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explica Lord Owen, quien recogió en su nuevo libro “la enfermedad y en el poder”, las
conclusiones de seis años de estudio del cerebro de los líderes políticos.
“El poder intoxica tanto que termina afectando al juicio de los dirigentes”, afirma.
Neville Chamberlain, Hitler, Margaret Thatcher en sus últimos años, George W. Bush,
Tony Blair, Fidel Castro, Mao, Francisco Franco, Hugo Chávez, Diego Fernández de
Ceballos, Andrés Manuel López Obrador, Carlos Salinas de Gortari, Elba Esther Gordillo o
Vicente Fox, son sólo algunos de los líderes que han sucumbido al „Hubris‟, un problema
que no está caracterizado como tal por la medicina, pero que tiene síntomas fácilmente
reconocibles, entre los que destacan una exagerada confianza en sí mismos, desprecio
por los consejos de quienes les rodean y alejamiento progresivo de la realidad.
Según el autor del libro “la enfermedad y el poder”, llega un momento en que quienes
ejercen el poder o los que gobiernan dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman
decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas.
Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación
y seguirán pensando en su buen hacer.
David Owen, que conoce bien la política, ya que fue uno de los fundadores del Partido
Social Demócrata Británico (SPD) y secretario de Exteriores del Reino Unido, reconoce en
un ensayo publicado en „The Journal of the Royal Society of Medicine‟, que el poder se le
subió un poco a la cabeza aunque –en su opinión- nunca llegó a esos extremos.
El psicólogo Raymundo Cadena Hernández sostiene que lo que pasa con los líderes
políticos es que “una persona más o menos normal se mete en política y de repente
alcanza el poder o un cargo importante. Internamente tiene un principio de duda sobre si
realmente tiene capacidad para ello. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le
felicitan y reconocen su valía.
“Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y empieza a pensar que
está ahí por méritos propios. Todo el mundo quiere saludarle, hablar con él, recibe
halagos de belleza, inteligencia… y hasta liga”.
Consideró como difícil poder identificar a los „Hubris‟ previo a llegar al trono, pues cuando
andan en la búsqueda lo disimulan, “es una sutileza poder descubrirlos, por ejemplo,
ahora que estamos en un momento político, identificar a quien de los que pretenden tener
„poder‟ presentan las características es dificultoso, pues son lobos que se visten con piel
de oveja”.
Este es el inicio de la primera fase del síndrome Hubris. En poco tiempo la psicopatología
se profundiza “en el que ya no se le dice lo que hace bien, sino que menos mal que
estaba allí para solucionarlo y es entonces cuando se entra en la ideación
megalomaniaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y el creerse insustituible”.
Entonces es cuando los políticos “comienzan a realizar planes estratégicos para 20 años
como si ellos fueran a estar todo ese tiempo, a hacer obras faraónicas o a dar