Imaoma era un joven cazador. Atima era una hermosa
muchacha, buena en el arte de teñir plumas
Imaoma miró a Atima por la mañana, por la tarde y por la
noche. Todo estaba dicho era invitación a boda.
Se produjo la boda con grandes festejos para toda la aldea.
Atima le dió a su esposo un brazalete de piel como regalo.
Imaoma le dió a su esposa un pequeño espejo enmarcado
en ébano que él mismo había tallado.
Al año siguiente los tambores empezaron a anunciar la
desgracia.
Los tambores resonaban roncos y tristes
Pasaron tres años de la boda.
Atima estaba juntando frutos con su pequeña hijita que
llevaba todavía el nombre de sus padres: Atima Imaoma.
De repente, unos hombres de piel descolorida las miraban.
Eran cazadores de hombres que preparaban las redes.
La niñita fue atrapada por ellos.
Su madre peleó y gritó con todas sus fuerzas.
Atima hizo llegar a la niña el espejo tan apreciado por ella.
Un matrimonio compra a la niña dándole el nombre de
Silencio. Fue destinada a ser la doncella de la única hija que
tenían.
Silencio recibió buena comida, buena ropa y educación.
Raquel y Silencio crecieron juntas.
Tiempo después la situación económica de la familia era
desesperante y debieron vender a Silencio.
Silencio fue comprada para una hacienda en la provincia de
Mendoza.
La última noche Silencio pudo saber su nombre.
El espejo le mostró Atima Imaoma
Raquel prometió ir a buscarla algún día.
Años después Atima Imaoma obtuvo el permiso de su amo a
casarse con un esclavo. Tuvieron una hijita a la que llamaron
Atima Silencio.
Aquí se unían 2 partes de su vida: África–América.
El carro de la peste llegó a Mendoza. En él se fueron los
padres de Atima Silencio.
Una noche Atima Silencio tomó el espejo que su Madre le
había heredado y escapa de allí.
El amo le dió la libertad a Atima Silencio por haber salvado la
vida de su hijo. Esa misma tarde ella y su espejo salieron de
la hacienda hacia la libertad.
Atima Silencio se encontró entre los soldados. Estaban en
los preparativos de la campaña Libertadora.
Atima Silencio entrega su espejo al General San Martín.
Después de la partida del ejercito Libertador hacia Chile
comenzaron para Atima Silencio años difíciles. Sólo
conseguía trabajos duros y temporarios.
La libertad era amarga.
En esos años Raquel, quien había contraído matrimonio y
tenido dos hijos, decide ir a buscarla.
Raquel encuentra la tumba de Atima Imaoma.
Mientras hablaba con ella llega al lugar Atima Silencio.
Las dos mujeres se emocionaron.
Raquel le ofrece volver con ella ocupando el lugar que una
vez tuvo su madre.