A unas semanas de haber iniciado nuestro ciclo escolar, me siento muy honrado
de estar de nuevo con ustedes y me permitan ratificar toda mi simpatía y
admiración por la extraordinaria labor que realizan desde las aulas: nada más y
nada menos que educar y formar a los hacedores del México del mañana,
nuestras niñas y niños. Nadie mejor que ustedes, saben el gran valor y la
importancia tan decisiva que tienen, en todos nosotros, los días que pasamos en
la escuela.
En ella aprendimos a leer y escribir, a sumar y restar, pero también aprendimos
los valores de la amistad, aprendimos que siempre es mejor trabajar unidos,
aprendimos lo que es el bien común, claro, aprendimos a conocer y amar a
nuestro país, así como a asombrarnos ante la infinita variedad y riqueza del
mundo.
En la escuela, en fin, aprendimos a compartir con los demás el mundo y la
historia, nuestro tiempo y nuestra geografía.
Así, la escuela es el ámbito en donde se da forma y cobran vida las aspiraciones e
ideales de una comunidad.
No podemos, entonces, sino reconocer que la educación, el magisterio y, en
particular, cada uno de ustedes, tiene en sus manos una responsabilidad que, lejos
de declinar en estos tiempos de grandes y acelerados cambios sociales y
económicos, ha adquirido una mayor relevancia.
Más aún: si, como lo ha expresado tanto el Presidente de la República como
nuestro gobernador, Melquíades Morales Flores, queremos realmente hacer de
nuestro actual siglo, el siglo de nuestro desarrollo, debemos hacer del siglo XXI,
el siglo de la educación.
Y me refiero a una educación de calidad; a una educación para la democracia y la
paz, a una educación para el progreso y el bien común.
Como antes, hoy nuestro principal recurso en esta tarea son ustedes, las maestras
y maestros de México, las maestras y los maestros de Puebla, de Caxhuacan..