Lee el siguiente artículo y responde las preguntas.
"Cierta vez, siendo niño, mi padre me llevó al Ital Park. El Ital Park era un inmenso parque de
diversiones, que hace años fue clausurado por accidentarse una niña en uno de los juegosEn aquella
ocasión, mi padre subió conmigo a los autitos chocadores, luego a la montaña rusa y también a las tazas
giratorias y a los paraguas voladores. En los paraguas voladores se quedó conversando con la cajera. Mi
padre siempre fue mujeriego. Se quedó conversando con la cajera y me dio dinero para que fuera al tren
fantasma solo.Compré la ficha para el tren fantasma y monté uno de los carritos.Yo tendría nueve años,
más o menos. ¿Conocen el tren fantasma?
Es una gruta oscura con muñecos de monstruos enjaulados. El carrito corre a toda velocidad por sobre
rieles electrificados y se detiene frente a las jaulas de los monstruos más asustantes. Había una jaula en
la que un verdugo le cortaba una y otra vez la cabeza a un condenado. Otra en la que una bruja
masticaba un murciélago de goma. Y una más en la que una calabaza iluminada por dentro, con ojos y
boca, mostraba unos dientes podridos y lanzaba carcajadas terroríficas. Bien, yo tenía nueve años,
estaba sentado en el carrito y mi papá charlaba con la cajera de los paraguas voladores.
En un tramo del tren fantasma del Ital Park, una arañita te rozaba la cabeza. Estaba exactamente
preparada para eso. Ni siquiera era una arañita. Era un pedazo de caucho que colgaba del techo a la
distancia exacta como para rozarle el pelo a un niño de nueve años.
Cuando la arañita me rozó, fue demasiado. La siguiente vez que el carrito se detuvo junto a una jaula,
bajé. Me paré al lado de la jaula del verdugo. Los carritos pasaban junto a mis pies. Me pegué junto a la
jaula del verdugo, sabiendo que podía electrocutarme. El verdugo le cortaba una y otra vez la cabeza al
condenado.
Caminé pegado a las paredes de la gruta, intentando no pisar los rieles, hasta llegar a la salida. El
cuidador me miró espantado, me tomó por debajo de los brazos y me arrancó de ahí.
Yo estaba pálido, llorando y en estado de pánico. Debía parecer que todos los monstruos del tren
fantasma eran reales y aún me estaban persiguiendo.
Bueno, llegó mi padre, me calmaron, me dieron un algodón de azucar y una veintena de fichas gratis
que no quise usar.
Pero recuerdo esta anécdota por una razón precisa. Cuando caminé sólo por la gruta del tren fantasma
tuve acceso a otro mundo. Un mundo de terror, de desamparo, donde las cosas eran por completo
distintas a las del mundo que yo conocía. Y muchas veces en mi vida, ya de adulto, me ha tocado
transitar situaciones en las que soy nuevamente ese niño que camina solo por el costado de los rieles del
tren fantasma, rodeado de monstruos y sin saber cuáles son las reglas de la oscuridad." (pp. 9-11
20.- ¿Coinciden las visiones de Isabel Allende y Paul Salopek, respecto al entorno natural del
bosque de las zonas de África? Justifica tu respuesta. (4 pts.)
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