homonización y humanización. La educabilidad se centra en la formación del hombre. Este es proclive
a dicha formación, cualquiera que sea el enfoque desde el cual es comprendido.
EL HOMBRE ES LA MATERIA PRIMA DE LA EDUCABILIDAD
El hombre es un animal racional, según los griegos. Tal aserto pasó a configurar en la cultura
occidental el pie de una teoría filosófica con resonancias psicológicas y que defina en principio la
condición humana en una encrucijada: de una parte, la animalidad que tiene su expresión límite en las
determinaciones instintivas. De otra, la racionalidad que linda con conciencia y libertad.
El instinto viene en el equipaje corporal. Sólo tiene que desdoblarse obedeciendo la lógica del código
genético y cumplir su cometido. Aquí no cabe elecciones, no hay lugar a dudas, y menos a
sentimientos de culpa. Del despliegue instintivo no se deriva responsabilidad.
La razón, en cambio, está al comienzo y el resultado en la construcción de lo humano, en la edificación
del hombre. Ella, en la raíz, define al hombre. Le da la calidad de humano, lo incorpora a la
humanidad. Aunque en la modernidad ha hecho carrera un movimiento crítico que con fundamento
sospecha de la razón dados sus resultados en muchos sectores del acontecer, como el deterioro
ambiental, la producción de armas, la guerra por territorios y mercados, el hombre, la manipulación de
la vida, el desprecio por el mismo hombre. Sin embargo, con conciencia de ello, en Colombia, hoy falta
mucha razón.
Pero LA HUMANIDAD no aparece de sí y de suyo, espontáneamente. Es la culminación de una tarea
esforzada, de un ascesis, de una lucha enconada de la conciencia contra el instinto. Allí tiene mucho
que ver la coacción formativa por la vida de la educación y el despliegue de la moral o la ética.
Desde el freno inhibitorio de la niñez, pasando por la necesaria contención de la adolescencia, hasta la
autolimitación autotélica de la adultez, la condición humana se perfila al pasar por el estrecho margen
de las escogencias y las renuncias con sus consiguientes responsabilidades. Humanidad significa
ascenso en la conciencia, potenciación de la reflexión, triunfo de la razón en lo que tiene todavía de
bueno: llevar a darse cuenta para obrar como se debe en la instauración de un desarrollo a escala
humana.
El animal racional, cercado por el aquí y el ahora, ambiguo, llamado a ser plenamente humano,
deviene en persona, o sea, en el ser irreductible, en el individuo de la especie valioso per se, porque
es, en el que cumple el encargo de llegar a ser él mismo. De allí se desprende su dignidad. Todo lo
demás es accesorio, como la procedencia social, la limitación física, mental o sensorial, la edad, la
estética, en fin, todas esas circunstancias que tocan la manera de aparecer, pero que no llegan hasta el
centro inexpugnable del ser. “Amamos a ricos y pobres, nativos y extranjeros, hombres y mujeres,
jóvenes y viejos, no porque son pobres, ricos, hombres, mujeres, jóvenes o viejos, sino porque son
ellos mismos.
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“Son personas”.
Y las personas ya sean vistas con ojos griegos como animales racionales, con ojos de Descartes como
seres que piensan, con ojos de Kant como seres que conocen, con ojos de Husserl como seres que
reflexionan, con ojos de Sartre como seres que deciden, con ojos de Existencialistas como seres
situados y fechados, con ojos de Ortega como seres circunstanciados, incompletos, contradictorios. En
todo caso, con una vocación: ser más; ser plenamente humanos, vale decir, racionales, solidarios,
comunicativos y responsables.
EN EDUCACIÓN LAS PERSONAS S ON EDUCAD ORES O EDUCANDOS
Ricardo Nassif desde 1958 puso a circular una proposición que definió como condito sine qua non de la
educación la existencia de dos actores: educador y educando. A los mismos les corresponden unas
predisposiciones tanto fisiológicas como psicosociales muy precisas que tipifican el rol y las funciones
de uno y otro y que, además, en la práctica escolar resultan complementarias. Al educador le
sobreviene la educatividad, entendiendo por esta “al modo del ser propio del educador, a su aptitud
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Sánchez. Rivera Peiró. Juan M. Manifiesto de la nueva humanidad. Ediciones Paulinas. Madrid, 1978, p. 24.
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