André Gide, a quien Antoine había conocido en la primavera de 1929, se entusiasmó con el
nuevo libro de Saint-Exupéry, “Vuelo nocturno”, y prologó la obra. En ésta, describe
maravillosamente el paisaje de la Patagonia:
“Vuelo nocturno” recibió en 1931 el premio Femina. Esta novela consagró a su autor, ya
que fue traducida a quince idiomas, entre ellos el japonés y el finés. Más tarde, Hollywood
la llevó al cine.
En 1932 lo encontramos en la Aéropostale, piloteando hidroaviones que cruzaban el
Mediterráneo desde Marsella hasta Argelia.
En el julio de 1934, Air France lo envía en viaje de estudio al Extremo Oriente. Sale de
Marsella vía Damasco, sobrevuela el Golfo Pérsico, la India, Saigón, y luego de pasar dos
semanas en Indochina regresa a Marsella.
Como escritor tomaba las experiencias del aviador Saint-Exupéry como fuente de
inspiración; uno de sus mejores relatos, “El vuelo roto”, se basa en uno de los accidentes
que protagonizó. Éste fue incorporado a su novela “Tierra de hombres”, la cual obtuvo el
Gran Premio de la Academia Francesa.
Como “una meditación luminosa sobre el destino de la humanidad en guerra”, así fue
juzgada su obra “Piloto de guerra”, publicada en 1942. Inmediatamente después comenzó la
redacción de “El Principito”, en la ciudad de Nueva York, a la que había sido invitado para
dar una serie de conferencias y donde lo sorprendió la fulminante invasión y capitulación
de Francia.
Como veterano de los prolegómenos de la guerra el exilio lo angustiaba, pero la distancia,
la edad y su estado físico eran sucesivas barreras que se le interponían en su propósito de
luchar por la patria. Su negativa a aceptar el liderazgo de De Gaulle aumentaba el
aislamiento que padeció durante ese período de exilio.
El 29 de noviembre de 1942, el New Yok Times Magazine publicó una “Carta abierta a los
franceses de todo el mundo” en la que Antoine proclamaba: “Primero Francia. Es decir,
antes que Pétain y que De Gaulle. Primero Francia”. Era sumamente cáustico al referirse al
militar refugiado en Londres: Yo no hablo una palabra de inglés —decía— pero De Gaulle
no me considera un Francés Libre.
Cruzó finalmente el Atlántico acompañando a las fuerzas norteamericanas que invadieron
África del Norte, en 1943. Durante casi un año permaneció en Argel, donde trabajó
intensamente en “Ciudadela”, obra póstuma que sería editada en 1948.
El 16 de mayo de 1944 concretó el anhelo de reunirse con sus compañeros de escuadrilla,
en Córcega. Realizó varias arriesgadas misiones para fotografiar objetivos, en las que
estuvo a punto de sucumbir. Era fatalista: “Un día u otro caeré de cabeza en el
Mediterráneo”. Quizás recordaría el vaticinio de Madame Pikomesmas, que años atrás le
alertó: “El 29 de junio había cumplido los 44 años.