voy a ser un monstruo en la de un monstruo, y algo sobre
amor y sobre sangre, no me acuerdo. El estilete, así de
pequeño, lo tenía, me parece, oculto entre sus cabellos. Se
suicidó, y entonces... Huimos de allí, Geralt, te digo que a
poco no reventamos los caballos. Era un santuario poco
bueno.
—Sigue.
—Siguiendo. Sucedió tal y como la sacerdotisa había dicho.
Un par de días después, me despierto temprano, y los
sirvientes, todo el que me veía, un grito y pies en
polvorosa. Voy al espejo... Sabes, Geralt, entré en histeria,
me dio algún ataque, recuerdo todo aquello como a través
de una niebla. En pocas palabras, hubo cadáveres. Unos
cuantos. Usé todo lo que caía en mis manos, de pronto
me había hecho muy fuerte. Y la casa ay udaba como
podía: se cerraban las puertas, volaba la vajilla por el aire,
estallaba el fuego. Quien pudo escapó llevado por el
pánico, mi tía, mi prima, los muchachos de la banda, qué
digo, si se escapó hasta mi gata Tragoncilla. Incluso el
papagayo de mi tía se quedó seco del miedo. Al final me
quedé solo, rugiendo, aullando, gritando, rompiendo lo que
caía en mis manos, sobre todo los espejos.
Nivellen se interrumpió, suspiró, se sorbió los mocos.
—Cuando se me pasó el ataque —dijo al cabo—, era ya
demasiado tarde para hacer nada. Estaba solo. A nadie
pude explicar ya que se me había transformado única y
exclusivamente mi aspecto, que, aunque con una figura
horrible, era tan sólo un crío estúpido, sollozando en un
castillo vacío sobre los cadáveres de sus sirvientes. Luego
me entró un miedo terrible: volverán y me matarán a