Escuelas historiográficas

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Lectura para ejercicio y quiz en el aula virtual


Slide Content

Cuando la historia era crónica, los historiadores describían hechos;
convertirse en ciencia social la cambió profundamente. Pero, ¿sabes por qué
generó diferentes escuelas o corrientes? Si las corrientes históricas parten
de ángulos diferentes y llegan a interpretaciones distintas, ¿cómo se sabe
quién tiene razón? o ¿por qué esas escuelas aún existen, si son históricas?
Datos, información y conocimiento son tres
conceptos clave en el mundo de hoy y fun­
damentales para entender las diferencias entre
las escuelas o interpretaciones de la historia.
Los tres son conceptos polisémicos, así que
usaremos solo el significado aplicable a nues­
tra materia.
Dato.
Es una palabra que proveniente del latín
datum
y significa “lo que se da”. En el caso de
la historia, hablamos de hechos, de sucesos que
se dan.
Información.
Es lo que proporciona significado
o sentido a las cosas, es decir, el orden que le
damos a los hechos para entenderlos. En his­
toria ese orden varía según los supuestos de las
diferentes escuelas.
Conocimiento.
Es el acto de conocer, el pro­
ceso que permite que la información sea
nuestra, que la entendamos y sepamos. Como
las escuelas parten de supuestos distintos,
seleccionan datos diferentes y producen una
interpretación diversa, propia, de un mismo
acontecimiento.
Cada escuela pone acento en una forma de­
terminada de reconstruir los hechos, por lo
que sus conocimientos e interpretaciones
son diferentes; esta interpretación enriquece
los supuestos de cada escuela y las guía ha­
cia una nueva selección de hechos. Quienes
no pertenecemos a ninguna escuela, ni somos
historiadores, podemos acrecentar nuestros
conocimientos al comparar las interpretacio­
nes históricas de un mismo acontecimiento.
Analizaremos cuatro escuelas fundamenta­
les: positivista, historicista, escuela marxista
y escuela de los
Anuales.
No son las únicas, y
de ellas se han desprendido otras. Datan del
siglo
XIX
o principios del
XX
y todas existen
aún, aunque han evolucionado y cambiado.
Observa el infográfico en la página siguiente.
41
«

► Infográfico
La historia
como ciencia social
Escuelas
históricas
....

De los
Armales

/

Positivistas
Marxistas

Historicistas

Interpretación

Conocimiento

Supuestos

Información

Hechos <

Procesamiento
Las nueve musas, al ser representadas en esculturas o pinturas tenían:

atributos y actitudes diferentes, en función de la disciplina artística

o científica a la que eran asociadas, lo que permitía distinguirlas:

Urania

Es la musa de

la astronomía

y astrología

(en general

de la ciencia);

se representa

con un

compás y un

globo celeste.

Clío

Es la musa

de la historia,

aparece

sentada y con

un pergamino

abierto o

un cofre de

libros.
Leopold von Ranke.
Recono­
cido como el historiador que
introdujo al positivismo como
método de investigación his­
tórica. Considerado como el
fundador de la historiografía
moderna. Escribió
Historia de

los pueblos romanos y germá­
nicos desde 1494 hasta 1535,

Historia de los osmanlíes y de

la monarquía española duran­
te los ss. xvi y xvn, Historia de

Alemania durante la Reforma,

Historia de los papas
e
Histo­
ria universal.
Escuela positivista
Para la mayoría de las ciencias sociales, el filósofo y sociólogo francés Auguste Comte
fue el fundador de la escuela positivista moderna; pero en el caso específico de la
historia, el iniciador fue el alemán Leopold von Ranke (1795-1886), quien afirmaba
que el objetivo de la historia “no consiste tanto en reunir y acoplar hechos como en
comprenderlos y explicarlos”. La corriente o escuela filosófica positivista introdujo la
necesidad de dotar a la historia de un método científico y técnico objetivo, como base
para formular leyes; además, buscaba trabajar los datos y ordenarlos de la forma más
realista posible, para comprenderlos y explicarlos. En teoría, pretende no interpretar­
los, lo cual hasta la fecha no se ha logrado.
Los positivistas se basaron sobre todo en las fuentes escritas, en las que se volvie­
ron expertos; por esa razón a ellos debemos grandes logros en el estudio de los textos
antiguos y de algunos bbros importantes, como sucede con la
Historia de Roma
del
historiador alemán Theodor Mommsen (1817-1903), que le vahó el Premio Nobel
de Literatura de 1902. En 1854, el propio Mommsen, financiado por la Academia
de Berlín puso en marcha un gigantesco proyecto para editar todas las inscripciones
latinas del Imperio Romano. Cuando murió se habían publicado más de 120000
epígrafes.
El francés Jules Michelet (1798-1874) fue el historiador positivista más destacado
de la época y un autor prok'fico, aunque tardó 30 años en completar su obra
Historia

de Francia.
La cuidadosa investigación que realizaba para sus trabajos, el empleo de
cuadros cronológicos y su estilo apasionado, lo convirtieron en un escritor interesante,
aunque no tan objetivo como era de esperarse en un positivista. Para él, el pueblo es
el protagonista de la historia, por lo que estudia fenómenos económicos, sociales, etc.
Cercanos al
liberalismo,
los positivistas creían firmemente en la importancia del
individuo. Y así realizaron una serie de relatos sobre la historia basados en grandes
personas que hacen grandes cosas. Para los positivistas, la historia es algo relativamen­
te estático que solo se modifica al aparecer poderosas voluntades que tuercen sus cau­
ces. Algunos positivistas, como el propio Mommsen (1817-1903), generaron también
el concepto del “genio de los pueblos”. En la actualidad, esta escuela se ha convertido
en el neopositivismo y usa la tecnología en sus investigaciones.
Epígrafes.
Citas o sentencias, como las frases célebres. Si están grabadas sobre piedra o metal se les llama

Glosario
inscripciones.
Liberalismo.
Doctrina política que, a partir de un código de ética claro, defiende las libertades y la iniciativa
individual, y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural.

42___________________________________________________________________________ . st-editorial.com

IDENTIFICAS LAS ESCUELAS

DE INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
En México, durante la segunda mitad del siglo
XIX
y principios del
xx,
el po­
sitivismo fue muy importante e influyó en la configuración de la Escuela Nacional
Preparatoria, creada por un discípulo de Comte, el Dr. Gabino Barreda (1820-
1881), con el lema “Amor, orden y progreso”, quien además, escribió
De la educación

moral
,
Oración cívica,

y
Opúsculos, discusiones y discursos.
Otro positivista se encargó de la reapertura de la Universidad Nacional
de México: Justo Sierra Méndez (1848-1912), poeta, ensayista y ministro de ins­
trucción pública y bellas artes durante la última década del Porfiriato. Sierra Mén­
dez escribió varios libros de historia de México y de historia universal para prima­
ria, así como múltiples poemas y artículos; además, dirigió la publicación
México,

su Evolución Social

y de la
Antología del Centenario.

Según sus propias palabras: “Es
cierto que la historia que, en nuestro tiempo, aspira a ser científica, debe vedarse la
emoción y concentrarse en la fijación de los hechos, en su análisis y en la coordina­
ción de sus caracteres dominantes, para verificar la síntesis
La obra del filósofo mexicano Leopoldo Zea (1912-2004) está orientada a la
recuperación del objetivo fundamental de la filosofía: la reflexión en torno al ser
humano, ya que para él constituye, tanto su origen, como su fin. Una de sus obras,
El positivismo en México

(1943), es de gran importancia para entender el desarrollo
de esta corriente en México.



Escuela historicista
El
historicismo
es un conjunto de corrientes y
doctrinas que interpretan los fenómenos huma­
nos como producto de la historia. Se desarrolla en
tres campos: histórico, filosófico y estético, y es en
este último, fundamentalmente en la arquitectura,
donde se observan la mayoría de las referencias al
historicismo.
Como escuela histórica surge en las primeras
décadas del siglo
XX.
Sus precursores, los sofistas
griegos y el italiano Giambattista Vico (1668-
1744), plantearon la importancia de la historia para
comprender a la sociedad. El alemán Wilhelm
Dilthey (1833-1911), padre del historicismo mo­
derno, distinguió entre las ciencias de la naturaleza
(con leyes de utilidad económica) y las ciencias del
espíritu (que intervienen en el curso de la historia y
lo impulsan desde la acción humana diferente, libre
y creativa).
España tuvo dos grandes representantes del his­
toricismo: José Ortega y Gasset (1883-1955) yjosé
Gaos y González Pola (1900-1969). Gaos, republi­
cano español exiliado en México, trajo su contexto
intelectual a este lado del Atlántico en 1938 a con­
secuencia de la Guerra Civil Española.
Historia de

nuestra idea del mundo

fue su obra más historicista.

Wilhelm Oilthey.
Fue contem­
poráneo de Nietzsche, nació
en Biebrich am Rheim, Alema­
nia, y a los 49 años ocupó la
cátedra de filosofía en la Uni­
versidad de Berlín, donde se
dedicó en cuerpo y alma a la
docencia. Elaboró una filoso­
fía de la vida en medio del fre­
nesí del progreso industrial,
técnico y científico. Sus libros
más importantes fueron:
Teo­
ría de las concepciones del

mundo
e
Introducción a las

ciencias del espíritu.
Se con­
sidera a Dilthey como el más
destacado representante del
historicismo.
Entre sus discípulos destacaron los mexicanos Edmundo O’Gorman (1906-1995),
Justino Fernández (1905-1972) y Leopoldo Zea.
O’Gorman, a pesar de poseer un gran conocimiento de los acontecimientos del
pasado, siempre se negó a ver a la historia como un mero recuento de datos, y desde
sus primeros trabajos fue contra la “historiografía positivista”, como él solía llamar­
le. Esta actitud combativa la mantuvo durante toda su vida, por lo cual es conside­
rado como uno de los más importantes revisionistas de su generación.
El mexicano Justino Fernández (1901-1972), analizó como historiador obras
de arte representativas de distintas etapas: Coadicue -diosa terrestre de la vida y la
muerte en la mitología mexica-, de la época prehispánica; el
Retablo de los Reyes,

de
la Catedral de México, construido durante la Colonia; el paisajismo de José María
Velasco, de la segunda mitad del siglo xix; y para el
XX,
El hombre en llamas,

que
José Clemente Orozco pintó en el Hospicio Cabañas de Guadalajara y del que
expresara: “El canto del hombre en llamas, que en verdad es doloroso lamento, nos
hace estremecer, porque sugiere que al acabarse el fuego, todo será tinieblas”.
Leopoldo Zea, en su análisis del positivismo, planteaba que los hechos históricos
no son independientes a las ideas. Fue un autor prolífico, y sus obras
América en la

historia
,
América como conciencia

y
Filosofía de la historia americana,

lo convirtieron
en un clásico del historicismo.
En México, el historiador Alvaro Matute Aguirre (1943), ganador en marzo
de 2009 del Premio nacional de ciencias y artes 2008, en historia, ciencias sociales
y filosofía, es la cabeza actual de la escuela positivista, en la cual destaca por sus
aportes a la historiografía, conjuntamente con la teoría y la filosofía de la historia.
Entre sus obras podemos señalar
Pensamiento historiográfico mexicano del siglo xx

y
Aproximaciones a la historiografía de la Revolución Mexicana.

Escultura de Coatlicue
El tren,
de José Ma. Velasco
Retablo de los Reyes,
de Jerónimo

de Balbás
El hombre en llamas,
de José Clemente

Orozco

Kart Marx.
Sufrió en carne propia la primera crisis del capitalismo (1830)
y las revoluciones de 1848. Fue autor de
Los manuscritos económico-

filosóficos, La ideología alemana
y
El Capital,
entre otras obras. Escribió
El manifiesto comunista
a las masas. Fue tan polémico que se le atribuye
haber dicho "yo soy Marx, no marxista'.' Murió en Inglaterra, donde vivió al
amparo del también alemán, industrial, filósofo y revolucionario, Federico
Engels (1820-1895), su coautor y benefactor.
Escuela marxista
Karl Marx (1818-1883) estudió historia para
cambiarla, por eso es difícil separar al mate­
rialismo histórico del movimiento político que
generó como activista. Además de historia,
Marx estudió psicología, filosofía y economía;
aprendió español para leer a Cervantes; analizó
con detenimiento a los pensadores de su épo­
ca; continuó la línea de Adam Smith (1723-
1790) y David Ricardo (1772-1823) en la de­
finición del trabajo como fuente de valor y usó
el sistema dialéctico de Hegel (1770-1831) para
mostrar su premisa básica: “La lucha de clases
es el motor de la historia”.
Para estudiar la dialéctica hegeliana la
dividimos en tres momentos: una tesis (un con­
cepto), una antítesis (concepto contrario) y una
síntesis (un nuevo concepto que conserva parte de
los dos anteriores). Mientras que Hegel analizó
ideas, Marx estudió lo material, las sociedades di­
vididas en clases (la dominante, dueña de los me­
dios de producción, y la dominada, que depende
de su trabajo para sobrevivir). Estas clases anta­
gónicas luchan entre sí, hasta que se sintetizan en
una nueva clase que en la siguiente etapa histórica
será la dominante, e impondrá sus medios de
producción y generará, a su vez, su antítesis. Ob­
serva el siguiente cuadro:
CUADRO
1. DIALÉCTICA MARXISTA
Clase
Edad Media
Capitalismo
Dominante (tesis)
Señores
feudales
Burguesía
Dominada (antítesis)
Siervos
Proletariado
Nueva (síntesis)
Burguesía
Comunista (futuro)
Como puedes ver en el cuadro, se presenta
un ejemplo de lucha de clases en la Edad Me­
dia, en la que los señores feudales eran libres,
dueños de los medios de producción (tierras),
mientras que los siervos carecían de libertad y
trabajaban para su señor (cultivaban las tierras).
Como consecuencia de la lucha entre ambas
clases, algunos siervos se escaparon y se fueron
a los burgos (pequeños pueblos o villas). Ahí,
para poder subsistir, comenzaron a fabricar
productos y a venderlos (cambiarlos por dine­
ro), y recibieron el nombre de burgueses (por
ser habitantes de los burgos), ellos sintetiza­
ban la libertad de los señores feudales y el tra­
bajo de los siervos. Para salir de su situación de

IDENTIFICAS LAS ESCUELAS

DE INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
pobreza extrema, los siervos que seguían traba­
jando en los feudos comenzaron a emigrar del
campo a la ciudad para trabajar por un salario
(asalariados) y fueron empleados por esta nue­
va clase en desarrollo, llamada burguesía. Con
el paso de los años, la burguesía desarrolló las
máquinas (bienes de capital), que operaban los
asalariados, quienes, como ganaban poco, tenían
muchos hijos (prole) para lograr más ingresos, lo
que engrosó las filas de otra nueva clase a la que
se le llamó proletariado. Según esta teoría, cuan­
do termine la lucha entre burgueses y proletarios
surgirán los comunistas, no existirá lucha de cla­
ses, y los medios de producción y el trabajo serán
de todos, comunes.
Entre los historiadores contemporáneos de la
escuela marxista destacan: el francés Pierre Vilar
(1906-2003), autor, entre otros libros, de
His­
toria marxista, historia en construcción,

donde se
enfrenta con algunas de las principales catego­
rías del marxismo, y de
Pensar históricamente,

su
autobiografía. Está también el angloegipcio Eric
Hobsbawm (1917) autor de libros como
Historia

del Siglo xx

y
La era de la Revolución, 1789-1848,

considerada por algunos historiadores como la
más accesible y apasionante historia universal
contemporánea.
En nuestro país, el sociólogo e historiador
Pablo González Casanova (1922) sacudió las
conciencias con su reconocida obra
La demo­
cracia en México

(1965) en la que, con dialéctica
marxista, analizó el colonialismo interno y mos­
tró cómo históricamente los estados más ricos
dominan a los más pobres.

Lucien Febvre.
Fundador, junto
con Marc Bloch, de la escuela
de los
Annales,
de gran impor­
tancia en la historiografía del
siglo xx. En la década de 1930
e inicios de la de 1940 publi­
có numerosos títulos, pero la
Segunda Guerra Mundial inte­
rrumpió su trabajo y acabó
con la vida de su colega Bloch.
Febvre dirigió escuela y revis­
ta en la posguerra. Fernand
Braudel fue su mejor discípulo
y continuador.
Escuela de los
Annales
Un
anal
es una publicación periódica en la que se reco­
gen noticias y artículos sobre un campo concreto de la
cultura, la ciencia o la técnica. En el caso de la historia,
la escuela de los
Annales

es la que se formó en Francia en
1929, en tomo a la revista
Annales de historia económica y

social
, fundada por Lucien Febvre (1878-1956) y Marc
Bloch (1886-1944).
Primera generación.
En 1929, Francia, y en general la
mayoría de las naciones de Europa, estaban inmer­
sas aún en las consecuencias de la Primera Guerra
Mundial y vivían por adelantado la crisis económica
mundial. Solamente los gobiernos totalitarios de Mus-
solini en Italia y de Stalin en la
URSS
parecían tener la
receta idónea para organizar a las masas empobrecidas.
Era necesario un nuevo esquema para comprender al
mundo -donde los conceptos de progreso, libertad,
igualdad y fraternidad eran un mito- y el positivismo
no tenía respuestas para el desencanto y la decepción
existente. En ese marco, los historiadores de la escuela
de los
Annales

desempeñaron un papel interesante al
manifestar un claro compromiso social, usar el materia­
lismo histórico, sin ser una escuela mandsta, y proponer,
en voz de Lucien Febvre, una “historia problema”.
Uno de los primeros análisis que esta escuela realizó
fue el del Estado surgido a mediados del siglo xvm;
Estado que se suponía era capaz de generar bienestar,
seguridad social y equilibrio para toda la sociedad. Al
llevarlo a cabo se introdujo en los análisis históricos
a las mayorías, a las colectividades que “nunca habían
tenido historia”. Títulos como
El problema de la incredulidad en el siglo xvi: la religión de

Rabelais

(1942), de Lucien Febvre y
Los reyes taumaturgos,

de Marc Bloch, ilustran el
punto. ¿Quién era Frangois Rabelais? Un hombre sin atributos. ¿Qué se decía acerca de
los reyes taumaturgos o magos? Que lejos de ser divinos y curar a sus súbditos con un
solo toque, se servían del sentido de la obediencia para ostentar el poder.
Segunda generación.
En 1946 se cambió el nombre de la revista por
Annales. Economías.

Sociedades. Civilizaciones.

Esto reflejó la nueva orientación de la escuela, encabezada por
el historiador francés Fernand Braudel (1902-1985), quien se caracterizó por destacar
el papel que desempeñan los factores socio-económicos en la historia y por la unión
que proponía entre las diferentes ciencias sociales. En su obra dejó claro que cada cul­
tura pertenece a determinado contexto histórico, que hay que comprender y explicar el
pasado de cada pueblo en todas sus dimensiones, también buscar el cómo y el por qué
ocurrió de esa forma. Para ello, Fernand Braudel recurrió a la geografía, la sociología, la
economía, a la estadística y a todas las ciencias que puedan auxiliar en la tarea; mientras
que el Estado, las instituciones, los personajes y las guerras pasan a un lugar secundario,
ya que solo explican la coyuntura.
Braudel es el autor de
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II,

considerada por muchos como una de la. obras historiográficas más destacadas de la
primera mitad del siglo xx. Al inicio de la década de 1960, Braudel se retiró de
Annales

por discrepancias intemas.
Tercera generación.
Esta generación, la de la “nueva historia”, se caracterizó por su he­
terogeneidad, por su falta de consenso metodológico, político e intelectual. El protago­
nismo lo tomaron Jacques Le Goff (1924), especialista en el medievo, autor de obras
como
La Edad Media explicada a los jóvenes,

y Pierre Nora (1931), cuyo trabajo más
importante fue de editor en prestigiosas editoriales de ciencias sociales. Se le critica
a esta generación “la multiplicación desordenada de los objetos de investigación”.
Figura 3.
De acuerdo con Braudel, el conocimiento de la sociedad y del ser
humano es el objetivo esencial del historiador.