257 de agosto de 2015 Brecha
ra vez a los 26 años y se vuelve
marino, después de haber hecho
descubrimientos científicos im-
portantes junto a Pasteur. Eso lo
hace un personaje rimbaudiano.
Por su parte, el segundo Rim-
baud –el que se va a África– es
un poco yersiniano, ya que lo
que más quiere es ser ingeniero:
el “sabio supremo”, como él de-
cía. Rimbaud armó la bibliote-
ca científica más importante de
Abisinia, y encargó solamente
libros de trigonometría, de cien-
cia, de construcción, como lo ha-
bía hecho Yersin para su biblio-
teca en Annam.
—Como que invirtieron sus
roles…
—Sí, y desde la genialidad.
Yersin, cada vez que emprendió
algo, en todos los ámbitos, alcan-
zó un alto nivel y tuvo el talento
de ponerse en contacto con el me-
jor. En bacteriología, por ejem-
plo, Yersin entró al círculo de
Pasteur; cuando fue el primero
que comenzó a producir caucho
en Indochina, se puso a trabajar
con Michelin; para la fotogra-
fía, trabaja con Louis Lumière;
cuando se dedica a la astrono-
mía, publica en la revista de
Poincaré, el precursor de la rela-
tividad. Y luego trabaja con Ser-
pollet, que fue el primer produc-
tor mundial de automóviles y el
primero en tener un permiso de
conducir (Yersin será de hecho
el primero en importar uno de
estos autos a Asia).Y Rimbaud,
por su parte, siendo extremada-
mente joven, pone fin a la poesía
francesa alejandrina con un solo
poema de cien versos que gotean
magníficamente, absolutamente
soberbios: “di con muchas in-
creíbles Floridas,/ con ojos de
panteras y con pieles humanas/
mezclábamos arcoíris, tendidos
como bridas,/ al rebaño marino
de las verdosas lanas”.
—El siglo XIX de Yersin es
el siglo del progreso infinito,
luego entramos, con la guerra
de 1914, a la barbarie infinita.
¿Qué nos queda hoy del progre-
so de la cultura occidental?
—No lo sé. De todos modos,
el progreso con pe mayúscula,
esa idea de la segunda mitad del
siglo XIX de la salvación de la
humanidad gracias a las cien-
cias y las técnicas, desapareció.
Hoy todo el mundo le tiene mie-
do a los átomos. Está lo de Fuku-
shima, o el hecho de que las ar-
mas más eficaces y la informá-
tica también son utilizadas por
Daesh, al que no hay que llamar
Estado Islámico porque no es un Estado.
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Si tuvieran sólo caba-
llos y sables serían mucho me- nos peligrosos. Ya no se puede hablar de un “progreso” del ar-
mamento para defender a la civi- lización occidental.
—¿Hay responsabilidad de
los científicos en esta crisis?
—No. No se puede ni se de-
be obstaculizar la investigación. Los científicos no tienen por qué imaginar que alguien podría ha- cer un mal uso de los resultados de sus trabajos, salvo en momen-
tos precisos de la historia, como lo que sucedió con la microfísica de la escuela de Copenhague en los años treinta, con Niels Bohr y Heisenberg, que fue el gran boom después de la bacteriolo-
gía del final del siglo XIX. Esos científicos, por casualidad, en el momento histórico en que llegan al átomo y al electrón se ven en-
frentados a una situación terri-
ble, en que las únicas opciones eran el nazismo, el estalinismo y Estados Unidos.
—¿Y qué deciden entonces? —Algunos se van a traba-
jar a Fuerte Álamo para hacer la bomba atómica. Y los demás no se sabe. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial no se sabe si Heisenberg trabaja o no para Hitler. Después se sabrá que no. Lo que sí se sabe es que pronto alguien va a construir la bomba atómica, pero no se sabe si será Hitler o Stalin o Roose-
velt.
—En Peste y cólera esas
competencias geopolíticas y científicas aparecen mucho an-
tes, en la segunda mitad del si-
glo XIX.
—Sí. Un buen ejemplo es
el caso de Yersin, que es sui-
zo y que comienza sus estudios de medicina en Alemania y los termina en Francia, por razones pedagógicas, ya que es un hom-
bre práctico y quiere aprender la medicina de cabecera. Pero lue-
go, por el hecho de ser bilingüe, Pasteur lo manda a Berlín a ha-
cer espionaje científico.
—¿Espionaje científico? —Sí. El Instituto Koch fue
creado antes que el Instituto Pasteur, y Yersin va a seguir los cursos de microbiología de Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis en 1882, y del cólera, en 1883. Mucho tiempo después, cuan-
do Yersin abandona la inves-
tigación científica y se vuelve explorador en Vietnam, Pas-
teur le pide que vaya ensegui-
da a Hong Kong, por entonces azotada por una epidemia de peste, donde finalmente des-
cubrirá el bacilo que lleva su nombre, Yersinia Pestis. Ahí
Yersin entra en conflicto con los japoneses de Kitasato, que también estudiaron microbio-
logía con Koch y que están buscando el mismo bacilo.
—¿Ha pensado hacer una
novela de ucronía y desviar el curso de la historia?
—A veces me acerco a eso,
pero no. Muchas veces cito a Pascal y a Leibniz, que se pre- guntan por detalles como la na- riz de Cleopatra y ven que bas- ta casi nada para que la historia cambie de dirección. O la victo- ria sobre el nazismo, que se ju- gó en un asunto de técnica, de meses, de casualidades. La ten- tación de la ucronía es eso: in- ventar un personaje que impide a César cruzar el Rubicón.
—Su novela Viva, que narra
las vidas paralelas de Malcolm Lowry y Leon Trotsky,
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termina
con una reflexión sobre el Méxi- co actual. Ahora que se está pri- vatizando lo que Lázaro Cárde- nas había estatizado, ¿se puede decir que la revolución mexica- na llega a su fin?
—Es un ciclo. No es casuali-
dad. La nacionalización del pe- tróleo de Tampico es justamen-
te lo que pone en peligro la vida de Lowry. Toda su novela Bajo
el volcán gira en torno a eso: la
historia del cónsul Geoffrey Fir-
min es la historia de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México e Inglaterra. De ahí que la visita especial de Peña Nieto en 2011 a Londres para anunciar la venta y la privatización del pe- tróleo mexicano sea el símbolo de un período que se acaba.
—También al final de Viva,
Artaud dice que la prohibición de las drogas era lo más estú- pido que se podía hacer, antici-
pando de algún modo el proble- ma del narcotráfico.
—Artaud tiene perfectamen-
te razón. Es interesante porque están los productos de primera necesidad, sobre los cuales des- cansa la economía mundial, co- mo el petróleo hoy en día, en la economía legal. Luego viene el café, que no es un producto de primera necesidad. Y habría que agregar la cocaína, en economía
paralela, que es ilegal por una decisión voluntaria, porque la cocaína no es más peligrosa que el café. Pepe Mujica legalizó el cannabis en Uruguay y no creó problemas económicos ni de sa- lud pública. Entonces se podría decidir mañana que la cocaína fuera legal, y aparecerían fábri- cas de producción de cocaína y demanda de cocaína, etcétera, y entonces, ¿qué sucedería?
—¿Los cárteles desaparece-
rían?
—No, eso es imposible. No
van a desaparecer, van a tomar el poder en México, encontra-
rán otra cosa, como el petróleo. Ahora es la cocaína, pero eso puede cambiar. Las civilizacio-
nes siempre descansan en un producto, como nuestras civili-
zaciones, que van a desaparecer, ahora o no sé cuándo, a las que llamarán la Edad del Petróleo o de la Informática o del Átomo…
—Como las civilizaciones
antiguas…
—Sí. Es muy interesante lo
que sucedió en el siglo XII an- tes de nuestra era, es decir hace 32 siglos, en la zona que va de lo que hoy es Egipto y Grecia a Irak. Todas esas civilizaciones brillantes, inmensas y poderosas de la Edad del Bronce, estaban interconectadas comercialmen-
te por un producto: el estaño. En un par de décadas esas civiliza-
ciones, con sus rutas, sus navíos y su comercio, se derrumbaron y desaparecieron para siempre. Y al lado de las minas de esta- ño había charcos de petróleo, sin que nadie supiera qué hacer con ellos, hasta que más tarde los la- tinos lo llamarían petro-oleum,
aceite de piedra...
—¿Se puede comparar la
violencia de Stalin, que acabó con Trotsky, con la violencia y el horror del narcotráfico mexi- cano?
—Es difícil. En los cárteles
no hay ideología alguna, mien- tras que los comunistas que es- tán del lado equivocado, como Neruda
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o Modotti, tienen un
ideal político por el cual están dispuestos a perder la vida. Los jefes de los cárteles no tienen eso. Los Zetas son un regimien-
to militar de elite, creado con el fin de combatir al Cártel del Gol- fo, que terminaron desertando en bloque y creando su propio cár-
tel. Ahí no hay ninguna idea po- lítica.
—Ahora está escribiendo un
libro sobre Francia, ¿también hay guiños a la actualidad?
—Ahora lo que quiero es
partir desde 1860 hasta las elec-
ciones francesas de 1917. Quie- ro seguir esa campaña electoral, en la que aumenta drásticamente el apoyo al Frente Nacional y a la extrema derecha.
—Dijo que para escribir ese
libro iba a leer Sumisión, la úl-
tima novela de Houellebecq.
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¿Por qué?
—Voy a leer a todos los de-
cadentistas franceses de un solo golpe, por eso no he leído toda- vía Sumisión.
—Usted estuvo en Cuba a
comienzos de los noventa, ¿cuál es su impresión de lo que sucede ahora?
—Bueno, hay que ver… Es
divertido, porque estuve en La Habana entre 1993 y 1994, justo cuando Estados Unidos decidió terminar con el bloqueo a Viet- nam. En Cuba esa noticia levan- tó una gran esperanza. “Le acaba de tocar a Vietnam, ahora veni- mos nosotros”, decían. Pero no pasó nada, hasta ahora. Demoró 20 años más que Vietnam.
—¿Por qué demoró tanto? —Porque fueron los vietna-
mitas de California los que con- siguieron hacer que se pusiera fin al bloqueo, y no por razones políticas sino económicas. Ellos estaban al frente de Vietnam viendo lo que pasaba con la eco- nomía y querían invertir, mien- tras que los cubanos de Miami lo que querían era vengarse. Es- taban con sus títulos de propie- dad, diciendo “quiero recuperar mi departamento, mis tierras...”. Por eso demoró 20 años, lo que significa también el fin de una generación. Los cubanos que huyeron en 1959, los “gusanos”, ya no están ahí con los papeles reclamando.
—¿Para qué fue a Cuba? —Para ver. Al comienzo al
menos era eso. No pensaba que- darme tanto tiempo. Para mí fue una gran ventana abierta. Apren- dí español, muy mal, pero lo aprendí solo. Estuve ahí en el peor momento de lo que se co- noce como el “período especial de los tiempos de paz”, que to- davía existe oficialmente. Había viajado mucho por los llamados “países del Este” desde la caída del muro en 1989 y la desapari- ción de la
Urss en 1991. En ese
entonces estaban todos conven- cidos de que el último dominó de la cadena era Cuba.
n
1.
Daesh es un acrónimo que en lengua
árabe significa Nación Islámica de
Irak y la Gran Siria.
2. www.theclinic.cl/2015/06/10/la-
vuelta-al-mundo-en-un-siglo-y-me-
dio/
3. www.theclinic.cl/2015/04/14/si-
queiros-fondeado-en-chillan/
4. w w w. l a t e r c e r a . c o m / n o t i c i a /
cultura/2015/04/1453-624981-9-
patrick-deville-basta-caminar-un-