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las dejas en libertad, te arrastran al precipicio; si las sujetas con mano firme
llevando tú las riendas, te harán volar hacia tu fin.
Toda pasión es como el fuego: puede ser bendición y puede ser maldición,
tal como escribe Schller en La campana: «Es el fuego potencia bienhechora,
mientras la guía el hombre y bien la emplea.»
Por más brioso que sea tu temperamento, por muchas que sean tus malas
inclinaciones heredadas —no es culpa tuya tenerlas—, no te desanimes. Haz
cuanto esté a tu alcance para ennoblecer tu alma, y después acuérdate de la
gran verdad consoladora: «Dios no niega la gracia a quien hace todo cuanto
puede.»
Quien se levanta de mal talante
Todos sufrimos cambios de humor. Hoy estamos de buen humor y
mañana, basta un leve contratiempo, para ponernos de mal humor. «Se ha
levantado de mal talante», dicen los hombres al encontrarle. «Estoy de mal
humor», repites tú mismo.
No hay duda, el humor no depende de nosotros; por tanto, no somos total-
mente responsables de él. Pero de nosotros depende hacer todo lo posible
para sobreponernos a ese mal humor.
Aun estando de mal humor, no debes hacerlo sentir a los que te rodean ni
mostrarlo con enfados, con cara larga o con descontento. ¡Cuántas veces tu-
vieron que dolerse los hombres de palabras ofensivas y acciones precipitadas
que cometieron sin premeditación, bajo la influencia de su mal humor!
Cuántas veces se nos escapan frases no pensadas, de las que sólo más
tarde nos damos cuenta lo ofensivas que fueron para los otros! «¡Dios mío!
Yo no quería hacerlo. No me daba cuenta de las consecuencias que iban a
traer consigo.» Sí, sí, pero ya es tarde.
No abandonarse al desaliento es la virtud del roble, de la roca, del alma
grande.
En las oscuras profundidades del gran océano, donde nunca baja un rayo
de sol, donde la naturaleza pierde el color, donde la temperatura está casi a
cero grados, donde el aire contenido en el agua es de poca densidad, donde
el peso de la mole inmensa del agua viene a ser abrumador; en este
ambiente desolador, ¡es curioso el caso!, viven unos peces luminosos. La
sabiduría de Dios hizo que en este lugar oscuro unos peces con su propio
cuerpo hiciesen de linterna. Hasta en el abismo más oscuro del océano vibra
la vida inundada de luz y de destellos.
Si tienes orden en tu alma, nunca has de estar de mal humor, ni sombrío,
ni desalentado. No te levantes nunca «de mal talante». Procura tener un
humor jovial, expansivo, capaz de trabar conversación con los pajarillos. Trata
de ser, sobre todo, fuente de vida, de alegría, de luz, de sol, cuando la
tristeza, las dificultades económicas y las múltiples preocupaciones te
envuelvan. Piensa que «después de las tinieblas llegará la luz» (Job 17, 12).