cable también a la disciplina científica, en donde inno-
var, inventar, es cada vez más complicado. Pero no por-
que todo se haya inventado ya, sino porque es cada vez
más difícil ser libre, alejarse de las corrientes y ten-
dencias, y aún más navegar contracorriente.
Existen una serie de escuelas, líneas de investigación,
dirigidas o fomentadas, y, en su tiempo creadas, por lo
que nosotros, coloquialmente, venimos a denominar
popes, o investigadores-líderes de gran prestigio, debido
a sus hallazgos o números de publicaciones científi-
cas. Y aquí hago este distingo voluntariamente.
Imaginemos el proceso científico a lo largo de la línea
del tiempo. La actividad científica rutinaria consiste
en una serie de experimentos, estudios, análisis, revi-
siones, fundamentados en disciplinas bien establecidas,
y que son seguidas por un determinado colectivo afín
a las mismas. En un momento determinado, en deter-
minada disciplina, un determinado investigador apor-
ta una novedad, la cual puede fundamentarse en hallaz-
gos previos (suyos o de otros), o dirigir la investigación
hacia un camino absolutamente nuevo, diferente. Si se
diera la circunstancia de que este nuevo camino, ade-
más, pone en entredicho cuestiones previamente asu-
midas por la mayoría de sus colegas, podría haber una
reacción en contra del colectivo, que vería atacadas sus
teorías o hipótesis. Digamos que el colectivo científico
podría tildar de locura dicho hallazgo, quizás ahorrán-
dose eufemismos, dependiendo del nivel de osadía
alcanzado. Aunque el comportamiento más común será
el de ignorarlo, no citarlo, no comentarlo... dejarlo morir
en el olvido.
Esta realidad nos lleva a lo que yo vengo a denominar
como “ciencia circular”. Actualmente, el prestigio del
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PARA INVENTAR, LOCURA. PARA VIVIR, CORDURA
científico no se basa, como en tiempos de la Ilustración,
en avances valientes, fundamentados en la razón, sí,
pero innovadores a todas luces (si se me permite el jue-
go de palabras). Sobre todo desde las últimas tres déca-
das, hemos automatizado todo, producimos “ciencia”
como rosquillas, publicamos, publicamos... e intenta-
mos formar parte de las corrientes de moda, las que faci-
litan la aceptación de nuestros trabajos por parte de edi-
tores y colegas, los cuales muestran empatía con los mis-
mos, y, cuando bien construidos y diseñados, los aprue-
ban, los publican... Sin embargo, corremos el riesgo de
estar mirándonos el ombligo, de haber creado un mons-
truo realimentado, y, en definitiva, de no avanzar, de ir
en círculos, de fomentar esa “ciencia circular”.
Tenemos que ser desertores, desmitificar conceptos, ide-
as, privarnos de la razón (primera acepción), si se quie-
re, arriesgar, seguramente desacertar (segunda acep-
ción), aspirar a sorprender (tercera acepción), y, qui-
zás, con algo de fortuna, y gracias a estas “locuras”, lle-
gar a un estado de exaltación del ánimo (cuarta y últi-
ma acepción), para poder exclamar “¡eureka!”.
Por contrapartida, y en tu vida cotidiana, aplica la cor-
dura. Pero sería de locos tener que entrar a explicar esto
último, ¿o no?
JORGECASINELLO
Director del Instituto de Investigación en Recursos
Cinegéticos – CSIC/UCLM
Algunos critican los…
Baltasar Gracián y Morales
aforismo 283
EL ARTE DE LA PRUDENCIA
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