mientras viven y también después de muertos, pues el castigo es eterno. Según Daniel
Granada, en Brasil toma el carácter de protector de los bosques y los campos contra los
incendios, y señala a veces la presencia de tesoros.”
EL SUPAY
"Dos tradiciones se juntan para conformar el Süpay o Züpay. Una de ellas arranca del Incario,
donde fue reconocido como principio o genio del mal que reinaba en el Supaihuasin,
inframundo situado en el centro igneo de la Tierra, Era la encarnación de los misterios
selváticos y causante de los maleficios, pestes, inundaciones, sequías y todo cuanto hiere la
imaginación y horroriza. La otra vertiente fue la leyenda del origen oriental que en la Edad
Madia la Iglesia Católica convirtió en artículo de fe y objeto de infinitas especulaciones
teológicas, y los heresiarcas en el eje de complejas ceremonias y cultos esotéricos, Me refiero
al Diablo, Demonio, Lucifer, Luzbel, o el Maligno, también llamado entre nosotros Mandinga,
Malo o Malu. Es el Señor de las Tinieblas, cuya lucha contra el bien se manifiesta en distintas
clases de tentaciones que llevan todas a la caída. Es decir, a caer en sus manos, lo que
equivale a arder eternamente en el fuego del inferno, con el que tanto aterrorizaron los
misioneros a los indigenas.
El Súpay es multiforme en su caracterización, porque la complejidad de la fuente europea lo
presenta así, y también, en nuestro caso, por su mismo origen mestizo. Entre nosotros.
parece preferir la forma humana, y especialmente la de un gaucho rico y apuesto que viste
ropa fina y negra, con chiripá del mismo color. Lleva puñal, espuelas y rebenque de plata y
oro, monta un caballo azabache de largas crines que flotan en el viento y muy enjaezado.
También hay veces en que viste un cuero de oveja, sombrero aludo y una especie de túnica
granadina, como el Súpay de Copacabana, en Santiago del Estero. Se presenta asimismo
como un virtuoso payador que desafía a los más afamados practicantes del género (aunque
en més de una ocasión sale derrotado de teles contiendas), como un viejo sabio campesino o
un negro rotoso y hercüleo. Es común en el folklore americano relacionar a los negros con el
Diablo, como la prueba que uno de sus nombres, Mandinga, designa a una etnia del Africa
Occidental que fue bastante usada como sinónimo de negro. Lo curioso es que nunca se
presente con la forma de un indio, acaso por ser éste quien moldeó la leyenda.
Suele aparecerse asimismo con la forma de un animal conocido, o más comúnmente como un
híbrido de macho cabrío y hombre, con cuernos de chivatón, rostro de sátiro de larga pera y
bigotes requemados, cuerpo muy velludo, plenas de chivo con impresionantes pezuñas y con
una capa negra. A menudo se presenta también como un remolino, y hasta como un árbol
Sus apariciones vienen precedidas por un ruido como de trueno a explosión de arma de
fuego, y se da en medio de una llamarada que impregna el aire con un penetrante olor a
azufre. Desaparece también entre una nube hedionda y amarillenta, tras cerrar trato con el
hombre dispuesto a darle su alma a cambio de riquezas, amores o habilidades, ser derrotado
en una payada o rechazado enérgicamente por aquel al que pretende tentar.
Prefiere la noche de los martes y viernes, que es cuando todos los seres infernales salen a
cometer maldades y celebrar sus sangrientos y repugnantes ritos,
Su templo, entre nosotros, la Salamanca, gran cueva que se sitúa en la entraña de los cerros.
En Santiago del Estero, donde no hay grandes montañas, la Salamanca es una misteriosa
caverna emplazada en lo más espeso del monte. All se dan cita las brujas, y también los
alumnos de esa universidad de las tinieblas, donde además de enseñarse la práctica de los
malefiios que permiten arrastrar a las almas a su perdición, se instruye sobre toda suerte de
arte, hablidad o destreza. Se sabe que más de un gaucho vendió su alma no para conquistar
a una bella muchacha que lo desprecia, sino tan sólo para aprender el arte de la guitarra y el
canto, convertirse en un buen Jinete o ganar siempre en la taba. Al entrar, el neöfite debe