La muerte es algo de lo que nadie puede escapar. La muerte sigue a la vida con tanta
seguridad como la noche sigue al d
ía, el invierno sigue al otoño o la vejez sigue a la juventud.
Las personas se preparan para no sufrir cuando les llegue el invierno; se preparan para no
tener que sufrir en la vejez. ¡Pero pocos se preparan para la certeza a
ún mayor de la muerte!
A casi nadie le gusta hablar de la muerte; duele demasiado. Sin embargo, tarde o temprano,
todos tenemos que enfrentarnos a ella.
No hay nada que pueda prepararnos para la muerte de un padre, un esposo o un hijo. Esta
puede llegar de golpe o lentamente. Pero en todos los casos, el dolor que produce es inevitable
y sus efectos son devastadores.
La experiencia de la muerte en una persona cercana puede ser, sin duda, un detonante que nos
lleve a replantearnos nuestra propia vida. El modo de ver la muerte cambia seg
ún la edad, las
circunstancias y la formaci
ón de quién la experimenta más de cerca.
la muerte debe, por consiguiente, agradecerse tanto como se agradece la vida ya que esta es
necesaria; Si las personas vivieran para siempre, tarde o temprano empezar
ían a anhelar la
muerte. Sin la muerte, enfrentar
íamos gran cantidad de nuevos problemas, desde la
superpoblaci
ón hasta el hecho de que las personas tuvieran que vivir para siempre en cuerpos
avejentados. La muerte hace espacio para la renovaci
ón y la regeneración.
El budismo ve la muerte como un per
íodo de descanso, como un sueño a partir del cual la vida
recobra energ
ía y se prepara para nuevos ciclos de existencia. No hay ninguna razón para
temerle a la muerte, para odiarla o para buscar desterrarla de nuestras mentes.
La muerte no discrimina, nos despoja de todo. La fama, la riqueza y el poder son todos in
útiles
en los solemnes momentos finales de la vida. Cuando el momento llega, en lo
único que
podemos confiar es en nosotros mismos.
Ésta es una confrontación imponente ante la cual nos
presentamos con la sola armadura de nuestra cruda humanidad, del registro real de lo que
hemos hecho, de c
ómo hemos escogido vivir nuestras vidas.
La biblia afirma que” Los muertos est
án como dormidos en el sentido de que se encuentran
inconscientes y no pueden hacer nada. Pero el Creador de la vida puede resucitarlos.
Dios ha prometido que cuando llegue el momento oportuno, los muertos que est
én en su
memoria ser
án resucitados en un nuevo mundo justo.
Los que resuciten sabr
án quiénes son y reconocerán a su familia y a sus amigos. Y aunque el
cuerpo ya se haya descompuesto, Dios les dar
á uno nuevo, pero serán las mismas personas que
antes”
Para morir bien, uno tiene que haber vivido bien. Para quienes han vivido fieles a sus
convicciones, para quienes han trabajado por llevar felicidad a los dem
ás, la muerte puede
venir como un placentero descanso, como un sue
ño bien ganado después de un día de
agradable ejercicio.
El estar consciente de la muerte nos permite vivir cada d
ía y cada momento lleno de
agradecimiento hacia la incomparable oportunidad que tenemos de crear algo durante nuestra
estad
ía en la Tierra. Creo que para disfrutar verdadera felicidad debemos vivir cada momento
como si fuese el
último. El presente nunca volverá. Podemos hablar del pasado o del futuro,
pero la
única realidad que tenemos es este momento presente. Y el confrontar la realidad de la