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a desde antes de la llegada de los españoles,
los pueblos mesoamericanos disfrutaban del
sabor de la miel proveniente de una subespe-
cie de abejas sin aguijón, de avispas o de hormi-
gas. El amaranto era ya un ingrediente culinario de uso
común tanto en ceremonias rituales como en la vida
diaria. Dulces como el pinole y frutas autóctonas como
las tunas también endulzaban la dieta cotidiana en la
América prehispánica. Curiosamente, aunque el cacao es
originario de Mesoamérica, donde se preparaba en bebidas
con especias y a veces con chile, el chocolate sólo desplegó
su potencial como golosina en Europa.
Con los españoles llegaron la caña de azúcar y la leche
de vaca, cabra y oveja, y con estos productos sumados al
huevo y la vainilla, todo un nuevo abanico de posibilidades
para los nóveles artesanos dulceros. En pocos años hubo
ingenios dispersos por la Nueva España listos para surtir de
caña de azúcar y así satisfacer los paladares de ricos y nobles
de la época colonial.
Los conventos fueron la cuna de sorprenden-
tes recetas que tomaron lo mejor de ambas
culturas para crear manjares totalmente
nuevos. Para el siglo
x v i i, las monjas
de la Ciudad de México, Michoacán,
Puebla, Querétaro, Oaxaca, Yucatán,
Guanajuato y el Estado de Méxi-
co –donde la tradición dulcera es
legendaria– ya eran verdaderas
maestras en el arte de la confi-
tería. Así como surtían las mesas
más ostentosas de la Nueva Espa-
ña, los conventos también elabo-
raban confites, cocadas y camotes
para complacer al pueblo. Con la in-
fluencia del Barroco, los dulces también
se volvieron más exuberantes. Alfeñiques,
alfajores, aleluyas y tortitas de Santa Clara se
convirtieron en grandes favoritos de la época. En
el siglo
x i x todo lo francés se puso de moda en el Méxi-
co ya independiente y su enorme tradición dulcera enriqueció
aún más la nacional, que no ha dejado de evolucionar hasta
nuestros días, a pesar de la industrialización de la producción
ocurrida en el transcurso del siglo
x x.
El ingeniero químico José Luis Curiel, especialista en
gastronomía y ciencia y tecnología de los alimentos, explora
minuciosamente el tema desde todas las perspectivas en su
libro La dulcería mexicana (Noriega Limusa, 2007), que detalla
la historia de las golosinas desde la época prehispánica, el
meticuloso proceso químico necesario para crearlas y hace
un valioso compendio de recetas antiguas y recientes de los
dulces típicos más representativos.
Para engolosinarse
Actualmente, familias enteras de artesanos viven de la ela-
boración de dulces en pequeños talleres, pasando las recetas
y métodos de padres a hijos. Afortunadamente para ellos,
muchos de estos permanecen en el gusto de gente de todas
las edades. Cabe destacar que son una excelente alternativa
a las golosinas comerciales debido a sus sorprendentes
propiedades nutricionales. “Al contrario de los dulces industriali-
zados, que sólo aportan energía por su alto contenido de azúcar,
los tradicionales contienen proteínas y fibra, y los de fruta, in-
cluso algunas vitaminas, las que logran sobrevivir al calor de la
preparación”, comenta Curiel.
Pocos espacios creativos como los dulces. Basta con darse
una vuelta por Xochimilco o por el bonito y cuidado mercado de
Coyoacán en la Ciudad de México. También destaca el colorido
mercado de golosinas: el Ampudia, ubicado a un costado de la
Merced donde, entre cientos de abejas golosas que pelean por su
ración de alimento, encontramos acitrones y frutas cubiertas que
gritan nuestro pasado indígena, justo al lado de dulces de leche
que delatan nuestra herencia europea. También están los portales
de Toluca, el mercado Juárez de Oaxaca, el mercado de dulces de
Morelia y, por supuesto, toda Celaya. Los conventos que fabrican
artesanalmente sus productos son una gran opción para
adquirirlos por su mayor higiene y control de cali-
dad, aunque desgraciadamente cada vez son
menos debido a la escasez de hermanas
y el alto grado de dedicación y tiempo
que requiere su elaboración.
Otros lugares para comprar
dulces estéticamente atractivos,
limpios y deliciosos merecen
mención aparte, como la muy
porfiriana Dulcería de Celaya, fun-
dada en 1874. Ir a su tienda prin-
cipal, ubicada en la calle de 5 de
Mayo, en pleno centro del Distrito
Federal, es un deleite para los senti-
dos y un verdadero viaje en el tiempo.
También lo es visitar De la Calle Real,
en Morelia, un espacio donde los vende-
dores vestidos a la antigua usanza combinan
perfectamente con las bellas envolturas de sus
dulces, y que cuenta con un pequeño museo. En Puebla,
Dulces de Santa Clara y muchas otras tiendas ubicadas en la
calle 6 Oriente, alrededor del convento de Santa Clara, son una
parada indispensable para turistas y locales.
Para Curiel, renombrado académico que imparte clases
y talleres en varias universidades como la del Claustro de Sor
Juana, a pesar de las amenazas que representan las golosi-
nas importadas y las industrializadas, los dulces tradicionales
mexicanos tienen mucho futuro, tanto en México como en el
extranjero, sobre todo si se consigue mejorar las técnicas de
elaboración de los dulces sin que éstos pierdan sus caracte-
rísticas típicas. “El principal obstáculo para la exportación es
la higiene, no la conservación de los dulces, y también los in-
gredientes, por ejemplo, los que tienen un pequeño contenido
de alcohol ya están bloqueados para el consumo infantil en
Estados Unidos”. Lo que sí es seguro es que las fiestas patrias
son una excelente oportunidad de celebrar nuestra rica cultura
probando y conociendo más de nuestros dulces. •
1. ALEGRÍAS
Origen: Tulyehualco
Los dulces hechos de amaranto son de los más antiguos
de México, pues datan de la época prehispánica, cuando
se preparaban esferas llamadas tzoales con miel de abe-
jas nativas, distintas a las europeas por carecer de agui-
jón, o según escribió fray Bernardino de Sahagún, “con
sangre de codorniz para algunas ceremonias rituales”. Su
contenido proteínico duplica al del maíz o el arroz.
2. CALAVERAS
Origen: Valle de México
Aunque se pueden encontrar de chocolate, las genuinas
calaveritas tienen que ser de azúcar.
Estos dulces despiertan pasiones encontradas; algunos
aman burlarse de la muerte mientras que otros lo encuen-
tran detestable, como el historiador y escritor Antonio Gar-
cía Cubas, quien manifestaba abiertamente su repugnancia
hacia estas golosinas “que hacen al hombre ostrófago”.
3. LAGRIMITAS/BOTELLITAS
Origen: Valle de México
Son dulces de azúcar sólida rellenos de líquido dulce
y su proceso de elaboración es uno de los más complejos
de las golosinas tradicionales; basta decir que hay que dejar
cristalizar la cubierta exterior de cada dulce por 15 días.
4. BORRACHITOS
Origen: Puebla
Son rojos, amarillos o incluso verdes y tienen un relleno
cremoso con cierto contenido alcohólico; aunque pare-
cen estar hechos de gelatina, en realidad solamente con-
tienen leche envinada.
5. CAMOTES
Origen: Puebla
Por lo baratos que son, durante el virreinato eran con-
sumidos sólo por las clases más bajas de la sociedad.
El tubérculo también se prepara en forma de fruta cubier-
ta de azúcar.
6. COCADAS
Origen: Colima, Guerrero y otros estados costeros del país.
Estas golosinas de coco rallado o molido tienen diver-
sas formas y colores; hay coquinas, cocadas doradas,
blancas y tricolores. También se conocen como alfajo-
res cuando son de color rosa.
7. FRUTA CUBIERTA
Origen: Valle de México
También se le llama fruta cristalizada, aunque el nombre
correcto es el primero. Para su elaboración se usan bási-
camente frutas nativas de Mesoamérica como chilacayo-
tes, calabazas e higos, pero también europeas como las
peras y hasta verduras como la zanahoria. El proceso es
complejo y toma varios días; incluye pelado, corte, raspa-
do y limpieza de las piezas.
8. PEPITORIAS
Origen: Tulyehualco
La semilla de la calabaza es nativa de México y además
de ser la base de estas barras hechas con piloncillo y se-
millas fritas en mantequilla, lo es de platillos muy típicos
de la gastronomía nacional como el pipián o mole verde
y los papadzules yucatecos.
Los dulces
tradicio nales
mexicanos tienen mu-
cho futuro en M éxico
y en el extranjero , so-
bre todo si se consigue
mejorar l as técnicas
de elaboración
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