lengua masculina con la suya, ansiosa
por experimentar el gusto del hombre que el destino le había impuesto.
La reacción de Montmorency, un gemido bajo e intenso, hizo que la sangre de Aisley hirviese en sus
venas. Llévame con vos..., ella pensó, loca de pasión. Guíame ...
- Aisley, Aisley... mi dulce esposa.
La urgencia contenida en la voz del Caballero Rojo, tan diferente a la habitual, la trajo de vuelta a la
realidad. Aún no pudiendo ver su rostro, sabía que Montmorency quería le iba a decir algo y que buscaba
las palabras correctas.
- Tengo que vivir de esta manera por razones personales - él habló finalmente, todavía abrazándola. -
Pero una cosa te aseguro . Puedes hacer lo que quieras dentro de este castillo. Limpiar, arreglar,
amueblar, hacer reparaciones. Si las mujeres de la aldea no quieren venir a ayudarte, trae hombres para
hacer las tareas . Y si ellos se rehusan , diles que iré personalmente a arrastrarlos hasta aquí, para que
presten servicio al lord de Dunmurrow. Ahora ve.
La suavidad del tono impidió que la orden sonase ruda, sin embargo cuando Montmorency se apartó, fue
como si el mundo se volviese repentinamente gélido.
Todavía temblorosa y atontada por ello acontecido, Aisley dio algunos pasos en dirección a la puerta,
apenas percibiendo que el Caballero Rojo le había hecho enormes concesiones.
Antes de salir, miró la oscuridad impenetrable, intentando calmar los latidos descompasados de su
corazón. No Sólo sabía qué la asustaba mas, si el hecho que Montmorency la hubiese dispensado o la
certeza de que en verdad no quería dejarlo.
CAPITULO CINCO
Aisley se levantó a la mañana siguiente sintiéndose extrañamente inquieta. Había sido una noche larga e
insomne. Se había quedado horas despierta, rodando en la cama de un lado al otro, incapaz de relajarse.
Sin embargo la ausencia de Montmorency no le había traído ningún alivio, muy por el contrario. Bastaba
pensar en ese beso para que su sangre hirviese en sus venas y ella se preguntaba si en vez de estar
aliviada por la ausencia de su marido, no debería sentirse insultada.
Siempre había sabido que los hombres la consideraban una mujer atractiva, aunque hubiese pasado la
mayor parte de su vida in tentando ignorar ese hecho. Estar a la altura de sus hermanos, ayudar a su
padre a administrar Belvry y ver que su éxito era reconocido habían sido mucho mas importantes que la
belleza física para la muchacha solitaria, criada en un ambiente marcadamente masculino. Su familia jamas
le había dado importancia a su apariencia y si a sus habilidades como la lady del castillo.
Sin embargo otros hombres acostumbraban a valorizar cualidades superficiales, como la belleza, por
ejemplo, y hasta manifestaban ciertas preferencias. De repente Aisley se preguntó cuales serían las
preferencias de Montmorency en relación al sexo opuesto. Tal vez mujeres altas, morenas, de curvas
generosas. Irritada consigo misma, buscó ignorar esos pensamientos. No le importaba en lo mas mínimo
el Caballero Rojo o sus predilecciones!
La única cosa que le interesaba ahora eran las concesiones que había recibido. Tenía mil planes para el
castillo. En verdad , Dunmurrow no estaría tan deteriorado si Montmorency le diese carta blanca para
administrarlo. Y después de anoche, sospechaba que iba a lograr tener éxito en ese emprendimiento .

Después de todo él había parecido sufrir una transformación durante la cena. Y qué transformación! EN un
momento rugía como una fiera y en el siguiente...

Sin que pudiese evitar el impulso, Aisley tocó sus labios con las puntas de sus dedos, recordando el beso
apasionado que habían intercambiado. Cómo había sido capaz de retribuir ese beso con tanto ardor? Por
primera vez desde la celebración del casamiento, se preguntaba qué se estaría perdiendo por no
consumarlo. No! Qué tontería! Un beso era una cosa, compartir la cama con alguien era otra bastante
diferente. Para completar el cuadro , el Caballero Rojo tampoco podía ser
considerado un hombre común, sino un enigma, cuya cara o cuerpo ni siquiera había llegado a ver.

Ella se estremeció, apenas lograba creer que, por propia voluntad, había tenido el coraje de abrazar a un
completo extraño. De repente la reputación aterradora de Montmorency pareció pesar sobre sus hombros
como un manto insostenible. Pero, a pesar de todos os rumores, Edith se engañara a respecto de un
detalle. El Caballero Rojo, definitivamente, no era una sombra, sino de carne y hueso. Ella misma podía
confirmar ese detalle. Pues el contacto con ese cuerpo sólido la había dejado excitada...

Irritada, Aisley buscó desviar el rumbo de sus pensamientos. A pesar de los besos de Montmorency no
eran... detestables y a pesar de que él le hubiese permitido hacer cambios en el castillo, no se sentía lista
para dejar sus planes de lado. Continuaba determinada a construir un falso árbol genealógico y conseguir
la anulación del matrimonio. Y cuanto mas rápido mejor.
Mientras tanto, trataría de modifica el castillo de Dunmurrow . Era el tipo de trabajo que sabía hacer a la
perfección.
Si su apariencia física no le agradaba a Montmorency, poco podía hacer a ese respecto, pero le mostraría
sus cualidades administrativas . Eventualmente, el Caballero Rojo quedaría satisfecho con sus esfuerzos.
No era que le diese alguna importancia a la opinión de Montmorency . Tampoco era por él que decidió
ponerse uno de sus vestidos preferidos. Un vestido de terciopelo azul claro, con bordados en un tono mas
oscuro en el cuello y las mangas. El contraste de la tela con su piel blanca y sus cabellos rubios realmente
la favorecía.
Su padre, quien nunca la había elogiado , cuando la vio con ese vestido por primera vez, había dicho que
lo hacía pensar en una joya delicada incrustada en plata. Aisley había quedado feliz porque sin un espejo
donde pudiese verse reflejada, sólo tenía la opinión de terceros para formarse una idea en cuanto a su
propia apariencia.
Despuésde vestirse, ella llamó a Edith para que la ayudara con el arreglo de sus
cabellos. Siendo ahora una mujer casada, sería mas adecuado usar las largas
trenzas plateadas sujetas alrededor de la cabeza, y no sueltas cayendo sobre su espalda como era de su
costumbre. Ya que planeaba ir hasta la aldea, acabó dejándose convencer por la vieja criada de usar un
broche en lo alto de la cabeza, aunque normalmente consideraría un adorno demasiado pomposo .
- Estás linda - Edith murmuró, los ojos brillando de emoción. - Si al menos pudiésemos estar de vuelta en la
corte, apuesto a que todos los caballeros del reino pidieron tu mano al rey Edward.
- No sólo que no podemos volver a esa época . Sino que yo continuaría sin
interesarme por ninguno de ellos.
Jamas me arreglé de manera especial para agradar a un hombre y no pretendo comenzar ahora.
Por un momento Aisley se preguntó si Edith no estaría provocándola, acusándola de vestirse de modo
especial para impresionar a su marido. La sierva estaría pensando que ella había perdido la cabeza!
- Voy a la aldea hoy. Planeo asumir mi papel de lady del castillo de Dunmurrow, con todas las obligaciones
que ese cargo implica - Aisley se apresuró a explicar,

como si así justificase la elección del traje.
- Puedes parecer una reina, mi lady pero por mas que lo intentes, no conseguirás hacer que los aldeanos
cambien de idea. Ellos dicen que el Caballero Rojo recibió Dunmurrow como premio por haber pasado dos
años enteros luchando al lado del rey Edward.
Dicen también que al volver acá, el Caballero Rojo se encerró dentro del castillo y nunca mas salió desde
entonces. Mientras el lugar se transformaba en ruinas, el barón continuaba con sus hechicerías. Dicen
que...
- Sh ! - Aisley le cortó impaciente. - Sé muy bien lo que todos dicen y piensan respecto a Montmorency,
pero necesitamos ayuda para poner el castillo en orden y pretendo conseguirla. Vos dudas de que yo sea
capaz de obtener lo que quiero?
Edith sacudió a cabeza lentamente, dividida entre la desesperación que la situación
le causaba y la lealtad a su ama.
- Bien, no voy a forzarte a nada. Puedes quedarte aquí mientras yo voy a la aldea sola. Qué pasa ahora?
ella indagó, percibiendo que la sierva retorcía sus manos sin parar, los ojos brillando de ansiedad.
- Piensa en lo que te voy a decir, mi lady. Yo podría acompañarte y juntas encontraremos un modo de huir
de este lugar maldito.
- Edith! hazme el favor de terminar con estas tonterías. Estamos aquí y aquí vamos a quedarnos, a menos
que suceda algo nuevo, capaz de alterar las circunstancias. En verdad me siento perpleja de que pienses
que una de Laci sería capaz de huir de un desafío.
- Entonces consideras al barón Montmorency un ...un desafío?
- Claro que no! Me estoy m refiriendo al castillo y a la posibilidad de transformarlo en un lugar habitable.
No nada de malo con hacer limpieza, pintura y pequeñas reparaciones.
- Y en cuanto a Montmorency?
Aisley descartó la pregunta con un gesto impaciente de manos.
- El me ha permitido hacer lo que quiera con el castillo.
Dejando a la criada totalmente atónita con su comentario; Aisley salió rápidamente del cuarto.
Aunque ansiosa por llegar al salón principal, fue obligada a caminar lentamente a causa de la casi total
oscuridad. Durante todo el trayecto, buscaba convencerse de que su entusiasmo sólo se debía a las
mejorías que planeaba hacer en el castillo y que no tenía nada que ver con el Caballero Rojo. De cualquier
forma, temblaba de sólo pensar que tal vez él la estuviese aguardando allá abajo. Quien sabe su marido
había decidido como llevarla a la aldea, tanto como para cumplir con su promesa de traer siervos a
Dunmurrow como para pasar algún tiempo a su lado?
Al descubrir que el salón estaba vacío, a excepción del siempre presente Cecil, no consiguió evitar una
puntada de decepción.
- Mi marido no viene a encontrarse conmigo?
- Él está ocupado con otras cosas urgentes, mi lady. Pidió que yo la acompañase a la aldea.
- Entonces vamos - ella respondió secamente, incapaz de disimular su frustración. En verdad el criado, a
pesar de ser taciturno, era una persona educada y cortés. El problema era que parecía omnipresente.
En vez de estar impresionada con la aparente habilidad de Cecil, se sentía tentada de culparlo por el
estado deplorable en que estaba el castillo. Un hombre, por mas competente que fuese, no podía manejar
todo solo . Aún ella, con todos sus talentos como administradora , había sido forzada a delegar
responsabilidades a terceros. Sería bueno que Cecil aprendiese a hacer lo mismo.

Dunney no quedaba muy lejos y, para su placer, la aldea en nada le recordaba a la atmósfera siniestra
del castillo. Cuando se esparció la noticia de que a esposa del Caballero Rojo pasaría por allí , las
personas había comenzado a salir a las puertas y ventanas de sus casas para dar una mirada a la mujer .

Al principio las miradas frías y desconfiadas la incomodaban, sin embargo, gradualmente, el humor de los
aldeanos pareció cambiar.
Aisley sonrió levemente al oír los murmullos llenos de admiración sobre su apariencia. Aunque fuese el
tipo de cosa a la que no le diese importancia, si la belleza de su rostro podía ayudarla a conquistar un
poco de la atención de esas personas, iba a aprovechar esa ventaja. Cuando un grupo de criaturas se
aproximó a su caballo, ella ,les brindó una sonrisa radiante.
- Eres la esposa del Caballero Rojo? - preguntó un niñito, mas osado que los otros.
- Lo soy . Cuál es tu nombre?


- Kendrick - el muchacho respondió orgulloso. - Y esta es mi hermana Moira.
Una niñita, de cabellos largos y oscuros, salió de atrás de su hermano.
- Sos una hechicera? - la criatura indagó jadeante.
- Claro que no!

A pesar de la mirada furiosa de Kendrick, la niña resolvió continuar.
- Pero vos te casaste con él... con el Caballero Rojo.
- Presta atención a lo que te voy a decir, Moira, y todos ustedes también. - Aisley levantó la cabeza y
aumentó el tono de voz para que no quedasen dudas en cuanto a sus palabras. - El barón Montmorency
no es ningún demonio, o una criatura del mal. Es sólo un ser humano de carne y hueso, como cualquiera
de ustedes. Las historias que se cuentan respecto a él no son mas que tonterías y su único objetivo es
asustar a los enemigos de Dunmurrow. Ustedes están bajo la protección del Caballero Rojo y no tienen
motivos para temerle.
- Vos no sientes miedo de él ? - Moira insistió, los ojos castaños muy abiertos.
- No tengo miedo de ningún hombre. Y mucho menos del Caballero Rojo.
El murmullo excitado que le siguió a sus palabras era una buena señal, Aisley pensó satisfecha. Si los
aldeanos manifestaban opiniones diferentes era porque algunas de las personas creían en lo que había
acabado de decir. A pesar de saber que sería Imposible hacerlos cambiar de idea del día a la noche,
había logrado plantar la semilla de la duda.

Irritada por no haberse recordado de traer dulces para distribuir entre los niños , ella sacó varías monedas,
oyéndolos gritar su nombre llenos de placer. Si pudiese ganar la simpatía de los adultos con igual
facilidad y llevarlos al castillo...
Para su sorpresa, Glenna, una señora viuda, madre de Kendrick y de Moira, fue la primera en
manifestarse. Diciendo que había estado al borde de la miseria desde que había perdido a su marido ,
aceptó asumir el cargo de cocinera de Dunmurrow. Pronto la hermana de Glenna y su marido, y un
muchacho huérfano , decidieron ir también. El grupo era pequeño, en verdad, pero mejor que nada. Al
oír murmullos sosteniendo que aquellos que cruzasen los portones del castillo no serían vistos vivos otra
vez, Aisley perdió la paciencia.
- Cuánta tonterías ! Pretendo que esas personas me ayuden con el trabajo de hacer que esta aldea
florezca . Ustedes los verán aquí de nuevo mañana mismo, cuando vengan al mercado. Ahora presten
atención. Todos los que quieran
prosperar asociándose a Dunmurrow quedan avisados de una cosa: no difamen a mi marido! No quiero
oír mas calumnias !
Ella empujó las riendas del caballo y se apartó lentamente, imponente como una
reina, segura de que había comenzado un lento proceso de ganarse la confianza de los aldeanos.

Ellos tendrían mucho sobre lo cual hablar y mañana, cuando mandase a esos que la seguían de vuelta al
mercado, quedaría probado que el lord no era un demonio.
Satisfecha consigo misma, Aisley dio una mirada furtiva en dirección a Cecil y se sorprendió al notar que
el siervo la observaba atentamente. El hombre parecía desaprobar su pequeño discurso de minutos atrás.
Tal vez ella se hubiese excedido un poco. Tal vez hubiese sido mejor quedarse con la boca cerrada todo
el tiempo .
Finalmente, a quien ella estaba defendiendo era al Caballero Rojo, un hombre a quien ni siquiera le
había visto el rostro desde que había llegado a Dunmurrow.
El saldo del día era positivo. La nueva cocinera pronto asumió los quehaceres domésticos y preparó una
comida adecuada para todos. Después del almuerzo, Aisley los lideró en la tarea de limpiar el salón
principal.
Cuando Cecil vino para llamarla para la cena, su vestido estaba sucio y las trenzas caían desaliñadas
sobre su espalda. Sus esfuerzos para parecer bonita habían sido en vano, sin embargo se sentía
demasiado cansada para que eso le importara.
Montmorency parecía estar de mal humor, por lo tanto su apariencia descuidada no haría a menor
diferencia a los ojos de su marido. De cualquier manera, a no ser un gato de ojos brillantes , ningún ser
vivo podía distinguirse en la oscuridad reinante. No era de extrañar que el Caballero Rojo no la
considerase atractiva ya que ni siquiera se había tomado el trabajo de querer verla a la luz del día. Ese
hecho la irritaba profundamente, sin embargo se sentía tan feliz con los progresos hechos en la
recuperación del castillo que prefería no dejarse incomodar por el silencio pesado y sofocante.
Aún no siendo una persona de naturaleza extrovertida, Aisley sintió placer en relatar los éxitos del día.
Animada, le contó sobre la resistencia inicial de los aldeanos, sobre la manera afectuosa en que las
criaturas la habían recibido y sobre las personas que había traído para trabajar en el castillo.
- Ya es un comienzo, mi lord.
Ignorando los murmullos sin entusiasmo de Montmorency, ella siguió adelante ,
ansiosa para exponer sus planes de estrechar los lazos entre Dunmurrow y la aldea.
- Así los aldeanos se convencerán de que vos no te comes a la gente y pronto querrán trabajar aquí.
- Y cómo puedes estar segura de que yo no me como a las personas? - el barón indagó, en un tono frío
y amenazador.
De repente ella recordó las historias extrañasen torno a él y de la atmósfera siniestra que lo rodeaba.
Pero estaba de muy buen humor para dejarse abatir con facilidad .
- Cómo puedo estar segura ? Simplemente porque vos todavía no me comiste a mí - respondió riendo.
Ruidos extraños hicieron eco en los aposentos. Después de algunos segundos Aisley se dio cuenta que el
barón tosía fuerte.
- Te atragantaste ? - Antes de terminar la frase, se levantó preocupada.
- No fue nada. Puedes sentarte.
Mas tranquila, ella volvió su atención a la conversación.
- Estuve pensando en los preparativos para Navidad. Una conmemoración adecuada para terminar de
conquistar a los aldeanos de una vez por todas. Tendremos tiempo suficiente para organizar una pequeña
cena. Vamos a precisar de especias para el pan de jengibre y también para el budín con frutas. Nuestro
provisión es escasa, pero creo que será posible arreglarnos de algún modo . Será un largo camino hasta
que nos ganemos la confianza de ellos, mi lord.
- Aisley. - La voz de Montmorency no comunicaba nada de la reserva habitual, cosa que inmediatamente
llamó su atención. Era algo tan pequeño, ser llamada por su nombre... Aún así sintió un escalofrío extraño
recorrer su espalda.

- Si, mi lord?
- Piers. Mi nombre es Piers.
- Piers - ella repitió lentamente. Le Gustaba el sonido y la manera en que la palabra se deslizaba en su
lengua. Al acordarse de como las lenguas de ambos se habían se encontrado el día anterior, Aisley se
ruborizó violentamente, agradecida por la oscuridad protectora. Montmorency la besaría de nuevo? De
Sólo pensar en la posibilidad se inquietaba , e imágenes sensuales poblaban su mente. Perpleja consigo
misma, se dio cuenta que quería ser besada. En verdad, quería
conocer a su marido. Él no era mas que una silueta enorme, siempre inmersa en las sombras, un misterio
que no conseguía descifrar. Pero a pesar de los peligros, no conseguía resistir. Quería sólo un beso mas
...
Inspirando profundamente, Aisley cerró los puños sobre su falda y aguardó inmóvil.
Los perros habían dejado de moverse y con seguridad debían estar acostados a los pies de Montmorency.
A los pies de Piers. Piers. Aunque repitiese ese nombre silenciosamente, como un pedido, una súplica, su
objeto de deseo permanecía indiferente a sus pensamientos osados.
- Dijiste que sabes cantar bien - él dijo de repente. - Te importaría mostrarme ese talento?
- Claro que no. - Oh, Dios, por qué se sentía así, toda temblorosa por dentro? No era posible que
estuviese sedienta de las atenciones del Caballero Rojo. Debía haber bebido demasiado vino durante la
comida. Además el día había sido largo y cansador. Eso explicaba el tumulto interior... O no?
Con mucho esfuerzo, consiguió entender lo que Montmorency decía ahora.
- Estoy pensando en mandar a Cecil a llamar al muchacho que llegó de la aldea hoy para acompañarte .
Lo oí tocar la flauta algunas horas atrás.
- Crees que sería sensato? - Tal vez fuese mejor evitar que el muchacho entrase en los aposentos del
Caballero Rojo. Después del éxito relativo obtenido esta mañana, detestaría que rumores sobre la figura
amenazadora del lord llegasen a la aldea.
- No, no creo que sería sensato. Aunque estoy seguro que vos no vacilarías en defender mi honra de
aquellos que intentan calumniarme.
Ella se ruborizó hasta la raíz de los cabellos. Entonces Cecil le había contado todo al barón.
- Las historias contadas a mi respecto son una manera de mantener a las personas apartadas de mi
puerta?
- Pero por qué, mi lord?
- Piers.
- Piers - ella repitió, seducida por el poder de esa voz profunda. - Por qué?
- No importa el por qué. Agradezco tu lealtad y tus buenas intenciones, pero deja las cosas como están.
Ahora que lograste traer algunas personas al castillo, vamos a hacer uso de ellas. Cecil!
El siervo apareció inmediatamente, como si no tuviese mas nada que hacer en la vida a no ser aguardar
por el llamado del lado de afuera de los aposentos del barón. Minutos después el muchachito se sentaba
delante del fuego. Tal vez pensando que los recién casados preferían las sombras cuando estaban juntos,
a él no le extrañó la ausencia de velas y tocó la flauta con placer.
Aisley cantó antiguas baladas de amor, una detrás de otra. Piers siempre pedía mas, hasta que ella se vio
obligada a parar, al borde del cansancio. Nunca había pensado que sería un éxito tan grande. Su marido
podía no quererla, sin embargo no había dudas de que a él le gustaba su voz.
Montmorency no había sido muy efusivo en los elogios, es verdad. Sin embargo había sabido como
reverenciarla por medio del silencio absoluto y de unas pocas palabras de admiración. En su vida había
recibido halagos , pero ninguno de ellos había sido mas sincero.

Piers había quedado encantado. Bastante después de que Aisley se hubiese retirado, él continuaba
oyendo los sonidos melodiosos. .Jamas había escuchado algo tan bello y tan doce. Cuando Cecil volvió,
encontró al barón sentado en el mismo lugar, con una expresión absorta .
- Ella encendió antorchas en el salón principal - el siervo comentó. - No hay mas sombras y las personas
que vinieron de la aldea ahora están extendiendo los catres para pasar la noche.
- Y entonces? - Montmorency no conseguía disimular su irritación. Cecil había sabido estropear el clima
perfecto que su esposa había creado con la música.
- Y entonces tienes un lugar a menos por donde caminar dentro de tu propia casa. Además de mas
personas cobijándose bajo los techos del castillo.
- Y entonces? Cuál es el problema? Simplemente el comienzo del fin , como yo sabía que sucedería algún
día.
- Si, mi lord, el comienzo del fin. Pero que pasará con mi lady? Mi lady. Las palabras del criado tenían un
peso casi insoportable. Aunque pudiese parecerle extraño, Aisley era su esposa. Qué pasaría con ella
cuando el mundo viniese a golpear a su puerta? El mundo del cual durante meses intentaba mantenerse
apartado? No se sentía preparado para pensar en el asunto.
Maldiciendo entre dientes, Montmorency hizo una seña para que Cecil se retirase. Por qué tendría que
importarle lo que sucediese con la mujer responsable por su ruina? La mujer que había invadido su
oscuridad sin ningún pudor?
Piers tenía consciencia de todo eso, así como sabía que Aisley era la culpable de su futura condena. Pero
a pesar de los graves problemas que lo aguardaban, sólo conseguía pensar en la voz maravillosa, suave
como la de un ángel viniendo de los cielos para calentarle el frío del alma.
***
Aisley dejó que Edith la ayudase a entrar en la pequeña bañera. Después de
un día entero pasado inspeccionando la lechería y los campos, estaba ansiosa para librarse de la
suciedad. Suspirando profundamente , tomó el jabón y comenzó a lavarse. No había nada como un
delicioso baño caliente.
Su satisfacción era todavía mayor porque la sierva parecía tranquila. Finalmente Edith había aceptado
mudarse a su propio cuarto y ya no hablaba tanto sobre abandonar Dunmurrow .
- Es bueno verte alegre otra vez - Aisley comentó.
- Hum... no puedo decir que esté feliz aquí y tampoco confío en ese demonio rojo. Pero viendo que él la
trata bien y que le dio permiso para dirigir el castillo... Y, supongo que mientras tanto me voy a quedar
aquí.
Ella sonrió, sabiendo que la criada jamas había pensado en abandonarla. Entregándose al calor del agua
que reconfortaba sus huesos, Aisley se dio cuenta
que en verdad se sentía bastante contenta. Era una idea extraña, pues jamas había considerado posible
encontrar motivos de satisfacción dentro de esas cuatro paredes y mucho menos que el papel de lady
de Dunmurrow pudiera darle placer. Sin embargo... aquí estaba, ronroneando como una gata después de
un
largo y provechoso día.
A pesar de la hostilidad inicial, Piers había acabado dejándola ocupar la posición de administradora , algo
que le pertenecía por derecho, y hasta había concordado con las reformas que pretendía implantar. Edith
tenía razón. Su vida siempre había girado en torno a la administración de un castillo y era entregándose a
las responsabilidades y cuidando de todos los detalles que se sentía próxima a la realización personal.
Dunmurrow tal vez no fuese tan grande como Belvry, sin embargo los cambios necesarios allí
representaban un desafío. Felizmente, en ese momento, Belvry estaba bajo los cuidados de un empleado

de confianza, alguien capaz de realizar la administración durante los próximos meses. Quien sabe
cuando llegase la primavera ella podría hacer una visita...
- Una sola cosa puedo decir sobre ese hombre. Por lo menos él sabe como
agradarte . Aunque con sus poderes diabólicos no debe ser una tarea tan difícil . - Edith colocó un vestido
limpio sobre la cama antes de continuar. - Estoy contenta de que te estés adaptando tan bien pero...
- Pero qué?
- A veces creo que vos no sos feliz de verdad, que tu buen humor es sólo el resultado de alguna
hechicería.
- Qué tontería es esa?
La vieja criada se retorcía las manos nerviosa, sin saber como explicarse.
- El barón no le hizo un hechizo? Tengo miedo que ese demonio la haya... hipnotizado!
Si no fuese por la expresión desolada de Edith, ella se habría reído.
- Deja de preocuparte. Montmorency no me hechizó.
Harta de oír comentarios imbéciles, Aisley cerró los ojos y buscó relajarse. Cuál es el problema si el
Caballero Rojo desapareciese en las sombras? O si se pusiese plumas en la cabeza y bailase a la luz de
la luna? Mientras le dejase hacer lo que quisiese, el resto no tenía importancia... En verdad podría haber
acabado casándose con un hombre mucho menos agradable que Piers Montmorency.
Barón Hexham, su vecino vio do, inmediatamente se le vino a la mente. Todavía recordaba como ese
caballero pomposo y arrogante había tratado a su primer
esposa. La pobre mujer había pasado años encerrada en una torre, apartada del mundo, mientras su
marido se acostaba con una amante tras otra.
O podría estar casada con el barón Humphries, cuya mirada frío parecía mas malévola que la oscuridad
de Dunmurrow. Eso sin mencionar a Rothchilde, con sus labios gruesos y húmedos... Aisley se
estremeció, llena de repugnancia.
- Por lo menos el Caballero Rojo no espera que vos le des un baño - Edith habló, obligándola a
interrumpir el curso de sus pensamientos.
Aisley nada respondió. Que la sierva pensase lo que quisiese. Simplemente se rehusaba a discutir su
intimidad, o la falta de ella.
Edith jamas sabría cuan acertado había sido su comentario. Piers no le pedía que ejecutase ninguna
tarea asociada al papel de una esposa, desde la mas banal hasta la mas íntima. Y aunque debiese
sentirse agradecida por la distancia que los separaba, por algún motivo que no conseguía entender, se
sentía decepcionada.
Mirando su propio cuerpo desnudo en la bañera, no tenía cómo negar lo obvio. Sus formas estaban lejos
de ser opulentas. Siempre había sido delgada, los pechos pequeños. Tal vez Montmorency prefiriese lo
contrario... Nunca en su vida había intentado parecer deseable a los ojos de un hombre, pero había
tenido muchos admiradores. Sus hermanos casi debían echarlos fuera de Belvry a puntapiés. Y durante
su reciente visita a Edward, se había visto cercada de caballeros ansiosos por cortejarla. Además todos
daban la impresión de codiciar sus tierras con el mismo ardor con que codiciaban su cuerpo.
Qué podía hacer para despertar la atención de un hombre? Había visto muchas damas vestidas en
seda, lanzando miradas lánguidas en dirección a esos a quienes pretendían conquistar, los pechos
expuestos en escotes profundos. Sin embargo esas tácticas de nada le servirían en la oscuridad de los
aposentos del Caballero Rojo. Piers sería incapaz de verla. Él nunca se acercaba lo suficiente... excepto
una vez...
Aisley se ruborizó al pensar en el beso que habían intercambiado. Recordaba los mas mínimos detalles
de ese beso inesperada y saboreaba el episodio como si degustase un vino raro. El calor que se esparcía
por su cuerpo ahora no tenía nada que ver con la temperatura del agua. Pero como cualquier otra

recuerdo, estaba comenzando a desvanecerse. A veces se preguntaba si no había sido solamente un
sueño. Realmente ese beso había sucedido días atrás? Sin que
lograse contener el impulso, Aisley llevó sus dedos a sus labios, como si intentase recapturar la sensación
deliciosa. Entonces, irritada con su propia tontería, hundió la cabeza en el agua y se puso a lavar sus
cabellos.
Al terminar el baño, Edith le entregó uno de los bellos vestidos que había traído de Belvry. Fuese por una
simple cuestión de satisfacción personal o por mera curiosidad, estaba decidida a causar la mejor de las
impresiones en la cena de esa noche.
El vestido de terciopelo color gránate tenía un corpiño alto que mostraba sus pechos con osadía. Una
tiara de oro adornaba los cabellos. En la oscuridad de los aposentos del Caballero Rojo, Aisley lo miró
provocativamente mientras cenaban, buscando actuar de una manera sensual y encantadora. Pero Piers
parecía
indiferente, completamente ajeno a sus tentativas de seducción.
Para complicar la situación todavía mas, él ni siquiera daba muestras de mirarla . Por qué tomarse el
trabajo de parecer bonita y deseable? Edith con seguridad la reprobaría por buscar despertar la atención
de un hombreque se escondía en las sombras como un leproso... o algo peor... Si tuviese una pizca de
sentido común, ella debería estar de rodillas agradeciéndole a Dios porque Montmorency la dejaba en
paz ! Aisley corrió el plato a un costado, esforzándose por creer que su inquietud y frustración se debían
a un cambio de luna y que nada tenían que ver con ciertos deseos inconfesables.
Aún así, cuando Piers habló, el tono bajo y profundo de su voz la dejo enteramente electrizada.
- Vas a cantar para mí esta noche?
- Si quieres. Debo llamar al muchacho para que toque la flauta?

- No es preciso. Tu voz es tan bella que no necesita acompañamiento.
Feliz con el elogio, Aisley cantó una canción tras otra. Su favorita era una balada de amor, triste y dulce.
Y fue con esa canción que ella dio la noche por terminada.
- No vas a cantar ninguna mas? - Piers preguntó sin disimular su decepción.
- Por hoy es todo . O mañana estaré muy ronca .
- Está bien . De cualquier manera ya é muy tarde , puedes retirarte.
De repente ella se dio cuenta de que estaban enteramente a solas, envueltos por la oscuridad. Sin el
músico , sin Cecil. Aisley se levantó, y en vez de caminar para la puerta, dio un paso en dirección a su
marido. Uno de los perros gruñó bajo.
- Qué pasa ?
- Sólo Quiero darte las buenas noches, mi lord. - Nerviosa, ella se pasó la lengua por los labios secos, la
sangre latiendo veloz en sus venas. Sus palabras podían ser interpretadas de muchas maneras, y en
verdad eso no la preocupaba ni un poco. Osada por naturaleza, se sentía mas atrevida que nunca,
movida por sensaciones extrañas, que no sabía cómo explicar.
- Buenas noches, esposa.
Por un momento Aisley permaneció inmóvil, confusa, incapaz de creer que había acabado de ser
despachada . No estaba acostumbrada a ser tratada así. Entonces se dio vuelta y salió, odiándose por
intentar ganar un beso de alguien como el Caballero Rojo.

Mientras seguía a Cecil hasta su cuarto, no paraba de recriminarse por haber tenido el coraje de actuar
de un modo tan tonto. Estaría interesada en compartir una cierta intimidad con Montmorency, cuando
pocas noches atrás había experimentado el terror mas profundo ante la posibilidad de ser abrazada? No.
Si. Oh, Dios, ya no sabía mas nada. Hasta entonces siempre se había considerado una persona decidida,
capaz de ver la realidad con claridad. Ahora las sombras del castillo parecían haber alterado su capacidad
de razonar!


El hecho es que le había gustado ese beso. Piers no era ningún demonio. Sus manos no poseían garras.
sus dientes caninos no eran puntiagudos, ni sus ojos irradiaban chispas rojas. También le fascinaba su
voz profunda, controlada y extrañamente reconfortante.
Aisley suspiró profundamente, insegura respecto de todo. Sólo estaba segura de una cosa. Después de
unos pocos días de casada, el Caballero Rojo se había convertido en alguien mucho mas atractivo que
atemorizante.

CAPITULO SEIS
Después que Aisley salió, Piers continuó sentado, inmerso en la oscuridad, analizando el comportamiento
de su esposa. Desde que la había recibido en Dunmurrow, había pasado a vivir sólo para esos breves
encuentros durante el almuerzo y la cena, aún teniendo consciencia de que jugaba con el peligro. La
verdad era que no conseguía actuar de otro modo. Evitar la presencia de Aisley sería como dejar de
respirar. A sus ojos, ella se había convertido en un símbolo de su propia vida. Si un día él había pensado
en cabalgar hasta encontrar la muerte, hoy descubría que quería vivir. A pesar de todo, quería vivir.
La voz suave, el dulce perfume femenino, lo atraían de manera irresistible. Adoraba oírla hablar, con su
modo calmado eficiente, sobre las tareas desempeñadas a lo largo del día. Durante esas
conversaciones, casi llegaba a creer que eran marido y mujer y que él era un hombre como cualquier
otro. Aunque supiese que sería imposible continuar como estaban indefinidamente, no tenía fuerzas
para revertir la situación.

Un golpe repentino en la puerta lo obligó a cambiar el rumbo de sus pensamientos.
- Entre - ordenó, esperando ver a Cecil.

Al percibir que no se trataba de su siervo sino de uno de sus vasallos, se sintió mas animado.
En dos pasos largos fue al encuentro del hombre que había luchado a su lado innumerables veces, del
hombre que ahora entrenaba a sus soldados y cuidaba de
sus tierras, el hombre a quien consideraba su mejor amigo.
- Demoraste mucho en venir! - exclamó, dando una palmada fuerte y cordial en la espalda de Alan.
- Por lo visto, demoré mucho . En el momento en que puse un pie en la aldea, me enteré de las
novedades de tu casamiento. Qué historia es esa?
- Es verdad que estoy casado. Gracias a una maniobra de Edward.
- Debes estar bromeando!
- Y por qué bromearía sobre un asunto serio?
- Qué dice tu esposa ? Ella sabe todo?
- No! - Montmorency respondió secamente. No sabe y no lo va a descubrir.
- Pero como lograrás esconder un secreto así ? - Alan parecía realmente asombrado.

- Como siempre lo hice. No te preocupes por eso. De repente él quería que su vasallo estuviese en
cualquier otro lugar, menos allí , en Dunmurrow. También experimentaba un extraño sentimiento de
posesión en relación a su esposa, Qué nadie se atreviese a cuestionar esa unión; ni siquiera Alan!


EN un esfuerzo por controlar su rabia y centrar sus pensamientos en cuestiones mas productivas, Piers
cambió de tema.
- Qué noticias me traes de mis tierras y de mis hombres?

***

Aisley vestía sus ropas mas vieja s hoy. Tenía mucho trabajo que hacer hoy.
Además, si estuviese bien o mal vestida nadie repararía en eso . Mucho menos su marido. La oscuridad les
impedía verse uno al otro Además si Cecil no la acompañase hasta la puerta de los aposentos del barón,
podría hacer las comidas desnuda y Piers ni lo notaría!
Esa idea ridícula la hizo sonreír. Hasta darse cuenta que lo contrario también podría suceder. Con el rostro
ardiendo, Aisley intentó imaginarse a ese hombre enorme sin una sola prenda de ropa sobre su cuerpo.
Oh, Dios, no era posible que estuviese gastando tanto tiempo y energía pensando en el Caballero Rojo, en
especial de manera tan impropia. Determinada a apartarlo de su mente, terminó de arreglarse y preparó
para enfrentar las tareas que la aguardaban. No valía la pena alimentar ilusiones, principalmente después de
anoche, cuando Montmorency había dejado muy claro que no la deseaba. El rechazo sufrido continuaba
incomodándola.
Sufrir por su Rechazo ? Aisley inspiró profundamente, atónita con el rumbo de sus pensamientos. No era
posible que estuviese enojada con el hecho de que Piers le hubiese negado un beso. No era posible que se
sintiese ansiosa por un simple contacto con el Caballero Rojo. Tal vez Edith tuviese razón cuando le había
dicho que ella había sido hechizada...
Necesitaba admitir que pensaba en Montmorency con una frecuencia atemorizante. Y lo peor era que
recordaba muy bien de como prácticamente le había implorado un beso de buenas noches. No actuaría así
por estar bajo los efectos de algún hechizo ?
Un poción de amor? Aisley se rió al tentar imaginar la figura alta de su marido diluyendo hierbas extrañas
en su copa de vino o esparciendo polvos desconocidos sobre su comida. No, Piers nunca haría eso
simplemente porque no parecía tener el
mas mínimo interés en ganar la atención de su esposa!
Sólo podía estar enloqueciendo por dejarse influenciar por las sospechas ridículas de Edith. Con cada día
que pasaba la sierva aparecía con una nueva historia de horror sobre el Caballero Rojo, pero, desde que
había puesto sus pies en Dunmurrow, nunca lo había visto usar tales poderes de magia negra. Piers jamas
había mencionado hechicerías, excepto en tono de broma, y si en el castillo existía un lugar oculto, para la
práctica de brujería ,tampoco lo había descubierto hasta ahora.
Cansada de trenzar sus cabellos, Aisley bajó las manos y lo soltó . Por qué tomarse el trabajo de hacer un
peinado cuando nadie en Dunmurrow haría la distinción entre
un peinado adecuado para las mujeres casadas y otro típico de mujeres solteras? Si la verdad fuese dicha,
continuaba siendo la misma doncella virgen de meses atrás. Mirándose en el espejo una vez mas, cerró la
puerta de su cuarto y fue al encuentro de Edith.
Encontró a la sierva en la cocina, con una expresión irritada en el rostro.
- Mandé as dos aldeanas a Dunney, mi lady, como pediste . Aunque yo crea que una sola persona podría
muy bien hacer las compras en el mercado .

- Será bueno que los aldeanos vean a las dos mujeres juntas. Una señal de que no hay nada que temer. -
Aisley miró a su alrededor, satisfecha con las modificaciones del salón Principal. Las Paredes habían sido
pintadas, el hollín fregado y un fuego acogedor brillaba en la chimenea de piedra. Estaba ansiosa por
exhibir los progresos.
Qué tal si preparásemos una cena de Navidad? A pesar de las pocas provisiones de alimentos en las
despensas, podríamos mandar a buscar productos de Belry. Sería una buena manera de atraer a las
personas de la aldea al castillo, no lo crees? Mentalmente ella hizo las cuentas de cuantas mesas mas
precisaría colocar en el salón para acomodar a todos con comodidad . Sin embargo al mirar a la criada, se
dio cuenta que Edith no estaba tan de acuerdo con su plan. Qué te pasa ahora?
- No será fácil aminorar el miedo de los aldeanos con sólo comida y bebida.
- Tonterías. Las Barrigas llenas suelen hacer milagros.
- Pero el problema es Montmorency, mi lady. Es el propio barón quien impone el terror en el alma de las
personas. Ninguna celebración va a cambiar eso, a no ser que el Caballero Rojo aparezca en público. Lo
que, no va a acontecer, está claro.

- Tal vez él finalmente resuelva aparecer - Aisley respondió sin mucha convicción. Hasta donde había
podido ver, Piers nunca salía de su cuarto. Su marido nunca salía del cuarto. La súbita constatación de ese
hecho perturbador la dejo atontada. Sería verdad?
Cuando había llegado a Dunmurrow, el castillo entero parecía estar cubierto por las sombras que rodeaban
a su lord. Pero ahora, las ventanas habían sido abiertas y las velas encendidas. Aunque el lugar jamas
sería tan claro como Belvry, debido a las ventanas estrechas, candelabros y antorchas se encargaban de
proporcionar una iluminación adecuada. La oscuridad de Dunmurrow había sido transformada ... Excepto las
sombras de los aposentos principales. Y era allí que Piers permanecía.
Por qué sería que el hombre no se mostraba en público? Por qué se mantenía cerrado dentro de la
oscuridad? Ella no conseguía pensar en una explicación plausible, a no ser la idea absurda de Edith, que
afirmaba, con todas las letras, que se trataba de un demonio. Montmorency no era ningún demonio... O lo
era?
- Al barón no va a aparecer públicamente , y sabes eso la criada habló decidida.
- Cállate , y déjame pensar.
- No voy a callarme . - Edith apenas conseguía contener su agitación. - Estoy feliz de
que vos puedas dedicarte a poner el castillo en orden, mi lady. Sin embargo nada de este mundo hará
cambiar el hecho de que tu marido es el Caballero Rojo. Y como si eso no fuese bastase , tenemos que
lidiar con el tal Cecil. Juro que ese hombre puede estar en dos lugares al mismo tiempo! Apuesto a que es
una criatura de las sombras también, capaz de adoptar tanto la forma humana como la animal para
obedecer las ordenes de su amo.
- Oh, por el amor de Dios, mujer, basta! Ya oí suficientes ... !
- Discúlpame, mi lady. Pero sólo porque vos lo aceptaste , no significa que el resto de nosotros tenga que
aceptarlo también. Cómo es que las personas pueden confiar en un lord si nunca han tenido la oportunidad
de verlo? Y qué debo decir cuando me hacen preguntas sobre o barón? Cómo puedo explicar que aún
después de estar viviendo dentro de este castillo hace días sólo pude verlo de lejos y muy mal, durante la
breve ceremonia de casamiento?
Edith cruzó los brazos sobre su pecho y levantó la cabeza en un gesto de desafío.
- Ahora dime, mi lady. Cómo es tu marido? Y por qué se esconde?
Tomada de sorpresa, Aisley no sabía qué responder. En verdad, sus últimos días habían sido tan activos
que había parado de pensar en las excentricidades del Caballero Rojo. Aunque odiase la oscuridad de los
aposentos principales, había acabado acostumbrándose a la eterna falta de luz. Tampoco creía que Piers

pudiese ser la encarnación del mal. Sin embargo no conseguía evitar una sensación perturbadora al pensar
que, a excepción de Cecil, nadie en Dunmurrow todavía había puesto los ojos sobre la figura de
Montmorency.
Era todo tan extraño... Sin embargo no estaba dispuesta a admitir sus dudas ni siquiera ante Edith. La
vieja criada parecía incansable, siempre removiendo el lado oscuro de las cosas. Por primera vez, desde
que había llegado a Dunmurrow, pensaba en mandarla de vuelta a Belvry.
El problema era que Edith quedaría con el corazón partido si fuese obligada a volver a Belvry porque la
dejaría sola en la compañía del Caballero Rojo. Desacostumbrada a mentir, Aisley intentó responder la
pregunta de la sierva de la mejor manera posible.
- Mi marido es alto.
Desgraciadamente Edith la conocía demasiado bien como para darse por satisfecha con esa respuesta breve
y evasiva.
- Oh, mi lady, entonces es como me temía! Todavía no lograste verlo . Esa criatura terrible te hechizó!
- Qué absurdo! Para de decir tantas tonterías!
- Aiii! - El grito de dolor puso un punto final a la discusión. Las dos mujeres corrieron en dirección a la
cocina.
La pequeña Moira lloraba a todo pulmón , mientras su madre buscaba consolarla.
- Una quemadura, mi lady - Glenna explicó. Le Advertí a mi hija, millares de veces que se quedara lejos
del fuego.
- Pobrecita... - Aisley se arrodilló al lado de la criatura. - Puedo darle una ojeada? Prometo que no voy a
tocarla.
No - la niña lloriqueó. -. Es horrible. Puedes hasta desmayarte de sólo ver la quemadura .
Era muy fea... Horrible en verdad ... De repente las palabras de la muchacha hicieron eco en su mente
como un aviso. Sólo conseguía pensar en la figura alta de su marido, eternamente envuelto por las
sombras. Él debía tener un motivo para actuar de esa manera... Tal vez había sufrido alguna quemadura
que lo había dejado desfigurado. Allí había una explicación razonable para el comportamiento de
Montmorency, una explicación que no involucraba la magia negra. Piers podía tener marcas horrendas en su
cuerpo, pero de una cosa estaba segura: su marido no era ningún animal.
- Tengo un estomago fuerte. - Aisley sonrió y tomó la mano de Moira con delicadeza, observando la piel roja
y ampollada en la región de los dedos.
- Ves , no fue tan grave . Se Va a sanar pronto y no dejará cicatriz. Voy a prepararte un ungüento.
Ella se levantó rápidamente para mezclar las hierbas, todavía atontada con la idea de que el aislamiento de
Piers pudiese tener causas prácticas. Ya había visto muchas quemaduras antes y algunas, realmente,
llegaban a ser deformante. Sin embargo, nada, por mas horrendo que fuera, justificaría una vida pasada en
la oscuridad.
No, no era posible que fuesen simples quemaduras decidió, esparciendo el ungüento en la mano de Moira.
El caballero Rojo era un guerrero temido. Tal vez hubiese perdido un miembro o había sido herido durante
una batalla, tornándose irreconocible. El pensamiento le trajo un cierto alivio. Mejor esa explicación que las
historias de magia negra. Si Montmorency se mantenía aislado por una cuestión de vanidad, quien sabe, con
el paso del tiempo, no conseguiría hacerlo salir de las sombras?
****
- Buen día. - El sonido de una voz que no le era familiar la hizo darse vuelta a tiempo de ver un extraño
aproximándose. En vez de responder, Aisley permaneció de pie, sorprendida con la presencia del
desconocido dentro del círculo cerrado de Dunmurrow.
El hombre, de altura mediana, era fuerte y tenía los cabellos castaños. Una sonrisa ancha iluminaba el
rostro de facciones agradables.

- Buen día - ella respondió finalmente. Estaba hacia tantos días apartada de la civilización que casi se había
olvidado las reglas de buenos modales.
Alan se sintió feliz por haberla saludado antes que la lady del castillo de Dunmurrow lo mirase de frente.
Porque ahora que podía verla completa , precisaba esforzarse para que su mentón no cayese .
La esposa de Piers era la mujer mas bella que jamas hubiese visto en toda su vida.
Los cabellos sedosos caían sueltos sobre la espalda, una nube plateada y mas allá una cintura delgada.
Aunque no fuese alta, tenía un cuerpo de líneas armoniosas. Delgada si, sin embargo con curvas en los
debidos lugares.
Rostro ovalado, nariz recta y estrecha, labios carnosos, ojos verde grisáceos. Alan intentaba desviar la
mirada de semejante perfección, pero era imposible. No conseguía creer que esa hermosa visión fuese la
esposa de su lord.
Piers casi nada había dicho sobre el casamiento, excepto que había sido un arreglo de Edward.
A pesar de no comprender por que el rey le concedería una esposa a Montmorency, sospechaba que se
trataba de una doncella sin propiedades o dinero, alguien a quien sería difícil arreglarle un matrimonio.
Nunca, en sus sueños mas locos , se le había pasado por la cabeza que Edward pudiese entregar a manos
de Piers la mujer mas bella de todo el reino. Qué locura sería esa? Sería que la doncella había caído en el
desagrado del rey? Sería una bruja?
Con seguridad había mucho mas cosas en esa historia de las que el barón había dejado transparentar.
Necesitaba descubrir los detalles que faltaban. Cuando había despertado hoy por la mañana, no había
tenido la menor prisa en levantarse para conocer a nueva lady . Sin embargo, después que la había visto ,
había llegado a la conclusión de que apreciaría un larga estadía en Dunmurrow.
- Mi lady, soy Alan Clinton, el vasallo del barón. Acabo de volver de una viaje de rutina por las tierras de
mi lord. Es un placer estar bajo sus ordenes, mi lady . - Él hizo una reverencia tan elegante, que Aisley no
puede dejar de sonreír.
- Yo soy Aisley de... Aisley Montmorency. Es un placer conocerlo. Sea bienvenido.
La presencia de una nueva persona dentro de esas cuatro paredes, en especial de alguien que adoraba
contar novedades y hablar sobre el mundo sería sido como un verdadero rayo de sol capaz de iluminar su
vida sombría. El vacío y la oscuridad eterna de Dunmurrow había sido momentáneamente borrados por la
llegada del vasallo .
El tiempo pareció volar mientras los dos conversaban, sentados juntos cerca de la chimenea. Alan con un
copa de sidra en la mano, y Aisley oyéndolo hablar sobre las tierras del barón y las personas que vivían en
la aldea. El recién llegado parecía bastante impresionado con los cambios operadas dentro del castillo y no
ahorraba elogios. Tanto calor humano hacía fácil contarle sobre los planes para la celebración de Navidad
como una manera de atraer a los aldeanos.
- Creo que podré ayudarla, mi lady. Cuando pase por los campos y los alrededores, esparciré la noticia de
que el barón anda buscando de gente para trabajar aquí.
Aisley inspiró profundamente, sorprendida y feliz.
- Crees que ellos vendrán? - indagó ansiosa. Después bajó los ojos y permaneció en silencio, incapaz de
discutir la posibilidad de que nadie apareciera en el castillo y , principalmente, por que los aldeanos se
rehusaban a aparecer.
Pero Alan pareció imperturbable.
- Siempre existen aquellos que necesitan trabajar, mi lady. Gente que no puede darse el lujo de elegir su
trabajo. Apuesto a que estarían felices de ayudarla aquí.
De repente Aisley sonrió, sintiendo una oleada de afecto y gratitud por ese hombre que apenas conocía. El
vasallo de Montmorency había sido el primero en alentarla e incentivarla desde que había llegado a
Dunmurrow.

Otra vez Alan precisó esforzarse para no mirarla con la boca abierta . Si la esposa de Piers era linda ,
cuando sonreía tenía la impresión de que el Sol se erguía para iluminar tanta belleza. Él casi precisó
pellizcarse para salir de ese estado de admiración profunda. Seguramente esa mujer no era ninguna bruja.
- Dónde queda su casa, mi lady? - Alan preguntó, buscando una pista que pudiese explicarle la conexión
entre ella y el lord de Dunmurrow. - Vivía cerca de equí antes del casamiento?
- No. Vengo de lejos. De un lugar llamado Belvry. Oyó hablar de ese lugar ?
Belvry? Quién no había oído hablar de Belvry? Una de las propiedades mas prósperas de todo el oeste.
- Si, ya oí hablar de Belvry, aunque jamas he estado allí . Dicen que es muy grande y bonito.
- Oh, no es sólo grande - Aisley habló orgullosa. - Es también bastante confortable. Claro que se trata de
una construcción mas nueva que Dunrnurrow. Fue mi padre quien construyó el castillo, antes de que yo
naciera.
- Entonces eres una de Laci? - A pesar del esfuerzo, el vasallo no consiguió esconder el tono de sorpresa en
la voz. Caía por tierra su segunda teoría, la que se trataba de una doncella sin dote. Por el contrario, era
una mujer muy rica. Cómo es que vino a parar aquí... junto con Piers?
- Estaba bajo la guardia de Edward? - Mejor dejar los subterfugios y ir a preguntas mas directas.
- No exactamente. - Por la manera en que Aisley respondió, quedó claro la ausencia de afecto entre ella y el
rey. - Aunque Edward haya... tomado cierto interés por mí después de la muerte de mi padre.
Qué? Sería que el rey codiciaba las tierras de los de Laci? Aunque la educación le impedía hacer preguntas
personales e indiscretas, Alan no consiguió poner un punto final a su investigación . Se Estaba muriendo
de curiosidad.
- Y conociste a Piers...? - El resto de la frase fue dejada deliberadamente en el aire, a la espera de ser
completada.
Sin embargo ella ignoró eso .
- Nunca me encontré con Piers antes del casamiento. La mirada fría y altiva de Aisley lo hizo desear no
haber preguntado. Él carraspeó y cambió de tema.
- Creo que toda esta conversación me dejó con hambre, mi lady. Debo admitir que estoy ansioso por
probar los cambios que implantó en la cocina. Dios sabe que jamas elogié las cualidades culinarias de
Dunmurrow antes porque eran inexistentes.
Cuando Aisley se rió de su mueca, Alan suspiró lleno de alivio. Había sido perdonado.
De repente el vasallo se dio cuenta por qué motivo Piers estaba tan irritado, como una fiera enjaulada. Lady
Montmorency era capaz de hacer cualquiera perdiera la cabeza. La belleza perfecta, la voz suave, los
modales elegantes, el perfume delicioso... Todo aquello podría enloquecer al mas controlado de los
hombres. El mismo, por ejemplo, sería el primero a ceder a tantos encantos. Pero qué decir del terrible
Caballero Rojo?
Aisley ordenó que el almuerzo fuese inmediatamente servido en el salón sin al menos esperar que Cecil
apareciese para conducirla a la presencia de su marido. La verdad era que quería escapar de la atmósfera
sofocante de los aposentos principales. Comer en un lugar iluminado, en compañía de una persona
extrovertida, era un alivio a la oscuridad de Dunmurrow.
Aún así, se sentía culpable.
A pesar de sus esfuerzos para no comparar a Alan con su marido, ella sabía que los dos hombres eran tan
diferentes entre si como el agua y el vino o el día y la noche. Para comenzar, había un pequeño detalle y
era que podía ver al vasallo. Verlo moverse, observarlo, evaluar las expresiones de los ojos y del rostro.
Algo que siempre había dado como seguro en su vida y que después de la llegada a Dunmurrow se había
transformado en una rareza.
Para completar, Alan parecía una persona de fácil convivencia. Él no la miraba con el deseo libidinoso de los
caballeros de la corte, ni con la desaprobación del emisario del rey. Tampoco la trataba con la hostilidad

velada tan frecuente en el comportamiento de Montmorency. El vasallo la trataba con la consideración de
un amigo y sus elogios eran recibidos con placer, pues en los últimos tiempos vivía llena de dudas respecto
a sí misma. Para alguien que siempre había mantenido distancia de los otros, Aisley bebía esa atención con
la ansiedad de una persona sedienta.
- Mi lady - Alan corrió el plato a un costado y sonrió -, sospechaba que la comida del castillo había
mejorado, pero nunca se me pasó por la cabeza que la mejora fuese tan espectacular. La comida estaba
deliciosa. Creo que voy a tener que mantener a los hombres acuartelados lejos de aquí para evitar que se
pongan gordos y perezosos, incapaces de cumplir sus obligaciones.

Aisley se rió bajito, a pesar de que Edith no demostraba el mismo entusiasmo.
- Por qué los hombres están acuartelados lejos de aquí? - la criada indagó en un tono desconfiado, cargado
de sospechas.
- Las tierras del barón son de gran extensión, abarcando varías aldeas y muchas casas - Alan explicó sin
vacilar. - De cualquier forma, no precisa preocuparse, Edith. Jamas nos alejaríamos mas allá de un
determinado límite. Hay siempre soldados en el castillo, aunque no tengamos motivos para esperar un
ataque enemigo.
La idea de que alguien sería suficientemente loco para atacar al Caballero Rojo en su propio cubil casi
hizo que Aisley estallara en risas. Desde que había llegado a Dunmurrow había experimentado muchas
sensaciones extrañas, pero nunca se había sentido desprotegida. Era imposible imaginarse la existencia de
un hombre lo suficientemente valiente como para ignorar los rumores siniestros que rodeaban a Piers
Montmorency o lo suficientemente fuerte como para enfrentarlo en una batalla.
- Si está preocupada, puedo mandar a un hombre para protegerla. Él será una especie de guardia personal -
sugirió el vasallo.
- Acepto el ofrecimiento, gracias .- Y por primera vez en muchos días, la sierva pareció realmente
sensibilizada.
Algunos segundos de silencio habían pasado y fue Alan quien volvió a hablar.
- Bien, mi lady, ahora que ya me satisfice con esta comida deliciosa, creo que debo hacer o de un poco de
ejercicio. Creo que una cabalgata sería óptimo. Ya conoce los alrededores de Dunmurrow? Le Gustaría
acompañarme?
Aisley permaneció inmóvil, la perspectiva de andar a caballo la llenaba de entusiasmo . Cabalgar era un
placer tan simple, algo que siempre había hecho hasta irse de Belvry, y algo que extrañaba mucho .
- Si - respondió, resistiendo las ganas de correr al establo en ese mismo instante.

***
Protegida por una pesada capa de piel , finalmente partió al galope, detrás de Alan, pensando que ese día
estaba transcurriendo de una manera bastante diferente de lo que había imaginado al levantarse.
De allí en adelante no se iba a negar ese placer otra vez. Aunque tuviese que arrastrar Alan o implorarle
a Piers para que designara a uno de sus hombres como acompañante, iba a cabalgar diariamente. Se
sentía como alguien volviendo a la vida después de haber pasado una eternidad enterrada. se sentía
culpable también.
Mientras se apartaban del castillo, Aisley lanzó una mirada rápido hacia atrás, imaginando cuales de las
ventanas estrechas correspondían a los aposentos principales. Por un momento experimentó la sensación
inquietante de que el Caballero Rojo la espiaba. Estremeciéndose , bajó la mirada e impelió el caballo hacia
adelante.

Las tierras que le habían parecido tan sombrías en el día de su llegada, ahora daban la impresión de
poseer una belleza cruda e intensa. Sin embargo, lo que mas le encantó fue el bosque de los alrededores.
Familiarizado con la región, Alan se apresuró a mostrarle un lago en medio de los árboles.
- Es bello - Aisley murmuró admirada.
- Si...
Los dos permanecieron en silencio durante varios segundos, oyendo el ruido del agua, el canto de los
pájaros, los sonidos de la vida animal a su alrededor.
Ella no tenía dudas de que el lago sería un lugar delicioso para bañarse en verano. No, que tontería.
Cuando el verano llegase, muchas cambios habrían ocurrido. Con seguridad estaría de vuelta en Belvry y
su casamiento ya habría sido anulado. Dunmurrow no sería mas que un recuerdo sombrío . Después de
todo era
eso mismo lo que ella quería, o no ?
- Gracias por mostrarme este lugar. Es el rincón mas bello de lo que pude ver hasta ahora de las
propiedades del barón.
- Tiene razón, es bello. Pero creo que es el momento para que regresemos al castillo. Está haciendo
mucho frío.
- No está tan frío así para esta época del año - Aisley protestó, odiando la idea de volver a encerrarse
dentro de cuatro paredes.
Viéndola vacilar, Alan sugirió:
- Bien , que tal si pasásemos por la aldea antes de ir al castillo?
- Lo aldeanos lo conocen?
- Si. Acostumbro a ir con frecuencia a la aldea, para tratar de asuntos del barón.
Porque el barón no se muestra en público, ella pensó, intentando ordenar las piezas del rompecabezas .
Daría todo por entender el motivo de la reclusión de Montmorency.
- Trabaja para mi marido hace mucho tiempo?
- Si, mi lady.
Entonces cuál es la apariencia de Piers Montmorency? Aunque no tuviese coraje de hacer la pregunta en voz
alta, Aisley se sentía viviendo un verdadero tormento. Por qué él se esconde en la oscuridad? Había tanta
cosa que Alan podría contarle... Pero sabía que no estaba segura indagar, del mismo modo que no estaba
segura si el vasallo respondería. Luchando por cambiar el rumbo de sus pensamientos, se obligó a hablar
de la aldea. Sin embargo, a pesar de todo su esfuerzo, el misterio que envolvía a su marido no se le salía
de la cabeza. Un misterio sobre el cual Alan
podría echar alguna luz.
Los habitantes de Dunney, a pesar de aparentar tranquilidad, no conseguían disimular enteramente la
desconfianza que sentían en relación a la lady de Dunmurrow y al vasallo del barón. Una vez mas, Aisley
encontró aliados en las criaturas y distribuyó monedas a los pequeñitos. Al percibir que Alan la miraba,
deseó desde lo profundo de su corazón que fuese Piers quien estuviese a su lado, que el Caballero Rojo
apareciese en público y se dispusiese a ir hasta a la aldea para acompañar a su esposa.
Intentando ignorar esa idea absurda, ella se despidió de las criaturas y las mandó a jugar mientras
conversaba con algunos adultos sobre los ungüentos que había prometido mandar a un campesino anciano
que sufría de reumatismo. Sin que lo notase , el sol comenzó a ponerse en el horizonte y Alan la llamaba
para partir. Había que regresar a Dunmurrow.
En el trayecto de vuelta, Aisley resolvió hablar sobre aquello que la incomodaba. Después de pasar casi que
el día entero en compañía del vasallo, había llegado a la conclusión de que se trataba de un hombre
sincero, honesto y de buen corazón. Aún sabiendo que .podría ser injusto y hasta insensato arriesgar una

buena amistad haciendo indagaciones respecto a Piers, necesitaba, desesperadamente, que alguien le
diese ciertas informaciones. Por eso estaba dispuesta a correr el riesgo.
- Los aldeanos dicen que el barón nunca vino a Dunney - ella habló lentamente, observando al
hombreque cabalgaba a su lado.
- No lo sé . - A pesar de que las palabras sonaron con naturalidad, había algo en el tono de voz masculino
que no llegaba a convencerla. Alan demostraba afecto por su lord, sin embargo no parecía dispuesto a
discutir el comportamiento del barón. - Ultimamente no he pasado mucho tiempo en Dunmurrow.
Mantener las tierras bajo control y cuidar que los hombres estén en perfectas condiciones, caso sean os
convocados para una batalla, me ocupa las veinticuatro horas del día.
- Quiere decir entonces que Piers no entrena a sus propios hombres?
- No - Alan respondió cauteloso. - El acostumbraba a hacerlo, pero desde que recibió el castillo como
recompensa por los servicios prestados al rey, acabó teniendo otros asuntos que lo ocupan.
Qué tipo de asuntos? Alquimia? Brujería? Su voluntad era indagar sobre la terrible reputación del Caballero
Rojo, sin embargo creyó mejor cerrar la boca . Aunque se dijese a sí misma que no creía en semejante
tontería, no podía dejar de imaginar por qué motivo Piers se mantenía encerrado dentro de sus aposentos ,
sin nunca aventurarse a convivir con las personas, sin nunca ver la luz del sol...
Por que se escondería en las sombras? Aisley casi hizo la pregunta, pero se calló a tiempo. Con una claridad
que llegaba a ser dolorosa, concluyó que tal vez Montmorency no buscase la oscuridad cuando estuviese en
presencia de su vasallo. Él podía muy bien recibir a Alan a plena luz del día, sin buscar esconder su cuerpo
su rostro . Después de todo parecía confiar en ese hombre mas de lo que confiaba en su nueva esposa.
Demasiado Avergonzada para dejar que Alan supiese que jamas hubiese visto a su propio marido, Aisley
buscaba una manera de hacer la pregunta que había hecho momentos antes. Allí había alguien capaz de
contarle todo, sin embargo cómo podría indagar algo sin revelar su situación bizarra? Después de todo era
su esposa sin ser su mujer. Continuaba tan virgen e inexperta como cuando había salido de Belvry. Mejor
tener mucho cuidado, decidió, o acabaría cometiendo un error.
- Sé que conoce a mi marido hace años y con seguridad lo tiene en alta estima. Me ... me gustaría
preguntar... Por qué Piers pasa tanto tiempo encerrado en sus aposentos?
- Mi lady... - Incapaz de mirarla de frente, Alan fijó su mirada en la línea del horizonte, donde el sol se
ponía lentamente esparciendo sombras sobre las murallas de Dunmurrow. - Mi lady, no soy yo quien debe
darle las respuestas a sus preguntas. Vamos, necesitamos estar de vuelta en el castillo antes de la hora de
la cenar, o Piers me arrancará la cabeza por haber tomado tanto tiempo de su adorable esposa.
Decepcionada, Aisley inspiró profundamente buscando no dejarse abatir con las evasivas del vasallo. Como
si al Caballero Rojo le importase donde y con quien ella pasaba las horas del día o de la noche!
Probablemente Piers estaría satisfecho por tenerla fuera de su camino. Y con seguridad estaría feliz de la
vida s pudiese si verse libre de ella para siempre.
CAPITULO SIETE

Piers estaba furioso. Caminando de un lado a otro, intentaba concentrarse en lo que Cecil le contaba, pero
era difícil. El siervo le decía cosas que preferiría no oír , cada una de sus palabra caía sobre su rabia como
un azote en carne viva.
- Y dónde están ellos ahora?
- Fui informado d que se dirigían a la aldea mi lord.
- Después de una conversación informal, una comida abundante y un paseo por el bosque - Piers murmuró
entre dientes

- Aparentemente si, mi lord. Aunque debo dejar claro que en mi opinión ninguno de los dos sería capaz de
comportarse de manera impropias a las posiciones que ocupan.
- De manera impropia! - La voz llena de ira del Caballero Rojo hizo eco en los aposentos mientras un
puñetazo sobre la mesa casi partía la madera en dos. Impropia era un término demasiado delicado para
describir lo que podría estar sucediendo. Mejor usar la palabra correcta: infidelidad, adulterio, traición ...
- Mi lord, tal vez fuese mas prudente preocuparse por lo que Alan pueda estar revelándole a su esposa.
Porque si ella supiera la verdad respecto a usted, tendrá un arma de poder mortífero en sus manos.
La razón le decía que los argumentos de Cecil eran sensatos, sin embargo, lo que hacía desbordar su rabia
era la idea de que su vasallo y su mujer podrían estar haciendo juntos. Los celos lo llevaban al borde del
descontrol total. Pero la furia contenida ya se había convertido en parte de su vida. Qué ganaba con
enojarse cuando ni siquiera podía tomar las riendas de su propio destino?
Con mucho esfuerzo, Montmorency recuperó el control de sus emociones y cuando volvió a hablar, su voz
sonaba calma y tranquila, a pesar de ser cortante como el acero.
- Por favor, dile a mi esposa y a mi vasallo que los espero para cenar conmigo esta noche. - Al percibir que
el siervo no se movía ni un centímetro de su lugar, Piers se irritó. - Ahora! Vamos! Quiero que los
encuentres antes que salgan a cualquier otro lugar juntos!
Por el sangre de Cristo, Aisley es mi esposa... ante los ojos de Edward, ante los ojos de la iglesia y ante los
ojos de los hombres! Los Quiero a los dos delante mío para que yo mismo pueda juzgar... hasta que se
comportan de " manera impropia".
Cuando el siervo salió, Piers volvió a caminar de un lado a otro, delante de la enorme cama , fría y vacía. La
ironía de ese hecho no le pasó desapercibida.

***
Dándose cuenta de lo tarde que era, Aisley tomó un baño rápido y dejó que Edith la ayudase a vestirse. Por
lo menos esta vez la criada no contaba las historias de siempre sobre el terrible lord de Dunmurrow. Parecía
mas preocupada por el hombre que Alan había enviado para servir como su guardia personal.
- El nombre de él es William, aunque me pidió que lo llame Willie. Como si yo quisiera mantener esa
relación de familiaridad . Cuando le dije que me llamara señora Edith, tendrías que haber visto como el
condenado sonrió! Pues te voy a decir una cosa. Apuesto a que me sentiría mucho mas segura en un nido
de culebras que teniendo a ese hombre custodiándome.
- Si tienes miedo del guardia, entonces pídele a Alan que lo substituya por otro.
Ignorando el consejo, Edith suspiró alto y continuó protestando.
- Hasta Dudo que sea un soldado porque es bajo y delgado como una vara. Cómo cree que puede asegurar
la protección de alguien? Tal vez tu bello vasallo, Alan, lo haya mandado con el único propósito de
desagradarme.
- Él no es mi vasallo sino de mi marido - Aisley habló con firmeza. - estoy segura que Alan poco se preocupó
en escoger un hombre cuya apariencia pudiese o no agradarte.
- Bien, si ese Willie es un ejemplo del ejército , entonces no me quiero imaginar como son el resto de los
soldados de Dunmurrow . Esto es , en caso que Dunmurrow posea soldados de verdad. Porque si esos
hombres fuesen semejantes al lord del castillo, no deben pasar de ser sombras.
- Por favor, asegurate que el guardia tenga una buena comida en la cena - Aisley ordenó rápidamente,
ansiosa de librarse del discurso de la criada.
- Es lo que haré . Por lo menos si el condenado engorda un poco tendrá mas cuerpo y no saldrá volando
por ahí con la primer corriente de viento.
Tan pronto como Edith dejó el cuarto, Aisley suspiró aliviada y continuó peinando sus cabellos. Como
todavía estaban húmedos, resolvió dejarlos sueltos en vez de trenzarlos y sujetarlos en un rodete .

Felizmente la criada había encontrado algo nuevo de que preocuparse , pensó sonriendo . Con un poco de
suerte, el irreverente Willie mantendría a Edith lo suficientemente ocupada para dejar de lado al Caballero
Rojo. Precisaba agradecerle a Alan por haber mandado el guardia .
Al acordarse de como al criada había llamado a Alan , como "su" vasallo, Aisley paró de sonreír. Sería
normal esperar que los aldeanos, en la ausencia constante de su verdadero lord, comenzasen a ver al
vasallo como el Lord de Dunmurrow. Eso no estaba bien . El instinto le decía que a Piers no iba a gustarle
nada... si se enterase . Daría todo para que esa noche ya hubiese terminado.
El hecho era que prefería no compartir la comida en compañía de su marido y de Alan. Todavía se sentía
un tanto culpable por haber pasado el día entero al aire libre, aunque supiese que no había hecho nada
malo. Simplemente había escapado a la atmósfera pesada del castillo por algunas horas. Entonces por qué
esa sensación de que había traicionado a su marido? Por qué prefería la luz a la oscuridad?
Un golpe en la puerta la arrancó de sus pensamientos sombríos. En el instante en que la abrió y se
encontró con la mirada de Cecil, se dio cuenta que algo estaba mal . No era que el criado hubiese alterado
la expresión impenetrable de su rostro. Además no conseguía imaginarlo riendo o llorando. Siempre austero y
severo , jamas demostraba la menor emoción en cualquier circunstancia. Sin embargo hoy... él parecía
diferente. Positivamente preocupado.
- Mi lord me mandó a avisarle que la espera para cenar.
Sería impresión suya o había oído una leve vacilación en la voz del siervo?
- Si, claro. Siempre ceno con el barón. Cecil, qué pasa ? Problemas serios?
- Mi lady, sé que un hombre en mi posición no debería decir nada... pero...
- Por favor, siéntete cómodo para hablar.
- Mi lady, el barón se puso furioso cuando supo que usted pareció preferir la compañía de su vasallo. Tal
vez él tema que pueda haber... habladurías.
- Habladurías? Habladurías? Cómo va a haber rumores , si no vive nadie en este castillo desierto?!
Todo el sentimiento de culpa que había sentido por haber aprovechado el día desapareció en el instante
.Sólo sentía rabia.
- Algo que se diga de mí jamas podrá ser comparado con los horrores que se dicen del Caballero Rojo. Los
aldeanos, por ejemplo, adoran la historia que sostiene que durante el día el barón ofrece sacrificios
humanos y por las noches come corazones de niños como cena!
Ante la explosión de Aisley, Cecil se retrajo y volvió a la actitud servil e impersonal de siempre.
- Si, mi lady.
Los dos caminaron a los aposentos principales sin intercambiar ni una palabra mas .
Habladurías! Qué idea ultrajante y absurda! Cómo era que su marido, una persona que jamas la había
llevado de paseo ni se dignaba a salir del cuarto para cenar en el salón, podía ofenderse con el hecho de
que ella prestara atención al vasallo, un hombre bien educado y de confianza? Un soldado que
probablemente había jurado lealtad a su lord hasta la muerte?
Cómo era que Montmorency había podido considerarla capaz de traicionarlo con tanta facilidad ? Por mas
que apreciase la compañía del vasallo, nunca se le había pasado por la cabeza mantener otro tipo de
relación que no fuese de amistad .
Alan era guapo si, pero no tenía nada de especial. Sólo era simpático y de buena apariencia, como muchos
de los caballeros que había conocido y a quien no le había dedo la menor importancia o por quienes no
había tenido el mas mínimo interés. En verdad, el único detalle que diferenciaba a Alan de los otros era que
la presencia de él aliviaba un poco el peso de la oscuridad y la pesadez en ese castillo.
En Belvry, siempre había vivido rodeada de personas, pudiendo escoger con quien conversar. Pero aquí, en
Dunmurrow, las opciones eran prácticamente inexistentes. Piers se dignaba a dirigirle la palabra sólo durante
las comidas . Sólo le quedaban Edith, con sus historias bizarras, el muchacho de la flauta, la cocinera y su

hija. Cecil no contaba por que se mantenía siempre callado. Alan había surgido como una alternativa a la
atmósfera solitaria del castillo. Hasta que el Caballero Rojo había logrado arruinar todo. Y era eso lo que
mas la enfurecía. La certeza de que el placer de un día pasado al aire libre había quedado perdido para
siempre.
Aisley entró en el cuarto de mal humor, los ojos buscando la silueta alta de su marido. Pretendía aclarar las
cosas inmediatamente, pero la presencia de una tercera persona la hizo cambiar de idea.
- Mi lady - la saludó Alan.
Tal vez Cecil hubiese exagerado la seriedad de la irritación de Piers, pensó. Tal vez ella misma se había
agitado tanto por nada.
- Mi lady. - El tono de voz de Montmorency sonaba calmo y controlado, dejándola un poco mas aliviada.
Para su sorpresa, su lugar en la mesa había sido puesto al lado del vasallo. Una especie de trampa, tal vez?
- Piers,se te olvidó decirme que la belleza de tu esposa supera a la de la mas bella joya.
Al oír el elogio del vasallo , Aisley casi se atragantó con el vino. Ese insensato no tenía noción de cuan
peligroso era despertar la ira de Montmorency?

- En la aldea las personas comentan que nuestro Caballero Rojo ha encontrado un ángel . Pero yo no
imaginaba que los aldeanos hablaban de manera tan literal.
Ella se quedó tensa, aguardando la explosión de su marido. Sin embargo nada sucedió.
- Si, es lo que dicen todos los que han tenido el privilegio de contemplar su belleza.
A pesar de las palabras gentiles, Aisley se sintió intranquila. Había algo de amenazador escondido bajo ese
manto de delicadeza. Un peligro creciente emanaba da figura escondida en las sombras. Alan no era capaz
de darse cuenta de eso?
Aparentemente no, porque las palabras siguientes del vasallo no demostraron ningún tipo de cautela.
- Piers me contó que el casamiento fue arreglado por Edward, mi lady. No quedó sorprendida al descubrir
que sería la esposa del Caballero Rojo? Muchas mujeres estarían aterrorizadas con esa perspectiva,
considerando la reputación de Montmorency.
- No, no quedé nada sorprendida, ya que la elección fue mía. Yo lo escogí. - Y por cierto, fue un error
terrible, tuvo ganas de agregar.
- Lo escogió ? No estoy entendiendo.
Aisley quería la tierra la tragase . Hoy por la mañana había pensado en poner un punto final a la curiosidad
de Alan, pero por lo visto el vasallo seguí siendo osando con mas y mas preguntas. Y en presencia del
Caballero Rojo!

- Edward me permitió escoger un marido entre todos los caballeros de la corte y me decidí por el barón
Montmorency. - Como Piers no demostraba ninguna objeción a la conversación , esperaba que su marido
dejase en claro que el arreglo no había sido de su agrado. Pero él continuó en silencio. Qué estaría
pensando, callado dentro de esa oscuridad? Si al menos pudiese verle la cara ...
- Verdad? - Alan continuó interesado. Pero usted misma me dijo que nunca se había encontrado con Piers
antes. Qué la llevó a tomar una decisión así?

Dios! Ese hombre nunca iba a parar con el interrogatorio? Por qué su marido no intervenía?
- La reputación del barón es impresionante.
- Ah! Quiere decir que oyó hablar sobre el desempeño de él en las guerras?
- Si. - Cansada de tantas preguntas, Aisley decidió que acabaría contando la historia entera, con todos los
detalles, si Piers no intervenía . Diría que había hecho esa elección insensata con la esperanza de ser
rechazada, que jamas se le había pasado por la su cabeza convertirse en la esposa del barón Montmorency.

Alan sonrió para sí mismo. Con seguridad había mas en esa historia de lo que la pareja parecía dispuesto a
contar.
Y cómo adoraría conocer los detalles! Conociendo a Piers hacia años, había oído todos los rumores que
envolvían a la figura del Caballero Rojo, rumores que desalentarían a la mas determinada de las doncellas.
Aún así la bella heredera de Belvry había elegido a lord de Dunmurrow. Por qué?
Solamente una mujer , con inclinaciones a la brujería o la magia negra, buscaría la compañía de un hombre
de quien se contaban horrores. Sin embargo podría jurar que la nueva lady del castillo poseía un espíritu
puro, alguien que prefería la luz a las sombras.
- Entonces quería un guerrero poderoso para proteger sus propiedades?
De repente Aisley se dio cuenta de que no valía la pena tanta aflicción. Si Alan era vasallo de Piers, debía
saber, mejor que nadie , lo que el Caballero Rojo era. Cualquier persona del reino conocía los rumores que
rodeaban a lord de Dunmurrow.
- Yo lo elegí justamente a causa de su reputación ella habló aparentando tranquilidad. - Usted ya debe
haber oído todas las historias que se cuentan sobre el barón Montmorency, o será preciso que lo ponga al
tanto
de los rumores? Mi marido es llamado el Caballero Rojo debido a su asociación con el diablo.
También es un adepto a la brujería, capaz de traer a Dunmurrow los brujos mas famosos del mundo para
aprender sus secretos. Después los descarta porque prefiere conjurar al diablo . Es también alquimista,
astrólogo el responsable directo de todos los maleficios . En verdad, se puede culparlo de todo lo que asola
al reino , desde la cerveza que se descompone hasta las enfermedades y muertes. Con tantos poderes, él
debe ser el caballero mas fuerte de la Tierra, aún mas que el propio rey Edward. No lo cree , Alan?
El vasallo parecía, por primera vez, completamente perdido y, al responder, se decidió por la cautela.
- Tal vez las historias que rodean al lord de Dunmurrow sean un tanto exageradas. Todos saben que los
campesinos tienen un gusto especial por lo sobrenatural.
Aisley sonrió, satisfecha por el pudor de Alan. Por lo menos había logrado dar vuelta el juego.
- Tal vez, pero debería tener cuidado de no irrita a r mi marido, o él puede transformarlo en un sapo. O
mantenerlo para siempre dentro de la oscuridad, ella pensó amargada . Cual castigo sería el peor?
Determinada a no responder otras preguntas, Aisley bebió un poco de vino y buscó concentrarse no cenar.
- No precisa preocuparse, mi lady. Tengo mas utilidad para Piers así como soy. Un sapo encontraría muchas
dificultades en obtener el respeto de sus soldados. Nadie entendería mis órdenes . Por no mencionar el
hecho de que sería imposible hallar un caballo adecuada, me imagino.
La idea de una criatura parecida con un sapo montada en un caballo le dio ganas de reír. Sin embargo al
percibir que ningún sonido venía de las sombras, el comentario perdió gracia. Piers no parecía compartir el
humor de ellos . Tal vez fuese mejor detener esa conversación en ese momento . Aunque no creía que su
marido pudiese transformar a un vasallo en un sapo, no tenía dudas de que el barón sabría encontrar
otras maneras de demostrar su desagrado.
Y con seguridad Montmorency estaba bastante irritado. El lord de Dunmurrow había permanecido inmóvil,
una presencia sombría y amenazadora durante toda la comida. Por un corto espacio de tiempo los dos
hombres hasta habían llegado a hablar sobre la guerra contra los galeses, sin embargo cuando el tema fue
abandonado, un silencio pesado cayó sobre el ambiente. Aún el entusiasmo natural de Alan perdió brillo y
gracia.
Finalmente, cuando Aisley habló sobre la tarde pasada al aire libre , Piers no demostró ningún interés en los
aldeanos en las condiciones en que sus tierras se encontraban. Si alguna pregunta le era hecha, la
respondía con monosílabos secos. Hasta cuándo ella aguantaría estar allí , sintiendo todo el peso del mundo
sobre sus espaldas? Daría cualquier cosa por estar en su cuarto ahora. Sola.

- Debo admitir que quedé sorprendido con los cambios que mi lady hizo en Dunmurrow. Nunca pensé que
el viejo salón principal pudiese parecer tan acogedor. Y esta vez no me voy a quejar de la comida.
- Mi esposa está bien calificada para la posición que ocupa, no es así , Alan? - Piers indagó en un tono
extraño.
- Si , mi lord. Tuviste mucha suerte.
Aisley se ruborizó y empujó el plato a un costado. De alguna manera no conseguía creer que el Caballero
Rojo compartiese la misma opinión que el vasallo . Sin embargo las palabras de su marido la tomaron de
sorpresa.
- Si - Piers concordó. - Ella es mi regalo de Navidad, un premio que no busqué , pero aún así, muy
apreciado.
Montmorency sólo debía estar concordando con Alan por una cuestión de cortesía, ella decidió. Después de
todo el barón odiara a intervención de Edward. Oh, Dios, sólo quería irse a su cuarto. No soportaba mas ese
juego de indirectas y sentimientos ocultos.
Pero , tenía coraje de culpar a Piers por tanta amargura? Después de todo no había sido él quien había
buscado una esposa. Ella si, lo había obligado a aceptar una situación ya definida.
De repente Aisley se dio cuenta de que a vida en Dunmurrow no pasaba de ser una farsa. Y lo que mas le
dolía, ol que mas hería su orgullo, era el rechazo y la indiferencia del Caballero Rojo.
No, ese tipo de pensamiento no servía para nada, sólo para causarle una indigestión. Preocuparse por lo que
Piers decía o hacía era una gran tontería. Después de todo no había sido ella misma quien había levantado
una barrera alrededor de su corazón años atrás, para protegerse de las palabras duras de su padre y sus
hermanos? Cerrando las manos en puños, Aisley abrió la boca para pedir permiso y retirarse. Sin embargo
no fue lo suficientemente rápida .
- Oí decir que tu voz es mas bella que la de un pájaro, mi lady. Será posible que pueda brindados con una
muestra de su talento? - Alan pidió.
La última cosa que ella quería hacer en ese momento era cantar delante de esos dos hombres como un
animalito amaestrado. En verdad se sentía irritada y disgustada con ambos... y con el género masculino en
general. Antes que pudiese formular una disculpa educada, su marido vino en su auxilio.
- No esta noche. Me Voy a retirar temprano - Piers anunció.- Debes estar cansado también, Alan. Fue un
largo día.
- Si, es verdad. - Comprendiendo la sutileza del comentario, el vasallo se levantó inmediatamente y se
preparó para salir. Aisley casi hizo lo mismo hasta percibir que no sería sensato dejar los aposentos de su
marido en compañía de otro hombre . - Fue un placer, mi lady. Y una vez mas, le doy mis felicitaciones , mi
lord.
Piers murmuró algo ininteligible en respuesta. Aunque notase una cierta animosidad entre los hombres, no
conseguía entender el motivo ni la manera en que ella misma podría haber contribuido a eso.
Sólo Sabía que precisaba escapar de la atmósfera sofocante de esos aposentos. Contenida y ansiosa,
continuó sentada inmóvil hasta oír que la puerta se cerraba detrás de Alan. Entonces se levantó. La voz de
Piers, profunda y suave,
la sorprendió.
- Aisley?
- Si? - No era posible que el barón pretendiese obligarla a oír un sermón sobre la tarde pasada en compañía
del vasallo ! A pesar de tener la consciencia tranquila, pues no había hecho nada malo, se sentía demasiado
agotada para discutir. Sólo quería que ese día terminase.
Sólo quería dormir y olvidar.
- No dejes ninguna vela encendida en tu cuarto y mantén las cortinas de la cama bien cerradas. Iré allí esta
noche, esposa.

Aisley casi perdió el equilibrio, atontada por sensaciones extrañas en que se mezclaban sorpresa y un poco
de miedo. Ella miró la oscuridad intensamente, intentando divisarlo a través de las sombras. Sin embargo su
esfuerzo fue en vano. Nerviosa, pasó la lengua por los labios secos antes de dar la única respuesta posible.
- Si, mi lord.
Con el corazón a los saltos, llegó hasta la puerta que Cecil mantenía abierta esperándola, pero dispensó la
compañía del criado con un gesto de su mano y prefirió recorrer los corredores sola. Precisaba tiempo para
pensar, para dominar las emociones contradictorias que sofocaban su pecho.
El miedo era hasta fácil de entender y controlar porque no creía que su marido fuese un tipo bestial . Casi
Tenía certeza absoluta de que Piers había sufrido alguna especie de desfiguración que lo forzaba a vivir en
las sombras para ocultarse de miradas horrorizadas o piadosas. Aunque la idea de dormir con alguien así le
causase aprensión, el miedo era por lejos superado por la excitación extraña que palpitaba en su vientre .
Entonces él no la estaba rechazando y esa idea era suficiente para hacerla sentirse en las alturas. Lo que
servía para confundirla todavía mas.
Cecil estaba en su cuarto, preparando los aposentos para la noche, y Aisley lo mandó a retirarse. Después
se sentó en la cama, satisfecha de que Edith no iba a pasar la noche allí . Las dos habían desarrollado una
rutina que les permitía saborear una privacidad total después de cenar. Hasta ahora ese había sido un
tiempo dedicado a la lectura o al planeamiento de las actividades del día siguiente. No se le había pasado
por la cabeza que esas horas podrían ser usadas para ese propósito tan obvio. Sin embargo, esa noche,
cumpliría el destino reservado para las mujeres casadas...
De repente fue dominada por un acceso de pánico, como si el Caballero Rojo pudiese llegar en cualquier
momento.
"No dejes ninguna vela encendida", él había dicho . Aisley miró a su alrededor, buscando algun punto de
iluminación.
Inmediatamente reparó en el hecho que todos los candelabros habían sido quitados. Por un loco instante se
preguntó si Piers había conseguido hacerlos desaparecer en un pase de magia . Entonces recordó de Cecil,
que en general no acostumbraba a ir a su cuarto a aquella hora de la noche. Claro , el criado había llevado
todos los candelabros consigo.
Aisley suspiró aliviada. Sin embargo su alivio no duró mas que algunos pocos segundos al pensar que al salir
de los aposentos de su marido había dejado a Cecil parado junto a la puerta. Pero lo había encontrado
dentro de su cuarto! Ella se estremeció violentamente, un escalofrío de pavor la recorrió. Cecil no podría
estar en dos lugares al mismo tiempo. Ningún ser humano sería capaz de hacer eso ... a menos que fuese
una cuestión de brujería.
A menos que se tratase de un demonio. Todas las historias que Edith contaba volvieron a su mente con una
precisión de detalles atemorizantes. Angustiada, Aisley aferró sus manos a los bordes de la cama con tanta
fuerza que los nudillos de los dedos quedaron blancos y doloridos. Oh, Dios, por qué hoy, entre todas las
noches, debía enfrentar esa revelación monstruosa? Hoy, entre todas las noches, tenía que recibir la visita
inminente del Caballero Rojo en persona? Su marido, el hombre que había decidido hacer valer sus
derechos maritales ...
Gimiendo bajito, ella apoyó la cabeza sobre la almohada sin saber qué hacer o dónde encontrar alivio para
el tumulto interior que amenazaba con romper su alma en pedazos. No había nadie a quien recurrir, nadie
a quien pedir consejo . Podía contar sólo con ella misma.
Un ruido del lado de afuera del cuarto la obligó a salir de ese estado de estupor y por primera vez, desde
el día de su casamiento, Aisley tuvo miedo de lo que podría descubrir en caso que viese a su marido a la
luz del día. Tal vez la ignorancia fuese mejor y tal vez las sombras la protegiesen de una verdad a la cual no
estaba preparada para enfrentar. Rápidamente, se quitó las ropas y se metió debajo de las sabanas ,
temblorosa y asustada.

Y en esa oscuridad absoluta, en que no se divisaba ni siquiera un palmo adelante de su nariz, aguardó que
su destino se cumpliese.


CAPITULO OCHO
Aisley aguardó, agarrándose a las mantas como si así pudiera mantenerse apartada del Caballero Rojo y su
magia. Siempre se había considerado una mujer sensata, atenta a la lógica de los hechos. Jamas había
buscado amuletos o había recurrido a pociones mágicas de las aldeanas sabias en el arte de lidiar con lo
sobrenatural . Tampoco nunca había creído que en los rumores que rodeaban al Caballero Rojo pudiesen
ser verdaderos. Sin embargo no tenía como negar que Cecil había estado en dos lugares al mismo tiempo.
Por mas que se esforzase, no conseguía pensar en una explicación razoable y las otras eran demasiado
atemorizantes para ser tomadas en consideración. No soportaría imaginar que las historias horribles de
Edith estuviesen basadas en hechos reales.
El sonido de su propia respiración, rápida y jadeante, era tan alto que no oyó que alguien apartaba las
cortinas de alrededor de la cama. Al sentir un cuerpo acostarse a su lado, una piel desnuda rozando la suya,
fue dominada por intenso miedo.
- Tienes miedo, esposa? - La voz seca y controlada de su marido le trajo cierto alivio. Después de todo era
sólo Piers, no un demonio emitiendo fuego por la nariz. Siempre le había gustado el sonido de esa voz y la
manera en que los labios masculinos se cerraban sobre los suyos en un beso demorado...Nunca había
experimentado un miedo real, nunca había tomado realmente en consideración los rumores que lo
rodeaban. Si al menos... Quería contarle lo de Cecil, preguntarle por las apariciones misteriosas del criado,
pero su lengua parecía pegada al paladar de su boca. En su interior , temía las respuestas que el barón
pudiese darle...
- Aisley, Aisley, esposa... - Piers murmuró con tanta ternura que le tocó el alma. - Dime ahora, tienes
miedo de mí?
- No - ella respondió, segura de que esa era la pura verdad.
- Fue lo que pensé o de otra forma no hubiera venido a buscarte.
Nerviosa, ella pasó la lengua por sus labios, queriendo verlo a pesar de la oscuridad profunda. Sin embargo
nada conseguía ver.
- Por qué ... por qué viniste ?
- Descubrí que estoy muy celoso, al saber que vos parecías ansiosa por la compañía de mi vasallo. - Había
un poco de rabia, desesperación y deseo contenidos en la explicación.
Sin que lograse entender bien por qué , Aisley se sintió relajar. Horas antes había quedado furiosa con la
mera sugestión de que había pasado demasiado tiempo al lado de Alan, pues era inaceptable cualquier
insinuación de que sería capaz de engañar a su marido e de comportarse como una mujer vulgar, sin un
pizca de dignidad. Sin embargo ahora, en vez de rabia, experimentaba una emoción muy diferente, una
sensación extraña y ardiente. El Caballero Rojo con celos ? Apenas podía creerlo. Sin embargo, aún
dudando, creyó mejor tranquilizarlo para evitar futuros enojos.
- Mi lord, soy una mujer honrada. Yo jamas...
- Perfecto. - Piers rozó el rostro delicado con las puntas de los dedos y se aproximó, dejándola temblorosa
con la expectativa. - Estoy contento de oírte decir eso, pero creo que este es el momento de que te
conviertas en mi mujer de verdad. Este es el momento en que dejaremos en claro que me perteneces a mí ,
y a nadie mas. No fue culpa mi que vos me eligieras - la voz masculina sonaba baja y seria -, pero es un
hecho que no puede ser cambiado. Escucha bien lo que te voy a decir: acostumbro a cuidar con celo lo que
es mío.

No fue difícil entender la amenaza implícita. Piers mataría a cualquier hombre que intentase tomar su lugar,
y tal vez a ella también. Él tenía ese poder . Aún en ese momento , se quisiese matarla, no había nada que
pudiese hacer para impedirlo.
Aún así estaba lejos de sentirse aterrorizada porque nunca había deseado a otro hombre , a no ser su
marido. Su deseo era tan grande que se sentía enternecida por dentro. - Qué tenía ese hombre que la
afectaba tanto? Sería la voz profunda, la fuerza física, o el misterio que lo rodeaba? Las leyendas que
recorrían el reino de norte a sur ? O sus propias sombras lo que la atraían tanto?
De repente el mundo pareció cesar de existir. Sólo Quedaban ella y Piers, juntos, en medio de la total
oscuridad. Excepto el calor del cuerpo masculino al lado suyo, lleno de promesas, todo lo demás había
perdido significado.
Los planes de anular el casamiento se disolvieron en el aire como polvo . Nada tenía importancia. SE
Descubría ahora ansiando cosas que jamas había pensado desear. Cosas que le parecían extremamente
seductoras... y estaban dentro a su alcance.
Bastaba con extender las manos.
Y fue lo que ella hizo.
Inspirando profundamente, Aisley rozó el rostro de su marido, en una caricia leve y suave. Quería decir algo
, aunque no supiese bien qué. Pero las ganas de hablar desaparecieron al sentir los dedos de él tocarle
los párpados, la nariz, los labios, en una exploración gentil y delicada. Una sensación embriagadora
comenzó a esparcirse en sus venas, arrastrándola a un torbellino delicioso.
EN un movimiento súbito, Piers retiró las sabanas que los cubrían , yendo a dar al suelo , lo que la llevó a
imaginar si el dolor sobre el cual Edith le había hablado era inminente. En ese mismo instante se puso
tensa, aguardando lo peor. Sin embargo en vez de asustarla, Montmorency simplemente tomó algunas
mechas doradas entre sus dedos y las alisó lentamente.
- Cabellos lindos, perfumados... - él susurró antes de dejar que la mecha cayera sobre los pechos desnudos
de su mujer, haciéndola estremecer.
Entonces Piers la besó con una ternura tan grande que Aisley sólo consiguió desear mas y mas. Vacilante,
tocó el rostro masculino con las puntas de los dedos. La piel suave mostraba una ligera aspereza en la
región maxilar. Su marido debía haber tenido barba recientemente, pensó entreabriendo los labios. Muy
pronto perdió la capacidad de razonar con claridad. Al sentir la lengua ávida explorar el interior de su boca,
Aisley gimió alto, maravillada con las sensaciones que la recorrían de pies a cabeza . Percibiendo la
intensidad de la respuesta femenina, Piers aumentó la presión del beso, sus lenguas se encontraron con
frenesí desesperado. Aisley tenía la impresión de estar al borde del desmayo.
Sin que lograse evitar el impulso, deslizó sus manos sobre los hombros anchos, apreciando la firmeza de los
músculos bien torneados. Él era caliente y agradable al contacto . Excitada, continuó acariciarlo la espalda
y los hombros, evaluando cada centímetro de ese cuerpo atlético y viril.
De repente, como si fuese la cosa mas natural del mundo, Piers posó la mano sobre uno de sus pechos.
Sorprendida con el gesto, Aisley dejó escapar un sonido de intenso placer.
- Eres linda - él murmuró cariñoso. - Pequeña, pero de formas perfectas. - Mientras hablaba, Montmorency
frotaba los pezones rosados con habilidad, casi haciéndola perder la cabeza.
El la besó en la boca otra vez. Fue un beso ardiente, profundo y breve. Al sentirlo apartarse , Aisley
experimentó un vacío terrible, un vacío que duró sólo algunos segundos, hasta que los labios masculinos se
cerraron alrededor de su pezón entumecido.
Inmediatamente ella arqueó la espalda, entregándose a la caricia en un abandono total. Reaccionando de
manera instintiva, lo empujó
por los cabellos, ansiosa para estrechar el contacto. Piers correspondió, succionando todavía con mas fuerza
sujetándola por las nalgas con firmeza.

Después , bien lentamente, deslizó los labios sobre el estomago alrededor del ombligo de su esposa,
aspirando el perfume de ese cuerpo seductor.
- Abra tus piernas para mí - pidió en un tono ronco y sensual.
Sin vacilar un segundo, Aisley hizo lo que le fue pedido, aunque un princicio de pánico comenzaba a
dominarla. Su marido la estaba hechizando ? Estaba bajo el efecto de un encantamiento y por eso o
obedecía sin ofrecer ninguna resistencia?
Apenas se reconocía en esa mujer impetuosa y desenvuelta.
- Piers - ella susurró, la voz cargada de pasión. - Me... has hechizado ?
Por un instante él se puso tenso y pareció mirarla fijamente en la oscuridad, como si pudiese leer su alma.
- No te hice ningún hechizo , esposa, a no ser ese que ese tan antiguo y eterno como el tiempo... que es la
atracción entre un hombre y una mujer. No tengo necesidad de encantamientos o brujería s para mí o para
vos... Porque nosotros haremos nuestra propia magia esta noche.
Aisley sintió los labios firmes tocándole la parte interna de los muslos antes de buscar el punto escondido
en los pliegues de su femineidad. Maravillada, ella suspiró profundamente, hasta que los suspiros se fueron
transformando en gemidos de placer. Gemidos descontrolados y jadeantes.
Simplemente no conseguía creer que eso estaba sucediendo. Por primera vez se sentía agradecida por la
completa oscuridad. Así se ahorraba el pudor de verse a sí misma con las rodillas flexionadas y las piernas
abiertas... mientras el Caballero Rojo besaba y lamía sus partes mas íntimas . Lo impresionante era que no
sentía la menor vergüenza, sólo deseaba mas.
alta para que su marido respondiera.
- Mas? Si, Aisley, tendrás mucho mas él susurró, moviéndose sobre ella cuidadosamente. - Desde el
momento en que nos casamos, apenas he conseguido pensar en otra cosa que no sea en poseerte .
Montmorency hablaba con dificultad, su respiración acelerada, su cuerpo bajo riguroso control.
Acaso tienes idea de como nuestras comidas juntos eran un verdadero tormento para mí ? Quería comer,
pero mi hambre no podía ser saciada con alimentos. Mi apetito era otro... -
Piers alojó la cabeza de su pene en la entrada húmeda y aterciopelada de ella , aguardando el momento
apropiado para penetrarla. - Sabías que todas las cenas yo sólo quería arrojar los platos al piso y llevarte
directo a la cama, o poseerte allí mismo sobre la mesa o en el suelo delante del fuego?
Al oír esas palabras, vibrantes de pasión, se sintió excitada mas allá de lo soportable. Todo en el mundo
había dejado de importar, a no ser la punta rígida del miembro masculino rozando la parte mas sensible de
su femineidad , como implorando por ser recibido.
- Quiero enterrarme dentro de tu cuerpo...
Sin embargo Aisley ya casi no podía oírlo. Loca de deseo, clavó sus uñas en su espalda y levantó sus
caderas, buscando alivio para el ardor que quemaba en sus entrañas .

Perdida en un torbellino de sensaciones poderosas y desconocidas, apenas se dio cuenta cuando Piers
comenzó a penetrarla.
- Puedo sentir tu placer - Piers murmuró en un tono tenso y sensual, estremeciéndola de la cabeza a los
pies. - Puedo sentir la barrera también y sé que, de hecho, nadie ha tocado a mi esposa antes. Desde
ahora eres mía, sólo mía - él completó triunfal .
Entonces Montmorency se enterró dentro de su esposa en una envestida única y profunda, dejando que las
membranas suaves absorbieran el impacto de la masculinidad firme . Aisley apretó los dientes , intentando
contener un grito de dolor mientras, en una reacción instintiva, buscó apartarse de su marido para aliviar el
ardor y la incomodidad en su vientre . Sin embargo Piers la sujetó por los caderas con firmeza, impidiéndole
moverse. Lentamente, repitió las envestidas a un ritmo creciente, rápido e impetuoso, hasta que, gimiendo
alto de placer, derramó su semen hasta la última gota.

Por un momento Aisley sólo consiguió prestar atención al dolor, pero después otros detalles ganaron
importancia. El peso de Piers, sorprendentemente reconfortante sobre su propio cuerpo; la capa fina de
sudor que cubría los brazos y la espalda musculosa; las mechas de cabellos de él rozando su sien, la
respiración jadeante, y extrañamente vulnerable del Caballero Rojo. Estar acostada y abrazada a su marido
le despertaban sentimientos que iban mas allá del dolor y del placer... Sentimientos que no conseguía definir
y que la emocionaban de una manera misteriosa e intensa.
Tomando el rostro de Piers entre sus manos, ella lo acarició en la frente , en los ojos, en el cuello. Entonces
comenzó a besarlo con delicadeza en el mentón y alrededor de la boca hasta que los labios de ambos se
encontraron, suavemente al principio, después llenos de pasión . Sorprendida, Aisley sintió una presión
insistente dentro de sí y se dio cuenta que el pene estaba nuevamente erecto.
Esta vez no hubo necesidad de palabras. Protegidos por la oscuridad, manos y bocas se buscaban con
avidez, explorando músculos firmes y curvas suaves, aspirando sudor y aromas secretos. Aisley levantó las
piernas y las cruzó alrededor de la cintura de Montmorency, para que nada se interpusiese entre los dos a
no ser esa cosa intangible e indescriptible, capaz de ir mas allá del placer obtenido por sus cuerpos. Esa cosa
que los envolvía como un manto vivo y protector, capaz de hacerlos experimentar el sabor de la eternidad.
Si Aisley supiese distinguir la verdad, lo habría llamado amor.
***
Al despertar, su primera reacción fue de que había tenido un sueño confuso y perturbador. Ella se
estremeció, sintiendo un frío repentino a pesar de las sabanas que la cubrían. Entonces inspiró el perfume
del cuarto, impregnado de olores sensuales del sexo , y se dio cuenta del ardor entre sus piernas.
Vacilante, se tocó los labios hinchados con una mano temblorosa.
- Piers? - llamó en la oscuridad.
Pero no había nadie en las sombras. Sólo una quietud extrema.
Cautelosa, se levantó, se puso una robe y se aproximó a la chimenea donde el fuego estaba casi
extinguido. Después de reavivar las brasas, se sentó en el sofá, su pensamiento volando lejos, su corazón
latiendo descompasado en el pecho, y la sangre latiendo fuerte en sus venas.
Con los ojos fijos en el crepitar de las llamas, Aisley se dio cuenta que ya no había vuelta atrás. La suerte
estaba echada. Jamas tendría el coraje de requerir la anulación del matrimonio porque no tenía la menor
gana de separarse de su marido. Al principio Piers la había atraído de una manera misteriosa, sin embargo
ahora, las cosas habían tomado un rumbo inesperado y él había ganado una dimensión mucho mayor.
El modo en que habían hecho el amor superaba sus mas locos sueños. Estaba Sorprendida consigo
misma por haber sido capaz de exponerse con tanta sensualidad y osadía. A pesar de un cierto pudor por su
propia falta de pudor, sabía que no vacilaría un segundo antes de repetir el ritual erótico otra vez... y otra
vez... hasta que se sintiese saciada. Tampoco podía culpar completamente a su marido, acusándolo de
haberla hechizado. La verdad era que lo deseaba con una pasión que bordeaba el desatino. Quería que él
todavía estuviese allí , en su cama, al alcance de sus manos. Entonces lo besaría en los labios y tocaría cada
centímetro de su cuerpo fuerte y viril de guerrero hasta que ...
El cuerpo de Piers! Aisley inspiró profundamente al pensar que su marido era físicamente perfecto. No había
notado ninguna desfiguración que pudiese justificar esa preferencia por la oscuridad. Al acariciarlo en el
rostro con las puntas de los dedos tampoco había descubierto señales de heridas, quemaduras o aún
pequeñas imperfecciones, a no ser por una cicatriz ala altura de uno de los ojos. Pero era una marca tan
minúscula que no llevaría ni al mas vanidoso de los hombres a esconderse del mundo..
Ella se estremeció, sin saber si la conclusión le traía alivio o desengaño. Si su marido era perfecto, cuál era la
razón de vivir encerrado en la oscuridad? No quería ni siquiera considerar las teorías atemorizantes de Edith.
Debía haber algo que le había pasado desapercibido, algo que no había logrado notar en plena pasión.

Y qué pensar de Cecil, el siervo, que parecía traspasar las paredes, moviéndose como un espectro al mando
de su amo? Perdida en el placer sensual, había acabado olvidándose que el criado había estado el dos
lugares al mismo tiempo. Por mas que se esforzase, no conseguía encontrar una explicación lógica para sus
dudas. Oh, Dios, y si su marido fuese un brujo? Tal vez los sentimientos extraños que la acechaban no eran
mas que el resultado de algún tipo de brujería . Tal vez no fuese dueña de sí misma ni responsable de sus
acciones.
El recuerdo de la visita de Piers a su cuarto continuó asombrándola durante todo el día, ciertos detalles
picantes la hacían ruborizar en los momentos mas inesperados. Por suerte no había visto a Alan o hallaría
difícil mirarlo porque lo que le había ocurrido debía estar estampado en su cara . Tampoco había quedado
sorprendida cuando Cecil le informó que el caballero había partido temprano a la mañana; Piers había
hablado de sus celos y había tomado una actitud concreta para cortar el mal desde la raíz. Pero no
consideraba correcto que su marido castigase al vasallo sin motivo y pretendía decírselo cuando se
encontrasen.
La aparición del siervo acabó por desviar su atención a problemas mas inmediatos.
- Por casualidad , usted retiró las velas de mi cuarto anoche?
El hombre no vaciló un segundo antes de responder.
- Si, mi lady. Estaba cumpliendo ordenes de mi lord.
- Pero... - Aisley se pasó la lengua rápidamente por los labios resecos, una sensación angustiante en su
pecho.
- Puede irse ahora - murmuró, esforzándose por mantener las emociones bajo control. Cecil hizo un breve
asentimiento con la cabeza y se apartó rápidamente.
Atormentada, no conseguía evitar las sospechas que rodeaban su marido. Sin embargo, bastaba con
acordarse de lo que había sucedido la noche anterior para que todas las preocupaciones perdiesen
importancia . La verdad era que su cuerpo latía de deseo, ansiaba las caricias de Piers, a pesar del miedo...
a pesar de todo.
Impaciente, se puso una capa pesada y salió del castillo.
Precisaba respirar un poco de aire puro. Quien sabe así conseguiría colocar sus pensamientos en orden...
Pero a pesar de su empeño, continuó confusa. Sus ojos, como si tuviesen voluntad propia, buscaban siempre
la torre donde el Caballero Rojo permanecía envuelto en la oscuridad absoluta. Fuese por hechicería o por
otra razón , deseaba a su marido desesperadamente.
Sin embargo, Montmorency no requirió su presencia a la hora del almuerzo y ella comió en el salón
principal, en compañía de Edith. Sólo esperaba que la vieja criada no percibiese su estado de confusión
interior ni como su cuerpo de mujer había ganado nuevas curvas. Sin embargo lo que la incomodaba era el
hecho que su marido todavía no la había buscado después de lo que habían compartido juntos.
Entonces se acordó de lo que él le había dicho respecto a las comidas de los acababan transformándose en
un terrible suplicio. Tal vez por eso fuese mejor no verse durante algún tiempo. El problema era que no
podía evitar el deseo insistente que daba la impresión de dominarla continuamente . Por suerte Edith estaba
demasiado ocupada para notar el rubor de su rostro y su creciente inquietud.
- Y quién te dio permiso para cenar en mi compañía? - la criada preguntó a un hombre bajo y delgado,
sentado del otro lado de la mesa.
A pesar del tono poco amigable, el soldado sonrió, sus facciones simpáticas demostrando un enorme buen
humor. Sería perfecto si Edith pudiese contagiarse de ese estado de ánimo , Aisley pensó suspirando. Quizás
así pondría fin a sus historias irritantes respecto a hechizos y brujerías.
- Alan Clinton me dio permiso, señora. También me ordenó permanecer a su lado día y noche. Y es lo que
estoy haciendo. Obedeciendo ordenes de mi superior.

Entonces se trataba del famoso Willie, el custodio que Alan había designado para acompañar a Edith las 24
horas del día. El problema era que los dos parecían tan diferentes como el agua y el vino. Cómo podrían
entenderse?
- Oh, si? - la sierva indagó irónica. Es mejor que tenga cuidado de las palabras y del modo en que se
dirige a mí , o será puesto a montar guardia afuera. No estoy hablando en broma.
- No me vengas con esa historia, pues sabe perfectamente que extrañaría mi ausencia, en especial durante
las largas noches frías de invierno...
Aisley quedó atenta, segura de que Edith comenzaría con un sermón furioso por su atrevimiento . Sin
embargo la respuesta de la criada no pasó de un protesta poco entusiasta.
- Como si usted pudiese protegerme. Ni siquiera tiene carne en esos huesos viejos .
Willie se recostó en la silla, sonriendo de oreja a oreja , pareciendo muy cómodo con el desarrollo del
diálogo.
- Tengo carne suficiente donde mas importa, no es así , Edith?
- No voy a quedarme aquí, oyendo esta conversación indecente. Especialmente en la presencia de mi lady.
Aisley retribuyó la sonrisa del soldado. Los cabellos blancos del hombre dejaban claro que él ya había
pasado la edad de preocuparse del efecto que sus palabras pudiesen tener sobre terceros.
- Mi lady tiene aspecto de ser una mujer bien amada - respondió Willie. - Lo que no me extraña,
considerando el tamaño de su marido. No creo que ella se ofenda con nuestras palabras . -
Mientras Aisley intentaba no ruborizarse al oír ese comentario, la criada se levantó decidida. - Espera,
todavía no terminé mi comida - Willie protestó.
- Puedes quedarse o venir , porque a mí no me importe en lo mas mínimo.
Terminando de tragar un bocado generoso de comida y agarrando un pedazo de pan , el soldado casi salió
corriendo detrás de Edith, como un cachorrito siguiendo a su amo.
Fascinada, Aisley observó a la pareja alejarse. Edith parecía caminar de manera diferente, con un ondular
suave en sus caderas. Desde la muerte de su marido, ella jamas se había involucrado con ningún hombre.
Aquella disputa con el soldado no sería mas que una escena, una fachada para disimular sentimientos mas
profundos? Sería perfecto, un verdadero alivio. Tal vez con algo o alguien que la mantuviera ocupada,
finalmente acabaría aceptando la nueva vida en Dunmurrow.
La idea la hizo pensar en su propio cambio de actitud. Después de la noche anterior ya no podía considerar
al castillo como una residencia temporaria. Estaba allí para quedarse. Los planes para anular el matrimonio
fueron olvidados al calor de los brazos de su marido.
L a verdad era que deseaba asumir la posición de esposa de Piers en todos los sentidos, de todas las
maneras posibles, aún sabiendo que la relación de los dos probablemente nunca sería tranquila y relajada.
Sospechaba que Montmorency jamas se sentaría a su lado en la mesa del salón principal o que jamas la
acompañaría en paseos por los alrededores. .
El Caballero Rojo continuaba envuelto en una red de misterio, tal vez ahora mas que antes, y a pesar de la
pasión que los unía, Aisley se sentía inquieta respecto a su marido. De varios modos él continuaba siendo un
completo extraño.
Aunque Aisley hubiese pasado la tarde entera entretenida con innumerables tareas, sus pensamientos
continuaban volviendo a Piers y a la cena que deberían compartir por la noche. Por mas que se esforzase,
no conseguía borrar la visión de su marido amándola en la oscuridad del cuarto.
Como algo prohibido se vuelve siempre algo mas deseado, le gustaba imaginarse a ese cuerpo musculoso
sobre el suyo, esa boca caliente y ávida de encontrando su piel desnuda, esas manos expertas
provocándola de una manera osada y sensual...

***

- Buenas noches - ella dijo entrando en los aposentos principales, la voz temblorosa de emoción a pesar del
esfuerzo por mantener la calma.
- Esposa - él respondió simplemente, con un breve asentimiento de cabeza.
El tono seco de Piers la dejo atónita. No esperaba tanta indiferencia después de la intimidad que habían
disfrutado juntos. Siempre sería así? Encontrarse sólo durante las comidas sin que nada que revelase el
cambio ocurrido en la relación de ambos? O tal vez no hubiese ocurrido cambio alguno. La noche anterior
podría no haber significado nada para Piers, excepto el desempeño de un deber para consumar el
matrimonio .
Perturbada con esa posibilidad, Aisley comió en silencio. Pero cada vez que sus dientes se apretaban sobre
un pedazo de carne no conseguía pensar en mas nada que no fueran los mordiscos delicados que su
marido había esparcido sobre su cuerpo desnudo . Por suerte que la oscuridad del cuarto impedía
Montmorency notase su rubor...
- Estás muy callada hoy - Piers habló de repente. - Algo anda mal?
Ella permaneció inmóvil durante algunos segundos, considerando qué respuesta debería dar. Aunque la
cuestión respecto a la aparición de Cecil en dos lugares al mismo tiempo la hubiese atormentado todo el
día, no se atrevía a exponer sus dudas en voz alta. Temía despertar la ira del Caballero Rojo y las
explicaciones que él podría darle. A veces la ignorancia de los hechos acaba protegiéndonos de un mal
mayor. Tampoco tenía coraje de hablar sobre las sombras eternas de sus aposentos y mucho menos sobre
el deseo incesante que sentía por su marido.
- No pasa nada conmigo, mi lord.
Piers murmuró algo y los dos continuaron comiendo en silencio. Aisley buscaba desesperadamente una señal
de que esa figura distante e impersonal del otro lado de la mesa fuese el amante ardiente y cariñoso que la
había visitado la noche anterior.
- Espero que no estés esperando a Alan.
- No - ella retrucó cautelosa. - Cecil me dijo que tu vasallo partió esta mañana bien temprano... Crees que
es justo mandarlo lejos tan rápidamente... .especialmente cuando la Navidad se aproxima?
- Entonces ya lo extrañas ? - La voz de Montmorency sonaba baja y amenazadora, haciéndola pensar en los
rumores que lo rodeaban. El Caballero Rojo era famoso por su salvajismo en las batallas y por su fuerza
física extraordinaria. Las mismas manos que la habían acariciado podrían hacerla dejar de respirar con
facilidad ...
- Extraño la compañía, no el hombre.
La reacción de Piers, una protesta entre dientes , dejó claro que él continuaba celoso de su vasallo . Aisley
sonrió satisfecha. Tal vez, al final de cuentas, anoche no había sido sólo una cuestión de cumplir con el
deber marital. Tal vez su marido la desease ahora, tanto como ella lo deseaba... Me desea, pensó
enamorada. Poseeme en este instante, sobre la alfombra, sobre la mesa, en cualquier lugar... Quería decir
esas palabras en voz. alta, sin embargo le faltó coraje..
- No tienes compañía... suficiente? No te basta con Edith, Cecil y los nuevos siervos traidos de la aldea? Sin
contar con los aldeanos a quienes pretendes conquistar con tu simpatía . Mi salón principal no tiene un
movimiento social adecuado? Quieres mas gente caminando por los corredores?
- Si - Aisley respondió bajito, sabiendo que la presencia de ninguna de esas personas podría satisfacerla. Era
la compañía de su marido la que deseaba, era la atención de él la que buscaba. La idea le parecía hasta
absurda porque siempre había sido una mujer independiente, capaz de apreciar la soledad y jamas había
necesitado de alguien .
Pero no es lo mismo - retrucó finalmente. Con ellos no puedo discutir todos los temas , no saben leer ni
jugar al ajedrez. Tampoco saben cazar...

Solamente después de terminar de hablar fue que Aisley se dio cuenta de lo que había dicho. Muchas de esas
actividades exigían luz, por lo tanto Piers no podía realizarlas mientras permaneciese encerrado en la
oscuridad. Sin que tuviese intención de amargarlo, había acabado colocando al Caballero Rojo en la misma
categoría de los ignorantes aldeanos. Ansiosa por corregir el error antes que el marido explotase en un
acceso de furia, se apresuró a completar su explicación :
- Tal vez podrías salir conmigo un día de estos.
- No!

- Por qué no? - ella imploró suspirando. - Porque debemos siempre encontrarnos rodeados por sombras? Yo
sé que no eres el demonio que te esfuerzas en parecer ante los otros .
- Estás segura de eso? - La voz dura de Piers traía una amenaza implícita. Temblorosa, Aisley se levantó,
dispuesta a salir de allí. - Dónde vas? - él indagó secamente.
- Cuando intentas irritarme o asustarme pierdo las ganas de permanecer en tu compañía ella respondió
altiva, levantando la cabeza en un gesto de desafío.
- Tal vez desees la compañía de otro?
- Tal vez si te viese mas, no me sentiría tan sola, marido! - Aisley habló entre dientes
- Me extrañas tanto ?
A pesar de percibir la ironía y el reproche de la pregunta, dejó que sus sentimientos se transparenten.
- Si. Y si vos me prestases mas atención , sabrías cuanto de eso es verdad. Ayer tuve el placer de poder
pasear por tus tierras, de poder apreciar los alrededores de Dunmurrow. Por qué no podemos cabalgar
juntos? Me gustaría de mostrarte los planes que estuve haciendo para la lechería . El bosque es bello con
una cascada en el medio de las...
- Basta - Pies la cortó decidido. - No me hables sobre o que no puede ser, no me hables sobre lo imposible.
- Pero, por qué? Por qué? - Aisley insistió exasperada. - Soy tu esposa! Por qué no puedes explicarme el
motivo que te mantiene en la oscuridad?
- Mi esposa! Una doncella arrogante ,a quien nunca había visto antes, invade mi castillo y me exige que la
despose del día a la noche! Y quieres que confíe en vos ? - Él se rió , un sonido breve sin nada de humor.
Sólo Había una enorme amargura.
Aisley permaneció inmóvil algunos segundos, atontada por el sarcasmo capaz de herirla con la frialdad del
acero . Cómo había podido pensar que lo amaba? Sentía odio por sí misma por haberse imaginado
semejante absurdo.
Agarrándose a un resto de orgullo, cruzó los aposentos con pasos largos y salió, golpeando la puerta con
fuerza.

CAPITULO NOVE

En su propio cuarto, todos los candelabros estaban de vuelta en sus lugares y Cecil no apareció para
retirarlos. Aunque la conclusión obvia fuese que Piers no vendría a verla, aún así Aisley lo aguardó sentada
en la cama, en medio de la oscuridad, deseándolo a despecho de sí misma. Entonces sería de esa manera,
pensó amargada. Su marido había cumplido con el deber de quitarle la virginidad para demostrar su
derecho de posesión y no planeaba poseerla otra vez.
Aunque intentase convencerse de que la perspectiva le causaba alivio pues quedaría libre de las atenciones
del Caballero Rojo, no conseguía pensar en otra cosa que no fuera la noche en que había experimentado
esas sensaciones maravillosas, sensaciones que se había considerado incapaz de sentir. Maldito fuese Piers
Montmorency! El hecho era que lo quería por encima de todo... como una mujer hechizada.

Finalmente Aisley se adormeció y cuando despertó no fue a causa de la presencia de su marido sino por la
urgencia en la voz de Edith.
- Mi lady! Mi lady! - la criada susurraba aterrorizada.
- Qué pasa ? - En el mismo instante ella abrió los ojos, sus sentidos alertas. Incendio, ladrones, un ataque a
Dunmurrow. Todas esas posibilidades le habían pasado por la cabeza antes de ponerse de pie.
- Escuche, mi lady! Oiga! Es el maldito... el Caballero Rojo... allá afuera... haciendo trabajos del diablo ! Al
principio creí que estaba invocando a los espíritus. Gritaba tan alto que podría despertar a los muertos.
Pero cuando asomé la cabeza fuera de la ventana... - Edith hizo la señal de la cruz, sus manos temblorosas
-, vi a otra persona también. Estoy segura de que es un sacrificio humano, mi lady. Lo Juro! Y ese
impresentable de mi custodio no toma ninguna actitud!
- Sh! No puedo oír nada si continuas quejándote . - Después de ponerse una robe de prisa , Aisley se
aproximó a la ventana. La Luna pálida y distante iluminaba la figura viril de su marido. Para su total
sorpresa, él parecía estar atacando a alguien con la espada. Ansiosa, buscó algún ladrón o enemigo que
justificase la actitud de Piers, sin embargo no vio a nadie.
- No es nada, sólo algún tipo de entrenamiento - habló decidida. - Basta con que mi marido practique el
uso de la espada sobre un pedazo de madera para que vos juzgues que es el demonio en persona.
- Edith? Estás ahí? - Las dos mujeres giraron en dirección al sonido de la voz masculina y Aisley pronto
reconoció el acento de Willie. - Sal del cuarto de mi lady ahora y deja de se meterte en los asuntos del
barón!
- Estaría agradecida si me dejaras en paz, soldado de medio pelo ! Yo estaría mejor bajo la protección de
uno de los muchachos de la aldea - la criada respondió desdeñosa. Girando hacia Aisley, retomó la
conversación . - El barón estaba gritando cosas horribles. Maldiciendo y bramando.
Como para confirmar lo que la sierva había acabado de decir, la voz fuerte de Piers hizo eco en el silencio
de la noche.
- Cecil, cobarde impresentable! - Aunque las palabras sonaron altas, estaban tan mal articuladas que se
tornaban casi incomprensibles. - Dónde está mi vasallo? Mande a buscar Alan, porque quiero luchar con él!
No demoró mucho hasta Aisley entendió el motivo de esa palabras enojadas.
- Mi marido bebió mas allá de la cuenta. Es sólo eso . Nunca viste hombres borrachos, inclusive mis
hermanos?
- Estás segura que es sólo eso, mi lady? No sé ...
- Edith, si vos no salís de este cuarto ahora mismo , voy a entrar. Con su permiso , mi lady Willie gritó del
lado de afuera.
Por lo menos la criada tuvo el suficiente sentido común como para quedar desconcertada con su propia
insistencia y se disculpó.
- Está todo bien - Aisley respondió. - Está bien que me hayas despertado . Los Barullos provocados por los
borrachos son siempre horribles. - Lo que ella no dijo era que planeaba ir al encuentro de su marido. Para
qué dejar a la mujer preocupada respecto a su seguridad? Sacrificios humanos... qué gran tontería! -
Buenas noches. Por favor, sal antes que Willie tire la puerta abajo.
Edith protestó algo sobre soldados y hombres mayores en general y salió bufando.
- Por qué viniste a incomodar a la esposa del barón? - Aisley oyó a Willie indagar irritado.
La respuesta de la sierva quedó perdida al cerrar la puerta.
Pero no tenía importancia. Cosas mas urgentes precisaban de su atención inmediata. Ella se puso una capa
sobre la robe y corrió afuera del castillo. Para su completa sorpresa, no había un sólo guardia a la vista. Así
que pudo andar libremente. Aunque quería ir directo al encuentro de su marido , la visión de ese hombre
tan alto e imponente la hizo detenerse en el medio del camino .

Vistiendo una armadura, Piers era algo que quitaba el aliento , aún en la oscuridad.. Grande, bien
proporcionado, como una árbol sólido y altivo . A pesar de estar bebido, sus movimientos con la espada eran
elegantes. Pero estaba claro que el vino lo afectaba porque él parecía tener dificultad en acertar el blanco .
Aisley suspiró profundamente, admirando a su marido. El Caballero Rojo no podía ser comparado con otros
hombres en general. El poder que de él emanaba era algo infinitamente superior. Ya había asistido a
muchos torneos y había visto fabuloso guerreros sin embargo nadie la había afectado tanto.
Atónita, se dio cuenta que lo deseaba con pasión. Quería ser poseída allí mismo , en el suelo frío, bajo la luz
de la Luna, los labios calientes apretando los suyos, el cuerpo musculoso envolviéndola... Aisley tragó en
seco, buscando ignorar esas fantasías sensuales. Sólo podía estar bajo los efectos de la luna misterioso...
De cualquier manera su marido parecía estar demasiado bebido para entretenerse con juegos amorosos y
probablemente no aceptaría de buen grado sus atenciones. Pero, como esposa, tenía el deber y el
derecho de ayudarlo ahora. Lo que, en este caso, significaba llevarlo a la cama y asegurarse que los otros
habitantes del castillo no lo viesen en ese estado . En el momento en que abrió la boca para llamarlo, lo oyó
gritar:
- Ella me considera un medio hombre! - Piers rugió, agitando la espada peligrosamente.
Su marido se refería a ella? Pero como, si ella lo consideraba mucho mas hombre que cualquier otro? La
ferocidad de los golpes era tan terrible que Aisley dio un paso hacia atrás, percibiendo que Montmorency
estaba furioso, como nunca antes lo había visto .
Piers debió haberla oído moverse, porque inmediatamente se quedó quieto, o cuerpo rígido, a la espera...
- No es verdad! Ella está interesada en vos - respondió una voz. Aisley se dio cuenta que se trataba de Cecil
de pie a una distancia segura del barón. - Si al menos...
- Quédate quieto, idiota !
El modo ríspido en el que él le respondió al siervo renovó su coraje de enfrentarlo. Cuando los otros
medios fallaban, le cabía a ella tomar la situación en sus manos y resolverla.
- Ven a la cama, esposo - Aisley habló, dando un paso al frente.
Aunque ya hubiese sido testigo de la ira de su marido , no estaba preparada para la reacción de él. Piers se
dio vuelta , una figura enorme protegida por las sombras, un caballero negro en la oscuridad. Como un
ángel vengador, él sacudió la espada en el aire con suficiente fuerza como para arrancarle la cabeza a un
hombre. Aisley se dio cuenta que se no estaba a una distancia segura y que podría ser partida en dos.
- Aisley? - Montmorency indagó, la voz ronca y baja.
- Ven a la cama, Piers. Es muy tarde para ese tipo de entrenamiento .
El grito inesperado de dolor e ira que salió de ese pecho fuerte era tan angustiante que llegó al fondo de su
alma . Antes de que tuviese tiempo de tomar una actitud, Cecil se aproximó y prácticamente la arrastró
hacia adentro del castillo.
- Es mejor que vuelva a su cuarto ahora, mi lady.
Aún teniendo ganas de correr y de esconderse de su marido , Aisley sabía que no tendría coraje de hacerlo.
- No! Él parece estar herido - respondió, intentando librarse de la mano del siervo que la sujetaba por el
brazo, impidiéndole moverse. - Debo cuidar de Piers.
- No, mi lady. El barón sólo tomó demasiado vino. Sólo eso.
- Cecil, le exijo que me suelte y déjame ir con mi marido. Es una orden.
- No, mi lady. no puedo hacer eso. Mi lord me mataría si lo hiciese.
El siervo comenzó a caminar, llevándola por el brazo. Aisley miró hacia atrás a tiempo de ver a Piers
arrancar, con un único golpe, la parte alta de un poste de madera usado para el entrenamiento . Aún no
sabiendo el motivo, ella reconocía el poder de esa furia que pulsaba en la oscuridad de la noche como una
cosa viva. Aterrorizada, se soltó de la mano de Cecil y corrió hacia su cuarto, tan atontada que, casi no oyó
al criado murmurar:

- Eso lo mataría.

****
Aisley buscó evitarlo. Resolvió ir hasta la aldea por la mañana con el único objetivo de no almorzar en
compañía de su marido . Si tuviese el coraje de desafiarlo, se negaría a cenar en los aposentos principales
también. Sólo que no llegaría a tanto porque había visto la extensión de la ira de Montmorency. Una furia
tan grande que lo había transformado en un animal enloquecido. Jamas quería volver a presenciar una
escena como esa .
De todas las cosas atemorizantes que había oído decir sobre el Caballero Rojo, y eran muchas, nada se
comparaba a los excesos emocionales de anoche. Había sido una escena tan angustiante que Aisley se
sentía perturbada de una manera que no conseguía entender.
Había sido capaz de no prestar atención a los rumores que lo rodeaban y hasta había logrado evitar pensar
en la misteriosa habilidad de Cecil de estar en dos lugares al mismo tiempo. Sin embargo no había cómo
negar el temperamento terrible del Caballero Rojo.
Cuando finalmente lo encontrase , a la hora de la cena, tal vez esperaba encontrarlo mostrando los dientes
o rugiendo como un animal. Sin embargo lo descubrió protegido por las sombras; como siempre. Sin saber
qué actitud tomar, Aisley se sentó, hallando difícil reconciliar la figura inmóvil con la criatura descontrolada
de la noche anterior. Piers Montmorency era un hombre de muchas caras, un hombre a quien muy poco
conocía.
- Mi lady - él la saludó, en el tono seco que le era habitual.
- Cómo te sientes hoy, mi lord?
- Estoy bien.
- Pensé que estabas herido anoche Aisley habló lentamente. - Realmente te sientes bien ?
- A no ser por el dolor de cabeza que me mantuvo en la cama durante toda la mañana, me siento perfecto.
Aunque percibiese que su marido decía la verdad, el sarcasmo de la voz masculina no le pasó
desapercibido.
- Me alegra saberlo.
- Si ? - Montmorency indagó como si no creyese una sóla palabra.
- Si. Verte bien me da mucha alegría . Me Quedé preocupada. - Ella bajó los ojos, desconcertada. Aunque
estuviese segura que en esa oscuridad sería imposible verse el uno al otro, a veces tenía la sensación
inquietante de que la mirada de Piers era capaz de desnudar su alma.
De repente, dentro de todas los recuerdos de la noche anterior, una única visión ganó importancia. El
momento en que lo había visto blandiendo la espada en el aire. Alto, poderoso, elegante. Un hombre capaz
de despertar su deseo como ningún otro. Sin que lograse evitarlo , volvía a imaginarse siendo poseída
sobre la tierra húmeda, sintiéndolo moverse dentro suyo . Aprensiva por el rumbo de sus pensamientos,
bebió vino, a pesar de que su sed era de una cosa muy diferente. Continuaba hechizada?
- Siento mucho que hayas presenciado mi ... escena. Estoy demasiado crecido como para excederme en la
bebida como un adolescente imberbe, pero creo que me pasé de la cuenta anoche. - Piers hizo una pausa
como si le fuese difícil proseguir. Después continuó con firmeza. - Cecil me contó que vos estabas
determinada a venir en mi auxilio, a pesar de mi pésimo humor. Discúlpame si te ofendí.
- No, no precisas disculparte - ella se apresuró a responder, ansiosa por aclarar cualquier malentendido. El
Caballero Rojo disculpándose ? Ese hombre siempre acababa sorprendiéndola. - Sólo espero... - Nerviosa,
Aisley pasó la lengua por sus labios y decidió continuar . - Sólo espero que yo no haya sido la causa de tu
rabia... Sé que nosotros dos discutimos, pero odiaría pensar que... que vos te pondrías tan ... tan furioso
conmigo.

Era la pura verdad. La ira de su marido la había asustado mas de lo que le gustaría admitir. No soportaría
si semejante furia fuese dirigida a ella, especialmente después de la noche que habían compartido. Tal vez el
interludio romántico no hubiese significado nada para Piers, pero era una de las mas dulces recuerdos que
guardaba en su corazón. Un recuerdo de ser querida por el Caballero Rojo.
Piers permaneció en silencio durante algunos segundos, una tensión palpable emanando de su figura
inmóvil.
- No - murmuró finalmente. - No fue culpa tuya... Es mejor que olvidemos el incidente. Ahora hábleme
sobre tu día.
Aisley hizo lo que le fue pedido y mientras conversaban, consiguió relajarse. Los hombres se ponían fuera de
si cuando bebían y por lo tanto debían ser perdonados. Había visto a sus hermanos bebidos, cometer
desatinos también. Sin embargo nada se comparaba con la furia del Caballero Rojo. Por lo menos había
servido para hacerla pensar que su marido era capaz de emociones mucho mas fuertes que las que había
demostrado hasta ese momento.
De repente un pensamiento se le ocurrió. Si ese hombre podía odiar con tanta intensidad, que se podía
decir de otros sentimientos? Amor, por ejemplo? Podría el Caballero Rojo amar a una mujer con igual ardor?
Temblorosa, Aisley intentó imaginarse como sería ser amada por su marido, no sólo ser abrazada y
acariciada, sino amada en el sentido mas profundo del término, en cuerpo y alma.. La fuerza de tal pasión
debía ser algo atemorizante...
Irritada consigo misma por pensar y creer tantas tonterías, ella tomó el resto del vino y colocó la copa sobre
la mesa. Nunca en su vida había buscado el afecto de nadie , ni siquiera de su padre. Si pretendía
conquistar el corazón de ese caballero, gigantesco y misterioso, debía estar loca... o hechizada. Mas allá de
todo , las demostraciones de afecto de cualquier tipo siempre la habían hecho sentir incómoda . Por qué,
entonces, ansiar las atenciones de un hombre peligroso como el barón?
- Me Gusta su perfume - Piers dijo de repente. Ambar, verdad?
- Si - ella respondió ruborizándose . - También me gusta tu olor. - Percibiendo que había ido muy lejos con
su comentario, Aisley deseó volver atrás. Pero su marido no se rió de ella.
- Gracias. - La voz de Piers sonó baja y ronca , haciéndola estremecer. Tal vez Montmorency fuese un
animal salvaje o una criatura de las sombras. Sin embargo no conseguía olvidarse de cómo él la había
besado y acariciado en esa noche mágica y de cómo continuaba deseándolo.
- Podrías cantar para mí hoy?
- Si, claro. - Aisley se levantó y escogió las baladas preferidas de su marido para cantar.
Al terminar, sólo conseguía pensar en cómo las palabras de amor parecían potentes y reales en el
silencio y en la penumbra de esos aposentos.
- Bello - Piers murmuró. - Cantas como un ángel, Aisley mi flor.
Atontada por el elogio, ella no sabía cómo reaccionar. Quería poder poner en palabras las emociones que la
sacudían por dentro.
- Gracias - habló finalmente.
- Ya es tarde. Puedes irte ahora.
Después del elogio cariñoso, ser dispensada tan fríamente la tomó de sorpresa. Algún día podría
comprender al Caballero Rojo? Temblando de la cabeza a los pies, decidió que no quería dejarlo.
- Espera - ella dijo en un impulso. Extendiendo el brazo, buscó la mano de su marido ,el o contacto de sus
pieles la erizó.
- Si?.
- Yo quería saber... Vendrás a mi cuarto esta noche, mi lord? - Con el rostro enrojecido , Aisley aguardó la
respuesta. Y si él la rechazase, o si se pusiese furioso...? Oh, Dios, no sabría qué hacer.
Un silencio pesado cayó sobre el cuarto.

- Quieres mi compañía? - Piers indagó finalmente.
- Si, quiero.
Con un gemido ronco, Montmorency se levantó y cruzó el espacio que los separaba con un solo paso .
Entonces la tomó en sus brazos como si levantase una pluma.
- Pues entonces me tendrás.
Enlazándolo por el cuello, Aisley sintió los labios masculinos se cerrarse sobre los suyos . Abrazándola fuerte,
Piers la depositó sobre la enorme cama matrimonial y cerró las cortinas con una de las manos mientras la
otra buscaba librarla de las ropas con impaciencia.
En la oscuridad total, Aisley nada podía divisar. Sólo Podía acomodarse bajo el peso del cuerpo viril y
aceptar la lengua que buscaba la suya ávidamente.
Allí estaba la felicidad...
Piers cerró los ojos y sintió el dolor diminuir un poco mientras el deseo superaba cualquier malestar físico.
En cuestión de segundos nada mas importaba a no ser a mujer en sus brazos y el calor que crecía en su
miembro enloqueciéndolo. Aisley era tan pequeña, tan delicada, que debía tener cuidado de ir lentamente.
Había sido eso lo que había hecho en la primer noche, aunque hubiese sido difícil contener la pasión, pero
hoy...
Hoy Piers la deseaba mas de lo que jamas había querido algo en su vida. Quería enterrarse dentro de ella
hasta que nada mas existiese en el mundo, excepto Aisley y su dulce y estrecha femineidad. Por un largo
instante él permaneció inmóvil, los labios posados en el cuello blanco y suave .
- Todavía deseas mis atenciones?
- Si - ella susurró jadeante. - Si. Te esperé anoche.... Y te deseó , aquí y ahora , delante de la chimenea,
sobre la alfombra, de cualquier manera...
La única respuesta de Piers fue un gemido de placer al colocarse sobre su mujer con una pasión que
bordeaba la desesperación, una pasión que igualaba en intensidad a la furia provocada por la bebida. Ah,
si, Aisley pensó , todo en Piers Montmorency era tormentoso cuando fluía libremente. Tanto la pasión como
el odio.
Cuando él rasgó su vestido, en la desesperación de poseerla, Aisley vaciló algunos segundos, asustada con
el ímpetu de su marido . Pero después , disfrutó de ese acto sensual, entregándose a un total abandono,
correspondiendo a las caricias con la misma osadía. Nunca había pensado que sería capaz de arrancarle la
túnica a Piers, de morder su carne firme o de sujetar su miembro pulsante en sus manos mientras lo oía
murmurar su nombre . Nunca se había imaginado que perdería el control y que gritaría ese placer infinito...
como una mujer enloquecida.
- Por qué te llaman el Caballero Rojo? - Aisley indagó bajito, enroscada al lado de su marido en la enorme
cama matrimonial , su cuerpo y su mente saciados después de haber hecho amor salvajemente.
Piers suspiró profundamente y por un momento ella creyó que su pregunta quedaría sin respuesta. Pero
entonces él decidió hablar, su voz baja viniendo de la oscuridad.
- Fue hace mucho tiempo atrás, cuando luché por primera vez al lado de Edward en las Cruzadas. Debido a
un serio incidente, quedé cubierto de sangre de la cabeza los pies.
Aunque poca de esa sangre fuese mía , mis enemigos quedaron impresionados con el hecho de que yo
pudiera continuar luchando estando gravemente herido y habiendo perdido tanta sangre y pasaron a
llamarme el Sangriento Caballero Rojo. Así comenzaron los rumores sobre brujería también. Decían que
solamente un maestro de la magia negra podría sobrevivir a heridas tan serias. Claro que Edward halló la
situación muy divertida y resolvió llamarme el Caballero Rojo. Lo que fue imitado por todos.
- Y vos continuaste luchando y tu su reputación creciendo.

- Si. - Piers acarició los cabellos de su esposa con tanta delicadeza, que ella se apretó todavía mas a su
pecho fuerte. - Hoy me doy cuenta que no fue una actitud sana. Una reputación construida sobre la creencia
de la inmortalidad sólo sirve para que otros decidan desafiarte.
- Quieres decir que muchos intentaron matarte ?
- Si, muchos intentaron matarme.
- Pero vos continuaste luchando hasta...
- Hasta que Edward me dio Dunmurrow - él respondió después de una breve vacilación.
Aisley esperó que su marido continuase, sin embargo Pires permaneció en silencio, alisando los cabellos de
ella.
- Entonces viniste para acá y te encerraste , dejando el mundo del lado de afuera.
- Aparentemente las cerraduras no eran suficientemente fuertes - Montmorency murmuró, deslizando sus
manos por las piernas bien torneadas de su mujer -, porque una doncella linda y menuda, a quien el
Caballero Rojo no le causaba el menor miedo, entró en mi castillo y me tomó como marido.
Gentilmente, Piers sujetó uno de los pies de su esposa en sus manos.
- Tus pies son tan pequeños y delicados, querida. - El besó uno a uno los dedos.
Aisley rió . Satisfecho con la reacción femenina, Montmorency pasó a acariciar la planta de los pies con
masajes lentos y firmes. Ella se reía descontroladamente mientras intentaba desprenderse de las manos que
la sujetaban.
- Para ! Para ! Qué estás haciendo?
- Te estoy haciendo cosquillas, esposa - Piers respondió sorprendido. - Nunca nadie te hizo cosquillas antes?
- No.
- Tus hermanos no acostumbraban a hacerte cosquillas?
- No. Nunca fuimos muy íntimos - ella habló bajito, intentando encontrar las palabras adecuadas para
explicar la relación distante que siempre había mantenido con su familia. - Claro que yo los amaba... - Sólo
que ellos jamas jugaron conmigo, o me hicieron reír, o me abrazaban... - Los dos eran bastante mayores
que yo y estaban demasiado ocupados con sus tareas para darle importancia a esas tonterías.
- Pues si yo hubiese tenido una hermana como vos, tan bella e inteligente, apuesto que habría sido terrible.
Aisley sintió un aprieto en su corazón al pensar que había llegado a planear la anulación de su matrimonio
bajo la alegación de un parentesco entre ella y su marido.
- Estoy feliz de que no seas mi hermano.
- Coincido plenamente. No sería normal sentir este tipo de deseo por una hermana . Él la besó en el cuello
y acarició sus pechos firmes con reverencia. - Jamas experimenté un deseo así, unas ganas incontrolable
de hacerte el amor otra vez, otra vez y otra vez... No tengo dudas de que me has hechizado , querida.
- Por favor, no bromees con esas cosas! Antes que Aisley hubiese tenido tiempo de hablar sobre las
sospechas que la atormentaban sobre la oscuridad constante de sus aposentos y el comportamiento
misterioso de Cecil, los labios de Piers se cerraron sobre los suyos con avidez, la lengua ardiente explorando,
succionando, lamiendo...
Al sentir sus senos excitados encontrar su pecho ancho, Aisley gimió bajito y abrió sus piernas para recibir
el miembro erecto.
Con cada nueva envestida, ella pedía mas y mas... ansiando la descarga orgásmica de la presión en su
vientre .
Cuando pensó que ya no podía soportar tanto placer, Piers deslizó la mano entre los cuerpos de ambos y
comenzó a masajear el botón de su femineidad a un ritmo creciente. Enloquecida de pasión, Aisley tiró a
cabeza hacia atrás y gritó alto, enterrando sus uñas en la espalda de su marido mientras espasmos
violentos sacudían su cuerpo .

Piers continuó con las envestidas, mas rápidamente y mas profundamente , hasta hacerla alcanzar el climax
otra vez. Sólo él eyaculó , su cuerpo musculoso estremeciendo, su voz ronca cortando el silencio del
cuarto con un grito de agonía.
- Ah, querida, eres salvaje . Quién habría sospechado que mi esposa tan delicada y devota, pudiese ser tan
pasional ?
Aisley lo abrazó con fuerza, experimentando una oleada de sentimientos que jamas se había creído capaz
de sentir. Todo sería perfecto si no fuese por la confusión y la extrañeza que cada tanto la atormentaban.
Y esa inquietud sólo desaparecía por completo cuando las manos de su marido la tocaban...
- Piers... - ella comenzó un tanto vacilante, todavía atontada por los momentos de intensa pasión. Los
rumores sobre tu pacto con el diablo son infundados?
Inmediatamente él se puso tenso, como si percibiese algo escondido detrás de esas palabras inofensivas.
- Por qué? Quieres decir que he usado alguna brujería con vos ? Que estás bajo los efectos de un
encantamiento? Qué te hice beber alguna poción mágicas?
- No, no es eso. Es que yo ... Es que me siento como si hubiese sido hechizada!
Montmorency tiró su cabeza hacia atrás y se rió con ganas .
- Por el amor de Dios, mujer. Pensé que te negabas a creer en esas tonterías!
- Claro que no lo creo ! - Aisley protestó con vehemencia, ruborizándose hasta la raíz de los cabellos. - Yo
sólo me imaginé... - En una demostración de coraje, resolvió abordar aquello que la incomodaba. - Qué me
dices de Cecil, entonces? O vos no sabes que ese hombre puede estar en dos lugares al mismo tiempo?
Piers continuó riéndose , esta vez todavía mas fuerte , hasta que Aisley, irritada con su comportamiento
inexplicable de su marido , intervino.
- No consigo entender cual es la gracia- habló con mal humor, intentando apartarse.
- Cecil! - Piers llamó en voz alta, pareciendo divertirse enormemente. Antes que el criado llegase, ella
cubrió a ambos con la sabana , aún sabiendo que en esa oscuridad sería imposible ser visibles. Sin embargo
no quedaría sorprendida si los poderes de Cecil incluyesen la visión nocturna como los gatos.
- Si, mi lord - el criado respondió.
Oh, Dios, el hombre habría estado escuchando la conversación detrás de la puerta?
- Ve a buscar a tu hermano.
- Si, mi lord.
- Ponte tu vestido ahora . Así estarás decente, para recibir a mis siervos.
Irritada con la risa de su marido , Aisley se levantó rápidamente y comenzó a buscar sus ropas esparcidas
por el piso. No era una tarea fácil, debido a la total falta de iluminación. Impaciente, acabó olvidándose de
la presencia de los perros. Pero Piers no.
- Castor! Pollux! Apártense - él ordenó cuando los animales comenzaron a gruñir amenazadoramente. En el
mismo instante los perros obedecieron y fueron a acostarse al lado opuesto del cuarto.
Cuando Cecil volvió, Aisley ya estaba vestida y sentada a la mesa, aguardándolo.
- Vayan junto a la chimenea - Piers ordenó, sin salir de la cama.
Sorprendida, Aisley observó que dos hombres se movían al mismo tiempo. Ambos eran bajos, de mediana
edad, de cabellos castaños, rostros serios y bastante parecidos. Mucho mas que eso. Idénticos, sería la
palabra adecuada.
- Díganle a mi lady vuestros nombres .
- Cecil - respondieron a la vez.
- Ustedes son gemelos - ella murmuró atónita.
- Si, mi lady - uno de ellos respondió. El otro sacudió la cabeza concordando.
- Pero ... y sus nombres? - Aisley insistió confundida.

- Nuestra madre decía que sólo había escogido un nombre masculino cuando había quedado embarazada,
por lo tanto tendría que servir para ambos - uno de los criados explicó.
- Pueden salir ahora; ambos - Piers habló, y Aisley suspiró aliviada. Cómo había podido ser tan idiota como
para dejarse influenciar por las historias absurdas de Edith? No era extraño que Montmorency se riera de
ella .
- Vuelve a la cama, esposa.
La voz ronca de su marido tenía el poder de estremecerla de la cabeza a los pies. La única cosa que la
angustiaba era que él no pasaba de ser una voz sin imagen , una voz en la oscuridad, mas allá del débil
alcance de la luz del fuego, una forma escondida por las sombras, un enigma... un caballero de la noche.
- Pero yo... acabo de vestirme - ella murmuró, su respiración jadeante. Oh, Dios, quién era ese hombre ?
Cómo él había logrado dominarla tanto, al ..punto de dejarla casi sin poder de decisión?
- Ven a la cama y no tengas miedo. No voy a tomarte de nuevo esta noche querida Estás muy dolorida?
Con el rostro ardiendo de pudor , Aisley acordó con un breve asentimiento con la cabeza. Sin embargo, por
mas que su mente intentase encontrar excusas que la hiciesen desear volver a su propio cuarto, lleno de
velas y de claridad, su corazón sólo quería volver a los brazos de su marido , aunque eso significase elegir
las sombras.
- No, no estoy dolorida.
- Entonces ven.
Atraída irresistiblemente por el sonido de esa voz, Aisley caminó hacia la cama protegida por la oscuridad.
Sintió la mano de Piers cerrarse alrededor de su muñeca y empujarla con firmeza. Al darse cuenta de lo que
su marido tenía en mente, intentó apartarse, o por lo menos, obligarlo a detenerse .
- Piers, no! - ella gritó. Sin embargo sus palabras no habían tenido el menor efecto. Decidido, Montmorency
se libró de los zapatos y comenzó a hacerle cosquillas sin piedad. - Por favor! Por favor, para! - Largos
segundos habían pasado antes que su pedido fuese atendido. - Por qué me torturas, malvado?
- Porque me gusta oírte reír. Tu risa es cristalina como el agua de un arroyo. - Todavía jadeante e
inspirando el aire a borbotones, Aisley se sentía muy débil como para protestar cuando Piers le quitó el
vestido en un movimiento rápido y preciso. Al sentir las manos fuertes encontrar su piel desnuda, ella se
estremeció , cada centímetro de su cuerpo pulsando con vida y deseo.
- Por qué te gusta oírme reír?
- Porque tu risa me alivia, me conforta, me da paz - Montmorency respondió, Respetando la palabra dada, él
no intentó tomarla otra vez. Simplemente la mantuvo bien apretada contra su pecho, los brazos musculosos
formaron un nido caliente y protector. Sin entender bien por qué, Aisley experimentó una felicidad tan
grande que deseó permanecer allí para siempre. En silencio, inmóvil, sólo sintiendo la presencia de su
marido como una extensión de su propio cuerpo.
- Vos me reconfortas , Aisley - Piers habló bajito, abrazándola con tanta fuerza que por un momento ella
creyó que no conseguiría respirar.

CAPITULO DIEZ

Aisley quería dormir con él. Acurrucada al lado de su marido , apoyada en uno de los brazos fuertes,
oyendo el sonido de su respiración regular, se sentía feliz. Esa proximidad era diferente a todo lo que
jamas había experimentado antes. Extraña si, sin embargo, por primera vez, no pensaba en huir o evitar sus
sentimientos. Inspirando el perfume de esa piel caliente, sólo quería permanecer junto a ese cuerpo viril
para siempre. No conseguía entender por qué encontraba tanto alivio junto al Caballero Rojo. Pero el hecho
era que él le transmitía calor, protección y la hacía sentirse... deseada.

Inmersa en la oscuridad., conseguía hasta imaginarse que se trataba de un matrimonio normal, tal vez
hasta mejor que el de la mayoría, porque ambos parecían interesarse uno en el otro, algo raro en las
uniones entre nobles. Aisley tenía consciencia de su afecto en relación a Piers y , a pesar de la hostilidad
inicial, creía que él le dedicaba alguna consideración. Por lo menos era lo que podía entrever en los
momentos de pasión.
Allí terminaba la pretensión de normalidad, pues la esposa nunca había logrado ver a su propio marido a la
luz del día o a la luz de las velas ...
Por mas que intentase visualizarlo, la tarea se mostraba imposible. Aunque hubiese / recorrido los contornos
del rostro de él con las puntas de los dedos, no era artista y no podía imaginarse la realidad a partir del
contacto táctil . Serían los cabellos de Piers negros como la noche, castaños o rojizos, para hacer justicia a su
título de Caballero Rojo ? Oh, Dios, cómo le gustaría saber...
- Querida... - la voz de su marido , baja y profunda, desvió el rumbo de sus pensamientos. Él la besó en la
frente , haciéndola sonreír y acurrucarse contra su pecho . Ese hombre nunca la dejaría descansar? Aún
exhausta, sabía muy bien que podría ser fácilmente persuadida de entregarse a los placeres del sexo otra
vez... y otra vez. - Se Está haciendo tarde. Es mejor que vayas a tu cuarto ahora.
Aisley abrió los ojos sorprendida, a pesar de no ser posible divisar nada mas allá de oscuridad. Entonces él la
estaba despidiendo ? No podía pasar la noche allí ? Los sentimientos maravillosos que crecían en su corazón
quedaron reducidos a polvo. Inmediatamente se levantó y buscó su vestido. Cuando no consiguió
encontrarlo, maldijo en voz baja . O sería un sollozo?
- Aisley, querida...
El tratamiento cariñoso sólo le provocó desdén. La palabra tierna no tenía la menor importancia. Después
de todo cuál era el motivo de ser llevada a la cama como una prostituta, a quien se le paga por un
momento de placer con algunas monedas de plata? Aferrada a un resto de dignidad que le quedaba ,
continuó buscando sus ropas, las manos temblado incontrolablemente. Pies la sujetó las muñecas e intentó
abrazarla. Sin embargo ella se negó a aceptar el contacto y dio un paso hacia atrás, tropezando con los
perros.
- Mierda ! - Sintiéndose al borde de un ataque de nervios, Aisley ya estaba dispuesta a salir de los
aposentos de su marido envuelta en una manta cuando él le entregó sus ropas. En cuestión de segundos,
se vistió y estuvo lista para irse.
- Aisley... tus zapatos.
Montmorency se estaba burlando de ella? Cómo había podido imaginarse que ese hombre arrogante le podía
dedicar un poco de afecto? Oh, Dios, sólo quería desaparecer y olvidarse de lo que había sucedido en esa
cama .
- Buenas noches, esposa. Duerme bien.
Furiosa, ella tuvo ganas de azotar la puerta con fuerza. No lo hizo sólo porque la puerta era demasiado
pesada y uno de los Cecil aguardaba del lado de afuera. El criado la acompañó hasta su cuarto sin
decir una sola palabra. De repente su propia cama le pareció enorme, vacía y solitaria. Sería una larga noche.
Cómo podría dormir bien ?
A la mañana siguiente, mientras Edith la ayudaba a vestirse, Aisley buscaba convencerse de que precisaba
actuar de manera mas sensata. Tal vez hasta estuviese perdiendo la razón. Se Descubría ansiosa por
meterse en la cama del Caballero Rojo y reticente a la hora de dejarlo. Había pasado su vida entera
esquivando los sentimientos y protegiendo su corazón. Por qué ahora se sentía impelida a entregárselo en
bandeja a su marido?
Todavía sentía el perfume de Piers impregnado en su piel, su cuerpo marcado por la noche de amor. Si
resolviese tomar un baño a esa hora de la mañana, para librarse de esos recuerdos, Edith acabaría

sospechando y comenzaría con el sermón de que el Caballero Rojo la había hechizado para llevarla a su
cama.
Ella miró a la sierva llena de reservas, esperando el momento de ser acusada de participar, como cómplice,
de ceremonias de magia negra. Pero, para su completa sorpresa, Edith no estaba le prestando la mas
mínima atención. En vez de quejarse sobre la vida en Dunmurrow, como era su costumbre, la criada se
mantenía ocupada trenzando los cabellos de su ama mientras... canturreaba.
Con una puntada de envidia , Aisley concluyó que algo especial debía haber acontecido. De repente se sintió
mas sola que nunca. Estaba tan acostumbrada a defender a su marido de los ataques de la criada que
ahora se preguntaba de quién tendría que defenderlo?
- Descubrí cómo Cecil puede estar en varios lugares al mismo tiempo.
- Verdad? - Edith indagó sin mucho interés, volviendo a tararear una melodía diferente a la anterior.
- Si. Él no es un hombre, sino dos. Son gemelos - ella anunció, aguardando la reacción de la otra. Para su
decepción, la expresión del rostro de la sierva continuó inalterada.
- En Serio? Entonces no es de extrañar que él haga todo el trabajo . O tal vez no hagan nada, con la excusa
de ser dos.
Aisley la miró atentamente, atónita con la sonrisa estampada en el rostro de Edith y con sus palabras
despreocupadas. Había esperado asombro, discusión, comentarios sobre la magia negra que se llevaba a
cabo en Dunmurrow. Pero no estaba preparada para que la criada aceptase sus explicaciones con una
tranquilidad casi indiferente.
- Muy bien, mi lady, terminé de trenzar tus cabellos. Estás muy linda esta mañana. Vas a precisar algo mas
de mí ?
Ela sacudió la cabeza negando . Hasta parecía que quien estaba hechizada era Edith...
Determinada a no pasar el día entero alimentando pensamientos que involucrasen a su marido, Aisley se
sumergió en el trabajo, sin embargo, por mas que intentase, no conseguía parar de pensar en él .
Ansiaba el contacto de esas manos fuertes , el sonido de la voz baja y sensual. Sin embargo no eran sólo
los momentos de pasión carnal lo que la perturbaba. También extrañaba su ternura, sus cosquillas, la
seguridad ofrecida por su abrazo.
Tal vez Piers la hubiese hechizado y ya no poseía fuerza de voluntad . No, no era verdad. Tenía fuerza de
voluntad , sólo que estaba debilitada. Cómo volver a ser quien era? La mujer independiente y segura?
Ahora mas que nunca estaba segura de que los rumores acerca del Caballero Rojo no tenían el menor
fundamento, principalmente después de descubrir que Cecil no pasaba de ser un mortal mas. O mas bien ,
dos.
Aunque Aisley dudase que Piers tuviera poderes especiales para encantarla, no podía negar que sentía algo
especial por él, algo que la hacía entregarse sin ninguna vacilación o pudor. Sin embargo, a la luz del día,
algunas certezas la amargaban de forma profunda. Después de todo no había aprendido , tiempos atrás,
que no valía la pena ansiar la proximidad de alguien? Después de todos esos años, todavía era difícil lidiar
con el rechazo. En particular ahora, cuando había conocido la mas deliciosa intimidad en los brazos del
Caballero Rojo.
Ella intentaba convencerse de que nunca había deseado o precisado de nadie . Por qué, entonces , se
sentía atraída por su marido, una figura extraña y misteriosa que se empeñaba en mantenerse escondido
en las sombras? El hecho era que se sentía impotente ante su propio destino y eso la perturbaba
profundamente. Piers no le salía de su mente , impidiéndole vivir en paz, y de repente sólo quería ser
indiferente a la relación con su marido, como siempre había sido con otros hombres.
Abandonando sus tareas en un impulso, Aisley fue hasta la cocina. Quien sabe un poco de compañía antes
del almuerzo no le quitaría ese mal humor? Glenna la recibió con placer.
- Gracias por haber cuidado tan bien de la quemadura de Moira. Está cicatrizando perfectamente .

Aisley sonrió, sin embargo las palabras de la cocinera la habían dejado inquieta. Había sido solamente unos
días atrás que se había imaginado si Pies no tendría alguna quemadura que lo desfigurase, y que lo
obligase a permanecer en las sombras? Ahora estaba segura de que ese no era el caso. No había nada malo
en su marido. Sólo que no conseguía entender por que él permanecía encerrado en la oscuridad.
Otra vez las viejas sospechas la asaltaron. El había afirmado que los rumores no tenían fundamento y
había llegado a reírse de sus preocupaciones. Pero quien, en sano juicio , admitiría adherir a la práctica de la
magia negra?
- Es bueno tener una lady en Dunmurrow que conozca el arte de curar - la cocinera habló agradecida.
- Estoy de acuerdo - agregó una voz masculina. - Yo confío mas en mi lady que en la curandera de la aldea,
Aisley reconoció al muchacho que la había acompañado tocando la flauta la primera vez que había cantado
para el barón Montmorency. Thomas era su nombre .
- Te Estás refiriendo a la viuda Nebbs? Glenna indagó al recién llegado.
- S. Yo preferiría cuidar de mí mismo que aceptar el consejo de esa mujer.
- La viuda Nebbs es muy sabia. Está vieja ahora y raramente se dedica al arte de curar, sin embargo tiene
un grande conocimiento sobre hierbas.
- Hum... Pociones de amor y cosas parecidas - el muchacho desdeñó.
- No es bueno despreciar a tus mayores - Glenna aconsejó en un tono maternal. Thomas no dijo mas nada
mientras Aisley volvía al salón, pensativa.
La Viuda Nebbs. Ya había oído hablar de la curandera de la aldea antes y . había llegado a planear visitarla
para intercambiar algunas recetas respecto al preparado de hierbas. Como cualquier otra mujer con sus
habilidades, la viuda acostumbraba a ser vista por los aldeanos tanto como una santa como una bruja,
dependiendo del resultado de los tratamientos prescritos, estaba claro. Ella se sentía inclinada a concordar
con Glenna. Personas como la viuda Nebbs solían saber mas de lo que dejaban traslucir, pues durante una
vida entera acumulaban conocimientos y hasta tal vez hasta utilizasen un poco de magia.
Magia. Aisley se irritó con sus propios pensamientos. Nunca había creído en semejante tontería antes. Y
jamas había sospechado que podría ser hechizada un día, en especial por alguien como el Caballero Rojo.
Quizás la viuda Nebbs sabría como romper ese encantamiento?
Edith entró en ese exacto momento, riéndose de algún comentario hecho por Willie y aunque se sentó al
lado de su ama, casi no le prestó atención. Perfecto, Aisley pensó aliviada. Señal de que la sierva se estaba
acostumbrando a la vida en Dunmurrow.
- Vas a necesitar de mí esta tarde ? Porque sino, Willie prometió llevarme a dar un pase por los campos. -
La criada se ruborizó intensamente y de repente Aisley se dio cuenta que ella parecía mucho mas joven... y
mas bonita también.
- No, no voy a precisar de vos. - Las ropas que planeaba coser podían quedar para otro día. Que Edith
aprovechase la tarde al aire libre.
- No quieres venir con nosotros , mi lady? - la mujer preguntó de repente. - te haría bien salir un poco a
respirar aire puro.
- No, pero gracias por la invitación.
El almuerzo transcurrió tranquilo, Edith y Willie intercambiando miradas sugestivas y riendo a causa de nada.
- Estás segura de que no quieres venir con nosotros
- la criada indagó preparándose para salir.
Aisley sonrió y sacudió la cabeza , mirándolos con benevolencia y comprensión.
- Entonces vamos, mi muchacha - Willie habló orgulloso. - Hay un paisaje muy bonito allá afuera que te
quiero mostrar.
Ella los observó caminar en la claridad mientras todo lo que le quedaba a ella eran los aposentos sombríos
de Dunmurrow. Aún así, sabía que si el Caballero Rojo la llamase, sería capaz de olvidarse de la luz del sol

para pasar el día entero en la cama, al lado de su marido . Sería que llegaría el día en que se aferraría a él de
tal forma que acabaría convirtiéndose en una criatura de la oscuridad también, en una sombra como Piers
Montmorency?

Aisley se estremeció asustada. Había deseado ser la esposa de él en todos los sentidos, pero ahora reconocía
el peligro de una intimidad total. El hecho era que había vivido mejor y mas tranquila antes, en un mundo
repleto de deberes y tareas que debían ser cumplidas y no así... atontada por deseos y ... emociones que
preferiría no sentir. Si al menos pudiese volver atrás en el tiempo! Cediendo a un impulso, se levantó, se
puso una capa pesada alrededor de los hombros y marchó hacia el establo. Era hora de hacer una visita a
la viuda Nebbs.
Dos de los guardias del castillo insistieron en acompañarla hasta la aldea; sin embargo al aproximarse a la
casa donde vivía la mujer mayor , les pidió que aguardasen a distancia. A pesar de intentar convencerse de
que era natural una visita a la viuda, ya que ambas conocían el uso de hierbas, no consiguió evitar el
nerviosismo al golpear la puerta.
Una voz firme y grave le ordenó entrar. Casi no era posible ver a causa de la penumbra espesa que reinaba
en la sala pequeña y por un instante Aisley creyó que estaba sola. Entonces sus ojos se adaptaron a la
ausencia de luz y pudo finalmente vislumbrar a una mujer menuda ocupándose de un caldero sobre el
fuego de la chimenea.
- Viuda Nebbs? Soy Aisley Montmorency. Le Traje un poco de queso y pan - ella dijo , colocando una cesta
sobre la mesa
- Entonces es la nueva lady del castillo. Venga mas cerca para que pueda verla mejor.
Tal vez fuese sólo un reflejo de la sensación extraña que la había acompañado todo el día , o tal vez
estuviese bajo los efectos de los rumores horrendos respecto al Caballero Rojo... pero el hecho era que
temblaba por dentro al aproximarse a la mujer mayor . Bien en lo profundo de su corazón, prefería
desaparecer de allí.
La viuda Nebbs era bastante anciana y tenía los cabellos completamente blancos. El rostro, marcado por
arrugas profundas, se mantenía bronceado y a pesar de la edad avanzada ella no aparentaba la menor
fragilidad.
- Entonces viene a tomar mi lugar?
- No, de ningún modo! - Aisley respondió rápidamente.
- Pues ya era hora, criatura. Estoy demasiado cansada para continuar cuidando de esas criaturas
desagradecidas. La vieja sonrió e hizo un gesto para que Aisley se sentase. Como no había ningún banco
a la vista, ella se sentó en el suelo piso de tierra apelmazada . Un aroma a ajo, albaca y azafrán llenaban el
aire . Aunque continuase moviendo el contenido del caldero con un palo , los ojos de la viuda Nebbs la
analizaban con interés, como si fuesen capaces de verle el alma. No se oía nada en la casucha , excepto el
crepitar de las llamas.
- Qué te aflige, hija?
- A mí ? - Tomada de sorpresa , Aisley no sabía cómo reaccionar. - Nada me aflige. Estoy bien.
La viuda rió bajito.
- Nadie me busca por nada. Qué quieres, criatura? Estás enferma ?
Estoy hechizada, ella tuvo ganas de decir. Per le faltó el coraje.
- Ah, entiendo. - La vieja continuó removiendo el caldero algunos segundos antes de volver a hablar. Como
una curandera que eres , debes saber que hay males para los cuales no existen curas.
- Si, lo sé . - El fuego la estaba poniendo somnolienta y era como si no hubiese dormido nada la noche
anterior, comenzaba a sentir dificultad para prestar atención a lo que la viuda Nebbs decía.

- Y, claro, en algunos casos la cura es peor que la enfermedad. Eso siempre acontece con los asuntos del
corazón...
Aisley inspiró profundamente, intentando permanecer alerta. Sobre qué estaba hablando la mujer ? Algo
sobre dolores en el hígado?
- Si al menos vos no luchases contra tus sentimientos, criatura. Pero puedo ver que eres temeraria. Son
tantas las personas a las que les gustaría poseer un amor tan grande. Ellos vienen a mí , pidiendo hechizos
y pociones capaces de conjurar un imitación pálida de aquello que vos tienes. Estás segura que no quieres
ese mismo amor?
Querer? Querer qué? Confusa y entorpecida por el sueño , ella dijo que si con la cabeza .
- Niña tonta. Voy a darte lo que quieres, sin embargo no te puedo asegurar que funcionará correctamente
. Existen cosas en este mundo, criatura, que simplemente tienen que ser, queramos o no queramos nosotros
los simples mortales. Pero cuidado, pues intentar cambiar el curso de los acontecimientos puede ser todavía
peor.
Aisley bostezó y levantó los ojos. Sorprendida, descubrió que la viuda Nebbs había desaparecido. Segundos
después , la vieja estaba de vuelta, trayendo un paquetito en las manos .
- Mezcla este polvo en un poco de cerveza o vino y bébelo todo. Tal vez pueda ayudarte . Ven a visitarme
cuando quieras , mi lady. Me Gustó mucho nuestra conversación .
Ella guardó el paquetito de hierbas en el cesto y se despidió, sintiéndose extrañamente desorientada. En
verdad no conseguía acordarse de casi nada de lo que había sido dicho en la casa porque el fuego había
estado tan agradable y su cansancio tan grande.
Sólo después de estar de vuelta en el castillo, y al colocar el cesto en la cocina, fue que se acordó del
paquete.
- Qué es esto, mi lady? - Glenna preguntó, tomándolo .
- Oh, fue la viuda Nebbs quien me lo dio.
- Es una de las pociones que ella acostumbra a preparar. Es para usted, mi lady?
- Si. - Por qué había resuelto traer ese paquetito con ella ? No conseguía acordarse. Glenna se ocupó de
preparar la cena mientras ella permanecía inmóvil, sintiendo los ojos de Cecil fijos en su espalda. Algo le
decía que las hierbas estaban relacionadas con Piers, aunque no tuviese mucho sentido.
Había decidido buscar a la viuda Nebbs con el único objetivo de discutir tratamientos, pero la visita había
acabado siendo tan extraña. Sería que se había adormecido en medio de la conversación?
Se acordaba de que quería librarse de los lazos que la unían a su marido, sin embargo no había llegado a
mencionarle eso a la viuda... O sería que si? Horrorizada, se dio cuenta que las hierbas tal vez tuviesen
el poder de romper el hechizo hecho por el Caballero Rojo.
Inmediatamente Aisley soltó el paquete, como si la tuviese quemando.
Tonterías. Era una mujer inteligente e ilustrada y por lo tanto incapaz de creer en pociones de amor y
cosas afines. Piers no era ningún brujo, Cecil y su hermano eran criaturas inofensivas y la curandera de la
aldea una señora anciana que no tenía cómo hacer desaparecer los lazos que la unían a su marido. Ella no
había mencionado nada de querer matar los sentimientos que sentía por Piers.
O si?
Sin saber qué pensar, Aisley se recostó en la pared de piedra, luchando por poner un poco de orden en su
caos interior. Claro que había quedado amargada con la manera en que Montmorency la había tratado la
noche anterior, cuando la había invitado a retirarse del cuarto. También debía admitir que el afecto que
sentía por su marido parecía dejarla... indefensa, una sensación de que no le gustaba ni un poco. En
cuanto a las otras sensaciones que él le hacía experimentar?
Se ruborizó intensamente , Aisley pensó en las cosas que Piers había hecho con su cuerpo... el placer
intenso que sentía cada vez que se entregaban al acto sexual . Cómo olvidar el calor de los brazos fuertes

que a protegían y la anidaban? Su voz profunda y agradable? Su humor fino e inteligente que matizaba sus
conversaciones? Realmente deseaba perder todo eso y volver a su vida tranquila, organizada y vacía de
antes?
El hecho era que Piers había despertado sus sentimientos mas profundos y por primera vez en la vida, se
sentía viva de verdad. No iba a arriesgar todo eso aceptando una poción de hierbas preparada por una vieja
curandera.
- Mi lady! - Aisley fue arrancada de sus pensamientos por la aparición repentina de uno de los Cecils. - Alan
envió algunos trabajadores para ayudarnos con las reparaciones del castillo y me gustaría saber dónde
debo alojarlos.
- Oh, si . Estoy segura de que encontraremos un lugar para alojarlos. - Con la atención focalizada en Cecil,
Aisley comenzó a caminar en dirección al salón principal y ni siquiera se dio cuenta cuando el paquetito de
hierbas cayó al piso. Glenna se apresuró a recogerlo, diciéndole a su ayudante:
- Esto es para mi lady. Mézclalo que le será servido en la cena.
Ella apenas podía contener su prisa por llegar a los aposentos de su marido . Aunque intentase
convencerse de que no gustaba atrasarse por una cuestión de educación, sabía que el pulso acelerado se
debía a motivos bastante diferentes. Piers la recibiría con placer? Harían el amor sobre la alfombra delante
de la chimenea o la llevaría a la cama donde harían el amor locamente ? Al entrar al cuarto de su marido ,
tenía dudas respecto a todo.
- Mi lady.
- Piers - ella respondió jadeante. Ansiosa, llevó la copa a sus labios, la garganta seca por el nerviosismo . El
vino estaba un tanto caliente y dulce esta noche, pero no tenía importancia, necesitaba aplacar la agitación
que la consumía.
- Fue un día largo sin vos, esposa.
Aisley se ruborizó, su cuerpo respondiendo a la voz baja y profunda de Montmorency. Era como una caricia
que le penetraba por la piel y le calentaba el alma. Sin embargo estaba dispuesta a no sucumbir al encanto
esa noche sin resistirse al menos un poquito.
- Fue una larga noche sin vos, marido.
Al oírlo reír, ella llevó la copa a los labios y tomó el resto del vino, buscando calmarse.
- El gusto del vino es extraño hoy, no lo crees?
- Si ? No me doy cuenta de nada cuando estoy en tu compañía.
Aisley sonrió, entregándose a la fascinación que su marido ejercía sobre sus sentidos. La bebida la había
calmado, así como el evidente buen humor de Piers. A pesar de haber estado irritada con él , ya se había
olvidado de todo y sólo conseguía pensar en la noche ardiente que tenían por delante. El le rasgaría la ropas
o la poseería con la ropa puesta , dominado por la urgencia de su deseo?
Ansiosa por tocarlo, se inclinó hacia adelante, sin embargo una sensación extraña la obligó a permanecer
quieta en su lugar. Con mucho esfuerzo, intentó sentarse erecta, aunque temblase de la cabeza a los pies.
- Aisley? - la voz de Piers parecía venir desde muy lejos y cuando ella se movió de nuevo fue como si sus
entrañas estuviesen ardiendo.
En cuestión de segundos Montmorency estaba a su lado, pero el contacto de esas manos fuertes daban la
impresión de quemarle la piel mientras la oscuridad de los aposentos enormes la engullía.
- No hagas eso - ella pidió jadeante, esforzándose por apartarlo con gestos frenéticos y descontrolados.
- Cecil! - Atendiendo inmediatamente al llamado del barón, el siervo entró al cuarto y la levantó del piso.
Mientras era cargada a su propio cuarto, Aisley oía la voz de su marido maldiciendo por lo bajo.
Ya estaba acostada en la cama y Edith le colocaba un paño húmedo en la frente para aliviar su calentura.
Pero no había nada capaz de aliviar las sensaciones terribles que parecían roerla por dentro. Cerrando los
ojos, Aisley se perdió en un laberinto oscuro y desprovisto de cualquier pensamiento coherente.

***
- Y entonces? - Piers apenas conseguía contener su impaciencia. Parecía que el criado había estado ausente
durante horas, dejándolo loco de preocupación.
- Ella no está nada bien , mi lord, sin embargo todo indica que se trata de un mal pasajero.
- Claro que será pasajero! No me hagas perder la calma con explicaciones que ni siquiera dignas de un
niño . Qué provocó esa indisposición?
- Glenna, la cocinera, dice que su esposa bebió una poción preparada por la curandera de la aldea. La
cocinera insiste que se trata de una especie de purgante que fue mezclado con el vino. Tampoco sabe decir
por cierto si su esposa pretendía o no tomar la infusión de hierbas. Tal vez todo haya sido un accidente.
- Un purgante? - Confuso, Piers se sentó en el borde de la cama. Por qué Aisley iba a buscar a una
curandera? Estaría enferma ? Pero anoche mismo ella le había parecido estar en perfecta condición .
Todavía se recordaba del ardor con el que ella había reaccionado a sus caricias...
Quien sabe a lo mejor era solamente una indisposición femenina... De repente un pensamiento terrible se le
ocurrió. Muchas mujeres acostumbran a tomar un tipo especial de purgante cuando querían librarse de un
embarazo indeseado .
- No! - Montmorency gritó, levantándose en un impulso. - Aisley no haría eso!
- Ella podría estar embarazada - Cecil habló, como si fuese capaz de leerle la mente al barón.
- Es posible. Pero mi mujer todavía no podría saberlo. Es demasiado pronto. - Oh, Dios, había sido sólo unos
días atrás que había tomado su virginidad.
- Su esposa podría tener miedo de que un hijo suyo fuese la encarnación del demonio...
- No! - La voz angustiada de Piers hizo eco en el cuarto silencioso. No era verdad, no podía ser verdad.
Aisley no temía al Caballero Rojo ni creía en las historias absurdas que se contaban. Por qué entonces iría a
pedir una poción a una curandera cualquiera para librarse de su hijo ?
- No! - Piers golpeó la pared con fuerza y no se dio cuenta que el criado había salido y por su mano corría
sangre.
***
- Vamos, vamos, mi lady - Edith habló bajito. - Vas a estar bien ahora. Ya vaciaste el estomago, pobrecita.
Vamos, bebe esto . Te Va a hacer pasar el dolor y podrás descansar.
Aisley sintió un líquido amargo siendo colocado en su boca y gimió.
- Tranquila, mi lady. Fue la infusión de hierbas que te provocó todo este malestar. Cómo fuiste a confiar en
una aldeana vieja e ignorante? Las curanderas son locas, o por lo menos la mayoría de ellas lo son . Ahora
descansa un poco, voy a quedarme a tu lado.
Aisley cerró los ojos, sintiendo sus miembros pesados. Sin embargo la cabeza le latía y el estomago le ardía,
dificultando la llegada del sueño. Pero cuando finalmente consiguió dormirse, sueños extraños y vívidos la
atormentaron, siempre girando en tomo al Caballero Rojo. Angustiada, acabó despertando abruptamente
para luego volver a dormirse.
De repente la atmósfera del cuarto cambió . Era como si el aire estuviese cargado de electricidad, como
acontece antes de una violenta tormenta . Aisley sintió la presencia de alguien a su lado, y no era Edith.
- Aquí, mi niña - la viuda Nebbs le decía en su sueño, el rostro arrugado, los ojos penetrantes, las manos
morenas sosteniendo un pequeño paquete. - Necesitas sólo mezclar un poco de este polvo en el vino de su
marido y quedaría libre de él para siempre.
- Qué estás diciendo? - ella preguntó confusa. Se había quedado dormida junto a la chimenea? - No
entendiendo nada.
- Estás entendiendo - la viuda confirmó sin vacilar. - Esto aquí es para tu marido, para el barón
Montmorency. Hazlo beber y él perderá el poder de hechizarte.

Aisley se encogió, horrorizada. La mujer le estaba diciendo que envenenara a Piers?
- Así quedaras libre, criatura. - Libre para volver a tu hogar, a tu antigua vida. Libre para administrar tu
propio castillo sin interferencias... o distracciones.
- Si, pero ...
- Sólo debes poner un poco de estas hierbas en la cerveza de tu marido.
Ela sacudió la cabeza , sus pensamientos volvían al alivio y al placer que había encontrado en esos brazos
fuertes . No le importaba lo que o quien Piers era. _ Jamas tendría coraje de matarlo. No puedo hacer eso
- murmuró desesperada.
- Niña tonta. No es preciso matarlo. Sólo usarás las hierbas para verte libre de él para siempre. Después de
todo no es eso lo que quieres? Tienes que decidirlo ahora - la viuda Nebbs insistió. - No es eso lo que
quieres?
- No! - Aisley gritó con todas sus fuerzas y se sentó en la cama. - Quiero a Piers!
- Estoy aquí. - La voz calma y profunda apartó la pesadilla. Entonces él la abrazó, haciéndola sentirse
segura, protegida... y querida.
Luego, antes del amanecer Aisley despertó. Inspirando profundamente, ella se sintió repentinamente bien .
Lentamente, abrió los ojos y reconoció su propio cuarto. Un brazo fuerte le rodeaba la cintura.
- Piers? - llamó bajito. Los recuerdos comenzaron a volver, después de las horas de total confusión.
Recordaba la visita a la viuda Nebbs, su vuelta a Dunmurrow, de haber cenado con Piers... y de las
pesadillas horribles.
La viuda le había dado una mezcla de hierbas , pero podía jurar que había arrojado el paquete. Por nada
en este mundo, por mas difícil y extraño que pudiese parecer, jamas tendría el coraje de desprenderse de
Piers.
Vacilante, deslizó sus dedos por el pecho masculino , queriendo tener certeza de que ese marido misterioso
continuaba vivo y respirando.
- Aisley? Te sientes bien ahora?
Ella asintió con la cabeza, demasiado conmovida como para confiar en su propia voz. Cómo había podido
ser tan idiota? Cómo había sido capaz de desear romper el encantamiento que los unía ? Ah, cómo deseaba
no si siquiera haber oído hablar de la viuda Nebbs.
- Por qué? - Piers preguntó en un tono ronco y emocionado.
Piers sabía toda la historia ? Se sentía avergonzada de haber buscado a la curandera y por su propia
debilidad y estupidez. Nunca debería haber traido el paquete al castillo porque de algún modo las hierbas
habían ido a parar a su estomago, poniendo en riesgo su salud, su paz de espíritu y la tregua con su
marido.
- Para qué servía esa poción ? - Estaba claro que Piers sería persistente en su búsqueda de explicaciones.
Aunque supiese que debía decir algo que justificase su actitud, Aisley no soportaría contarle la verdad. - Era
un purgante para librarte de nuestro hijo?
- Piers! - ella exclamó horrorizada. - Yo jamas, haría una cosa así ! - El hecho era que la idea de un hijo no
se le había pasado por la cabeza, a pesar de ser una consecuencia natural después de haberem estado
juntos...
Un bebé... Cómo sería el hijo del Caballero Rojo? El pensamiento le causó una serie de nuevas
preocupaciones, pero Aisley simplemente las ignoró. Había hecho una elección y era demasiado tarde para
volverse atrás, a su vida antigua, a su vida sin Piers Montmorency.
- Estás diciendo que estoy embarazada ?
- No. Todavía es demasiado pronto para saberlo , a menos que tu menstruación esté atrasada.
Aisley se ruborizó y bajó la cabeza.

- Pero podría estar embarazada , verdad ? Aunque es posible que este malestar haya... matado al bebé. Oh,
Piers, yo no quería tomar nada, lo juro! Fue todo tan extraño, como en un sueño... Fui a visitar a la viuda
Nebbs para conversar sobre tratmientos con hierbas y cuanto volví Glenna encontró un paquete de hierbas
dentro de la cesta. Se me cayó al piso y salí con Cecil para resolver un asunto. Glenna debe haber
presumido que yo ... Oh, Dios, no voy a soportarlo si le hice algún mal al bebé...
- Todavía es demasiado pronto para saberlo . - Piers la abrazó con fuerza, pareciendo aliviado.
Ella retribuyó el abrazo, jurándose a sí misma que su marido jamas sabría que esa poción tenía como
objetivo arrancarlo de su vida.
- Quieres...tener hijos?
- Si, claro - ella respondió acurrucándose contra su cuerpo fuerte.
- Entonces comenzarems a hacerlos cuando te sientas mejor. Voy a hacerte el amor tantas veces como
sea necesario para que mi semilla se plante firmemente en tu vientre .
La promesa apasionada la hizo estremecerse , confirmándole cuanto ese hombre la fascinaba. Era una
fascinación tan real que superaba cualquier hechizo o encantamiento.
- No vas a aceptar mas nada de la curandera de la aldea. Son mujeres ignorantes o algo peor todavía.
- No te preocupes, estoy curada.


CAPITULO ONCE

Cuando Aisley despertó, horas después , Piers ya se había retirado y ella se preguntó si todo había sido un
sueño o había ocurrido en realidad. Recordaba haber ido a visitar a la viuda Nebbs con la vaga esperanza
de romper el hechizo que la ligaba a su marido, pero no se recordaba haberle pedido ayuda a la
curandera. Sin embargo, la vieja realmente le había dado una mezcla de hierbas y había acabado
tomandoa infusión, para luego caer enferma . La poción había sido capaz de hacerla eliminar todo lo que
había en su cuerpo, excepto sus sentimientos por Montmorency.
Por lo tanto tales sentimientos permanecerían en su corazón pues no eran producto de la magia .
Finalmente Aisley comprendió que esa fascinación tenía causas naturales. Las emociones que sentía no
podían ser negadas o ignoradas. Tampoco eran una enfermedad para la cual se buscaba una cura.
Le gustase la idea o no, la verdad era que Pies le importaba y era mejor irse acostumbrando a ese hecho
pues estaba segura que esos sentimientos ..iban a crecer . Si al menos lograse ignorar las sombras que lo
rodeaban...
A la tarde, Aisley ya se sentía lo suficientemente bien como para demostrar impaciencia, aunque Edith no
a dejaba salir de la cama.
- Tengo ordenes estrictas de impedir que te canses .
A pesar del tedio, Aisley permaneció en la cama el día entero pero a la hora de cenar, intentó levantarse
para ir al encuentro de su marido .
- No, mi lady - Edith habló decidida, empujándola de vuelta sobre las almohadas. - Cecil me dijo que debía
impedir que pusiese los pies fuera de este cuarto hoy porque tu marido quiere que te cuides.
Edith ahora demostraba aprobación por una actitud del Caballero Rojo? Era es la misma mujer que tanto lo
temía al llegar a Dunrnurrow?
- Vamos bebe esto. Glenna preparó una sopa especial, bien liviana para tu estomago.
Irritada, Aisley comenzó a tomar la sopa. Claro que Piers no quería su compañía. Con seguridad todavía
debía estar enojado. Habría descubierto , a través de Glenna o de la propia viuda Nebbs, el verdadero
objetivo de la poción ?

Oh, Dios, sólo esperaba que ahora, después de haberlo aceptado con todo su corazón, él no le diese la
espalda.
- Quiero a mi marido. Quiero verlo ahora. Aisley entregó el plato vacío a la criada, sabiendo que
protestaría . Pero no tenía importancia. Necesitaba del alivio que sólo el Caballero Rojo era capaz de darle.
- Y lo verás . Voy a pedirle a Cecil que le transmita el recado. Puedo retirarme ahora, o vas a querer algo
mas?
Aisley sacudió la cabeza y dispensó a la sierva, no sin antes recomendarle que hablara con Cecil
inmediatamente . En verdad, si Edith fuese mas valiente, la mandaría a llevarle el recado al Caballero Rojo
personalmente.
- Edith! Por favor... apague todas as velas. E feche as cortinas da mi cama antes de salir.
Sola otra vez, sonrió al pensar en el último pedido a la criada: que apagara todas las velas . No precisaba
de la oscuridad para descansar sino para aguardar a su marido.
No fue necesario esperar mucho. Una leve corriente de aire, el ruido de las cortinas siendo abiertas y luego
una presencia grande y sólida dominó la oscuridad. Al extender la mano para tocarlo, Aisley se sorprendió
al percibir que Piers usaba una especie de robe, cuando en verdad prefería tenerlo desnudo en la cama.
- Me mandaste a llamar, esposa? - La voz profunda sonaba seria como siempre.
- Si . - Sería imaginación suya, o él la confortaría hasta el amanecer, abrazándola solamente? Esas
cambios repentinas de humor la dejaban confusa, sin saber qué pensar. Sin embargo se sentía incapaz de
experimentar cualquier sentimiento de rabia en relación a su marido . No después de darse cuenta de cuan
importante ese hombre era en su vida.
Pero saber que sus sentimientos por Piers no podían ser cambiados ni disminuidos la impactaba . Era
demasiado doloroso desear a alguien con semejante desesperación. No podía culparse por haber intentado
protegerse de la fuerza incontrolable de esa emoción. Pero siempre había sido una mujer valiente y estaba
dispuesta a enfrentar la situación. Aunque no pudiese alterar el deseo, conocía una manera de amenizarlo.
- Fue imaginación mía, Pies, o hoy a la mañana me prometiste darme hijos?
Siguiendo un impulso osado, Aisley deslizó la mano dentro de la robe de Piers. - Recuerdo perfectamente
que me prometiste plantar tu semilla dentro de mío... muy dentro mío.

Aún notando que el miembro masculino ya estaba erecto, ella continuó acariciándolo lentamente, de una
manera sensual y provocativa .. Montmorency permaneció inmóvil durante algunos segundos, tomado de
sorpresa por la actitud de su esposa. Entonces la tomó en sus brazos y cumplió su promesa .
Para su alivio, él no dijo una palabra sobre el malestar que había sufrido , sin embargo puso especial
atención en amarla con una delicadeza especial. Al despertar, a la mañana siguiente, Aisley no fue capaz de
reprimir la decepción al descubrirse sola. Sin embargo mejor así que ser invitada a retirar del cuarto de su
marido .
Dese modo quedó establecida una rutina. Durante el día ella dirigía el castillo, al anochecer cenaba en los
aposentos principales y en el silencio de cada da noche, hacía el amor con su marido. Aisley se decía que era
mas que suficiente . Su extraña experiencia con la viuda Nebbs había alejado cualquier pensamientos ligados
a la hechicería. Sin embargo continuaba preguntándose por qué motivo Piers se mantenía en la oscuridad y
porque nunca permanecía a su lado hasta el amanecer. Y como se dice popularmente , el fruto prohibido
es siempre el mas deseado...
Por algún tiempo se mantuvo satisfecha. Los preparativos para la Navidad la ocupaban bastante, evitando
que pensase en los misterios que rodeaban a su marido. O por lo menos retrasaba el momento de tomar
una actitud concreta.
Después de decidir el menú del día con Glenna, ella volvió al salón y se sentó en la mesa con la intención
de escribir una carta para su administrador en Belvry. Sin embargo pronto su concentración fue interrumpida

por la llegada de Edith, con Willie siguiendola . La criada se derretía en sonrisas mientras el soldado no daba
la impresión de estar muy satisfecho.
- Calma, mujer - él protestó ajustando la espada en la vaina. - Te dije que todavía no estaba listo para
descender. Qué idea es esa de salir corriendo sin la compañía de tu guardia personal?
- Tengo trabajo que hacer, William Gallway, y no puedo darme el lujo de pasar la mañana entera en la
cama, como ciertos soldados que conozco.
- Me estás llamando perezoso, mujer? - La sonrisa burlona le quitaba cualquier aspereza a sus palabras.
- A quien le quepa el sombrero ,que se lo ponga.
Aisley miraba a la sierva fascinada. Cuando habían llegado a Dunmurrow, la criada actuaba como quien
estuviese participando de un eterno funeral, pero ahora, hacía unos días , había vuelto a actuar de manera
natural y relajada. Además Edith realmente había cambiado. Rejuvenecida , sería la palabra mas adecuada
para describir el cambio .La relación con el custodio había ido mas allá del coqueteo?
La criada no había aparecido en su cuarto esa mañana, para ayudarla a vestirse. Y ella intentaba imaginarse
qué había atrasado a Edith...
- Calma , Edith - Willie le ordenó en un tono serio, - Creo que ya es hora de que aprendas quien es tu amo.
- Verdad?
- Si. Ahora siéntate y escucha lo que te voy a decir. Ya han pasado muchos años desde que uno de
nosotros estuvo casado y tal vez tengamos que refrescar la memoria para recordarnos como es que un
hombre y una mujer se relacionan.
- Pues a mí me parece que vos te acordas bastante bien de algunas partes.
- Bien, ah, si - él admitió. - Sin embargo hay ciertas cosas que vos pareces haber olvidado, como por
ejemplo, que una mujer debe siempre obedecer a su hombre. Sé que siempre has vivido sola y que acabaste
acostumbrándote a actuar independientemente sin embargo espero que a partir de ahora me obedezcas ,
porque ese es el modo natural de las cosas.
Curiosa, Aisley tentó divisar o rostro da criada, que conversaba a distancia con el soldado.
- Entonces quieres que yo te obedezca en todo?
Edith indagó con mucha calma.
- Si. - A pesar de la afirmación , Willie no parecía tan positivo como antes.
- Está bien .
Aisley casi se cayó de la silla al oír la respuesta de la criada. Había esperado una escena de discusión.
Willie no contuvo su satisfacción.
- Perfecto, así se habla. Me alegra saber que seas capaz de actuar con sentido común.
- Si el asunto está resuelto ,tengo algunos trabajos de costura que hacer para mi lady. - La sierva se
levantó y caminó en dirección a Aisley.
- Voy a coser la ropa ahora - Edith habló en voz alta y después diminuyó el tono de su voz, con una
expresión conspiratoria en su rostro simpático. - Siempre hay que dejarlos pensar que están en comando de
la situación y después una hace lo que le parece.
Con un guiño de ojo , Edith salió y Willie la siguió como un cachorrito ... feliz.
Por un momento Aisley experimentó una puntada de envidia de la relación entre el soldado y su sierva. Los
dos no se veían obligados a encontrarse solamente de noche, como amantes secretos, y podían estar
juntos a cualquier hora del día, haciendo público el afecto que los unía. Quería tanto que su matrimonio con
Montmorency pudiese ser así... Irritada con el rumbo de sus pensamientos, inmediatamente los censuró.
En verdad podía considerarse una mujer de suerte. Después de haberse casado con un hombre de quien
había oído hablar horrores, había acabado encontrando a alguien que la dejaba manejar la vida dentro del
castillo, además de ser un amante maravilloso en la cama. Por qué sentirse infeliz cuando había recibido
esos regalos inesperados?

Tal vez fuese mejor ignorar la oscuridad que la rodeaba y la curiosidad que le pesaba sobre los hombros
como un fardo. Aunque buscaba mantenerse su atención fija en la carta que pretendía escribir, las palabras
insistían en faltarle. Sólo conseguía pensar en su marido, en la luz del sol, en los aposentos sombríos.
Qué haría él todo el día ? No extrañaba cazar o entrenar a sus hombres? Claro que Piers debía haberse
dedicado a ese tipo de cosas hasta algún tiempo atrás , de hecho había participado de muchas batallas al
lado del rey. Qué lo había llevado a una vida tan solitaria? Tal vez un interés real por la magia negra? Eran
muchas las preguntas sin respuestas. Siempre había sido capaz de solucionar los problemas del día a día ,
aunque involucrasen cuestiones serias ligados a la administración del castillo, abordándolos de una manera
lógica. Pero el comportamiento bizarro del Caballero Rojo parecía desafiar la razón.
Cada vez que intentaba descubrir algún detalle de la vida de él , se sentía bloqueada. Cecil nunca decía
nada, Alan mantenía la boca cerrada y Piers se ponía como loco cada vez que ella tocaba el tema de su
exilio voluntario. Y si había algo que la irritaba mas que la oscuridad eran las explosiones de su marido . No
tenía la menor gana de atraer esa ira sobre sí misma.
Fue el paso de Cecil por el corredor que la trajo de vuelta a la realidad, haciéndola notar que el papel de
carta continuaba en blanco. Suspirando, se forzó a escribir rápidamente y al terminar vio que el otro Cecil
pasaba corriendo en dirección al depósito. Si los dos hermanos se habían ausentado, quién entonces estaría
custodiando al Caballero Rojo? Nadie. De repente Aisley experimentó un impulso incontrolable de dar una
ojeada.
Sin detenerse a reflexionar o considerar las consecuencias de sus actos, subió las escaleras que conducían a
los aposentos de Piers, una sensación de estar desafiando lo prohibido la dominaba a cada paso. Excepto
por los Cecils, no había una sola persona en el castillo que pudiese entrar en los dominios particulares del
lord de Dunmurrow. Los gemelos se encargaban de la limpieza y de atender cualquier orden, dándole a esa
tarea casi las 24 horas del día.
En su opinión, no había mucha necesidad de tanta seguridad. Después de todo quien se atrevería a
aproximarse al antro del Caballero Rojo? Aún los que obtenían permiso parecían reticentes en aceptar la
invitación.
Y entrar sin permiso era exactamente lo que ella pretendía hacer.
A pesar de que el sentido común le aconsejaba lo contrario, no conseguía contener su curiosidad. Allí estaba
una oportunidad de descubrir mas sobre su marido, observando sus aposentos a la luz del día. él estaría allí
? Encendería velas para aliviar el peso de las sombras? Tal vez lograse verlo, si la penumbra no fuese muy
densa. Ahora, si el cuarto estuviese vacío, podría buscar señales que revelasen detalles de la personalidad
del Caballero Rojo.
Al llegar junto a los aposentos, su corazón latía tanto en su pecho que daba la impresión de querer saltar por
su boca. Sin vacilar un segundo, abrió la puerta y entró. Sin embargo, para su decepción , ninguna
revelación le fue hecha.
Como de acostumbre, las sombras dominaban cada rincón y sólo el fuego de la chimenea rompía la
oscuridad total. El crepitar de las llamas era el único ruido audible. De repente algo tropezó con sus pies. Los
perros! Cómo había podido olvidarlos?
- Aisley? - Ella casi se desmayó al oír la voz de su marido , salida de la oscuridad como una amenaza. - Qué
pasa , esposa?
Aunque intentase juzgar el humor de Piers basándose en el tono de la voz, no lo logró. Su nerviosismo era
tal que le impedía razonar con claridad. Piers estaría muy irritado por la invasión inesperada?
- Puedo molestarte unos segundos? - Aisley preguntó avergonzada, todo su cuerpo temblando. - Escribí
una carta para mi administrador en Belvry... y me gustaría leértela para tu aprobación.
- Dónde está Cecil?

- Lo vi saliendo antes de venir para acá. - Ella creyó mejor no explicar por que había entrado de esa manera
precipitada, sin al menos golpear la puerta. - Pero si estás muy ocupado...
- No. Siéntate, por favor. - El tono seco de Montmorency dejaba claro que él sabía muy bien que la carta era
una excusa. - Léela para mí .
Sentada junto al fuego, Aisley hizo lo que le fue pedido, satisfecha por haber sido capaz de mantener la voz
calma y controlada. Ahora sólo precisaba aguardar el parecer de su marido .
El poder que de él emanaba todavía la intimidaba y como una criatura atrapada in fraganti , tenía
consciencia de que había intentado tomar el fruto prohibido entrando allí sin ser invitada. Sería reprendida?
- La carta está muy bien escrita. - el comentario le trajo alivio . - Creo que debes mandarla sin demora. Me
extrañabas, esposa?
La pregunta la tomó de sorpresa a causa del cambio repentino de tema.
- Si. - Y era la pura verdad. Extrañaba la presencia de su marido y buscaba consolarse de esa ausencia
dedicándose a actividades variadas.
- Entonces ven acá.
Sorprendida y feliz, Aisley caminó en dirección a la voz, ignorando a los perros y la oscuridad. Pronto brazos
fuertes la enlazaban.
- Eres una mujer ardiente que no parece capaz de mantenerse lejos de su marido .
- Es una triste verdad. - Ella suspiró y recostó su cabeza en el pecho ancho, sintiendo los labios calientes
rozar sus cabellos levemente.
- Tal vez sea triste para vos, pero es un placer para mí .
Ella lo abrazó con la desesperación de quien se aferra a su propia vida.
- También es una alegría para mí .
- Aisley...
La palabra quedó flotando en el aire, como un gemido, una súplica, una oración . Entonces los labios de
ambos se encontraron con avidez, con un hambre que no podía ser saciado.
Los misterios que envolvían al Caballero Rojo había sido momentáneamente olvidados, la magia que los
atraía envolviéndolos en una red de seducción y encantamiento. Aisley se olvidó de sus tareas y pasó toda
la mañana en la cama con su marido .
A medida que el día de Navidad se aproximaba, Edith se volvía mas y mas ansiosa por ayudar. De hecho el
cambio que había ocurrido en la criada desde la llegada a Dunmurrow era impresionante. Innumerables
veces la había sorprendido cantando feliz mientras trabajaba y hoy no era una excepción.
- Creo que vamos a tener una cantidad suficiente de budines, mi lady, pero creo que deberíamos hacer mas
panes para que los aldeanos se lleven a sus casas.
- Entonces en tu opinión mas comida atraerá mas gente al castillo?
- Si, mi lady. Será bueno para las personas tener un día de festín y celebración.
La opinión de Edith sobre la celebración de Navidad era tan diferente de la de unas semanas atrás que Aisley
no resistió la tentación de provocarla.
- Aunque el Caballero Rojo decidiera unirse a ellos?
- Bien, debes comprender que yo todavía no puedo aprobarlo, sin embargo Willie está siempre diciendo que
se trata de un hombre bueno. Así que resolví reservarme la opinión.
Por un instante Aisley se sintió irritada porque la sierva parecía creer mas en la palabra de Willie que en la
suya. Después concluyó que tal vez la culpa fuese suya por no haber defendido a su marido con la
vehemencia necesaria. Claro que había refutado los rumores que lo rodeaban, pero no le había dicho a Edith
que su marido era gentil, delicado y... ardiente...
- Claro que es un buen hombre.

- Probablemente debe ser así, porque Willie lo tiene en alta estima. Pero debo admitir que todavía tengo mis
dudas. - La conversación fue interrumpida por la llegada del propio Willie salido de la cocina con una jarra
de cerveza en la mano .
- Edith, Glenna te precisa en la cocina - él anunció, masticando un pedazo de pan.
- Y puedo saber qué estabas haciendo allá? - la sierva indagó . - Con seguridad probando los budines y
dulces que estaban siendo preparados para la cena de Navidad.
El soldado sonrió sin una pizca de remordimiento, las migas alrededor de sus labios denunciando que había
estado comiendo. Edith marchó fuera del salón, protestando en voz alta sobre los viejos que se comportan
como niños.
A solas con el soldado, Aisley lo miró como si lo viese por primera vez. Allí estaba alguien que de hecho
conocía a su marido.
De acuerdo con la conversación de la criada, Willie admiraba y respetaba al Caballero Rojo, por lo tanto
debía conocerlo bien. Probablemente el hombre estaba al servicio del barón hacia tiempo y quien sabe
podría responder algunas de las preguntas que la atormentaban...
Con el corazón a los saltos por la ansiedad, se sentó junto a Willie aunque mantuviese sus ojos en la
puerta de la cocina, en caso que Edith apareciese. Quería que esa conversación fuese confidencial .
- Willie - ella comenzó cautelosa -, estás al servicio del Caballero Rojo hace muchos años, no es así?
- Si , mi lady - el soldado respondió antes de tomar un trago de cerveza.
Ella aguardó, segura de que otros comentarios serían hechos. Sin embargo Willie permaneció callado, la
mirada fija en el fuego que crepitaba en la chimenea. Por lo visto, él sólo era parlanchín cuando estaba de
buen humor o cuando el tema le interesaba.
- Hace cuánto tiempo? - Aisley insistió, no queriendo darse por vencida.
- Oh, hace años, mi lady.
Y cómo es su apariencia ?, ella ansiaba preguntar sin embargo el pudor se lo impedía. Cómo tendría el
coraje de admitir a un soldado que jamas había visto la cara de su marido ?
- Esos que, como yo, se unieron al Caballero Rojo en general permanecen en sus puestos porque el barón es
un hombre justo y un gran guerrero.
Pero, cómo es su apariencia? Nunca se había sentido tan cerca ni tan lejos de descubrir la verdad sobre
Piers.
- Imagino que es la gran altura de mi marido lo que impone miedo a sus enemigos.
- Si. Es un hombre grande.
Y ...? Por un instante ella pensó en sacar una faca y amenazar al soldado para obligarlo a darle la
información que buscaba. Cuál sería el color de los cabellos de Montmorency? Y sus ojos? Cómo sería su
rostro? Desfigurado, tal vez?.
- Mi marido... asusta a sus enemigos?
- Claro que si. Especialmente después que el barón recibió el apodo de Caballero Rojo. Fue por eso que
todas esas historias absurdas comenzaron a circular . - Willie se encogió de hombros, demostrando todo su
disgusto con los rumores extraños que rodeaban al señor de Dunmurrow.
Entonces Willie tampoco creía en esas tonterías respecto al demonio y la brujería, Aisley concluyó. Pero el
soldado admitía que la mera presencia de Piers atemorizaba a sus enemigos. Inspirando profundamente,
Aisley intentó asimilar la revelación. Sólo había una conclusión lógica. Montmorency debía haber nacido con
alguna deformidad, o había quedado terriblemente desfigurado por las heridas sufridas durante una batalla.
Pero esa posible deformidad no había podido ser detectada cuando lo había tocado con las puntas de sus
dedos.
- Willie - Aisley indagó muy seria -, por qué ya no entrena personalmente a sus hombres?
El soldado permaneció en silencio por varios segundos, los ojos fijos en la jarra de cerveza.

- No sé decirle con seguridad. Nosotros, los que estamos bajo las ordenes del Caballero Rojo, creemos que
después de haber recibido Dunmurrow como premio por los servicios prestados al rey, él merecía un
descanso. Presumo que es eso lo que el Caballero Rojo está haciendo. Descansando.
Un descanso? Aisley apenas podía creer en lo acababa de oír. Ese era el tipo de respuesta que para nada
explicaba los misterios insondables que rodeaban a Piers Montmorency.
- Pero él nunca sale de su cuarto!
- Si ? - El tono desinteresado del soldado dejaba en claro que el comportamiento del Caballero Rojo no le
causaba la menor extrañeza. - Nada sé sobre los hábitos del barón, mi lady. Ahora, si me da permiso , voy a
buscar a Edith. Después de todo me fue encargado protegerla.
Aisley permaneció donde estaba, segura de que por mas que lo intentase Willie no revelaría nada. Piers
había sabido escoger bien a los hombres que lo rodeaban y ninguno de ellos rompería el juramento de
fidelidad.
Cansada de tener tantas preguntas sin respuestas, resolvió dedicarse a las tareas del día. Tomando la jarra
de cerveza que el soldado había olvidado sobre la mesa, comenzó a caminar en dirección a la cocina. De
repente, mirando el resto del líquido oscuro y opaco, se acordó de la poción que la viuda Nebbs le había
dado . Si al menos existiese una hierba capaz de hacer que las personas hablasen libremente, sin ningún tipo
de censura... Quien sabe así encontraría las explicaciones para las dudas que la atormentaban.
La idea que se le ocurrió tuvo la fuerza de un rayo. Desgraciadamente no había hierbas capaces de obligar a
alguien a decir la verdad, pero existían muchos otros tipos de hierbas , cada una con poderes especiales y
particulares.
Tomando un paquetito con una mezcla de hierbas para inducir el sueño , Aisley golpeó la puerta de los
aposentos principales y guardó a que su marido le ordenase entrar.
Todavía no era demasiado tarde como para volver atrás, pensó con un aprieto en el corazón. Bastaba con
guardar el paquete pequeño en uno de los bolsillos del vestido y listo, asunto olvidado. Pero nunca había
sido el tipo de mujer capaz de desistir después de haber tomado una decisión y ahora no sería diferente.
Mordiéndose el labio nerviosamente, entró.
- Soy yo, Aisley, mi lord.
- Llegaste temprano hoy. Tienes tanto hambre?
- En verdad, a pesar de las palabras aparentemente inofensivas, lo que Montmorency quería sugerir era si
ella tenía hambre de sexo. A pesar de estar siempre dispuesta a recibir las atenciones de su marido ,
precisaba aguardar el momento adecuado o sus planes fracasarían . Quería a Piers en la cama, si, sólo que
mas tarde... No aquí, en este momento.
- Si, tengo hambre! - Aisley retrucó creyendo mejor hacerse la desentendida. Montmorency nada respondió,
pero su decepción era palpable .
Sentada en el lugar de costumbre, ella notó que la mesa estaba vacía. En general, al llegar, ya encontraba
la cena servida. Sin embargo hoy había planeado aparecer antes que Cecil para facilitar la ejecución del
plan. Determinada a llenar los minutos interminables de espera, habló sobre lo que había hecho durante el
día , aunque sus pensamientos vagasen en una dirección bastante diferente.
Finalmente Cecil apareció trayendo las bandejas y las depositó sobre la mesa, una tarea casi imposible a
causa de la oscuridad . Oh, Dios, y si el siervo notase lo que estaba por hacer? No, ya era demasiado tarde
para cambiar de idea. Llegaría hasta el final . Cuando Cecil depositó la copa de Piers, ella extendió la mano,
como si fuese a acomodarlo mejor, y vació el contenido del paquetito dentro del vino.
Hoy el Caballero Rojo dormiría a su lado toda la noche .
El criado fue dispensado y la comida prosiguió como de costumbre. Aisley le contó respecto a los
preparativos para la Navidad mientras mordisqueaba la comida, su corazón latiendo descompasado en su

pecho. Le habría dado una dosis muy grande de somnífero? O la cantidad no había sido suficiente? Piers
era un hombre grande y calcular el tiempo necesario para que la droga surtiese efecto era crucial.
Al oírlo bostezar, Aisley se levantó rápidamente.
- Ven a verme - le dijo dulcemente. - Voy a esperarte en mi cuarto. - Entonces salió rápidamente,
intentando contener su nerviosismo.
Aún habiendo hecho el amor alternadamente en la cama de ambos, Aisley sabía, que su marido prefería ir a
su encuentro porque así podía dejarla cuando quisiese, antes del amanecer. Y siempre en completa
oscuridad.
En las sombras él la abrazaba, exploraba cada pedacito de su cuerpo con las manos y con la boca, su
miembro la penetraba profundamente , transformándolos en un solo cuerpo hasta que, loca de placer, ella
gritaba su éxtasis. Pero...
A pesar de todas las intimidades que habían compartido, sabía que si se encontrase con su marido a plena
luz del día no podría reconocerlo...
La situación era intolerable. No podía aceptar ni comprender esas sombras eternas, ni ahora, ni nunca. Ella
se aferraba a la idea de que Piers era desfigurado de alguna manera que sus manos no conseguían detectar,
porque la otra alternativa era mucho mas aterradora.
Aunque Edith hubiese parado con sus comentarios absurdos, tenía consciencia de los rumores que respecto
a su marido. Aunque estuviese segura que el hombre que la llevaba a la cama no era una criatura del
mal, una duda constante solía atormentarla, principalmente durante las largas horas del día, cuando se
encontraba a solas. Y era esa duda la que precisaba eliminar.
Bien en lo profundo de su corazón había alimentado la esperanza de que Piers acabaría confiando en ella y
que acabaría revelándose por completo , como lo hacía con Alan y con los Cecil. En verdad se sentía herida
por esa falta de confianza , por la barrera existente entre los dos. Tal vez, con el tiempo, él bajaría la
guardia. Sin embargo nunca había sido una mujer muy paciente. Estaba cansada de esperar.
ESa noche vería el rostro y el cuerpo de su marido.
***
Con la cabeza recostada sobre el pecho de Piers, Aisley lo oía respirar mientras buscaba aquietar los latidos
de su propio corazón, temiendo despertarlo. Él le había hecho el amor mas lentamente, como si las hierbas
ya estuviesen afectándolo. Sin embargo la pasión había sido la misma, intensa , sin medida. Oh, Dios,
estaba haciendo lo correcto? Ahora que el momento había llegado se sentía mas aterrorizada que aliviada
ante la perspectiva de ver al Caballero Rojo.
- Piers?
ninguna respuesta.
No le gustaba la idea de apresurarse, pero precisaba actuar cuanto antes porque no sabía por cuanto
tiempo las hierbas lo mantendrían dormido. Había llegado la hora de revelar el secreto del Caballero Rojo,
un hombre cuya reputación había recorrido todo el reino , el hombre de quien se decía tenía un pacto con el
diablo....
Aisley se sentó y abrió las cortinas de la cama, lista para decir que precisaba atender un llamado de la
naturaleza, en caso que Piers despertase de repente. Buscando no hacer el menor ruido, se puso una robe
y tomó el vestido que había dejado sobre la silla, en cuyo bolsillo había escondido una vela gruesa. Con las
manos temblorosas, fue hasta la chimenea y encendió la vela. Después se obligó a caminar hacia la cama.
Levantando el brazo, iluminó la figura de un hombre. Entonces empujó las mantas para mirar , por primera
vez, el cuerpo de su marido adormecido.
Las piernas largas y musculosas, cubiertas por una capa de vello claro, la hicieron pensar en la solidez de las
rocas. La virilidad, grande aún sin estar erecta, descansaba sobre los vellos de su pubis . Una das manos, de

dedos delgados, estaba apoyada sobre el estomago firme. Como no do había nota ninguna desfiguración
hasta allí , Aisley continuó examinándolo.
El pecho era fuerte, su piel dorada, los hombros increíblemente largos, los brazos musculosos. No había
nada extraño en el cuerpo de su marido, Aisley pensó . Él parecía un dios del Olimpo, esculpido a la
perfección.
Temblando de una manera incontrolable, ella levantó la vela para iluminar el rostro, segura de que allí
encontraría el motivo que lo obligaba a permanecer envuelto en las tinieblas...
Lentamente sus facciones fueron convirtiéndose en nítidas. Atónita, Aisley sofocó un grito de sorpresa.
Piers Montmorency era guapo.
Cabellos rojizos oscuros descendían hasta el cuello. Cejas bien delineadas, pestañas largas y espesas y nariz
recta. Mentón fuerte y labios generosos, sin ser excesivamente gruesos. Un rostro perfecto. El rostro de un
ángel.
Sólo una pequeña cicatriz que corría desde una de las cejas hasta la sien.
Fascinada por la visión, Aisley dio un paso al frente y aproximó todavía mas la vela a la figura adormecida,
buscando algo que explicase el por qué ese hombre se escondía en las sombras. Vacilante, tocó la cicatriz.
Había sido una herida reciente, concluyó. Sin embargo ya vira cosas peores en otros caballeros. No era nada
que diminuyese la belleza de Piers, muy por el contrario. La marca lo tornaba mas viril, masculino, real...
como si el ángel hubiese vencido en un combate mortal con el demonio.
El demonio. No, no quería pensar en eso, decidió, murmurando una plegaria . De repente Piers cambió de
posición en la cama y Aisley se dio cuenta de la enormidad de lo que había hecho. En su prisa por cerrar las
cortinas de la cama casi acabó dejando caer la vela. Rápidamente la apagó y la escondió otra vez en el
bolsillo del vestido Después volvió a su lado de la cama, perdida en una confusión total.
Mordiéndose los labios de puro nerviosismo, experimentó el gusto de miedo al decidir que debía volver a
acostarse.
Era increíble pensar en como había cambiado. Antes de casarse nunca había tenido miedo a nada, ni a la
oscuridad, ni a la ausencia de su madre, ni a las historias de fantasmas o seres diabólicos que hacían
estremecer de pavor a Edith.

Tragando un sollozo, Aisley se quitó la robe y se acostó, las piernas se rehusaban a mantenerla en pie por
mas de un segundo . Las lágrimas, que jamas había llegado a derramar antes, habían comenzado a correr
libremente por su rostro delicado, trayendo un alivio inesperado. Dominada por la emoción, pasó un brazo
alrededor del pecho de su marido , apretándolo con fuerza . Finalmente la verdad la había alcanzado como
un rayo, obligándola a enfrentar lo que había intentado ignorar. No importaba quien o o que era el Caballero
Rojo. Él había venido a llenar el vacío de su vida, un vacío tan grande que ni había sospechado que existía.

CAPITULO DOCE

Aisley despertó lentamente, una sensación de calor y de bienestar inundándola por entero.
EN una reacción instintiva, frotó el rostro contra el pecho, absorbiendo el olor delicioso de la piel de su
marido . Sería un sueño o estaban juntos? El pensamiento hizo desaparecer los vestigios de sueño,
trayéndola de vuelta a la realidad, pues sabía que debería estar sola.
Ya había amanecido? Un principio de pánico amenazó con dominarla al recordar los acontecimientos de la
noche anterior. Tal vez, a pesar de todos sus cuidados, le hubiese dado una dosis excesiva de somnífero .
Lo suficientemente grande como para hacerlo pasar la noche entera en su cuarto. Ahora no podía fingir que
nada había sucedido. Nada podría continuar siendo como antes...

Por primera vez, Aisley se permitió pensar en lo acontecido y enfrentar la única conclusión posible. El
hombre a su lado era perfecto y , a excepción del color de sus ojos, había visto cada detalle del cuerpo de
Montmorency. No existía nada que lo obligase a vivir en las sombras, excepto un pacto con el diablo.
Un golpe en la puerta la asustó.
- Mi lady? - Edith llamó , entrando al cuarto. - Te sientes bien ? Ya pasó la hora de levantarse.
Aisley tragó en seco.
- Si, estoy bien, pero me gustaría quedarme en la cama un poco mas. Puedes ir a ocuparte de tus otras
tareas y déjame sola.
A pesar de la dispensa, la criada no dio señales de moverse del lugar.
- Estás segura que estás bien?
- Ya te dije que si. Estoy con mi marido. Déjame a solas!
Nada habría hecho a la criada alejarse con mayor rapidez que la mención del Caballero Rojo. Aisley sonrió
al oír la puerta del cuarto siendo cerrada con fuerza, sin embargo su sonrisa desapareció de sus labios ante el
sonido pastoso de la voz de su marido .
- Ya es de mañana?
- Si. Hoy es víspera de Navidad y estás en mi cama.
Aparentando mas calma de la que sentía, Aisley abrió las cortinas de la cama y se quedó de pie. Por un
instante el coraje le faltó. Lo encontraría transformado en una fiera horrenda al a la luz del día ? Cualquiera
que fuesen las consecuencias, sabía que necesitaba mirarlo. Con la respiración contenida, se volvió para
mirar a su marido.
A pesar de sus mas locos miedos, Piers no se había transformado en una criatura con cuernos al ser bañado
por la luz de la mañana. Anoche había llegado a sospechar que la luz de vela aumentaba sus encantos
masculinos, sin embargo se había equivocado completamente. Montmorency era maravilloso, de la cabeza a
los pies.
Se Trataba de un hombre enorme, pero bien proporcionado. Pecho ancho, estomago firme, caderas
estrechas, apenas cubiertos por las sabanas . Los músculos de los brazos sobresalían bajo la leve capa de
vello rojizos . Acostado de espaldas, Piers tenía uno de sus brazos apoyados sobre sus ojos y sus cejas, que
parecían contraidas, un señal evidente de angustia. Era como si él quisiese negar la presencia de su esposa.
El mentón fuerte y los labios generosos la atraían como un imán.
- Eres guapo - Aisley murmuró llena de cariño, admirando los contornos perfectos. Ansiaba tocarlo, como si
sólo con el contacto directo pudiese absorber esa visión de belleza real. Pero Montmorency se dio vuelta de
costado , dándole la espalda y se sentó, empujando las cortinas con rabia.
- Déjame solo! - él dijo entre los dientes , apoyando la cabeza en sus manos . - Ve a llamar a Cecil y déjame
solo, mujer estúpida!
Atontada por las palabras ásperas, Aisley se puso una robe, sin embargo, en vez de llamar Cecil, se aproximó
a su marido , sintiendo un peso sofocante en el pecho, un peso que casi le impedía respirar y le traía
lágrimas a los ojos.
Pero, no se trataba de miedo, aún sabiendo que Piers podía hacerla ir a parar del otro lado del cuarto con
un simple empujón . Ella conocía la intensidad de esa ira y sabía cuan atemorizante Piers podía ser en un
ataque de rabia. Aún así, no conseguía apartarse. Prefería exponerse a cualquier riesgos antes que dejarlo.
Buscando mantener la calma, se arrodilló delante de su marido y lo tocó levemente, haciéndole bajar las
manos que le cubrían el rostro.
- No me hagas ir - le pidió en un murmullo.
Con un gemido ronco, Montmorency levantó la cabeza y una vez mas ella sintió un shock profundo delante
de tanta belleza. Cabellos rojizos y piel dorada le resaltaban todavía mas los ojos. Los ojos mas bellos que
jamas hubiese visto. Profundos y azules como el mar. Subyugada por una emoción tan fuerte que

amenazaba con sofocarla, Aisley tragó en seco, incapaz de desviar la atención de esos ojos. Ojos
maravillosos, de un azul intenso y aún así... .
No podían verla.
La fuerza de la revelación fue como una puñalada y de repente todo quedó claro, las piezas del
rompecabezas iban encajando sin esfuerzo. La oscuridad, el aislamiento, la presencia constante de los
siervos. El Caballero no tenía un pacto con el diablo ni se escondía en las sombras porque estaba
desfigurado.
El Caballero Rojo era ciego.
Piers permaneció inmóvil, cada línea de su rostro contraído como si se preparase para un ataque. Era una
visión estremecedora, una visión que habría hecho mucha gente de corazón frágil salir corriendo. Sin
embargo Aisley era fuerte y no se movió .
- Cuándo? - preguntó simplemente.
A pesar de estar atenta, no estaba preparada para movimiento repentino de su marido . EN un acceso de
rabia Piers se levantó de la cama y la empujó a un costado haciéndola trastabillar mientras insultaba
violentamente. Aisley permaneció de pie, el corazón latiendo descompasado en su pecho, los ojos fijos en el
animal enfurecido que recorría el cuarto con ímpetu de destrucción. Montmorency tiró la cómoda contra la
pared, partiendo la madera pesada en varios pedazos. Asustada, Aisley se encogió contra la cama.
Estaba aterrorizada si, mas aterrorizada de lo que
jamas había estado durante toda su vida. El temor a la brujería
hechizos o a la oscuridad no era nada comparado con el terror que le generaba esa violencia desatada . Porque de
suyo había un extraño, un extraño enorme, feroz e imprevisible, un extraño capaz de cualquier cosa. Y no había
intentar llamarlo a la razón. Tapándose los oídos con las manos para no oír los golpes y los gritos de ira , Aisley
los ojos intentando no ver la demostración de rabia cruda e irracional.
Un silencio inesperado la hizo abrir los ojos otra vez. Piers estaba inmóvil ahora, jadeante, las facciones b
transformadas en una máscara de odio.
- Debería matarte- murmuró bajito.
Las palabras tuvieron efecto y por un instante ella deseó haber sido agredida físicamente. Tal vez el dolor fuese m
Entonces significaba tan poco para su marido? Toda la ternura, todo el cariño, toda la pasión que había existido
los dos... Había sido todo en vano? De repente el miedo desapareció como por encanto, dejando sólo el vacío
calma extraña, como si estuviese muerta por dentro.
Aisley levantó la cabeza esforzándose para contener las lágrimas inútiles. Dios sabía cuanto había llorado la n
anterior, y de qué valdría otro drenaje emocional esa mañana si su marido la quería ver muerta?
- No hables conmigo en este tono, ni aunque sea movido por la rabia. Te Pregunté cuándo pasó y estoy esperand
respuesta.
Piers extendió el brazo hacia adelante, buscando la pared. Entonces se recostó y giró la cabeza, la furia
aparentemente extinguida. Él continuaba desnudo y Aisley precisó esforzarse por ignorar los músculos de su
espalda, sus nalgas firmes, las piernas largas y atléticas. Ese cuerpo, propio de un Dios del Olimpo , la
maravillaba...
- Meses atrás.
- Cómo?
- Durante una batalla. Yo no estaba usando yelmo, sólo un casco, que dejaba mis ojos sin protección.
Cuando un galés me arrojó al suelo y se preparó para asestarme un golpe mortal en la cara , Alan
consiguió golpearlo por atrás. La espada de mi enemigo golpeó contra una roca cercana a mi cabeza. La roca
se partió en mil pedazos .Alguno habrá entrado en mis ojos y todo lo que quedó fue dolor y oscuridad.
Llena de angustia, Aisley quería abrazar a su marido, ofrecerle alivio y curarlo. Pero temiendo provocar un
nuevo acceso de rabia, permaneció inmóvil.
- Conozco un poco el arte de curar. Tal vez pueda ayudarte.

- No Crees que ya intenté de todo? - Piers gritó caminando por el cuarto como una fiera enjaulada. Mandé a
buscar a cada brujo y curandero del reino. Pero nada pudo ser hecho!
- No sé nada respecto a brujos y curanderos, sin embargo tengo un buen conocimiento del arte de curar.
Por lo menos déjame intentar.
- Por qué? - Piers preguntó en un tono irónico cruel. - Porque quieres tener un hombre completo como
marido? Un caballero que sea capaz de proteger sus propiedades y no un maldito ciego a quien se le
puede arrancar algo de la mano cuestión de segundos?
- No sos una persona indefensa. Tienes hombres y Alan para liderarlos en caso que...
Montmorency la cortó en medio de la frase.
- Estoy montando un buen espectáculo , pero de poco servirá cuando la verdad sea sabida. La charada de
la magia negra y el diablo no nos protegerá para siempre. Es sólo una cuestión de tiempo hasta que alguien
decida poner la leyenda a prueba y me desafiará. Sobretodo con las propiedades y la riqueza que vos me
trajiste través del matrimonio.
- Pero con seguridad el rey...
La risa amarga de Piers la cortó en seco.
- Crees que Edward necesita un vasallo ciego para cuidar de los intereses de la corona? Un ciego para
participar de batallas y proteger las fronteras del reino? Me parece que no! Él sabe que estoy inválido y me
deja en paz, pero no podrá protegerme. Tarde o temprano el mito que he creado caerá. Y entonces que será
de vos y de tus propiedades ?
- Entonces haremos lo que debe ser hecho - Aisley respondió muy calma.
- Cuál es tu opinión sobre tu sabia elección ahora, mi lady? Estás muy arrepentida?
- No! - ella gritó determinada. - No me arrepiento de nada y vos no será capaz de hacerme cambiar de idea
usando esas palabras odiosas.
De repente Piers estaba a su lado, abrazándola. Temblorosa de emoción, Aisley presionó su rostro contra su
pecho , sabiendo que la única cosa que realmente la había amargado había sido la explosión de violencia de
su marido .
Pero estaba segura que Montmorency hablaba de la boca para afuera porque no la quería ver muerta y
mucho menos de rechazarlo como marido. Él sólo había exhibido su dolor crudo y su atroz vulnerabilidad .
Allí estaba un gran guerrero acostumbrado a la vida al aire libre , un verdadero líder, fuerte e inteligente, un
hombre especial que de repente se había visto obligado a esconderse del mundo... Primero en Dunmurrow
y luego , cuando su esposa le había sido impuesta, se había exilado en su propio cuarto, ciego y solo.
Al acordarse del absurdo de sus sospechas iniciales, Aisley no consiguió controlar sus ganas de reír.
- Y yo que pensé que eras una criatura del mal, condenado a vivir en las sombras a causa de un pacto con
un demonio. Todas esas historias horribles que Edith me contó respecto a vos ... Yo juraba no creer en
ninguna de ellas, sin embargo en qué mas podía creer? Pues voy a decirte una cosa, Piers Montmorency.
Prefiero estar enamorada de un ciego que de un demonio.
- En serio ? - Piers preguntó, sus sentidos inmediatamente alertas.
- Agradezco a Dios que vos no seas el hombre que los rumores pintan.
Piers tocó la cara de su mujer con las puntas de sus dedos, como si quisiese retener la belleza y la dulzura de
cada rasgo, El rostro viril, se perturbó por la emoción, dejando en evidencia la fuerza de los sentimientos
que lo dominaban. Pero aún así, él mantenía un control férreo.
- Y ? - Montmorency preguntó bajito, su voz ronca y ansiosa.
- Y te amo - ella respondió con simplicidad. De repente viejos miedos desaparecieron y fueron substituidos
por la inseguridad de los que se saben irremediablemente enamorados. Sin embargo prefería enfrentar los
sobresaltos de la pasión a tener que soportar una vida sin amor.
Aunque creía que su marido iba a besarla, él sólo la abrazó con tanta fuerza que casi le impidió respirar.

- Aisley... - Piers murmuró lleno de ternura. Sin embargo, a pesar del clima romántico y de confesiones, él no
dijo mas nada y mantuvo las riendas de las emociones bajo control.
Finalmente Aisley rompió el silencio.
- Ven, siéntate cerca de fuego y déjame por lo menos darte una buena mirada.
Tomándolo de la mano, ella lo condujo hasta la chimenea y lo hizo sentarse en el sofá. Entonces miró los
ojos azules con atención.
Eran tan lindos y brillantes que se hacía difícil creer que servían para nada.
- Los ojos, te duelen ?
Piers sólo protestó algo incomprensible. Con seguridad la incomodidad era mayor de la que él expresaba.
- Por lo que me contaste, creo que fragmentos de roca o metal penetraron en tus ojos. Los lavaste después
del accidente con los bálsamos apropiados?
- Si, pero nada sirvió.
Aisley intentaba razonar rápidamente y encontrar posibles soluciones. En general las astillas solían ser
expulsadas en una reacción natural del organismo, sin embargo había una posibilidad de que los fragmentos
hubiesen herido la retina de tal manera que Piers jamas volvería a ver. No, no podía aceptar que se trataba
de una condición permanente.
- En Belvry, aprendí muchas cosas con una mujer dedicada al estudio de las hierbas antes de morir.
- Ya bebí miles de pociones para curarme y la última poción casi me mató. Pasé varios días sufriendo de
terribles dolores de estomago. No quiero saber mas nada con ese tipo de cura.
- Pero ya conversaste con un medico?
- Si, busqué muchos de ellos , aunque jamas me presenté con mi verdadero nombre. El último, un cirujano,
quería sacarme uno de mis ojos para forzar al otro ojo a funcionar.
Horrorizada, Aisley pasó la mano por el rostro de su marido posesivamente, como si quisiese protegerlo de
cualquier amenaza futura.
- Hay una fuente cerca de Woolpit que dicen tener aguas medicinales, perfectas para las enfermedades de
los ojos.
- No! No creo en esas tonterías.
- Entonces voy a prepararte un brebaje que servirá para aliviar el dolor.
- No, gracias. Ya tomé mi cuota de pociones extrañas y estoy harto.
- Voy a prepararte un brebaje - Aisley repitió decidida. - Y vas a tomarlo porque soy tu esposa y no temo la
ira del Caballero Rojo.
De repente ella se dio cuenta de que su marido estaba desnudo a su lado y un deseo de tocarlo suprimió
todos los otros pensamientos.
- Eres bello - susurró enamorada. Ahora quédate quieto hasta que termine con mis cuidados.
Lentamente, Aisley comenzó a besarlo en la cara , en el mentón, en el cuello. Después deslizó la lengua por el
pecho hasta alcanzar uno de los pezones . Entonces lo tomó en la boca y succionó con fuerza.
Pies se estremeció y dejó escapar un gemido alto, los músculos tensos sintiendo el estado creciente de
excitación. Aisley se sintió dominada por una oleada avasalladora de pasión. Allí estaba su marido en toda su
gloria: amante cariñoso, guerrero feroz y hombre vulnerable. Percibiendo que él intentaba levantarse para
tomarla en sus brazos, la empujó de vuelta hacia el sofá.
- Déjame hacer eso... - pidió en un murmullo ronco. - Déjame mirar cada parte de vos... Eres tan, tan bello.
Con el corazón a los saltos, ella se arrodilló delante de su marido y besó la parte interna de los muslos
musculosas, el pene, duro y erecto, pareciendo todavía mayor a la luz. Entonces, bien lentamente, tomó el
miembro con su boca.

Por un instante Piers quedó rígido. Después manos fuertes la sujetaron por los cabellos empujándola al
encuentro con su miembro con avidez. Excitada por la reacción de su marido , Aisley redobló sus caricias,
oyéndolo gemir de placer hasta que, estremeciéndose violentamente, Montmorency gritó su orgasmo.
- Cómo es que lograste esconder tanta belleza al mundo? - ella preguntó, trazando círculos con las puntas de
sus dedos sobre el pecho ancho.
Piers cruzó los brazos detrás de su cabeza, las venas y los tendones pareciendo querer saltar. Fascinada,
Aisley no conseguía desviar la mirada de ese cuerpo perfecto.
- Odio decepcionarte, esposa, pero raramente alguna mujer se encantó con mi belleza antes.
- Ha! No te creo ni una sola palabra, Piers Montmorency! Una mujer tendría que ser...
- Ciega? - Piers completó.
- Discúlpame. Una mujer tendría que ser ciega o estar casi muerta para no tirarse a tus pies.
Piers rió con placer, el sonido vibrante la hizo estremecer, su corazón lleno de orgullo y amor por su
marido.
- Las únicas mujeres que se tiraron a mis pies eran esas sobre cuyas tierras yo marchaba con mis hombres.
- Pero con seguridad en la corte... - Celosa, Aisley apenas podía pensar en las damas de la corte
coqueteando con Piers y ostentando sus escotes bajos en los que la mitad de sus pechos quedaban
exhibidos.
- Raramente tuve la oportunidad de frecuentar la corte. Lo cual poca falta me hizo. Pasé la mayor parte da
mi vida en los campos de batalla y después que adquirí esa reputación maléfica, pocas mujeres tendrían el
coraje de aproximarse a mí.
El instinto le decía que Montmorency le estaba escondiendo algo , como alguien que omite ciertas partes de
la historia y va directo al final.
- No te creo , marido. Apuesto que desde la cuna las mujeres disputaban tu atención y no te dejaban
tranquilo.
- No es tan así. Cuando yo era un muchacho, en Normandía, hasta que tuve mi buena cuota de conquistas.
Sin embargo desde que me alié a Edward, un bromista comenzó a llamarme el "bello vasallo" del rey, en un
sentido peyorativo, está claro. Como si mi apariencia fuese un obstáculo para la excelencia en el arte de la
guerra. Tal vez yo haya intentado librarme de ese apodo en los campos de batalla, luchando con una
ferocidad extrema para que los comentarios fuesen en otra dirección.
- Quieres decir que te gustó cuando el rey te llamó el Caballero Rojo?
- Claro que si. Es mucho mejor que ser llamado el "bello vasallo" - Piers respondió disgustado.
- No consigo entender como es que no te casaste antes. Las mujeres debían tentar agradarte de todas las
maneras posibles.
- Estaba demasiado ocupado haciendo la guerra como para pensar en otros asuntos. Mas allá de todo ,
jamas amé a alguien de verdad.
- También debías estar demasiado ocupado creando una leyenda en torno a tu nombre - Aisley lo provocó.
- Es cierto . Mientras buscaba mejorar mi suerte y ser respetado por mi valor personal, tuve poco tiempo
para dedicarme a las mujeres y después , al adquirir esa reputación atemorizante, se volvió difícil atraerlas.
Con una única y notable excepción - Piers extendió la mano y acarició los cabellos suaves de su esposa, en
un gesto lleno de cariño.
- Estoy feliz que tu belleza sea el secreto mas bien guardado del reino porque no tengo ganas de
compartirte con nadie . Ahora, después de casada, descubrí que soy muy posesiva en relación a quien es
mío. No toleraría la competencia de otra mujer.
- Es mi impresión o yo dije algo semejante?
La sonrisa luminosa de su marido , los dientes blancos perfectos, casi la hicieron perder el aliento .
- Creo que lo dijiste ... en la primera noche en que viniste a mi cuarto y me convertiste en tu mujer .

- Perfecto. Estoy feliz de que coincidamos en algo . Es preciso recordarte que eres mía, esposa? Las
palabras sugestivas había sido acompañadas de caricias deliciosos alrededor de sus pechos.
- Si, por favor... - Aisley murmuró, levantando los labios para recibir un beso largo y apasionado.

***
- Buenos días, marido. - Satisfecha consigo misma, ella se levantó de la cama y abrió las cortinas del cuarto
, dejando que la luz de esa mañana de Navidad penetrara en los aposentos oscuros del Caballero Rojo e
iluminara la figura adormecida.
No se cansaba de admirarlo y la emoción era siempre fuerte e inevitable. Había sido privada durante tanto
tiempo de verlo que ahora no se cansaba de observar cada detalle del cuerpo musculoso y atlético. Tenía
ganas de gritar al mundo la verdad de ese hombre . Era duro mantener en silencio lo que hacía su alma
desbordar de felicidad.
Cabellos rojizos oscuros servían de marco al rostro de un verdadero Dios Griego , el Dios de la guerra. La
cicatriz en una de las sienes y otra menor, en la parte izquierda, proclamaban a todos su profesión. Pero en
nada diminuían el impacto de la belleza viril: mentón fuerte, nariz recta, labios firmes y sensuales. Piers
Montmorency era el hombre mas guapo que jamas hubiese visto en su vida. Y había visto muchos en Belvry y
en la corte del rey Edward.
- Abriste las cortinas.
Las palabras la tomaron de sorpresa porque creía que su marido continuaba dormido. Pero, antes que nada,
Montmorency era un caballero altamente entrenado, lo que o impedía que durmiera profundamente cuando
estaba a la merced de terceros.
- Y Cómo lo sabes?
- Puedo sentir la corriente de aire. Acaso estabas admirándome otra vez, esposa? No te cansas de mirarme
? - Cuando Montmorency abrió los ojos, Aisley inspiró profundamente, atontada por la intensidad del azul
profundo. No conseguía aceptar que esos ojos tan bellos estuviesen muertos a la vida.
- Si - ella respondió con fervor. - Juro que eres el hombre mas guapo que jamas haya visto . Oh, Piers, tu
sonrisa es tan linda!
De repente un brazo fuerte la empujó hacia la cama mientras los labios ardientes buscaban los suyos,
envolviéndola en una pasiónque desconocía límites.
La magia de ese hombre penetraba sus sentidos de una manera avasalladora, amenazando, como siempre,
con hacerla perder la noción de tiempo y espacio. Pero, a pesar de estar atontada, ella resistió y no sucumbió
a la lujuria esta vez.
- Necesito apresurarme o me voy a perder la misa - avisó, buscando desprenderse de los brazos
musculosos que se esforzaban por mantenerla en la cama.
- Misa? Cómo? Con que sacerdote? - Piers preguntó un poco irritado al percibir que su placer tendría que
esperar ya que su esposa no retribuía sus caricias.
-Es por eso que no puedo atrasarme! Yo Seré el sacerdote.
- Qué historia es esa? Quieres decir que resolviste vestir el hábito, ahora? - Él se sentó en la cama para
exhibir el torso desnudo a la mirada de su mujer.
- Oh, querido, eres tan bello! Quisiera poder quedarme aquí y amarte a la luz del día. Pero tengo que irme .
- Primero me hablas de esa nueva vocación. Serás promovida al obispado?
Aisley serió , colocándose el vestido répidamente y pasando sus manos por los cabellos rebeldes en un gesto
descuidado.
- No. Aunque he requerido la presencia de un capellán para Dunmurrow semanas atrás. Tenemos necesidad
de un sacerdote para atender a los aldeanose y a nosotros en el castillo también. Sólo que todavía es muy
pronto para una respuesta de la Iglesia. Esas cosas llevan algún tiempo. No te importa, verdad, querido?

La respuesta de Piers fue una mezcla de gemido y risa.
- Qué diferencia habría si me importase?
- Si ellos mandasen a alguien, no vas a asustar al sacerdote, verdad ? O irritarlo al punto de ser
excomulgado? - Aprensiva, Aisley miró a su marido. Pero él sonreía y había una expresión tranquila en su
rostro.
- Gracias, querido! - Satisfecha, ella terminó de abotonar el vestido y se calzó los zapatos. Mientras tanto -
prosiguió explicando -, ante la falta de un sacerdote, yo misma guiaré las oraciones de Navidad en la capilla
, antes de la fiesta.
- Ah, qué alivio, Es bueno saber que no planeas tomar el hábito en forma permanente porque yo no sería
capaz de respetar tus votos de castidad.
- Deja de hablar así - Aisley lo reprendió riendo, la mirada fija en el guerrero glorioso que había tomado por
marido.
- En mi opinión tu apelativo fue un engaño, mi lord. En verdad, Caballero Dorado sería mucho mas
adecuado. Por el color de tu piel y de los velloa que la cubren.
- Deja de provocarme, mi lady, a menos que estés dispuesta a sacarte la ropa y volver a la cama
inmediatamente. Además quitarte la ropa es un detalle que yo mismo puedo resolver en cuestión de
segundos.
Tenía razón, mejor no provocarlo. Debía irse ahora, no sólo para las oraciones en la capilla sino también
para revisar los últimos preparativos de la fiesta. Iban a abrir las puertas del castillo a todos los aldeanos y
estamos plenamente preparados para alimentar a cada uno de ellos . Claro que no podrían servir carne de
jabalí, porque no había nadie que se ocupara de la caza, pero tenían carne de vaca y de venado, además de
pescado y tartas de perdiz.


_ Habrá una abundancia tan grande de platos que hará justicia al tamaño de tu apetito, mi lord.
- Por favor, sabes que no podré comparecer a la celebración. Es imposible exponerme de esa manera.
Ella se quedó en silencio algunos instantes, demasiado decepcionada para hablar, a pesar, de que en su
interior no tenía dudas que su marido tenía razón. Ambos sabían muy bien que tan pronto la ceguera del
Lord de Dunmurrow fuese descubierta, algún otro caballero ambicioso y sin escrúpulos, intentaría poner sus
manos codiciosas en las tierras del barón Montmorency.
- Lo sé - Aisley murmuró finalmente. - Vendré a cenar en tu compañía mas tarde. Sin embargo quiere
pedirte un presente en este día de Navidad, querido.
- Y qué es? - El tono desconfiado de su marido no le pasó desapercibido.
- Ven a dar un paseo conmigo al aire libre ella pidió, colocando un dedo sobre los labios masculinos para
impedirle responder con un sonoro NO. Precisaba encontrar un modo de convencerlo. – Seríamos sólo
nosotros dos. Vos podrías usar un yelmo y cabalgaríamos no muy lejos del castillo. Yo... yo quiero que
vengas conmigo para buscar el venado blanco.
- Venado blanco? - Piers estaba perplejo.
- Si, eso mismo. Si alguien ve un venado blanco en el día de Navidad podrá estar seguro de que la buena
suerte estará en su camino.
- Nunca oí esa leyenda antes.
- Tal vez porque es una leyenda celta. Edith me la contó cuando yo era pequeña y desde entonces, todos las
Navidades salgo a busca un venado blanco.
A pesar de que Piers no era capaz de ver, pocas cosas le pasaba desapercibidas. Como ahora, por ejemplo,
cuando veía exactamente lo que se pasaba en el corazón de su mujer.

- Acaso estás diciendo, mi lady administradora de un castillo eficiente y organizada, mi lady racional y
objetiva, que en lo profundo de tu alma no eres otra cosa que una romántica?
- No es tan así. - Aisley se ruborizó , totalmente avergonzada. - Es sólo... Es sólo una tradición.
Piers se rió con ganas , el sonido cristalino de su risa haciéndola estremecer de placer.
- No es ningún crimen, querida, tener corazón de mujer.
Ella abrió la boca para retrucar, sin embargo él se lo impidió, tocándola levemente en el pecho, como si
quisiese probar lo que había acabado de decir.
- Ahora, en cuanto a tu pedido... No hay ninguna otra cosa que pueda darte como regalo de Navidad en vez
de un paseo al aire libre ?
- Si, hay otras cosas que puedes darme. Pero ninguna de ellas la deseo tanto como pasear a tu lado a plena
luz del día.
- Es demasiado peligroso . Un riesgo que podría costarme muy caro y cuyas consecuencias acabarían
provocando la caída de Dunmurrow.
- Entonces manda a Cecil a seguirnos a una distancia discreta, es claro - Aisley sugirió esperanzada, no
queriendo desprenderse de su sueño.
Montmorency no parecía ni un poco convencido pero aún así ella insistió, tomando las manos fuertes entre
las suyas en un gesto de súplica y amor.
- Por favor, querido.
Él maldijo bajito, sus facciones bellas repentinamente transformadas en una mascara de dolor y rabia. Era
fácil darse cuenta por qué el Caballero Rojo había adquirido aquella reputación terrible. Pero Aisley no se
dejó amedrentar y permaneció firme, las manos puestas sobre las de su marido .
- Mas tarde entonces, cuando los invitados ya hayan bebido lo suficiente como para mantenerlos quietos en
sus lugares.
- Oh, gracias, querido. Estoy segura de que no te vas a s arrepentir. Sé que vamos a divertirnos mucho y
disfrutar el aire puro. Tal vez este año seamos capaces de verlo !
- Ver a quién ?
- Al venado blanco, ora! – Aisley se inclinó y lo besó en los labios antes de salir. - Ahora preciso ir. Debo
separar sus ropas?
- No. - A pesar de controlada, todavía había una cierta aspereza en la voz de Piers, como si él estuviese
haciendo un esfuerzo sobrehumano para atender al pedido da esposa, un esfuerzo que podría le costar el
futuro. – Llama a Cecil. Y, por Dios, cierra esas cortinas!


CAPITULO 13
Los dos cabalgaron en silencio al principio porque Aisley deseaba que su marido pudiese disfrutar el placer
de estar al aire libre . Y había mucho a ser disfrutado.
La temperatura se mantenía fría, sin embargo soportable, bajo un cielo celeste los pájaros cantaban y
saltaban en las ramas secas de los árboles. Feliz por verse libre de las sombras del castillo, ella inspiró
profundamente, llena de alegría. Cómo era posible que Piers no se sintiese mas vivo en contacto con la
naturaleza? Aunque hubiese pedido ese paseo como regalo de Navidad a su marido, muy en lo profundo
estaba segura de haberle hecho un regalo , dándole la oportunidad de escapar a un interior opresivo y
sombrío.
Después hacia un cierto tiempo Aisley había comenzado a describir el paisaje, inclusive detalles a los que
normalmente no le prestaría atención: el reflejo del Sol en el agua, el brillo de las piedras húmedas, las
formas variados de las ramas secos contra el cielo , los huecos en los troncos de los árboles . Su plan era

llevar a su marido hasta la cascada que Alan le había mostrado, sin embargo todavía no habían entrado en
el bosque cuando Piers empujó las riendas de su caballo.
- Ya estamos en el bosque - él habló en un tono acusatorio.
- Si. Quiero mostrarte una cosa.
- Mostrarme? - Esas dos solas palabras cargaban todo el sarcasmo del mundo.
- Quería llevarte a un lugar especial, un lugar lindo dentro de tu propiedad.
- Aisley... - Piers murmuró, la voz pesada de emoción. - Pareces olvidarte... no vayamos al bosque.
Porque allí no podré defenderte , él pensó, incapaz de decir en voz alta aquello que jamas había imaginado
que un día llegaría a decir.
Hijo bastardo de un conde, Piers había aprendido desde muy temprano a cuidar de sí mismo, a luchar
para alcanzar sus objetivos, a tener que probar su valor. Y había probado su capacidad incontables veces ,
hasta que finalmente el rey le había dado Dunmurrow como recompensa por los servicios prestados.
No era la mas próspera de las tierras, pero podía sentirse perfectamente satisfecho si no fuese por la gran
ironía del destino. Ahora que había logrado alcanzar sus propósitos, no tenía cómo mantener lo que le
pertenecía por derecho. Oh, claro que estaba Alan y sus hombres, acampados no mucho lejos del castillo, y
siempre listos para intervenir . Pero sin un lord para liderarlos, ellos, serían capaces de defender Dunmurrow
con el empeño necesario?
La pregunta lo acosaba constantemente, sin embargo nunca con tanta fuerza como ahora, cuando la realidad
de su situación se mostraba tan impiadosa. Ya no estaría defendiendo sólo un suelo rico, aldeanos y un viejo
castillo, sino una mujer única y perfecta, una criatura mas valiosa que su propia vida. Tener consciencia de
su incapacidad para protegerla lo hacía odiarse a sí mismo.
- Hay un lago mas adelante, una especie de piscina...
El tono vacilante de Aisley debería haber enfriado su rabia, sin embargo no fue lo que pasó. Oh, Dios, esa
mujer no se daba cuenta de los peligros que podían esconderse en el bosque ? Aunque Cecil los siguiese, a
una distancia discreta, acompañado de seis soldados mas, decenas de cosas podían acontecer en cuestión
de segundos, como el ataque de animales salvajes, por ejemplo. El dolor de ser deficiente era tan grande
que llegaba a ser insoportable.
- Si, lo sé - Piers habló finalmente..
- Entonces conoces el lago con la cascada? Quieres decir que ya estuviste allá?
- Si, ya pasó por ahí.
- Pensé que nunca habías visto tus tierra.
- Vine a Dunmurrow en mis días libres pues estaba ansioso de conocer el tesoro me sería entregado . - Un
tesoro que había perdido todo su brillo y del cual se desprendería a cambio de su visión. Pero nada de eso
era culpa de Aisley, por lo tanto no tenía sentido dejar desbordar la amargura guardada en su pecho.
También le debía a su esposa un regalo de Navidad.
- Es un lugar lindo cuando lo ví , pasto verde rodeando el lago . Cierta vez tomé un baño allí y el agua era
clara y limpia.
- Yo sabía que debía ser un lugar perfecto para tomar un baño! Ven, vamos, no está lejos.
Actuando contra el sentido común , Piers cedió al deseo de su esposa y dejó que el caballo lo llevase
adentro del bosque.
- Aquí estamos. - Los dos tiraron de las riendas y se quedaron inmóviles. Montmorency podía oír el ruido del
agua cayendo sobre las piedras y del viento sacudiendo las ramas secas. Si quisiese, podría crear la imagen
en su mente con facilidad, pero prefería no hacerlo. Por lo tanto permaneció muy quieto, rehusándose a
compartir el placer de su esposa y deseando volver al castillo lo mas rápidamente posible.
- Piers! - La voz femenina, baja y llena de alegría , lo arrancó de sus pensamientos sombríos. Lo estoy
viendo!

- Viendo a quién ? - él indagó alarmado.
- El venado blanco!
Su mujer se dejaba influenciar por cuentos infantiles?-
- Él está allí, del otro lado de los árboles, todo blanco, una cabeza grande, coronado con cuernos enormes.
Y está mirando directamente hacia nosotros...
Si el movimiento no le doliese tanto, Piers habría girado sus ojos. Qué historia su esposa estaba inventando?
Tal vez ella creyese que la falta de visión lo había tornado menos inteligente.
- Basta, vamos . - Entonces un ruido en el medio de un arbusto llamó su atención.
- Desvíate a la izquierda, Piers! Él está corriendo en nuestra dirección!
El? El qué? De repente todo lo que Piers consiguió pensar fue en jabalíes, tan comunes en esa época del
año. Santa Madre de Dios... Mientras empujaba las riendas del caballo a la izquierda con una de sus manos,
la otra fue hacia el puño de su espada, pero no tuvo coraje de desenvainarla temiendo herir a su esposa,
pues no sabía la posición exacta donde ella se encontraba.
El sonido de cascos atacó sus sentidos de una manera terrible. El caballo de Aisley, aterrorizado, daba coces
y se empinaba en el aire descontroladamente. Agarrado la empuñadura de la espada, Piers se sentía preso
en un sueño de terror , donde se descubría ciego e indefenso ante el peligro. Entonces la peor parte de la
pesadilla se hizo realidad . Aisley gritó y luego se oyó el sonido de un peso cayendo al agua. Y después un
silencio total y atemorizante, mas atemorizante que cualquier otro ruido.
- Aisley? - Piers la llamó, sin embargo no obtuvo respuesta alguna. O ella había sido raptada por un
caballero rápido y solitario o se encontraba en lo profundo del lago, incapaz de responder. El dolor que la
idea le causaba era tan grande que Montmorency tiró la cabeza hacia atrás y gritó, intentando aliviar su
angustia que amenazaba con sofocarlo. Los soldados que los acompañaban no demorarían mucho en llegar,
pero cada minuto era vital. Cuánto tiempo su esposa aguantaría en las aguas heladas? Nadie sobreviviría a
una inmersión prolongada.
Sin vacilar un segundo, él desmontó, se arrancó el yelmo y la capa y los tiró a un costado. Entonces
comenzó a caminar en dirección al lago, esforzándose por formar una imagen mental de los alrededores.
Sin embargo, ese mismo hombre que se había mantenido bajo un control férreo aún en las batallas mas
sangrientas, ahora se sentía amenazado por el terror de perder la única cosa que le era preciosa en el
mundo. Él gritó otra vez, lleno de miedo y frustración, maldiciendo su deficiencia. Entonces un movimiento
en el agua llamó su atención. Aferrándose a la esperanza de que se trataba de su esposa, y no de un ave o
un animal cualquiera, Piers se hundió en el agua.
Estaba gélida lo que lo obligó a emerger para respirar. Llenando nuevamente los pulmones con aire, volvió
a hundirse en dirección a donde había oído el sonido. En unos instantes volvió a emerger, jadeante. Nada.
Y en esos breves instantes, Piers rezó con mas fervor de lo que había sido capaz de hacerlo desde que había
quedado ciego.
Las suplicas parecían diminuir la intensidad de su pánico y buscó convencerse de que sería capaz de
salvarla porque el lago no tan grande . Con todas sus fuerzas intentaba ignorar el otro pensamiento,
atemorizante e insidioso, de que sería obligado a enfrentar la vida sin Aisley. Inspirando profundamente,
Montmorency se hundió y extendió ols brazos hacia adelante , ansioso por encontrar algo que no fuesen las
plantas y las algas que impedían su progreso.
En unos segundos volvió nuevamente a la superfície para respirar y volvió la búsqueda, moviéndose lo mas
rápido posible, las manos tanteando las profundidades en una desesperación muda. Si al menos pudiese
estar seguro de la dirección en que se movía, sin desviarse, sin volver atrás, sin explorar la misma área dos
veces ...
Sería su imaginación o sus dedos habían tocado una cosa sólida tal vez un miembro frío e inerte? Con
movimientos frenéticos, apartó la vegetación hasta tocar uno de los tobillos de Aisley. Atontado por la falta

de aire y por la buena suerte, Piers cargó el cuerpo de su esposa y tomó impulso en dirección a la
superficie.
Inspirando el aire a borbotones, él nadó con brazadas fuertes y vigorosas en dirección a la costa .
Entonces, levantándola en sus brazos, buscó terreno firme, intentando no resbalar en las hojas húmedas del
suelo . Finalmente encontró un lugar que juzgaba firme y seco , lo mas apartado posible de la costa.
El frío intenso le castigaba el cuerpo mojado, penetrándolo hasta los huesos. Sin embargo esa extrema
incomodidad en nada se comparaba con el terror que le atravesaba el alma, al miedo que le apretaba el
corazón con garras afiladas. Oh, Dios, sus ruegos fervorosos habían sido en vano? Todos sus esfuerzos no
habían servido para nada a no ser para rescatar el cuerpo muerto de su esposa ?
- No! - Montmorency gritó al infinito. No permitiría que la muerte de ella se transformase en un hecho
consumado. Actuando como si la simple fuerza voluntad pudiese revivirla, la puso pie, apoyando el cuerpo
inerte contra su pecho, y comenzó a masajear la espalda frágil con movimiento rápidos y vigorosos,
intentando, desesperadamente, hacer salir el agua de sus pulmones mientras buscaba no entregarse al
pánico creciente.
- Aisley, Aisley, amor, mi amor, por favor... Por favor, respira!
Cuando finalmente la oyó escupir y toser , atragantada, Piers experimentó una alegría y un alivio tan
grandes que habría llorado de pura alegría .
- Piers - Aisley murmuró, todavía teniendo enorme dificultad para respirar. - Qué pasó? Estoy helándome!
Dominado por una emoción muy fuerte , Monterency tuvo ganas de caer de rodillas y agradecer al cielo , la
gracia obtenida. Entonces la abrazó, como si nada pudiese separarlos.
- Mi lord! - Al oír la voz de Cecil, Piers levantó la cabeza. Aunque pareciese una eternidad desde que Aisley
había caído en las aguas heladas del lago, tenía consciencia del poco tiempo que había pasado. Sus
hombres habían llegado lo mas rápido posible y no merecían ningún tipo de castigo . En verdad, eran mas
que bienvenidos.
- Cecil! Dame tu capa. Es para mi lady. Inmediatamente el siervo ordenó a los soldados la mantuviesen a
distancia e hizo lo que le fue pedido. - Mi lady irá al castillo antes que yo . Y jamas volverá a cabalgar en
ese maldito caballo otra vez.
- Fue a causa del venado! – Aisley se apresuró a protestar, los dientes castañeteando de frío. - El maldito
venado blanco vino corriendo en mi dirección, como si quisiese hacerme mal! Juro, en nombre de la Madre
Dios, que nunca, nunca mas, creeré en las historias ridículas de Edith.
Piers sonrió, feliz por estar abrazando a una mujer enfurecida, y no a una criatura fría e inerte . Viva, y
escupiendo fuego, estaba su esposa gracias a Dios.
- Un talismán ! Una promesa de futura buena suerte! Cuántas tonterías ! - Protestando, ella se apartó de su
marido y comenzó a caminar en dirección al caballo que Cecil le ofrecía.
Al sentir el vacío entre sus brazos, Piers tuvo al sensación de que jamas podría controlar los temblores que
lo sacudían , aunque no supiese decir si temblaba de frío o si se trataba sólo de una reacción al desastre que
casi había sucedido. Frotándose los brazos en una tentativa de calentarse, se dio cuenta, por primera vez,
que, contrariando toda lógica, había salvado a su esposa de morir ahogada. El hecho lo impresionaba.
Helado hasta los huesos, Montmorency pestañeó algunas veces sintiéndose repentinamente atontado. En el
medio de toda la confusión del rescate, había notado algo diferente. Algo que le había sido susurrado por el
viento, algo tan increíblemente maravilloso que no podía ser ignorado.
Por primera vez, en meses, sus ojos estaban libres de dolor.
- Un venado blanco... qué tontería! - Aisley volvió a protestar.
- Tal vez si... - Piers se susurró a sí mismo. Y tal vez no.
***

Sentada junto a la chimenea de los aposentos principales, Aisley aguardó que Cecil trajese agua caliente.
Cuando la bañera de madera ya estuvo llena, Piers se desvistió , sin ningún pudor , e dispensó al siervo.
- Puedes irte ahora. Mi esposa me ayudará con el baño.
Si el Caballero Rojo pudiese verla ahora, empapada y desgreñada como un ratón ahogado, probablemente lo
pensaría dos veces antes de arrojarse en un lago helado para salvarla. Al mirar a su marido, desnudo con
toda su belleza viril, fue invadida por una emoción intensa. No se cansaba de admirarlo.
Consciente de su ceguera, Piers no demostraba ningún pudor en relación a su propio cuerpo. Por eso se
exponía con elegancia y naturalidad, como una verdadera estatua esculpida. El fuego lanzaba un brillo
rojizo sobre la figura imponente, haciéndola perder el aliento . Mas que nunca, en ese momento, Piers
Montmorency encarnaba al mismo Caballero Rojo. Grande, poderoso y mortífero.
- Ven, Aisley, ven al agua. Necesitas ayuda para quitarte las ropas mojadas?
- No. - Realmente no se le pasaba por la cabeza llamar a Edith. La criada nunca pondría los pies en el cubil
del barón de Montmorency. Segundos después se libraba del vestido y quedaba completamente desnuda a
pocos pasos de distancia de su marido . Una sensación de frío y calor le recorrió el cuerpo , excitándola de
una forma insidiosa y sutil. Los dos ya habían compartido una intimidad total muchas veces, pero casi
siempre protegidos por la oscuridad...
Había algo erótico en el reflejo rojizo que el fuego de la chimenea lanzaba sobre el pecho fuerte de su
marido , sobre los hombros anchos, los cabellos claros...
- Quieres que te enjabone? - ella preguntó bajito, la voz ronca , llena de expectativas.
- Si, pero entra pronto en la bañera antes que te mueras de frío.
- Quieres que entre en la bañera... con vos?
- Eso mismo. Acaso estás sufriendo un ataque repentino de modestia y timidez, esposa? Se tratada de la
misma mujer que anoche me forzó a permanecer inmóvil mientras me daba un placer intenso con su boca y
sus manos? - Sonriendo sensualmente , Piers la tomó por la muñeca y la empujó en dirección a la bañera.
Era imposible resistirse. Al sentir los dedos fuertes tocarla, Aisley entró en la bañera y se sentó frente a su
marido, el agua cubriéndola hasta la altura de los hombros. A pesar de ser grande, la bañera no tenía
espacio suficiente para acomodar a dos personas, especialmente cuando una de ellas tenía dos metros de
altura.
Así Piers flexionó las rodillas para aumentar el espacio.
- Debo enjabonarte primero?
Por un momento, vendo la luz del fuego reflejada en los ojos azules, Aisley podría jurar que su marido era
capaz de verla. Entonces, antes que tuviese la chance de responder, él sujetó uno de sus pies y comenzó a
enjabonarlo, lentamente y cariñosamente.
Fascinada, Aisley no conseguía desviar la mirada de la figura sólida, por algunos instantes estuvo
satisfecha de que él no pudiera verla. Cada movimiento de Piers traducía el placer con que la tocaba y
pronto ella sintió el calor del deseo correr en sus venas como una droga potente. Cuando las manos
masculinas, tocándole los pechos, ella gimió , incapaz de controlar la oleada avasalladora de pasión.
- Piers, Piers...
Él se inclinó todavía mas hacia adelante yy, por primera vez, Aisley realmente lo vio tomar uno de sus
pezones con su boca. Por primera vez, pudo ver los cabellos rojizos esparcidos sobre su piel mientras él
succionaba el pezón con fuerza, haciéndola retorcerse de placer. En un movimiento inconsciente, levantó
las caderas, buscando alivio para el ardor entre sus muslos. Pronto su marido le masajeaba el punto
escondido de su femineidad.
Piers continuó acariciándola bajo el agua mientras deslizaba la lengua por los pechos erguidos, saboreando
cada centímetro de la piel caliente y suave . Trastornada por las sensaciones imperiosas que parecían
dominarla , Aisley forzó sus caderas en dirección a las manos masculinas, gimiendo al sentir los dedos firmes

penetrarla en un movimiento rápido y preciso. Sin que pudiese controlarse, alcanzó el orgasmo , su cuerpo
entero sacudido por temblores incontrolables.
Abrazando a su marido con fuerza, apoyó la cabeza contra su cuello mojado, sorprendida por el poder que
emanaba de ese hombre, un poder que, sabía ahora, no tenía nada que ver con la brujería o con las fuerzas
del mal. Era, simplemente, el poder del amor.
- Ahora déjame... enjabonarte, querido.
Aunque percibiese las señales de extrema tensión sexual en el rostro de Piers, ella se entregó a la tarea
lentamente, queriendo disfrutar cada instante de intimidad. Era maravilloso sentir el cuerpo sólido bajo sus
dedos, los músculos firmes y bien formados, sus piernas atléticas, cubiertas por una capa de vello dorado y,
entre sus muslos... Aisley cerró los dedos alrededor del miembro hinchado, cerró los ojos y arrojó la cabeza
hacia atrás, abandonándose por completo a las sensaciones.
Ver el placer estampado en el rostro de su marido , observar la intensidad de la emoción que lo consumía,
era un experiencia nueva y electrizante. De repente Montmorency abrió los ojos y la tomó por las caderas,
acomodándola sobre su pene caliente y pulsante. El agua caía por los bordes de la bañera empapando el
piso mientras él la guiaba a un ritmo capaz de incendiar la sangre.
- Así, querida... así... - Piers murmuró deslizando las manos por la piel mojada, acariciando los pechos y
apretando los pezones con fuerza.
Con un sentimiento que bordeaba la reverencia, Aisley observó el rostro de su marido , quien , con los ojos
cerrado parecía completamente trastornado.
- Bésame - él pidió, la voz ronca y urgente comunicando su estado de excitación.
Los labios de ambos se encontraron con pasión, las lenguas ávidas se batieron a un duelo apasionado. Piers
imitaba con su lengua los movimientos de la penetración hecho por su miembro erecto. Alrededor de ambos,
el agua se desbordaba mientras la fricción de sus cuerpos los arrastraba a un estado de excitación sexual
casi insoportable.
Finalmente Aisley interrumpió el beso para gritar el nombre del hombre amado. Entonces alcanzó otro
orgasmo, las oleadas de placer llegaban a ser dolorosas por su intensidad. Sujetándola con firmeza por los
caderas Piers la mantuvo inmóvil y enterró su miembro hasta la profundidad del cuerpo femenino antes de
verter la semilla de vida en el vientre de su esposa, un grito de placer triunfal hizo eco en el cuarto y
rompió la oscuridad como un rayo de luz.
Aisley estaba debilitada y jadeante cuando finalmente salieron del agua ya fría y fueron a la cama. En el
mismo instante se acurrucó contra el cuerpo viril y reconfortante, y se sintió completamente serena por
primera vez desde que había puesto los pies en el castillo Dunmurrow. Te amo, Piers, ella se repitió a sí
misma y sonrió feliz. Quien habría imaginado que su elección de marido acabaría siendo tan correcta?
Jamas se le había pasado por la cabeza enamorarse del Caballero Rojo y nunca se había imaginado las
delicias que encontraría en la cama y en el baño, como mujer casada . Ella se ruborizó al pensar en la
manera en que Piers la había amado. Aunque las veces anteriores hubiesen sido maravillosas, esa noche él
había sido positivamente exuberante. Tal vez porque ambos se hubiesen dado cuenta cuan valiosa era la
vida. Después de la experiencia terrible de verse al borde de la muerte , Aisley había pasado a apreciar el
simple hecho de existir con un respeto renovado. Y no había un modo mejor de celebrar la bendición de la
vida que amando a su marido.
- Gracias por salvarme - murmuró cariñosamente.
- Vos valías la pena - él respondió, apretándole las nalgas.
Aisley apoyó su cabeza en el pecho de él, contenta con las palabras de Piers. A pesar de que Caballero Rojo
no tocara el tema, ella sabía muy bien que el casamiento forzado no había sido de su agrado. Sin embargo
no tenía dudas que, desde entonces, los sentimientos masculinos se habían tornado mas tiernos. O

entonces por qué un hombre ciego se tiraría en un lago helado en pleno invierno? Sólo de pensar en el
peligro que lo había obligado a correr, se sentía literalmente aterrorizada.
- Podrías haber muerto ahogado o congelado.
- Creo que nadar un poco me hizo muy bien.
Algo en el tono de voz de su marido le llamó la atención, y ella lo miró . Una sonrisa tranquila brillaba en los
labios sensuales.
- Cómo? - Aisley indagó intrigada. Desde el inicio esperaba un reto por haberlo arrastrado al medio da
bosque, exponerlos a todo tipo de imprevistos. Piers había tenido razón cuando la había alertado de los
peligros de una cabalgata al aire libre . Pero, a pesar de la tragedia que casi había sucedido, él parecía
bastante satisfecho. Lo que era de extrañar.
- Por primera vez, desde al batalla en que perdí la vista, no siento dolor. Mis ojos no me duelen, él habló en
un murmullo que era casi para sí mismo.
- Por qué? En tu opinión, que causó eso? El frío? El agua? - Aisley se sentó en la cama y miró a su marido
fijamente, como si esa cara pudiese revelar algún secreto. Pero como siempre la cama estaba envuelta en la
oscuridad total y el rostro amado no le decía nada.
- Tal vez la baja temperatura haya diminuido un poco la intensidad del dolor - ella habló finalmente.
- Fue lo que pensé al principio, sin embargo cada centímetro de mi cuerpo quedó caliente durante el largo
baño , y aún así continúo sin sentir nada, ni el menor malestar .
Ella sonrió. Entonces allí estaba la explicación para esa noche un tanto diferente a las otras. Por primera vez
Piers no había estado luchando contra el dolor constante que lo incomodaba desde el accidente.
- Si no fue a causa del frío... Sólo puede haber sido el agua! Acostumbras a lavarte los ojos con frecuencia?
- Lo hacía al principio , sin embargo las diferentes pociones que probé no han tenido el menor efecto. El
dolor continuó.
- Eso fue hace mucho tiempo atrás - ella protestó. - Si tenías astillas de piedra clavadas en los ojos, algunas
de ellos podrían estar enterrados tan profundamente que llevaría meses hasta ser expulsadas. El agua
probablemente las aflojó y las hizo salir . Tal vez tu visión pueda retornar a la normalidad ! - Entusiasmada
con la posibilidad, Aisley levantó la voz, entregándose a la esperanza.

Pero la reacción de Piers fue inversa. Él se quedó rígido, su cuerpo tenso. - Por favor, no alimentes muchas
expectativas o la decepción será mayor. Yo no creo en milagros.
- No? - ella preguntó desafiante, rehusándose a ver su entusiasmo diminuido. - Vos no creías en la leyenda
del venado blanco y ves lo que pasó! El animal apareció y no causó ningún mal tirándome en el lago,
sino sólo un bien.
- Eres demasiado supersticiosa, esposa.
Tal vez, Aisley pensó, sin embargo recordaba claramente el modo en que el animal la miraba y la idea la
hizo sonreír. Hay cosas en las que vale la pena creer y en Navidad todo es posible, aún aquello que el
sentido común considera irrealizable.
Las cosas habían comenzado a suceder de manera gradual. Fue unos días después de Año Nuevo que Piers
percibió algo diferente. Todas las mañanas, Aisley acostumbraba a abrir las cortinas del cuarto antes de
prepararse para enfrentar las tareas del día.
Como ella daba tanta importancia a su cuerpo, y no se cansaba de admirarlo, Piers sabía que podía
convencerla de volver para a la cama si se exponía a la claridad. Por eso aceptaba que las cortinas fuesen
abiertas sin protestar. Pero cuando su esposa se iba , llamaba a Cecil y hacía oscurecer el ambiente
nuevamente . En verdad tenía un miedo mórbido de que alguien apareciese de repente y descubriese su
secreto traicionándolo y entregándolo a algún enemigo. Si eso aconteciese, el paraíso construido dentro de
las paredes de Dunmurrow no tardaría en convertirse en un infierno. La oscuridad lo protegía.

Hoy era un día como cualquier otro. Sin embargo al oír el ruido de las cortinas siendo abiertas y percibir la
leve corriente de aire, Piers tomó consciencia de una otra cosa: luz. La percepción fue tan brusca e
inesperada que lo dejó inmóvil sobre la cama, sin saber como lidiar con esa sensación extraña. La sensación
de que la oscuridad lo asolaba hacia meses había perdido un poco de su intensidad.
- Piers, tengo que apresurarme! - Aisley habló, trayéndolo de vuelta a la realidad. - Hoy voy a comenzar a
organizar el telar. Tal vez en breve todos podamos tener algunas ropas nuevas para calentarnos.
- Pues te prefiero con una sola prenda sobre el cuerpo - Montmorency protestó.
Ella se rió, el sonido cristalino y encantador pasó por primera vez desapercibido a los oídos de su marido .
Él sólo conseguía prestar atención a aquella luz tenue . Qué había causado eso?
- Ah, si al menos pudiese quedarme un poco mas.
- No me provoques, mujer. - Piers sintió los dedos delicados de su esposa tocarle el pecho, un perfume
suave llenó sus sentidos como un vino potente.
Poco después que ella se apartaba para terminar de vestirse, dejándolo verdaderamente decepcionado.
- Prometo que hoy a la noche tendremos todo el tiempo del mundo.
- Tal vez durante la cena. - Ágil, Montmorency consiguió besarla antes de darle permiso para salir cuarto. -
Ten cuidado de no olvidarte de la hora.
- No te preocupes, querido. Quieres que mande a Cecil ahora?
- No. Yo mismo lo llamo cuando lo precise.
Al oír la puerta siendo cerrada, Piers, por primera vez, se sintió satisfecho con la ausencia de su esposa. A
pesar de extrañarla terriblemente , hoy necesitaba estar a solas, porque todavía no se sentía listo para
compartir su reciente descubrimiento .
Ni siquiera llamó al siervo. Sólo permaneció inmóvil . Tenía miedo de moverse porque el movimiento podría
hacer desaparecer la luz. Quien sabe si no lo estaba imaginando? A lo mejor esa tenue claridad no era mas
que una etapa de su ceguera, destinada a atormentarlo? La claridad desaparecería si cerrase los ojos por
algunos segundos? Su corazón latía tan fuerte en el pecho como si estuviese preparado para enfrentar la
mas terrible de las batallas y, en verdad, se sentía mas asustado ahora que en ningún otro momento de su
vida.
Sin embargo sabía que precisaba actuar. Bien lentamente, pero con firmeza, cerró los ojos. Entonces contó
hasta diez y volvió a abrirlos. No, no se trataba de su imaginación. El mundo, que había estado inmerso en
una oscuridad total por tanto tiempo, ahora era mas claro.
Piers volvió la cabeza en dirección a la ventana y la claridad intensa hizo que sus ojos lagrimeaban . Qué
significaría ese cambio? Tembloroso, recostó la cabeza en la almohada y volvió a cerrar los ojos. Pero esta
vez los cerró buscando protegerse de una emoción prohibida... buscando protegerse de la esperanza.
Piers no dijo una sola palabra sobre el asunto a su esposa. También permaneció callado cuando, algunos
días después , comenzó a divisar sombras y formas en el medio de la oscuridad . Mandó a que Cecil pusiese
candelabros en los aposentos principales y si Aisley halló su actitud extraña, ella no hizo ningún comentario.
Con seguridad creía que su marido buscaba una manera de agradarla y él no hizo nada para quitarle esa
impresión.
Al oír el ruido de pasos, Piers levantó la cabeza en dirección al sonido . Y allí estaba: su esposa, de pie,
delante de la chimenea. Fue preciso una enorme fuerza de voluntad para mantener la compostura mientras
vislumbraba los contornos de la figura delgada por primera vez en su vida. Sin que lograr controlarse, dejó
escapar un gemido ronco, atontado por la violencia de la emoción.
Aisley interpretó el ruido de otra forma, creyendo que su marido estaba ansioso por poseerla.
- No quieres esperar hasta la cena? indagó ella, su voz bella y musical inundándolo de placer.

- No - Piers respondió en un tono ronco y ansioso, los pensamientos volando en dirección a la pasión. -
Quiero poseerte ahora, sobre la alfombra , en el medio del cuarto. Con Sólo de imaginar el cuerpo de su
esposa sobre el piso , la luz del fuego iluminando su piel , sintió su miembro inmediatamente rígido.
- Pero Cecil... - ella protestó sin mucha convicción –
- Olvídate a Cecil ! Sonriendo , Piers se levantó de la cama y caminó en dirección a su mujer. Entonces la
tomó en sus brazos, las manos cerrándose alrededor de los pechos firmes, la boca se posaron sobre los
labios húmedos.
Y sobre la alfombra , delante de la chimenea, se entregaron al deseo .
CAPITULO 14

Aisley estaba en el salón principal cuando llegó un mensajero de Belvry.
- Es un muchacho llamado Benedict, mi lady el guardia le avisó.
- Déjalo entrar! - ella exclamó, deleitada con la idea de recibir noticias de su antiguo hogar. Conocía a
Benedict hacia años y ahora era asistente del administrador.
- Edith, trae cerveza y comida para nuestro invitado. - Aisley miró a su alrededor y encontró todo en el mas
perfecto orden. Aunque Dunmurrow no fuese tan bonito como Belvry, bajo sus cuidados el castillo se había
transformado en un ambiente agradable y acogedor, sin nada de la atmósfera lúgubre inicial. Se sentía
satisfecha de poder recibir al muchacho.
- Benedict, que bueno volver a verte ! - Con ambas manos extendidas, ella le dio la bienvenida al viajante,
sin embargo el aire abatido del joven la preocupó inmediatamente.
Pasaba algo malo en la casa?
- Su apariencia es perfecta, mi lady.
Tal vez la expresión extraña de Benedict no estuviese relacionada con posibles problemas en Belvry sino
con el castillo de Dunmurrow. EN esos días maravillosos que habían seguido a la Navidad, había acabado
olvidándose de los rumores terribles que rodeaban al Caballero Rojo y a aquellos que vivían en sus
dominios.
- Cuanta gentileza . Estoy bien , gracias. Por favor, siéntate. Necesitas descansar después del largo viaje.
Benedict pareció relajarse con una jarra de cerveza y un plato de carne asada delante suyo
El joven atacó con fervor la comida mientras Aisley le contaba sobre las mejoras hechas en Dunmurrow y
le preguntaba noticias de los amigos dejados en Belvry. Solamente después de terminar la comida , las
facciones de Benedict volvieron a ponerse sombrías. Aisley concluyó que no era Dunmurrow lo que lo
afligía. Algo estaba mal . Algo serio, porque Matthew Brown había preferido mandar un mensajero a
escribir una carta.
- Qué está sucediendo? Por qué viniste hasta aquí?
- Mi lady... Siento decirlo , pero vine a traer malas noticias. Lord Hexham se ha puesto inquieto en su
ausencia. Matthew cree que en breve, probablemente cuando el tiempo mejore, él atacará Belvry.
- Hay algo mas? - ella indagó, la voz apretada en su garganta, los ojos abiertos en una expresión de
profundo horror.
El muchacho carraspeó y miró sus propias manos, sabiendo que precisaba llegar hasta el fin, por mas
desagradables que fuesen las novedades.
- Hexham afirma que su casamiento con el Lord de Dunmurrow no es válido porque su padre la prometió a
él ...
Furiosa, Aisley lo interrumpió en el medio de la frase.
- Ese maldito mentiroso!
- Si, mi lady. Hexham dice que usted le pertenece por derecho, así como Belvry.
Llena de ira, ella apretó los puños, en un gesto de impotencia y frustración.

- Ese hijo de puta ! El propio Edward arregló mi casamiento! Cómo tiene la osadía Hexham de desafiar y
poner en duda un decreto del rey? Tenemos que buscar a Edward y contarle lo que está sucediendo...
De repente, al percibir la manera extraña en que Benedict la miraba, Aisley se dio cuenta de lo que había
acabado de decir. Con seguridad el joven debía estar preguntándose por qué alguien iba a incomodar a
Edward cuando tenía como marido al caballero mas temido de todo el reino ?
Aisley bajó la mirada, sintiendo en la boca el gusto amargo de la derrota. Su marido ciego no podría
ayudarla. Y quién lo haría entonces? Claro que estaba la alternativa de mandar un mensaje para el rey,
poniéndolo al tanto de la situación. El problema era que Edward viajaba bastante y que no estaba
interesdo de modo especial en Belvry. El rey y ella nunca habían sido muy íntimos y con seguridad ese
relación se había vuelto todavía mas fría después que había intentado engañarlo con la elección de un
marido.
Aunque Hexham no gozase de una simpatía especial de Edward, tampoco ella la tenía. Por otro lado
Hexham, como caballero, tenía un ejército puesto al servicio del rey, mientras ella... Qué podría ofrecerle ?
Nada. Y Piers? Los días de guerrero de su marido habían terminado y Dunmurrow no era una propiedad
tan rica como para comprar un favor real. Cuánto pesarían los triunfos pasados del Caballero Rojo en la
balanza del rey ? Aisley tragó en seco, sintiéndose al borde de la desesperación. Estaba en un túnel sin
salida y el futuro se presentaba sombrío e incierto.
Era impensable que su vecino arrogante e inescrupuloso fuese a arrebatarle Belvry. Era impensable, y sin
embargo bastante probable: Aisley se levantó decidida. Por mas que la situación le pareciese sin esperanzas,
no iba a entregarse sin luchar.
- Ven conmigo, Benedict. Quiero que le cuentes todo a mi marido, el barón Montmorency.
El alivio estampado en el rostro del muchacho era tan palpable que la hizo reír. Pero no esperes ayuda del
terrible Caballero Rojo, ella pensó sin amargura. Amaba a su marido por encima de todo y se quedaría al
lado de él en cualquier circunstancia, aunque eso significase perder todo aquello que un día le había sido
tan querido.
Las sombras de los aposentos principales no habían dejado de intimidar a Benedict. Aisley sonrió, intentando
acordarse de los días en que esa oscuridad la había asombrado o cuando Piers, sentado en el medio de las
sombras y flanqueado por dos perros, le había parecido amenazador. Sin embargo los recuerdos se perdían
en un pasado reciente. Todo lo que conseguía ver era un cuarto tan lleno de amor y calor humano que le
hacía perder importancia a las sombras.
- Mi lord. Este es Benedict de Belvry, asistente de mi administrador. Él nos trajo algunas noticias que me
gustaría que supieses.
- Siéntate - Piers ordenó. Aisley llevó al muchacho hasta el sofá junto a la chimenea. Después , ignorada
por los perros enormes, dio un paso dentro de la oscuridad y permaneció de pie, detrás de su marido . Al
apoyar las manos en los hombro macizos, sintió los dedos masculinos cubrir los suyos en un gesto tan
reconfortante que le trajo lágrimas a los ojos.
- Habla, Benedict. - Montmorency oyó las novedades con atención, la voz nerviosa del joven haciendo eco en
el ambiente.
- Y qué es lo que ese tal de Hexham dice de mí? Piers indagó.
Un silencio pesado se extendió por varios segundos.
- Vamos, Benedict - Aisley lo tranquilizó. Puedes hablar libremente aquí. No hay nada que temer.
Ella tentaba imaginar cual sería la nueva calumnia que Hexham habría inventado respeto al Caballero Rojo.
Debía ser algo terrible, ya que el muchacho parecía aterrorizado. Finalmente Benedict aceptó responder.
Como si supiese que no era posible huir a su propio destino.
- Hexham dice que el Caballero Rojo debe estar muerto hace tiempo y que Aisley vive escondida aquí,
detrás de una sombra. Sin embargo, por mas que intente esconderse , ella no va a escapársele.

Aisley sintió la tensión y la rabia extenderse por el cuerpo de Piers y por un momento temió que su marido se
entregase a uno de esos accesos de furia. Pero Montmorency permaneció sentado, manteniendo un control
férreo.
- No es una noticia interesante? - Cuando Benedict, quien dio la impresión de padecer de un gran malestar
nada respondió, Piers continuó. - Nuestro enemigo planea atacar Belvry o Dunmurrow?
Aisley demoró un poco hasta darse cuenta a donde su marido quería llegar.
- Entiendo su punto de vista, mi lord. Tal vez ese cobarde esté planeando sacarlo fuera de aquí con la
intención de tomar Dunmurrow en su ausencia. Un plan así es acorde a la personalidad de Hexham - ella
comentó.
- Qué crees que el hombre desea mas, Belvry o Aisley? - Montmorency le preguntó a Benedict.
El muchacho no respondió de inmediato. Le Llevó alguns segundos sopesar la pregunta y buscar responderla
de la forma mas objetiva posible.
- Hexham desea a mi lady. Pero él siempre ambicionó poseer Belvry, pues las tierras de los de Laci son muy
prósperas, mas allá del número de empleados que trabajan en el castillo . El ya tomó una de las
mansiones de la propiedad y, en mi opinión, no se quedará tranquilo hasta que se apropie de todas.
Aisley acompañó a Benedict hasta los establos para despedirse. El muchacho parecía mas tranquilo ahora,
después de recibir instrucciones de Piers sobre la manera en que el administrador de Belvry debía actuar
respecto a las amenazas de Hexham. Era difícil no tener fe en el Caballero Rojo, Aisley pensó viendo al joven
apartarse, la sonrisa de aliento desapareció tan pronto como se vio sola. Como le gustaría adelantar el
momento de volver junto a su marido .
Si ella llorase por la pérdida de su hogar sólo iba a dejar a Piers todavía mas frustrado y herido en su
virilidad por su incapacidad de protegerla. Se acordaba muy bien de esa noche en la que Montmorency se
había considerado menos que un hombree, había salido al patio en medio de la noche y había expresado
toda la ira y la frustración que lo consumía.
Finalmente el anochecer la obligó a entrar. Llamándose cobarde, resolvió enfrentar la furia de su marido .
Sorprendida, descubrió que los aposentos principales estaban iluminados por varios candelabros y Cecil
servía la cena, como siempre.
- Mandé a llamar Alan - Piers habló sin preámbulos.
- necesito consultar a mi vasallo antes, pero creo que tendré que cederte mis hombres . Tal vez Alan deba
llevar la mayoría de los hombres a Belvry. Una demostración de poderío probablemente hará Hexham
vacile antes de cometer alguna tontería.

Aisley inspiró profundamente, los ojos fijos en su marido. Él estaba sentado a la mesa, su cuerpo
musculoso pareciendo dominar todo el ambiente , el rostro serio e inteligente haciendo justicia a la leyenda
que se había creado en torno al Caballero Rojo.
- Estás planeando desafiar a Hexham?
- No, pero tampoco pretendo dejar que ese cobarde se apodere de Belvry. - Piers miró en dirección a su
mujer, como si la evaluase. - Pensaste que yo no haría nada? Que no tomaría ninguna actitud?
- No! Claro que no! - ella mintió, ruborizándose hasta la raíz de sus cabellos. Dios sabía como prefería no
enfurecerlo. – Pero, tienes hombres suficientes?
- Como Benedict no fue capaz de darme información mas detallada sobre las fuerzas de Hexham, no puedo
responderte ya. Seguramente no tengo tantos hombres como me gustaría, sin embargo Dunmurrow jamas
estuvo bajo ningún tipo de amenaza antes. Creo que será posible enfrentar este desafío.
Un profundo sentimiento de culpa la invadió . Aunque Piers no la acusase de nada, ella sabía muy bien que la
culpa era suya. Si no fuese por ella, Dunmurrow no estaría en peligro. Si no fuese por ella, Montmorency
habría sido dejado en paz... Angustiada, Aisley se levantó y caminó en dirección de la chimenea.

- Tal vez deberíamos permitir que él se quede con todo - Aisley habló con delicadeza.
- Qué? - Asombrado con lo que había acabado de oír, Piers concluyó que no había escuchado bien.
- Tal vez deberíamos dejar que Hexham se apodere de Belvry - ella repitió, mirándolo. La furia estampada en
el rostro del barón la asustó. - Belvry no significa nada para mí ahora. Mi vida está aquí en Dunmurrow. A
tu lado.
La rabia desapareció del rostro de Montmorency.
- Aisley... esposa.
Obedeciendo al llamado implícito, ella se entregó a los brazos fuertes y acurrucó contra su pecho ,
buscando protección y alivio. Toda la fortaleza que se había visto obligada a representar durante el día
amenazó con derrumbarse con la dulzura de ese abrazo. Tenía ganas de llorar por su antiguo hogar, por la
culpa que sentía por todas las consecuencias que le traería a su marido y por la alegría que esa nueva vida
le daba. Una alegría que acababa de ser puesta en riesgo.
- Si no hiciera nada será todavía peor - Piers murmuró apretándola contra su corazón. – Pero si yo
demuestro que no aceptaremos provocaciones, tal vez al verme desista del plan .
Aisley sonrió, notando que su marido ya había entendido la personalidad cobarde y sin escrúpulos de
Hexham.
- No tengas miedo, querida. Sólo porque mis hombres no están asentados aquí eso no significa que no hay
un número suficiente de soldados. Ellos siguen a Alan ahora. - Había una nota de amargura en su
comentario. - Y Alan va a donde yo mande. Mi vasallo seguirá adelante con la leyenda del Caballero Rojo,
manteniéndola viva. Tal vez eso sea suficiente para desalentar a nuestros enemigos.
Alan llegó algunos días después liderando al ejército del barón Montmorency. Al ver tantos hombres
acampados afuera del castillo, Aisley experimentó, por primera vez desde las noticias sobre las amenazas
de Hexham, una sensación de seguridad y tranquilidad. Con certeza ese número expresivo de soldados sería
suficiente para hacer que su vecino cambiase de idea porque, a pesar de sus bravuconadas, Hexham no era
mas que un cobarde.
Piers y su vasallo habían pasado la tarde entera conversando y trazando estrategias para un posible ataque.
Mientras tanto, Aisley cuidó que todos los soldados tuviesen donde dormir y que comer. Tanto servicio la
hizo perder la noción del tiempo y cuando Cecil vino a llamarla para cenar, la comida ya había sido servida.
- Buenas noches, mi lord - Aisley habló, apreciando la claridad y el calor que venían de los candelabros. Era
tan bueno poder ver la propia comida! Allí estaba el vasallo, pareciendo exhausto después de la larga
jornada. - Alan, es un placer verlo otra vez.
- Mi lady. - Dando dos pasos en dirección a Aisley, él tomó las manos delicadas entre las suyas.
- Es casi imposible, pero tengo la impresión que usted se volvió todavía mas bella durante mi ausencia.
- Gracias. - A pesar de la sonrisa gentil, Aisley inmediatamente retiró sus manos. – Y usted se volvió todavía
mas elocuente.
Aisley rió y se aproximó a su marido , temiendo despertar celos innecesarios. En el mismo instante Piers
pasó un brazo alrededor de la cintura delicada, en un gesto obviamente posesivo.
Alan no quedó ni un poco sorprendido con el comportamiento del barón. Sólo sonrió de manera cómplice.
- Presumo que ustedes dos han arreglado las cosas de manera satisfactoria para ambas partes. Está todo
claro ahora?
- Qué? - Piers parecía no comprender las insinuaciones del vasallo .
- Estoy hablando sobre el casamiento de ustedes . Todo mundo se daba cuenta que se trataba de un
casamiento por amor. Por qué , entonces la escenificación de antes? Casi me caí de risa cuando ustedes dos
in tentaron convencerme de que no se conocían y que o casamiento había sido arreglado por Edward. Cuál
es el motivo del secreto? - Cuando Aisley y Piers lo miraron aparentando no entender nada , Alan sacudió

la cabeza como si estuviese enfrentando personas temerarias. - Algún día, cuando consiga descubrir toda la
historia, apuesto a que tendrá algo que ver con el asqueroso de Hexham.
Sonriendo , Alan concluyó:
- Ustedes no podían engañarme por mas que lo intentasen, porque yo sabía que ninguna mujer en su sano
juicio iba a escoger a un hombre con la reputación de Montmorency, a menos que lo conociese bien.
Aisley miró al vasallo por algunos instantes y después comenzó a reír, incontrolablemente, mientras el
sonido de las risas de Piers llenaban el cuarto también.
Al día siguiente, Aisley estaba separando provisiones para el ejército del Caballero Rojo cuando Edith vino a
buscarla, el rostro redondo de la sierva lleno de preocupación. Acostumbrada a ver la criada siempre feliz
en los últimos tiempos, concluyó que el problema sólo podía ser serio.
- Qué pasa , Edith?
- Oh, mi lady, es Willie. El fue convocado para unirse a las fuerzas de Alan.
- Pero él es un soldado...
Edith la interrumpió en el medio de la frase.
- Lo sé . Sólo que Willie no es mas un muchacho, mi lady!
- Si, sin embargo se tratada vida que él escogió Aisley retrucó, colocando un punto final a los argumentos de
la sierva. Entonces se detuvo para imaginarse como se sentiría si fuese Piers quien estuviese liderando a los
hombres y no Alan.
Claro que experimentaría orgullo. Pero ese orgullo no duraría nada ante la idea de tener a su marido
involucrado en una batalla, corriendo el riesgo de volver nunca mas.
- Tal vez podamos persuadir a Alan para que deje a Willie como guardia en el castillo - sugirió, sabiendo
que Piers planeaba repartir sus fuerzas para que Dunmurrow no quedase desprotegido.
- No, mi lady. Willie no aceptará eso. El tonto temerario quiere ir a luchar!
Sin saber qué decir, Aisley miró a la criada buscando una solución . Qué haría si Piers estuviese
determinado a partir?
- Tal vez si vos le dijese a Willie como te sientes, y cuan preocupada estás . Deberías pedirle que se quede
, implorarle si es necesario ...
- Nunca le imploré a ningún hombre
Edith habló orgullosamente , el rostro colorado de indignación -, y no pretendo comenzar ahora. - Sujetando
la punta de su falda con la mano, ella casi salió corriendo, protestando bajito.
Aparentemente Edith cambió de idea porque horas después volvió a buscar a Aisley , esta vez, sonriendo y
trayendo a un Willie nervioso .
- Nosotros queremos casarnos, mi lady - la sierva anunció.
- Edith! Que noticia maravillosa. - La sonrisa de alegría desapareció tan pronto como recordó que no había
sacerdote para realizar la ceremonia. – Pero, cómo?
Después de llevar el asunto al conocimiento de Piers, quedó decidido que Edith viajaría con los soldados
hasta Belvry, donde el capellán celebraría el matrimonio. Durante el viaje ella sería escoltada no sólo por
Willie, sino por toda la guarnición. Así estaría bien protegida.
Ni la posibilidad de enfrentarse con el ejército de Hexham en el medio del camino sirvió para diminuir la
determinación de Edith, de tan ansiosa que estaba por casarse. Aisley sonrió sorprendida con el desarrollo
de los acontecimientos. La misma mujer que había llorado de miedo por el Caballero Rojo ahora se
preparaba para enfrentar una posible batalla sin pensarlo dos veces. La vida tenía caminos extraños...
Las dos se volvieron a encontrar cuando la criada vino a atenderla, antes de la cena.
- Quieres que te trence los cabellos ? - ella preguntó inhibida y Aisley sabía que ese desanimo era debido al
hecho de que debían decirse adiós. Alan iba a partir al día siguiente.

- No, gracias. – Se había Acostumbrado a usar los cabellos sueltos porque a Piers le gustaban así. - Pero
puedes cepillarlos .
Satisfecha por tener algo que hacer con las manos, la sierva acometió la tarea con empeño.
- Yo quería agradecerte, por haber hecho todos los arreglos necesarios para a mi partida a Belvry.
- De nada. Estoy feliz de haberte ayudado. Si Willie y vos desean permanecer em Belvry, estoy segura
que Matthew podrá encontrar algo para mantenerlos ocupados allá.
- Oh, no, mi lady. Yo nunca sería capaz de abandonarla aquí. - Por un momento la mujer mayor pareció tan
horrorizada como en los primeros días de la llegada a Dunmurrow.
- Pues te aseguro que seré capaz de manejarme muy bien - Aisley respondió rindo. - Estamos consiguiendo
nuevos siervos cada día . Estoy segura que encontraré a alguien para trabajar como mi criada personal.
Edith no pareció muy satisfecha con la posibilidad.
- Nosotros volveremos y es mas , traré gente nuestra conmigo.
- Solamente aquellos que deseen mudarse . No quiero ver a nadie infeliz aquí.
La criada tuvo la delicadeza de reconocer su propia culpa, bajando la cabeza por algunos segundos. Después
retomó la tarea.
- Mi lady, yo ... yo temo haberte dado una información equivocada, aunque la culpa no ha sido exactamente
mía. - El rostro enrojecido de la criada la dejo intrigada. Qué sería esta vez?
- Cuando vos ... - Edith inspiró profundamente reuniendo coraje y continuó. – EN la noche de bodas, mi
lady, te dije algunas cosas... Desde entonces descubrí que esas cosas no siempre son verdaderas.
- Oh? Qué pasa con lo que dijiste? - Aisley indagó, intentando disimular su sonrisa y mantenerse seria.
- Fue sobre el acto de consumación del matrimonio, mi lady. Te dije que era breve y doloroso, cuando no
es necesarianente ninguna de las dos cosas . En verdad... puede ser bastante agradable y ... extenderse en
el tiempo.
Aisley precisó apretar la mandíbula con fuerza para no reirse . Cuando finalmente se sintió capaz de
controlar la risa, respondió:
- Tienes razón , Edith pues fue lo que descubrí por mi misma.
- Verdad, mi lady? - la criada preguntó sorprendida, el cepillo suspendido en el aire. - Estás queriendo decir
que el Caballero Rojo...
- Estó queriendo decir que la reputacióndo Caballero Rojo no es nada en comparación con sus habilidades
... en la cama.

***
Cuando Piers despertó y la oscuridad le dio la bienvenida y por un momento se sintió lanzado de vuelta al
infierno negro en que había vivido durante tantos meses. Entonces recordó que era el cortinado de la cama
y que su visión mejoraba cada día a día . Todavía continuaba rehusándose a admitir, aún ante sí mismo,
que estaba viviendo el proceso de recuperación de la vista porque no soportaría enfrentar la realidad si sus
esperanzas se derrumbaran.
Cada amanecer, Piers no esperaba nada mas allá de lo que había tenido el día anterior. Sólo le pedía a
Dios que la oscuridad total jamas retomase, pues a pesar de tener a Aisley a su lado, no sabía si sería capaz
de descender al infierno otra vez.
Aisley. Al sentirla moverse a su lado, él tomó una mecha de sus cabellos entre sus dedos, apreciando la
suavidad . Decían que los cabellos de su esposa tenían el brillo de la plata. Por mas que intentaba imaginar
ese tono claro de cabello, casi blanco, reflejándose a la luz del sol, sin embargo no lo conseguía. Aunque
estuviese viendo colores ahora, la tonalidad de los cabellos de Aisley se le escapaba y cuando intentaba
verla, tampoco tenía éxito porque la imagen querida se rehusaba a tomar forma.
- Hum... Buenos días, marido.

Cómo era que esa mujer podía estar completamente despierta tan rápidamente cuando su mente continuaba
envuelta en neblinas?
Rozando su cuerpo por el de Piers, Aisley saltó fuera de la cama.
- Vuelve aquí, mujer - él pidió, sin embargo el cortinado ya estaba siendo abierto. Piers cerró los ojos
saboreando el momento, sin ninguna prisa para dejar el calor de la cama. Qué bueno era despertar al
lado de su esposa y compartir esos primeros instantes de la mañana antes que las responsabilidades del día
se entrometiesen. Entonces se veía obligado a enfrentar las largas horas de aislamiento y frustración
mientras su mujer se ocupaba de variadas obligaciones.
- Es un bello día, querido! - Como obedeciendo a la atracción ejercida por la voz musical, Piers abrió los
ojos. Por un momento pensó que su corazón iba a explotar
en su pecho, tal era la fuerza de los latidos. Delante de la ventana, inundada de luz, había una visión
maravillosa.
Esa era su esposa. No una sombra, ni una mezcla indiscriminada de colores, sino Aisley... La primer
imagen en ser captada hacia tanto tiempo. Y no podía creer en lo que estaba delante de sus ojos.
Siempre había sabido que se trataba de una mujer adorable. Había oído otras personas elogiar la belleza
de la lady del castillo de Dunmurrow, pero aún así estaba literalmente sin habla. Ni en sus mas locos
sueños había llegado cerca de la realidad. Aisley era tan bella que le cortaba el aliento .
La luz matinal iluminaba las facciones delicadas y llenas da vida. Los cabellos, tan claros que parecían
blancos y tan brillantes que daban la impresión de reflejar a la luz del sol, caían sobre su espalda hasta la
cintura.
Ella estaba desnuda. Atónito, Piers apenas había notado ese detalle, pero ahora se maravillaba ante tan
grande perfección.
La piel suave como terciopelo tenía un brillo dorado, los pechos pequeños y erguidos, sus pezones rígidos a
causa del frío . Cintura estrecha, piernas esbeltas y bien torneadas. Sólo de admirarla quedaba excitado de
una manera casi dolorosa. Sin embargo, por mas que la desease, Piers temía romper el encantamiento
haciendo cualquier movimiento brusco. No soportaría verla desaparecer en una nube de colores y jamas
volver a verla con nitidez.
Con la atención centrada otra vez en su rostro angelical, Piers concluyó que jamas había visto tanta belleza.
Por un largo instante permaneció inmóvil, casi sin respirar, absorbiendo la imagen de su esposa como un
hombre sediento. Aún si viviese cien años, nunca mas se olvidaría de ese momento.
Aisley, Aisley, Aisley, él quería gritar. Y de repente era como si todos los sentimientos guardados dentro de
su pecho quisiesen explotar. Todo aquello que había intentado ignorar a causa de la ceguera ahora
amenazaba con desbordarse descontroladamente. Era como un dique roto, el agua antes contenida
traspasaba las barreras y lo dejaba impotente para controlar la fuerza de la emoción.
Él debió haber dejado escapar algún sonido , porque Aisley se dio vuelta para mirarlo. Los ojos grandes y
verdes tenía un brillo especial . Y esos labios... los mas suaves y rosados, capaces de dejarlo ardiendo con
un simple roce.
- Piers? - ella indagó. - Qué pasa ?
Incapaz de hablar, él dejó escapar un gemido ahogado. En el mismo instante Aisley estaba al lado de su
marido , mirándolo atentamente. Montmorency permaneció inmóvil, observando los ojos verdes de su
esposa, tan inteligentes, tan amorosos... Dios, era posible ver el alma de su mujer estampada en el rostro
adorable. Ver ...
- Piers! - Entonces Aisley comenzó a llorar al darse cuenta que un milagro había ocurrido . - Piers! - ella
repitió, intentando hacerlo hablar , sacudiéndolo en el medio de un mar de lágrimas.
- Sh . No hay motivo para llorar, sino para alegrarse, esposa. - Temiendo no conseguir controlar la fuerte
emoción interior, Montmorency evitaba tocarla.

Durante toda su vida había luchado por mantener los sentimientos bajo un control férreo y lo había hecho
muy bien, hasta que había quedado ciego. De allí en mas se había convertido en víctima de su propio
temperamento, entregándose a los accesos de rabia y furia que bordeaban la locura . Pero Aisley había
sabido como aplacar aquella ira bestial, despertando sentimientos que jamas había creído que existieran
dentro de su corazón. Y esos sentimientos eran tan fuertes ahora que ya no podía contenerlos...
- Aisley... Aisley... - él gimió, tocando el rostro delicado con las puntas de los dedos.
De repente algo estalló en su interior. Gritando el nombre de su esposa, Piers la empujó sobre la cama y
la besó con salvajismo , la lengua ardiente explorando el interior de la boca caliente y húmeda mientras las
manos fuertes recorrían el cuerpo delgado . Aisley no vaciló un segundo y retribuyó las caricias de su
marido con el mismo ímpetu , entregándose a la pasión que los consumía.
Loco de deseo, él tomó los pechos en la boca y lamió los pezones rígidos casi con desesperación. Oyéndola
gemir , sino que no estaba siendo muy gentil, sin embargo no conseguía parar ni disminuir la intensidad
de sus atenciones. EN un gesto rápido, separó las piernas delgadas, exponiendo el centro de su
femineidad.
- Aisley, Aisley... - volvió a murmurar, como si pidiese disculpas por el comportamiento descontrolado.
Como única respuesta, ella arqueó la espalda y levantó las caderas, ansiosa por recibir el miembro rígido
de él . Sujetándola firmemente por las nalgas, Piers se enterró profundamente , hasta que se convirtieron en
un solo cuerpo.
Entonces miró a su esposa lentamente, apreciando los cabellos plateados esparcidos sobre la almohada, el
rostro acalorado, los ojos cerrados, los labios entreabiertos. La imagen mas perfecta del mundo.
Apoderándose otra vez de la boca sensual en un beso áspero y exigente, él aumentó el ritmo de las
envestidas hasta convertirse en frenéticas, vagamente consciente de que su esposa le mordía el hombro y
enterraba sus uñas en su espalda.
Al oírla gritar su nombre , en pleno éxtasis , Piers procedió a la envestida final liberando la tensión
insoportable.
- Aisley - él gritó, todo su cuerpo estremeciendo con la violencia del orgasmo.
Cuando pudo pensar con claridad otra vez, la abrazó con ternura, deslizando los dedos por la espalda
delicada de ella como si quisiese suavizar las marcas que ali había dejado. Después la besó en la frente y
miró los ojos maravillosos, llenos de amor y lágrimas de alegría .
- Siempre temí que stu pasión, una vez liberada, pudiese subyugarme - Aisley susurró feliz.
- Y ? - Montmorency indagó tenso, temiendo oír la respuesta.
- Y , como todos mis otros temores en relación a vos, no son mas que un recelo infundado. Cuándo fue que
tu vista retomó?
- Fue un proceso gradual. – cariñosamente , Piers acariciaba los cabellos de su esposa, incapaz de desviar la
mirada del rostro querido.
- Por qué no me contaste?
- No quería alimentar falsas esperanzas. Ni las tuyas, ni las mías - él respondió sinceramente . - Tenía miedo
que no fuese a durar, que cualquier día volvería a despertar en la oscuridad .
- Qué? El Caballero Rojo tiene miedo a algo ? - Aisley sonrió, provocándolo. - No puedo creerlo.
Pues puedes creer, Piers pensó. Una vez mas, miró los ojos verdes , húmedos con lágrimas, y entonces la
empujó contra su pecho, incapaz de mirarla ni un segundo mas . Temía que si continuase haciéndolo ,
comenzaría a llorar como una criatura, tan grande era emoción que lo embargaba.

CAPITULO QUINCE

- Piers! Vamos - Aisley habló de repente. - Levantate! - Ella saltó de la cama y agarró el brazo de su marido
con ambas manos buscando, sin éxito, obligarloa moverse . Era como intentar mover un árbol gigante,
con las raíces firmemente plantadas en el suelo. - No puedes negarme esto ahora.
Cuando Piers la miró, con un aire esceptico en el rostro, se apresuró a explicar:
- No me entiendes? Podemos salir de este cuarto juntos! Estamos libres! - Animada, Aisley comenzó a
vestirse, casi tropezando con los perros. Sintiendo la excitación de su ama , los animales rozaron sus hocicos
en las piernas femeninas, queriendo saltar. Desprendiéndose de ellos con unas palmaditas discretos en sus
cabezas enormes, ella terminó de arreglarse, ansiosa por demostrarle al pueblo de Dunmurrow que su lord
no era ningún demonio, sino el hombre mas guapo de todo el reino .
Vibrando de alegría , Aisley abrió uno de los baúles donde su marido guardaba sus ropas, buscando algo
adecuado para la ocasión. Se Decidió por una túnica rojo sangre, finamente trabajada, que resaltaría el
tono de la piel y los cabellos de Piers. Un traje perfecto para que el Caballero Rojo volviera al mundo de los
vivos.
- Usa esta . Quiero exhibirte. Oh, si al menos Edith estuviese aquí! Ella estaba siempre irritándome con
historias fantásticas respecto a vos , quería hacerme creer que me había casado con un hombre de dos
cabezas y con garras en lugar de pies. Sólo querría que ella pudiese verte ahora!
La respuesta de Piers fue una protesta indiferente . Sin embargo se levantó de la cama e, después de
vestirse, se quedó delante de su esposa. Aisley contuvo la respiración maravillada, observando la imagen
resplandeciente. Con la túnica roja y con e un cinturón de oro, él transmitía fuerza y virilidad.
- Tienes cabellos tan lindos... - Aisley murmuró.
Piers se rió y acarició los cabellos largos y suaves de su esposa.
- Tus cabellos son lindos, esposa. Estoy feliz de poder verlos con mis propios ojos. -Montmorency besó una
mecha de sus cabellos , y miró fijamente el rostro de su mujer.
El Caballero Rojo era un hechicero, Aisley pensó, sintiendo un calor agradable extenderse por su cuerpo ,
dejando sus rodillas temblorosas y su respiración jadeante.
- Vamos, antes que a tu mente se le ocurran otras cosas – lo provocó sonriendo .
Los dos descendieron las escaleras en silencio, inmersos en la oscuridad, hasta que finalmente llegaron al
salón principal.
Sin embargo si esperaba causar una impresión poderosa sobre la primer persona que encontrasen en el
camino, Aisley quedó profundamente decepcionada. Pues fue Cecil quien primero los vio y el rostro
impasible del siervo no demostró la menor sorpresa.
- Es bueno verlo, mi lord – el criado habló con calma antes de volver su atención a sus quehaceres.
Sin embargo la aparición repentina del barón provocó una reacción mas intensa en Glenna, quien estaba
viniendo de la cocina cargando una bandeja con platos y copas.
- Glenna, mi lord va a almorzar con nosotros hoy - Aisley anunció feliz.
La cocinera dio una mirada al Caballero Rojo y entonces dejó caer la bandeja al suelo , el ruido estridente
hizo eco en el ambiente enorme.
- Oh, voy a ayudarte. –
En el mismo instante en que Aisley se arrodilló al lado de la sierva, recogiendo los pedazos de loza . Pero
al mirar a su marido, no consiguió contener el entusiasmo y habló bajito, sólo para los oídos de Glenna.
- Y entonces? Qué crees ? No es guapo?
- Bien, mi lady... - - La cocinera parecía indecisa, sin saber exactamente como responder. – El ... él parece un
poquito amenazador.
- Amenazador? - Todavía arrodillada en el suelo , Aisley se dio vuelta para mirar a su marido. Él era
enorme si, mucho mas alto que cualquier otro hombre que jamas hubiese conocido y sus músculos
poderosos eran visibles debajo de su ropa . Montmorency continuaba parado en el mismo lugar,

observando atentamente los cambios que habían sido hechos en el salón principal, los labios comprimidos
indicando intensa concentración. La cicatriz junto a uno de los ojos era visible.
- Pero... considerarlo amenazador? No, Piers era demasiado guapo para parecer feroz. Aisley suspiró feliz,
llena de admiración por el marido.
Glenna no tuvo dudas. A lady del castillo de Dunmurrow estaba perdidamente enamorada del barón
Montmorency. No demoró mucho para que las buenas nuevas llegaran a la aldea. El terrible Caballero Rojo
había vuelto al mundo de los vivos, domado por su bella esposa , a quien sólo le faltaba besar el suelo
que él pisaba.
El hecho de Piers hubiera recuperado la vista volvió el mundo de Aisley perfecto y cada día pasó a tener un
nuevo brillo. El siempre la adulaba y satisfacía todos sus deseos, invitándola a cabalgar y a cazar, hacían sus
comidas en el salón, visitaban la aldea, y él parecía tan feliz con esas exposiciones públicas como ella.
Durante las noches, flanqueados por los perros, acostumbraban a jugar al ajedrez en los aposentos
principales, las sombras para siempre borradas por el brillo suave de las velas. Y hacían amor. Después de
haber vencido el miedo a los sentimientos fuertes , Aisley se entregó en cuerpo y alma a la emoción
avasalladora que fluía de Piers.. Una vez liberada, la pasión de su marido desconocía límites. Y ella le
correspondía con igual ímpetu y ardor, algo que jamas se había considerado capaz de hacer.
Las semanas había sido pasado volando y, gradualmente, el clima fue mejorando hasta la llegada de la
primavera. Montmorency volvió a trabajar con sus hombres, entrenándolos y enseñándoles sus habilidades
en el uso de las armas. A Aisley le gustaba asistir a algunas de las sesiones, admiraba al Caballero Rojo
manejando la espada, su cuerpo enorme ejecutando movimientos complicados con una elegancia natural, los
músculos firmes y marcados bajo sus ropas. Pero a pesar del placer que la escena le causaba, la ansiedad
acostumbraba a ser mayor.
Porque el milagro de la vista recuperada abría una nueva posibilidad. Piers se había convertido nuevamente
en un hombre capaz de luchar y no podía soportar la idea de verlo dejar Dunmurrow para involucrarse en
una batalla. La existencia de Hexham era el único punto negro que nublaba su felicidad.
Hasta entonces Montmorency daba la impresión de estar satisfecho con su permanencia en Dunmurrow,
porque todo parecía tranquilo en Belvry. Alan y sus hombres se habían instalado allá y no habían visto ni
siquiera una señal del traicionero vecino. Edith y Willie también continuaban en Belvry, casados y felices. La
previsión de Piers había sido correcta, por lo menos hasta el presente momento. Una demostración
ostensible de fuerza había mandado a Hexham vuelta a su propio cubil. Sin embargo, como una serpiente
maligna, ese hombre debía estar tramando algo. Tal vez un ataque tan pronto llegase la primavera?
Por mas que se esforzase en pensar lo contrario, Aisley no conseguía ignorar las dudas que la asaltaban.
Una sensación horrible de que sus días y sus noches con el Caballero Rojo estaban contadas.
Ella estaba en la despensa, separando algunas hierbas y preparando un tónico para uno de los siervos,
cuando Kendrick vino a darle la noticia. Un grupo de soldados había llegado de Belvry y el líder estaba
conversando con el barón en ese instante. Kendrick estaba bastante excitado, como sólo los muchachitos
pueden estar rodeados caballeros y de preparativos para una batalla. Pero Aisley sintió que su sangre se
congelaba en sus venas.
Era como si el momento que siempre había temido hubiese llegado. Buscando mantener el control, continuó
separando las hierbas . Al terminar, se lavó las manos y subió a los aposentos principales, a donde, con
seguridad, más noticias la aguardaban.
Al entrar en el cuarto, ella reparó , como siempre, en los cambios que allí habían ocurrido. Aunque todavía
existiese un brillo extraño en el lugar, pues las paredes aún estaban pintadas de rojo. Las sombras habían
desaparecido para siempre y no mas escondían al lord de Dunmurrow. Las ventanas abiertas lanzaban luz
a la mesa donde Piers y un soldado estaban conversando.

Tan pronto la vio, Piers dispensó al soldado. A pesar de sentir que las piernas le pesaban una tonelada, ella
consiguió caminar al encuentro de su marido y, como si intentase evitar lo que estaba por oír, cerró los ojos
en el instante en que escuchó el ruido de la puerta siendo cerrada.
- Hexham me hizo un desafío directo Montmorency dijo. - No puedo rechazarlo.
Aisley levantó la cabeza, obligándose a aceptar la realidad.
- Cuándo vas partir? - preguntó con una calma que estaba lejos de sentir.
- Cuando sea posible. Dentro de un o dos días.
Percibiendo la tristeza de su marido , ella desvió la mirada y fue hasta la ventana, luchando contra el dolor
de la separación. Allá afuera las tierras de Dunmurrow se extendían hasta donde la vista se perdía ,
renovadas por las primeros señales de la primavera.
- Recuerdas cuando fui visitar a la curandera de la aldea? - Aisley indagó, sintiendo la presencia de su
marido detrás de si, el cuerpo fuerte irradiando calor.
- Si. - Piers permaneció inmóvil, sin esbozar ninguna tentativa de tocarla.
- Fui a buscar a la curandera para romper el hechizo que vos me habías hecho. Pero era un hechizo que
ninguna poción podría deshacer. La viuda Nebbs sabía eso, claro, y creo que quiso enseñarme una lección.
- Aisley... – La voz masculina sonaba baja y angustiada.
- Ella me enseñó una lección. Fue cuando decidí aceptar mis sentimientos por vos. Y ellos crecieron tanto
que me han hecho desbordar de felicidad. Sin embargo, ahora, en este momento, es fácil recordar por qué
un día yo pedí una poción mágica... Yo quería ahorrarme este dolor.
Piers la abrazó con fuerza.
- Querida... Lo siento mucho. Prefería que no tuviésemos que enfrentar una situación como esta. Crees que
deseo dejarte ahora, cuando finalmente encontré todo lo que siempre busqué ?
Como Aisley no respondía nada., Montmorency continuó.
- Cuando perdí la vista , resé, lloré, , imploré por tenerla de vuelta. Pero después que vos apareciste en mi
vida... la única cosa en la que pensaba era en poder mantenerte a mi lado.
A pesar de intentar controlarse, Aisley no consiguió dejar de pedirle:
- Entonces no vayas.
- Aunque no fuese por la seguridad de tus tierras o debido a mi honor, qué sería de nuestro futuro? Si yo
no lo enfrento ahora, tendremos que pasar el resto de nuestras vidas temiendo a los vecinos codiciosos?
Me gustaría que Dunmurrow fuese un hogar seguro para nuestros hijos.
Ella sonrió, llena de tristeza. Sabía muy bien que su marido tenía razón, sin embargo esa certeza no diminuía
el dolor ni tornaba el sufrimiento mas fácil de soportar. La verdad era que amaba a Piers con todas sus
fuerzas y ahora sería obligada a pagar el precio.
- Está bien. Sólo quiero que vuelvas pronto a casa...y a salvo.
- Qué? - Piers indagó fingiéndose ofendido.
No tienes fe en el Caballero Rojo?
***
Aisley se levantó antes del amanecer para verlo partir. Aunque la primavera ya hubiese llegado, las mañanas
continuaban siendo húmedas y frías, obligándola a envolverse en una capa pesada.
Imponente, Piers daba las últimas ordenes, montado su caballo negro. Mas allá de los hombres que habían
venido de Belvry, los soldados de Dunmurrow iban a acompañarlo también, pues no tenía la menor
voluntad de sufrir una emboscada antes de llegar a su destino.
Con un aprieto en el corazón, ella pensó que jamas había visto a su marido con una apariencia mas
poderosa, o letal , que en ese momento. Vestido para la batalla, el yelmo bajo su brazo, personificaba al
Dios de la guerra.
- Aisley, mi amor - él habló sorprendido, viéndola aproximarse. - No te esperaba aquí.

- Nunca podrás escabullirte de nuestra cama sin que me de cuenta - ella bromeó , una sonrisa en los labios
para esconder las lágrimas. - Tengo una cosa para darle.
Sofocada por el llanto contenido, Aisley le entregó lo que había bordado durante las horas en que su
marido había pasado entrenando a los hombres . Con un único movimiento , Piers extendió el estandarte.
Sobre el terciopelo rojo sangre, un venado blanco lanzaba sus cuernos al infinito.
- Ya que todavía no tienes un blasón propio, decidí bordar el emblema de los de Laci sobre un fondo rojo -
ella murmuró bajito.
- Es muy lindo. Gracias. - Piers llamó al escudero quien se apresuró a enrollar el estandarte antes de
guardarlo junto a las pertenencias del barón.
Entonces él miró a su esposa a los ojos, como si solamente a mucho costo lograse controlar la pasión dentro
de su pecho.
- Aisley... - Montmorency abrió la boca para decir algo , sin embargo no fue capaz de emitir ninguna
palabra. Simplemente la levantó en sus brazos y la besó con fiereza . Cuando Aisley sintió los pies tocar
otra vez el suelo , su marido ya cabalgaba a lo lejos, perdido en la oscuridad que antecede a la
madrugada.
- ***
Aisley preparaba un te medicinal para aliviar el malestar de uno de los aldeanos que se había quebrado la
pierna recientemente.
Si al menos pudiese hacer algo para aliviar el dolor y la angustia que la consumían y que, desde la partida
de Piers, semanas atrás, sólo habían aumentado.
Pero sabía que ni ella, ni la viuda Nebbs, tenían la cura para el mal que padecía. Extrañaba terriblemente a
su marido . Aunque estuviese mas ocupada ahora, con la plantación para supervisar , los jardines que
cuidar y una centena de otros deberes, el hecho era que la ausencia de Piers le pesaba sobre los hombros
como un peso insoportable. Sus días podían estar llenos, sin embargo una parte de sí misma continuaba
vacía.
- Mi lady? - La llegada de una nueva residente del castillo, una muchacha tímida, que había venido de la
aldea, la arrancó de su profundo estado de melancolía.
- Si? - Ella respondió a la niña.
- Estuve en la aldea hoy. Fui a ver a la viuda Nebbs - Clara habló avergonzada, mirando el medicamento
que la lady del castillo había preparado.
Aisley sonrió comprensiva, sabiendo que los viejos hábitos eran difíciles de cambiar . Seguramente el hecho
que Clara hubiese buscado ayuda en otro lugar no la ofendía ni un poco.
- Y entonces?
- La viuda Nebbs me pidió que le entregar una cosa, mi lady.
- Oh? - Aisley no había ido mas a visitar a la mujer , los recuerdos del profundo malestar causado por la
poción todavía estaba vivo en su mente. Aunque se sintiese culpable por abandonar a la viuda, la culpa no
era lo suficientemente grande como para hacerla volver a la casa de la mujer.
- Si, mi lady, aquí está.
Al recibir el pequeño paquete de las manos de la muchacha, Aisley inmediatamente lo colocó sobre el
banco, buscando convencerse de que no era supersticiosa. Pero había algo respecto a la viuda Nebbs que
la ponía nerviosa.
- Ella mandó a decirle que estas hierbas son buenas para hacer que el bebé se acomode bien en el
vientre.
Sorprendida, Aisley miró a Clara sin entender. Bebé? Qué bebé? Antes que tuviese tiempo de analizar el
recado, la muchacha continuó lentamente, como si recitase algo de memoria.

- La viuda Nebbs también me pidió que le diga que no debe tener miedo, mi lady... porque...porque la
magia del ... venado blanco la acompaña.
Ella simplemente no sabía qué pensar después de oír un mensaje tan bizarro . Pero Clara no parecía
esperar respuesta alguna, pues tan pronto como terminó con la tarea que le había sido impuesta, sonrió
feliz y salió de la despensa.
Inspirando profundamente, Aisley concluyó que tal vez debería reírse. Y hasta se habría reído, si no tuviese
los vellos erizados. Un venado mágico? Antes, había considerado a la viuda una criatura extraña, pero
sabia. Ahora, se preguntaba si la pobre vieja no habría enloquecido. Ella extendió la mano, dispuesta a
arrojar el paquete . Aunque estuviese al borde de la muerte, probablemente no tomaría nada que viniera
de la viuda Nebbs. La última poción la había dejado demasiado enferma como para arriesgarse.
Un bebé y un te medicinal para hacerlo acomodar en el vientre . La idea le sonaba como un total disparate.
De repente Aisley sintió un frío extraño que le recorría el cuerpo al tratar de acordarse de la última vez que
había menstruado. Hacía mas de un mes que las reglas no venían y ni siquiera había prestado atención a
ese hecho , demasiado preocupada con la ausencia de su marido.
Era posible, Aisley pensó atontada, complemente posible. No; mas que posible. Altamente Probable. Sólo
que no se había dado cuenta antes porque había estado muy angustiada ! Cómo era que la viuda Nebbs
sabía...?
En el mismo instante Aisley apartó su mano del paquete, como si las hierbas tuviesen el poder de
quemarla. Al salir corriendo de la despensa, casi se chocó con Cecil. Impasible, el siervo la miró sin la
menor sorpresa, como si fuese común ver a la lady del castillo de Dunmurrow corriendo y chocando con las
personas.
- Cecil - ella habló sin mayores explicaciones. – Hay un paquete sobre el banco de la despensa. Por favor
arrójalo a la basura por mí .
- Seguro , mi lady - el criado respondió sin mover un músculo de la cara.
- Gracias.
Entonces ella corrió en dirección a los aposentos principales ansiosa por estar a solas y pensar, planear,
soñar con su hijo, o su hija . El vacío interior de repente había sido llenado otra vez.
Aisley no se preocupó mas por el paquete porque sospechaba que esa mezcla de hierbas había sido sólo
una excusa de la viuda para obligarla a darse cuenta que estaba embarazada . Sin embargo, volvía a pensar
con insistencia en el resto del mensaje que había recibido, el mensaje que Clara se había esforzado en
repetir con exactitud. Qué era lo que la mujer había querido l decirle? Se sentía curiosa si, pero no lo
suficientemente curiosa como para visitar a la viuda y descubrirlo por ella misma.
Ella estaba en el salón principal cuando alguien vino a avisar que un visitante aguardaba permiso para
entrar en los portones.
- Es un hombre llamado Benedict de Belvry - el soldado explicó.
- Mándelo entrar! - Aisley habló, el corazón latiendo acelerado en su pecho. Ni por un momento se
cuestionó la venida de Benedict, y no de uno de los hombres de su marido . Todo en lo que conseguía
pensar era en oír noticias de Piers.
Inmediatamente mandó que trajeran una bandeja con cerveza y pan para alimentar al visitante. Después se
acercó al fuego para calentar sus manos heladas, aunque la temperatura en el interior del castillo fuese
agradable. Si algo le hubiese acontecido a su marido... Piers! Piers! El nombre de él latía en su sangre con
una fuerza descomunal. Mejor no intentar adivinar, ni anticipar...
En ese momento Benedict entró, una capa arrojada sobre los hombros y un sombrero en la cabeza, parecía
bastante mas alto de lo que recordaba. El muchacho no dijo una palabra y permaneció de pie en un rincón,
mientras un siervo dejaba una bandeja con alimentos sobre la mesa. Segundos después Aisley estaba
nuevamente a solas con Benedict. Sólo que no era Benedict.

Ella permaneció inmóvil sin saber si debería llamar a los guardias o gritar pidiendo socorro. A pesar de que el
hombre no hizo ningún movimiento amenazador, algo estaba muy mal . Quién sería él ? Por que estaría
queriendo hacerse pasar por Benedict? El instinto le decía que se trataba de un enemigo, sin embargo qué
podía esperaba ganar un hombre solo , cuando había guardias en Dunmurrow y una pequeña tropa
acampada en las murallas externas?
Fuese quien fuese, el desconocido obviamente no demostraba ningún miedo porque continuó mirándola con
interés hasta que dio un paso hacia adelante y, en un gesto melodramático, se quitó el sombrero.
Al verse frente a frente con un rostro que le era familiar, Aisley no podía creer en sus propios ojos.
- Hexham! Estás loco? Qué estás haciendo aquí?
- Vine a rescatar a la bella dama, claro - él respondió en el tono arrogante que le era particular. El barón
era tan moreno como Piers era rojizo, la piel tostada, los cabellos negros como la noche . Muchas personas
hasta podrían haberlo considerarlo un hombre guapo, sin embargo Hexham se consideraba irresistible.
- Ven, Aisley. Te liberaré de esta prisión y te llevaré de vuelta a Belvry.
Ella se apartó las manos extendidas, completamente confundida.
- Qué estás diciendo?
- Estoy diciendo que vine a sacarte de este lugar horrible para devolverte al lujo al cual estás
acostumbrada y que te pertenece por derecho. - , Hexham se daba aires de gran caballero. Solamente
entonces Aisley se dio cuenta que su antiguo vecino se veía a sí mismo como un verdadero salvador.
El plan del barón estaba claro finalmente. El desafío que le había hecho al Caballero Rojo había sido sólo
una excusa para obligar al lord de Dunmurrow a apartarse de sus dominios, dejando el castillo bajo la
guardia de una tropa reducida. Así Hexham podría raptarla de la manera mas cobarde y desleal posible. Esa
basura no tenía ni una pizca de honor y se escondía detrás de un disfraz de caballero galante para alcanzar
sus objetivos viles.
Enojada, Aisley no consiguió disimular la expresión de profundo desprecio en su rostro. Hexham era
traicionero, como una culebra y no merecía ser tomado en consideración. Piers había actuado con valentía y
honor , y Hexham prefería actuar por la espalda, sin ninguna ética. Aunque él estuviese solo en ese
momento, estaba segura que sus hombres lo aguardaban a una distancia segura del castillo. Cobarde por
naturaleza, el barón no se aventuraría a actuar por cuenta propia, aún considerando que había venido en
auxilio de una mujer deseosa de ser salvada.
Desde su arrogancia , Hexham extendió sus brazos, seguro que Aisley correría a su encuentro, llena de
gratitud por ser salvada de un marido bárbaro.
Ella casi comenzó a reírse.
A pesar de que al principio Dunmurrow le había causado un cierto malestar y a pesar que el Caballero
Rojo la había dejado bastante inquieta, jamas se le había pasado por la cabeza huir. Aunque Edith hubiese
intentado convencerla de lo contrario, ni por un momento había considerado tomar el camino de los
cobardes. Y aquí, delante suyo y en toda su gloria, estaba el mayor de todos los cobardes.
- Vamos - Hexham insistió, buscando apresurarla.
Si al menos juzgase que los motivos del barón fuesen puros, que él había venido con el único objetivo de
socorrerla, tal vez hasta pudiese perdonarlo. Sin embargo Hexham no hacía nada que no fuera en su propio
beneficio.
- Por qué? - Aisley indagó con osadía.
Un brillo de rabia pasó por los ojos negros, sin embargo él intentó disimular la irritación con una sonrisa
falsa.
- Tendremos tiempo de sobra para conversar durante el viaje de vuelta. Vámonos antes que nos descubran.
- Por qué? Qué estás planeando ganar con esta venida aquí?

- Sólo Quiero liberarte de este lugar. Ahora vamos! - Hexham dio un paso al frente, incapaz de esconder la
furia que ese atraso le estaba causando.
- No - Aisley habló con mucha calma. - No voy a ningún lugar. Aquí es mi hogar.
Hexham quedó loco de rabia, el rostro enrojecido , los ojos dilatados.
- Esto aquí no es mas que un montón de piedras! Tu hogar está en Belvry, a mi lado!
- Puedo saber qué tienes que ver con Belvry? - ella indagó fríamente. - Esa propiedad pertenece a mi
marido.
- Marido?! No veo ningún marido por aquí - Hexham replicó . - Tu padre te prometió a mí ! Él quería estar
seguro que sus tierras estarían protegidas, y qué manera mejor de asegurarse esa protección que unir
Belvry a mis tierras?
Ella apenas podía contener la indignación ante tantas mentiras.
- Mi padre no te prometió nada pues siempre te consideró un arrogante impresentable y jamas pensaría en
unirme a vos ! Sería mas fácil que él se levantase de su propia sepultura antes que aceptarte en la cabecera
de la mesa de Belvry.
- Basta! - el barón tenía los labios torcidos, como si un olor desagradable hubiese invadido el aire. - En Muy
breve seré el dueño de tu querido Belvry.
- Nunca tendrás Belvry!
Hexham dio un paso hacia adelante, amenazante.
- Te equivocas . Una vez que ponga mis manos en vos, nadie podrá impedirme nada!
- Si te atreves a tocarme, mi marido te matará. - Aisley habló en un tono tan frío y letal que el barón pareció
vacilar.
Entonces él se rió .
- Ha! Vos no tienes marido! Por qué el Caballero Rojo no aparece y me enfrenta? - Hexham señaló en
dirección de la puerta.
- Mi marido no puede aparecer ahora porque en este momento anda bastante ocupado diezmando ese
ejército ridículo que tienes!
- Estás mintiendo - él habló, intentando convencerse a sí mismo. - Nadie ha visto a Montmorency en los
últimos tiempos. O está muerto o es un hombre muy viejo y débil para enfrentar una batalla . Si vos estás
realmente casada, lo que dudo , cuando lleguemos a Belvry hallaré un modo de que ese matrimonio sea
anulado.
- Olvídalo , mi querido, porque ahora traigo un hijo en mi vientre . Montmorency está vivo , si. - Ella tocó su
estomago levemente, percibiendo la mirada de sorpresa y disgusto de su oponente. - Mi marido no es
ningún débil , sino el Caballero Rojo, un gran guerrero, con poderes y fuerza que van mas allá de tu
imaginación.
Al reparar en una sombra de miedo en las facciones del barón, Aisley presionó para aumentar su ventaja.
Qué sabía Hexham sobre la reputación de Montmorency? Y hasta donde creía en las historias que se
contaban?
- Mi marido permaneció en Dunmurrow algunos meses, perfeccionando sus habilidades, obteniendo nuevos
conocimientos y desarrollando nuevos poderes, cosas que vos jamas podrás imaginar . Montmorency salió
de aquí para enfrentar a alguien que se atrevió a desafiarlo. Solamente un imbécil como vos no se daría
cuenta del peligro que el Caballero Rojo representa. La ira de él es roja como la sangre, y es tu sangre,
Hexham, la que mi marido quiere ver derramada.
- Cállate la boca, puta - Él levantó la mano para abofetearla, sin embargo los perros comenzaron a gruñir
amenazadoramente. En el mismo instante Hexham bajó el brazo, su rostro desfigurado de odio.
Al principio Aisley sólo había pensado en librarse de la figura de ese indeseable, convenciéndolo de que no
precisaba ser salva de nada. Sin embargo la violencia y las palabras crudas la habían hecho cambiar de idea.

Sabía muy bien que Hexham no merecía la menor confianza pues se trataba de una ser desprovisto de honor
, un cobarde que había desafiado a su marido para después venir a robarle la esposa. EN ese exacto
momento Piers estaba a kilómetros de distancia, tal vez luchando por su propia vida. No, Hexham no iba a
salir impune de la situación que él mismo había creado. El barón intentó otra vez. Conteniendo la rabia con
mucho esfuerzo, se colocó nuevamente una máscara de falsa nobleza.
- Si este caballero es tan feroz como dices, entonces estoy dándote la oportunidad de que te escapes de su
dominio. Ven conmigo a Belvry. No me importa que haya un bebé en camino.
A pesar del tono tierno, Aisley percibía las mentiras bajo el manto de delicadeza. Si lo acompañase, Hexham
jamas permitiría que ese bebé naciese. La idea la llenó de una furia tan grande como nunca había sentido.
- Todavía podemos encontrar un modo de conseguir la anulación de este casamiento. Nosotros nos
pertenecemos el uno al otro, lo sabes.
Ella se rió .
- Siempre te detesté y solamente un ciego no vería eso. Pero aunque no te detestase, no te querría como
marido. Pertenezco a Montmorency. El Caballero Rojo es mi lord. Y él es mucho mas de lo podía desear.
- Estás hechizada! El hecho de haberte acostado con ese demonio y haber engendrado un hijo de él sólo
prueba tu insanidad mental . Ven, voy a hallar un modo de romper ese hechizo.
- Castor! Pollux! - Aisley llamó al percibir que el barón intentaba tocarla. Inmediatamente los perros estaban
al lado de su ama, enormes y amenazadores. - En Cuanto a vos, mi galante salvador, haré que seas
arrojado a una celda, donde aguardarás el juicio de mi marido.
El shock en el rostro de Hexham dejó claro que él no esperaba ser rechazado y mucho menos ser tomado
prisionero. La desesperación estampada en los ojos malévolos debió haberle avisado, sin embargo Aisley
estaba muy segura de si, sabiéndose protegida por los perros.
- Quiere que sirva un poco mas de cerveza, mi lady?
La llegada repentina de Glenna cambió toda la situación. Antes que Aisley hubiese tenido la chance de
responder, Hexham agarró a la sierva por el brazo mientras apoyaba un puñal en la garganta da mujer.

- Haz que tus perros se tranquilicen - él dijo en un tono bajo y cruel -, y ven conmigo. De otro modo no
vacilaré en cortarle la garganta a esta mujer.
Aisley inspiró profundamente, sabiendo que o barón cumpliría a amenaza. Al pensar na posibilidad de Moira
encontrar a madre sangrando hasta a muerte, no tuvo dudas.
- Está bien. Iré con vos.
- Manda a los perros a la cocina.
- Castor! Pollux! Fuera!
Gruñendo bajo, los perros se retiraron. Sin otra elección, Aisley se aproximó al barón. Demasiado tarde se
había dado cuenta de que lo había subestimado, considerándolo sólo un tonto arrogante. Ahora debía pagar
el precio por el error.
- Suelta a la sierva.
Con un movimiento rápido, Hexham soltó a Glenna y agarró del brazo a Aisley, apoyando la hoja filosa
contra su cuello blanco .
- No intentes hacer nada tonto , mujer, o mato a la lady del castillo de Dunmurrow.
Glenna no conseguía moverse, los ojos abiertos de pavor.
- Nunca saldrás vivo de este castillo - Aisley le avisó.
- Oh, si saldré . Manteniéndola firmemente por el brazo, Hexham la obligó a ponerse la capa y el sombrero
, de forma que nadie pudiese ver el puñal que la amenazaba. - Vos facilitarás mi salida. Dirás a los guardias
que estamos yendo a la aldea. Es mejor que seas convincente o morirás.

El barón tendría el coraje de matarla? Él siempre la había deseado, aún estando casado no intentaba
siquiera disimular las miradas lascivas .
Si, Hexham la quería y también ambicionaba convertirse en el amo de Belvry. Sin embargo ahora no era mas
que un hombre desesperado e incapaz de rendirse con nobleza. Si al menos no estuviese presa por el brazo
podría gritar, llamar a un guardia, correr. Aisley colocó las manos sobre du vientre en un gesto protector. No
podía arriesgar la seguridad del hijo de Piers.
Como había sospechado, Hexham había dejado a un grupo de hombres aguardándolo en el patio, todos
usando los colores de Belvry. Los muy cobardes! Al montar en los caballos, ella pensó en galopar en dirección
a los guardias de Dunmurrow pidiendo socorro, pero Hexham sujetaba las riendas de su caballo con manos
de hierro. Imposible intentar escapar sin salir herida.
No había ni siquiera la esperanza de ser bloqueados en el puente levadizo. Nadie se imaginaría que un
pequeño grupo venido de Belvry podría significar peligro para Dunmurrow.
Escondida bajo la capa y el sombrero, ninguno de los guardias fue capaz de reconocerla y los dejaron pasar
sin preguntas. Impotente, Aisley marchó contra su destino, su corazón tomado por una profunda
desesperación.
Ya estaban afuera de las murallas del castillo cuando uno de los últimos guardias finalmente la reconoció.
- Mi lady! - él llamó, aproximándose. - Un momento!
Aunque que el grupo parase, Hexham sujetó las riendas del caballo de Aisley con fuerza, listo para una fuga
arriesgada.
- Mi lady nos va a mostrar la aldea – el barón habló con delicadeza.
El soldado, un hombre alto y de cabellos grises, miró a la lady del castillo atentamente.
- No puedo dejarla salir sin la escolta de algunos de mis hombres,. Fueron ordenes de mi lord.
Silenciosamente, Aisley agradeció la intervención del soldado. Con seguridad se trataba de un hombre bien
entrenado que había presentido el peligro a la distancia. Sólo le pedía a Dios que al notar su pavor, él
actuase rápido.
Todo sucedió en cuestión de segundos. Cuando el guardia de Dunmurrow llevó la mano al puño de la
espada, Hexham agarró a Aisley y la empujó hacia su propio caballo, sobre su cuello , la hoja del puñal.
- Salgan del camino! – el barón gritó. Sin otra alternativa, el soldado dio paso al grupo, que salió en
disparada.
Aunque sospechase que una tropa saldría en persecusión, Aisley sabía que por el momento los soldados de
Dunmurrow casi nada podían hacer, excepto disparar flechas con extremo cuidado. Finalmente, si le diesen a
Hexham correrían un gran riesgo de alcanzarla a ella también.
No, no podía contar por cierto con una ayuda venida del castillo. Estaba entregada y precisaba controlar el
miedo si quería sobrevivir
.
CAPITULO DIECISEIS
El coraje y la fibra de Aisley de poco ayudaron. Aunque Hexham ya no la amenazaba con la espada, no
había nada que pudiese hacer a no ser aferrarse a las crines del caballo mientras huían en disparada. Si
cayese, sería pisada por los otros animales.
Al entrar en el bosque, Hexham diminuyó la velocidad del galope e hizo una señal para que el grupo de
hombres se dispersase. Sorprendida, ella se dio cuenta que el barón había planeado cada detalle de la
operación y que, a pesar de todos los cuidados tomados, debía temer que los soldados de Dunmurrow
porque continuaba corriendo como un loco.
La esperanza de ser rescatada pronto se hizo muy pequeña y a pesar de esforzarse, no conseguía pensar en
un plan, para escapar de esa situación. La proximidad del cuerpo de Hexham le causaba nauseas terribles,
impediéndole razonar con claridad y cada segundo que pasaba la dejaba mas distante de Dunmurrow.

Cerrando los ojos, Aisley intentó relajarse hasta que, finalmente, la imagen de su marido le vino a la mente
trayendo un poco de orden al caos interior. Al pensar en Piers y en el amor que él tenía, sintió la calma
invadir sus sentidos sobresaltados, como si, por un milagro , la fuerza de Montmorency la amparaba en
medio de tanta desesperación.
Mas serena, Aisley concluyó que nada podía hacer por el momento, o por lo menos, hasta que parasen para
descansar . Tal vez ahí... lograse escapar. Hexham era cruel si, sin embargo no era tan inteligente como ella.
Sin embargo, su intelecto podría prevalecer a la fuerza de las armas?
Finalmente Hexham se detuvo, los oídos atentos, y la espada otra vez contra su cuello . Aisley contuvo la
respiración. Pero, mas allá del ruido de las hojas y del canto de los pajaros, no se escuchaba nada. Nadie
los perseguía. Los otros tres caballeros que los acompañaban se rieron , llenos de confianza. Pronto dejaban
atrás el bosque y entraban en campo abierto, directo al encuentro del pequeño ejército, fuertemente
armado, que los aguardaba.
Por un breve instante Aisley sintió que sus esperanzas se renovaban hallando que la tropa venía de
Dunmurrow. Sin embargo pronto se volvió obvio que esos hombres no pertenecían al castillo de Piers ni a
Belvry. Eran soldados de Hexham, quien ahora se reía y gritaba, entusiasmado por la fácil victoria.
Amargada por el descubrimiento , Aisley intentó no entregarse a la desesperación mientras el barón la
colocaba en el suelo y le amarraba las muñecas con una cuerda.
- Qué es esto, mi lord? - indagó uno de los hombres.
- Pensé que había venido a salvar a una dama.
- La dama precisa de un poco de persuasión - Hexham respondió secamente . - Ella está hechizada por
ese demonio de Montmorency.
Tan pronto el nombre de su marido fue mencionado, Aisley se dio cuenta de la serie de murmullos que la
reputación de Piers levantaba.
- Caballero Rojo! Esta es su mujer ? Uno de los soldados preguntó.
- Ya oí hablar del barón Montmorency - habló otro hombre haciendo la señal de la cruz. - Dicen que tiene un
pacto con el diablo.
- Tonterías. - Para mostrar su completo desdén, Hexham escupió en el suelo, junto a los pies de Aisley.
- El Caballero Rojo no es mas que una sombra y sólo Dios sabe hace cuanto tiempo no ha sido visto por
alguien. O está muerto o es un viejo débil , incapaz de aguantar el peso de su propia espada.
- Pues te digo que él es joven, fuerte y poderoso mas allá de tu imaginación - Aisley habló con mucho
calma. - Con seguridad ya sabe lo que hiciste y va a perseguirte implacablemente.
- Él no sabe nada! - Hexham levantó la mano para abofetearla y desistió, comenzando a reír. – Voy a
tomarte tantas veces, y con tanto ardor, que pronto te olvidarás de la existencia de Montmorency.
Algunos hombres se rieron y otros había parecieron sentirse incómodos. Fue a esos últimos a quien Aisley
se dirigió, aunque mantenía sus ojos en el barón.
- Marquen bien mis palabras, Hexham. El Caballero Rojo vendrá y les arrancará el corazón para comérselos.
De repente la leyenda de Montmorency pareció convertirse en algo vivo y fue una amenaza suspendida en el
aire . Varios hombres dieron un paso atrás.
- Silencio ! - Hexham berreó. - O voy a golpearte hasta dejarte sin sentido. - Él se dio vuelta hacia los
soldados y ordenó: - Paren con esos comentarios idiotas y pongan a esta pura en un caballo. Vamos a casa.
Alfred Morling levantó el yelmo y miró los campos vacíos, los ojos entrenados buscando señales de Hexham.
Lentamente, se frotó el cuello, como si ya sintiese su cabeza siendo decapitada. Siendo el responsable de la
seguridad de la propiedad, con seguridad era eso lo que iba a suceder, en caso que no encontrase al
barón.
Montmorency le había ordenado proteger el castillo y, en especial, a la lady de Dunmurrow.

Pero él había fallado . Alguien había logrado entrar y secuestrar a la lady bajo sus narices. Y, de acuerdo
con uno de los siervos, había sido ese hijo de puta de Hexham, aunque había enviado un desafío directo
a Montmorency.
Solamente el mas cobarde de los hombres sería capaz de atraer a un caballero al campo de batalla mientras
le robaba su esposa a su espalda. Le parecía algo impensable, sin embargo había sucedido. Alfred se pasó
la mano otra vez por el cuello, pensando que si no rescataba a lady Montmorency , sería hombre muerto.
Lo peor era que ya anochecía y había perdido el rastro de los secuestradores.
- Clyde! - él gritó. Inmediatamente un joven soldado se aproximó, para recibir la orden que todos temían. -
Cabalga delante nuestro , ve directo a Belvry, hasta encontrar al barón Montmorency. Dile que Hexham
raptó a su mujer .
- Si, señor - Clyde respondió, empalideciendo. Los que conocían el temperamento de Piers tenían miedo
de ejecutar esa tarea, sin embargo no había como evitarla. El barón tenía derecho de saber.
- - Voy a avisarle. – el joven tomó las riendas de su caballo y salió disparado.
***
Aisley cambió de posición en el suelo duro. Hacia días estaban cabalgando enloquecidamente , como si los
demonios del infierno los estuviesen persiguiendo . Aunque Hexham jurase no temer al Caballero Rojo,
obligaba al grupo a galopar a una velocidad brutal. Señal de ansiedad, estaba claro. Aisley continuaba
hablando sobre la llegada inminente de su marido para salvarla y a pesar de los comentarios arrogantes de
Hexham, se daba cuenta que el barón no era inmune a la amenaza.
Por otro lado esa correría era bienvenida, pues cuando la noche llegaba Hexham estaba tan cansado que sólo
conseguía comer y dormir. Algunas veces lo sorprendía mirándola, lleno de lascivia, y sabía que tarde o
temprano el barón intentaría violarla.
El hecho de ser mujer de otro hombre y tener un hijo en el vientre no significaba nada para alguien tan
perverso.
Ella no tenía dudas de que había sido dejada en paz por el momento sólo porque Hexham estaba exhausto
y también porque el orgullo y la arrogancia del barón le impedía violarla delante de sus hombres. Él se
consideraba demasiado guapo y refinado como para acostarse con una mujer a la vista de todos además
de no soportar la idea de tener que se imponerse por la fuerza delante de testigos. Por lo menos mientras
durase el viaje estaría a salvo, a menos que lo irritase mas allá de su límite.
Pero, cuando llegasen a destino, Hexham se sentiría libre de actuar como quisiese. Ansiosa ante su futuro,
Aisley colocó las manos sobre su vientre, pidiéndole a Dios que el Caballero Rojo no demorase mucho.
Era lo máximo que podía hacer, ya que no había surgido ninguna chance de escapar y , cuando llegasen al
castillo de Hexham, la vigilancia sería redoblada. Durante el día cabalgaba con las muñecas amarradas y ,
por la noche, dormía rodeada por los hombres del barón.
Aisley miró a su alrededor, analizando el grupo. Todos parecían adormecidos, excepto los dos hombres
designados para montar guardia. Uno de ellos vigilaba los alrededores, mientras el otro la observaba. No
lograba imaginar un plan capaz de engañarlos... Vencida por el cansancio, se adormeció.
De repente alguien la tocó levemente, despertándola. Era el guardia designado para vigilarla.
- Venga – el hombre murmuró. – Voy a ayudarla a escapar.
Aisley apoyó un codo en el suelo , el corazón latiendo descompasado en su pecho. Escapar? Cómo?
- Rápidamente! - él insistió, los dedos gruesos clavándose en su carne.
Esforzándose por ponerse de pie, Aisley consiguió ver el rostro del soldado, sin embargo en vez de una
fisionomía confiable, descubrió una sonrisa malvada y desdentada. De repente se imaginó huyendo con ese
hombre para ser violada y muerta rápidamente . El terror era tanto que comenzó a temblar.

Al sentir las manos inmundas forzándola a ponerse de pie, ella pensó en gritar, pero antes que lograse
emitir algún sonido , un movimiento intenso rompió el silencio da noche. Inmediatamente el soldado la
arrojó al suelo y desenvainó la espada. Jadeante, Aisley buscaba entender lo que estaba sucediendo.
Insultos . Muchos de los hombres estaban maldiciendo mientras otros reían . Algunos agarraban sus armas,
aunque no hubiese ninguna amenaza en el aire.
- Maldito seas, Rhys, por ser tan imbécil - Hexham habló irritado. - Ese venado sería una comida. perfecta
- Yo no podría matar un venado blanco, mi lord.
Trae mala suerte.
- Estúpido! Eres tan ignorante que llegas a ser un imbécil! No tienes cerebro !
- Entonces era un venado blanco? - Aisley preguntó .
- Cuál es el problema si lo fuese? La carne sería tan sabrosa como cualquier otra.
- Ese venado blanco no era para ser matado y devorado. Era una señal del Caballero Rojo. Mi marido está
por llegar.
Por un instante Aisley creyó que había forzado al barón mas allá de los límites y que la máscara de falsa
civilidad finalmente se caería.
- Alguien haga que esta puta se calle la boca - Hexham ordenó furioso. Como nadie se movía ,
preocupados por la posible llegada del Caballero Rojo, él mismo tomó la iniciativa. - Vamos, dame ese
trapo de allí. – Después de amordazar a Aisley, Hexham le dio una palmadita en el rostro y murmuró: -
Se buenita, querida, y muy pronto estarás chupando algo mucho mas agradable.
- ***
Piers levantó el yelmo y se pasó la mano por la frente para limpiar el sudor. Después de aguardar días y
días por alguna señal del ejército de Hexham, habían resuelto buscar a la tropa enemiga y después de
encontrarla, la había hecho retroceder sin derramamiento de sangre. La victoria había sido demasiado fácil
, tan fácil que le olía a trampa. Sin embargo, hasta el momento, Hexham no había mostrado la cara.
Ya que había sido el barón quien había hecho el desafío, Piers sospechaba una traición . Aisley la había
avisado que su antiguo vecino no era capaz de luchar de forma limpia, siguiendo los preceptos del honor .
En verdad ella le había implorado que permaneciera en Dunmurrow. Y ahora no lograba evitar una
sensación extraña, como si algo estuviese, realmente, muy mal.
La llegada repentina de uno de los soldados dejados en Dunmurrow poco contribuyó a mejorar su humor.
Tal vez el desafío fuese un engaño , sólo una manera de apartarlo de sus tierras. Si ese hijo de puta de
Hexham hubiese atacado el castillo mientras Aisley estaba allá dentro...
- Mi lord - Clyde comenzó, el rostro pálido vuelto hacia Montmorency -, mi lord, el barón Hexham secuestró
a su esposa.
El grito que salió del pecho del Caballero Rojo fue tan violento que hizo estremecer a sus propios hombres.
Piers levantó la espada, como si pretendiese golpear a Clyde. Fue entonces que Alan se aproximó.
- A dónde la llevó? Está pidiendo rescate? Alan indagó, la voz controlada calmó la ira de Montmorency ,
haciéndolo bajar el brazo.
Tembloroso, Clyde buscó mantenerse firme sobre su caballo , agradeciendo silenciosamente la intervención
del vasallo , pues de otra forma tal vez ya estaría muerto. Pero, al mirar al Caballero Rojo, sintió un pesar
enorme.
El sufrimiento estampado en el rostro de Piers era tan intenso que se tornaba doloroso presenciarlo.
Montmorency amaba a su esposa. Sin saber como lidiar con el peso de aquella revelación, Clyde desvió la
mirada, no queriendo entrometerse en la privacidad del barón.
- No sabemos – el muchacho respondió finalmente. - Sólo Sabemos que él vino en esta dirección y
presumimos que está camino a Belvry. Una sierva afirmó que se trata de Hexham, pero ningún rescate fue
pedido.

- Tal vez ahora él esté planeando arrastrarnos a una trampa - Alan sugirió.
- Ahora? - La voz de Piers vibraba de odio. - El ya me arrastró a una terrible trampa, ese hijo de puta!
Aisley casi se cayó del caballo , un cansancio insoportable drenando cada gota de sangre de sus venas. Si al
menos pudiese dormir! A pesar de las muñecas amarradas y la boca seca e hinchada, todavía tapada por el
trapo mugriento, sentía que sería capaz de dormir para siempre. El bebé usaba el resto de sus energías
... Cuándo sería que Hexham los dejaría parar?
Obligándose a abrir los ojos, ella miró a su alrededor. Ya casi estaba anocheciendo, gracias a Dios. De
repente reconoció un arroyo que corría a lo largo del camino. Se estaban aproximando a Belvry.
Un desesperación profunda amenazó con invadirla. El completo cansancio, física y emocional, le impedía
lidiar con las preguntas que la obsesionaban . Qué haría Hexham ahora? Pretendía ir a su propio castillo o se
instalaría en Belvry de una vez por todas? Dónde estaría Piers? El modo confiado en que Hexham se
comportaba sugería la ausencia de cualquier posible amenaza.
Claro que el grupo de veinte hombres, fuertemente armados, podría enfrentar el ataque de una pequeña
brigada. Pero y Piers? El nombre de su marido no salía de su cabeza.
Hexham no estaba tomando en consideración la existencia del ejército del Caballero Rojo o era
simplemente demasiado tonto como para tener cautela? A lo mejor estaban caminando directamente hacia
una trampa? En este caso, era mejor estar alerta para apartarse de la línea de combate, pues no tenía
ninguna intención de ser muerta por error.
La esperanza de Aisley ganó un nuevo aliento cuando surgió un caballero solitario. Ya estaba anocheciendo
y los árboles de los alrededores podrían servir como un perfecto escondrijo para otros soldados. Sin
embargo Hexham no demostraba la menor preocupación con la aparición del desconocido. Seguro de si
mismo , amenazó:
- Salga del camino o es hombre muerto.
El caballero no se movió ni un centímetro.
- Sabe que está en las tierras de los de Laci?
Aisley estudió al extraño, la excitación inicial dio lugar al miedo. Vestido para combatir y usando un yelmo
que le cubría todo el rostro, el caballero podría ser uno de los hombres de Piers . Pero entonces por qué
no había dicho que las tierras pertenecían a Montmorency?
- Estas tierras son mías, idiota! Y es mejor que salga de aquí antes que le corte la cabeza ! - Los soldados de
Hexham cercaron al desconocido y Aisley tuvo pena del pobre hombre que estaba por ser asesinado a
sangre fría.
EN ese instante gritos irrumpieron por detrás de los árboles mientras varios hombres se aproximaban al
galope. Aunque no pudiese decir exactamente cuantos, ella estaba segura que eran los suficiente para
dominar al grupo de Hexham. A pesar de lo exhausta que estaba, consiguió apartarse un poco, para no
quedar atrapada en medio de la lucha.
Si el primer pensamiento de Aisley había sido en relación a su seguridad, en el momento siguiente sólo
pensaba en huir de allí. Como no tenía ni la mas mínima idea de quienes eran esos hombres, no podía
arriesgarse a entregarse a ellos . Buscando razonar rápidamente, decidió recorrer el riacho, que solía ser
bajo, y alejarse de la lucha .
Con el corazón latiendo violentamente en el pecho, galopó en dirección a su libertad. Sólo precisaba no
despertar la atención de los soldados.
Cuando comenzaba a pensar que estaba segura finalmente, oyó el ruido de cascos detrás de ella .
- Deténgase ! – alguien gritó. Inmediatamente Aisley obedeció, incapaz de arriesgar la vida de su bebé y la
suya propia en la tentativa de ganar su libertad. Inspirando profundamente, se dio vuelta para encarar a su
nuevo adversario.

Claro que estaba satisfecha por haberse librado del barón, sin embargo no sabía quienes eran esos hombres
ni por qué habían atacado a Hexham. Al mirar el rostro cruel de su captor, temió haber caído en manos
todavía mas peligrosas que las anteriores.
-ES una mujer! – el soldado avisó a sus compañeros, y Aisley rezó para que estuviesen al servicio de Piers,
Por lo menos estaría bien cuidada hasta la llegada de su marido . Debería decir su nombre o esa información
llevaría a los soldados a pedir un rescate?
- Tráiganla aquí - gritó otra voz.
Ella intentó divisar al hombre que acababa de hablar, pues obviamente se trataba del líder, sin embargo
nada logró ver mas allá de su espalda. Buscando mantener la calma, se preparó para enfrentar al
desconocido. Al aproximarse, notó que se trataba de un hombre mas alto y mas musculoso que Hexham.
Entonces él se dio vuelta y quedó inmóvil, mirándola como si hubiese visto un fantasma.
- Mi Dios... – el caballero murmuró.
Mientras Aisley pensaba en una manera de responder a aquél extraño saludo, el desconocido ya estaba
dando ordenes.
- Quítenle la mordaza!
Esa voz le parecía vagamente familiar y casi tenía certeza que ya la había oído. Sin embargo antes que
tuviese tiempo de recurrir a su memoria el trapo estaba siendo quitado su boca. En el mismo instante
pasó la lengua por sus labios secos.
- Aisley! No me reconoces ? - Entonces el hombre se quitó el yelmo, exponiendo una masa de cabellos
oscuros. Ella miró el rostro masculino y comenzó a deslizarse de su caballo , desmayada.
Si no fuese por la agilidad del soldado a su lado habría caído al suelo . Inconsciente, Aisley no se daba
cuenta que esas manos enormes que la sujetaban con delicadeza y al volver en si dejó escapar un grito de
terror, sintiéndose amenazada por una expresión que le parecía feroz. Pero el hombre sonrió, como si
estuviese acostumbrado a atajar mujeres .
- Aisley! Soy yo, Nicholas, tu hermano – alguien dijo secamente. Desviando la mirada del rostro del
soldado, Aisley volvió a mirar al líder, como si no pudiese convencerse de la realidad. Ella gimió, segura
de que estaba frente a frente con un hombre muerto.

- Estás bien? - Nicholas indagó impaciente pareciendo mas irritado que preocupado. Hacía mucho tiempo
que no se veían, sin embargo Aisley reconocía el tono autoritario de los varones de su familia.
- - Qué estaba haciendo en la compañía de ese canalla de Hexham? Y que es lo que quiso decir cuando
afirmó que estas tierras le pertenecían?
Convenciéndose de que el fantasma no tenía intención de dejarla en paz, ella levantó los ojos y lo miró con
atención. Si, era su hermano. Tan alto y con cabellos tan oscuros como los padres de ambos.
Nadie habría sospechado de que eran hermanos, pero una análisis mas detallado revelaba las semejanzas de
los rasgos fisonómicos . Nicholas era muy guapo para ser un hombre, un detalle que él había odiado desde
su infancia. Había pasado años y años peleando con sus otros dos hermanos debido a su bella apariencia,
siempre motivo de bromas. Toda esa belleza se había transformado y endurecido por las experiencias
difíciles de su vida? Bajo la luz del atardecer, él daba la impresión de haber envejecido mucho mas de lo
que era de esperarse en esos cinco anos en que no se habían visto.
- Pero me dijeron que estabas muerto - ella murmuró.
Si Aisley esperaba una reacción de sorpresa, se equivocó rotundamente.
- Si, lo sé . Es una larga historia, hermana , y la noche se aproxima. Ahora dime, hacia dónde está yendo
Hexham?
- Al infierno, espero.
- Aisley!

La firmeza de la voz finalmente la obligó a sentarse erecta en la silla de montar que todavía compartía con el
soldado que había impedido que cayera al suelo desmayada..
- Hexham desapareció? - ella indagó.
- Si. El cobarde huyó , como era de se esperar. Pero no me escapará. Tienes idea hacia donde ese
desgraciado puede haber ido?
- No lo sé. Hexham no me dijo nada. Presumí que estábamos yendo a su castillo , aunque actuaba como si
ahora Belvry le perteneciese.
- Y Belvry le pertenece? - La voz de Nicholas estaba tan llena de odio que Aisley casi no la reconoció.
- Otra vez, no sé como responderte. Hexham me secuestró de Dunmurrow, después de forzar a mi marido
irse de allí , desafiándolo a tener un combate que nunca ocurrió.
- Tu marido? - Nicholas apretó los ojos, como si la noticia lo sorprendiese, aunque mas bien le desagradó
un poco.
- Entonces , te casaste?
- Si. Mi marido es el barón Montmorency, llamado por muchos el Caballero Rojo. Ya oíste hablar de él ?
- No, pero estuve afuera mucho tiempo...Nicholas habló secamente, sacudiendo la cabeza. – Demasiado
Tiempo.
- Entonces es por eso que dijiste que estas tierras pertenecen a los de Laci - ella murmuró casi para sí
misma, dándose cuenta, finalmente, de la verdad. Si su hermano estaba vivo, la disputa por la posesión de
Belvry ya no involucraba a Piers. Y no sólo eso... La existencia de un hermano, de un de Laci para continuar
el apellido de su padre y para proteger la propiedad, le había quitado a ella toda obligación de casarse!
Tantas cosas podrían haber sido evitadas... Pero era imposible imaginar una vida sin Piers. Se sentía feliz
por el hecho de Nicholas hubiese pasado años desaparecido porque no se arrepentía ni un poco del
casamiento que le había sido impuesto por las circunstancias.
Sólo Se Arrepentía de haber puesto a su marido en peligro a causa de las tierras que ahora eran de su
hermano.
- Eres el heredero legítimo de Belvry - Aisley dijo satisfecha.
- Si. Aunque yo no tenga dudas de que Hexham intentará disputar mis tierras. En cuanto a tu marido ...
- Piers? - Ella tuvo ganas de reír. - No, él es dueño de sus propias tierras y nunca ambicionó poseer Belvry.
Esta propiedad es tuya, mi hermano. Pero primero necesitamos encontrar a mi marido. –
Revigorizada por la esperanza de que su hermano la ayudaría a encontrar Piers, Aisley sintió que todo el
cansancio desaparecía como por encanto. - Tienes un caballo para mí ?
- Ve a buscar un caballo para mi hermana - Nicholas ordenó a uno de los soldados. - Por el momento
dejaremos que el gusano de Hexham se escabulla, pero pronto lo obligaremos a salir del agujero donde se
haya metido y lo perseguiremos aunque sea hasta el fin del mundo. Vamos en dirección a Chiswill ahora,
donde el resto de mis hombres está acampado.
- Tienes mas hombres? - Aisley indagó asombrada mientras alguien la ayudaba a montar un garañón negro.
- Si - Nicholas explicó. - tengo soldados fieles a mí , además de los mercenarios pagos.
- Entonces sabías que encontrarías problemas cuando regresases?
- Si.
Las respuestas de su hermano eran cortas y desprovistas de cualquier emoción, como siempre. El breve
interés que Nicholas había demostrado en ella había desaparecido.
Sin que lograr evitarlo, Aisley no pudo dejar de comparar a su hermano con su marido. Piers era un hombre
que podía ser descripto con muchos adjetivos, excepto frío. Los dos también eran extremamente atractivos,
sin embargo las semejanzas terminaban ahí.
***

Aisley no estaba muy animada por dejar las sabanas perfumados y la cama suave en la mansión de
Chiswill. Tanta comodidad era un recuerdo agradable de su vida antigua, como la hija y heredera de
Clarence de Laci. Pero sabía que Nicholas pretendía partir temprano y si quería tomar un buen baño, después
de los días pasados en el camino, precisaba apresurarse. Era tan extraño pensar que su hermano estaba
vivo y que ahora, en este mismo minuto, estaba en el grande salón, allá abajo.
A pesar de nunca haber sido muy íntimos, Aisley experimentaba un placer fraternal de saberlo de vuelta,
mas allá de sentir que le había sido quitada una carga de sus hombros respecto al destino de Belvry. Jamas
se había imaginado dejando su antiguo hogar sin experimentar un cierto pesar, sin embargo después de los
nuevos acontecimientos se sentía lista para dar vuelta la página del pasado sin arrepentimientos. La
belleza y el esplendor de Belvry ya no la seducían mas . Nada se comparaba con la fascinación y la
atracción que Piers ejercía sobre ella.
Después de los días en compañía de Hexham, en los que había sido tratada como una prisionera común,
un simple baño le parecía un verdadero lujo y la paz y la seguridad de Chiswill se tornaban un bien precioso.
El cambio operado en su temperamento era tan significativo que Aisley casi lloró al descubrir varios de sus
viejos vestidos todavía guardados en baúles enormes. La última vez que había estado en Chiswill había sido
dos veranos atrás.
Pasando la mano levemente por su vientre , ella se dio cuenta de que estaba mucho mas feliz ahora, a pesar
de todas las dificultades que se había visto obligada a enfrentar. Si, había vivido contenta antes, ocupada
con la administración de Belvry y entretida con mil y un quehaceres, sin embargo siempre había estado sola.
Hoy se daba cuenta que se había dedicado al trabajo con tanto empeño en una intento de llenar su vacío
interior, un vacío que había sido totalmente ocupado por la presencia de su marido.
Inspirando profundamente para mantener la calma, Aisley rezó por la seguridad de Piers. Sólo le pedía a
Dios que lo encontrase vivo y en salud para poder decirle sobre la criatura que estaba en camino.

***
Algo había forzado a Hexham a actuar, Piers pensó mientras lideraba sus hombres al encuentro del ejército
que se aproximaba. Habría sido el secuestro de Aisley? Aunque supiese que debía considerar esa posibilidad,
no conseguía soportar la idea de que su esposa estuviese en las manos de otro. Tenso, pero a la vez
controlado, se obligó a fijar sus pensamientos en la batalla iminente. Hexham finalmente había comenzado a
moverse y los motivos que lo había llevado a tomar esa actitud eran secundarios en ese momento. Había
estado seguro cuando había decidido aguardar, juzgando que le había sido preparada una trampa. Porque si
antes el barón se mantenía oculto, ahora mandaba a sus soldados a avanzar con osadía.
El ejército de Hexham era grande y parecía un oponente a la altura del suyo, Piers concluyó, arrepintiéndose
de haber dejado parte de su tropa en Dunmurrow. Además , una tropa que no había sido capaz de proteger
a su esposa de la llegada del enemigo. La ironía de la lucha que estaba por acontecer no le pasó
desapercibida. Iba a arriesgar la vida de sus hombres, y la suya también, a causa de un castillo sin ninguna
importancia mientras la mujer a quien amaba por encima de todo le había sido robada. Belwry era
insignificante a sus ojos mientras que Aisley...
Orgullo. Orgullo y honor son frecuentemente los culpables de la caída de un hombre, tanto comoo el sentido
de su propia vida. Por primera vez se arrepentía de estar marchando hacia una batalla. Preferiría estar en el
bosque de Dunmurrow, rodeado de silencio y belleza, al lado de esa mujer que le había traído la felicidad.
Mientras analizaba las fuerzas enemigas, Piers se odió por haber sido tan ciego. Creyendo en la ética que
regía las acciones de un caballero, había juzgado que Hexham actuaría con igual hombría . Pero el barón
se había demostrado ser un cobarde desprovisto de carácter y lo había atacado por la espalda después de
lanzar un desafío directo, obligándolo a dejar su castillo casi completamente desprotegida . Sin embargo, por
menor que fuese su ejército en comparación al de adversario, iba a enfrentar la batalla hasta el fin y , por

Dios, que saldría vencedor. Era el momento en que el Caballero Rojo debía hacer justicia a la leyenda
creada respecto a su reputación .
EN un esfuerzo deliberado, Piers colocó de lado todos sus otros pensamientos y concentró su atención en la
única cosa que importaba en ese momento: matar, porque la otra alternativa sería morir.

CAPITULO DIECISIETE
Aunque Piers supiese que sus hombres estaban luchando valientemente , Hexham podía contar con reservas
venidas del castillo y un número infinito de mercenarios que los atacaban de todos los flancos.
Retrocediendo un poco para tener una mejor visión de la batalla, Piers levantó su yelmo y secó su frente , el
sudor cayendo sobre sus ojos y empapando sus cabellos. Al percibir que Alan se aproximaba, con un aire
sombrío en el rostro, tuvo certeza de que el vasallo traía malas noticias.
- Un enviado de Hexham vino a informarnos que el barón desea discutir los términos de un acuerdo.
- Términos de un acuerdo? Por qué te tomaste el trabajo de traerme esas noticias, cuando sabes muy bien
que nunca pierdo el tiempo con palabras cuando puedo luchar?
Alan parecía incómodo , como si no supiese qué decir.
- Pensé que tal vez... tal vez el barón pueda decir algo sobre mi lady – el vasallo respondió .
La mención de su esposa, Piers sintió un aprieto terrible en su corazón.
- Hexham pidió un rescate?
- No. Sin embargo el emisario del barón no entró en detalles. Tal vez los planes sean ofrecerle a lady
Montmorency a cambio de Belvry.
Una mujer a cambio de una de las propiedades mas valiosas de todo el reino ? Piers murmuró algo , como si
una vida entera de honor, orgullo y dedicación a la carrera militar ahora entrasen en conflicto con lo que
realmente le importaba: su esposa.
- Vamos a oír lo que el hombre tiene para decirnos - Piers habló finalmente.
Los dos intercambiaron miradas un tanto desconfiadas al entrar a la tienda de Hexham. El barón estaba
sentado en una silla enorme, un tapete extendido bajo sus pies. La propia imagen de un emir o un rico
mercader italiano. A pesar de que Hexham estaba usando una armadura, quedaba claro, por la ausencia de
sudor y suciedad, que ni siquiera había llegado cerca de donde la lucha estaba siendo sostenida. Piers sólo
conseguía sentir un profundo desprecio por un hombre tan cobarde e incapaz de liderar sus propios hombres
en un campo de batalla.
- Entonces este es el terrible Caballero Rojo? - Hexham indagó en un tono irónico.
El sarcasmo no pasó desapercibido a Piers, sin embargo, ante la mirada de advertencia de Alan, decidió
mantener su furia bajo control. Por lo menos hasta que supiese el motivo do encuentro.
- Si, mi lord - respondió el emisario que los había traído. Pronto el mensajero salía y los dejaba a solas, en
la compañía de los guardias personales del barón. Aunque una tropa de sus propios hombres lo aguardase
afuera, Piers comenzó a sentirse inquieto. Estando Hexham tan acostumbrado a la traición , podría muy
bien estar planeando atacarlos por las espalda en vez de conversar.
- Debe parecerle obvio ahora, Caballero Rojo - Hexham comenzó después de un largo silencio, en el que
analizó a l os recién llegados de la cabeza a los pies -, que mi ejército excede al suyo en número. Si usted
se rinde , yo tal vez pueda salvar la vida de sus hombres. Ya hubo suficiente derramamiento de sangre hoy
–completó Hexham ,magnánimo.
Piers no respondió y simplemente continuó mirando al idiota arrogante e incompetente. Aquella discusión
era inútil. Se había tomado el trabajo de interrumpir la lucha para escuchar un sarta de idioteces? Y
dónde estaba Aisley?
Demostrando no incomodarse por la mirada fija de Pies, el barón lo interpeló:
- Y entonces? Respóndeme!

- Y mi esposa? - Montmorency indagó, los dedos cerrándose con fuerza alrededor del puño de la espada. -
Dónde está ella?
Hexham parecía tan sorprendido con la pregunta que por un instante Piers imaginó si esa basura realmente
había secuestrado a Aisley.
- Su esposa? Ah, estás queriendo decir Aisley de Laci.
- Aisley Montmorency - Piers lo corrigió, la voz cortante . - Qué hiciste con ella?
- Yo ? Nada, claro, excepto atarla a mi cama y disfrutar a lo máximo. - Hexham habló con tranquilidad, como
si no le diese la menor importancia al asunto. – Me Temo que tal vez la haya poseído un tanto brutalmente,
ya que ella acabó perdiendo ese bebé que traía en el vientre . Pero de cualquier forma eso no tiene
importancia. Ya planté mi semilla para engendrar un hijo.
El grito de Piers hizo estremecer la tienda. La espada fue desenvainada con tanta rapidez e ira que Hexham
sólo tuvo tiempo de salir de su silla para no ser empalado por la hoja de la espada . Aún así , su brazo fue
herido y gritó de dolor.
Inmediatamente los dos guardias personales del barón avanzaron, sin embargo Piers los mató en cuestión
de segundos, los ojos fijos en su principal objetivo. Desprovisto de honor como era, Hexham huyó de la
tienda sin intentar defenderse. Mientras tanto los gritos de Piers vibraban en el aire como gritos de guerra.
***
Aisley sentía la impaciencia crecer a medida que se aproximaban a Belvry. Estaban en viaje desde el
amanecer y un número enorme de mercenarios seguían a Nicholas en silencio.
Era una imagen impresionante, cada uno dos soldados pareciendo mas feroz y peligroso que el otro. La piel
y los ojos oscuros la hacían pensar a donde su hermano habría ido a buscarlos. También la manera en que
se movían y obedecían las ordenes, sin palabras o vacilaciones, le parecía completamente extraña. Por suerte
que no formaban parte del ejército enemigo.
- Aisley! Apártate un poco hasta que veamos qué nos aguarda.
Ella abrió la boca para protestar. Desde lo alto de la colina, a poca distancia, se podía ver a Belvry y tal vez,
Piers estaría allí . Había llegado tan lejos y no quería ser dejada atrás. Sin embargo antes que tuviese tiempo
de protestar, el silencio a su alrededor fue quebrado por un rugido feroz, como si alguna fiera estuviese
suelta.
- Piers. – El nombre de su marido se escapó de sus labios en un murmullo ronco y emocionado.
- Qué diablos fue eso? - Nicholas preguntó.
- Piers - ella respondió con firmeza. - Con seguridad perdió la paciencia por algo.
- Entonces, ese ruido fue hecho por un hombre? Por tu marido?
- Si! - Galopando en dirección a lo topo de la colina, Aisley miró los campos alrededor de Belvry. Estaban
repletos de soldados y en el medio de ellos se erguía de manera inconfundible , su marido . - Sabía que
era él ! Oh, Nicholas, tal vez mi marido esté en problemas.
- Retrocede ahora, Aisley. - Girando hacia sus soldados, ordenó: - Quiero un hombre cerca de mi hermana
todo el tiempo. En Cuanto al resto de ustedes , estén listos para atacar con mi señal. Pero recuerden una
cosa. Recuerden que Hexham es mío.
Cuando Piers finalmente salió de la tienda tenía su armadura manchada por la sangre de varios enemigos,
la suficiente para hacer justicia al apodo de Caballero Rojo. Hexham no estaba en ningún lugar a la vista ,
sin embargo él, Alan, y una pequeña tropa venida de Dunmurrow, se hallaban rodeados por una gran parte
del ejército del barón. No podía tener certeza de que Hexham había planeado esa trampa, pero sabía que
su explosión de furia los había colocado en una situación bastante difícil.
Aprovechando la confusión inicial, consiguieron montar en sus caballos, sin embargo Piers no fue capaz
deber una ruta de salida. Estaban rodeados por un mar de soldados enemigos. Luchando por su propia

vida, Montmorency intentó abrirse camino, sin embargo al mirar hacia la colina mas próxima se dio cuenta de
que mas soldados y mercenarios marchaban directamente en su dirección.
Estamos perdidos. Por primera vez, después de tantas batallas, esas palabras terribles se había hecho
realidad . Que ironía del destino pensar que sólo algunos meses atrás habría ido al encuentro de la muerte
con orgullo, mientras que ahora... ahora, por Dios, quería vivir!
- Qué diablos es aquello? - Alan gritó aproximándose. Sorprendidos, los dos observaron los caballeros que
galopaban colina abajo, guiados por un estandarte negro con la figura de un venado blanco.
- Es el estandarte de Belvry – el vasallo dijo al borde de la desesperación. - Estamos perdidos pues el
castillo ya había sido tomado por Hexham.
- No. - Montmorency tomó el estandarte que su esposa le había dado al salir de Dunmurrow y mandó que
Alan la extendiese. Sobre el fondo del terciopelo rojo, aparecía un venado idéntico. El viento se encargó de
erguir bien alto el símbolo de la familia, un aviso para todos los que los amenazaban.
- Este es el estandarte de los de Laci - dijo orgulloso, sonriendo a su vasallo.
Pronto todo estaba acabado. Los soldados de Hexham, acosados por los recién llegados y sin un líder para
guiarlos, huyeron en retirada. Piers ordenó que el puente levadizo de Belvry fuese bajado para que los
heridos recibiesen los primeros auxilios y aunque quería ver a sus hombres alojados, no planeaba quedarse
allí ni un segundo mas . Pretendía perseguir a Hexham y terminar el trabajo que había comenzado en la
tienda del barón.
- El Caballero Rojo! El Caballero Rojo!
Dentro de los portones, los residentes de Belvry gritaban con su llegada y Montmorency se dio cuenta que
estaba, realmente, cubierto de sangre, a pesar de no haber sido herido. Como Edward ya había dicho,
acostumbraba a atraer la sangre de sus enemigos. Si tuviese tiempo le gustaría cambiarse la túnica
manchada por otra limpia, sin embargo había subestimado a Hexham una vez y no pretendía repetir el
error. No permitiría que el hijo de puta se escapase y, lo mas importante de todo, no dejaría que ese
cobarde se llevase a Aisley consigo.
Con su férrea disciplina de guerrero, él se obligó a no pensar en cosas que pudiesen interferir en la tarea que
lo aguardaba, especialmente imágenes de su esposa atada a la cama del barón. En ese momento precisaba
reunir a los hombres mejor equipados para ir atrás de ese cobarde en su propio cubil.
- Quién es el líder de nuestros salvadores? - Montmorency le preguntó a Alan.
El vasallo sacudió la cabeza , negando.
- Los soldados y mercenarios son de pocas palabras. Sólo dicen que sirven a los de Laci.
- Pero cuál de Laci? - El único de Laci que Piers conocía no podía estar liderando ejército alguno, pues se
encontraba prisionera de Hexham. Un bebé, el barón había dicho. Sería verdad? Aisley llevaba a su hijo en
su vientre sólo para perderlo después de sufrir infinitas brutalidades? Piers se quitó el yelmo y se secó el
sudor que le cubría los ojos, decidido bloquear cualquier sentimiento. Si se dejase dominar por la emoción,
perdería la cabeza allí mismo, donde estaba.
- Montmorency? - Una voz baja y profunda lo hizo darse vuelta . Un caballero lo miraba atentamente,
- Si. Soy Montmorency.
Los dos hombres descendieron de sus caballos y quedaron frente a frente. El desconocido, aunque no tan
alto ni tan musculoso como el Caballero Rojo, se movía con la elegancia natural de aquellos que
pertenecen a una linaje noble.
El rostro, a pesar de ser atractivo , tenía la dureza asociada a muchos años pasados en campos de batalla.
Tal vez por eso lo viese levemente familiar, Piers decidió. Entonces los ojos de ambos se encontraron y los
ojos del desconocido poseían un tono raro y peculiar, un tono casi plateado...
- Soy Nicholas de Laci...
- Pero ... pero ...

- Se supone que estoy Muerto - Nicholas concluyó. - Lo sé . Es una larga historia que te contaré cuando
estemos descansados. Por el momento sólo quiero agradecerte por haber cuidado de Belvry tan bien
durante mi ausencia. Mi hermana habla maravillas de su marido ...
Sin que pudiese contener el impulso, Piers agarró a su cuñado por el brazo, con una fuerza exagerada.
- Aisley! Ella está aquí? - A pesar de reconocer el tono desesperado de su propia voz, ya no le importaba
mas nada.
- Si. - Nicholas miró a la hilera de hombres detrás de si. - Ella...
Piers no esperó que Nicholas continuase. Tampoco le importó discutir la batalla que habían enfrentado o
las que todavía tendrían por delante o los planes para cazar a Hexham u otros asuntos ligados a Belvry.
Dejando su orgullo y su honor militar de lado, corrió al encuentro de su esposa.
Aisley ya estaba desmontando y corriendo en dirección de su marido . Los dos se encontraron delante de las
murallas de Belvry. Sin incomodarse por la suciedad, el sudor y la sangre que cubrían al hombre amado,
ella se tiró en sus brazos , riendo y llorando al mismo tiempo.
Piers la besó en los ojos, en el rostro, en la boca , intentando apagar de su memoria las largas horas de
angustia y sufrimiento. Fue solamente cuando la colocó de vuelta en el suelo que se dio cuenta que los
hombres a su alrededor aplaudían la escena entusiasmados. Pero conseguía desviar la mirada de su esposa.
- Estás... bien ?
- Si - Aisley respondió feliz, su sonrisa radiante.
- Hexham no te lastimó, no te hizo mal?
- No. En la fuga de Dunmurrow Hexham estaba demasiado aterrorizado , temiendo ser perseguido, para
darme sus atenciones . El forzó la marcha al máximo hasta que alcanzaremos los límites de Belvry. Entonces
Nicholas apareció y se hizo cargo de la situación.
A pesar de saber que su esposa estaba siendo sincera, precisaba oír las palabras para que su tormento
tuviese fin.
- Quieres decir que él no te tocó?
- No - ella respondió en un murmullo, los ojos fijos en su marido. - Hexham nunca me tocó un dedo, aunque
hubiese estado tentado de hacerlo muchas veces.
La sensación de alivio era tan intensa, que Piers sintió un aprieto en el pecho. Hexham había mentido; ese
hijo de puta no la había amarrara a la cama o cualquier cosa parecida . No hubo violación ni aborto. Gracias
a. Dios, él rezó en silencio. Si no había sucedido un aborto, entonces , había un bebé?
- Ya estuviste con mi hermano?
- Si. - Piers levantó la cabeza, sabiendo que aquel no era momento para mayores intimidades.
Reticentemente , se apartó algunos centímetros, aunque mantuviese un brazo firmemente alrededor de sus
hombros delicados. Juntos, caminaron hasta donde Nicholas los aguardaba.
- Mi hermano estaba preocupado de que pudiese haber una disputa por la posesión de Belvry - Aisley le
habló en el camino -, pero le dejé en claro que vos no tienes interés en las tierras de los de Laci.
- Quieres decir que le entregaste como si nada una de las propiedades mas prósperas del a región , sin al
menos consultarme?
Aisley rió sin dejarse perturbar por la cara seria de su marido .
- Actué equivocadamente ? Recuerdo muy bien que en diversas ocasiones vos me gritaste que no querías
nada de mi riqueza, sino todo lo contrario.
- Entonces luché por aquello que ahora pertenece a mi cuñado? - Piers gimió, fingiéndose ultrajado.
Al oír la risa cristalino de su esposa él sintió su corazón latir mas fuerte , lleno de amor. Si pudiese, la
tomaría en sus brazos allí mismo y la llevaría a un cuarto, donde le demostraría cuanto la había extrañado
... Y que la persecución de Hexham se fuese al infierno.

Desgraciadamente esos pensamientos agradables había sido interrumpidos por la llegada del hermano de
Aisley.
- Barón Montmorency, mis disculpas por partir tan rápidamente, mas no puedo permitir que Hexham escape.
- Claro que no. Voy a llamar a algunos de mis hombres e iré con vos. - Piers ignoró la presión de la mano de
su esposa en su brazo, sabiendo que ella quería impedir que partiera.
- No será preciso - Nicholas habló decidido. - Ya hiciste mas que suficiente. También quiero asegurarte
que mi hermana recibirá un dote generosa como regalo de casamiento.
Piers levantó la mano como para dispensar esas palabras y el regalo , sin embargo las facciones de Nicholas
se tornaron todavía mas duras.
- Insisto, mi lord. Estoy agradecido, pero no quiero quedar en deuda con ningún hombre.
Temerosa de que su marido perdiese la calma, Aisley aumentó la presión de sus dedos en el brazo
masculino, pero Piers ya había conocido hombres como Nicholas antes y sabía como lidiar con esa situación.
- Naturalmente quedaré satisfecho de recibir un pago . Perdí hombres aquí y , claro, ellos deben ser
sustituidos. Ahora, en cuanto a Hexham... él me hizo un desafío directo, y me forzó a apartarme de
Dunmurrow para atacarme por la espalda y secuestró a mi esposa y quiero verlo muerto.
- Barón... - Nicholas vaciló, como si as palabras lo pusiesen incómodo . - Por favor, no lo tomes como un
insulto, pero Aisley está a salvo, no sufrió ningún daño , mientras yo ... Lo que existe entre Hexham y yo va
mucho mas lejos.
Montmorency intentó imaginar lo que podría ir mas lejos que secuestrar a la esposa de otro hombre, sin
embargo creyó mejor quedarse callado. Nicholas permaneció inmóvil aguardando una respuesta, los ojos
grises y fríos como el acero. Le llevó sólo un minuto a Piers decidir mandar su orgullo al infierno y otro
minuto para imaginar una manera mucho mas agradable de pasar el tiempo mientras su cuñado se
ocupaba de destrozar al enemigo.
- Está bien. Hexham es tuyo.
Nicholas agradeció con un breve cabeceo , la mirada seria, el rostro rígido. Entonces montó en su magnífico
garañón negro y , sin volverse atrás, partió al galope, los soldados lo siguieron en el silencio que les era
habitual. Nicholas y sus hombres iban por Hexham como verdaderos cazadores, sedientos de matar, sin
embargo Piers no los envidiaba. Estaba cansado de guerras y muertes, saturado del olor a sangre y del
gusto amargo que las batallas dejaban en la boca. Honor y orgullo tenían importancia , si, pero ahora
prefería buscar la felicidad entre las piernas de su bella esposa.
Como presintiendo los pensamientos de su marido , Aisley lo empujó por el brazo.
- Ven. Ya viste Belvry?
Por primera vez Piers notó que el vestido de su mujer estaba sucio de sangre y polvo .
- Creo que primero debemos pensar en un baño, esposa.
- Gracias , querido - ella susurró abrazándolo.
- Gracias, por qué?
- Por no haber ido con Nicholas. Yo sabía que querías ir, sólo que yo no lograría soportar tu ausencia, no
ahora, cuando finalmente volví a encontrarte y ...
- Creeme, querida. No fue un grande sacrificio de mi parte.
***
- Tus pechos parecen mas grandes y mas pesados Piers comentó acariciando el objeto de su interés.
Acaso los has masajeado con algún óleo especial? - él la provocó.
- Claro que no! - Aisley retrucó ultrajada. Nunca en su vida había usado ese tipo de cosa, pues jamas había
tenido mucho interés en su propio cuerpo. Sabía muy bien por que sus pechos estaban mas grandes y , de
repente, tuvo la impresión que su marido ya lo sabía.

- Perfecto! Porque me gustan exactamente como eran, pequeños y perfectos para que entren en mi boca.
Piers mordiscó los pezones lentamente.
- Piers... - Cómo es posible que un esposo se excite así con tanta facilidad? Se había encontrado exhausta y
saciada después de la pasión que había seguido a su reencuentro . Sin embargo ... Los labios masculinos
la estaban enloqueciendo, besándola alrededor del ombligo.
- Tienes algo para decirme, esposa?
Esas palabras significativas la hicieron sentarse en la cama en ese mismo instante.
- Lo sabes! - ella lo acusó.
- Sé qué cosa ? - Montmorency preguntó inocentemente mientras abría las piernas de su esposa.
- Sobre el bebé!
- Que bebé?
Aisley acarició los cabellos rojizos de su marido , que ahora se inclinaba para besarla en el interior de sus
muslos.
- Nuestro bebé!
- Entonces vamos a tener un bebé? - él indagó provocándola, aumentando la presión de los labios en la piel
suave hasta hacerla estremecer incontrolablemente.
-Si!
- Qué buenas noticias! Quieres que le mande un beso a nuestro bebé?
Al sentir que su marido la tocaba en el centro de su femineidad con la punta de su lengua, Aisley gimió alto
y perdió la capacidad de razonar con claridad.

****
Ella estaba hambrienta. Después de devorar todo lo que estaba en su plato, comenzó a comer la comida de
Piers.
- Eh, espera. Cuántos bebés crees que estás esperando?
Riendo feliz, Aisley se recostó en la silla, apreciando el cuarto que había sido de sus padres.
- Qué crees de mi hermano?
- Creo que vos lo describiste muy bien . Él no es el tipo de hacerle cosquillas a nadie . Pero vos tuviste
suerte, porque yo si lo soy . - Sonriendo burlonamente, él corrió para agarrar a su esposa en sus brazos y
arrojarla en la cama. El peso de su cuerpo musculoso hizo crujir la cama.
- Para! Para! o voy a vomitar toda la cena!
Inmediatamente Piers se detuvo , una de las manos enormes posada sobre la cintura delgada, los ojos azules
brillantes y mas cariñosos que nunca.
- Esta es la primera vez que una mujer me dice algo así - él protestó.
Aisley se rió y le acarició levemente el rostro. Como podía amarlo con tanta pasión?
- Tienes razón. Nicholas no es el tipo de hombre que hace cosquillas, tampoco es alguien capaz de
demostrar afecto y mucho menos amor. Tengo miedo de que mi hermano esté todavía mas endurecido que
cuando partió, cinco años atrás.
Montmorency suspiró profundamente y se recostó en las almohadas.
- Frecuentemente la guerra destruye a un hombre y lo transforma en algo que él no desearía ser.
- Crees que con el tiempo Nicholas podrá tomarnos mas afecto ?
La manera en que su hermano la había mirado mientras cabalgaban uno al lado del otro , como si no fuese
mas que una extraña, todavía la incomodaba. Ni por un instante él había demostrado un interés especial en
ella o le había preguntado si era feliz, si su marido era un buen hombre...
- No lo sé - Piers respondió bajito, queriendo no amargarla.

- Sabes, es extraño, pero Nicholas fue siempre tan guapo. Las damas lo consideraban un excelente partido y
él tenía la reputación de ser honrado, gentil y justo.
- Estoy segura de que tu hermano continua siendo todo eso.
- Pero cuando miro dentro de esos ojos grises es como si sólo viese frío y oscuridad. - Aisley estremeció y
se acurrucó en el pecho de su marido . Nicholas, heredero de Belvry, joven y bello, era el tipo de
caballero con quien las mujeres soñaban casarse mientras Piers no lo era . Durante gran parte de su vida,
Montmorency no había poseído tierras ni fortuna, por lo tanto no era blanco del interés femenino. Para
completar el cuadro , la reputación del Caballero Rojo era tan terrible que desanimaba hasta la mas
valiente de las damas. Sin embargo Piers era , en efecto , un gran partido.
- Mi hermano es atemorizante . Mas atemorizante que lo que el Caballero Rojo jamas fue.
- Aún cuando estoy de pésimo humor?
- Aún cuando estás de pésimo humor - ella respondió sonriendo . - A propósito, debo decirte que le avisé a
Hexham que vos te comerías su corazón en tu cena.
- Oh, Gracias . - Piers gimió de manera teatral. - Ahora puedo entender por qué él no te consideró
especialmente seductora. Es fácil imaginarte hablando a los cuatro vientos sobre mis poderes diabólicos.
- Pero tienes poderes Si. - Sonriendo provocativamente, ella le acarició el cuerpo , adoraba sentir la textura
de los músculos firmes .
- No vas a vomitar la cena ? - Piers preguntó fingiendo seriedad.
- Te Prometo que no.
- Bien, supongo que entonces puedo hechizarte , esposa. –
Y fue lo que él hizo.
***
Nicholas regresó algunos días después , su espíritu todavía mas taciturno que cuando había partido . Él
entró en el salón principal como si fuese el señor de todo, que de hecho lo era, arrojó el yelmo sobre una
silla y se pasó las manos por sus largos cabellos.
- Hexham se escapó - dijo.
Piers levantó las cejas, sorprendido no tanto por las palabras sino por el tono usado. Acaso su cuñado lo
estaría acusando de algo?
- Lo Siento mucho.
Como reconociendo su error , Nicholas bajó los ojos. Piers sabía que el muchacho estaba enojado y por eso
descargaba su frustración en las personas que estaban próximas. Sólo que no iba a admitir que el mal
humor de su cuñado alcanzase a Aisley.
Ella ya estaba de pie, ordenando a los siervos que trajeran comida y bebida para su hermano que acababa
de llegar. Pero si Aisley esperaba alguna palabras de agradecimiento, podía olvidarlo. Y esa falta de
delicadeza lo irritaba profundamente. Cuando la conoció su esposa se había comportado de manera
contenida y desprovista de emociones. Por lo visto los de Laci no habían sido criados en un ambiente donde
se demostraba afecto familiar.
- Voy a encontrarlo - Nicholas prometió , su voz sonaba fría y amenazadora. Él se sentó, los movimientos
elegantes y controlados muy semejantes a los de Aisley. Ese de Laci nunca parecía bajar la guardia y por un
momento Piers tuvo pena de Nicholas.
- No te preocupes, Montmorency, voy a hallar a Hexham. Él es demasiado estúpido para estar
desaparecido por un largo tiempo y cuando lo encuentre, voy a matarlo.
- Me llamo Piers. Y no estoy ni un poco preocupado. Si quieres un consejo, él ofreció, aún sabiendo que su
cuñado no estaba muy interesado, te diría que te olvides del barón. Encuentra una bella esposa, ten hijos y
disfruta esta bella propiedad en paz.

Nicholas lo miró con tanto desdén que Piers quedó sorprendido. Tal vez su cuñado lo considerase un viejo
tonto.
Pero estaba lejos de serlo. Al recuperar la vista había vuelto a los ejercicios físicos de antes y estaba en
plena forma. Continuaba siendo el Caballero Rojo, aunque no compartiese la sed de sangre del muchacho.
Sabiendo que podría vencer a su cuñado en cualquier pelea con armas, Piers lanzó una mirada amenazadora
en dirección a Nicholas.
El joven de Laci entendió inmediatamente el mensaje y se dio vuelta hacia otro lado. Al volver a mirar Piers,
intentaba sonreír.

- No puedo dejar que Hexham se escape. – Después de algunos segundos de vacilación, resolvió continuar,
a pesar de que las palabras le costaron mucho. - Fui a Tierra Santa con el objetivo de luchar contra los
infieles sin saber que un vecino traicionero sería todavía mas peligroso que las hordas paganas.
Fui herido, pero no mortalmente, y esperé que uno de los hombres me encontrase. Sucedió que Hexham me
encontró . - Nicholas pronunciaba su nombre como una maldición. - Y En vez de ayudarme, él me arrastró
hasta debajo de un arbusto y me abandonó allá, para que yo me desangrase hasta morir.
Piers notó que Aisley inspiraba profundamente y en el mismo instante tomó la mano delicada en las suyas,
como si quisiese transmitirle seguridad mientras Nicholas continuaba su historia terrible.
- Podría haber muerto si no fuese por una aldeana que oyó mis pedidos de socorro. Ella me llevó a su
pesebre y me cuidó con sus propias manos. Sin saber lo que Hexham planeaba, decidí adoptar un nombre
falso. Cuando recuperé mis fuerzas, salí en busca del cobarde, sin embargo ese canalla ya había
desaparecido. Sólo entonces me di cuenta que el barón ambicionaba poseer Belvry.
Como nuestro padre no era idiota ni débil , no creí que hubiera necesidad de volver inmediatamente a
casa. Hice mi propia fortuna y formé mi propio ejército, pensando que un día podría precisar hombres listos
para luchar a mi lado. Supe de la muerte de nuestro padre poco tiempo atrás. Entonces decidí que era el
momento de resurgir del mundo de los muertos.
- Hexham sabe que estás vivo? - Piers preguntó.
- No, creo que no. Mis hombres juraron guardar silencio. Estoy seguro que la visión del estandarte de Laci
sorprendió al barón, pero no debe saber que continúo vivo.
- Apuesto a que ese cobarde se escapó muy lejos.
- Tal vez. De cualquier manera iré cazarlo aunque sea al fin del mundo. Y cuando lo encuentre, lo mataré
sin piedad.
Percibiendo el odio intenso en el corazón do muchacho, Piers se puso alerta.
- No dejes que el deseo de venganza dicte as reglas de tu conducta – le dijo .
Sin embargo la mirada de Nicholas le avisó de que era mejor no meterse en ese asunto en particular y Piers
tuvo pena del muchacho. Ya había visto muchos hombres como su cuñado, hombres cuyas vidas habían sido
envenenadas por el rencor. Y cuando finalmente Hexham fuese muerto, qué quedaría en el interior de
Nicholas do Laci? Tal vez nada, mas allá de todo un terrible vacío.
- Es posible que Hexham haya ido a la corte en un intento de despertar la simpatía de Edward para con su
versión de los hechos - Aisley sugirió.
- Tal vez - Nicholas concordó pensativo. - De cualquier forma partiré mañana mismo para seguir posibles
pistas dejadas en los alrededores.
Al percibir la decepción nublar la belleza del rostro de su esposa, Montmorency tuvo rabia de ese muchacho
frío e insensible que después de tantos años de ausencia era incapaz de demostrar algún afecto o aprecio
por su hermana .
- Quería explicarles la situación antes de partir y también resolver el asunto relativo a la dote de Aisley.

Ah, entonces , te diste cuenta que tienes una hermana ?, Piers pensó irritado. Quien mirase a los dos juntos,
jamas imaginaría que eran parientes. La única cosa que ambos tenían en común era la manera en que se
comportaban, siempre elegantes y altivos.
- Aisley, nos puedes dar permiso por algunos minutos? - Piers pidió, sonriendo con delicadeza. - Me
gustaría discutir el asunto de la dote con tu hermano en privado.
Ella aceptó con un cabeceo y salió del salón, su andar gracioso, su espalda erecta. Mirándola, Piers tuvo
ganas de envolverla con la fuerza de su amor y también de darle un puñetazo al rostro impasible de su
cuñado.
Mas acostumbrado a intimidar a las personas con su simple presencia, sólo se levantó y se detuvo delante
de Nicholas.
- Tu dinero no me interesa en lo mas mínimo habló en un tono bajo y cargado de desprecio.
Cuando el muchacho intentó levantarse, Montmorency lo miró de tal manera que lo obligó a permanecer
sentado.
- Yo también luché en Tierra Santa y estuve en las batallas mas sangrientas, al lado de Edward, durante
años. No habiendo nacido heredero de una propiedad , me convertí en dueño de tierras por la sangre
derramado por la mi espada. En estos últimos meses superé una prueba de vida que habría hecho que tu
breve encuentro con la muerte parezca un juego de criaturas. A pesar de esforzarse por mantener el
control, la voz de Piers vibraba con dolor.
- Me sentí afortunado de por poder luchar aquí y defender tu propiedad y los recuerdos que mi
mujer tiene de su casa paterna. A cambio, quiero sólo una cosa. Quiero que trates a tu hermana
como si ella realmente existiese.
Nicholas no podría parecer mas sorprendido.
- No me importa que desaparezca en los confines de la Tierra después que partamos de Belvry, pero
mientras estemos aquí exijo que trates a tu hermana como una persona a quien le debes, por lo menos,
respeto. Pues fue ella quien cuidó de tu propiedad durante los años en que estuviste lejos .
Sin esperar respuesta, Piers salió del salón y fue al encuentro de su mujer..

CAPITULO DIECIOCHO

Durante de cenar, Piers se felicitó a sí mismo, pues por lo visto , esa breve conversación con su cuñado había
surtido efecto. Nicholas pasó toda la comida conversando con su hermana . Tal vez el muchacho no fuese
del todo malo. Tal vez sólo hubiese dejado que el deseo de venganza sobrepasase a cosas mas
importantes
La noche transcurrió rápida y agradablemente y aunque ya fuese muy tarde, Piers se sentía
apesadumbrado de dejar el salón principal. El lugar estaba lleno de personas que admiraban a su mujer,
desde aldeanos celebrando la derrota de Hexham hasta los siervos mas antiguos de la familia de Laci. Viendo
tantos pares de ojos fijos en la ex lady del castillo de Belvry, Piers le pidió que cantara, y fue apoyado por
los presentes.
Todos parecían familiarizados con los talentos de Aisley, pues tan pronto la voz melodiosa sonó , Piers notó
que un viejo criado se acomodaba mejor en la silla y cerraba los ojos, entregándose a la música. Pero él
mismo no conseguía cerrar los ojos a la belleza delante suyo. Había pasado muchas noches sólo oyéndola
cantar, sin poder verla. Ahora observaba cada movimiento de su esposa . Ella continuaba siendo esbelta, era
difícil creer que ese cuerpo perfecto abrigaba a su hijo.
Al terminar, Aisley fue inundada de elogios y aplausos. Hasta Nicholas demostró su admiración.
- Me había olvidado que cantabas tan bien - él dijo , y Piers sintió que su cuñado estaba siendo sincero.

Notando que su esposa comenzaba a mostrarse cansada, Montmorency decidió que era hora de dar la
noche por terminada.
- Aisley - Nicholas la llamó. - Quiero despedirme de vos ahora pues voy a partir mañana muy temprano.
- Te Deseo lo mejor - ella respondió, el rostro impasible, desprovisto de emoción.
- Y yo te lo deseo a vos también. Pueden quedarse en Belvry tanto tiempo como quieran, aunque yo no
sepa cuando volveré . Y... gracias por haber cuidado tan bien de nuestro hogar.
- De nada. - Aisley sonrió dulcemente y lanzó una mirada significativo en dirección a su marido , sabiendo
muy bien que había sido él el responsable del cambio de actitud de su hermano.
Cuando los dos estaban a solas en el cuarto, ella le dio un codazo en el estomago y comenzó a reír.
- Eh! Por qué eso? - Piers indagó, fingiéndose ofendido.
- Eres un sinvergüenza, Caballero Rojo! Dónde está esa fiera terrible y amenazadora? Qué tipo de hechizo le
hiciste a mi hermano para obligarlo a elogiarme?
Piers se esforzó por aparentar inocencia, lo que sirvió para hacerla reír todavía mas.
- Actitudes así son extrañas al carácter de Nicholas . Juro que en toda mi vida, jamas recibí una felicitación
de mi hermano. Sabes, hasta estoy pensando en esparcir esa historia por ahí. Apuesto a que la leyenda
creada en torno al Caballero Rojo sufriría con una noticia así . No sé si notaste cómo los criados de Belvry te
evitan por su terrible reputación?
- No sé por que estás protestando. Siempre creí que el mito del Caballero Rojo te agradaba bastante.
Después de todo no fuiste vos quien dijiste que yo acostumbro a comer el hígado de mis enemigos?
- Hígado no, corazón - ella lo corrigió, doblándose de risa.
Después de quitarse la túnica y colocarla sobre una silla, Piers miró a su alrededor, reparando en la
suntuosidad del cuarto enorme. Belvry era tan diferente de Dunmurrow. Construido mas recientemente, el
hogar de los de Laci había sido proyectado teniendo en mente la comodidad . Los aposentos eran mas
espaciosos y mas calientes, decorados con muchos muebles y tapices. No era raro que Aisley extrañara
Belvry, siendo Dunmurrow, siempre tan oscuro y frío.
Inspirando profundamente, Piers fue hasta la ventana y miró las estrellas, deseando, por un momento, poder
darle toda la riqueza del mundo a su esposa. Pero pronto concluyó que ese tipo de pensamiento era una
pura pérdida de energía. Se sentía agradecido por haber recuperado la vista pues así Aisley tenía un
hombre completo como marido.
Afuera los soldados se preparaban para dormir. Nicholas partiría a la mañana siguiente muy temprano.
Cuánto tiempo querría Aisley quedarse en Belvry? No podría culparla si ella decidiese pasar todo el verano
en su antiguo hogar o si resolviese permanecer allí hasta el nacimiento del bebé. Pero el extrañaba su
propio castillo, sus propias tierras. Serían los hombres mas posesivos que las mujeres en relación a esas
cosas? Dunmurrow podía no ser mucho, comparado con Belvry, sin embargo le pertenecía por derecho y
había luchado con valentía para conquistarlo.
- Eres un hombre gentil y maravilloso. Te amo - Aisley murmuró somnolienta.
- Quieres que el bebé nazca aquí? - él indagó, preparándose para oír lo peor.
- No. Quiero que nuestro hijo nazca en nuestro hogar, Dunmurrow.
El viaje de vuelta fue lento y tranquilo. Sabiendo que con un bebé en camino sería imposible emprender
largas viajes , Aisley quiso detenerse en cada aldea de las tierras de su marido , tomándose tiempo para
conversar con los residentes y reclutar a aquellos querían vivir en el castillo.
Piers era siempre recibido con diferentes grados de miedo y de desconfianza por parte de los que sólo
conocían los rumores terribles que rodeaban al lord de Dunmurrow. Pero pronto los aldeanos se sorprendían
al descubrir que ese hombre guapo era el Caballero Rojo en persona. Tal vez el barón les continuase
pareciendo feroz, sin embargo era mucho mejor haber visto a alguien en carne y hueso que sólo continuar
oyendo historias terroríficas.

Aisley sabía que su presencia facilitaba la aceptación del Caballero Rojo, pues bastaba que las personas
notaran cuanto él se preocupaba por el bienestar de su esposa para que pasaran a verlo bajo un nuevo
ángulo. Y era eso lo que deseaba en lo profundo del corazón, que Piers, el bebé y ella fuesen aceptados por
todos los que habitaban las tierras de Montmorency.
Pronto la noticia se esparció y cuando alcanzaron Dunney, Aisley estaba segura que os aldeanos los
aguardaban. Sólo que no conseguía imaginar como serían recibidos, pues Dunney era el único lugar en que
Piers había estado antes de ir al encuentro de Hexham.
No fue preciso esperar mucho para percibir el estado del espíritu de la villa. Bastó con cruzar las primeras
casitas para que los aplausos y los vivas comenzasen .
- El Caballero Rojo! El Caballero Rojo! - gritaban centenas de voces, los aldeanos de pie a cada uno dos lados
del camino, los rostros felices al recibir de vuelta al lord y la lady de Dunmurrow.
Por un momento, al ver la sorpresa estampada en el rostro de su marido , ella creyó que iba a llorar.
Hombres, mujeres, ancianos y criaturas los acompañaban en un cortejo hasta el centro de la aldea y de
repente se hizo un silencio. Ansiosos, centenas de ojos se fijaron en la figura del Caballero Rojo , quien a
su vez devolvía la mirada con igual intensidad, tal vez pareciendo un poquito amenazador, Aisley pensó
preparándose para decir algo y romper el silencio lleno de expectativa.
Sin embargo Montmorency tomó la iniciativa.
- Gracias por la calurosa bienvenida - Piers agradeció con la misma voz de guerrero que acostumbraba a
usar para comandar a sus hombres. Aunque las palabras fuesen gentiles, él parecía enorme, poderoso y casi
feroz, montado en un garañón negro . Los aldeanos parecían intimidados, sin saber cómo reaccionar.
Entonces, de repente, Piers mostró una sonrisa radiante. - Es bueno estar en casa!
Los aplausos fueron ensordecedores. Intentando disimular la emoción y ahogando las lágrimas, Aisley
buscaba saludar a los rostros conocidos, sabiendo que su marido había conquistado el corazón de cada uno
de los presentes. Al pasar delante de uno de las últimos casas de la aldea, allí estaba la viuda Nebbs,
sentada afuera, sonriendo y parecía , mas que nunca, una bruja feliz.
Había sido una jornada bastante agradable, sin embargo Aisley estaba satisfecha por estar de vuelta en su
hogar. Sería delicioso pasar el verano confortablemente en Dunmurrow, en su propio cuarto y en su propia
cama.
Las semanas fueron se pasando y de a poco Piers fue asumiendo muchos de los deberes de su esposa
mientras otros estaban a cargo de Cecil, Edith o Willie, ahora residente permanente del castillo. Por lo
visto, la carrera como soldado de Willie había terminado el día en que se había casado con Edith. Pero el
hombre nunca había parecido mas feliz, como todos los demás en Dunmurrow. La atmósfera del castillo
exhalaba paz.
Cierto día, al caminar en dirección a la cocina para planear las comidas con Glenna, notó que un sacerdote
había acabado de entrar. Inmediatamente fue al encuentro del recién llegado. Aunque hubiese requerido
un capellán para Dunmurrow algún tiempo atrás, todavía no había recibido ninguna respuesta del obispo y
había creído que el atraso se debía a la mala fama del Caballero Rojo. Tal vez ese padre había venido a
traer algún mensaje o hasta a ocupar el puesto.
- Buen día - Aisley lo saludó, aproximándose. Sin embargo se detuvo donde estaba al ver la expresión
horrorizada de Glenna que corrió del salón principal. La cocinera no quería un sacerdote en Dunrnurrow?
- Buen día - el padre respondió, secamente.
No le alcanzó el tiempo para cuestionarse el comportamiento de Glenna, porque de repente el hombre dio
un paso hacia adelante y la sujetó por el brazo, amenazándola con una faca en la garganta.
- Hexham! - Aisley murmuró atónita. Estás loco?

- Tal vez. Y todo por culpa de tu maldito hermano. Él me ha estado cazando como a un animal,
impidiéndome de escapar a Londres, o al campo... no importa a donde vaya, él continua siguiéndome ,
aunque yo no deje rastros. Tu hermano es... un demonio...
Aisley se dio cuenta de la desesperación contenido en la voz completamente descontrolada de Hexham. Allí
estaba un hombre forzado a ir mas allá de todos sus límites y al borde de la locura . Un hombre que ya no
tenía nada que perder, por eso él le causaba miedo.
- Cómo lograste entrar aquí? - ella indagó lentamente, esforzándose por calmarlo.
- Oí decir en la aldea que vos habías solicitado un sacerdote para Dunmurrow. Fue fácil conseguir un disfraz
y pasar por los portones.
- Quieres decir que viniste solo ? - Aún sabiendo el estado de profundo nerviosismo y agitación en que
Hexham se encontraba, estaba impresionada por la osadía del barón.
- No tenía otra elección. No hay nadie mas a mi lado, nadie que me ayude. Tu hermano consiguió
perseguir a cada uno de mis hombres hasta matarlos o convencerlos de apartarse de mí. No hay dinero en
el mundo que pueda traer a mis soldados de vuelta o que pueda conseguir nuevas alianzas.
Hexham no había actuado como un hombre valiente al entrar en Dunmurrow, sino como una criatura
asustada y acorralada mas allá de lo soportable. Presionando la faca contra el cuello de Aisley, él comenzó a
caminar en dirección a la puerta, arrastrándola consigo.
- No ganarás nada llevándome con vos - ella protestó. - Belvry jamas podrá pertenecerte ahora.
- Si, lo sé , y que ese diablo cargue con ese castillo de mierda ! Sólo Quiero encontrar un lugar seguro y
vos serás mi salvoconducto. Teniéndote en mis manos, tu hermano no se atreverá a molestarme.
- Escondiéndose detrás de las faldas de una mujer, Hexham?
La voz de Piers hizo eco en el salón, casi haciéndola desmayar de alivio. Detrás de su lord, Glenna retorcía
sus manos , angustiada. Con seguridad la cocinera había reconocido a Hexham y había corrido en busca de
Montmorency.
Hexham no parecía reconocer el peligro o la gravedad de la situación porque emitía veneno e ironía por
todos sus poros.
- Entonces nos volvemos a encontrar, Caballero Rojo. Vos mismo probaste que la leyenda creada en torno
a tu nombre no es mas que una mentira. Si el maldito hermano de Aisley no hubiese venido en tu ayuda ,
ya estarías muerto a esta altura , aplastado por mi ejército!
Por un momento Aisley tuvo miedo de que su marido perdiese la cabeza ante la provocación, sin embargo
él permaneció calmo y atento, una sonrisa desdeñosa en su rostro.
- Ah, sólo que no crees que la llegada de Nicholas fue una simple coincidencia,. no es así? Crees que hice
que mi cuñado resucitase de entre los muertos.
Aisley miró a su marido con un respecto redoblado. Nunca lo había visto recurrir al mito creado en torno a
sí mismo antes. Ahora , allí estaba, seguro, controlado, enorme y amenazador. Si, Piers parecía tener
poderes que escapaban los de un ser humano común.
A pesar de haber sido abofeteado por las palabras del Caballero Rojo, Hexham rió, el sonido estridente
demostraba puro terror .
- Un cuento fantástico . Perfecto para alimentar el mito entre los aldeanos, que deben adorar ese tipo de
historias . Ahora, vamos, muévete , sal de mi camino o le corto la garganta a tu mujer.
- Suéltala ahora y te dejaré vivir.
Hexham escupió en el suelo .
- Haz tu trabajo, Caballero Rojo. Llama a tus demonios y haz que me destruyan.
- Está bien. - Piers gruñó e inmediatamente dos bultos negros y gigantescos saltaron desde las sombras. Los
perros avanzaron sobre Hexham y lo arrojaron al suelo , sin que el barón tuviese chance de levantar un

dedo para defenderse. Libre, Aisley cayó de rodillas, frotándose el cuello dolorido. Mientras Hexham gritaba
bajo el ataque de los animales.
Ante una nueva orden de su amo , los perros se apartaron antes de, literalmente, despedazar a su víctima.
- Mi voluntad es matarte ahora mismo y resolver el asunto de una vez por todas - Montmorency habló en un
tono frío y letal. - Pero no quiero irritar a mi cuñado. Nicholas quiere tener el privilegio de destruirte con sus
propias manos.
- No! - Él intentó tomar la faca sin embargo Piers fue mas rápido y Hexham cayó en el suelo , su corazón
traspasado por la espada del Caballero Rojo.
Horrorizada ante la escena, Aisley se cubrió el rostro con las manos, oyendo a su marido dar ordenes a los
siervos de retirar el cuerpo del barón. Entonces sintió que unos brazos fuertes la levantaban del suelo y la
protegían en un abrazo tierno y amoroso.
- Creo que tus problemas con los vecinos están terminados, esposa.
- Nicholas se va a enojar - ella habló, mencionando la primer cosa que le vino a la cabeza.
- Si. Tu hermano va a estar muy ... frustrado Piers concordó tomándola en sus brazos y llevándola al
cuarto.
La última cosa que Aisley escuchó antes de cerrar la puerta, fue la voz de Glenna diciendo a los otros
criados:
- Só no sé explicar cómo los perros aparecieron en el salón tan de repente. Ellos no estaban allí cuando salí
para llamar a mi lord.
Aisley quedó pensativa. Realmente no había visto ni a Castor ni a Pollux durante toda la escena con Hexham
y no era posible que animales de ese tamaño pasasen desapercibidos, aunque estuviesen acostados bajo
una silla, por ejemplo. Al mirar a su marido tenía un aire especulativo en el rostro, Piers sólo sonrió y
respondió la pregunta silenciosa sin vacilar.
- Castor y Pollux estaban en el salón Si. Tal vez vos no los hayas notado.
Tal vez si, ella pensó, o tal vez no. Tal vez hubiese un grano de verdad en la leyenda del Caballero Rojo.

Nicholas llegó al día siguiente, probablemente siguiendo la pista de Hexham. La frialdad con que se dirigió a
su hermana la llevó a imaginar que las noticias de la muerte del barón ya lo habían alcanzado.
La atmósfera estaba tan tensa, que Aisley quedó aliviada cuando Piers llegó. Nicholas y ella nunca habían
sido muy unidos, sin embargo desde el reencuentro de ambos él le parecía un verdadero extraño.
- Es bueno verte otra vez, cuñado - Montmorency lo saludó, sentándose a la mesa.
- Seguí la pista de Hexham hasta aquí. Vos lo viste?
- Si. El barón cruzó los portones de Dunmurrow anoche, junto con un grupo de aldeanos. Estaba simulado
ser un sacerdote e intentó tomar a mi esposa como rehén.
Nicholas levantó las cejas como si estuviese cuestionando, silenciosamente, el relajamiento de la seguridad
del castillo que había fallado dos veces casi consecutivas. Piers notó el insulto, sin embargo enfrentó la
mirada de su cuñado con firmeza, seguro de sí .
- Me vi obligado a matarlo.
Una palidez intensa se esparció por el rostro de Nicholas. Él parecía un hombre que había pasado toda a su
vida persiguiendo un solo objetivo , y a último momento, alguien le había impedido alcanzarlo. Al percibir
el estado de desánimo de su hermano, Aisley tuvo ganas de abrazarlo pero no lo hizo, sabiendo que su
ofrecimiento de alivio no sería apreciado.
- Él era mío - Nicholas habló finalmente.
- Si, lo sé . Sin embargo el hombre estaba dentro de mi castillo, amenazando a mi mujer.
Ansiosa por aliviar la tensión reinante, Aisley intentó dar un tono informal a la conversación .
- Entonces Hexham te obligó a perseguirlo por todo el condado ?

- Si - su hermano respondió, sin siquiera mirarla. - Primero fue con Edward para presentarle su propio,
caso, sin embargo el rey prefirió no tomar partido y todavía le llamó la atención por haberse metido en
problemas con sus vecinos. - Nicholas hizo una pausa y miró a su cuñado con un nuevo respeto. -
Aparentemente el rey te tiene en alta estima.
Piers aceptó su elogio y su admiración encogiéndose de hombros.
- Serví a Edward durante muchos años - habló con simplicidad.
- Mi marido no pretendía matar a Hexham. Él sabía que el barón de Hexham estaba reservando para vos,
pero por lo visto nuestro antiguo vecino te temía mas que a cualquier otra persona y prefirió arriesgarse a
ser muerto en ese mismo instante que enfrentar tu ira.
- Si, no tengo dudas que eso sea verdad. Mis disculpas, Piers, por haber reaccionado de manera tan
intempestiva ante las noticias. Hiciste lo que debiste hacer. Pero debes entender que es difícil para mí saber
que nunca tendré mi venganza.
- Ahora está todo acabado, cuñado. Ya es tiempo de que sigas con tu propia vida y que entierres el
pasado.
La mirada de asombro de Nicholas era tan intensa que Aisley se preguntó qué tipo de vida su hermano
habría llevado en los últimos cinco años.
- Belvry ahora te pertenece - ella habló suavemente, con la esperanza de que la mención de su hogar
pudiese animarlo. - Aunque Matthew sea un buen administrador, aún así deberá recibir orientación tuya.
- Si, es cierto - Nicholas respondió pareciendo mas muerto que vivo. - Creo que es mejor partir ya.
- No! Yo no quería dar la impresión de que deberías ir ahora. Quiero que te quedes con nosotros por algún
tiempo.
- Si - Piers se apresuró a decir. – Pasaste estas últimas semanas llendo de un lugar a otro . Voy a mandar a
Cecil para que te muestre un cuarto mientras yo me encargaré de alojar a tus hombres.
Como si estuviese viviendo un sueño, Nicholas se levantó y siguió al criado como alguien que va al
encuentro de un destino el cual no puede esquivar.
- Qué será de mi hermano? - Aisley indagó, Viéndolo apartarse.
- Tu hermano necesita de una esposa. - Piers la abrazó con fuerza, aspirando el perfume de los cabellos
largos y sedosos. - Tal vez Edward pueda ser persuadido a arreglar algo . Tengo la impresión que, así como
su hermana , Nicholas sólo se casará si es forzado a hacerlo.
Aisley sonrió ante la provocación y sacudió la cabeza de un lado para o otro.
- No sé . Aunque él sea mi hermano, tengo pena de la mujer que se vaya a convertir en su esposa.
- Tonterías. Tal vez en este exacto momento una mujer esté planeando una manera de atrapar a Nicholas .
- Yo no hice plan ningún para atraparte a vos! - Aisley retrucó un tanto secamente, a causa de la insinuación.
Sin embargo, al mirar a su marido, él estaba riendo, adorando verla con esa expresión ofendida en su rostro
bonito.
- Entonces doy gracias a Dios que tus planes tienen una tendencia a salir mal.
- Estoy en desacuerdo. – Aisley lo besó en el rostro, sintiendo su corazón pulsar de tanto amor. - Mi decisión
de escoger al Caballero Rojo no fue una decisión errada, fue mas que acertada.

EPILOGO

- Buen día, esposa. - Piers abrió las cortinas, dejando que la luz de ese día de Navidad inundara el cuarto
entero y bañara la figura de Aisley sobre la cama.
Inmóvil, él admiraba la belleza suave y perfecta. Desde el momento en que la había visto por primera vez,
no se cansaba de mirarla. Los cabellos largos estaban esparcidos sobre la almohada, una masa de cabello
rubio , casi blancos, y tan brillantes que ofuscaban todo a su alrededor.

Ella parecía un ángel caído del cielo . Piers sintió una presión detrás de los ojos que no tenía nada a ver con
su antiguo problema de ceguera. Como si se hubiera dado cuenta que era el centro de sus atenciones,
Aisley abrió los ojos.
- Me estabas admirando, marido? - indagó, provocándolo.
- Si. Juro que eres la mujer mas linda de la Tierra.
Su elocuencia era inspiradora, pero poco convincente - Aisley respondió riendo mientras se pasaba la mano
por la barriga enorme. - Por lo tanto, puedes ir cuidar de tus quehaceres. Además es mejor que te apresures
para no perder la misa... otra vez.
- Si, creo que es mejor que nos apresuremos. Sólo espero que el nuevo sacerdote no haga un sermón muy
largo.
- Piers!
- Es que apenas puedo esperar para dar inicio a las festividades que has preparado . Ahora que tienes la
cabeza de jabalí , la fiesta de Navidad será casi perfecta, verdad? El lord y la lady del castillo presidiendo
las celebraciones en el salón principal, rodeados de ricos tapices y con las despensas llenas para aplacar el
hambre de los aldeanos y de los numerosos residentes del castillo.
- Piers... – ella se mordió el labio, un señal evidente de su nerviosismo.
- Qué pasa?
- Siento decirlo, pero creo que no estaré presente en la cena.
- Por qué? - Aunque intentase disimular su decepción , Piers no conseguía controlar su tono desanimado.
Después de todo , la fiesta de Navidad sería el cierre perfecto de ese año en que su esposa había hecho
tanto por Dunmurrow.
Tan pronto como había recuperado la vista, él había quedado muy sorprendido con las mejorías de
Dunmurrow y había insistido para que Aisley continuase con su trabajo de convertir al castillo en un lugar
mas habitable. Ella había superado todas sus expectativas, creando un hogar comfortable, acogedor y
lujoso. La cosecha también había sido generosa , asegurando un invierno tranquilo y sin problemas de
hambre. Ahora quería que estuviesen juntos para dar la bienvenida al pueblo que habitaba sus tierras. Aisley
merecía estar presente y era junto a él que la quería.
- No me culpes, querido. - Cariñosamente, ella tocó su vientre . - La culpa es de tu hijo. Él exige venir al
mundo hoy.
- Qué? - Piers colocó la mano sobre la barriga de su mujer. Al principio se había sentido orgulloso al saber
que Aisley esperaba su hijo , pero ahora, cuando se aproximaba la hora del parto, experimentaba sólo un
pánico creciente. Era la misma sensación de pánico que había sufrido un año atrás, cuando su esposa había
caído en el lago y había contado sólo con un caballero ciego para interponerse entre ella y la muerte.
- Todo va a estar bien - él murmuró, intentando expresar su preocupación y ansiedad de la única manera
que sabía.
- Si. - Aisley dio una palmadita en la mano de su marido , confortándolo. - Todo estará bien , no te
preocupes. Cuando la cena termine, tendrás un hijo saludable, o una hija, aguardándote.
Montmorency miró esos ojos enormes, sintiendo una emoción tan fuerte que parecía cortarle la respiración.
- Hay algo que nunca te dije antes...
- Qué es ? Si estás pretendiendo decirme que tienes otra esposa, ahora es demasiado tarde - ella bromeó
, acariciándolo levemente en el rostro. - O será que eres un brujo de verdad y me mantuviste hechizada
durante todos estos meses?
Dominado por la fuerza de los sentimientos, Piers sacudió la cabeza de un lado a otro y aunque se esforzase
por hablar en un tono leve y bromista , no lo conseguía.
- No es nada tan terrible . Debería habértelo dicho meses atrás, pero cuando no veía y no quería que
tuvieras que cargar con alguien inútil , te odié.

- Querido, por favor.
- Entonces, cuando recuperé la vista , yo quise... quise estar seguro de que la cura no sería transitoria, por
eso no hablé en ese momento . Aisley, mi vida, te amo.
Ella sonrió.
- Eso es todo? Mi feroz Caballero Rojo, yo ya sabía que me amabas hace tiempo. Pero es bueno oírte decirlo
. Hace bien al alma.
Piers tomó su rostro delicado entre sus manos y la besó levemente en los labios, sorprendido al sentir
lágrimas venir a sus ojos. Si, estaba curado. En todos los aspectos.
- Ya que estás de tan buen humor, marido, te quería pedir un favor en este día de Navidad.
- Si quieres pedirme que vaya a buscar el venado blanco, es mejor que elijas otra cosa porque después de
la experiencia vivida el año pasado, no me gustaría correr la misma suerte.
- No - Aisley rió . - Quiero pedirte que presidas la cena de hoy de una manera festiva, para que todos vean
tu bondad.
- Es imposible, esposa, pues eres la única persona capaz de ver tanta bondad en mí.
- No, no es verdad. Hasta Edith te quiere ahora. Vamos, muévete, querido! Manda a Edith para acá y ve a
atender a nuestros invitados. Quiero que todos tengan la mas bella fiesta de Navidad de sus vidas, quiero
sea una noche inolvidable.
Y fue lo que Piers hizo, aunque su corazón estuviese en otro lugar. Él participó de la misa, y sus oraciones
fueron para su esposa. También presidió la mesa, conversó con sus caballeros, se presentó ante los
aldeanos e invitados con gran generosidad, pero sus pensamientos volvían constantemente a los
aposentos donde la mujer amada traía una criatura al mundo.
Todos sabían que la lady del castillo estaba en la etapa final de su embarazo , pronta a dar a luz, Por lo
tanto nadie cuestionó su ausencia como habrían hecho hasta hace pocos meses . Entonces se hubiera
murmurado que el Caballero Rojo había hecho lo peor con su esposa.
Como había pedido Aisley, él no dio la fiesta por terminada muy temprano y permitió que la cena se
extendiese durante toda la noche, y se retiró sólo cuando los invitados y los aldeanos comenzaron a
colocar los catres en el salón y se preparaban para dormir. Después de designar una tropa para montar
guardia, escogiendo a los soldados mas sobrios, Montmorency recorrió el patio y caminó a lo largo de las
murallas que rodeaban las torres altas y oscuras.
Desde donde estaba, era posible divisar varios kilómetros de distancia , sus ojos buscaban alguna señal de
posibles problemas o amenazas. Algunas antorchas iluminaban la entrada de los portones principales, donde
hombres se mantenían atentos al movimiento, ahora inexistente. Todo estaba quieto y tranquilo, apenas se
oía el ruido del viento y de los copos de nieve que caían aquí y allá.
Él examinó los alrededores por la última vez antes de entrar, cuando una mancha blanca, bien en la entrada
del bosque, le llamó la atención. Piers fijó su mirada, intentando descubrir qué era, su corazón latiendo
mas fuerte en el pecho, la adrenalina corriendo veloz en su sangre. Después de la muerte de Hexham, se
había creído libre de enemigos, sin embargo todo era posible...
Incapaz de creer en lo que estaba viendo, dejó escapar un murmullo ahogado. Tal vez fuese sólo una ilusión
causada por la luz de la luna, pero podía jurar que por un instante creyó divisar un venado grande y claro...
el venado blanco. Piers sacudió la cabeza como si quisiese ordenar sus ideas y focalizar la mirada , sin
embargo el animal continuaba parado en el mismo lugar, mirándolo fijamente, como si quisiese transmitirle
una mensaje. Entonces el animal salió en disparada, desapareciendo entre los árboles. Montmorency se
estremeció. Tal vez hubiese sido sólo un montón de nieve siendo soplada por el viento, pensó. Pero...
Él subió las escaleras corriendo y abrió la puerta del cuarto en el momento exacto en que el bebé llegaba al
mundo, ayudado por la partera. Aisley estaba acostada, jadeante, su rostro pálido y cansado, pero bello
como siempre. Piers se acercó a su esposa.

- Es una niña, Aisley, una hija! - Edith gritó, aproximándose a la partera para ver mejor a la beba.
- Una hija, Piers - Aisley susurró feliz.
- Estás bien ? - él indagó, la voz ronca , cargada de una emoción desconocida e incontrolable.
- Si, mi amor.
La partera colocó a la pequeña en los brazos de Aisley, mientras Piers se maravillaba ante de la vida
preciosa que los dos habían hecho juntos. Él era padre de una hija! Y podía ver cada uno de los deditos de
las manos y de los pies, todos perfectos y rosados. Hacía poco mas de un año él había estado allí mismo,
encerrado en ese cuarto, enterrado vivo en la oscuridad eterna, ciego, amargado y hostil . Y entonces, por
un milagro, Aisley había entrado a su vida y le había traído una paz y una felicidad que jamas había soñado
que existiera .
- Gracias por haberme dado una hija - Piers murmuró, los ojos fijos en el rostro amado de su esposa. - Y
Aisley... .
- Hum?
- No sé si nuestra unión fue trazada por la mano de Dios o por algo que muchos asociarían a la magia, pero
quiero decirte gracias . Gracias por haber escogido al Caballero Rojo.

FIN



OTROS TITULOS TRADUCIDOS POR NUESTRO GRUPO

Enemigos (Highland Heaven) Ruth Langan

Ambición (Undone) Virginia Henley

Rebelde (Reckless) Hannah Howell

Atrapado por un Beso (Velvet Bond) Catherine Archer

Seducción Perfecta (The perfect seduction) Margo Maguire

El canto de la sirena (Siren's call) Merline Lovelace

La doncella Guerrera (Lady's Danger) Sarah McKerrigan

La doncella Feroz (Captive Heart) Sarah Mckerrigan

El mercenario escocés ( Lion's legacy) de Suzanne Barclay

Novia inesperada (Overlord's bride) Margaret Moore

La reina de los Mares ( Mistress of the Sea) Ruth Langan

Miel de pecado (Touch the sun) de Barbara Leigh y Nora Roberts

Corazón Herido (The virgin spring) Debra Lee Brown

Hechizando al Vikingo - Jude Deveraux / Elizabeth Mayne ( Lady of the Lake)

Prometida a un Highlander- Samantha James (The promise given)

La Flor y la Espada de Jacqueline Navin (the flower and the sword)

Cautiva de un Highlander de Nicole Jordan (tender Feud titulo
original)

La esposa del campeón de Claire Delacroix (titulo original Champion's
wife)

La esposa virgen de Deborah Simmons (titulo original Maiden bride, Serie de Laci 2)

La novia de Lochbarr de Margaret Moore (titulo original Lochbarr's
bride)

Mi guardian escoces de Terri Lynn Wilhelm (titulo original Fool of
hearts)

Corazón de León de Suzanne Barclay (titulo original Lion's Heart)

PUEDES SOLICITAR ALGUNO DE ESTOS TITULOS ENVINADO UN EMAIL
A [email protected]
Tags