ENLACE
Ev a l u a c i ó n Na c i o n a l de l Lo g r o Ac adé m i c o e n Ce n t r o s Es c o l a r e s
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Este apartado, compañeras y compañeros docentes, representa la parte
fundamental de la publicación que tienen en sus manos, no por casualidad
ésta inspira su nombre en el encabezado que leyeron arriba. Efectivamen-
te, tras los mensajes institucionales, llega el momento de ubicarse en las
tierras bajas a que se refiere Goodson en Historia del currículum —en la
trinchera, diríamos ustedes y yo—, así que pongámonos cómodos y empe-
cemos el diálogo que caracteriza al fenómeno educativo desde que nació,
según nos recuerda Fullat (Filosofías de la educación).
El propósito legítimo de la evaluación del aprendizaje consiste en obtener
información que, analizada, valorada y potenciada por los docentes, sirva
para mejorar la enseñanza en beneficio de las alumnas y alumnos. En esto
coinciden los clásicos del tema (como Amigues [Las prácticas escolares de
aprendizaje y evaluación], Barbier [La evaluación en los procesos de forma-
ción], Bertoni [Evaluación. Nuevos significados para una práctica compleja],
Cano [Evaluación de la calidad educativa], Casanova [La evaluación edu-
cativa], Rosales [Evaluar es reflexionar sobre la enseñanza]…) y quienes
concebimos la evaluación como parte del continuo de las acciones educa-
tivas.
Resulta imprescindible recalcar que el propósito legítimo de la evaluación
del aprendizaje consiste en obtener información útil para mejorar la ense-
ñanza, no sólo para situar el contenido del presente apartado sino para
tomar distancia de usos inapropiados de la evaluación, relacionados con
el control, la simulación y el castigo. Este apartado, compañeras y compa-
ñeros docentes, no está pensado desde ahí. Tampoco, por cierto, desde el
podio del sabelotodo.
Hay que insistir: es muy importante señalar que la evaluación del apren-
dizaje tiene una función pedagógica porque ahora mismo parece que no
fuera así. Por ejemplo, a partir de supuestos resultados de evaluación, se
observa un énfasis en la elaboración de listados de escuelas, que dan lugar
a juicios acerca del aprendizaje alcanzado por niñas y niños, lo mismo que
SUGERENCIAS PARA USAR LA INFORMACIÓN DE CADA REACTIVO CON FINES
PEDAGÓGICOS
en relación al trabajo docente. De igual modo, supuestos resultados de
evaluación llegan a ser la nota principal en los medios informativos y, en
consecuencia, viven el efímero ciclo que les impone la novedad mediática.
Y —para citar un tercer caso— supuestos resultados de evaluación alimen-
tan el pesimismo que cruza muchos espacios del imaginario nacional.
¿No es verdad que se cree hablar de evaluación cuando se dice: “Allí sí
aprenden los niños y los maestros sí trabajan, pero allá no”; o cuando se
afirma: “Sólo el 1% de los 500 mil alumnos que presentaron el examen ob-
tuvo una calificación aprobatoria”; o “México en último lugar”? Frente a cada
una de estas afirmaciones, ustedes y yo tenemos algo que señalar.
Respecto a la primera, replicamos que sólo se puede concluir dónde sí se
aprende y dónde sí se trabaja cuando antes se estudiaron las condiciones
en que interactúan alumnos y maestros. Acerca de la segunda afirmación,
planteamos que sería bueno informar qué examen fue ése en el cual, se
dice, sólo el 1% de los examinados “aprobó”: ¿qué se preguntaba?, ¿en
qué momento se aplicó?, ¿se esperaba que todos los examinados “aproba-
ran”? Y respecto al asunto del último lugar, pensamos: ¿nuestros alumnos
aprenden en circunstancias equiparables a las que tienen los estudiantes
de otras naciones para que sea pertinente compararlos?, ¿los contenidos
incluidos en el dichoso examen son los que nuestros alumnos tratan en la
escuela?, ¿entre el valor numérico correspondiente a la población nacional
y el que se refiere a las demás, existe una diferencia significativa desde el
punto de vista matemático?
Ya se ve que de poco serviría la evaluación educativa si su propósito central
fuese listar escuelas, calificar a vuela pluma el trabajo docente, emerger de
manera fugaz en los medios de comunicación o ahondar sentimientos de-
rrotistas. La evaluación educativa, repito, tiene como fin legítimo contribuir
a la mejora de la enseñanza. Posiciones contrarias como las descritas arri-
ba, parten de lecturas simples, reduccionistas e interesadas del fenómeno
educativo.
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