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No obstante, casi todas las tareas de un ejecutivo exigen,
por mínima que sea su efectividad, una considerable cuota de
tiempo. Consagrarles menos del indispensable equivale a una
pérdida total. No se logra nada y hay que empezar de nuevo.
Si la redacción de un informe, por ejemplo, requiere seis u
ocho horas de trabajo, por lo menos, para el primer borrador,
será inútil dedica a dicha labor quince minutos dos veces por
, durante tres semanas. El resultado será una hoja en blanco
con algunos garabatos. Pero si podemos cerrar la puerta con
ave, desconectar el teléfono y sentarnos a luchar con muestro
informe, durante cinco o seis horas ininterrumpidas, es muy pro-
able que en ese lapso concluyamos el que yo llamo borrador cero,
o sea, el anterior al definitivo, A partir de entonces podremos
trabajar en pequeñas cuotas, reescribirlo, corregirlo y redactarlo
sección por sección, párrafo por párrafo y oración por oración.
Lo mismo ocurre con cualquier experimento. Debemos, simple-
mente, disponer de cinco a doce horas consecutivas para montar
el dispositivo y efectuar, por lo menos, una ronda completa, De
lo contrario, tendremos que recomenzar después de la interrupción.
Para ser efectivo, todo trabajador cerebral y, especialmente,
todo ejecutivo, necesita disponer de suficientes y considerables
espacios de tiempo. Las pequeñas cuotas no bastarán, aun cuan-
do representen en total un impresionante número de horas.
Ello es particularmente cierto en lo referente al tiempo
dedicado a tratar con las personas, actividad central de todo
ejecutivo. La gente consume y, en su mayor parte, malgasta el
tiempo. . j
Dedicar varios minutos a la gente es, simplemente, impro-
ductivo, Si queremos llevar a cabo alguna cosa tendremos que
emplear un mínimo considerable de tiempo. El gerente que
cree que puede discutir los planes, dirección y ejecución de
cualquiera de sus subordinados en quince minutos —y muchos
de ellos lo creen— no hace más que engañarse a sí mismo.
Si anhelamos lograr un impacto necesitaremos, por lo menos,
una hora y, habitualmente, mucho más tiempo aun. Y, para
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consolidar una relación humana, un lapso infinitamente mayor.
Sobre todo, las relaciones con otros trabajadores cerebrales
exigen mucho tiempo. Cualquiera que sea el motivo —ausen-
cía de barreras de clase y autoridad entre superiores y subordi-
nados en el plano cerebral o ya sea porque se tome a sí mismo
seriamente—, el trabajador cerebral requiere mucho más tiempo
de su superior o sus asociados que el trabajador manual, Por otra
parte, como el trabajo intelectual no puede ser medido como
el manual, no podemos decirle a un trabajador cerebral, con
unas pocas y simples palabras, si está haciendo lo que debe
hacer y hasta qué punto lo hace correctamente. A un operario
podemos decirle: nuestros planes exigen de usted cincuenta
piezas por hora y usted sólo produce cuarenta y dos. En cambio,
cuando se trata de un trabajador cerebral, tenemos que sen:
tarnos a su lado y pensar con él qué debe hacerse y por qué,
Antes de intentar, siquiera, saber si está cumpliendo bien o no
su cometido. Y esto implica consumo de tiempo.
Puesto que el trabajador cerebral se autogobierna, debe saber
qué logros se aguardan de él y por qué. También debe com-
prender el trabajo de quienes han de utilizar su producción
intelectual. Por eso necesita mucha información, discutir, ins-
truirse. ... todo lo cual absorbe tiempo. Y, al contrario de lo
que se supone, esta demanda de tiempo gravita, no sólo sobre
sus superiores, sino también, sobre sus colegas.
El trabajador cerebral ha de concentrarse en los resultados
y metas de la empresa para lograr algún éxito en su labor.
Ello implica que debe ahorrar tiempo para observar desde su
quehacer los resultados" y, desde el área de su especialidad, el
ámbito exterior, que es donde, realmente, se ejecuta.
Dondequiera que los trabajadores cerebrales se desempeñan
satisfactoriamente, en las grandes organizaciones, los altos eject-
tivos consagran parte de su horario regular a sentarse junto à
aquéllos, de tiempo en tiempo, desde los más importantes, hasta
los más jóvenes y bisoños, para preguntarles: ¿Qué debemos mos.
otros, los que estamos a la cabeza de la organización, saber es.