EL CORTE DEL RÍO GUADALQUIVIR
UN TAPÓN EN CHAPINA
Triana
Santiago Martín Moreno
Es digno de hacer resaltar, en esta Presentación,
cómo en todo un mediado del siglo XX (1948),
algunos intelectuales después de “demostrar” su
enorme valía dirigiendo los destinos de una ciudad
como Sevilla, habrían de recurrir al servicio de
acémilas –animales, supongo, como ellos-, y como
los utilizados en el siglo XVI para pertrechar las
naos, cuando desde el Puerto de las Mulas,
Fernando de Magallanes saldría junto a Juan
Sebastián el Cano para dar, nada más y nada menos
que la vuelta al mundo: con cinco barquitos de nada
que, como diría un trianero de aquella lejana a la vez
que hermosa época: “Vaya una flota chunga”. Toda
una intelectualidad que muy bien en su día llegaría a
bordo de aquellos serones que, a la postre, no
servirían más que, lamentablemente, para llenar de
tierra el cerramiento de nuestro “padre” legendario
Guadalquivir.
¿Dónde están tus aguas claras,
verdes y blancas espumas
en las que yo me mirara?
Y el río le contestó:
¡Están mis aguas manchadas
víctimas del desamor
con que el hombre me tratara!
Y al río dijo la
Luna:
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