CONCLUSIÓN
A través de este estudio sobre el Salmo 92:12, como primera fase, pudimos estudiar como el Salmista David
asemeja al cristiano con la palmera fructífera, siendo éste de agrado delante de los ojos de nuestro Dios. Pero para
ser agradable a la vista de Dios, debemos tener una vida recta tanto en su sentido moral y espiritual , lo cual, nos
conduce a seguir produciendo frutos dignos y llenos de buenas obras: “ … que vuestro amor abunde aún más y
más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles
para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medios de Jesucristo, para gloria y alabanza de
Dios.” (Filipenses 1:9-11). Y para que nuestra adoración sea aceptable a Dios, hay que tener las deseables
características de la palmera datilera como así mismo la Palabra de Dios afirma: “ … que seáis llenos del
conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del
Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con
gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos
ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quién tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados.” “… si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros
de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del
cielo…” “… a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.” “… Por lo tanto, de la manera que
habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él.” (Colosenses 1: 9-14, 23, 28; 2:6).
Debemos ser consciente que nuestro crecimiento y el logro de nuestra vida espiritual es determinado por
nuestro crecimiento interior basado en el buen fundamento, Cristo, la Roca inconmovible y firme. “Semejante es
al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una
inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la
roca.” (S. Lucas 6:48).
Como pudimos estudiar, nuestro hombre exterior es cual la corteza de la palmera, podrá ser maltratado y
azotado por variadas circunstancias, más no obstante, si su interior está sano, nada podrá detener el crecimiento
espiritual. “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el
interior no obstante se renueva de día en día.” (2 Corintios 4:16).
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