Sínolon (Idea y ejemplos de) / Diccionario filosófico / Filosofia
suficiente autoridad para designar un tipo sui generis de unidad que,
aunque sea un compuesto, no puede decirse que tenga partes; una unidad
de la que Aristóteles nos estaría dando su propio paradigma. Una unidad
de un compuesto (por su génesis, o bien, en el ordo cognoscendi) que
excluye las partes (por estructura, o bien en el ordo essendi); exclusión que
no podría quedar recogida manteniendo el término «todo», aunque sea en
su expresión modificada de «todo concreto». No es correcto, a su vez,
decir que las sustancias hilemórficas de Aristóteles están compuestas de
partes (por ello, la sustancia no es ni «todo» ni «todo concreto») porque ni
la materia prima ni la forma sustancial son propiamente partes (ni siquiera
partes concretas) de la sustancia.
No son partes, si aplicamos el criterio que hemos propuesto, porque no son
mutuamente disociables (menos aún, separables). Ni la materia ni la forma
pueden separarse o disociarse de la sustancia, sin destruirse mutuamente
(no sólo sin destruir a la sustancia). Tampoco, dentro de su inseparabilidad
existencial, puede variar (disociativamente) una de ellas de suerte que sus
valores sean composibles con diversos valores según los cuales pueda
variar la otra (lo que constituiría una separación esencial o disociabilidad).
Por lo demás, la indisociabilidad característica de los componentes de la
sustancia aristotélica alcanzará su grado más alto, como era de esperar, en
las sustancias que Aristóteles consideró más genuinas, a saber, las
sustancias de los astros. Pues mientras que las sustancias del mundo
sublunar pueden experimentar «transformaciones sustanciales» y, en ellas,
la materia aunque no se separa de la forma (puesto que al perder una
forma debe quedar actualizada por otra: la materia prima es pura potencia)
sin embargo, podría decirse, experimenta una cierta disociación por su
potencia de componerse con otras formas que la actualizan. Cabría, al
menos, decir que la materia es «parte potencial», lo que no significa gran
cosa cuando no admitimos que la parte potencial sea parte, salvo de un
todo potencial, lo que no es el caso del sínolon actual. Pero en el caso de
las sustancias perfectas, esta misma potencia habrá desaparecido: los
astros no tienen potencia de transformarse en otras sustancias (su misma
perfección sustancial implica la actualización de toda su potencia, es decir,
excluye la potencialidad de sus partes). Los astros no tienen propiamente
partes potenciales y, según algunos comentaristas, ni siquiera propiamente
accidentes, porque son sustancias perfectas (aunque finitas) que ni
siquiera tienen en potencia los accidentes cualitativos; lo que significa que
la cantidad de los cuerpos celestes habría que verla (anticipando la idea
cartesiana de sustancia material) más como un momento sustancial
(indivisible, como la de los átomos) que como un momento accidental. En
cualquier caso, también cada sustancia sublunar es un sínolon de pleno
derecho, al menos en el intervalo de tiempo en el que dura o existe, puesto
que entonces no admite más que una sola forma sustancial.
Hay otros muchos modelos que pueden ser candidatos para desempeñar
el oficio de sínolon, tales como el Dios cristiano de Atanasio, El Dios niceno
trinitario, el alma humana, las mónadas leibnicianas (o las «formas
eucarísticas») y, en general, las «estructuras metafinitas»
[27] cuyas
partes, al interpenetrarse las unas en las otras, dejan de ser propiamente partes disociables, para convertirse en momentos de un sínolon sui
generis. Los átomos de Demócrito, en cambio, no son sinolones pues
aunque no tienen partes separables tienen partes disociables (un átomo de
Demócrito puede contactar por un extremo, y no por el opuesto, con otro
átomo, y ese extremo puede variar –calentarse, por ejemplo– con relativa
independencia de las variaciones del otro extremo).
No hay que concluir, de los ejemplos anteriores, que sólo cabe pensar en
modelos metafísicos de sínolon. Caben modelos de sínolon no exentos, ni
sustanciales, ni ingénitos, ni imperecederos, sino insertos en otros
procesos reales, brotando de ellos y terminándose en ellos, pero sin por
esto dejar de desempeñar su papel «sinolótico». En el campo de la física
de nuestros días, nos encontramos con multiplicidades cuya unidad se
aproxima más a la unidad de un sínolon que a la de un todo: las funciones
hamiltonianas; los fotones, tal como los concibió Bohr (a vueltas con la
paradoja de Einstein-Rosen-Podolsky) sólo se hacen reales cuando
interfieren con el polarizador; estarán en la onda como constituyentes, pero
no como partes, lo que equivaldría a decir que la onda, por respecto a sus
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