contiene vuestro mundo. Pero no es éste el sitio ni el tiempo
para dedicarnos a una discusión de tal naturaleza. Aceptad
nuestra seguridad de que estáis llevando a cabo un buen trabajo
y que nosotros sabemos más que vos acerca de todas esas
cosas. Os preguntáis, también, dónde os halláis, y yo os res-
pondo que vuestro espíritu desencarnado, temporalmente se-
parado de su cuerpo, ha viajado más allá de los lindes de
vuestro universo y ha ido directamente al centro de otro uni-
verso, a la ciudad que, a su vez, es el centro del planeta prin-
cipal. Tenemos muchas cosas que mostraros y vuestra gira,
vuestras experiencias, no hacen sino empezar. Estad, con todo,
seguro que lo que estáis viendo es aquel mundo tal como está
en la actualidad, ya que, para el espíritu, la distancia no existe.
"Ahora nos es preciso que vayáis contemplando, para que os
familiaricéis con el mundo en que nos encontramos actual-
mente; así daréis más crédito a vuestros sentidos cuando pa-
semos a más importantes materias, ya que pronto os envia-
remos al tiempo pasado, a través de los Archivos Akáshicos,
donde veréis el nacimiento de vuestro planeta, la Tierra."»
«La Voz cesó», continuó el viejo ermitaño, y se calló por unos
breves minutos, que aprovechó para beber unos sorbos de té,
que ya estaba completamente frío. Con aire meditabundo, dejó
a un lado el cuenco y cruzó los dedos de sus manos, después
de haberse compuesto la ropa. El joven monje se levantó y
añadió nueva leña al fuego y luego se sentó, después de haber
arropado una vez más al anciano.
«Como os decía — continuó el viejo monje —, me encontraba
yo en un estado de pánico, y, mientras oscilaba sobre aquella
inmensidad, me sentí caer, me encontré pasando varios
niveles, cruzando puentes entre grandes torres; otra vez me vi
cayendo sobre lo que parecía ser un parque ameno, levantado
sobre una plataforma — o, a lo menos, me lo pareció — que
me sostenía. La hierba, allí, era roja y, entonces, con gran
sorpresa, a un lado descubrí hierba que era verde. En un
estanque de aquel jardín, el agua era azul y en el prado, que
era verde, el estanque era de un color como de vainilla.
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