Aristóteles: en Metafísica I, 983b29, dice que también los primeros
"teologizantes" (se refiere con este término a los "autores de cosmogonías",
como entiende García Yebra)
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opinaron "acerca de la naturaleza".
Según Cornford, la "física" milesia nada tiene que ver con la ciencia y la
observación directa de la realidad. Estas elaboraciones continúan las
respuestas míticas tanto en su material conceptual como en sus esquemas
explicativos, traslada a representaciones laicizadas el esquema cosmogónico
realizado por el pensamiento mítico–ritual. Si el mundo homérico presenta una
distribución, entre los crónidas, de diversos lotes y honores (Il. XV, 189-194), el
mundo de los naturalistas jonios presenta una división de jurisdicciones entre
los poderes contrarios. El pensamiento de Anaximandro guarda una estrecha
dependencia con la poesía de Hesíodo: no hay gran diferencia entre concebir
el origen de todo a partir del Caos (Teog. 116) o de una naturaleza
indeterminada (12 B 1, A 9, A 13, A 14). A partir de este origen indiferenciado,
la cosmogonía hesiódica hace nacer parejas divinas, que interactuando
terminan por formar la estirpe de los dioses olímpicos, en los que se
fundamenta el orden del mundo; para la cosmología jonia estos contrarios no
son ya divinidades personales, como Urano y Gea, sino naturalezas como lo
cálido y lo frío, lo húmedo y lo seco, que en su interacción dan forma al cosmos
cíclico.
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Las repercusiones de la concepción de Cornford fueron tan importantes que la
quinta edición de fragmentos de Diels (1935) fue modificada por Kranz para
adaptarla en este sentido; este helenista amplió el apéndice que incluía
fragmentos de poesía y prosa cosmológica y astrológica y los ubicó al principio
de la colección. Kirk y Raven le dedican todo un capítulo de su obra crítica
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a
los "precursores de la cosmogonía filosófica", como las cosmogonías órficas, la
cosmogonía de Hesíodo y las cosmogonías "mixtas" como la de Ferécides.
La edición de fragmentos de los presocráticos de Gredos, aun cuando inicia
también por Tales, lo hace a pesar de los reparos del director de la edición:
este expresa que no comienza por Anaximandro, primer autor del que
disponemos de citas textuales, sólo para no romper con la tradición,
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y que él
no tendría inconvenientes en comenzar la historia de la filosofía con Homero, si
se le encomendara la tarea de confeccionar una historia temática de la filosofía
por textos, donde se incluyeran temas filosóficos, como los del significado de la
muerte, el sentido de la vida, etc.
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Los que se niegan a considerar las producciones cosmogónicas como
antecedentes de la filosofía, como Jaeger, Guthrie y Eggers Lan, esgrimen en
su contra la inautenticidad de tales escritos: Son obras conservadas en
fragmentos, en citas de autores posteriores, excepto la Teogonía hesiódica que
se ha conservado íntegra. En este sentido comparten la precaria forma de
transmisión de la filosofía presocrática. Pero cuando se ha evaluado la
influencia recíproca entre poemas y prosa de contenido cosmogónico y la
filosofía presocrática, los cosmólogos se han mostrado siempre en deuda con
los filósofos. Así, se ha visto que Epiménides está influido por Anaxímenes,
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y
la teogonía rapsódica de Orfeo está en deuda
con Ferécides, Heráclito, Parménides y Empédocles.
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Por ello se ha podido
determinar que las cosmogonías órficas no son anteriores al siglo VI a. C.,
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incluso algunas son posteriores a Sócrates, y pertenecen frecuentemente a la
era cristiana.
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