210 El amor debe ser firme
mamá para informarle del accidente, y ella me hizo pedazos a
mi, y nuestro hijo Ryan hizo pedazos a todo el pueblo de Arca-
dia. Después, la construcción de la casa parecía durar una eter-
nidad, yt bas ala sala destrozada y lorabas cada sábado por
la noche debido a lo poquito que se había avanzado. Luego,
durante la peor parte del caos, cien amigos nos dieron una fies-
ta sorpresa para estrenar la nueva casa, y se abrieron paso por
entre el lodo, los escombros y el asertin, y los tazones de ce-
real y pedazos de emparedados, y a la mañana siguiente ti
preguntabas entre gruñidos: «¿Realmente sucedió todo eso?
Luego publiqué mi nuevo libro, titulado: Hide or Seek [La felici-
dad del niño), y el editor nos mandó a Hawai, y alí en un bal-
côn con vista ala bahía dimos gracias a Dios por todo lo que te-
niamos. Luego publiqué el libro «Lo que las esposas desean»
y a la gente le encantó, y los honores vinieron en avalancha, y
las solicitudes para conferencias llegaron por centenares. Lue-
go te hicieron una operación muy arriesgada, y dije: «Señor,
ino ahora!» Luego el médico dijo: «No es cáncer», y lloramos y
agradecimos a Dios por lo que teníamos. Luego empecé un
programa de radio, y pedi licencia para ausentarme del Hospi-
tal de Niños, y abrí una oficina muy pequeña en Arcadia, ala
cual llamé Enfoque a la Familia, y eso nos dio mayor visibili-
dad. Luego fuimos a Kansas City en una vacación familiar, y
mi papá ord el último día que estuvimos all y dijo: «Señor, sa
bemos que no siempre todo será tan maravilloso como lo es
‘ahora, pero te agradecemos por el amor de que disfrutamos
hoy.» Un mes més tarde le dio un ataque al corazón, y en di-
ciembre tuve que decirle adiós a mi gentil amigo, y tú pusiste
tus brazos altededor de mi cuello y me dijiste: «Tu dolor es
también el mio», y llorando te dije; «Te quiero mucho.» Des-
pués invitamos a mamá a que viniera a pasar seis semanas
con nosotros durante su período de recuperación, y los tres pa
samos la Navidad en que nos sentimos más solos en nuestra
vida, al mirarla silla vacía y el sitio que nos traía el recuerdo
del suéter rojo de papá, y las fichas de dominó, y las manzanas
y la pla de libros dificiles y un perrito llamado Benji que siem-
pre se sentaba en sus piernas, Pero la vida continuaba. Mi ma-
dre luchaba por recobrar su compostura, y no podía lograrlo,
16. Elementos que componen un buen matrimonio. an
y perdió quince libras de peso, y se mudó para California, y to-
davia lloraba por su amigo ausente. Escribí más libros, y llega-
ron más honores, y llegamos a ser más conocidos, y nuestra in-
fluencia se extendió y agradecimos a Dios por lo que
teníamos. Nuestra hija legó a la adolescencia, y este experto
en niños fue más que insuficiente, y se encontró pidiéndole a
Dios que le ayudara en la terrible tarea de ser padre, y Él lo
hizo, y le agradecimos por darnos algo de su sabiduría. Luego
un perrito llamado Siggie, que era cierta clase de perro falde-
ro, envejeció y se quedó sin dientes, y tuvimos que llevarlo al
veterinario para que pusiera fin a sus sufrimientos, y el amo-
río que duró quince años entre un hombre y su perro se acabó
con un gemido. Pero un cachorro llamado Mindy apareció en
nuestra puerta, y la vida siguiô su curso. Luego hubo una serie
de películas que se produjeron en San Antonio, Texas, y nues-
tro mundo se trastornó de arriba abajo cuando se nos colocó
en una vitrina, y el ministerio de Enfoque a la Familia se am-
plié en nuevas direcciones, y la vida se hizo más atareada y
más frenética, y el tiempo se hacía cada vez más precioso, y
Juego alguien nos invitó a que asistiéramos a un Encuentro
matrimonial de fin de semana, que es donde me encuentro en
este momento,
De modo que te pregunto: ¿Quién va a tomar tu lugar en
mi vida? Tú te has convertido en mi y yo me he convertido en
‘ti Somos inseparables. Ya he pasado el cuarenta y seis por
ciento de mi vida contigo, y casi ni puedo recordar el primer
cincuenta y cuatro por ciento. Ninguna de las experiencias
que he anotado pueden ser comprendidas por nadie, excepto
por la mujer que las ha vivido junto a mí. Aquellos días ya se
han ido, pero su aroma todavía queda en nuestras mentes, Y
con cada suceso durante estos veinticuatro años, nuestras vi-
das se han entrelazado más y más, fundiéndose con el tiempo
en este increíble cariño que siento por ti ahora.
¿No es acaso asombroso que puedo leer tu expresión como
si fuera un libro, aun cuando estemos entre mucha gente? El
‘menor parpadeo tuyo me dice mucho más acerca de los pensa-
mientos que recorren tu experiencia consciente. Cuando
abres tus regalos de Navidad, instantáneamente sé si te gusta