EL BELLO CANTO QUE ENAMORO AL HOMBRE CAIMAN.docx

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Fabula


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EL CANTO QUE ENAMORÓ AL “HOMBRE CAIMAN”

Hace muchos años en la región del caribe colombiano, en el municipio de
Plato Magdalena, la historia de un hombre que se convirtió en caimán, dejó
a toda la población de Colombia asustada y asombrada, con el pasar de los
años, el mito se fue olvidando y la gente del hombre caimán, solo les queda
el recuerdo de una estatua que está en el centro del pueblo.

Sin embargo, el mito del hombre caimán, hoy sigue vivo más que nunca;
cuentan los abuelos, que el hombre caimán después de haber quedado sólo
y abandonado en el gran rio Magdalena, por quienes al comienzo de su
trasformación lo visitaban su mamá y su amigo, comenzó a deambular y
recorrer desde su nacimiento, hasta al final del río. Cuenta la leyenda, que
en una ocasión, el hombre caimán escuchó un bello canto a lo alto de la
montaña, lo que obligó que el hombre caimán se detuviera y buscara
desesperadamente de dónde provenía ese maravilloso canto.

Al día siguiente, volvió al mismo lugar y escuchó de nuevo esa maravillosa
voz, a través de un bello canto, así lo hizo por días y días, regresaba al
mismo sitio a escuchar el canto y la bella voz hasta que esta se apagara. Un
día muy temprano, se levantó el hombre caimán decidido a ir a buscar esa
bella voz, que cantaba como los ángeles, se dijo así mismo, no quiero solo
escuchar esa bella voz, sino, que voy en búsqueda de quien canta con tanta
dulcura. Convencido de su propósito comenzó su viaje, cruzando y
atravesando Ríos, Ciénegas, Acequias, Jagüeyes, Charcos, deteniéndose a
la misma hora, para escuchar el canto.

En esa travesía, se encontró por allá en un Jagüey de la región de Ariguaní,
a una mujer con aspecto de una anguilla, él se asombró mucho al verla,
porque creía que sólo, él podía tener ese aspecto de mitad hombre y mitad
caimán, ella al instante le preguntó: ¿para dónde vas hombre caimán?, él, le
respondió: voy hacia el norte en busca de un canto dulce y angelical; ella le
dijo: ese recorrido que llevas es muy peligroso, hay cientos de cazadores
en búsqueda de especies como nosotros, a lo que él le respondió, me he
cansado de estar sólo por mucho tiempo y he salido a buscar una bella voz
que escuché hacia lo alto de la montaña blanca; ella le dijo, debes tener
cuidado, hay muchos peligros por el camino, él no hizo caso y siguió su
aventura, más adelante en una gran Ciénega, que llaman Zapatoca, el
hombre caimán vio a lo lejos una criatura extraña, al acercarse se sorprendió
al ver a una mujer galápago, no se sorprendió mucho, porque ya había visto
a la mujer anguilla, él le dijo: no te asustes que no te voy hacer daño, seguiré
mi camino, hacia aquellas montañas blancas que se ven hacia el norte, voy
detrás de un bello canto y una maravillosa voz, la mujer galápago, le deseo
suerte y él siguió su aventura.

En el camino, se encontró con un hermoso rio que se llama el Cesar, halló
una escena muy dolorosa, cientos de peces muertos, por la contaminación
del rio, eso le dolió mucho, pero siguió su camino, más adelante, se
sorprende al ver una especie semejante a él, pero con forma de mitad
hombre y mitad sapo, eso lo sorprendió más que la mujer anguilla y la mujer
galápago, hasta sintió compasión de él, ¡pobrecito! Exclamó, que infortunio
ser un hombre sapo. El hombre caimán le dijo: no te vayas asustar, que no
te voy a comer, sólo ando en la búsqueda de una bella voz, que he
escuchado por estos lados, el hombre sapo le respondió, nunca he
escuchado esa voz, ni ese canto, a lo que le respondió el hombre caimán,

¿acaso no tienes oídos?, el hombre sapo respondió, ¡no! Sólo un tímpano
interno; él no le entendió y se fue; yéndose el hombre caimán, a lo lejos, el
hombre sapo le grita: ¡lo que sí hay en ese camino son muchos cazadores,
hay unas bestías muy salvajes, que todo el que pasa por ese camino, nunca
regresa!, el hombre caimán, le respondió: ¡no pretendo regresar más a esa
soledad! y siguió su viaje.

Una noche mientras descansaba, escucho más cerca la voz y el canto que
lo traía en ese camino, se puso muy contento, porque sabía que ya estaba
cerca. En la mañana siguiente al despertar, y cerca de un hermoso rio de
aguas cristalinas, que se llamaba Guatapuri, se encontró con otro hombre,
pero este tenía la mitad del cuerpo en forma de un armadillo, él se quedó
escondido, viendo como entraba a su madriguera, eso ya no le asombró,
sentía que estaba más cerca de su búsqueda; él sorprendió al hombre
armadillo y le dijo: no vengo en son de pelea, solo voy detrás de un hermoso
canto, que he escuchado por aquí cerca, a lo que el hombre armadillo
respondió, algunos me han contado de ese canto, pero son pocos los que lo
escuchan, dicen que los que han llegado hasta ese lugar, no han regresado
más, él le dio las gracias al hombre armadillo por sus indicaciones, pero se
fue, sentía que estaba cerca de encontrar esa bella voz, su corazón de
aventurero así lo hacía sentir.

Al día siguiente, sintió mucho frio, y no era por miedo, sino porque cuando
se dio cuenta ya estaba en las montañas; esa tarde escucho con más fuerza
ese canto que lo trajo desde las lejanas playas del magdalena, al subir un
poco más de donde estaba, se encontró con unos hombres de vestiduras
blancas, él los saludo y les dijo: no teman, vengo de muy lejos y estoy
cansado, no les haré daño, los hombres respondieron: no te tememos,

somos los guardianes de la Sierra Nevada de Santa Marta y sólo entran
hasta allá arriba, a la montaña blanca, los que tienen un noble corazón; el
hombre caimán bajó la cabeza y sintió pena, pero luego alzó la cabeza y les
dijo: he venido desde muy lejos y no me voy a dar por vencido, ¿ustedes
cómo se llaman?, preguntó el hombre caimán; ellos respondieron, yo soy
Kankuamo, yo soy Arahuaco, yo soy Chimila, yo soy Wiwa, y yo soy Kogui,
todos les respondieron mirándolo fijamente y con una sonrisa en sus bocas;
dijo para sí mismo, “que nombres tan extraños”, y les dijo a ellos: no se
parecen a los hombres que eran como yo, ustedes parecen ser unos buenos
hombres, a lo que respondieron los hombres ¡lo somos!.

Los guardianes de la Sierra Nevada de Santa Marta, le preguntaron al
hombre caimán: ¿qué te trae desde lejos por estas tierras? él dijo: vengo
enamorado de un canto y una bella voz, ellos le respondieron: ese es el
canto de nuestra gran Sirena Vallenata, a quien protegemos y cuidamos de
los cazadores y bestias que vienen tras ella, sólo el corazón puro, podrá
verla y si ella, así lo decide, podrás verla o quedarte con ella, de lo contrario
tendrás que regresar por donde viniste. Él se puso muy triste, porque creía
que no tenía un buen corazón. Esa noche durmió con mucho frio a la orilla
de la laguna Curigua, su sueño fue tan profundo, tanto que no se dio cuenta,
que la Sirena Vallenata había bajado hasta donde él para conocerlo; ella les
dijo a los guardianes: este hombre caimán tiene un buen corazón y es digno
de quedarse conmigo.

A la mañana siguiente, despertó de su sueño profundo, sintió una gran paz
y tranquilidad, cuando de repente, escucho esa gran voz y el canto que lo
trajo hasta ese lugar, entendió que tenía un buen corazón y, además, estaba
observando al ser más hermoso y maravilloso que había visto.

Desde ese momento, el hombre caimán y la sirena Vallenata, han estado
juntos hasta nuestros días, a veces bajan hasta el rio hurtado, para los días
de semana santa y los días del festival vallenato, llegan para escuchar y ver
los instrumentos más maravillosos de la música (Caja, Guacharaca y
Acordeón), los niños y niñas de buen corazón, son los únicos que los ven,
cuentan que los han visto en el desfile de las piloneras y piloneritos, cada
año, también van a escuchar el canto de los reyes vallenatos a la plaza
Alfonso López de Valledupar, y para finales de cada año, viajan hasta las
playas del rio magdalena en Plato, sin que nadie los vea, van y celebran con
algunos amigos entre ellos, la mujer anguilla, el hombre sapo, la mujer
galápago, y hasta el hombre armadillo, con los guardianes de la sierra, van
y disfrutan de las fiestas decembrinas en homenaje a mí, ¡El hombre caimán!



Autores:
OLGA PATRICIA LOPEZ TOVAR
SAUL FERNANDEZ ACUÑA
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