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La ceremonia de la coronación se realizaba en Menfis, primera capital del reino
unido, y comenzaba ascendiendo al heredero al rango de dios, entregándole las
insignias del cayado y el látigo, atributos del poder. Luego, tocado primero con la
corona blanca del Alto Egipto, después con la roja del Bajo Egipto, y finalmente con una
combinación de ambas, se sentaba en el trono hecho con papiros (símbolo del norte) y
lotos (símbolo del sur).
En su vida oficial, dios e hijo de dioses, debía ejercer el culto y controlar todos los
detalles del gobierno, nombrando personalmente sacerdotes y funcionarios de alto
rango, y viviendo en medio de una rígida etiqueta y con unas obligaciones asfixiantes.
En un plano más íntimo, tenía momentos de ocio, como se repres enta en
numerosas pinturas: cazando, pescando o paseando por los jardines del palacio. Por
supuesto, también tenía bufones, amigos, músicos y bailarinas a su disposición. El faraón
mantenía varias esposas, entre las que se encontraba la oficial, que adquiría el rango de
reina. Tanto ella como su madre poseían un alto rango, e incluso podían ser regentes.
El harén real era llamado Casa Jeneret, tenía su propia administración, bajo las
órdenes de la reina, y constituía una zona independiente del palacio. En él vivían las
esposas y concubinas, sus hijos, familiares y también hijos de altos funcionarios. No era un
lugar cerrado y prohibido, y en algunas épocas se convirtió en un nido de intrigas.
SACERDOTES
En cuanto a los sacerdotes, eran delegados del faraón, verdadero dios viviente,
que debía realizar todas las ofrendas, procesiones y ceremonias necesarias para
mantener el orden universal, ‘’maat’’, porque sólo sus oraciones y ofrendas eran
eficaces. Es por eso por lo que en los templos se le representaba realizando las distintas
ceremonias, rituales que renovaban los sacerdotes elegidos por él y en su nombre. Al
igual que el aparato del estado requería innumerables funcionarios, así los templos
cobijaban una ingente multitud de servidores: además de los muchos sacerdotes, había
escribas, médicos, artesanos, campesinos de la ‘’tierra sagrada’’, auxiliares, bailarinas y
músicos.
Entre los sacerdotes, había lectores, puros, profetas, culminando en la figura de
Sumo Sacerdote de Amón, escogido personalmente por el rey entre sus leales aunque
no perteneciera a la jerarquía sacerdotal. Ostentaba títulos como “Jefe de los secretos
del cielo” o “Jefe de los sacerdotes de todos los dioses” y su poder político era grande.