DOCENTES QUE DEJAN HUELLA 21
No es cierto, en todo caso, que no sea indispensable organizar el enseñar.
De ahí no se deduce que lo que aprendemos se limite a esta enseñanza. Ni
siquiera se reduce a lo que enseñamos, ya que, como tantas veces seña-
lamos, el contagio y la ósmosis juegan aquí su papel. Dicho de otro modo,
no se puede aprender aislado, ni aunque uno esté solo cuando aprende.
Se aprende con otros, desde otros, por otros. Siempre de una u otra mane-
ra, la creación y la innovación son decisivas, y también eso lo aprendemos
gracias a alguien, de él, con él. Y para ello se requiere formación y alguna
forma de presencia. Que pueda ser más o menos directa, no excluye que
sea indispensable. El conocimiento siempre vive y crece en algún proceso
de comunicación. Y cuando tiene que ver con el aprender, enseñar es un
acto de relación, una transmisión, un encuentro más o menos explícito,
como los sentimientos, como los afectos, como la palabra. Con indepen-
dencia de los formatos, de los instrumentos, de los mecanismos, de los
procedimientos, de los métodos, aprender, incluso cuando parece más in-
mediato, es una acción y un gesto de mediación. Y es una tarea, una labor,
un hermoso trabajo, sí, pero un trabajo, y no poco exigente.
Por ello, cuando se insiste,
con razón, que para ense-
ñar hay que saber, hemos
de subrayar que ha de sa-
berse asimismo aprender
con otros y eso es tarea de
una vida. Se puede tratar
de enseñar sin que nadie
nalmente aprenda, pero
no se puede aprender sin
que de algún modo alguien
nos enseñe. Hasta las for-
mas más supuestamente rudimentarias de ser autodidacta son exquisitas
maneras de relación. Por supuesto, consigo mismo, pero no sólo. El conoci-
miento tiene, como el logos, que es palabra y acción, una raíz común. Aquí
también crecemos juntos. Ello ni excluye la singularidad, ni la genialidad,
ni la legítima rareza. Sólo que incluso para ser y resultar único es indispen-
sable serlo en el seno de una comunidad. El mejor de los cient? cos lo es
por y para una comunidad cient? ca. La investigación y la ciencia orecen
en una tarea colectiva. La calidad no es un simple parámetro individual,
sino un resultado conmensurable, comparable, compartible.
Todo para a rmar que el maestro, el profesor, la maestra, la profesora, son
indispensables para aprender, para generar y transmitir conocimiento. Y
en cierto modo de ello dependerá y depende la sociedad que seamos, la
sociedad que somos, y concretamente quiénes y cómo seamos. Cuando
no hay magisterio, irrumpen otras enseñanzas, en ocasiones de valores
que no nos satisfacen en absoluto, que preconizan el itinerario indivi-
dual, aislado, desvinculado y, si se tercia, insolidario. Y no sólo se ve afec-