laboral. De ahí que ahora las sociedades tiendan a dejar la enseñanza institucional del
lado práctico, dejando a la familia la formación de los jóvenes en las habilidades
sociales. La realidad es que al final una persona no puede diferenciar entre educación e
instrucción, dado que ambos aspectos son necesarios. En nuestra época, por tanto, la
distinción anterior ya no se hace, siendo el término educación o enseñanza la que
encierra ambos significados; aunque, por el lado de lo institucional de capacidades
cerradas, diferentes de las abiertas. Las primeras hacen referencia a elementos básicos
como vestirse, lavarse, entre otros. Las segundas tienen como característica que pueden
irse aprendiendo durante toda la vida y nunca se logra de forma perfecta. Las
habilidades cerradas se practican sin conciencia de que las poseemos; las abiertas sí
implican conciencia. Cotejando las habilidades cerradas y abiertas con educación e
instrucción, podría decirse que las primeras guardan relación, al igual que las segundas,
entre sí. La exigencia actual de nuestras sociedades es hacia los dos tipos de formación,
o educación, sobre todo en el ámbito laboral. El reto que en realidad enfrenta la
educación ahora no es esto en sí, sino la formación de la personalidad; formar no sólo el
núcleo cognitivo sino también la forma de ser uno mismo. Ahora bien, muchos hablan
de un currículum oculto en la educación institucionalizada, en donde se favorecen, por
ejemplo, alguna religión, género o riqueza. Si fuera así, esto no debiera ser, sino la
educación debe favorecer el reconocimiento de lo humano, por los humanos, ya que
esto permite la maduración, a la vez que se promueven modelos de excelencia en la
autoestima. La escuela, como institución, no puede renunciar a este aspecto, dado que si
así fuera los jóvenes usarán cualquier modelo, aún no adecuado, para formar una
personalidad.