Fábulas de Esopo
El viejo perro cazador
Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante
ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días un jabalí en una cacería. Y lo
agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que
el jabalí escapó.
Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al
perro.
El perro lo miró lastimosamente y le dijo:
-Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis
flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me
maltrates por lo que ahora soy.
Respeta siempre a tus ancianos, que aunque ya no puedan hacer de todo, dieron lo
mejor de su vida para tu beneficio.
El águila y el escarabajo
Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un
escarabajo, suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando
la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el
águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila
echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro
para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica
escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se
levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin
darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que
salen a volar los escarabajos.