Proserpina tuvo una infancia feliz junto a su madre y a los demás dioses del Olimpo, hasta que Hades se
enamoró de ella y la raptó. La joven estaba cortando flores en el prado y en ese preciso momento, Hades
abrió la tierra y se la llevó consigo al Mundo Subterráneo.
Cuando Demeter se percató de la desaparición de su hija, emprendió en su búsqueda. Viajó día y noche,
angustiada y acongojada, por el mundo conocido hasta ese entonces. Mas nadie sabía nada. Cuando al
fin Helios le contó la verdad, la diosa se encolerizó y abandonó el Olimpo. Descuidando sus deberes de
diosa, se transformó en anciana y bajó a la tierra. Llegó a Eleusis y se puso al servicio del rey Celeo.
Durante este lapso, la tierra se volvió estéril y la agricultura dio marcha atrás: nada brotaba, ni florecía, ni
daba fruto. Y el hombre empezó a sufrir por el descuido de la diosa. Fue entonces cuando Zeus,
preocupado, mandó a Plutón que devolviese a Perséfone a su madre, pues ésta amenazaba con no dejar
crecer ni una sola espiga sobre los campos. Plutón, tuvo que consentir llevar a su mujer al Mundo de
Arriba, para que se uniera con su madre; pero con astucia, poco antes de dejarla ir, le dio a comer un
grano de granada, que ató a Perséfone a las mansiones subterráneas. Y así hubo que llegar a un
acuerdo con Plutón: ocho meses al año, Perséfone permanecería con su madre y los cuatro restantes
con Plutón, su marido. Demeter aceptó el trato y al poco tiempo, los terrenos se cubrieron nuevamente
de mieses, los árboles de hojas, los sembríos dieron brotes, y luego frutos.
Este podría ser un mito etiológico (estudia sobre las causas de las cosas), ya que así se está explicando
el ciclo de las estaciones del año (los cuatro meses que permanece Perséfone con Hades, se refieren al
invierno y parte del otoño, meses en los que la vegetación no es tan floreciente como en el resto del
año).