Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra
de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, a quienes
trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con las tareas más bajas.
Entonces eran ellos los encargados de cargar los bultos, cocinar, cuidar a los
bebés o acarrear el agua hasta las chozas.En determinadas ocasiones las
mujeres, dirigidas por Krah, se reunían en un amplio toldo para llevar a cabo
una ceremonia secreta que se llamaba hain. El hain era una especie de fiesta
donde las jovencitas eran proclamadas mujeres y donde la presencia de los
varones estaba prohibida. Durante el rito, las participantes se reunían
alrededor del fuego y se disfrazaban: se pintaban el cuerpo con arcilla roja y
blanca y se cubrían de plumas. Los hombres, mientras tanto, escuchaban los
gritos y no se atrevían a acercarse por miedo a contrariar a los espíritus
convocados. Pero un día tres hombres jóvenes, osados y curiosos llamados Sit,
Kehke y Chechu se resolvieron a espiar a las mujeres durante el hain. Querían
saber qué pasaba en la choza prohibida y develar el secreto del poder
femenino. Los tres hombres se fueron acercando con sigilo, mirando
atentamente a su alrededor y ocultándose cuando les parecía necesario. Al
llegar junto al toldo y atisbar por entre las junturas de los cueros se dieron
cuenta de la gran verdad: los temidos espíritus no eran más que sus propias
mujeres, a quienes reconocieron una por una. Lleno de rabia, Sit lanzó un
fuerte silbido de aviso, y todos los hombres corrieron hacia la choza donde se
desarrollaba el hain provistos de piedras y palos. Todos juntos se lanzaron
contra las mujeres y las golpearon hasta matarlas.
Rápidamente Krah apagó el fuego sagrado y quiso organizar la defensa, pero
Krren la enfrentó, furioso por el engaño. Enceguecido, le dio fuertes golpes en
la cara y la derribó sobre las brasas de la hoguera. Su enojo era tan grande que
mató a su propia hija, la hermosa Tamtam. Hijas, madres, hermanas, esposas