pagara a la mujer, a quien en ese momento vio como una prostituta. Pero el
hombre sólo traía una moneda de oro, así que agachando la cabeza, la puso
sobre la cama y de un saltó cobardemente huyó del lugar.
Beatriz permaneció encerrada en su alcoba durante varios días. Pero un día
entró a su alcoba una mujer, la cual le informó que su criada había muerto
accidentalmente; la mujer también dijo a Beatriz que don Fernán la esperaba
en el comedor y, aunque llena de miedo, pensó que quizá su esposo la había
perdonado. Ya en el comedor, don Fernán ordenó a Beatriz que llamara a los
criados para que sirvieran la cena y cuando Beatriz extendió su mano para
tirar del cordón con el que se llamaba a la servidumbre, vio que la moneda
de oro, su deshonra, colgaba del extremo de aquel cordel. Don Fernán la
había colocado para recordarle el pago por su infidelidad. El médico
agresivamente insistió en que jalara del cordón y le dijo: “¡Gracias a Dios, no
necesitamos de esa moneda para comer en esta casa!”.
A partir de ahí fue una pesadilla para Beatriz, ya que para el desayuno, la
comida y la cena, la única frase que don Fernán le decía era: “¡Gracias a
Dios, no necesitamos de esa moneda para comer en esta casa!”. Hasta que
un día, de rodillas, Beatriz le dijo a su esposo que prefería morir, a que la
despreciara o que la llevara ante el Santo Oficio, pero que no la obligara a
seguir tocando esa moneda.
Fernán continuó atormentándola tres veces al día, durante muchos días,
semanas y meses, hasta que la dama perdió la razón y terminó ahorcándose
con sus propias trenzas.
Pero seis noches después, cuando dormía saboreando su cruel venganza,
se despertó al escuchar el sonido de una moneda. Horrorizado la tomó entre
sus manos y sintió que ardía como el fuego.... Y a partir de entonces, cada
noche a la misma hora, don Fernán escuchaba caer la moneda de oro y cada
vez que intentaba agarrarla, la moneda desaparecía. Semanas más tarde vio
el espectro de su mujer que tenía una moneda de oro en la mano. El
fantasma de Beatriz se le apareció diariamente, a veces con la moneda en la