Follaje novela

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Slide Content

1
FOLLAJE
(RECUERDOS DE MALENA)

RODRIGO ALMEYDA

2
FOLLAJE

Autor
HERMES RODRIGO ALMEYDA TUEROS

1ra ed. Enero de 2014
Portada
Pablo Picasso 1881-1973 | Nude Paintings
Todos los derechos reservados con arreglo a ley Nº 26905

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2011-15117

1000 ejemplares

ISBN: 978-612-00-0417-3

Impreso en los TALLERES Gráficos de la Editorial Selva Negra.

Av. Tacna 222-A- Lima - Perú

Cel.: 998225224

3


DEDICATORIA
A la vida que me acompaña por escenarios buenos y malos, justos e injustos.
A ella, que fue parte de mi vida, con la que andaba siempre bajo un cielo con
estrellas, donde nosotros brillábamos más por esa luz que da el amor y la
pasión.
A sus recuerdos que siempre estarán golpeándome el pecho.
A mis recuerdos, cuando iba hacia ella para besarla y amarla.

4





Todos los acontecimientos aquí descritos son producto de mi imaginación;
fieles a mi irrealidad y a mis fantasías personales. Se han tomado como
referencias, lugares existentes, personajes relacionados con mi diario vivir,
para trabajar con ello, una historia que pudo suceder.
Rodrigo Almeyda

5


PRÓLOGO

Esta novela es una mezcla de sucesos imaginarios con hechos reales que
ocurren en la vida de un matrimonio, que es la unión sólida de una pareja que
se ve perturbada cuando en la vida de ambos se introduce una tercera persona
en la figura de una mujer” la otra”, quien como un clavo se abre camino a
golpes para incrustarse en el interior de la madera que es el matrimonio, y lo
que esto desencadena.
En base a esto el autor ha construido lo que sería parte de la vida de esas
tres personas, lo que ocurre en sus quehaceres diarios, pero casi toda la
novela se centra en narrar parte de la vida de dos. Porque la esposa no es la
protagonista en esta historia, ella no es la infiel, la adúltera. No es la culpable
de esa leche nocturna que ha diario corre por otra entrepierna que no es la
suya. Es la afectada que no sabe que es la afectada. La que no se da cuenta
que en su vida continuamente se le incrustan las espinas de la infidelidad que
le pone su pareja.
Esta novela está basada en una realidad imaginaria de las supuestas
actividades cotidianas de un grupo de profesores que forman parte de un
mundo universitario. De ello se narran las actividades extraacadémicas.
Si estas mentiras escritas que parecen verdaderas se leyeran como si lo
fueran, se harían verdaderas y se contarían como ciertas. Embarrarían la vida
de estas personas cuyo solo delito fue servir de fuente de inspiración de un
escritor que maduraba como tal.
Esta historia es un drama profundamente humano que no solo narra escenas
de sexo en las noches que es el momento en que el deseo se agiganta. Sino
los diversos momentos que viven los protagonistas ya sea estando juntos o
separados.
Lic. Luís Edwin Morón Hernández
Literatura

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ÍNDICE

Página
MALENA, UNO 7
MALENA, DOS 13
MALENA, TRES 22
MALENA, CUATRO 24
MALENA, CINCO 29
MALENA, SEIS 34
MALENA, SIETE 37
MALENA, OCHO 40
MALENA, NUEVE 42
MALENA, DIEZ 44
MALENA, ONCE 48
MALENA, DOCE 52
MALENA, TRECE 56
MALENA, CATORCE 62
MALENA, QUINCE 66
MALENA, DIECISÉIS 70
MALENA, DIECISIETE 74
MALENA, DIECIOCHO 77
MALENA, DIECINUEVE 80
MALENA, VEINTE 84
MALENA, VEINTIUNO 88
MALENA, VEINTIDÓS 91
MALENA, VEINTITRÉS 95
MALENA, VEINTICUATRO 99
MALENA, VEINTICINCO 106
MALENA, VEINTISÉIS 109

7
Gracias por pensar en mí como yo en ti. Los problemas desaparecen
cuando estamos juntos, para darnos ánimo, para seguir adelante y
conseguir con éxito nuestros objetivos.
Gracias mi amor.
1
Para mí a diario una nueva historia empezaba y terminaba. Este era mi modo
de mirar la vida, que escapaba de la comprensión de la mayoría.
Estaba casado pero actualmente buscaba separarme. La posibilidad de amistar
con mi esposa lo consideraba algo muy remoto , a pesar de recordar
frecuentemente las primeras palabras de amor que le había dicho - Te quiero
como nunca he querido a nadie y como jamás volveré a querer, me sentía
contento porque ese día pasaría a la historia del romanticismo. Esto golpeaba
mi estabilidad emocional haciéndome sentir un hombre solitario sin destino, sin
saber qué hacer de mi vida. Ante ella yo había tomado una decisión,
separarme. Esta determinación fue una llamarada constante que me quemaba
el alma, que me consumía hora tras hora, algo que me empujaba o me detenía;
era un ir y venir sin sentido.
Pensando que era fijo mi divorcio, temiendo la soledad y verme sin una meta
precisa y valedera, y no encontrar una palabra de aliento que haga cálida mi
jornada, opté por aceptar a una profesora de la especialidad de Agropecuaria.
No recuerdo bien como se inició aquello, pero fue un un día de marzo con un
sol radiante como testigo.
Antes de estar con ella lo único que conocía en mi trabajo eran los animales de
las granjas de la universidad: los ovinos y caprinos, los conejos, las aves: los
pollos y patos, pero de los cultivos de plantas, como de las paltas, chirimoyos y
mangos nada que ver, de las verduras peor todavía.
El mundo que yo conocía cambió un día cuando estaba por entrar a mi oficina y
escuché una suave voz como el canto de una sirena que me llamaba, que llegó
a mi corazón y se quedó allí - Profe cómo está, después de tiempo lo vuelvo a
encontrar. Sin pensarlo dos veces me volví para seguir la voz, que me llevó
hacia su figura, era una muchacha alta para la talla común que sin estar gorda
estaba rellenita y bien conformada. Le dirigí una intensa mirada y mis ojos
absorbieron su hermosura de ángel.
Sabía que era de Agropecuaria pero no recordaba la promoción a la que había
pertenecido, para mí era un misterio porque los recuerdos del pasado no me
acompañaban en ese momento. Pero me di cuenta desde ese instante que
ella me había captado como un cliente, con su mirada me había hipnotizado.

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Notó que yo hacía esfuerzos por recordarla pero no lo lograba, pues el olvido
que cubría mi presente era tan espeso como la mazamorra. Hasta que agregó
- Recuerda al corderito que se murió después de la castración, esas palabras
fueron la llave que abrió la puerta del olvido. Esas palabras repercutieron en lo
profundo de mi cerebro. Una cápsula herméticamente sellada estalló dentro de
mi cerebro y el recuerdo hizo erupción y se precipitó como un caudal de agua
a través de los agrietados muros del olvido hasta llenarlo todo. El recuerdo se
volvió cálido y me invadió un éxtasis amoroso.
A medida que transcurrían los segundos el recuerdo se volvió en muchos otros
recuerdos que empezaron a poblar mi mente al igual que cuando al terreno
reseco le llega el agua y las plantas empiezan a aparecer hasta cubrirlo todo.
Ella poseía una larga y brillante cabellera. El color de su piel era entre blanco y
rosada y siempre sus labios estaban adornados por una agradable sonrisa que
descubrían como perlas ocultas unos dientes bonitos, blancos y parejos. Era
dueña de una hermosa mirada.
Pocas veces la tuve a mi lado como alumna porque en ese entonces había
dos secciones de su promoción de agropecuaria, la G1 y la G2, ella estaba en
una sección donde yo no les dictaba las clases. Las pocas veces que la tuve de
alumna noté que era la que más preguntaba, nunca se quedaba con la duda,
pedía para estudiar los frascos vacíos de los medicamentos aplicados, el
equipo para poner suero que había usado en los animales. Me sentía a gusto
cuando la tenía a ella como alumna, pero la magia terminó porque ella poco a
poco se fue diluyendo de mi vida, hasta que ya no supe más de su existencia y
el polvo del olvido fue cubriendo todo lo que sabía de ella.
Así pasaron los años y de vez en cuando una pequeña chispa del su recuerdo
aparecía en mi cerebro, pero después ya no, el olvido fue total. Las palabras
de su nombre nunca más se formaron en mi mente.
Hoy la tenía nuevamente frente a mí. Era un ángel, una buena carnecita para
comer, Dios me la había enviado para que me ayude. Le pregunté qué había
sido de su vida y contestó que después de acabar la universidad había
trabajado como profesora de la especialidad en Huaracoto, en secundaria
dictando cursos sobre animales menores, pero como en el colegio no existía
ningún conejo, ni jaulas, ni alimentos, tuvo que conseguir los conejos
comprándolos a una alumna. Tuvo por su cuenta que confeccionar las jaulas
pero no como lo hacer acá en la costa con varillas de fierro y malla metálica,
sino con adobes, carrizos y palos. Ella afirmaba que hizo bien el curso, que
cumplió con sus alumnos.
Luego a grandes rasgos, me contó que siempre venía por la universidad, pero
no pasaba por la Facultad de Agropecuaria debido a que estaba estudiando el
idioma francés como segunda especialidad y su ruta era por el centro de

9
idiomas, que por entonces, funcionaba dentro de la universidad, en el pabellón
de Humanidades. No quiso entrar en detalles pero continuó narrando que
también se puso a estudiar maestría en la Escuela de post grado de esta
Universidad, la Universidad Nacional de Educación Gustavo Nathan, pero por
problemas económicos se vio en la necesidad de buscar trabajo y por una
amiga se enteró de que acá en Agropecuaria había una plaza para Jefe de
Prácticas y por ello presentó sus papeles, pasaron los días y se enteró que la
habían aceptado.
Con ella programamos que me iba apoyar en el curso de ovinos y caprinos y a
realizar algunos proyectos. Estuve contento con su presencia, pues me
despertó a la vida, dejé mi oficina donde pasaba la mayor parte del día y
empecé a salir al campo. Con ella renació nuevamente mi vocación hacia los
animales y empecé a tenerle cariño a las plantas. Éramos cómplices y amigos.
El curso de ovinos y caprinos se estaba dictando. Le encargué que me hiciera
una guía de prácticas sobre la determinación de las edades en estas especies
por medio de la dentición; corregimos el trabajo que me presentó. Después con
tristeza me informó que no la estaban considerando en la carga académica y
que estaba por gusto ya que no le iban a pagar sus servicios. Yo y un profesor
que, por entonces creí que era mi amigo, pero que en esto me apoyó, fuimos a
reclamar al jefe de Departamento, nos recibió y manifestó - Durante mi
ausencia han hecho la jugada, pero voy a hacer respetar la carga. Al día
siguiente me comunicó – Ya no hay problema, ella seguirá apoyando, su
sueldo le va a salir normal todos los meses. Esto me hizo recordar que había
un Dios y que se debería confiar en él para que los malos momentos se
transformen en buenos momentos.
Cuando por el trabajo empecé a relacionarme con ella, observé que por su
cuenta venía a regar o sembrar plantas los sábados, días en que yo también
dictaba clases. Como nos encontrábamos me comprometía para que la ayude,
lo que aceptaba con agrado. Me dejaba contagiar por su fuerza, permitía ser
devorado por ese entusiasmo que manaba por todos los poros de su cuerpo.
Trataba de deshacerme de los alumnos lo más pronto para poderla atender y
con ella aprendí a recolectar semillas de calidad para posteriormente
sembrarlas. Así también aprendí las proporciones de tierra, arena, humus y con
estas cosas realizar una mezcla llamada sustrato que depositada en unas
bolsitas. Servía para que allí se entierren y rieguen las semillas que darían
lugar a las futuras plantitas.
En uno de los tantos días posteriores que siguieron la había invitado a tomar
una inka cola en el cafetín de la canchita. - Bienvenida a la cueva - le dije
sonriente. Allí me narró que vivía por el distrito de Miramar. Imaginé que ella
tenía una chacra con una bonita casa en ese lugar, con todas las comodidades,
por decir, tele cable, internet, computadora, etc.

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Cada vez permanecía más tiempo en su compañía, la frecuentaba más. A
medida que los días transcurrían pensaba mucho más en ella, pero no se me
ocurría preguntarle si tenía un jockey que se la estuviera montando.
Llevaba ya tres semanas así, sabiendo que tarde o temprano estallaría mi
mirada en un abrazo lleno de lujuria hacia ella. Mi deseo ya no podría
contenerse.
En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la
tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma.
Malena me gustó al momento, era un ser de lo más natural. Lo que pensaba lo
decía. Lo que sentía lo expresaba. Lo que creía se traslucía en sus actos.
En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la
tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma.
Siempre parecía dichosa, .hasta lo más insignificante la divertía y le encantaba.
La vida era para ella, una aventura, una fiesta que había que disfrutar, puesto
que creía en la vida cada segundo del día y de la noche.
Constantemente había querido realizar proyectos pero no sabía como
redactarlos. Ella sabía cómo y eso me entusiasmó, por lo que presentamos
varios proyectos para ejecutarlos: proyecto del chirimoyo, proyecto de plantas
melíferas, proyecto de crianza de conejos de carne, proyecto de vivero de
cultivos hidropónicos. Ejecutando estos proyectos nos entreteníamos,
pasábamos las horas juntos, muy juntos. Ella era mi mundo y yo era el suyo.
Ella era mi foco de luz que despejaba la oscuridad de mi vida, era el aire que
yo respiraba.
Todos los días nos retirábamos juntos de la universidad a eso de las seis de la
tarde. Ella siempre se bajaba antes de Santa Lucía, por el paradero volvo. Lo
que destacaba de su figura era su larga y suelta cabellera y la seguridad con
que se desplazaba por esos lugares, yo sospechaba de su persona tres cosas:
que era casada, madre soltera o viuda porque en las tardes siempre le llamaba
un fulano preguntándole – Donde estás, a qué horas vas a llegar a la casa,
suponía que era su padre o su esposo que se preocupaba por ella, me sentía
incómodo, pero nada podía hacer, era su vida. En los microbuses siempre nos
sentábamos juntos. De ella me gustaba aparte de su cabellera larga y
abundante, su hermosa mirada y su dulce sonrisa. Mi cuerpo, mi ser siempre
se sentían complacidos cuando sus muslos y sus piernas rozaban los míos.
Llegó un momento que ya no me conformaba con solo mirarla o conversarle
sino que necesitaba tocarla, me moría de ganas por hacerlo, pero no me
atrevía, mi maldita timidez me lo impedía. Quería sentir su cuerpo de mujer a
mi lado, descubrir sus secretos, mordisquear cada milímetro de su anatomía,
sorber sus energías hasta dejarla sumisa a mis caprichos.

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Así mientras transcurría el tiempo, un día mientras le conversaba empecé a
tocarle una uñita, luego dos uñitas y como no me decía nada empecé a
avanzar tocándole las manos hasta llegar a posar mis manotas en sus rodillas,
tan es así que se hizo costumbre que cuando me sentaba a su costado una de
mis manos se posaba en una de sus rodillas para medir su grosor. Mi
atrevimiento fue creciendo hasta que en uno de esos viajes deposité una de
mis manos en su entrepierna y ella juntó las piernas para así apretar mi mano
con más fuerza contra su sexo. El sexo mío se me salía por las orejas.
Así la química, el efecto que nació entre nosotros fue aumentando, yo era feliz
junto a ella. El cielo y el paraíso me pertenecían cuando me encontraba a su
lado.
Las cosas cuando tienen que ocurrir suceden. Cierta vez mientras conversaba
mi rostro se fue acercando lentamente al de ella. De cerca que bellos y que
dulces eran sus ojos, sentía que me perdía en la inmensidad de ellos. Empecé
a sentir que su tibio aliento bañaba parte de mi rostro y parte de mis labios y
en un momento que no se si fue de amor, atrevimiento o locura, atrapé sus
labios con los míos, atrapé su boca con mi boca como la araña atrapa al
insecto en su telaraña. Sentí de sus labios hacia los míos la suavidad y la
tibieza de los pétalos de una rosa. Repetí este beso, este sublime instante un
par de veces más, y en cada beso me sentí más unido, mas fundido a su ella.
Mi boca hacía polvo sus labios. Apartándose lentamente de mí se bajó por la
volvo, antes del óvalo de Santa Lucía. Desde ese momento comprendí que mis
pensamientos no serían solo para mí sino también para ella, para ese gran
amor que nacía entre nosotros y que se abriría paso como la luz ante las
tinieblas. Su amor me serviría para superarme, para no hundirme en el
sepulcro.
Ella vino a llenar un vacío en mi vida, la amaba todos los días de la semana. Se
nos veía juntos, yo la mayoría de veces callado y ella risueña. Mis ojos serenos
encontraban correspondencias en los de ella, siempre brillantes y risueños.
Nos volvimos inseparables., por ella estaba más rayado que pijama de preso.
Yo era su sombra y ella era la mía. Éramos pareja, amigos, hermanos, familia.
Nos esperábamos en la universidad para hacer todo juntos: desayunar,
almorzar, conversar, acompañarnos. Nos retirábamos al atardecer después de
regar o sembrar las plantas. Por apoyarla a ella estaba descuidando un poco
los animales, ya no parecía ingeniero zootecnista sino ingeniero agrícola.
No bien cruzábamos la puerta principal de la universidad hacia la calle, nos
veíamos envueltos en un intenso tránsito peatonal, un hervidero de personas:
profesores, alumnos, secretarias y empleados que tomaban diferentes rumbos.
El ruido era infernal, los bocinazos de las motonetas que avanzaban como
procesión, las convulsiones ruidosas de los tubos de escape de los vehículos,

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los gritos de los chóferes llamando a sus amigos .En esos momentos el silencio
era una gran ficción.
Todos los días cuando los atardeceres morían y cuando los anocheceres se
iniciaban con cielos estrellados pero oscuros salíamos de la universidad, nos
embarcábamos juntos, pero ella en el momento dado se bajaba en el paradero
de la Volvo antes del óvalo de Santa Lucía, con su larga cabellera flameando al
viento, sus movimientos característicos al desplazarse. Su elegante figura
femenina jalaba las miradas sobre todo de los mayores. A quienes
seguramente les despertaba el sexo. Cuando me iba alejando de ella en el
microbús me gustaba verla cruzar la pista con su cabello suelto que flotaba
sobre sus hombros y a medida que se alejaba sentirla hacerse tan pequeña
como un punto, Durante todo el trayecto a mi destino yo la recordaba, pensaba
en ella, en lo que habíamos hecho todo el día. Ella era el sol para mí, deseaba
que siempre esté presente en mi vida, en todo lo que realizara.
En mis noches de calma sepulcral, donde reinaba un silencio de muerte,
cuando el cielo se vestía de negro y el aire soplaba estremeciendo las cosas,
mi alma buscaba entre las sombras una lucecita de esperanza, la buscaba a
ella.

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No sé qué estarás haciendo en estos momentos, pero yo si estoy
pensando en ti, recordando el último momento que estuve contigo,
disfrutando del sabor de tus labios.
Mientras te estrechaba, tu cuerpo me pertenecía. Tu sentías lo mismo,
porque todavía nos quedaba mucho amor.
Sentíamos en aquellos momentos que solo existíamos los dos. Solo
nosotros éramos el mundo.
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Cierta vez un día de tantos, no recuerdo la fecha exacta, cuando salíamos de la
universidad me dijo - Profe espere un rato voy al vivero, le he encargado a Eloy
unas mochilas. Me encargó un maletín y un paquete que llevaba, al rato
regresó con dos mochilas y me dijo - Por un corto tiempo voy a vivir en San
Francisco. Era un asentamiento humano ubicado en las laderas de un cerro
colindante con la universidad, le aconsejé – No hagas eso, amista con tu
familia, es feo vivir separado de las personas más cercanas a nosotros. De la
universidad anduvimos por toda la vereda hasta llegar al límite, luego pasamos
por el frontis de un estadio y doblamos a la derecha siguiendo por un caminito
de tierra y continuamos el recorrido por unas escaleras de cemento hasta llegar
a una plataforma donde se levantaban una fila de casas. Protegidos por un
arbolito nos despedíamos con un largo abrazo y un prolongado beso,
permanecimos juntos con su rostro pegado al mío, así yo acariciaba su
espalda, su cabeza y su larga cabellera, después sus brazos como se hace
para consolar a un animal asustado. Lo hacía en silencio y notaba que mis
caricias iban calmando sus nervios destrozados. Me sentía triste por esta
forma de despedirnos a pesar de sentir que nuestros alientos chocaban como
las olas cuando se estrellan contra las rocas de los acantilados y que nuestros
corazones latían como si fueran uno solo. Finalmente le dí un beso largo y
duradero que fue la señal para que ella se separe de mi lado y toque la puerta
de la casa de su amiga Gabriela. Alguien abrió la puerta y ella junto con sus
cosas penetró al interior de ese rectángulo oscuro que dejaba la puerta al
abrirse. Un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas, la había dejado ir. Así
sumido en mi tristeza me aleje del lugar, mañana sería otro día.
Bajé por los escalones de piedra esquivando los charcos de orines, llegando
hasta el parque. La oscuridad se había apoderado del lugar, una pareja de
desadaptados intercambiaba paquetitos de droga por dinero, con un rápido y
silencioso apretón de manos. Una vieja pordiosera arrastraba una gran bolsa
de tela mugrienta maloliente que contenía trapos, cartones y periódicos
pasados. Maldiciendo a todos en general y a nadie en particular, con su voz
ronca y pausada, mientras un perro sin dueño acurrucado en una esquina la

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observaba con los ojos entreabiertos mostrándole los dientes como si con ello
quisiera romper un conjuro de locura y deseo reprimido.
La noche a medida que avanza era más fría y húmeda, el aire olía a orina, a
excremento, a aceite quemado, a bolsas de basura sin recoger. Esta mezcla
de olores apestosos era el perfume que me cubría esta noche, pero no me
importaba demasiado porque un amor o un deseo sin saborear es un
magnífico ambientador. Imaginándome el momento en que ella sería mía, en
mis labios se dibujaba una sonrisa que espantaba mis dudas y reafirmaba mi
deseo hacia esa carne no probada.
Mi presencia era una sombra que desaparecía en la oscuridad y aparecía al ser
tocado por la luz de las farolas para seguir hacia mi destino, que por el
momento era mi casa.
Al siguiente día Malena, refiriéndose a su amiga que me parecía buena gente,
me comentó - El cuarto que me ha proporcionado, está cerca al cuarto de su
perro grande de pelo largo, del que debo de tener cuidado pues a este le gusta
jugar con las cosas y romperlas por lo que debo asegurar bien la puerta. Contó
que su amiga vivía con un hijo de ocho años y que su esposo trabajaba en la
sierra de Cajamarca, en las minas con él estaba peleado por lo que raramente
venía a visitar a su hijo.
Los días se sucedían uno tras otro y ella cada vez era más parte de mí. Las
horas y los días transcurrían sin sentirlos cuando estaba a mi lado. Aunque no
quería el día terminaba, me ponía triste y a la vez contento porque era la
oportunidad para poder acompañarla hasta la puerta de su nueva morada y
como recompensa ser correspondido con sus caricias. Deseaba ser para ella,
no sólo el marido, el enamorado, el amante sino también el padre, el hermano,
el amigo, el apoyo, la seguridad, el guía, el consuelo.
Me despedía de ella detrás de un árbol para que nos proteja de las miradas
indiscretas antes que penetrara a casa de su amiga, a su nueva morada.
Nervioso por la emoción y respirando fuerte la besaba en los labios, por el
borde de las orejas, el cuello, por el inicio de sus senos. No deseaba
separarme de ella, quería seguir besándola, abrazándola, saboreándola, pues
una oscura lujuria había anidado en mi pecho. Tenía una arrechura de viejo
verde y una fiebre animal me llenaba el cuerpo de una extraña sensación, y así
como estábamos le dije - Lo que más anhelo es estar a solas contigo para
poder amarte, hacerte sentir que te quiero. Busqué nuevamente sus labios y
los besaba como cuando un sediento se traga el agua. Parece que ella se
sintió estimulada en ese momento y me dijo - Espérame un rato, voy a dejar
mis cosas y salgo, la espere impaciente caminando en círculos, hasta que la vi
aparecer y me dijo - He pedido permiso a mi amiga, abrazados bajamos a
tomar una moto pero no sabíamos a dónde dirigirnos y nos bajamos por el

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parque Rodríguez; yo trataba de pensar donde había un hostal, aunque sea de
una estrella para echarme un polvito con ella, hasta que lo recordé, pero antes
disimuladamente de la farmacia compre un paquetito de condones, mientras
me preguntaba - ¿ por qué estaba yo allí con una mujer que no era la mía?.
Dudaba mostrarme desnudo ante ella, por si mi cuerpo y mi pájaro la
defraudaban, pero venciendo mis temores murmuré - Le voy a meter pinga
hasta que grite ayayayay.
En la puerta del hostal la animé a seguirme, cogiéndola de la mano. Allí pedí
una habitación con baño individual. Dentro del cuarto que parecía preparado
para hacernos vivir un gran calateo, cerré las cortinas. Mientras nos
abrazábamos y besábamos nos tendimos a la cama, y sin dejar de acariciarnos
empezamos a quitarnos la ropa. Quede en calzoncillos y ella con su sostén y
su calzón rojo. Mi sexo estaba nervioso como un caballo pura sangre antes de
la carrera y una voz salida de mi interior me dijo - Se acabaron para ti los
temores al rechazo, las incertidumbres, los pajazos mentales y las pajas
nocturnas solitarias con revistas pornográficas vulgares.
Parada sobre la cama empezó a quitarse el sostén flexionando sus regordetas
piernas que agitaban sus carnosos muslos. Unas tetas todavía algo duras se
escondían bajo el sostén, y un culo respingón que se ocultaba envuelto en un
pantalón ajustadísimo fue apareciendo.
Echado en la cama de abajo para arriba miraba su cuerpazo, se le veía hasta
el alma, y entre mi decía - Qué suerte tengo, todo este lomillo va a ser mío.
Para continuar agregando. Ahora que le he dado el visto bueno a su cuerpo,
debo trabajarle el agujero.

Tenía que apachurrarla rico y fuerte, darle vuelta y media, y hacerla sentir bien
hembra. Empecé a besarle los dedos del pie, los tobillos hasta que la tumbé
junto a mí, lentamente le baje el calzón que había albergado la cálida gruta de
esta mujer amada tal vez hasta la locura. La desnudé toda, y me atreví a
acariciarle todo el cuerpo, nuevamente desde los pies hasta los senos y el
cuello. Mordía suavemente sus pechos igual que Adán mordía el fruto prohibido
en el jardín del Edén, mientras una de sus manos mantenía contacto con mi
pene erecto, duro y vibrante como la cuerda de una guitarra a punto de
quebrarse por la tensión
De las caricias pasé a los besos, deteniéndome en sus pezones, pero al notar
que se dejaba hacer continué avanzando hasta detenerme en la entrada de su
sexo, que lamí y succione una y otra vez con dulzura, con toda la pasión
desbordada por mi corazón y mis sentidos. Su sexo tembló, se estremeció
segregando un líquido pegajoso y transparente bajo el acoso de mi lengua que
también la adoraba.

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Echados en la cama de costado nos besábamos. Con mi lengua y mis labios
empecé a explorar todas las partes de su cuerpo, de extremo a extremo, de
este a oeste, de norte a sur. En la parte que más me demoré fue en su
entrepierna y todo lo que se encontraba en ella. Mi emoción era tan grande,
tan maravillosa que no podía penetrarla - Relájate mi amor, dijo ella, me agarra
el sexo erguido y le enseña el camino. Desde ese momento mi cariño hacia
ella aumentó porque sentía que como persona congeniaba con ella y en lo
sexual mi pene congeniaba con su vagina, ambos eran el uno para el otro. Lo
único que opaco fugazmente este encuentro fue que no era virgen, que su
gruta estaba ya abierta y recorrida, pero me consolé al comprobar que era
virgen por las orejas. Después de tener sexo nos dormimos abrazados donde
todas las partes de mi cuerpo, de mi piel contactaban con las otras partes de
ella. Después de un rato nos despertamos y veíamos la TV pero nuestros
cuerpos se buscaban y así como cuando se enciende una vela y la intensidad
de su luz empieza a aumentar, así nuevamente mi deseo sexual crecía y
nuevamente nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros sexos se fundían
hasta hacerse uno solo, eran un solo bulto.
Esa noche con su amanecida que nos quedábamos en el hotel, tuvimos
relaciones sexuales seis veces. Yo era un repasador, al final de la batalla
sexual sostenida con ella, la había repasado cinco veces más, incrustándole
mi garrote como si fuera una bayoneta a pesar de que ella gemía –
Aaahhh…Aahhh…Aaahhh , la ensartaba con mi instrumento como anticucho.
La había llenado de leche hasta que se le salga por las orejas.
Nos habíamos arañado y clavado mutuamente las uñas. Mordido todo el
cuerpo, hasta convertirnos en un montón de carne cubierta de marcas de
dientes. Todo esto lo tenía bien grabado en mi memoria para no olvidarlo
jamás: sus ojos semicerrados, su boca entreabierta, sus cálidos gemidos
Ella era hasta ahora el mejor cuero, el mejor cuerpo de mujer que me había
pertenecido, una auténtica representante del sexo opuesto.
En realidad creo que esa noche no nos desnudamos, era simplemente como si
las prendas desaparecierón bajo el tacto de nuestras caricias; como si el calor
y la ansiedad de nuestros cuerpos desintegraran nuestras ropas hasta dejarnos
sin secretos físicos.
Fue esa noche que me convertí en adicto a ella, a sus besos, a sus caricias, a
sus fantasías entre sábanas. Incluso me gustó oírla respirar mientras dormía.
Era mi mejor fruta prohibida, veía en ella a una gran hembra, por eso esa
noche la poseí una vez, otra y otra. Por la mañana al despertarme a las seis, la
poseí de nuevo y también más tarde.
Su ardiente boca había sido la copa de la que había bebido su amor. Nos
habíamos poseído, amado, besado, reído. Habíamos hecho mucho de todo

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pero el apetito sexual que sentíamos el uno para el otro parecía no tener fin. Se
habían destapado nuestros avisperos, teníamos incrustados la picazón de las
ganas.
A medida que nuestro acercamiento mejoraba, a medida que nuestra relación
era más íntima, más personal, ella me contaba sus cosas ya sea antes o
después de nuestros encuentros. Al dejar de mover el poto, movía la lengua
para hablar.
Cada vez que me contaba algo de su vida la admiraba más. La verdad salía
como el agua que brota de las entrañas de los cerros, clara y limpia. Me sentía
sacudido física y emocionalmente, era como si todos los libros de un inmenso
estante me hubieran caído encima del cuerpo y del espíritu. Me relató que era
madre soltera, su hijo actualmente tenía quince años y vivía con su ex pareja. A
su pareja lo conoció en esta universidad, fue su compañero de estudios,
siempre paraba detrás de ella persiguiéndola. Ella como no había tenido
enamorado por ese entonces decía que así serían las cosas, hasta que en un
momento de debilidad cedió y el la poseyó en la universidad en un lugar
silencioso, donde las hojas secas caídas sirvieron de colchón, los troncos de
los árboles hicieron de pared, los espacios que dejaban de ventanas y de techo
el follaje de los árboles, de esa entrega ella cuenta que le dolió mucho.
Posteriormente cuando no quería tener relaciones porque estaba embarazada
el pata la cacheteaba, ese era su método para hacerla ceder, de repente
también lo hacía porque no la había encontrado virgen. Ella me narro que antes
de ingresar a la Universidad de Educación se había preparado en la academia
pre universitaria que funcionaba dentro de la universidad, allí a la vez que se
preparaba para ingresar aprovechaba para aprender karate. En cierta ocasión
el instructor le manifestó - Tengo algunos buenos folletos en ca sa,
acompáñame para que te lo dé, te van a ser de gran utilidad, el pata le hizo
traspasar la puerta del lugar donde vivía y allí la golpeó y abuso de ella, este
hecho desagradable se lo tragó y no le contó a nadie, fue algo doloroso que le
sucedió, una mala experiencia, una mala caída en su vida que empezaba.
Cuando su compañero de clases, el padre de su hijo que iba a nacer, supo que
estaba embarazada le sugirió que lo aborte antes que se note. Él incluso se
averiguó dónde lo podían hacer y cuanto le costaría. Ella al escuchar esto sintió
cierta desazón que se da cuando el espíritu se entristece. Era una tristeza
lejana, nostálgica que no podía muy bien definirla.
Desorientada como estaba lo acompañó al lugar donde practicaban los
abortos, pero algo en su interior le decía que no lo haga, eso no encajaba con
los conceptos que le habían inculcado sobre el derecho a la vida y no aceptó.
Le dijo a su pareja - No te preocupes yo sola asumiré la responsabilidad, le
diré a mis padres que me han violado. Así queriendo y no queriendo el que no
quería ser padre de su hijo fue padre de su hijo, pero no llegó a casarse con

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ella debido a que fue influenciado por su padre para que no lo haga, y así el
tipo hasta la actualidad vive para cuidar a su padre. Malena siempre se dio
tiempo para atender a su bebé a pesar de estudiar, iba hasta la casa del padre
de su hijito que lo tenía bajo su custodia a lavar las ropas de la criatura, a
atenderlo e iba a estudiar, nunca se desligó de su bebito, siempre aunque ya
grande lo siguió y lo sigue visitando.
El padre de su hijo era solo el padre de su hijo pero dejo de ser su pareja ya
que estaba por decirlo casado con su padre, su padre era su madre, su
esposa, su hermano y su amigo. No existía nadie más para él aparte de su
padre.
Ella consiguió trabajo como profesora por otros lugares, cuando podía iba a
visitar a su hijo. Solo era la madre de su hijo, pero no era la esposa ni la
compañera del padre de su criatura. En una de esas ocasiones que se
encontraba en Huacho pensó que era oportunidad para capacitarse en esos
cursos de actualización docente para nombramiento de profesores que se
daban y allí conoció a un viejo cocharca, que era el capacitador de uno de los
cursos y cuando podía este se acercaba a su asiento para preguntarle - Se
comprende la clase, ella le respondía - Si se entiende, así el viejo poco a poco
se fue ganando su confianza y ella vio en el de repente al padre que había
perdido, al amigo que no tuvo y lo aceptó como pareja.
El viejo, para facilitar que ella le dejara entrar en su vida y en su vagina le dijo -
Vivo por Miramar, mi casa tiene todas las comodidades, tengo Internet, tele
cable, fax, etc.., ella pensó que con esa persona iba a rehacer su vida y se fue
a vivir con él. Le ayudaba en lo que podía, por decir pintaba los cuartos de los
departamentos que el viejo alquilaba, pegaba las propagandas para el alquiler,
le ayudaba a hacer las encuestas que el viejo necesitaba para las tesis que
asesoraba y muchas otras cosas, pero el cocharca no le daba nada de dinero y
encima se la comía, se despachaba con la jugosa carne de ella las veces que
quería y la obligaba a que le haga sexo oral. Ella aceptaba tener relaciones con
él para que la deje tranquila por algunos días, dice que el viejo era rapidito
como el gallo, ella nunca dejó que el viejo le chupe las tetas, ni le bese los
pechos, pues le decía – No lo hagas me duele…me duele, y este atracaba.
El viejo muchas veces la botaba de su casa pero ella nunca le suplicaba
quedarse, se iba a una pequeña propiedad que había sido de su padre, o a la
casa de su hermana, pero el cocharca iba a buscarla. Le suplicaba y siempre a
la muy cojuda la convencía para que regrese, allí nuevamente la trataba como
una basura y se banqueteaba con su cuerpo las veces que quería.
Otro de los trabajos que hacía ella para el viejo era pasear a su perro, atender
a la madre de este que era una anciana y limpiar la casa, porque el viejo decía
que esa casa también era de ella.

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En cierta ocasión ella quiso visitar a su hermana en Surquillo y el viejo no le dio
algunas monedas para su pasaje, pero ella se salió con su capricho, salió de la
casa y se puso a caminar, el viejo con su auto iba por la pista y ella por la
vereda. Así andando, cortando camino llegó donde su hermana y las veces que
pudo se iba a la chacra de su padre como si fuera su refugio para estar en
contacto con la naturaleza. El viejo era una rata, hasta a su madre le cobraba la
gasolina que gastaba en su auto cuando la sacaba a pasear. En cierta ocasión
el viejo le dijo a Malena – Hazte cargo de un centro educativo de primaria que
poseo en el asentamiento humano Lircay. Ella iba desde temprano casi sin
pasaje, muchas veces sin almorzar pero hacía su labor con los niños, cantando
les enseñaba a leer, a escribir, a mejorar los salones que casi ni carpetas
tenían. Embellecía el ambiente de la escuela sembrando plantitas en latitas,
cajitas de cartón, etc., pero nada de esto reconocía el viejo y no le pagaba
aduciendo que no había dinero. De esto ella solo ganó una satisfacción
espiritual, un reconocimiento, un agradecimiento de las madres de las criaturas.
Muchas llorando lamentaron su partida.
Lo único seguro que tuvo con el viejo fue el cuarto donde dormía y la comida, ni
aun eso porque lo tenía que pagar con su cuerpo. Las veces que quería se
servía del plato: pierna, entrepierna, pecho, rabadilla, etc.
Malena tenía que levantarse temprano para preparar el desayuno al viejo, a su
madre incluyéndole su juguito de papaya con poca azúcar, tostaditas con
queso fundido y café pasado..
Poco a poco me había reconstruido el perfil del viejo Ronaldo, lo que
verdaderamente era, una gran rata, una mierda bien apestosa que embarraba
a los que lo rodeaban. En Malena fue madurando la idea de dejarlo, de
retirarse de su casa. Así fue que cuando obtuvo horas en la universidad, lo que
el viejo pensó que nunca lo lograría, creía que de instituto no pasaría. Él
anteriormente le había conseguido un trabajito en el Instituto Mariano Melgar.
Ella una mañana le dijo – Me voy, no sigo más aquí, y mientras estaba
empacando el viejo jalo un calzón que ella tenía en la mano diciendo –Yo
siempre me quedo con el calzón de las mujeres con quien he estado. Dejó que
se quede con el calzón, pues recordó que ese le pertenecía a la madre del
viejo y que por equivocación ella lo había considerado como suyo.
El viejo, el cocharca tenía un ex compromiso no porque se había separado,
sino que ella lo había dejado a pesar de tener un hijo con este para irse con un
abogado y con el cuento del hijo siempre iba a la casa del viejo a sacarle
dinero. En una de esas la ex del viejo encontró a Malena y la agarró a
cachetadas diciéndole – Eres una puta quitamarido, la muy cojuda se dejó
sacar la mierda porque se sentía con algo de culpa, todas estas cosas fueron
las gotas que hicieron rebalsar el vaso. Así es que por eso abandonó la casa
del viejo. Este pensó que seguramente sería por un rato, ella no tenía a donde

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ir y que cuando la buscara la traería de nuevo a su lado ya que Malena para él
era una perra y el su amo, pero eso no fue así. Malena no regresó con el
vegetal.
Por ese tiempo yo estaba más ligado a ella; para mí era como la tierra ya que
me sentía como una semilla que necesitaba de ella para poder germinar.
Desde el momento que me relacioné con ella, sabía que en nuestro camino a
medida que empezáramos a recorrerlo encontraríamos obstáculos, unos
grandes y otros pequeños, pero obstáculos al fin. Confiaba en Malena para
superarlos, le habían ocurrido las peores cosas, ya tenía la piel dura.
En cierta ocasión cuando estaba por el banco de la nación con Malena y el
profesor Gonzáles, pues habíamos ido a cobrar, nos encontramos con un ex
alumno, el famoso Billy quien hoy era profesor y todos nos fuimos a una
cantina para celebrar el reencuentro con Billy, este se sentó al costado de
Malena y yo al lado de ella, mientras que el profesor Gonzáles se ubicaba a mi
lado. Así empezó la reunión y mientras brindábamos recordábamos
acontecimientos pasados, tragos van y tragos vienen, el Billy se fue poniendo
espeso, cada vez más espeso que una masa de pan ya que comenzaba a
tocarle la mano a ella y decía mirándome - Tengo más derecho que usted por
antigüedad, ya que he trabajado con ella hace mucho tiempo, yo le decía -
Pórtate bien carajo, pero al pata le llegaba altamente, así es que le dije – Te
voy a sacar la concha de tu madre , te espero en el baño. El profesor Gonzáles
apaciguó los ánimos y no hubo sangre que manchara a nadie, pero la reunión
término.
Yo abrazado, unido a ella, la conduje a un hotel a descansar y a esperar con
que novedades nos recibiría el nuevo día. Lo anterior solo era un buen
pensamiento pero la realidad era otra. Deseaba lamerla y chuparle todas las
partes de su cuerpo, incluyendo sus rendijas y orificios. La consideraba ya mi
mujer porque solo estaba conmigo, con nadie más. Había pasado a ser de
mujer democrática a mujer exclusiva.
En el cuarto nos desnudamos frente al espejo, apagamos la luz, prendimos el
televisor, nos cubrimos solo con las sábanas y qué mayor placer era para mí
explorar con mis dos manos todo su cuerpo cuerpo, qué mayor placer para mí
hacer encajar mi pene entre sus dos nalgas, que mayor placer para mi
empezar a recorrer todo su cuerpo con mis labios y con mi lengua y detenerme
un buen rato succionando los labios de su vulva. Introducir mi lengua a su
vagina como si fuese un taladro y frotarla por todo su interior hasta hacer que
derrame su secreción y continuar besando su ombligo hasta llegar a sus
pechos duros y chuparle lentamente sus tetas hasta arrancar de su boca
algunos gemidos, esta fue la señal de que mi pene ya estaba erecto y con mi
mano izquierda lo cogía para introducirlo en su tibia y húmeda rendija que me
esperaba con más ansias que en ninguna otra ocasión. Así pegado a ella

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como si fuese su propia carne, comencé a darle empujones, penetrándola
poco a poco, seguro de mí mismo. Cuando sintió que hundía los últimos
centímetros de mi garrote a su interior gritó como si fuese una vaca a la que
están degollando – Ohh…ohhh…ahh…aaahhh.
De toda mi vida este era uno de los mejores momentos que estaba viviendo,
no sólo saboreaba la cáscara de lo prohibido, sino que me iba hasta la pulpa
del fruto.
Este amor prohibido me volvía loco más fácilmente, el sabor de sus besos tenía
un gusto tan diferente.
Después de amarnos fuimos a la ducha y allí mis manos recorrían todo su
cuerpo jabonándola, lo que más me gustaba era jabonarle la entrepierna y ver
que ella entrecierre los ojos y se mordiera ligeramente los labios mientras
suspiraba quedamente y balbuceaba – Um…um.., lo que yo aprovechaba para
abrazarla por detrás, estrujando su cintura, besando sus hombros, su nuca, su
cuello, mientras ella sin voltear con una de sus manos cogía mi pene y mis
bolas y los pulseaba como si quisiera saber sus pesos. Sentía que tocaba el
cielo mientras estaba pecando, pero no quería sentir fuerte cuando esto se
termine, sino hacerme la idea de que en algún momento la perdería para así
desmoronarme lentamente.
Siempre que salíamos del hostal lo hacía yo primero mirando para todos lados
y si no había nadie le decía – baja…baja, nadie pasa, luego nos dirigíamos al
mercado recorriendo las estrechas y tumultuosas calles para llegar hasta
donde teníamos nuestra casera la que ya sabía que pediríamos para comer,
eso era…eso era arroz con pollo, cafecito y panes crocantes. Mientras
hacíamos el recorrido esquivábamos un tumulto de peatones, vendedores
ambulantes, secretarias, empleados, uno que otro ratero, mendigos, alguna
loca medio calata y policías de tránsito a la caza de un vehículo infractor.
En esa época parecía recién casado, solo pensaba en el amor y que el amor se
hacía mejor en la penumbra de la noche y en la cama. Por ello le compré un
colchón y su almohadón ya que su amiga Gabriela a la que estaba
acompañando por ese entonces le estaba facilitando un cuarto, un catre, y solo
frazadas.

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Fuiste mi gran amor, mi amanecer, la compañera de mi ayer
Te dí, mi alma, mi alegría, mi soledad.
Amé tu cuerpo tu sonrisa, tus defectos, tus caricias
Olvidaré que ayer te tuve entre mis brazos.
Adiós te digo adiós sin volver la vista atrás.
En cada paso que doy te voy sepultando.
3
Malena me había contado más de ella cuando estaba con el viejo, él como una
muestra de mutua confianza le había pedido a ella la contraseña de su correo y
se lo había dado por lo que el viejo podía leer su correspondencia.
Es por esto que cuando Malena se va a vivir a la casa de su amiga Gabriela le
pide su correo para enviarle mensajes y así avisarle la hora que llegaría a la
casa de esta ya que estaba estudiando francés, maestría, y los fines de
semana se ausentaba para visitar a su madre y a sus hermanas. Por ese
entonces yo ya estaba con Malena y por su correo le enviaba poesías
,también por este tiempo cuando su amiga Gabriela todavía estaba más o
menos con su esposo que trabajaba en las minas por Cajamarca, se acordó
que era su cumpleaños por lo que le pidió a Malena que por Internet busque
unas frases bonitas de amor y se lo envié a su correo, ella así lo hizo y es por
eso que el viejo al abrir el correo de Malena se enteró de mi existencia y del
mensaje que Malena le había enviado a su amiga Gabriela por lo que la acusó
de lesbiana, es decir que le gustaban las mujeres, que ella dormía con su
amiga, además la acusó de puta barata, es decir que ella se había metido
conmigo por un plato de lentejas y a mí me envió un mensaje a mi correo del
que sabía porque había interceptado el de Malena, en el mensaje el viejo me
decía – Te has metido con mi esposa sabiendo que somos casados,
aprovechando de que todo matrimonio tiene sus desavenencias, voy a ir a tu
universidad, a tu facultad a poner conocimiento de lo sucedido, para que te
voten.
Cuando Malena dejó al viejo cometió un grave error que fue no llevarse sus
documentos, por decir su título, su bachillerato, sus certificados de trabajo, las
constancias de los cursos de capacitación a los que había asistido, etc. Ella
posteriormente de buena manera se lo pidió. Él viejo con el fin de ganársela
nuevamente sólo le trajo sus libros y de los otros documentos le dijo que si los
quería que lo recoja en su casa, previo aviso. Yo le aconsejé - No lo hagas,
porque te puede tender una trampa. Ella se quejó en la Defensoría de la Mujer

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en Barranca y se lo hizo saber al viejo, pero eso no surtió efecto porque al
arrugado le resbalaba. Incluso como ella todavía tenía las llaves de la casa del
viejo, aconsejada por mí fue una mañana a la casa del viejo a buscar sus
papeles, a la hora que este salía a su centro de trabajo, pero allí no encontró
sus documentos por que el hijo de puta los había escondido en otro lugar. Por
lo que ella lo denunció en la comisaría de la Miramar, esto recién hizo efecto y
el viejo se comunicó con ella diciéndole – No quiero problemas contigo, pasado
mañana a las nueve nos encontramos en el parque de Barranca. El día del
encuentro yo la acompañe pero cuando se acercaba el viejo disimuladamente
sin que me vea me alejé y desde la esquina de la avenida Tacna seguía los
acontecimientos. Vi que ella con el viejo escogían una banca y se sentaban
para discutir. Por los gestos que este le hacía no podía haber conversación, de
lejos miré que en un momento dado ella se paró de la banca y mientras
gesticulaba levantaba los brazos. Yo imaginando que algo podría pasar cruce
la pista y me situé detrás de un árbol del parque cerca de ellos, estando atento
por si algo pasaba, después de un rato de discusión el viejo le dio sus
documentos. Con estos ella esa vez pudo postular a una plaza en la
Universidad y ganar el concurso. Con ella trabajé todo el año realizando
proyectos, a la vez que me ayudaba en la práctica de los cursos que yo
dictaba, y sobre todo en mis prácticas sexuales.
Al viejo esa táctica de darle los documentos a Malena para que retorne a su
lado no le dio resultado. Quedaba afectado por la envidia, consumido por el
deseo insano. Un hombre que deseaba y odiaba a la vez a esa mujer
fascinante. Un enfermo que quería poseerla y destrozarla al mismo tiempo.
Exasperado por sus continuas negativas de vez en cuando seguía llamándola
con palabras amables y halagándola, a ver si la convencía.
Yo no comprendía porqué ella a pesar de haber estado tanto tiempo junto al
cocharca no se le había pegado algo de la maldad que este derramaba.
En ese tiempo ella estaba estudiando francés en el instituto de idiomas de la
universidad por la avenida 10 de Octubre. Él viejo la llamaba diciéndole – Qué
haces viviendo sin comodidades, por qué no olvidas todo lo anterior y después
de tus clases de idiomas no te vienes a la casa, te estaré esperando. Yo le
decía – Qué haces contestándole, si me has dicho que ya no tienes nada con
el sarnoso.

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Hola, mañana iré al doctor. Sabes quisiera que te trate de la próstata, él
tiene como 65 años y está como cañón, su esposa tiene 30 años. No sólo
para seguir teniendo relaciones sexuales sino para que te sientas bien de
salud. Sabes me preocupa tu salud y el sangrado de tus encías. Tengo
miedo que te desmayes por la pérdida de sangre y no está bien que sigas
así.
Quisiera que lo hagas por mí, mi amor...!
4
Por ese entonces mi vida transcurría, todavía tranquila como las aguas
mansas de un pequeño riachuelo, limpia y sólida, nada podía rajarlo a patadas.
A eso de las seis de la tarde la dejaba en el instituto de francés, luego me iba
ha hacer tiempo por el parque central. Me sentaba en una banca y leía… leía
algunos de los libros que siempre cargaba, o enrumbaba por la avenida
principal observando los negocios, soportando el jaloneo de los vendedores de
cigarrillos y de mascotas, escapando del acoso de los vendedores de ropa
interior, escuchando los gritos de los vendedores de dólares que se confundían
con los bocinazos de los carros. Cuando calculaba que faltaba poco para que
ella salga de sus clases, la esperaba fuera del instituto o en algún lugar
cercano para recogerla. Así tomados de la mano recorríamos el camino que la
llevaría al lugar donde vivía, antes de retirarme nos despedíamos tiernamente
con abrazos y besos tratando lo más que se pueda demorar esos momentos de
felicidad.
Había encontrado en ella una mujer con las virtudes de un ángel, y no era un
sacrificio convertirme en sirviente de esa mujer.
Por aquella fecha el problema de su amiga Gabriela con su esposo se había
agravado ya que este tenía otro compromiso con la que convivía y por este
motivo quería separarse. Ella pensaba que todavía quería a su marido, pero
temía que este le quite a su hijo y también la casa donde vivía. Además su
esposo le había dicho que Malena se vaya de su casa, esto se precipitó debido
a que el perrazo de Gabriela abrió la puerta del cuarto de Malena y se puso a
jugar con su almohada y el colchón destrozándolos, retaceándolos. Gabriela le
pago el precio del almohadón y del colchón pero ya no había donde dormir.
Con la orden de desalojo Malena y yo nos pusimos a buscar un cuarto para
que ella tenga donde quedarse. Los cuartos que averiguamos eran pequeños,
casi carecían de iluminación, sus ventanas eran muy diminutas. Se tenía que ir
a ellos por escaleras que conducían a segundos o terceros pisos, y por
pasadizos oscuros que apestaban a comida malograda, sudor, pezuña, orina.

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Ella se sentía cansada de andar y andar todo el día buscando cuartos y al
llegar la noche no había donde quedarse porque además lo poco de sus
pertenencias se encontraban empacados en la casa de su amiga. Me pidió –
Déjame ya, me voy a la chacra a dormir, pero era más de las once de la
noche, le dije - No te desesperes, mañana se solucionará todo, lo más
recomendable por ahora es irnos a descansar al hotel, así estando en el cuarto
solo pensábamos en descansar, pues teníamos las piernas cansadas y los pies
adoloridos e hinchados, con ampollas de tanto caminar. No teníamos aliento
para empujar las palabras fuera de nuestras bocas para seguir conversando.
Nos desnudamos para luego abrazarnos hasta hacernos una sola masa de
carne, haciendo que nuestra respiración sea una sola, que nuestros latidos
coincidan para producir un solo sonido. Estábamos absolutamente agotados,
como si nos hubiéramos pasado todo el día trabajando en la construcción de
las pirámides de Egipto, nos quedamos profundamente dormidos.
Al día siguiente antes de las nueve de la mañana nos levantamos y duchamos
como si con el agua que caía sobre nuestros cuerpos quisiéramos ahuyentar la
mala suerte. Con el ánimo más tranquilo salimos a la calle esquivando a los
carros viejos que pasaban lentamente tocando su bocina .Chocamos con unos
niños lustra zapatos que jugaban fulbito con una pelota de jebe desinflada. Nos
seguía un perro desnutrido que se detenía de débil cada dos pasos. Llegamos
donde nuestra casera en el mercado a comer nuestro arroz con pollo con su
cafecito, luego tomamos una motoneta que nos dejó por el pedregal;
descendimos del vehículo y como el cazador que tiene en la mira a su presa,
enrumbamos directo a tocar la puerta de la casa de la señora que alquilaba las
habitaciones; ella nos preguntó - Qué desean, estoy por salir a Quirio, le
mencioné - Venimos por el aviso sobre el alquiler de una habitación,
anteriormente habíamos venido en cuatro oportunidades pero siempre que
tocábamos la puerta nadie salió a atendernos. La señora nos respondió - Por
esos días estaba saliendo a Quirio como hoy y la casa se quedaba sola. Le
conté a la señora – Ella es Malena mi enamorada, trabajamos en la
universidad. Anteriormente hemos vivido por el barrio del Chillón, pero de un
momento a otro llegó una de las hijas del dueño de la casa que nos alquilaba el
cuarto, a quedarse, por ello que nos dijeron que desocupáramos el ambiente
donde estábamos alojados porque su hija que estaba por dar a luz lo iba a
ocupar. Por esa notificación repentinamente tuvimos que empacar nuestras
cosas para desalojar lo más pronto el cuarto. Desde luego lo que decía era
una gran mentira para tratar de conmover a la señora y parece que había dado
resultado pero me puso dos tarifas. Mirándome algo seria me dijo - Profesor
con cama, incluyendo colchón y una mesa ciento veinte soles, y cuarto sin
nada ciento diez soles. Escogí la primera tarifa. No tendría que comprar otro
nuevo colchón que reemplace al destrozado por el perro de la amiga de
Malena.

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Fuimos a recoger sus cosas de la casa de su amiga Gabriela. El esposo de
esta, el promotor del desalojo, gentilmente trató de ayudarla a sacar sus bolsas
con sus pertenencias, pero ella le dijo - No hace falta, un amigo me va a
ayudar. Yo estaba para eso, cumplí mi papel de cargador de bultos, tomando
una moto llevamos todas las cosas a la nueva morada, a la nueva residencia
donde el cuerpazo y el espíritu de ella tendrían donde descansar y yo tal vez de
vez en cuando.
Su amiga Gabriela seguiría con su encrucijada de darle o no el divorcio a su
esposo. Pensaba que todavía lo quería, que debería serle fiel, cuando ya no lo
era, pues había agarrado viaje varias veces con otro pata.
Finalmente lo que no quería era perder, deseaba quedarse con una de las dos
casas que poseía su todavía esposo. Estaba resignada a perder a su menor
hijo porque el padre podía arrebatárselo si se enteraba de que ella era la
comida calata de otro pata.
Malena y yo dejamos a su amiga con su encrucijada, sufriendo su calvario. Nos
fuimos al mercado de Barranca y como si fuésemos una pareja de recién
casados empezamos a comprar platos, pocillos, tazones, un azucarero,
cucharas, tenedores, escoba, recogedor, una bacinilla, etc., una frazada de dos
plazas, un cubrecama. Esto lo vivía como si fuese mi segundo matrimonio pero
sin casamiento civil ni religioso.
Ella después de trabajar en la universidad a eso de las seis de la tarde salía,
pero la mayoría de veces la acompañaba. Era su escolta oficial, su Montoya. A
veces nos íbamos a la pollería donde saboreábamos un rico pollo a la brasa
con su inca kola, otras veces comíamos por el pedregal unos ricos sándwiches
con un cafecito. La acompañaba después hasta el cuarto, allí tomábamos una
agüita de manzanilla para la digestión, lavaba los cubiertos, luego siempre
había algo que conversar y algún pretexto para hacer el amor, para hacer
entrar mi buque de guerra directamente a su puerto. Me enloquecía poseerla
metiendo mi cosa dentro de ella cuanto podía, y luego dormirnos juntos.
Para Malena no había nada indecente cuando de sexualidad se trataba, me
besaba y mamaba el pene como la cosa más natural del mundo, lo succionaba
como quien chupa un helado Donofrio.Si aceptaba hacer el amor conmigo me
estimulaba y apresuraba frotando lentamente sus nalgas contra mi cuerpo.
Fue una experiencia nueva, en un principio apenas hicimos nada más que
cachar y cachar, era mi maquinita de follar. Una cachada nunca me caía mal,
era para mí hacer una limpieza espiritual.
Siempre cuando me retiraba del cuarto me llevaba la basura si es que había,
porque si la dejaba se descomponía y olía a culo sucio o comida
descompuesta. Al día siguiente aparecía nuevamente por Barranca con el

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ómnibus de la universidad pero no me bajaba en la universidad, sino mucho
antes, por la avenida Tacna y de allí me regresaba en colectivo hasta el
Pedregal y antes de llegar al cuarto compraba en alguna bodega panes, café,
queso, aceitunas, palta, tamales, etc., o si no compraba de un puesto de
desayuno pan con relleno, pan con camote, pan con huevo o pan con torreja,
pero tenía que ser pan con algo, y como bebida escogía soya, quinua o maca.
Por costumbre era yo el que preparaba el desayuno y de ser posible le servía
en la cama, luego lavaba los pocillos y nos íbamos a la universidad, pues los
dos éramos una sola persona, una sola vida y un solo andar.
Muchas veces el dinero me alcanzaba solo para ella, para invitarle su gaseosa
heladita en el momento que hacía más calor. Solo compraba desayuno para
ella, y cuando me preguntaba - ¿Para ti por qué no traes nada?, le respondía -
He desayunado allí mismo antes de traerte el tuyo, pero era mentira con “M”
mayúscula.
Mientras ella tomaba el desayuno que le llevaba, al verla comer empezaba yo a
secretar abundante saliva que se acumulaba en mi boca hasta querer atorarme
y para que eso no suceda, disimuladamente pasaba y pasaba mi saliva que no
tenía sabor a nada, pero me consolaba imaginándome como me la agarraría,
recordando un dicho que decía: “Boca come y poto paga”.
Mientras ella desayunaba me desnudé y envolviéndome con la toalla azul que
siempre compartíamos me fui a duchar, deje que el agua corra por mi cuerpo y
remoje bien mi pájaro y mis bolas las que lave minuciosamente con el jabón
líquido para seguidamente enjuagarlas. En este momento tener una
herramienta sexual bien limpia era mi mejor carta de presentación. Regresé al
cuarto envuelto con la toalla para terminar de secarme en su delante con una
de las puntas de la toalla, para eso ella había terminado de desayunar y
contagiada por lo que había hecho yo, empezó a desnudarse y mientras me
pedía la toalla para cubrirse, mi mirada estaba concentrada en su entrepierne,
en la mata de pelos que resguardaba su gruta sexual. Cuando regresó de
ducharse se quitó la toalla, se había secado antes de salir, se descubrió y se
mostró desnuda, viéndola así comprendí que estaba preparada para matar
cualquier pájaro que entrara en su cueva. Me pare frente a ella, mi pene estaba
erecto, le había dado varios lapos para que no se muera.
Había procurado que se mantenga así porque lo había estado frotando de rato
en rato imaginándome como me la cachaba. Ella mirándome el pene se me
acercó, eso me hizo sentir el hombre de los huevos de oro. Con una de sus
manos me agarró el pájaro y empezó a masturbarme, gotas de mi semen
empezaron a poblar la punta de mi pene y con eso unté todo el largo de mi
garrote , mientras los dedos de mi otra mano se abrirían camino entre los
entrecruzados pelos que poblaban su entrepierna descubriendo la rosada
entrada de su gruta cuyas paredes se mostraban palpitantes invitando a la

28
penetración y con mi mano todavía agarrándome el pájaro se lo introduje
eyaculando en su quemante interior mientras sentía las fuertes contracciones
de su vagina abrazando mi pene, instándole a seguir clavado dentro de su
chucha.
Ella adoraba la fuerza del empuje de mi pene hacia su gruta entre sus piernas,
pero no el empuje de mi garrote a través de su boca .Me daba cuenta que se
atoraba, era como si le estuviese haciendo tragar una espada.

29
En noches como está la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Una gran tristeza cae a mi alma como una fuerte pisada a la tierra.
Sentir la noche oscura, más inmensa sin ella.
Mi mirada la busca, mi corazón con sus latidos la llama, y ella no está
conmigo.
De otro, será de otro, su voz, su mirada infinita, su cuerpo claro, su tibia
y suave vagina.
Basado en Pablo Neruda
5
Ese día subí al cerro a eso de las dos de la tarde, por detrás de los servicios
higiénicos para los alumnos, por el caminito de los magueyes y de las tunas
sembradas para llegar a la carretera por donde pasan los ómnibus de la
universidad que transportan a los profesores, a los administrativos, y a los
alumnos hacia Huacho.
Al llegar a la subida del cerro levanté la mirada hacia el lugar donde solía
encontrarla regando, y creí verla con su polo plomo, su pantalón de dril azul y
su gorro negro con su mirada centrada hacia las plantas y la manguera entre
sus manos. Se había parado con las piernas abiertas asentando todo el peso
de su cuerpo sobre sus pantorrillas llenas y torneadas. Al verla así mi dolor de
cintura, la pesadez de mis testículos y el cansancio que empezaba a inundar mi
cuerpo desaparecieron. Las energías de mi cuerpo comenzaron a renovarse y
aceleré el paso para encontrarme junto a ella. Solo miraba el camino y a mis
pies que avanzaban y cuando encontré una señal en el camino que me
indicaba que había llegado, levante la mirada y triste fue mi desilusión, no era
ella la que vi, su figura la había montado encima de otra persona. Era un
compañero de su promoción, Daniel, a él en mi visión imaginaria le había visto
como si fuera ella. Ella era…era todo para mí, era el agua en mi sed de amor,
era mi sueño, mi realidad. Entre mi dije - No es ella…no es ella…donde estará
ella, me preguntaba y no obtenía ninguna respuesta, y es así que mi corazón
se fue cubriendo por la tristeza. Las peores lluvias y los peores vientos
reinaban en él. Pero de todas maneras recorrí los lugares donde frecuentaba
ella y a medida que los ubicaba parte de mí, pedazos de mi espíritu se

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quedaban en ellos. Sin ella todo era nada, todo era un vacío total. El resto del
día y de la noche me sentí triste y desintegrado.
Al día siguiente le conté lo que me había ocurrido y lo mucho que había
extrañado su presencia, su voz que siempre llegaba a mí como un conjuro
melodioso y hechicero. Le ayudé a regar las almacigueras que eran pequeños
espacios de terreno preparado donde se sembraban las semillas para que
germinen. Le comenté que de las variedades de fréjoles que habíamos
sembrado experimentalmente, el más rendidor era el frijolito castilla que
mostraba ser el más resistente a las plagas. Luego vimos un lugar donde
sembrar las enredaderas bellísimas para las abejas y apreciamos algunas
plantas silvestres que también atraían a las abejas. Pronunciamos al mismo
tiempo: - Las consideramos para reproducirlas, ya que por ser rústicas no
necesitarán de muchos cuidados.
Que agradable era sentir su voz recorrer todo mi corazón tan necesitado de su
ternura. Que deseable era la tarde cuando estaba ella para que me impregne
con su olor a plantas y yo ser parte de ella.
Cuando a eso de las seis de la tarde estaba terminando de regar le propuse ir
un rato al cuarto para lavarnos. Abrí la puerta de la calle y la invite a pasar,
enseguida lo hice yo y abriendo la puerta de la habitación la introduje, porque
ella era parte de ese ambiente mientras yo me dirigí al baño. Al regresar al
cuarto la vi parada frente al espejo contemplándose. Lo que me atraía de ella
era el color de su piel, sus muslos carnosos y nalgas proporcionadas.
Cuando la veía así semidesnuda me entraba un cosquilleo en el cuerpo y se
empezaba a erectar mi sexo, esa era la señal de que la deseaba, pero me
contuve. En silencio me saqué la ropa y envolviéndome con una toalla azul me
fui a la ducha, abrí la regadera e hice que el agua caiga a mi sexo hasta que lo
disminuya de tamaño. Enjabone y enjuagué mi cuerpo varias veces y lo sequé
con uno de los extremos de la toalla. En el cuarto retiré la toalla que cubrían
mis estructuras anatómicas para pasárselo a ella. Se cubrió el cuerpo también
con la toalla dirigiéndose a la ducha. Cuando salió del cuarto hablé duro
sabiendo que no me escucharía -Te perfumas la chuchita. Al retornar me
manifestó que no se había mojado el pelo, Pensé - Que chucha me importa tu
cabello, me interesas lo que tienes de tus hombros hacia abajo.
Arrojó suavemente la toalla encima de la cama y dejó al descubierto su
desnudo cuerpo que era un monumento, una escultura de carne. Mientras la
veía cogí la toalla y empecé a secarle sus pechos, sus axilas, su pubis, los
muslos y piernas para continuar secándole la espalda y sus nalgas. No pude
resistir más porque mi pene se fue erectando nuevamente hasta destacar del
resto de mi cuerpo. No pudiendo más en silencio la tumbé sobre la cama y
empecé a succionar sus pezones una y otra vez. Mientras olfateaba sus
pechos, cogía cada uno de ellos con la mano que le correspondía y mis dedos

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los oprimían como si palpara un par de melones. Empecé a besar los costados
de sus senos provocando el escape de sus gemidos - Ohhh…ohh…ahhh…,
con sus brazos apretaba mi cabeza contra su pecho. Mientras mi boca se
perdía en medio de sus senos, mi mano derecha trabajaba explorando su
entrepierna, tocaba su sexo y los pelos rígidos y rizados que lo cubrían, de
tanto tocarlo su sexo empezó a humedecerse y ella me dijo casi al oído –
Tienes…tie…, y antes de que termine de pronunciar nuevamente dicha palabra
mágica le contesté lentamente - ¡Si ten…go!… ¡si ten…go!
Apartándola suavemente hacia un costado, desnudo como estaba me pare a
buscar en mi maletín un preservativo, un vientecillo frío chicoteó mis nalgas.
Después de tanto rebuscar no encontré los condones. En silencio me tumbe
nuevamente encima de ella, dispuesto a tapar su hueco cogi mi sexo para
hacerlo encajar en su rendija. Me mecía encima sintiendo que mi garrote
entraba y salía de su hendidura, sentía que las paredes de su vagina frotaban
mi sexo, se abrían para recibirlo y eso me excitaba. Mientras seguía
meciéndome encima de ella le besaba los pezones y con mis manos acariciaba
sus muslos carnosos e hice que sus rodillas se doblen hasta tocar mis hombros
y así ella con sus rodillas encogidas que le tocaban sus pechos se me ofrecía
como una gran masa carnosa apetecible y comencé a recorrer todo eso
palpando con mis manos y besándolo con mis labios. Como no sentir placer
cuando la musculatura de su vagina exprimía mi pene hasta sacarle la última
gota de semen y después de esto yo le alcanzaba papel toalla blanco para que
se limpie su sexo, retirando de ello los restos de mi semen y yo retirando sus
secreciones de mi pene y envolviendo mi órgano con papel toalla como si fuese
una momia. Luego ella se echaba en la cama desnuda boca a bajo, yo hacía lo
mismo echándome a su costado, así unidos por nuestras carnes nos
quedábamos dormidos hasta que la oscuridad con más oscuridad lo rodee
todo. Era yo el primero que se despertaba y por un instinto desconocido
prendía la luz y sin hacer ruido me paraba a su costado contemplando su
cuerpo en silencio mientras nuevamente me colocaba a su costado, en seguida
mis manos delicadamente empezaban a recorrer sus pies, sus tobillos, sus
pantorrillas carnosas y duras hasta llegar a lo que más me gustaba de ella, sus
muslos, los que acariciaba y por los que resbalaban mis dedos suavemente,
luego pasaba mis manos por sus bien formadas nalgas que encajaban
perfectamente con el nacimiento de sus muslos. Seguía recorriendo con mis
dedos sin cansarme la curvatura de sus nalgas, los pliegues que formaban la
unión de sus nalgas con sus muslos, avanzaba hasta la curvatura de sus
caderas, pero el placer agradable que esto me provocaba no podía ser eterno,
era la hora de retornar a Huacho. Me incorporé de la cama primero con pereza,
luego ágilmente y al verla que en la cama adoptaba una posición invitadora
empecé a inclinarme lentamente hacia su figura y ella semidespierta empezó a
encoger lentamente sus muslos y rodillas hacia sus pechos mientras colocaba
las palmas de sus pies sobre mi vientre y empezó a contraer y a estirar sus

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miembros inferiores y así mi figura tiesa se acercaba y se alejaba de su cuerpo
y mi pene se erecto nuevamente no me quedó más que introducirlo en su sexo
y asegurarme de no sacarlo hasta eyacular, terminada la faena recién le pedí
que nos retiremos del cuarto, mientras ella se alistaba yo recordaba que en un
encuentro pasado, cuando estábamos desnudos yo me había subido y sentado
encima de ella apoyado en mis talones. En esta posición la contemplaba y
acercaba mi miembro erecto sobre su cara mientras ella empezaba a
acariciarlo con la punta de sus dedos; y cuando mi pene estuvo en contacto
con su cara empezó a besarlo y al sentir ese cosquilleo, ese adormecimiento
que me producía placer. Introduje mi vara al interior de su boca y sentí que este
se adentraba en un túnel húmedo y cálido. Empecé a meter y sacar mi pene de
su boca. Esto no era un cache pero parecía un cache, de todas maneras
saludable para el corazón y los pulmones. Un placentero ejercicio para los
músculos, quería seguir recordando pero ya no más recuerdos acudieron a mi
mente al escuchar su voz que decía-Vamos profe.
Al enfrentarnos a la calle el día había dejado de ser día, la tarde había dejado
de ser tarde. La tarde era noche, pero el color de esa noche era de un color
plomizo, triste, melancólico. La invité a comer un sándwich con café en la
cafetería ubicada en la siguiente esquina y así lo hicimos. Me sentía tan bien
cuando estaba con ella, cuando me acompañaba, cuando me conversaba.
En el couster ya sentado junto a ella la miraba de reojo mientras colocaba mi
mano derecha entre sus muslos para acariciarlos. Deseaba emborracharme de
su presencia.
Llegando a Huacho nos bajamos en el paseo Colón, su trasero y sus senos
duritos y paraditos arrancaban suspiros y uno que otro piropo de grueso
calibre. Ella atrapaba miradas penetrantes, eso lo noté porque un muchacho la
seguía con la mirada, era atractiva se movía con una asombrosa coordinación,
había una despreocupada y saludable feminidad en su porte. Cruzamos la
pista a la carrera cogidos de la mano como dos adolescentes y en el paradero
mientras ella esperaba su movilidad yo la tenía abrazada desde atrás mientras
me decía - Me siento cómoda recostada sobre ti, eres mi colchón de carne.
Nuevamente se me estaba calentando el pájaro parecía que me iba explotar
por lo que me despegué de su cuerpo para irle a comprar su agua heladita para
la sed. Mientras me dirigía a hacer la compra veía las caras de los ambulantes
que gesticulaban ofreciendo sus mercaderías, parejas de secretarias
contándose las ocurrencias del día, policías de tránsito tocando sus silbatos,
rateros que aprovechando la luz roja trataban de robar lo que podían del
interior de los vehículos. Me mortificaba contemplar siempre este paisaje. Con
mi compra retorne donde ella y cuando apareció su movilidad rápidamente me
selló los labios con un beso mientras me decía – Hasta mañana profe, cuando
subió al micro no la perdí de vista hasta que ocupe un asiento y continué
mirándola hasta verla alejarse de mi. Mientras ella como si presintiese que no

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íbamos a vernos por varios días me levantaba la mano y la agitaba hacia mí en
señal de despedida y yo colocando mis dedos entre mis labios le enviaba un
beso seguido de otro.
Cómo deseaba que el viento siempre llevara mis besos hacia donde ella se
encontrara, cómo deseaba que mis besos siempre le dijeran que la amaba.
Necesitaba respirar el aire húmedo del oscurecer para serenarme mientras una
lluvia fina empezaba a atravesar el silencio de la noche que avanzaba, y el
viento frío incrustaba en mis oídos las letras de una canción:
Dos almas en el mundo, había unido Dios,
Dos almas que se amaban, eso éramos tú y yo.

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Ayer todo el día hubo alegría en mi corazón,
porque estuvimos juntos toda la mañana, y la tarde.
El oscurecer estuvo iluminado para mí,
porque tú eras mi sol, el sol de mi vida.
Yo no te escribo esto, sino mi corazón.
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Mientras el viento de otoño jugaba entretenidamente haciendo un revoltijo con
las hojas y flores marchitas caídas de los árboles que mudaban cada
temporada en su loco afán de embellecer. Le decía a Malena por el celular que
no venga a la universidad, porque si iba a llegar a la 1 p.m. no tenía sentido,
mejor sería que diera su examen de francés con tranquilidad, ella me contestó -
Está bien profe pero averígüeme el teléfono del profesor Gonzáles y envíelo a
mi correo porque estoy en falta con él por el curso de piscicultura, usted fíjese
lo que van a hacer los alumnos hoy para informar al profe sobre el avance de la
poza para criar tilapias. Además me pidió - Envíeme la lista de los alumnos
que participarán para que se le considere en el proyecto y les salga su
resolución. Aceptado su pedido pensé que con esto ahorraría algo de dinero
pues ya no tendría que invitarla, mi billetera agonizaba. Pero llegado el
momento me sentí solo y me arrepentí de lo que le había pensado y de lo que
había hecho, recién comprendí que la necesitaba, me dieron ganas de llamarla
pero me contuve, sin ella lo que me podía suceder en el transcurso del día
carecía de importancia. Por el amor a ella, por el amor a su recuerdo, sabiendo
que amaba las plantas, que eran su mundo, su pequeño y gran mundo traté de
hacer algunas de las cosas que me había encargado y que estaban
pendientes, por decir hace días me había encargado rescatar los bulbos de los
nardos que estaban en un terreno hoy baldío donde no crecían otro tipo de
plantas ya que el terreno no era regado durante meses, habían ocho nardos,
sus bulbos eran parecidos a la cebolla de cabeza. Con el pico trate de sacar a
uno de ellos, pero nada, solo había conseguido romperlo, repetí la maniobra
pero con igual resultado negativo. Pensé- Mejor en otra ocasión, quizás
remojando la tierra que rodea a las plantas la cosa resulte más fácil. Pero ya
que tenía el pico algo había que arrancar de la tierra, en eso vi el brote de unos
plátanos e introduje el instrumento debajo de la tierra hasta llegar a la base de
las plantas para arrancarlas con algo de raíces para que al transplantarlas
peguen.
Con las plantas de plátanos y la herramienta me dirigí al cerro, abrí la puerta
del vivero y me pareció que no se avanzaba en los trabajos, las plantas

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llamadas bellísimas que eran unas enredaderas permanecían en sus bolsitas
esperando una mano divina que las lleve a terreno fértil y las plante para que
sobrevivan. Solo pero con esta idea fuera del vivero recordé donde Malena
había plantado las primeras enredaderas, era en el cauce de una pequeña
acequia, de tal manera, que si yo colocaba la manguera de agua al inicio del
canal se irían regando solo las plantitas, pero como ya no había más terreno
disponible y el cauce de la acequia estaba interrumpido por malezas, piedras,
ramas, de árboles, lo primero que hice fue romper con el machete las ramas
de los árboles y sacar las hierbas que cubrían el cauce seco donde se iban a
sembrar las futuras enredaderas melíferas. Procedí luego a traer las plantitas
que estaban en sus bolsitas al lugar de la siembra y con la lampa empecé a
hacer los huecos para su siembra que eran más de cien, por ratos me
desanimaba pero por amor a ella, por amor a su nombre continúe con el trabajo
hasta sembrar todo. Las plantitas daban la apariencia de ser pequeños lunares
verdes que destacaban sobre la superficie reseca de la tierra. Luego procedí a
conectar la manguera y la jalé al inicio de la acequia donde empezaba la
siembra, y el agua bondadosa que salía de la manguera fue avanzando por el
pequeño cauce remojándolo todo, dando vida a todo lo que tocara, era como si
la mano de Dios al pasar tocando terrenos estériles hacía que brotaran las
plantas. Paralelamente a esto un grupo de alumnos trabajaba acarreando
piedras para elevar la altura de la poza que habían construido para un proyecto
de crianza de tilapias de la profesora Malena. Ella me había dicho que no
vendría, pero la llamé a su celular diciéndole – Ven para que veas como está
quedando la poza, ella me respondió – Me desocupo y estaré allí lo más
pronto, así lo hizo, a las dos horas, se apareció radiante y brillante como el sol
de todas las mañanas de mi vida. Justo en esos momentos los alumnos
estaban preparando una parrillada de pollo y cuando llegó el momento, todos
nos pusimos a comer felices y contentos como si todos los días pasados y
futuros de nuestras vidas fuesen como este.
Cuando la tarde se estaba terminando los alumnos alistaron sus utensilios que
habían traído para la parrillada, lo empaquetaron y se retiraron.
Mientras cerrábamos el vivero nuestras miradas se cruzaron varias veces.
Esos eran los momentos que buscaba a cada instante para que, a través de
sus ojos me metiera al fondo de su alma.
Me daba cuenta que prácticamente moraba en el vivero, lugar donde
reproducía las plantas para luego sembrarlas, poco faltaba para llevar mi cama
a ese lugar.
Había oscurecido totalmente, en mis ojos solo había luz para verla a ella. El
silencio fue partido por su voz que me llegó- Profe, esta noche en el cielo solo
se ven tres estrellas juntas, pero todas brillan intensamente. La miré, toda su
atención estaba dirigida a contemplar la oscuridad infinita de la noche.

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Nuevamente su voz- Profe, mire las estrellas, están casi juntas.
Para que no se moleste me puse a contemplar el cielo en el lugar que ella me
señalaba mientras murmuraba casi silenciosamente – Mejor te llevo a un hostal
tres estrellas y allí te voy a hacer ver las tres estrellas las veces que quieras.
Dirigiendo su mirada hacia mi rostro me dijo- Qué dice, hable fuerte. Le
respondí – No he dicho nada, solo pensaba. Así nuestras vidas transcurrían
como un lento remolino, sin turbulencias.
Tomados de la mano bajamos por el camino de cemento, la sensación era
como si descendiéramos del cielo hacia la tierra.

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Gemidos y tocamientos de curiosidad
extrema invaden nuestros cuerpos,
mientras nuestras figuras pelean
sin más cascarón que su piel.
7
En esta época yo vivía para la agricultura. Ella era testigo de cómo me
entregaba de cuerpo y alma a las plantas. Estaba retirando las malas hierbas
alrededor de las lechugas, mientras ella terminaba de regar.
La lluvia había dejado de hacer sentir su poder para convertirse en una fina
garúa que también mojaba pero no molestaba como la lluvia.
La oscuridad se apoderaba de todo. A medida que transcurrían los minutos
nuestras figuras cada vez se veían más borrosas y antes de no distinguirnos
totalmente decidimos retirarnos. Entré al vivero a guardar las herramientas,
luego me senté en una carpeta según yo para descansar brevemente, pero
cuando ella se aproximaba al vivero pude distinguir todavía su figura borrosa
casi fantasmal y desde muy dentro de mí como un punto de luz que crece
hasta hacerse inmenso y cubrirlo todo, los deseos morbosos fueron
manifestándose hasta poblar todos los rincones de mi mente.
Cuando ella pasó por mi lado al igual que cuando la araña atrapa a la mosca ,
la jale de la cintura hacia donde estaba sentado y mientras pegaba su vientre a
mi cara con mis dedos levantaba su polo para exponer sus carnes mientras
hundía mis labios en su piel para que empiecen a recorrerla, mientras la
abrazaba por ratos de la cintura y por ratos de las nalgas. Sin la menor
vacilación me apoderé de uno de sus pezones y lo embutí en mi boca, por
varios minutos le estuve besando las tetas, pasaba de una a otra, lamiendo el
sudor salado de su piel mientras mi sexo quemaba y ardía como si hubiese
sufrido la quemadura del metal de una plancha caliente.. Besaba todo su
vientre mientras mis manos recorrían sus gruesos muslos a través de sus
pantalones. Me estaba excitando, sentía que mi pene se había endureciendo,
que trataba de romper la parte de mi pantalón que lo contenía, para liberarse.
Me levanté de la carpeta y bajé el cierre de mi pantalón liberando mi pene de
su encierro y este salió de su prisión como una culebra liberada de su
cautiverio en busca de otra guarida más confortable. Cogiéndole a ella de los
hombros para tratar que se arrodille le dije – Dale una buena chupada para
que se ponga duro, se arrodilló y cogiendo mi pene por su tronco lo aproximó a
su boca dándole un suave beso en su cabecita y se lo pasó alrededor de su

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boca como si fuese un pintalabios para luego ponerlo a ambos lados de su cara
mientras entrecerraba los ojos. Yo miraba lo que hacía sin pronunciar palabra,
me sorprendía el cariño que le tenía a mi cosita, no dejé de contemplarla hasta
que ella levantó la vista hacia mi rostro y nuestras miradas se cruzaron por un
instante. Suspirando cogió mi pene y se lo introdujo rápidamente a la boca
como queriendo que no se le escape y empezó a mamarlo con desesperación
como una criatura hambrienta que no quiere soltar su biberón. Cada vez que
en mi verga sentía la presión suave de sus dientes y de sus labios este latía
con más fuerza y mi deseo de correrme en su boca aumentaba. Eran tan
suaves las caricias de sus labios sobre la piel de mi pene que no deseaba que
ese momento se termine, quería que durase eternamente.
Ella seguía chupándomelo, saboreando mi pene salado y pegajoso, pero
seguramente tan delicioso. Mi deseo de correrme dentro de su boca
aumentaba mientras cogía su cabeza y la apretaba contra mi vientre para que
mi instrumento se introduzca más y más dentro de su boca. Cuando sentí que
de continuar así se me vendría, desistí murmurando en voz baja – Mejor me
corro en su rendija, e introduciendo mis dedos debajo de sus sobacos la
levanté y mientras le besaba los labios le iba levantando el polo liberando sus
tetas de su sostén para recorrerlos milímetro a milímetro con mis labios y con
mi lengua. Sus tetas eran blancas, muy blancas, ese color rompía la oscuridad
de la noche, me daban ganas de mordérselas hasta hacerlas sangrar.Su
cuerpo sin ser un piano tenía muchas teclas que tocar.
Mi urgencia para eyacular había aumentado, era como si me estuviese
conteniendo de orinar. Así mientras devoraba sus tetas le bajaba el pantalón y
el calzón como quien pela una manzana, para llevar mis manos hacia sus
nalgas recorriéndolas en la oscuridad de esa noche sin luna, hasta que en el
recorrido por sus partes bajas ubiqué la mata de pelos que como tentáculos de
un pulpo resguardaban su gruta de amor adúltero. Le dije – Agáchate para
empujártelo, ella lo hizo con los ojos entrecerrados sin dejar de suspirar y emitir
quejiditos de placer, para eso también me había bajado los pantalones y mi
pene tieso, caliente y duro como una lanza me exigía cumplir con su deber. Me
ubiqué detrás de ella mientras la agachaba, le separe las piernas que como
columnas soportaban el peso de su cuerpo y parte del mío y desde atrás se la
empujé, mi pene como una flecha dio en el blanco. Cuando sintió que mi barra
violentamente se había introducido en su agujero, exclamó – ahh…ahh. Sus
gritos parecían los aullidos de una sirena de carro patrullero. Sentí que su sexo
como un perro de presa se había devorado a mi pinga. Sin dejar de
empujárselo le decía – Baja la voz que nos pueden escuchar, y ni un quejido
más escapó de sus labios. Desde atrás continuaba empujándoselo , aún a
pesar de la oscuridad contemplaba como mi pene duro como una barra de
acero , y brillante porque estaba recubierto por las secreciones vaginales de

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ella entraba y salía de su agujero como si fuese tragado y vomitado una y
muchas veces emitiendo un sonido característico – Tha…thah,,,tha…
Sentí que se me venía, apreté los dientes mientras mi cuerpo se contraía y
empecé a eyacular en su agujero inundándolo mientras me abrazaba de su
cintura y ella se quedaba paralizada por la sensación con la boca abierta,
arqueando el cuello hacia atrás. Cuando terminamos saque papel higiénico de
mi mochila y empezamos a limpiarnos tratando yo de borrar las huellas de mi
adulterio. Ella lo hacía mientras contemplaba los moretones en sus piernas,
condecoraciones mías.
En ese momento yo era todo para ella, su amante, su padre, su madre, y así lo
seguiría siendo en el futuro. La protegería, la abrazaría fuerte ya sea de día o
de noche, rodeándola con mis brazos como ahora.
Una vez más en este ambiente había dejado mi leche nocturna depositada en
el recipiente de ella.

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Muchas desesperamos porque lo que deseamos no se cumple,
deprimirnos no soluciona nada, maldecir tampoco.
No debemos esperar pasivamente las soluciones, debemos actuar,
acelerar ese proceso, pero obrando honestamente sin denigrar nuestra
persona. Debemos respetarnos nosotros mismos, sino nadie lo hará.
8
Por esta época todo lo veía semilla, mi mundo eran las semillas. Cuando comía
un melocotón estaba pensando en hacer secar la pepa para despu és
sembrarla. Si en mi casa hacían refresco de maracuyá estaba pensando en
recolectar las semillas para hacer almácigos.
Ese día tuve clases toda la mañana y llame a Malena a eso de las 11 a.m., me
dijo- Tráeme algo. No he tomado desayuno, lo único que le pude conseguir del
quiosco fue una gaseosa guaraná y dos pay de manzana, cuando estuve junto
a ella con mi pequeño cargamento le dije - Has un alto para que puedas tomar
tu gaseosa, ella llevo la manguera hacia el lecho de la acequia donde se
encontraban las enredaderas, regó alguito y se puso a comer y beber lo que le
traje mientras yo contemplaba la exuberante vegetación que nos rodeaba. En
cada planta que ella atendía palpitaba su vida misma, como si en cada hoja
verde estuviese escrito algo de su historia y no sus miserias.Acá arriba estaba
lejos del caos de la parte baja del ambiente universitario. Mi mente se sentía
libre de preocupaciones, la belleza de ese lugar cautivaba mis sentidos. La
vegetación estaba bañada por la dorada luz del sol al igual que los coloridos
pétalos de las flores. Se escuchaba el rumor de las hojas mecidas por el viento
que tenía un olor a pureza mientras los insectos buscaban el dulce néctar de
las flores. Escuchaba el sonido relajante del agua escurriéndose entre las
plantas. Ya no sabía cómo describir lo que sentía.
Miré la hora en mi celular, era cerca de la una por lo que dije – Vámonos a
almorzar al comedor de profesores, después de terminar de ingerir nuestros
alimentos salimos, pero mientras lo hacíamos voltee y vi que algunos
profesores que estaban almorzando le miraban el trasero. Comentaban de ella
y de mí. Pude escuchar que uno decía relamiéndose - Qué jamones, que
delicia de jamón blanco, mientras los demás se daban pajazos mentales. Sabía
que ella atraía miradas penetrantes, pero eso me llegaba altamente, yo no vivía
de los demás.
Malena me parecía que tenía dos rostros, la parte superior de su cara,
misteriosa, con los ojos algo gatúbelos medio ocultos tras sus cejas algo
pobladas, y la parte inferior de su rostro viva y móvil, con la boca moviéndose
todo el tiempo, reflejando su estado de ánimo y su entusiasmo.

41
A eso de las tres fuimos al vivero donde quedaban unas cuarenta flores de la
cantuta, pues las demás se habían muerto debido a que en las hojas le habían
aparecido unas pelusas que según los especialistas eran por los hongos y las
plantas necesitaban más luz, mas sol ya que con esto los hongos
desaparecerían porque no era un ambiente favorable para ellos. Ella me dijo
que cargue las plantas en la carretilla y así lo hice, pero llevarlo fue cansado y
doloroso como un parto en pleno invierno, hacía hueco y plantaba, eso estuvo
bien pero el problema fue el riego, tuve que llevar la poca agua que había en
los bidones a cada planta para regarla, porque no resistirían el nuevo
amanecer quemante.
Acabando la tarde y entrada la noche terminamos. No me preocupaba el
cansancio ni el anochecer, me preocupaba haber quedado bien con Malena, y
que mejor recompensa que ella me dejaba apretarle suavemente el brazo,
tomarla de la mano y juntos descender por la vereda de cemento que estaba al
costado del camino como quien desciende del altar, para luego dar la vuelta y
encaminarnos a la salida de la Universidad.
Cogimos nuestra movilidad, mientras duraba el viaje sentía que mi mente le
hablaba a mi cuerpo con estas palabras – Cómo no vas a estar todo el tiempo
a su lado, haciendo el amor con alguien que sabe transformar los deseos en
realidades sin que tenga uno que decirle una sola palabra. Es una mujer que
sonríe mientras la posees, una chica que sabe cómo, cuándo y dónde hay que
excitarle a uno gracias a su clarividencia. Las chicas deberían entender que no
basta con tumbarse y abrirse de piernas. Diversos ruidos primero suaves luego
fuertes empezaron a poblar mi mente, poco a poco estábamos acercándonos a
la ciudad distinguiendo sus edificios en forma de cajones.
La iluminación de la ciudad alegraba el ambiente y entibiaba el aire que se le
sentía agradable. Mientras cruzábamos por el palacio de justicia para dirigirnos
al paradero donde ella tomaba su movilidad contemplábamos la plaza Grau
con su monumento triangular como un gigantesco semáforo inservible que no
solucionaba el congestionamiento vehicular que formaba verdaderos cuellos de
botella. Cuando se iban desatando los nudos el sonido de los claxon bajaban
sus ruidos estridentes. Los vendedores de dólares ofreciéndolos a los chóferes
cuando los semáforos estaban en rojo. Los enamorados sentados en las
bancas distribuidas a lo largo de las alamedas se besaban con intensidad
adoptando las más diversas posturas, dando muestras de su amor, pero eran
interrumpidos en sus manifestaciones por los ambulantes que les ofrecían
galletas, caramelos, cigarrillos y hasta piquetitos de condones.

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Actualmente para nosotros que nos conocemos, muchas cosas en lo
económico y en otros aspectos no van bien, también le sucederá al resto
de personas, pero no siempre será una eterna neblina que lo cubre todo.
Los buenos momentos como una intensa luz se abrirán paso y
recobraremos los deseos de vivir y daremos gracias no se a quien por
seguir disfrutando de la vida.
Las cosas positivas que hagamos durarán por siempre, serán nuestra
felicidad porque nos darán la paz y la tranquilidad.
9
Cada día no es igual al otro, pero si puede ser parecido al otro. Esta mañana
estuve ocupado dictando clases, por más que quise no pude acercarme a ella,
no pude buscarla en el lugar donde estaba trabajando y recién pude localizarla
a eso de la 1.00 am, estaba en el vivero seleccionando algunas semillas. Me
senté en una carpeta, se me acercó y la sentí a mi lado. El sol acariciaba su
rostro, las plantas pronunciaban su nombre. Mis manos la buscaron y mis
brazos la abrazaron.
Después de desocuparnos de las actividades agrícolas nos fuimos a almorzar,
luego como de costumbre descendimos por la curva que llevaba al otro vivero
que no era el de nosotros ubicado a la entrada de la Universidad, al costado de
la garita para las nuevas plantas que se encontraban en ellas. No pudimos
encontrarnos con Eloy el encargado del vivero, así que un poco
descorazonados lentamente empezamos a retirarnos, hasta que como si
nuestras miradas fueran una sola divisamos a un costado de la entrada dos
cactus algo secos, de uno de ellos su penca estaba doblada en dos con algo
de raíces; de la otra penca recta toda ella las pequeñas raíces le salían del
centro de una de sus caras, del costado de sus espinitas. Cogí a ambas entre
mis manos para llevarlas al vivero que teníamos arriba, para sembrarlos en el
lugar indicado junto a otros de sus compañeros de su misma especie. Arriba
ella se puso a arreglar los surcos para iniciar el riego, le ayudaba a jalar la
manguera hacia los lugares que me indicaba para que el agua llegue a las
plantas.
Sin darnos cuenta la tarde estaba por desaparecer para dar paso a la noche,
pero antes que esto ocurra ella me mostraba lo hermoso que eran las
enredaderas bellísimas con sus flores rosadas oscuras rodeadas de abejas que
pugnaban por robarles el polen. Me coloqué detrás de ella para poder sentir
sus nalgas acariciando mi pene, cada vez que mi pichula tocaba cualquier
parte de sus nalgas me era difícil resistir más, pero seguí colocado a su
espalda, a un costado. Tome su mano izquierda y la coloqué en mi bragueta

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donde estaba mi pene para que me lo agarre, para que aprisione mi culebra sin
escamas, lo aprisionó entre sus dedos como un águila cuando atrapa a su
presa entre sus garras. Había accedido, a mis deseos y sin voltear me cogía el
pene y lo friccionaba, que delicia y placer para mí. Pero al fijarnos bien,
delante de nosotros, aunque algo lejos, unos trabajadores estaban limpiando la
acequia de regadío, eso la intimidó un poco y a mí también por lo que
depusimos por el momento lo que estábamos haciendo. Subimos un poco más
rodeando la construcción donde se encontraban los panales de las abejas y
entramos al otro vivero donde estaban los almácigos de las maracuyá y el
criadero rudimentario de los caracoles, vimos que las plántulas de maracuyá
estaban ya para trasplantarse y los caracolitos habían empezado a
reproducirse, esto me hizo exclamar - ¡Qué inmensa alegría! ¡Que inmenso
placer!, mi entusiasmo fue momentáneo porque inmediatamente recordé lo que
había estado haciendo con ella, eso era más importante y me coloqué detrás
de Malena, pero a su costado, eso me excitaba. La mano de ella fue hacia
atrás donde estaba mi bragueta y sentí que sus dedos rozaban mi pene, este
resucito y no pudiéndome contener más saqué mi instrumento de su estuche y
lo ventilé al aire y ella lentamente empezó a masajearlo con sus dedos, y yo
por un instante me froté con su cuerpo, con su gran cuerpo que resistía las
envestidas de mi sexo las veces que me apetecía. Sus mejillas se habían
coloreado, sus labios se entreabrían.
Empecé a manosearle el trasero, era firme y duro. Imaginé la suavidad y
profundidad de su hoyuelo en el extremo inferior de su espina dorsal. Evoqué el
marcado pliegue definitorio donde terminaban sus nalgas redondas y donde
nacían los muslos. Mi erección fue aumentando.
Estábamos parados en un camino de tierra, de polvo. Pero deseaba un polvo
con ella en el polvo.

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Era la hora del sexo malo. Venían los hombres gritando e insultando.
Ella los veía acercarse desde el fondo
De pronto uno de ellos exclamó- ¡Huelo carne cruda!, ¡Huelo sexo de
mujer!
Y como guiados por el olfato, comenzaron a acercarse a la joven gritando
- ¡Olemos a la hembra!
Estaban cerca, el movimiento que ella hizo para protegerse fue reflejado a
la pared por la luz del lamparín como una sombra monstruosa de gran
cabeza y numerosos brazos.
Los hombres asustados se alejaron del lugar desapareciendo.
Todo fue envuelto por un gran silencio.
10
El día había empezado, me reuní con ella en el vivero en esta mañana de
verano. Mis ojos se encontraron con los de ella, no cambiamos palabras pero
en nuestras miradas hubo tanto de promesas y esperanzas.
La besé, el sabor de sus labios era el sabor del amor. Estábamos convencidos
que nuestras vidas se habían encontrado como dos caminos para no separarse
nunca. Nos unía un amor infinito, un amor más grande que el mar.
Hice algunos almácigos, luego aprovechando el cauce de la pequeña acequia
donde había sembrado las bellísimas sembré algunas malvas para aprovechar
el riego que se daba a todo al colocar la manguera al inicio del cauce. A eso de
la una de la tarde nos fuimos a almorzar al comedor de profesores luego al salir
fuera de la universidad le compré un “frio rico”, el helado que tanto le gustaba.
Ella saboreando lo que más le agradaba y yo saboreando de su presencia nos
dirigimos al vivero que se encontraba cerca de la garita, una vez allí
enrumbamos a un improvisado salón de clases, jalamos un par de carpetas y
nos sentamos a descansar, pues el almuerzo y el trabajo en el cerro con las
plantas nos había agotado.
Más tarde regresamos nuevamente a regar las plantas y al terminar le sugerí ir
al cuarto para bañarnos. Allí me contó - El Doctor Narváez me ha dicho que tú
no me quieres lo suficiente como para divorciarte y que no me convienes, por
eso es mejor que me separe de ti. Le respondí - A mí tampoco me gusta estar
en esta situación, si te busqué fue porque estaba seguro que mi esposa me
iba a conceder el divorcio, pero a última hora se arrepintió. Añadí - Date
cuenta que yo te quiero y esto te lo manifiesto en todo momento. La bese en

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los labios pero ella no me correspondió como siempre lo hacía, ni me
respondió. A medida que le bajaba los pantalones se iban poniendo a
descubierto sus carnes blancas y apetecibles, sus muslos bien formados y
suaves, sus rodillas regordetas. Contemplándola me preguntaba – ¿Qué he
hecho para merecer tan buena cosa?. Sin sacarle el sostén lo baje a un
costado y empecé a succionarle los pezones, pero ella estaba seria y no decía
nada, y sus ojos brillaban más de lo normal y de ellos le brotaron dos lágrimas
que se le quedaron pegados a los pómulos y me dijo - No quiero tener sexo
contigo. Al escuchar esto una sensación de desamparo empezó a cubrir mi
corazón, me aparte de su lado, me puse los pantalones y terminé de vestirme,
ella hizo lo mismo y en silencio salimos del cuarto, al ver el movimiento de sus
nalgas cuando caminaba me dije - No puedo perder todo esto, así no puede
terminar esto, la aventura tiene que continuar. Le sugerí ir por la avenida Tacna
a comer un pollo a la brasa lo cual aceptó de mala gana, pero esto ya era algo.
Comimos el pollo en silencio, estaba pendiente que no le falte su gaseosa
helada, pues cuando le hacía falta le llenaba su vaso. Al terminar pagué la
cuenta y abordamos el microbús en dirección a Huacho, estuvimos sentados
uno junto al otro pero en silencio sin decirnos nada, no era capaz ni de mirarla
de reojo. Cuando llegamos al centro de la ciudad solo me atreví a mirarla por
breves instantes y aproveché antes de cruzar la avenida en comprar un
cigarrillo mentolado, lo encendí y empecé a fumarlo. Por un momento me sentí
tranquilo como si con el humo que desprendía se fuera ella de mi corazón
definitivamente. En silencio cruzamos la avenida, llegando al lugar donde
acostumbraba a tomar su carro, me miró fríamente antes de subir al carro pero
rápidamente deposité en sus manos trescientos soles, ligeramente se
sorprendió, y la vi partir, pero la frialdad de su mirada me había afectado. Mí
corazón estaba adolorido y moribundo. Ninguno de los escasos y distraídos
transeúntes se percató de mi infelicidad; o quizás alguno si lo hizo y lo disimuló.
Estaba borracho de abatimiento.
Vague un rato por las calles antes de tomar un carro que me lleve por San
Felipe, una vez allí busqué a mi amigo el pollero y le conté mi tragedia con
estas breves palabras - Tengo dos corazones, cada uno pertenece a una mujer
diferente, a las dos las amo. Cada una de ellas tiene lo que a la otra le falta, y
por ello sería doloroso para mí perder a cualquiera de ellas. Mi amigo después
de escucharme me contestó – Entre las dos tienes que escoger para quedarte
solo con una, tratar de tenerlas a las dos es un capricho cojudo.
Esta mujer que me tenía hoy sumido en esta tragedia, que no era mi esposa,
ya no quería seguir conmigo y yo no tenía derecho a insistir. Ella tenía derecho
a buscar su felicidad y yo si era consciente debería desear que el hombre que
le toque sea mejor que yo en todo sentido y que no sea casado , para que le dé
toda la seguridad que ella necesita.

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Deseaba no tener corazón, deseaba poder sacarme el corazón y quemarlo
para que no quede nada que a ella pueda amarla, para quedar yo libre de
sufrimientos.
Llegué a mi casa casi de madrugada hecho una piltrafa, con una tristeza y una
amargura que se me chorreaba por los pies. A mi mujer le dije - He tomado por
algo que me atormentaba y que no haría nada por retenerlo. Si yo perdía eso
que no quería dejar, eso me acercará más a ti y ya no te dejaré. Quise hacer
un amague de amor con ella pero me quedé dormido hasta la mañana del día
siguiente.
Me levanté tarde, pero tenía que ir a la Universidad. Tomando colectivo y taxi,
llegue a eso de las 11am, firmé el parte de asistencia aduciendo que mi
tardanza se debía a que estaba mal del estómago y que me dolía la cabeza,
esto era cierto, pero no era debido a una enfermedad, sino a una borrachera.
Allí me enteré de que era miembro del jurado de una sustentación para optar el
grado de Licenciado en Educación de la especialidad de Agropecuaria.
Después de esto subí a la parte alta del cerro Candela donde estaba el vivero
que Malena y yo habíamos construido, lo abrí para contemplar las plantitas que
estaban brotando de los almácigos, me despedí de ellas diciéndoles - Ya nunca
más estaré con ustedes, y me las imaginé secándose, doblándose marchitas
hasta que la punta de sus tallitos besen la tierra. Luego subí más arriba en
dirección al otro vivero, pero antes me asome a los otros terrenos donde
estaban sembrados las bellísimas, esas enredaderas cuyas flores producen
abundante polen para las abejas. Estaba mirando el terreno y las plantas
cuando una lenta lágrima inició su recorrido por una de mis mejillas y otras
trataron de brotar para nublar mis ojos pero las contuve, mi cuerpo pareció
derrumbarse sobre sí mismo y el único apoyo que tuve en ese momento fue la
rama de un árbol. Mi vida la sentía .quebrada, rota en trocitos dispersados, que
no sabía cómo juntarlos para reconstruirlos en un todo. Sentía que ella me
estaba olvidando, y de pronto quede paralizado porque la vi allí, con la
manguera regando las plantas. Me llamó diciéndome – Profe…profe, al
escuchar su voz y verla así, cerré los ojos mientras una angustia horrible me
quemaba el pecho. Nuevas lágrimas de desesperación, lágrimas de amor
asomaron a mi rostro que temblaba, que se desasía por las pequeñas
convulsiones que me estremecían. Recordé que para mí ella me había arrojado
de su corazón y de su vida y en ese momento desee que todo quede así
sepultado, empecé a alejarme lentamente de aquella figura prohibida para mí
con pasos lentos y tambaleantes y de nuevo su voz melodiosa -
…Profe…profe…venga…venga. Ya no pude resistir más a su llamado, me
acerque a ella mientras murmuraba más que con los labios, con mi mente-
Pelo de chucha jala más que tractor. Mi rostro se situó frente al suyo, le
acaricié la cabeza con dulzura, luego le alcé el rostro y tomándola de la barbilla
la besé en la boca y en las mejillas, me correspondió besando mi rostro salado.
El sabor salado de mis lágrimas me humedeció los labios llenándolos de infinita
ternura. Lloriqueaba sintiendo fuego en mi rostro tembloroso, pero le dije - Para
qué me llamas si me has botado de tu lado. Ella me contesto - No te he botado
de mi lado ni de mi vida porque para la edad que tengo he rodado suficiente
para comprenderle.

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La abracé nuevamente y llorando apenas bese suavemente sus labios. Le
acariciaba la cabeza y le alisaba el pelo, pero no me atrevía a atraerla con
fuerza hacia mí. Tenía que hacer un esfuerzo para no aplastarme contra su
cuerpo para no apretar mis labios contra su cuello. Por breves instantes
probablemente sentí en mi pecho la blanda dureza de los senos.
Al poco tiempo de estarle ayudando a regar las plantas la penumbra invadió el
campo y recubrió con su velo nuestra reconciliación. Nuestras sensaciones
despertadas por el contacto de nuestras manos nos indicaban que deberíamos
buscar un lugar para tener sexo.
Parecía que lo que sentía por ella no se apagaría mientras estuviera con vida.
En estos momentos deseábamos dejarnos marcas en esta parte de nuestras
vidas y en nuestros cuerpos. De ser posible marcas eternas para que no se
borren.
La luz del amor regresaba a mi vida con más claridad que nunca. El amor era
vida para mí, era tiempo que no se interrumpe.

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Cuando tú no estás junto a mí, mi vida no es vida, todo es tan vacío.
Cuando tú no estás junto a mí, siento una desagradable angustia que me
acompaña. Es como si me hubiesen quitado las dos cosas que tengo, mi
sombra y mi alma.
Te extraño mi sol de la mañana,...hoy y siempre...serás todo para mí.
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Habían transcurrido solo algunas horas desde que habíamos amistado
nuevamente. Dándonos muchos besos, murmurándono s abundantes
promesas de amor y fidelidad, y habernos despedido. A pesar de ello me daba
cuenta que cada vez la necesitaba más. No me quedó más que esperar el día
siguiente para poder verla, para poder llenarme con su presencia. Así era feliz,
ella era todo para mí, su mundo era mi mundo, lo que le gustaba hacer
terminaba gustándome.
Conversamos sobre el nuevo concurso de contrata para el 1986, donde ella
tendría que presentarse para asegurar sus ingresos económicos durante todo
el año. También acordamos sobre qué plantas deberíamos sembrar para las
abejas .Así entre árboles, flores, sol, viento y las sonrisas de ella, mí vida
transcurría feliz, pero cuando salía de ese ambiente, todo se transformaba, se
opacaba y volvía triste.
En la tarde al salir de la Universidad después de haber regado las plantas y
hacer algunos almácigos, bajamos a los quioscos a tomar una gaseosa, luego
nos encaminamos a la subida del pedregal para dirigirnos al cuarto que
habíamos alquilado. Le dije – Adelanta, en seguida te alcanzo. Me dirigí
apresurado a la farmacia que estaba cerca de la pista para comprar un paquete
de condones y papel higiénico. Pues desde la vez que me había peleado con
ella no pude culminar la relación sexual que había intentado y tenía depositado
algo abundante en el interior de los testículos que necesitaba desfogar, de lo
contrario mis bolas por el peso se descolgarían hasta tocar el suelo.
Al abrir el cuarto todo lo que había olía a ella. El foco estaba prendido pero
daba una débil iluminación. Ella estaba parada en una esquina del cuarto al
costado de la cama. Aquel rincón parecía latir en la semipenumbra, y en la
pared iba formándose la sombra viva de ella, como un borrón pequeñito que
aumentaba de a poco a cada latido e iba abarcando cada vez más espacio a
medida que crecía. Después de limpiarme el rostro sudoroso con una toalla, al
fijarme nuevamente en ella, la encontré echada en la cama, mi mirada se pudo
encontrar con la suya, en sus ojos se reflejaba la confianza hacia mi persona,
sus pelos le cubrían algo de su rostro y de sus labios, no le dije nada y solo me

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limite a mirarla. Me quité la ropa para luego cubrirme con una toalla, cogí el
jabón líquido y un pedazo de papel toalla dirigiéndome hacia la ducha, allí dejé
correr el agua por todo mi cuerpo mientras me enjabonaba bien los testículos y
el pene con su respectivo enjuague para que estén listos para la faena. De
regreso al cuarto le alcancé la toalla con la que ella cubrió su cuerpo macizo y
carnoso. Le alcancé las sandalias y se dirigió a la ducha, mientras yo sentado
en la cama me secaba el cuerpo con otra toalla más pequeña imaginándomela
de qué manera se estaría lavando la concha. Terminando de secarme los pies
me vestí rápidamente poniéndome solo el pantalón y la camisa pero no la ropa
interior, salí del cuarto en dirección a la ducha que quedaba afuera, me
acerqué a la puerta de la ducha, estaba cerrada pero se escuchaba el rumor
del agua, en algunos momentos más intenso, seguramente cuando caía sobre
la superficie dura del piso de la bañera; en otros instantes el sonido del agua
era suave como amortiguado por el cuerpo de Malena. Escuché un golpe,
probablemente se le había caído el jabón. El agua sonó con más, fuerza
durante unos instantes y luego me llegó un uff, seguido casi inmediatamente
por varias exclamaciones - Aj, aaaaj, uf, bur-bur-bur-bur-bur-bur. Luego de un
breve silencio escuché - ¡Qué fría! , pero la voz de Malena no estaba dirigida a
mí, igual le contesté – Si sientes frío termina de una vez, me respondió - No, si
me gusta. Es que no puedo remediarlo. Su voz la escuché con la resonancia
del baño cerrado, mezclada con el ruido del agua. La palabra “remediarlo” sonó
hueco, turbio, como si en ese momento hubiera tenido que cerrar la boca un
poco para no tragar agua. Fui a la mesa, me senté en una silla desocupada,
cogí un chicle y empecé a masticarlo. Me levanté y fui nuevamente hasta la
puerta del baño, despacio, sin hacer ruido. El agua estaba cayendo sobre su
cuerpo, oía su respiración acelerada por los movimientos de los brazos al
lavarse, el roce de la esponja enjabonada contra la piel, levísimos ruidos
guturales, un resoplido pequeño, continuo. Retrocedí un paso y me quedé
contemplando la puerta del baño, quieto, casi sin respirar, tratando de
escuchar el ruido del agua sobre la bañera, sobre el cuerpo de Malena. No
llegaba ya ningún ruido gutural, había cesado el pequeño resoplido.
Rápidamente me dirigí al cuarto para desvestirme nuevamente, no quería que
se entere sobre lo que había hecho.
Cuando entró a la habitación, se quitó la toalla que la cubría y ante mí quedó
desnuda de espalda, mientras me comentaba - La ducha me sentó muy bien, el
agua estaba muy fría, pero ahora estoy ya más tranquila. Es tremendo
¿sabes?, pero luego te sientes mucho mejor, no sé, como purificada, un
perfume suave se escapaba de su cuerpo. Al contemplarla así, calatita como
estaba, disimuladamente me rasqué las pelotas con una mano y la cabeza con
la otra. No me sentí desarmado, sino armado. Mi pene latía y vibraba cada vez
con mayor fuerza, se iba endureciendo. Mi mente me decía - Aprovecha este
momento para agarrártela rico. Asolapadamente sin que ella se dé cuenta mis
manos frotaban el bulto prominente que había entre mis piernas.

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No pudiendo contenerme me dirigí a ella, le quite la toalla con que se secaba
y empecé a secarle los pies, las pantorrillas carnosas y compactas como
columnas, sus muslos duros y carnosos, su entrepierna donde mis dedos
tocaban algunos de sus pelos púbicos, luego empecé a secarle los hombros,
los cabellos, sobándoselos con la toalla de a poco, pero ya para eso estaba
ubicado a su espalda y con los movimientos que efectuaba para secarla mi
pene tocaba la ranura entre sus nalgas. Me excitaba su piel húmeda, el olor a
jabón perfumado que desprendía su cuerpo y la abrace desde atrás tocando
con mis dedos sus pezones, recorriendo su piel, luego mi mano se deslizó
hacia abajo tocando los pelos que cubrían la entrada de su vagina, mientras le
besaba los labios y el cuello, fuimos retrocediendo hacia la cama y la senté en
ella y presionando con mi boca y mi mentón sobre su pecho la hice echar y
cubriéndola con mi cuerpo como si fuese una frazada empecé a besar sus
senos, a succionarlos, a besarle los costados haciendo escapar quejidos de
placer de sus labios y le levanté las piernas, flexione sus muslos carnosos,
acaricie sus rellenas pantorrillas que tanto me gustaban y así me preparé para
embestirla, ubique el espacio entre sus piernas donde estaba la ranura de su
sexo. Cogí mi pene palpitante para introducírselo, pero antes de que eso
suceda le pregunté excitado – Con condón o sin condón, y ella me contesto-
Con,…con…póntelo…póntelo, de mala gana me levanté para buscar entre los
bolsillos de mi pantalón la cajita de condones que había conseguido. Me senté
de rodillas sobre su vientre y empecé a calzar uno de los condones sobre mi
pene, mientras ella entrecerrando los ojos dejaba escapar débiles suspiros de
repente imaginando la forma en que se lo clavaría. Me eche sobre ella
succionando nuevamente sus senos mientras le levantaba los muslos y situaba
mis manos debajo de sus nalgas y al mismo tiempo introducía todo el largo de
mi pene sobre su húmeda rendija, nuestros sexos encajaron, las partes
cóncavas de mi cuerpo encajaban con las partes convexas de ella; así nuestras
pelvis quedaron unidas. Qué placer, qué sensación tan agradable
experimentaba en esos momentos, así empecé a moverme presionando hacia
el interior de su cuerpo, metía y sacaba mi pene de su rendija hasta que
finalmente empecé a sentir que los músculos de su vagina atrapaban mi pene y
lo presionaban, eso me hizo eyacular, y mientras lo hacía la presión de su
vagina sobre mi pene seguía aumentando hasta quitarle la última gota. Con
este acto quede agotado, rendido y descansé sobre su pecho con los ojos
cerrados y por unos instantes una ola de tranquilidad me invadió por completo
llenando de paz mi corazón. Luego reaccionando cada uno de nosotros
empezó a limpiar sus órganos con papel higiénico, ella se lo limpiaba como si
fuese el fondo de una olla. Contemplé mi pene, estaba más flaco que un
preservativo vacío. Primero cogí la cabecita de mi pene con un pedazo de
papel y con otro pedazo de papel limpie el resto de la cabecita y el tallo.
Seguidamente nos fuimos a bañar nuevamente. Con los pelos mojados salimos
del cuarto. Había una ligera llovizna, pero no nos interesaba, nos fuimos a la
sanguchería para comer y beber algo. En el microbús, de regreso a Huacho,

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nos ubicamos en un asiento, nuestros dedos se buscaron y tomados de la
mano, los ojos cerrados pero sin dormirnos, todos los ruidos los
transformábamos en hermosas melodías.
Llegando a nuestro destino nos bajamos del microbús, me despedí de ella
cubriendo su rostro y sus labios con mis besos, al igual que las aguas
tranquilas del mar se dejan cubrir de día por los rayos del sol y de noche por la
luz de la luna.
Sentíamos que estábamos bien y que siempre estaríamos bien.

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Al llevarte para otro lado las cosas, destruyes el hermoso paisaje que era
parte de nuestro mundo, nuestro templo.
Esa bajeza cubre tu figura con una neblina espesa que te traga, y cuando
se desvanece no deja nada de ti, solo tu olor apestoso que tenías
impregnado.
No eres más ese algo hermoso de mirada tierna y misteriosa.
Eres una cosa que mientras su maldad crece, la hace más gorda y
deforme, cubierta por lo único que le pertenece, su sudor nauseabundo.
Me arrepiento de haberte amado.
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Hoy viernes no sé nada de ella, no ha venido a la Universidad. Sin su presencia
nada tiene sentido para mí. Las horas transcurren rápidamente; la mañana
súbitamente se ha hecho tarde y la tarde se está haciendo noche. Siento que
ha mi vida le cubre la oscuridad. He llegado a mi casa, me he desnudado
porque estaba caluroso, sudado y la temperatura de mi cuerpo algo elevada.
Me he duchado para irme a la cama no sin antes prender el televisor,
durmiéndome en el acto sin ver nada y con el televisor encendido. Todo el
sábado he estado con los huesos adoloridos, me dolían las articulaciones, el
talón del pie derecho pero no el pene, por lo que me he quedado en cama todo
el día por ratos aletargado y por ratos viendo películas en la TV. Ha llegado la
noche y he dormido normalmente como si todo el día hubiese estado
despierto, recién el domingo me he levantado y he llamado al celular de Malena
preguntándole por lo que estaba haciendo. Ella me contestó con una voz que
se le partía, con una voz que me quebraba el alma, me dijo – Profe, me ha
picado una araña y se me ha paralizado un brazo, no puedo moverlo, también
se me está paralizando una pierna, profe…dígale a mi hermana, Lo que había
escuchado hizo que yo sienta que algo me recorría el cuerpo de la cabeza a los
pies como si un gran gusano se desplazara convulsivamente. Le dije – Pásale
el celular a tu hermana, así lo hizo. Me comunique con María a la cual le dije -
María, lleva a tu hermana a la posta porque la picadura de araña afecta al
corazón y los riñones y la puede matar, después veremos lo del gasto. Más
tarde traté de comunicarme nuevamente con ella pero no se pudo. El día
siguiente era lunes, en la mañana desde la Universidad la llamé, preguntándole
como estaba, me contestó - Estoy algo mejor pero el corazón me duele por lo
que no voy ir a la Universidad, le recomendé - Descansa por este día pensando
en mí, así como yo pensaré en ti.

53
Mi preocupación era que ella ordene sus papeles para el concurso de docentes
contratados para el ochenta y seis. Al día siguiente la llamé temprano y me dijo
- Estoy en el cuarto buscando mis títulos para sacarle fotocopia, luego iré a la
universidad.
En la universidad nos encontramos, no le pedían copia simple de su título,
profesional y bachillerato sino copia fedateada por la universidad, por lo que me
envió a traer sus títulos que estaban sobre la mesa, tomé una motoneta que
me dejó en la escalera del puente Pedregal, subí rápidamente al cuarto y a la
bajada tome otra motoneta que me dejó en la puerta de la universidad, pero no
la veía a ella, la llamé a su celular, no me contestaba. Se me ocurrió mirar por
la caseta donde legalizaban los documentos y la veo allí a la muy cojuda,
apoyada en el mostrador. La llamo, me acerco y le digo - Porque no me
esperaste a la entrada de la oficina, me respondió - Estoy averiguando.
Legalizó los documentos y fuimos a dejarlos a la facultad pero el empleado
administrativo le dijo – Le he dicho que debería haber dejado todo o nada, no
quería recibirle la documentación. Yo desde afuera le lanzaba al pata una
mirada asesina. Movía mi mandíbula una y otra vez, pero me contenía
apretando los dientes para no dejar salir a la bestia que llevaba dentro. El
empleado se dio cuenta de ese detalle pero se hizo el cojudo, no tuve que
actuar porque el fulano alegando que ella tenía la culpa y que le estaba
haciendo un favor, le atendió. Solucionado el problema esperamos el ómnibus
de la universidad en la entrada, que nos llevaría a Santa Elisa, a un restaurante
campestre a comer pachamanca por almuerzo. Ofrecimiento a la Decana por
haber concluido sus estudios de Doctorado.
Fui con el propósito de no beber ninguna copa de trago y cumplí mi decisión a
medias. Todo vaso de trago que me llegaba se lo pasaba a un amigo que
estaba frente a mí, pero en todo momento no dejé de beberme la presencia de
Malena.
Cuando brindaban por la Decana yo hacía finta de brindar levantando mi copa
vacía y llevándola a mis labios simulando que bebía. Después de un rato
comprobé que mi amigo estaba mareado, lentamente empezó a cerrar los ojos
acomodándose en la silla mientras me decía – Carajo, empieza a tomar. Deje
de conversarle para que no me cargosee. En una de esas cuando todos se
habían parado dando vivas a la decana y luego sentados para brindar, le sugerí
a Malena - Vámonos, porque más tarde será imposible. Así yo cargando su
maletín, el mío y sus diplomas bajamos de la terraza donde se efectuaba el
almuerzo, y cuando estuvimos por lo que era la entrada y salida del restaurante
campestre vimos al profesor Gonzales que avanzaba hacia nosotros con la
cabeza y los hombros ligeramente echados hacia atrás y las piernas separadas
balanceándolas como si fuesen los costados de un barco. Al tenerlo frente a
nosotros nos sugirió - Quédense siquiera una hora más en el local para que la
Decana note la presencia de ustedes, para que sepa quienes la acompañan.

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Yo le respondí - Ya ni cuenta se dará porque en esos momentos todos se están
dedicando a beber. Más me parecía que el profesor Gonzáles deseaba que ella
se quede para poderle conversar. Ante esto tomé la delantera, cargando mis
cosas y las de ella, me dirigí hacia la puerta de la entrada sin despedirme de
él, quien como siempre caminaba de un modo gracioso: Su prominente barriga
parecía llevarle la delantera a los pies.
Abandoné el local y Malena me siguió. Fuera del restaurante campestre
caminamos por las carretera, el camino era de bajada y no nos causaba ningún
esfuerzo avanzar, así cogidos de las manos como quien avanza al encuentro
del oscurecer con un sol de atardecer. Llegamos a un vivero donde trabajaba
un amigo agrónomo, pero no estaba. De él ni rastro de su sombra, ni de sus
pisadas. El silencio reinaba, se sentía que el olor del amigo no flotaba en el
ambiente porque todo estaba descuidado. Parece que lo habían despedido.
Tomamos el colectivo y nos bajamos en el paradero de pedregal para ir al
cuarto, por el camino nos encontramos con un jefe de Prácticas de otra
especialidad, su rostro reflejaba su preocupación. Después de saludarnos se
dirigió a Malena comentándole - La competencia para los contratos va a ser
dura, hay muchos postulantes para todas las especialidades, de repente
reducen las horas de contrato, con eso va a ser difícil parar la olla.
Dentro del cuarto iniciamos el ritual de amor y sexo. Nos sacamos la ropa y
me preparé para bañarme, mientras ella desnuda se había echado en la cama
cubriéndose los senos y el sexo con un polo blanco, su cabellera
desparramada cubría la almohada, mientras su mirada que no era mirada tenía
los ojos entrecerrados. Al contemplarla así con una de sus carnosas piernas
flexionadas ya no me parecía tan indefensa. Su cuerpo era como una flor
abierta que me invitaba a olerla, besarla y poseerla. La sensación de ardor que
recorría mi pene lo estaba resucitando. Me bañe pero eso no disminuyó mi
deseo sexual. Entré al cuarto y me senté en el borde de la cama sacándome
los calzoncillos, y quedé culo y pájaro al aire. Me arrimé a su lado rozando mis
dedos por el borde de sus nalgas, pasándolos por la línea que une los muslos
con el vientre. Llevaba mis dedos por los pelos que rodeaban los labios de la
entrada de su vulva, una y otra vez hasta que algo los humedeció y sentía
entre ellos un líquido, pegajoso y tibio. Cogí esa secreción y unte toda la
cabeza de mi pene, con esto se erecto más hasta ponerse duro como un clavo,
pero su vagina estaba tan dilatada, tan llena de su secreción que mi pene
parecía una cucharita de té tratando de mover una olla grande de sopa.
Entonces le dije - Cambia de posición, voltéate, así lo hizo, se arrodilló en la
cama y flexiono su cuerpo, hasta que su cabeza, su frente y sus ojos toquen la
almohada. Así frente a mí tenía algo más hermoso que un paisaje, dos blancas
y bonitas nalgas y al medio el agujero de su sexo adornado por sus pelitos. Le
abrace de la cintura pegando sus nalgas a mi vientre, mientras con una de mis
manos colocaba mi duro pene en su suave y tibio agujerito y mientras

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arremetía y retrocedía, podía ver que mi pene entraba y salía de su sexo,
cuanto más veía esto más rápido lo hacía, que gran placer era sentir que por
las venas de mi pene la sangre circulaba fuerte y turbulenta, que gran placer
era ver que mi pene por el esfuerzo que realizaba de color rojo oscuro que
estaba se ponía morado negruzco.
En cada arremetida que hacía me daba cuenta que todo ese cuerpazo, ese
lomazo me pertenecía, que las nalgas de ella eran de mi propiedad. Las podía
besar y recorrer con mis labios en toda su extensión las veces que quisiera.
Estando en estos pensamientos sentí que se me venía, que el pene se me
endurecía más, y desfogué en su gruta inundándola por completo, mientras ella
dejaba la marca de sus uñas en mi espalda y sellaba con sus labios ambos
lados de mi cuello y mis hombros. Yo modestamente solo le dejaba el
reservorio lleno y el culito rojo como el tomate por los besos y lamidas que le
había dado.
Estaba funcionando, mis relaciones sentimentales con ella por el momento no
se irían a la „‟M‟‟.

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¡Eres el hombre más maravilloso que he conocido…!
Nunca te pediré que abandones tu hogar no es mi forma de pensar y
respeto tus decisiones.
Perdóname por los malos momentos en que yo te traté mal, a veces me
vencen mis emociones y no logro controlarlos.
Me siento contenta porque dejaré todo lo que suceda con mi vida en las
manos de Dios.
Chau, cuídate mucho...!
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Este día no es como los otros, hoy Malena tendrá que dar una clase magistral
sobre el manejo de las vacunas para conejos de carne. Esto es una parte de
los requisitos para que la contraten este año como jefe de Prácticas, sus
documentos ya los presentó. Lo que le favorece son sus estudios de maestría
concluidos y su doctorado que lo está iniciando.
Ni bien me encontré con ella, me contacte con un dirigente del tercio estudiantil
y nos fuimos a desayunar los tres. Allí le expuse al alumno. - Deberían ver que
el concurso sea legal, sin favorecer a un concursante por amiguismo. Se
debería considerar la labor realizada por el docente. Los profesores tenemos
trabajo en esta universidad por los alumnos y nos debemos a ellos, acá no
cuentan nuestros intereses personales. Con un concurso justo, el alumno
saldría favorecido ya que durante el año el profesor contratado haría labor de
campo, ejecutaría proyectos y el alumno participaría aprendiendo. Mejorando
así su autoconfianza.
Confiaba en que saldría bien, pues ella en lo que hacía ponía espíritu, fuerza,
mucho carácter y decisión.
Cargué sus paquetes toda la mañana hasta la hora del almuerzo en el comedor
de profesores. La acompañé por la Facultad y la dejé en el auditorio donde
tendría que exponer su tema. No podía quedarme por más tiempo, tenía que
hacer otras tareas fuera de la universidad. Así la abandoné dándole algún
sencillo para su pasaje.
A medida que me alejaba de la universidad más pensaba en ella, su figura
aparecía en mi mente y crecía hasta cubrir todo mi ser, la necesitaba, sentía su
ausencia y recordaba las tantas veces que nos habíamos besado.
Al siguiente día la llamé temprano – Malena a qué hora vas a estar por la
universidad, me contestó – Que tal profe, nos encontramos por el vivero a eso

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de las nueve. Esperé la hora indicada recordándola cada vez más
intensamente, hasta que llegado el momento me encaminé a su encuentro. Por
el camino recogí algunas plantas desprendidas de la tierra, ya que en el lugar
donde habían estado instaladas estaba removido por estar construyendo
nuevas oficinas y muchas de las plantas habían sido desprendidas y otras
sepultadas por la tierra y el desmonte que habían arrojado los albañiles encima
de ellas.
Al momento de encontrarnos me contó emocionada – Ayer mi clase magistral
empezó a las cinco de la tarde, he salido bien de la exposición. La miré
sonriente, eso le infundió confianza para proseguir – La clase teórica práctica
con el conejo lo realicé en quince minutos. He respondido a todas las
preguntas capciosas que el jurado me ha hecho. Estaba contenta, la alegría
que irradiaba de su rostro me llegaba derrumbando mis dudas que según yo
eran sólidas. Le comenté – He estado preocupado por ti, pero por lo que me
cuentas me siento más aliviado. Nos fuimos a regar las plantas.
Mientras el agua de la manguera corría y corría por la canaleta de tierra
humedeciendo todo lo que tocaba, aprovechaba esto para remover el suelo con
la lampa y sembrar algunas plantas cerca al cauce del agua.
Después de regar las plantas me dirigí hacia ella, su entusiasmo se había
apagado. Comprendí que su anterior alegría había sido fingida, se sentó en
una de las sillas de nuestro vivero. Era nuestro vivero porque nosotros junto
con los alumnos lo habíamos construido.
Su rostro tenía una expresión neutral, no reflejaba alegría ni tristeza, era un
rostro ausente, súbitamente deteriorado. Parecía que la vida se le estaba
acabando, se estaba petrificando. No me quedó más que contarle lo que me
había informado por otra fuente – Malena no has ganado el concurso, se lo han
otorgado a una compañera de tu promoción. La han favorecido a pesar de
haber hecho una clase llevando dos cajones de fruta con tierra forrados con
plástico negro viejo.
La otra había expuesto el mismo tema que la vez pasada, pero esta vez sus
materiales anteriores estaban más deteriorados. Era una chica que no
respondía en las prácticas, alérgica al polvo. Le molestaba el calor, no podría
regar ni hacer uso de herramientas como el pico, la lampa, la carretilla.
Sabía que su presencia no me sería útil. El peligro para el mantenimiento de
los proyectos agrícolas y la ejecución de otros era eminente. Esta concursante
andaba con su hijito para todos lados, como si fuese su sombra. La Decana la
favorecía porque disponía de casi todo su tiempo para permanecer en la
oficina como su empleada. Hoy recién me daba cuenta que la evaluación no
había sido justa, a los responsables del concurso para profesores nombrados
no le interesaban los alumnos ni el mantenimiento de los proyectos que se

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estaban realizando. Les llegaba altamente el aprendizaje de los alumnos, en
resumidas cuentas no les interesaba ni mierda.
El amigo que me había contado sobre la desaprobación de Malena en el
concurso para contratos, me había advertido que la decana y sus allegados
hacían las cosas como les parecía. También sobre el caso de Malena le había
consultado al profesor Trejo, Jefe de Departamento de Agropecuaria, quien
aclarando la voz mientras se secaba su amplia frente que daba la vuelta a su
cabeza para chocar con su nuca, me respondió – No he podido ayudarla
porque ella no sustentó los proyectos, le repliqué - Eso no es motivo para que
se la desapruebe, algo incómodo me contestó - Vamos a ver como
posteriormente se le puede ayudar, ya no pude continuar porque se retiró.
De regreso a Huacho, como siempre lo hacía, estaba sentado al lado de
Malena. Todo el trayecto se la pasó con los ojos cerrados pero despierta, sin
querer conversar. Se daba cuenta que para ella no siempre el camino era
plano, suave y sin obstáculos. Estaba muchas veces sembrado de
adversidades y asperezas.
Llegamos a Huacho, al paseo Colón donde siempre se bajaba. La cogí de la
mano para cruzar la pista hacia su paradero. Deseaba ella tomar el micro lo
más rápido para estar en la casa de su hermana, me pidió - Cómprame una
botella de agua helada, así lo hice pero le dije - Conversemos un rato, porque
durante todo el viaje no lo hemos hecho. Caminamos hasta alejarnos del
paradero dando vuelta a la cuadra hasta que encontramos un cafetín discreto
donde pedimos una taza de café y otra de manzanilla, empanada de carne y
pan con camote. Nos pusimos a conversar sobre la clase que había dado ella
en el concurso, hablamos sobre la hipocresía, los intereses personales del
jurado, la falta de imparcialidad, el desinterés hacia el aprendizaje de los
alumnos por favorecer a algunos profesores que no eran de la especialidad. Le
contaba porque yo muchas veces prefería estar solo y no en compañía de
profesores hipócritas.
Retornamos al paradero, pero antes de embarcarla casi con temor por lo poco
que le ofrecía, le dije- Toma setenta soles, mañana te llamo. Ella me respondió
– Mañana primero llama a mi hermana, es su cumpleaños, le prometí hacerlo.
Sucedió lo que no quería, llegó su movilidad y tuvo que embarcarse, pero
rápidamente antes de hacerlo me abrazó y estampó en mis labios un sonoro y
apasionado beso. Cuando estaba ya sentada en el microbús, no dejaba de
mirarla, ella tampoco, y cuando el vehículo se estaba alejando levanté mi
mano en señal de despedida, ella también lo hizo. Seguí con la vista al
microbús hasta que éste en la distancia, en la autopista se hizo tan pequeño
como un punto. Sentí que mientras más se alejaba, más solo me sentía. El
vacío dentro de mí se agrandaba, porque con ella se iba parte de mi existencia,
de mi vitalidad.

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Al día siguiente, era un sábado, como le había prometido, saludé a su hermana
– María me he enterado por un ángel que hoy es tu cumpleaños, te saludo,
deseándote lo mejor. Sobre tu hermana, le han hecho la cochinada, por eso no
ha ganado el concurso, me contestó – Lo sé, me lo ha contado detalladamente.
Escuchaba como música de fondo la risa de Malena, quizá se alegraba al
escuchar mi voz, y yo de ocupar un lugar en sus pensamientos.
Me despedí de su hermana y de ella, pensando en lo que sería de nosotros
más adelante, de nuestras vidas si mi camino y el suyo seguían coincidiendo o
se separarían.
Esto que parecía el final para Malena no lo fue, pues el profesor Trejo Jefe del
Departamento Académico de Agropecuaria al encontrarme me comunicó -
Avisa a Malena pues hay probabilidad que continué, debido a que el profesor
Gonzales, panza de rata gorda, está pidiendo licencia, permiso por un año
dejando los cursos que se le estaban dando para dictar. Telefonee a Malena
contándole lo sucedido, ella vino y nos pusimos a inventariar todo lo que había
hecho el año pasado y lo que podría hacer este año. Entre estas cosas estaba
hacer una poza para criar peces, adquirir cuyes. Compra de mangueras para
riego tecnificado, reproducir en el vivero plantas de frutas para que los
alumnos practiquen injertos. Hacer almácigos de plantas melíferas para que
proporcionen néctar y polen a las abejas. Y elaboren su famosa miel También
se tendría que seleccionar conejos para mejorar la reproducción mediante
cruzamientos.
Nos pusimos a redactar el documento dirigido al profesor Trejo donde Malena
le refería toda su labor, luego entregó el documento a su secretaria, y
personalmente mostró una copia al profesor Trejo en la tarde cuando este se
encontraba en el campo realizando unas prácticas de investigación con las
plantas nativas del lugar. Para esto aproximadamente serian cerca de las
cinco y media de la tarde, tanto en ella como en mí la sed de gaseosa se había
posesionado de nuestros cuerpos, nos gobernaba. Sentíamos una sed con
letras mayúsculas. Ya fuera de la universidad en uno de los quioscos nos
pusimos a tomar una inca kola de a litro y medio, luego nos encaminamos por
el camino del pedregal, pero como de costumbre le dije - Vamos primero al
cuarto a lavarnos, de mi boca salían esas palabras, pero mi mente respondía –
Mentira quieres sexo. Quieres cachar. Ni bien entramos a la habitación ella se
fue a la ducha y yo aproveche para sacarme la ropa hasta quedarme
completamente calato. Sentado en la cama me envolví con la toalla azul que
nunca la lavaba y me puse las sandalias. Cuando ella salió del baño yo fui a
ese lugar, me lave rápidamente la cabeza, los sobacos y todo mi aparato
reproductor, este tenía que estar operativo. Esta vez la lavada solo fue con
agüita, pues no había champú. El cuarto hace tiempo que no era la vivienda de
ella, la había desocupado y hoy las veces que lo usábamos solo era para estar
en la intimidad.

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Llegué al cuarto calato, solo estaba envuelto por la toalla. Ella continuaba
secándose lentamente con un polo blanco. No sé por qué siempre que la veía
desnuda y a su cuerpo salpicado por gotas de agua me excitaba de punta a
punta.
En ese momento se me antojó que mi pene encajara entre sus dos nalgas. Me
daba ganas de buscar sus labios con los míos, besar su nuca, morderle el
cuello y las orejas. Como si hubiese adivinado se volteo y con mi boca
aprisione su boca, con mis labios aprisione los suyos, así retrocediendo la lleve
hasta la cama y caí sobre ella que me recibió con las piernas entreabiertas y la
punta de mi pene empezó a tener contacto con la entrada de su gruta. Mi sexo
decaído nuevamente empezó a endurecerse, a ponerse recto y duro como un
palo - Tienes…tienes, me dijo. Calato como estaba, me levante dirigiéndome
a la mesa para ver si en ella había un preservativo, lo cogí. Me subí a la cama y
me senté encima de ella sobre mis talones, descansando mis nalgas y mis
pelotas sobre su pecho. A medida que empezaba a calzar el condón sobre mi
pene, este dio señales de desinflarse, por lo que me saque el preservativo y
puse mi herramienta entre sus senos y se los pasaba por los pezones. Ella
agarraba el cuerpo de mi pene y lo acariciaba con los dedos, se lo pasaba por
la cara. Eso me excitaba y hacía que esa parte de mi cuerpo lata con más
fuerza que un corazón. Empezó a besar suavemente la punta de mi pene y no
pudiendo contenerme más, lo introduje dentro de su boca y empezó a
chupármelo como si fuese un chupón. Mientras lo hacía yo retiraba lentamente
mi pene de su boca pero no totalmente y se lo volvía a introducir, quería
depositarlo hasta el fondo de su garganta pero ella no lo consentía por que se
atoraba. Busque el condón y empecé a ponérmelo pero mientras lo hacía mi
pene nuevamente se encogía. Pensé - Antes que se me desinfle totalmente lo
debo introducir por su rendija, pero mi pene nuevamente estaba perdiendo su
dureza, aun así sujeté la cabeza de este y lo ubiqué en su rendija, se endureció
nuevamente, pero rápidamente sentí una contracción violenta y se me vino. El
poco semen que me salió apenas si embarro su rendija. La faena para mí
había terminado, pero para ella había quedado inconclusa.
Toda la noche estuve preocupado por mi aparato reproductor, mi herramienta,
preguntándome - Qué había pasado, que había fallado, ya no funcionaría bien,
o es que el cuerpo de ella estaba dejando de ser atractivo para mí. Estuve así
meditando sobre los pros y los contras sobre del cuerpo de ella. Finalmente su
cuerpo tenía más cosas positivas que negativas, dormí poco y me sorprendió el
amanecer del nuevo día. Era viernes, no tenía obligación de ir a la universidad
porque era mi día libre por investigación, .pero estaba con la duda de ir o no ir.
Repentinamente de un salto me incorporé de mi cama y exclame sabiendo que
nadie me escucharía – Tengo que ir para verla…tengo que verla. La movilidad
que tomé para el óvalo de santa Lucía se desplazaba con la velocidad de un
caracol por lo que en ese lugar estuve a las 11 am. De allí tenía que tomar otro

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Couster para la universidad, me rasqué la cabeza desanimado, solo toqué piel
y no pelos, dándome cuenta que me estaba quedando calvo. Hablé en voz baja
– Puta madre todo está en mi contra, hasta los pelos de mi cabeza me
abandonan, no quieren estar conmigo. No voy a la universidad. Me dirigí al bar
restaurante que algunas veces había frecuentado con Malena, estaba vacío,
era el único cliente en ese momento. Pedí una cerveza helada, de esas que
tomaba cuando era muchacho y me senté en una mesa para parejas cerca al
baño, tomé un trago, esto me trajo recuerdos de Malena, sentí que la pinga se
me ponía dura y empezaba a dolerme por la arrechura, sin pensar del que
dirán me encerré en el bañó, aseguré la puerta, me paré al borde del urinario,
abrí el cierre de mi pantalón y dejé escapar a mi pinga de su encierro, cerré
los ojos imaginándomela calata, agachándose para que se la clave y empecé a
masturbarme embarrando de saliva mi pinga y frotándola suavemente, se
comenzó a poner cada vez más dura. Me vino una contracción y la leche me
saltó embarrándome la mano, como pude saque un pedazo de papel toalla de
uno de mis bolsillos y me limpie la palma de la mano y los dedos afectados, la
sequé pero quedó pegajosa y apestosa. Me lave en el lavadero con el jabón
líquido que había en el recipiente, la sequé pero seguía apestando a lechada.
Salí del baño poniendo la cara más inocente como si no hubiese hecho nada,
me ubique nuevamente en mi mesa y me dedique a consumir la cerveza que
había pedido mientras me la empezaba a imaginar nuevamente desnuda.

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Me sumergí en ti
bajo tu agitada superficie
hasta fragmentarme por completo
para llegar a todas tus partes.
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Nada es tan fácil, pero si difícil o muy difícil. Estaba tratando de conseguirle
nuevamente a Malena algunas horas para que dicte en el presente año que se
iniciaba, para ello estuve esperanzado en el profesor Gonzáles quien conocía
al coordinador académico del curso Prácticas en la Comunidad, pero el día y el
momento donde él tenía que conversar con el Coordinador, antes de que ella
se entreviste, falló. No se presentó a la hora que nos citó para comunicarnos el
resultado de su conversación, lo esperamos toda la mañana hasta la tarde,
pero de él nada de nada.
Le había marcado a su celular unas cincuenta veces, timbraba y timbraba pero
nadie contestaba. Al día siguiente Malena y yo lo encontramos sentado en una
de las mesas de uno de los quioscos fuera de la universidad, fresco como un
culo recién lavado. Mientras acariciaba su enorme panza que se había
posesionado de los lugares que antes ocupaban su abdomen y su cintura,
manifestó – Tenía que presentar algunos documentos a la fiscalía del cono sur
por el juicio que me están haciendo para tratar de quitarme mi terreno, por eso
me he demorado. Llegué a la universidad a eso de las tres y media pero ya no
los encontré. Lógico no nos iba a encontrar porque hasta la espera tiene un
límite. Cuando transcurre mucho tiempo, la espera desespera.
Malena y yo fuimos a buscar al Coordinador de Prácticas, pero su secretaria
nos comunicó – El coordinador está en reunión, pero en cualquier momento
puede venir. Esperamos en una banca de cemento cerca de dicha oficina,
transcurrieron minutos y horas pero el coordinador no se presentaba.
Nuevamente fui a preguntar a la secretaria y esta vez me contesto - Más
seguro es que ya no vendrá, pero es fijo que estará mañana a las nueve
porque tiene que coordinar conmigo, al escucharla pensé que tal vez era una
mentirosa amable que nos ofrecía una esperanza con sus mentiras. Tal vez
toda su felicidad se reduzca a darnos un poco de alegría con sus promesas.
Lo que me comunicó la secretaria se lo conté al profesor Gonzáles. Le rogué
encarecidamente que mañana venga temprano de lo contrario ella estaría
perdida, pues yo no sabía cómo interceder por Malena para que dicho
coordinador le diera horas de trabajo. No le conocía y si además la Decana no
daba buenas referencias sobre la labor de Malena todo esto sería inútil. Él si

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conocía al Coordinador, él si tenía confianza con la Decana, pero yo no. El
profesor Gonzáles me contesto - Por apoyarles estaré en la hora convenida,
nos despedimos. Él cogió una moto para la avenida Tacna .Malena y yo
caminando nos dirigimos por el Pedregal al cuarto. Ella quería estar un rato en
la habitación. Me alegré porque era fijo que tendría intimidad. Habría un
enfrentamiento de dos masas de carne cruda, un encuentro de sexos.
Llegamos al cuarto sofocados a pesar que el sol estaba dejando de brillar y
quemar en este atardecer de nuestras vidas. Ni bien entramos a la habitación
ella se fue al baño, mientras que yo sentado en la cama lentamente empecé a
quitarme los zapatos, las medias, los pantalones y la camisa como un árbol que
se despoja de sus ramas y hojas. Cuando ella entró al cuarto de nuevo, me
encontró recostado en la cama cubierto solamente con mis calzoncillos. Se
sentó al borde de la cama y empezó a desvestirse, volteo y me miró antes de
quitarse el sostén. Así quedó sentada de espalda a mí en el borde de la cama,
completamente desnuda. Empecé acariciar con la punta de mis dedos su
espalda recorriéndola en su totalidad suavemente, muy suavemente, después
me senté en el borde de la cama y con las dos manos empecé a masajearle los
hombros. Luego la tendí en la cama besando largamente sus labios carnosos,
seguidamente los costados de su cuello para descender hacia su pecho donde
estaban incrustados sus senos.
Empecé a succionar cada uno de sus pezones y los costados de estos.
Continué el recorrido besando y lamiendo los costados de sus costillas, para
descender hacia sus muslos que por todos lados los besaba y los mordía
suavemente. Besaba desesperado sus caderas, la unión de las nalgas con los
muslos, la mata de pelos que cubría su poderoso sexo. Introduje mi lengua en
su vagina y se la lamí por varios minutos mientras se estremecía en ensueños
y temblores. El deseo empezaba a florecer en ella y me pedía más, los colores
de su piel se encendían. Mi pene empezaba a ponerse duro y a babear. Me
agarró la escopeta y me sobó fuerte, con una maña tremenda. Nunca había
visto yo mujer tan arrecha, ya sentía la necesidad de penetrarla, de ensartarla.
Ella se colocó con su sexo frente a mí abriendo ligeramente las piernas para
que mi vientre encaje con el suyo, pero yo no quería darle de esa manera. Pedí
que se voltee, así lo hizo y sus nalgas quedaron expuestas a mi mirada, así
como la raya que separaba a ambas. Apreciaba el orificio de su botacaca.
Me tumbé encima de ella e hice que mi pene descansé entre la raya que
separaba a sus nalgas que eran dos hermosos globos blancos y empecé a
frotarlo… frotarlo. Era una sensación agradable sentir que el cuerpo de mi pene
se humedecía con el sudor de sus nalgas al frotarme contra ellas. Sentía que
mi instrumento se ponía duro pero esponjoso .Sentía una punzada a lo largo de
todo mi pene que fue aumentando de intensidad hasta sentir que me
derramaba entre sus nalgas, pero todavía me quedaba algo de leche.

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La volteé y me abrace de su cintura levantándole el poto. Ella se arrodilló en la
cama agachando la cabeza para facilitarme maniobrar y así lo hice, busqué su
rendija sexual, estaba bien humedecida, segregaba jugos suficientes como
para lubricar los instrumentos de veinte hombres. Separando los pelos que lo
cubrían introduje mi pene cerrando mis ojos y apretando los dientes, mientras
ella empezaba a gemir-aah…aah…aah. Cogiéndola de la cintura metía y
sacaba mi pene de su rendija. En uno de esos embistes sufrí una violenta
convulsión que me obligó a cerrar los ojos, las manos se me crisparon, mis
piernas se endurecieron y estiraron. Sentí que se me venía nuevamente. Ella
dobló la cabeza hacia atrás como una yegua antes de relinchar. En ese
momento recién descansé. La eche sobre la cama y me tendí sobre ella sin
sacar mi culebra de su rendija, Por un breve momento nos quedamos
dormidos. Al incorporarme me percaté de que mi pene así como los pelos que
lo rodeaban estaban completamente manchados de sangre. La había agarrado
en plena menstruación, sería por eso que se portó muy complaciente conmigo.
Asco me daba contemplar mi pene embarrado de sangre, salpicada su
superficie por unos coágulos sanguinolentos y como pude limpie los restos de
sangre que manchaban mi herramienta y lo envolví con papel higiénico.
Cubriéndome con la toalla me fui al baño, allí la parte que más lavé de todo mi
cuerpo fue mi pichula, mi loco pene, luego le empapé con alcohol para que se
desinfecte. Ella también se bañó y se secaba, pero cuando terminó sus nalgas
tenían manchas de sangre, ello quizás debido a que con la punta de la toalla
arrastro algo de sangre de la rendija de su sexo hacia sus nalgas, con papel
higiénico humedecido en agua empecé a sacarle las manchas para ganarme
manoseando su culo, mientras recordaba que cuando habíamos terminado de
hacer sexo, ella por un breve momento se había quedado dormida permitiendo
contemplarla así, facilitando que mi mirada recorra sus piernas carnosas y sus
muslos semiflexionados que siempre me gustaban.
Nos vestimos y enrumbamos hacia Huacho, en el trayecto casi no
conversamos pero la tenía abrazada y con mis dedos de rato en rato acariciaba
sus mejillas y su mentón, mientras ella suavemente me mordía los dedos, y yo
pegaba mi rostro en sus manos. Eso me hacía feliz, sentía que me quería y
que siempre me pertenecería
En Huacho los sonidos que producían los carros circulando por las pistas
quedaban atrapados en el aire y llegaban a nuestros oídos, al igual que a
nuestras narices los olores de los pollos a la brasa de las pollerías. Eso nos
hizo recordar que deberíamos comer. Ingresamos a un restaurante y pedimos
dos cuartos de pollo parte piernita, después de cada mordida que le dábamos
nuestras miradas se encontraban pero no nos decíamos nada. Al terminar la
llevé a su paradero para luego embarcarla y despedirme de ella con una
mirada que abarcaba toda su figura, mientras mis labios en voz baja

65
pronunciaban - Hasta mañana mi amor, retirándome contento hacia mi destino,
llevándome como recuerdo su sonrisa de despedida.
Sí hoy por hoy amar como la amaba era una locura, yo estaba loco porque la
amaba con locura. Por ella sentía en ese tiempo un amor bravo.

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Perseguido por tus formas, me vuelven las ganas de amar.
Recupero las primaveras para adornar mis inviernos.
Aún sin tocarla siento que la toco.
Aún sin penetrarla siento que la penetro.
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Este era otro día, pero sospechaba que sería diferente a los otros. Por rutina ya
estaba en la universidad a eso de las ocho, desayuné con el profesor Hurtado
en el comedor de la facultad luego fui a llamar por teléfono a Malena, quien me
contestó- Estoy por Santa Lucía, le respondí - Te espero a la entrada de la
universidad, así lo hice, me senté en una grada al costado de una de las
puertas donde autentican documentos, de vez en cuando llamaba al profesor
Gonzáles pero su celular timbraba y timbraba y la voz del contestador decía -
Deje su mensaje en la casilla de voz. A él lo esperaba porque había quedado
en estar a las nueve de la mañana. Él tenía que conversar con el coordinador
de Prácticas a la Comunidad y entregarle el currículo de Malena para que la
consideren este ciclo. Entre mi decía - Desgraciado ya no se acuerda cuando
yo redacté e imprimí documentos y certificados para su cuñado que
acreditaban haber trabajado conmigo, con eso lo contrataron y luego pasó a
ser trabajador nombrado. Apagué mis pensamientos porque el profesor
Gonzáles se acercaba como un candidato presidencial con los brazos en alto,
saludando a presentes y ausentes, buscando que hasta los perros que
deambulaban por la universidad lo reconozcan a pesar de que llevaba unos
lentes oscuros que aparte de cubrirle los ojos le cubrían parte de su cara y de
su frente. Al verlo venir así con esa paciencia que se manejaba deseaba que
fuese una fotografía para pasármelo por los huevos.
Fuimos a la oficina del coordinador, pero no estaba, se encontraba en otra
facultad, hasta allí fuimos a buscarle, pero no entré, solo lo hicieron el profesor
Gonzáles y Malena. Después de un ratazo salieron y el profesor me informó -
El coordinador de las prácticas ya no tiene autoridad para hacer los contratos,
solo recibe las propuestas con nombres de los designados que le hiciesen
llegar de las facultades para que haga el reconocimiento para que pasen a
planilla de pago y se les pueda remunerar posteriormente. Agregó aclarando la
voz – Nuestro jefe de Departamento, en nuestro caso el profesor Trejo es quien
tiene que considerarla a ella y hacerle un documento de pedido proponiéndola
y remitirlo a su oficina.
El profesor Gonzáles encontró al profesor Trejo en el comedor de los
profesores de la universidad, pero no pudo conversarle por lo que tuvo que

67
hacerlo en la oficina de este. Cuando le pregunté sobre lo ocurrido el profesor
Gonzáles me comentó - El profesor Trejo se ha comprometido para mañana
adjuntar los documentos de la profesora Malena acompañado de un oficio para
hacerlo llegar al coordinador. Ella al escuchar esto sintió que la angustia que
guardaba se alejaba. La serenidad volvía a su alma y le hacía concebir un
mundo de esperanzas.
En la tarde ella tenía sus clases en la Escuela de Post grado, Estaba
estudiando Doctorado. Quería estar a su lado todo lo que se pueda – Aunque
me digas que no. te acompañaré a la escuela de post grado lo haré, le dije
mientras recordaba que allí encontraría a un amigo que me había pedido que lo
visite. Después comprobaría que no era amigo.
Nos bajamos en el paradero de la volvo antes de Santa Lucía, cruzamos la
pista y tomamos otro carrito que nos dejó en la Escuela de Post grado. Entré
fácilmente al local, nadie me solicitó documentos. Muchas eran las personas
que estudiaban, casi todos eran adultos maduros y adultos casi ancianos. Mi
observación fue cortada al escuchar su voz - Dentro de unos minutos tengo
clases en el aula trece hasta las nueve y treinta. Nos pusimos a conversar
parados al costado de una escalera de cemento, entre el segundo y el tercer
piso. En eso vio que una persona de edad andaba como un fantasma perdido,
por el tercer piso, hasta que penetró en el aula trece. Ella lanzando una
exclamación de asombro se despidió de mi con un beso suave y silencioso
que dejó su marca, su sello invisible en los míos, para luego decirme – Es mi
profe…es mi profe, y subió apresuradamente la escalera para llegar a su salón
de clases, mientras yo descendí al primer piso. Allí me entretuve hojeando
algunos libros en venta, saludaba algunos conocidos, pero el amigo que me
había invitado a visitarlo, nada que ver. Me había visto pero ni caso me había
hecho, pensaba - Así son las cosas, cualquier frase insultante que le diga le
queda chico. Luego me fui a la cafetería a hacer tiempo, pedí un café y un
paquete de galletas, saqué mi cuaderno y me puse a escribir, pero de vez en
cuando miraba a las personas de la cafetería y a las que se encontraban fuera
de ella. Eran los mismos y a medida que transcurría el tiempo mi incomodidad
crecía por lo que salí fuera del cafetín sentándome en una banca de cemento
ubicada frente al edificio de los salones donde se encontraba ella. Allí continúe
escribiendo hasta que ella bajó. Me contó emocionada - Esta noche las clases
solo han sido hasta las ocho y media, la clase ha sido excelente, el profesor
domina el curso. Antes que continúe su relato le sugerí - Vamos al cafetín a
tomar algo, ella me respondió – Que sea en otro lugar, porque aquí hay
bastantes chismosos. Le conteste - Eso no me interesa, la verdad es que tu
estás conmigo y punto. Nos fuimos al cafetín, ella pidió - Dos panes con queso
fundido y un té, mientras yo pedí - Un café y un paquete de galletas, así estuve
escuchándola hasta que terminó de contarme sobre la clase que había
recibido, después abordamos una combi que nos dejó en la avenida Benavides

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y luego tomamos un bussing azul que a ella lo dejaba por Surquillo y a mi por
san Felipe. Así nos alejamos de cuerpo, el uno del otro., pero en nuestros
pensamientos estábamos juntos en todo momento.
Han transcurrido varios días y no se de ella, pero su imagen siempre está
presente en mí porque la tengo grabada en todos los rincones de mi mente.
Cuando viajo en el ómnibus si veo a una chica de cabellos medianamente
largos, piel blanca, con los brazos cruzados y los ojos cerrados, recostada su
cabeza contra la ventana, dejando que el vehículo lleve su cuerpo hacia su
destino, mientras en sus sueños su persona esta en otros lugares, se que esa
chica es feliz porque aun dormida la veo sonreír, la veo suspirar. Ojala Malena
se encuentre como esta muchacha mejorando la vida que lleva y suspirando
de vez en cuando por su amor que soy yo.
Hasta cuando estaremos juntos, hasta cuando nuestros ojos seguirán brillando
con la misma intensidad cuando nos encontramos. No quiero pensar que
mientras más intensamente brilla una luz, más rápido se consume.
Hasta que día en nuestros rostros se dibujara una sonrisa cada vez que nos
encontramos, hasta cuando la llama del amor seguirá iluminando nuestros
corazones…hasta cuando…hasta cuando…le seguiré diciendo - Tu eres mi
amor…, tu eres mi cielo…, tu eres mi agua en mi sed de amor…, tu eres todo
para mí.
Una cosa que me molestaba de Malena es que no hacía nada para que el viejo
desaparezca de su vida, siempre había una relación entre ambos, ese huevón
era como una espina que no se la podía sacar. Debía comprender que al viejo
y al burro…patadas en el culo.
Me contó – Estoy comunicada con él por cuestiones de trabajo. El viejo le
repartía parte del trabajo de una tesis y ella tenía que buscar material que se lo
presentaba los días sábados en la universidad San Agustín donde se reunían y
así iban armando la tesis. Yo tenía que aceptar esto por el momento por que a
ella no le daba mucho dinero para sus gastos, pero le dije - Siempre dime la
verdad, no me engañes si ya no quieres estar conmigo.
Así transcurrieron los días y las semanas hasta que en una de esa me contó –
La otra vez no quise ir donde el viejo quería y me dio de puñetazos en la
espalda. Lo que escuché me encolerizó y menté la madre no se si a ella por
cojuda o al viejo por pendejo y me retiré golpeando al aire con un puño, En
esos instantes parecía una bestia enjaulada capaz de destruir cualquier cosa
que se me interpusiera de un manotazo.
Desde ese día el viejo ya no le molestaba con sus llamadas, pero mi cólera
hacia ese sujeto crecía. Debido a esto le pedí a Malena que me de el numero
del celular del viejo y le llame. Cuando este me contesto le dije - Viejo concha

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tu madre, Malena me ha contado lo que le has hecho, por eso te voy a reventar
el culo a patadas y ten una dentadura de repuesto porque también te voy a
romper los dientes, y le colgué el teléfono. Le comenté a ella - No le contestes
las llamadas que le haga el viejo por que le he mandado a la concha su madre,
me prometió que así lo haría.
Al día siguiente fue a la universidad, estuvo conversadora como siempre, en la
tarde a eso de las cuatro le sugerí al oído - Vamos a Huacho en el ómnibus de
la universidad. Buscó con su mirada la mía, esa era la señal de que aceptaba.
Hicimos nuestra cola y pedimos ticket a un profesor que lo repartía. El profesor
no quiso darle a ella aduciendo que no enseñaba en la Gustavo Nathan. Le dije
a este profesor - Ella si es profesora de la universidad, pero este no creía, por
lo que iracundo le repliqué -Total le vas a dar o no, el muy cojudo al ver que
estaba bien molesto le dio el ticket que servía de contraseña para abordar el
ómnibus. Así sentados uno junto al otro comentábamos los acontecimientos del
día. Nos bajamos por la avenida Wiesse. Allí tomamos un microbús para la
avenida Alfonso Ugarte, al llegar nos bajamos para abordar otro microbús que
vaya por la panamericana norte, y en el cruce de esta con la avenida Próceres
de la Independencia nos bajamos cerca a la dirección de la casa donde vivía su
hijo con su padre, pero no habíamos caminado mucho cuando ella empezó a
sentirse mal, decía - Las rodillas me duelen, y las piernas se me están
adormeciendo. La hice sentar en un murito y le pregunte - Tienes la receta del
médico, me contestó – Sí, está en mi cartera, con eso busque una botica y
compre los antiinflamatorios que le habían recetado, el alcohol, la jeringa y el
algodón.
Ni modo que en la calle le iba a aplicar una inyección en la nalga, así que se la
puse en el lado externo del brazo, me dijo - La puesta del líquido me ha dolido,
le conteste - Eso pasará rápidamente, y para que mis palabras se cumplan
besé el lugar donde le había inyectado para luego frotar suavemente por largo
rato la supuesta parte afectada, hasta que se le pasó el dolor y la vitalidad
regresó a su cuerpo. Cuando estuvo repuesta me convencí que ya se podía ir a
la casa de su hijo, sin decirnos nada nuestras miradas se encontraron y luego
se desviaron anunciando con esto nuestra despedida. Nos incorporamos del
asiento y besándonos suavemente en los labios que tardaron en separarse
nos alejamos cada uno a nuestro destino, pero en nuestros pensamientos
siempre estábamos juntos.

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Eres lo mejor que Dios me ha dado, te quiero con toda mi alma.
Eres quien me lleva al cielo y al infierno al mismo tiempo.
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Me preocupaba la situación de Malena, para este año, para este primer ciclo
que comenzaba. La cosa estaba verde para ella, había concursado por una
plaza, pero su nombre no figuraba en la relación de ganadores.
En esta universidad todo era al revés, a los que trabajaban no le daban horas
y a los que hueveaban si les daban horas de contrato. Además el jefe de
Departamento había dado horas a dos profesoras que eran de otras facultades,
seguro algo tenía con ellas. Por esos días Malena me dijo - Profe tengo algo
que contarle pero no se vaya a molestar. Yo necesitaba pagar mis estudios de
Doctorado que estoy haciendo, y además quería matricularme para estudiar el
idioma italiano que es pre requisito para graduarme. Estaba deprimida, en eso
el viejo me llamo y no sé por qué le contesté, me dijo que me felicitaba por
haber conseguido de nuevo horas en la universidad, le conteste que no era
verdad, que estaba a punto de no matricularme en el Doctorado. El viejo dijo
que lo sentía y como antes nunca me había dado nada de nada, hoy me iba a
prestar mil cincuenta soles, lo hizo, con eso pagué mi doctorado y me matriculé
en italiano por insistencia del viejo en el turno de noche, pero él estaba en ese
grupo de italiano. La miré muy molesto y le dije – Hasta cuando ese concha de
su madre va a estar metiéndose en mis asuntos, ella no me respondió,
Agregué a lo dicho anteriormente - Cuando la mujer tiene un problema, el varón
siempre busca solucionarlo, para eso uno está con una mujer. Ya no le dije
más. Al siguiente día la llamé temprano y le dije - No contestes el celular del
viejo, porque lo he llamado mentándole su madre por meterse en mis asuntos
y le he dicho que se regrese por el agujero por donde nació. Ella me contestó -
Ay profe como hace eso. Le respondí colérico - Y que quieres que haga, yo me
encuentro molesto contigo porque no me cuentas lo que te pasa y a la persona
que más aborrezco, sí.
Cuando nos encontramos al día siguiente, le conté - Anteayer te he soñado
vestida solamente con una bata blanca, sin ropa interior. La brisa de la noche
movía tu bata, pegándola contra las curvas de tu cadera, dibujándote las
nalgas y los muslos, por esos detalles te reconocía. Estabas parada en un
lugar oscuro donde seis personas a las que no podía ver sus rostros. Daban
vueltas a tu alrededor observándote, y en una de esas tú le dijiste a una de
esas personas que posiblemente te ibas a quedar con el viejo, por eso la cólera
me invadió. Desperté y aún sin interpretar bien el sueño le menté su madre
por teléfono al cocharca.

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Esa tarde ante mi sugerencia fuimos a casa de sus hermanos. Como sea
quería que la situación de ella se arregle, que sus hermanos le den algún
trabajo. Encontré solo a uno de ellos, quien se interesó por un proyecto que
Malena estaba haciendo sobre una picadora para botellas de plástico. Su
hermano de palabra le dijo - Puedes ser algo así como relacionista pública que
se encargaría de vender el plástico de las botellas picadas al mejor postor. Al
ver que el pata hacía un comentario serio y alturado le creí. Incluso le invite
unas cervezas y cuartos de pollo a la brasa con gaseosas a todos los
presentes.
Eran ya cerca de las doce de la noche y le dije a Malena - Irme a mi cuarto a
esta hora es peligroso porque estaría llegando como a las tres y media de la
madrugada, puedo ser asaltado por los pandilleros. Ella sin importarle que
estuviera su hermano y de la manera más natural me dijo - Te quedas a
dormir conmigo en la habitación que he alquilado en Surquillo.
Otro motivo que me obligó a aceptar es que estábamos con paquetes. Las
cosas las traíamos del cuarto que habíamos alquilado por el pedregal en
Barranca, debido a que ella ya no quería permanecer más en ese lugar Por eso
es que teníamos paquetes, que contenían ollas, pocillos de loza, vasos de
vidrio, una frazada e incluso un bacín. Acepté y por los paquetes que eran
muchos viajamos en taxi y en un dos por tres estuvimos en el cuarto de ella
que quedaba por el cementerio de Surquillo, subimos a un segundo piso, al
abrir la puerta, la habitación me impresionó, era amplia. Así como de una
ciudad destacan sus edificios, del cuarto destacaba el mueble de la
computadora y su cama, lo demás nada que ver. Los platos, la tina, gran parte
de su ropa y otras cosas estaban tiradas por el piso. Ambos nos servimos un
vaso de agua y nos empezamos a quitar la ropa para dormir, una vez dentro
de la cama casi no conversamos. Empecé a deslizar mi mano por entre sus
muslos, me gustaba acariciarlos porque eran duros y carnosos, mi mano se
deslizó hacia más arriba y sentí la aspereza de la mata de pelos que cubría su
gruta del amor ,empecé con mis dedos a tocar sus paredes y estas empezaron
a derramar una sustancia tibia y pegajosa que embarraba mis dedos ,y como si
esto fuese la señal esperada mi pene empezó a enderezarse y a ponerse
duro, a latir como si tuviese vida, y una sensación de estar con ella se apoderó
de mí. Sentí ganas de abrazarla, de besarla y así lo hice. La rodee con mis
brazos del cuello y la atraje hacia mí, empecé a besar sus labios, su cuello y
sus senos, mientras se los acariciaba, el deseo de penetrarla era cada vez más
fuerte en mí. Ella me facilito el trabajo pues tomando la iniciativa se destapo y
se montó sobre mí. Su pelo le tapaba la cara mientras abría la boca apretando
con sus largos muslos mi cintura, encajando su vagina en mi pene y mientras
me cabalgaba sus nalgas convulsionaban. Podía mirarla de abajo hacia arriba
y acariciar sus senos, sus amplias y blancas caderas, pero mi placer no estaba
satisfecho debido a que en ese momento su vagina la sentía profunda y grande

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como una gran fosa excavada en el suelo. Si mi pichula entraba allí se perdería
y quedaría bien sepultada. Sentía a mi pene como un pedacito de madera
flotando perdido en la inmensidad del océano. Así es que le dije a ella - Con
esta pose no voy a lograrlo, ni voy a sentir nada y tú tampoco te vas a sentir
satisfecha, así que vamos a practicar la posición del perrito. Ella se arrodilló en
la parte central de la cama e inclinando su frente y sus labios hasta besar la
superficie del cubrecama se quedó en esa posición con los brazos estirados
como quien rinde culto al Sol. Yo me situé detrás de ella. Lo primero que hice
fue hacer encajar mi pene en su ranura y empecé a metérselo y a sacárselo
produciendo esta maniobra un ruido característico – tosh…tosh…tosh….En
cada una de estas maniobras los costados de mis caderas chocaban con sus
nalgas al igual que las olas cuando se estrellan contra las rocas provocando un
sonido característico. Mientras por atrás manoseaba sus caderas y sus nalgas
repitiendo en voz alta - Todo esto es mío…todo esto me pertenece, exigiéndole
que reafirme lo que yo decía. Ella me hacía caso y suavemente repetía – Todo
esto es tuyo…todo esto es tuyo…te pertenece las veces que quieras.
En la oscuridad esa parte de su cuerpo, es decir sus nalgas y sus muslos
pegados a sus rodillas tomaban la forma de un corazón culón. Seguía yo
sacando y metiendo mi pene de su sexo primero rápidamente y luego
lentamente. Motivado por el ruido que provocaba el choque de mis caderas con
sus nalgas puse más empeño y empecé a sentir que los músculos de su
vagina comenzaban a estrangular mi pene desde atrás hacia delante. Sentía
placer y también me resistía a ese placer porque sabía que cuando
aumentaran las contracciones de su vagina sobre mi pene me sacaría toda la
leche, todo el semen y mi culebra se moriría, Mi sexo estaría peor que un
borracho, no se levantaría para nada.
Esa noche la monte dos veces. Antes de la última monta de madrugada noté
que estaba profundamente dormida, daba la apariencia de estar anestesiada.
No sentía cuando manoseaba todas las partes de su cuerpo, aproveché esto
para darle vuelta, colocándole una almohada debajo de la barriga y su trasero
quedó algo levantado en el aire. Cogiendo mi miembro que ya estaba
preparado para la arremetida, lo dirigí hacia su entrepierna .Note como mi
herramienta reconocía el terreno de la entrada y en menos que canta un gallo
se introducía por entre las sedosas paredes de su chucha, al igual que una
culebra cuando se introduce en su guarida. Durante las maniobras de mis
penetraciones la levantaba unos cuantos centímetros de la cama mientras
cogía sus nalgas como tratando de abrirlas por la mitad. .Ella aún estando
dormida colaboraba, pues mi instrumento sentía el calor de su ardiente gruta.
Cuando se me iba a venir me torne violento en mis empujadas hasta
derramarme. Emitiendo un ronco gemido de satisfacción y plaer me derrumbé
sobre ella con los brazos abiertos.

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Fueron dos buenas montas, dos buenas faenas, pero ya no superaría a los
seis seguidos que le daba a los inicios. Quedé tendido sobre la cama,
exhausto, sin hablar, iluminado solo por la luz fantasmal que emitía el poste de
la calle. Ella continuaba durmiendo sin darse cuenta de nada como si la cosa
no hubiera sido con ella.
Estaba como hechizado, temeroso de romper la magia con palabras mundanas
que me podrían devolver a la realidad. Mientras me dormía la realidad se fue
posesionando de mí, deje de pensar en ella y pensé en mis cosas. .Mi sueño,
mi descanso fue intenso pero corto, ya estaba despierto a las cuatro y media
de la madrugada, así estuve recostado sobre la cama hasta las diez de la
mañana, hora en que ella se levantó. Observe cómo se calzaba el calzón,
como abotonaba su camisa gris, las muecas que hacía al introducir sus muslos
y pierna en el estrecho pantalón. No me miró hasta el momento de salir a la
calle. Su objetivo era llegar lo más pronto a la casa de su hermana, donde
aterrizamos y salimos con la misma para comprar chicharrones y regresar
nuevamente para allí consumir lo comprado con una gran gaseosa coca cola.
Luego fuimos al mercado donde consumimos unos cevichitos.
Así como todo lo que empieza tiene su final, esto lo tuvo. Ellas me
acompañaron al paradero para que tome el bus que me deje en mi casa.
Había anhelado este encuentro, pero si me seguía quedando la seguiría
deseando enfermizamente una y otra vez.
El bus donde me encontraba rápidamente recorría las calles sin permitirme
apreciar los detalles de lo que veía. Repentinamente se detuvo en un grifo que
estaba al costado de la pista y se puso a llenar el tanque de gasolina. Desde la
ventana cruzando la pista a lo lejos se apreciaba un gran parque con muchos
árboles. A pesar de no ser todavía mediodía, estaba sembrado de parejas de
enamorados. Seria porque era sábado.
Entre los árboles paseaban diminutas parejas enlazadas; en algunos bancos
más visibles bajo la protección de la sombra de los árboles distinguía otras
parejas, unas como dos manchas unidas, otras como una sola mancha doble.
Forcé la vista y seguí el avance lento de una pareja hasta que se perdió bajo
los árboles. El bus arrancó y las imágenes quedaron grabadas en mi recuerdo.
Éramos una bonita familia, ella y yo, su hermana con su pequeña hija y su
gato negro.

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Soy cachera, me gusta el pájaro
con harta leche, no importa el tamaño.
Si eres cachero te doy los dos huecos, el chico y el grande
Me llamo Patty Putty.
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Nuestro futuro era incierto, pero sobrevivíamos para pasar juntos al siguiente
día, al siguiente mes. Como en la sucesión interminable de las olas, la ola que
muere da vida a la que viene de inmediato, para luego morir esta y a su vez dar
origen a otra.
Hacía todo lo posible por cubrir sus necesidades básicas, por decir
alimentación y pasajes, estos últimos habían aumentado porque ella ya no
deseaba estar más en el cuarto que habíamos alquilado en Barranca. Una
tarde después de haber tenido relaciones sexuales con ella, después de
banquetearme con su cuerpo me dijo – Tengo algo que contarte, tu nunca te
quedas a dormir conmigo, te vas donde tu mujer. No deseo vivir más sola, por
ese motivo he alquilado un cuarto en Surquillo para estar más cerca de mi
familia. No le contesté, porque si lo hacía entraríamos en discusión y eso no
me convenía, se iría, quizás para siempre.
Fue el primer cuarto que vio y el primero que alquiló, le cobraban trescientos
cincuenta soles, no me pude contener y le contesté - Es mucho lo que estás
pagando, por ese precio me alquilaba una casa. Después de dos meses se
mudo a otro cuarto también por Surquillo, este cuarto quedaba en un segundo
piso, le cobraban doscientos soles, quedaba cerca de un cementerio, pero la
hija de la dueña me vio un día muy temprano de mañana salir del cuarto con
Malena. Le comenté – Esa chica no dejaba de mirarme, algo pasará.
Posteriormente se confirmó mi temor, cuando un día llame a Malena por
teléfono preguntándole como se encontraba, me contestó - Mañana me mudo a
otro cuarto porque la dueña de la casa que me alquila el cuarto aduciendo que
mi computadora jala mucha luz, que la habitación debe ser para mí sola y que
allí no deben entrar otras personas ya no me va alquilar pero lo bueno de todo
esto es que me ha devuelto la garantía. Con eso podré pagar el primer mes de
alquiler del otro cuarto, eso me tranquilizó un poco.
Lentamente empecé a recordar un miércoles que me había visto con ella
cuando ambos compartíamos el cuarto alquilado. Habíamos pasado la tarde
regando las plantas, estábamos sedientos y sudorosos. La tarde estaba
dejando de ser gris, estaba oscureciendo. Ella se adelantó al cuarto mientras
yo le dije – Ahorita te alcanzo, voy a comprar una botella grande de agua, pero

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rápidamente, casi corriendo, primero fui a la farmacia y me compré un
paquetito de condones y de la tienda compré un papel higiénico y el agua.
Llegue al cuarto, la luz estaba prendida y ella estaba echada en la cama, con
los ojos cerrados, se notaba que se había quitado el sostén y sus pechos
estaban cubiertos solo por una camisa, pero tenía puesto su calzón. Sus
muslos y piernas estaban flexionadas y descansaban de costado sobre la
cama, en esta posición la veía como si fuera la primera vez, una mujer
hermosa de larga cabellera, poseedora de unos blancos muslos, piernas
carnosas y hermosas. Esta visión hizo que se me erecte el pene y empiece a
latir por su cuenta como si fuese otro corazón. Mis dedos no permanecieron
quietos, empezaron a recorrer el borde de su calzón tocando su piel, tocando
los pelos que rodeaban su sexo. Viendo su rostro que empezaba a mostrar
gestos de excitación, mis dedos se atrevieron a hurgar más allá del borde de su
calzón y aprisionaron su sexo junto con la mata de pelos que lo rodeaban.
Sentí que su sexo se lubricaba, pues el borde de mis dedos empezó a cubrirse
de una sustancia pegajosa como la clara del huevo, y del orificio de mi pene
también asomaba una gota de líquido, como si este empezara a llorar de
alegría. Exprimí mi pichula para extraerle la mayor cantidad de ese líquido que
fui depositándolo por el borde del orificio de su sexo para luego hacer lo mismo
untándolo en la superficie de sus pezones, luego como poseído por una locura
de malos deseos sexuales mi boca se sumergió en los labios de ella y mi
lengua empezó a buscar la suya. Sentía que mientras más la besaba más la
deseaba. Mi boca empezó a recorrer su cuello, sus pechos hasta detenerse en
sus ya pegajosos pezones, empezando a chuparlos, luego empecé a besar la
piel alrededor de su sexo, de vez en cuando me detenía para sacar de mi boca
algunos pelos que se habían introducido entre mis dientes. Luego empecé a
besar sus nalgas, la cara interna de sus muslos, sus rodillas. Me daban ganas
de comérmela viva, devorarla, morderla hasta hacerla sangrar, todo en ella en
ese momento se veía tan apetitoso. Detuve momentáneamente mi faena para
coger mi pene desde su tronco y empezar a sobarlo alrededor de su rendija,
como si fuese un gran dedo que se mostraba satisfecho de lo que tocaba.
Mientras más frotaba mi pene en la entrada de su gruta, me daba más ganas
de penetrarla pero me contuve y le pedí que me haga sexo oral. Empezó a
besar lentamente el cuello y el cuerpo de mi pene, pero no sentía esos besos,
sería que eran tan suaves porque lo hacía con tanta dulzura, pero cuando sus
labios llegaron a la punta de mi pene y empezó a succionarlo ya no pude
contenerme. Cogiendo sus cabellos empujé su cabeza lo más que pude hacia
mi pene para que todo este se introduzca en su boca hasta sentir que ella se
atore, que tosa, pero después de un momento desistí al presentir que si seguía
en esto ya no podría contenerme y eyacularía. Saqué mi pene de su boca y la
penetre con violencia deseando que eso la doliera, pero no fue así, todo mi
tronco, todo mi pene resbalo por dentro de su gruta, se abrió camino con
facilidad. Los músculos de su vagina no ajustaban mi pene, no sentía por ello

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mucho placer y probé otra táctica, le dije – Bájate y párate mirando la cama,
luego te agachas, obedeció todo lo que le dije contemplándola en esa posición
era otra cosa. Empecé a penetrarla desde atrás apreciando el hermoso paisaje
que me ofrecían sus nalgas levantadas y su sexo expuesto a mi pene. Podía
apreciar la unión de su espalda flexionada con el nacimiento de sus nalgas,
esto me excitaba y me hacía repetir las mismas palabras - …Todo esto es
mío…todo esto me pertenece. Cada vez que repetía estas palabras introducía
y sacaba mi pene de su sexo unas diez veces hasta que en una de esas mi
pene no pudo salir de su rendija, pues los músculos de su vagina lo atraparon y
empezaron a apretarlo hasta sacarle toda la leche y mi pobre pene ya no pudo
permanecer erguido, se fue desinflando hasta derrumbarse como un soldado
herido de muerte en el cumplimiento de su deber. Ella echada de espalda en la
cama con las piernas abiertas y con una mano cubriendo su sexo pidió –
Alcánzame el papel higiénico, se lo proporcioné, con el que taponeó el orificio
de su sexo para que mi leche no se escurra. Me aproximé gateando y me
deposité al costado de su cuerpo. Mientras recordaba sus gemidos de
hembra ansiosa, no perdía el tiempo: lamía y chupaba sus tetas como siempre
le gustaba. Su sexo hambriento le latía como un corazón, y cuando mí
desinflado pene rozo al suyo trató de resucitar, pero el cansancio pudo más y
se rindió.
Después de la faena traté como de costumbre borrar todas las huellas del
delito: recordaba el reglamento que había elaborado, recoger del piso los
pedazos de papel higiénico con los que me había limpiado la pichula y ella su
concha. Amarrar la base del condón en caso de haberlo usado para que mi
semen depositado no se derrame por el piso, luego irnos a la ducha a
jabonarnos los órganos sexuales para que el mío no huela a chucha y el de
ella a semen. Introducir toda esta basura en una bolsa de plástico negra para
botarla por el camino y de pasadita irnos donde la casera a comernos unos
sanguchitos.
Así terminó el recuerdo de ese momento de mi existencia al lado de esa
persona que amaba y la que supuestamente también me amaba. Su
presencia me alegraba y su ausencia me entristecía.

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Hola mi amor, ojala te encuentres bien de salud y con fuerzas para
afrontar los problemitas, te recomiendo no te alteres mucho porque eso te
afecta la presión.
Estaré el martes para arreglar las plantitas todo el día. Cuídate mucho.
Te envío imágenes sobre el amor y la amistad, te quiero.
Un beso
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Toda la noche estuve deseando que llegara rápidamente el atardecer del día
siguiente porque era mi día libre. Habíamos acordado que iría a la escuela de
Post grado de la Universidad para sacar unas copias de tesis de maestría, ver
en la sala de cómputo el borrador de un proyecto sobre hortalizas que me
había dejado a medio hacer y luego encomendarme a la Santa Paciencia y
esperarla… esperarla una vez más.
Este fue el plan pero no se cumplió debido a que me levanté tarde, cerca de las
doce del día. Salí tarde de mi casa pero la llame comunicándole que iba a
llegar tarde. Cuando llegué al paradero de la volvo que quedaba pasando
Santa Lucía quise llamarla de nuevo, pero algo dentro de mí me ordenó que ya
no lo haga. Llegue al local de post grado y empecé a sacar fotostáticas de las
tesis que me servirían, en una de esas me encontré con dos amigos colegas
míos que estaban estudiando aquí docencia universitaria, intercambiamos
correos, teléfonos, prometiéndonos estar más en contacto. Eran ya cerca de
las nueve de la noche, la llamé desde la calle porque los teléfonos del local
estaban malogrados, ella me contestó – Todavía estoy en clases, le respondí –
Te espero por la entrada. Hacía frío por lo que me senté en la banca de
cemento para esperarla, pero también hacia frió, por lo que me paraba y me
sentaba, pero me consolaba porque la vería y la besaría, así el calor de sus
labios y de su amor llegarían hacia mi calentándome. Andaba impaciente de un
lado para otro esperando verla, me iba al baño a orinar y salía corriendo
esperando encontrarla y al ver que no estaba seguía andando, seguía
esperándola. Parece que por el frió orinaba a cada rato, en una de esas que
salía del baño, ella apareció a mis espaldas.
Salimos de la sede conversando contándonos lo que nos había ocurrido, ella
me decía - El profesor que nos enseña es lo máximo en neurociencias, es el
único que cumple el horario de clases y por eso cuando me tocan clases con él
siempre saldré tarde. Yo le conté – Me he encontrado con el profesor González
y con el profesor Gastón quienes me comentaron que el examen de inglés que
habían dado estuvo un poco tranca y que para curarse del susto iban a comer

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un pollito a la brasa bien doradito, me dieron la dirección para buscarlos. La
calle estaba desierta y la farola del poste iluminaba débilmente. Me pegue al
poste y la jalé tomándola por la cintura, la apreté contra mi cuerpo y la besé
largamente. Ella correspondía a mis ardores, así quince minutos estuvimos
prodigándonos caricias.
Cuando con Malena estuvimos cerca al lugar indicado les telefoneamos pero
nada que ver, sus celulares indicaban que les dejen los mensajes. Los
buscamos por otros lugares pero nada de nada, por ello nos fuimos a comer
nuestro gordo pollito con papas y para bajar la grasa pedimos un cafecito bien
caliente. Luego tomamos un microbús que nos deje por el paseo Colón en
Huacho, de allí cogimos la línea veinticinco que a ella la dejaba por Surquillo
cerca de su hermana y al cuarto que había alquilado. Cuando estaba por llegar
a su destino me despedí de ella con un breve beso en sus labios que me
habían invitado a besarlos. Prometí que el día lunes estaríamos juntos,
inclusive buscaría la manera de estar más juntos que nunca. Antes de
separarme le decía - Para mí viajar solo se hace más cansado y me siento más
solo que nunca y si no deseo estarlo yo mismo tengo que acariciarme,
abrazarme. Bajó del bussing sonriéndome y seguí su figura con mi mirada.
Incluso para verla hasta el último momento corrí a sentarme junto a la ventana.
Ella antes de doblar por la esquina para tomar una motoneta que la lleve a su
destino volteó a mirarme en señal de despedida y levanto la mano mientras
me sonreía. Eso me indicaba que era un hasta pronto y no un adiós, porque un
adiós para mi significaba un para siempre. Ya solo en el bussing me puse a
recordarla.
Fueron varias las ocasiones mientras hacíamos el viaje de retorno a su casa
que había repetido los besos a sus labios carnosos, acariciado con la punta de
mi lengua cada uno de sus dientes, saboreado su aliento, y rodeado con uno
de mis brazos sus hombros mientras introducía mi mano hasta tocar con mis
dedos sus senos. Entre mis dedos había sentido la dureza de la punta de sus
pezones, había seguido con mis dedos las curvas de sus senos y cosenos, el
lugar donde nacían y terminaban. Incluso había palpado un lunar grande que
se encontraba en uno de ellos.
El viaje de retorno a mi casa demoraba y mientras más demoraba, más tarde
se me hacía.
Todo lo que tenía que recordar de ella lo había recordado y mientras más me
acercaba a mi destino más recordaba sus últimas palabras, y las últimas frases
de mi despedida - El lunes estaremos juntos, ese día buscaré un momento y un
lugar para estar más juntos que nunca.
Han pasado varios días desde que dejamos el cuarto que alquilábamos en el
pedregal, la mudanza la hicimos poco a poco. Ella un día se llevó una tina y

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dentro de ella los platos, los tazones, otro día se llevó su ropa y sus copias; el
último día se llevó la escoba, el recogedor, la almohada, las frazadas y el
cubrecama, hay otros detalles más que no especifico.
La rutina para nosotros en la universidad siguió siendo la misma pero más
espaciada a pesar de que a ella no la habían contratado en la facultad como
jefe de Prácticas.
De vez en cuando ella hacía actos de presencia en la universidad porque había
posibilidades de que la contraten como profesora conductora del curso final de
la carrera del décimo ciclo que era el de Práctica a la comunidad, donde los
alumnos de diferentes especialidades conducidos por un docente tenían que
solucionar los diferentes problemas presentes y los que arrastraban las
localidades donde eran destacados. Por decir en una comunidad donde había
basurales en vez de parques, los de la especialidad de Agropecuaria tenían
que habilitar un parque con su sistema de riego. En los asentamientos
humanos donde el rendimiento escolar era bajo, los alumnos de las diferentes
especialidades tenían que hacer cursos de nivelación escolar y sugerir mejoras
en la nutrición escolar. En las comunidades donde no había servicios de agua
y desagüe tenían que hacer cursos de salud e higiene, sobre manipulación de
los alimentos y gestionar servicios básicos de luz, agua y desagüe. En los
lugares donde la principal fuente de ingreso de los pobladores era el cultivo de
plantas o la crianza de animales se tenían que hacer cursos para mejorar la
crianza o el cultivo de plantas.
Para que los niños pequeños se distraigan los de la especialidad de inicial
tenían que hacer teatro de títeres y show infantiles con mensajes educativos.
Así la labor que los alumnos tendrían que realizar sería amplia en este aspecto
y para ello necesitarían de excelentes conductores como lo era la profesora
Malena,…mi Malena.
Recordar su nombre era recordar escenas de nuestros encuentros sexuales,
momentos cuando la punta de mi pene rozaba los húmedos labios rosados de
tu sexo, pero sin llegar a penetrarlo. Luego cuando con mis dedos abría los
labios de su vulva para facilitar a mi sexo el camino hacia el interior de su
vagina. Mientras mi otra mano sostenía mi pene erecto, duro y brillante, de
color marrón oscuro con sus venas rojiazules hinchadas como extraños trazos
de un dibujo irregular que contrastaba con la pálida piel marrón clara del sexo.
de ella.

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Hola…, te envío mis energías positivas para que todo lo que hagas te
salga bien y tengas días de felicidad y gozo.
Te comunico que el jueves no podré ir a la Universidad; voy a apoyar a mi
hermana en el cumpleaños de su hija que lo celebrará en su casa. Con
toda seguridad iré el viernes.
Cuídate mucho mi amor...!
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Hoy el día retocado por la neblina es borroso y tiene un color gris. Esto
entristece mi espíritu, pero no se puede postergar lo que se tiene que hacer,
por eso la llamé a su celular desde fuera de la Universidad para saber dónde
se encontraba, me dijo – Estoy por llegar, espérame por la entrada, así lo hice.
Transcurridos varios minutos la vi bajarse de la motoneta a la altura de la
puerta de la universidad, la alegría invadió todo mi ser, todos los focos se me
encendieron y sintiéndome más ligero que el viento corrí a su encuentro.
Cuando estaba con ella, siempre me preocupaba su persona y todo lo que
tenía que ver con su realidad. A medida que el día transcurría su figura iba
ocupando mi mente hasta cubrirlo todo. Le sugerí que desayunara algo y la
invité a hacerlo en un quiosco fuera de la universidad, lo único que pidió fue un
vaso de chicha morada y un paquete de galleta, pensé que algo la preocupaba
pues no tenía mucho apetito, luego nos fuimos a preguntar a la secretaria del
Coordinador General de Prácticas a la Comunidad, yo me quedé esperando
mientras ella preguntaba. La secretaria le dijo -- Para el lunes se definirá, se
empezarán a hacer los grupos de trabajo con los inscritos hasta la fecha, a los
que se les designará sus conductores de prácticas a la comunidad.
Ella se puso a regar las plantas mientras yo con un trabajador nos pusimos a
abonar y profundizar los pozos para que se almacene el agua para las
enredaderas melíferas. Estuvimos en esta labor como hasta las dos de la tarde
hora en que me puse a regar los almácigos en el vivero luego nos fuimos a
comer unos pescaditos fritos como almuerzo con su inca kola. Después fui a
hacer algunas averiguaciones sobre mi tesis dentro de la universidad, mientras
ella se quedó en una cabina de Internet revisando sus trabajos.
Esta era una tarde tranquila para nosotros, yo revisando los proyectos que ella
me mostraba en la computadora, comprándole su gaseosa y sirviéndosela las
veces que le apetecía. Así estuvimos como hasta las seis de la tarde todo
sonrisas, todo miradas a los ojos y a su rostro, hasta que nos retiramos por el
pedregal hacia la pista y allí le pregunté sin saber que me respondería - Nos
vamos por Huacho o nos quedamos por el parque Rodríguez, ella sin titubear

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respondió - Rodríguez, Rodríguez, el nombre de ese parque significaba irnos al
hotel que quedaba una cuadra hacia arriba doblando a la derecha cruzando la
pista al frente. Le dije - Espérame en la esquina del parque, mientras yo me
dirigía a la farmacia a comprarme un paquetito de condones, de los cuales no
sabía cuántos usaría. Al llegar a la escalera del hostal le murmuré cerca al oído
– Sube rápido para que no te vean, hice que traspasara la puerta y subiera al
segundo piso, allí me reuní con ella y pedimos un cuarto, el precio era de
treinta y cinco soles, seguro que me cobraron así porque me vieron angustiado
temiendo que se me escape la presa. Nos dieron el número cuatro, deje mis
documentos y me proporcionaron la llave del cuarto así como el control del
televisor y del telecable. El piso de la habitación estaba limpio y brillante con un
parquet azul, la cama era de dos plazas, amplia como para hacer juegos y
combates sexuales. Al costado de la cama había un amplio espejo en el que se
podían reflejar las figuras al tamaño natural. Un borde del espejo estaba roto
pero pegado. Seguramente lo habían hecho unos clientes con una patada
amorosa.
Ella sentada en el borde de la cama se sacó su pequeña casaca ploma, luego
su camisa y otras cosas hasta quedar ante mí con su sostén negro que
contrastaba con la blancura de su piel y la serenidad de su mirada que
aceptaba lo que tenía que suceder. Se paró junto a mí y empecé a desabrochar
su sostén torpemente como si no tuviese experiencia, así erguida mientras le
besaba los pechos y los senos intenté bajarle del todo el calzón para poner al
descubierto sus redondas y bien formadas nalgas, pero no pude. Para facilitar
las cosas la tumbe de espalda a la cama y así con ambas manos cogiendo con
los dedos respectivos los bordes del calzón pude quitársela flexionándole los
muslos y las piernas. Echada frente a mí no tenía el cuerpo de una mujer, sino
el cuerpo de una diosa, ávidamente me lance sobre sus labios que los sentí
algo duros pero con mis besos los estrujaba para ablandarlos, besaba su
mentón y sus cachetes hasta hacerle cerrar los ojos y dejar escapar de sus
labios pequeños suspiros – Aaaah…aaaah…aaaah..
La voltee de espaldas, así en esta posición en que tenía juntado sus tobillos y
sus pies, recorrí con mirada lujuriosa su cuerpo desde la punta de los pies
hacia la punta de su cabeza.
Sus pantorrillas eran carnosas y bien formadas que armonizaban con sus
muslos simétricos que suavemente se perdían en el inicio de sus nalgas. Veía
en ella un cuerpo perfecto como si fuese un plato de exquisita comida para un
comensal exigente. Empecé a devorarla es decir darle pequeños mordiscos y
besos desde la punta de los pies subiendo por sus pantorrillas y muslos hasta
llegar a sus hombros para morderle suavemente la nuca y sus cabellos. Luego
descendí nuevamente hacia el inicio de sus nalgas besando y succionando
cada una de sus redondas superficies hasta dejarles marcas rojas claras que
luego se volvía rojas intensas. Continuando con el ritual empecé a pasarle la

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lengua suavemente por toda su columna vertebral hasta llegar a la base de su
cuello haciendo que emitiese suaves y pausados quejidos de placer –
Ooohh…ooohh…ooohh . Le pasaba la lenguaza por las costillas haciéndola
contorsionarse de placer. Con todo esto mi pene se iba poniendo cada vez más
duro como un garrote. Me daba la impresión que mi pichula a medida que
transcurrían los minutos se dilataba cada vez un poquito más. Busqué en la
cama el paquete de condones hasta encontrarlo y cambiándola de posición
siempre echada en la cama con su mirada frente a la mía me senté sobre su
pecho con mi pene erecto que palpitaba y se movía al compás de los latidos
de mi corazón, apuntándola como si fuese la aguja de un brújula buscando la
orientación correcta.
Contemplaba el rostro de ella que en ese momento tenía los ojos semicerrados
mientras movía los labios como murmurando palabras extrañas. La punta de su
lengua asomaba entre sus labios para luego esconderse tímidamente. Sin
poderme contener lleve la cabeza de mi pene hacia sus labios para que tomara
contacto con ellos, ella al sentir el contacto comenzó a besar con ternura la
punta de mi pene, empezó a rodear con su lengua el anillo que servía de limite
entre la cabeza y el cuerpo de este. Después de esa breve ceremonia abrió
más la boca y devoró mi pene. Todo se perdió dentro de su boca mientras sus
labios se cerraban a su alrededor para no dejarlo escapar. Empezó a
succionarlo y yo empujaba y retiraba mi vientre de su cabeza para sentir como
sus labios sobaban mi pene. Así cuando mi pájaro estuvo duro como el acero y
erguido como el asta de una bandera, lo sentí como si fuese un sable que
quería penetrar dentro de una carne de mujer. Le puse su capucha, su condón
y comencé a guiarlo por las partes más bajas del cuerpo de ella, es decir por su
cuello, al medio de sus senos, por su ombligo, hasta situar mi instrumento de
placer en el inicio de su rendija, en su entre pierna y allí empecé a sobarlo por
los bordes de la pared de cada lado de su vulva como quien pasa unos
brochazos de pintura por la pared y sentí que su gruta se humedecía y empecé
a penetrarla lo que parecía que iba a ser con delicadeza fue con brusquedad,
mientras lo hacía flexionaba sus piernas y pies para que se sitúen cada una al
lado de mi cara, a cada lado de mis labios para que pueda besar la parte
interna de sus muslos. Mientras me engolosinaba con sus muslos la ensartaba
en la pose “piernas al hombro” ,así mientras la penetraba, con mis manos
agarraba, amasaba sus nalgas y a la vez mordía y besaba sus gordas, jugosas
y duras pantorrillas que me gustaban tanto. Me sentía en la cumbre, en lo
máximo y le repetía al oído una y otra vez - Yo soy tu marido…di que soy tu
marido, y ella me contestaba -…Si…si, tú lo eres…tu eres mi marido. Mi ímpetu
fue bajando a medida que sentía que se me venía. Mis penetraciones y
sacadas se iban haciendo más lentas – uu…uu…uu…, hasta que ya no desee
sacar mi pene de su vagina, porque los músculos transversales de esta
empezaban a estrangular mi pene sacándole la última gota de semen para
depositarse en la cavidad que formaba su vagina. Así me quedé un rato encima

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de ella esperando que suceda un milagro, que haga resucitar a mi pene, que se
ponga duro, pero el milagro no ocurría y el tiempo seguía avanzando, es así
que le dije – Bañémonos y vistámonos para irnos. Lo hicimos, ella se secó con
la mitad de la toalla que nos proporcionó el encargado del hotel y yo con la otra
mitad. Mientras se peinaba me contaba algo llorosa - De nuevo estoy en poder
del viejo, Le comenté - Si bien es cierto que le debes mil cincuenta soles con
intereses no es para tanto, eso se va a pagar. Me contestó - Es algo más,
cierta vez fui a visitar a mi hijo con un sobre que contenía los certificados que
acreditaban que había enseñado en provincias y en el instituto Mariano Melgar,
quise dejar el sobre en el cuarto de mi hijo, pero el abuelo de este se opuso
aduciendo que en ese cajón todos meten la mano. No dejé el sobre a pesar de
que mi hijo dijo que lo haga, estaba molesta. Con los documentos fui a dictar
clases de inglés para enfermería en la sede de la Universidad Privada de Puno,
y allí se me olvidó el sobre con los documentos, los dejé en el escritorio, estos
fueron tomados por el viejo que a la hora siguiente tenia clases en ese mismo
salón. Le dije a ella - Presenta una denuncia en la comisaría del sector sobre la
pérdida de tus documentos, como constancia de lo sucedido y que después
hablamos. Asegurándome de que me hubiese escuchado agregué - No sé por
qué siempre te dejas engatusar por el viejo, estando con él nada bueno has
sacado, siempre te ha traído problemas.
Le conté que yo había escuchado de casos donde los psiquiatras afirmaban
que había personas enfermas que cuando se daban cuenta que dominaban a
una mujer, con ella se hacían fuertes y practicaban sus maldades, su cobarde
mal machismo, pero cuando estaban ante otro hombre eran unos reverendos
maricas.
Ese viejo tenía el alma llena de pendejadas, tarde o temprano me las pagaría.
Me lo pasaría por los huevos, lo pisaría como a una cucaracha.
Retornamos a Huacho y nos bajamos por la avenida Wilson, cruzamos la pista,
la acompañé hasta embarcarla, antes de que se fuera me premio con una
mirada de confianza mientras rápidamente besaba mis labios. La seguía con
la mirada a través de la ventana mientras se sentaba y levante mi mano una y
otra vez deseándole un hasta luego no muy lejano, porque dentro de unos días
de nuevo estaríamos juntos, para dejarla de nuevo como pavo de navidad, con
las piernas abiertas y el relleno adentro.
Sonriente mientras esperaba mi movilidad reflexionaba en voz alta para que no
sé quién me escuche - Ay carajo, no hay nada como un buen cache para
quedar bien relajado

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Quiero que sepas que recuerdo los días pasados en tu compañía, aún
cuando muchas veces estuvieses enfadado. Nunca en la vida había
encontrado a nadie como tu, ni nunca volveré a encontrar a nadie que se
te parezca.
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En la tarde me había quedado frente a la piscina, en el segundo piso del
pabellón de la facultad de técnica tratando de captar alumnos para
matricularlos en un programa de capacitación para la reinserción laboral que
ofrecía el estado en convenio con la universidad. A eso de las seis de la tarde
me retiré de la universidad y desde fuera la llamé a su celular comunicándole –
Te espero en el quiosco frente a la puerta conversando con mis amigos de
literatura. Ella me contestó - Me estoy cambiando para bajar. Después de unos
momentos hizo sentir su presencia donde yo estaba como si fuese la fragancia,
el perfume de una flor llevada hacia mí por el viento. Apareció con un polo
blanco suelto, un pantalón Lee, azul vaquero bien entallado y una gorra
también azul que cubría la base de su larga cabellera teñida de castaño
oscuro. La emoción que sentía por ella era real, casi palpable.
Nos encaminamos hacia el pedregal para dirigirnos a Huacho. Mientras
hacíamos el recorrido yo escuchaba atentamente lo que me contaba sobre lo
que había hecho con las plantas en la parte alta del cerro Pacayal, me decía -
He retirado manualmente las hojas con gusanos que amenazaban destruir las
plantas de granadillas. Después de una breve pausa agregó - He regado los
girasoles y estos ya tienen capullos que van a dar hermosas flores amarillas.
Las berenjenas y las alcachofas tienen pequeños frutos, pero se pueden secar
porque me he olvidado de regarlos, tú debes hacerlo mañana apenas tengas
tiempo.
Antes de abordar la movilidad nos dirigimos a una sangucheria donde comimos
pan con hamburguesa y con pollito deshilachado, y una gordita, luego
abordamos el couster y nos bajamos en Santa Lucía, pero durante todo el
recorrido del viaje, mis pensamientos y mis manos no habían estado quietas.
Mis dedos introduciéndose debajo de su sostén habían recorrido sus senos,
siguiendo sus contornos, palpando la punta de sus pezones Mis manos
también se habían posado al centro de sus muslos tratando de frotar su sexo a
través de su pantalón. Nuevamente mis manos nada santas también habían
cogido una de las manos de ella y lo habían depositado encima de mi frío sexo
que ante el contacto con ese algo más caliente había empezado a enderezarse
y ponerse más duro que un clavo.
Tan es así que cuando bajamos del couster mi sexo estaba caliente y loco,
queriendo escaparse de mi pantalón; mis huevos estaban hinchados, se habían

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descongelado. En mi mente había solo una idea, todas las otras quedaban
postergadas o se habían destruido. Solo deseaba poseerla a pesar de que el
día anterior había estado con otra mujer. Le dije – Compremos y comamos algo
en la panadería para cambiar un billete, me hizo caso, pero en la panadería no
quiso nada ni yo tampoco. Salimos del lugar, pero ya la había enrumbado por
donde quedaban los hostales solo me faltaba hacerla doblar a la derecha, puse
mi mano sobre su hombro y presionando suavemente la dirigí hacia esa
dirección, ella dobló su cabeza hacia la mía, nuestras miradas se encontraron
pero no nos dijimos nada. Entendió lo que yo deseaba.
El administrador del hostal me dijo - Es el único cuarto libre, está al fondo a la
izquierda, haciendo girar en uno de mis dedos el llavero de la habitación nos
encaminamos por un pasillo oscuro, aspirando olores poco conocidos.
Una vez dentro del cuarto del hotel que lucía las paredes despintadas, con olor
a semen y baño de cantina nos familiarizamos con el ambiente. Estaba
equipada de una silla y mesita rústica de madera por los que no habían pasado
la franela por largo tiempo, toalla verde y medio rollo de papel higiénico.
Comprendimos que el ambiente no era estimulante pero sabíamos a lo que
habíamos venido y tendríamos que realizarlo. Cerré las cortinas azules oscuras
de las ventanas que parecían el color de la noche. Me saqué la camisa que
deposité al igual que mi maletín encima de la silla, luego me senté al borde de
la cama, disimuladamente me rasqué los pies, luego la atraje hacia mí. Con
dedos inseguros fui levantándole el polo, mi temblor fue haciéndose más
violento cuando le baje el sostén quedando al descubierto el trozo de esas
carnes deseadas, su blanco pecho y sus senos expuestos a mi lujuriosa mirada
y a mis labios.
Como siempre sucedía acerqué a mis labios sus oscuros y gordos pezones y
los succioné, los chupé mientras ella con sus manos cogía sus senos y me los
presentaba para facilitar lo que yo hacía. La tumbé suavemente a la cama sin
dejar de chuparle las tetas mientras le sacaba el pantalón y el calzón, así
quedamos los dos desnudos como recién nacidos, expuestos el uno al otro
para tocarnos, frotarnos y arrecharnos antes de penetrarnos, de
complementarnos.
Empecé a besar, a recorrer minuciosamente su pecho con mis labios mientras
de la boca de ella escapaban suspiros y gemidos de placer compuestos por las
mismas palabras que se repetían unas a continuación de otras – Aaahhh…,
Aaahhh… Aaahhh. Llevé mi mano hacia su sexo, empezando a explorar con
los dedos los bordes de este recorriéndolo varias veces, mientras seguía
besando su pecho mis dedos se adentraban en la profundidad misteriosa de su
orificio frotando sus paredes hasta sentir que se lubricaban, para eso mi vientre
se había ubicado a la altura de su cabeza y sin contemplaciones dirigí mi pene
hacia su boca haciendo que se la trague y ella empezó a mamármelo como si

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fuese un chupón y yo ante esto cogía con una de mis manos su cabeza y la
empujaba hacia mi pene para que su boca golosa se trague todo mi grueso
instrumento. Mientras esto sucedía levante mi mirada hacia el techo donde
estaba el espejo que nos devolvía nuestras imágenes desnudas, amarradas.
Ella estaba encogida en posición fetal y con sus manos juntas cogía mi pene
metiéndoselo a la boca o lamiéndole la puntita, mientras mi cuerpo doblado
como una envoltura la cubría.
A mi pene para estar erecto le faltaba alguito, pero deseaba ya clavárselo.
Levantándome me dirigí al baño, abrí la llave del caño y eché un poquito de
agua a mi verga y empecé a correrme la paja lenta y suavemente, esto hizo
que mi instrumento se ponga algo más duro de lo que se encontraba pero
mientras más duro se ponía, más chuequito se veía. Así con mi instrumento
que me señalaba el camino como si fuese un puntero me dirigí a la cama
donde estaba. Era un tremendo material con las cosotas que se manejaba
como partes de su cuerpo no parecía indefensa. La contemplé echada con las
piernas abiertas y su sexo palpitante que miraba al mío. Solo era cuestión de
segundos para que ambos órganos encajaran como la llave a la cerradura. Me
abalance sobre ella y su cuerpo me recibió suave y tibio, mientras nuestros
sexos se aproximaban y reconocían que uno debería encajar dentro del otro,
besaba sus muslos gordos, los bordes alrededor de su sexo. Le succionaba el
inicio de sus nalgas haciéndola suspirar y saltar de placer mientras con
palabras que casi no se escuchaban le decía - Mamacita esto es siempre lo
que me gusta hacerte, pero segundos después que mi pene encajó en su sexo
se me vino y empezó a desinflarse. Maldecía esto repitiendo varias veces –
Por qué…por qué…por qué ahora que se lo estaba metiendo rico se me
empieza a morir, a apagarse la vela…¡maldita sea!.
Después de eyacular dentro de su sexo me quedé encima de ella
intercambiando miradas hasta que nuestros pensamientos, cómplices de lo
que habíamos hecho se fueron diluyendo. Yo navegaba en el mar de su
mirada, quería que esto durara siempre, pero su voz me volvió a la realidad -
Estoy sudando…quiero bañarme, me descabalgue de su cuerpo y ella se
levantó dirigiéndose al baño. La seguí con la mirada, se olvidó cerrar la puerta.
Pude ver que mientras el agua de la ducha acariciaba y bendecía todas las
partes de su cuerpo, observaba las contorsiones de sus muslos, sus caderas,
brazos y cuello para facilitar que el agua llegue a las partes que ella deseaba.
Nos retiramos de aquel ambiente que había albergado mi infidelidad, la
acompañé a su paradero hasta que se suba al microbús y antes que yo me
aleje me agitó la mano en señal de un hasta pronto, pues habíamos quedado
en encontrarnos el día lunes.

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No me había bañado en el hostal después de tener relaciones con ella para
que mi esposa no sospechara. Llegaría a mi casa sucio por fuera por mi ropa
sudorosa y sucio por dentro por la cochinada que había cometido.
No me sentía bien, por el momento no deseaba tener recuerdos de la otra,
como si nunca hubiese tenido sus manos entre las mías, su aliento fundido
con el mío. Solo necesitaba vacío y tinieblas. Ya no ilusiones comunes de
mejorar nuestras futuras relaciones adúlteras.
Cuando estaba por abordar mi movilidad, frente a mí pasaron un anciano y su
nieta. Ambos caminaban lentamente como siguiendo a una procesión invisible.
Ella destacaba en la noche por vestir una corta minifalda , sin dejar de
observarlos comenté hablando solo – El viejito y ella se parecen, ambos están
cerca al hueco.

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Solo quería verla desde lejos, como se contempla
la belleza de una estrella desde la tierra.
El brillo de ella me cubriría de su
amor profundo.
21
Hoy dicte clases desde las nueve de la mañana hasta las doce del día, pero
antes de las diez la había llamado por su celular, me informó - Estoy arriba en
el cerro desyerbando y podando algunas ramas de los árboles que dan mucha
sombra al pequeño huerto de verduras. Le contenté emocionado – Ahorita me
doy una escapada y me reúno contigo
Subí al cerro y cuando la encontré, sin decirle nada la tomé de los hombros y
aproximándome la besé doblemente en sus labios carnosos porque ella valía
doblemente, mientras con mis brazos rodeaba su cintura y acariciaba hasta el
cansancio sus dos nalgas que las tenía duritas, luego le alcancé la llave del
galpón de aves donde estaban guardadas las herramientas, para que allí
cambie su ropa de calle por otro pantalón y polo para ese tipo de trabajo.
Comprendí que no podía permanecer más tiempo porque estaba en clases, la
dejé y baje rápidamente al aula donde me esperaban los alumnos.
Después de terminar mi clase la llamé nuevamente – Malena, sigues todavía
arriba, me contestó pausadamente – No, en estos momentos me encuentro en
el comedor de profesores. Allí fui a buscarla y almorzamos juntos, ella después
se dirigió al cerro y yo un ratazo después, allí nos reencontramos pero no
ocurrió nada trascendental, salvo cuando en el galpón de aves se estaba
cambiando de ropa yo empecé a besar la piel que rodeaba su ombligo y el
espacio que había entre sus senos, ella impidió que yo continúe, pero lo que
tenía que ocurrir en mí, ya estaba hecho. Había sido tocado por su fuego, ardía
aunque no me quemaba en sus llamas. Mi sexo estaba caliente, erguido y duro
como un fierro.
Cuando subimos al microbús que nos conducía a Santa Lucía, la obligue a
sentarnos al último. Ella pegada hacia la ventana y yo a su costado, con mi
maletín cubrí parte de mi muslo y abdomen y parte de los muslos de ella,
mientras cogía la mano izquierda de ella y la ponía encima de mi duro pene
para que lo acaricie y sintiera sus latidos como si fuese otro corazón. No
contento con esto aprovechando que en esos momentos no había nadie a
nuestro costado baje el cierre de mi pantalón y disimuladamente saque mi
pene de mi calzoncillo que lo abrigaba y lo puse en la palma de sus manos
para que con sus dedos lo apriete primero, luego lo froté y finalmente lo

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acaricie. Ella aceptó la idea porque no hizo ningún intento por retirar la mano,
eso me dio ánimo para que yo introduzca una de mis manos entre sus muslos
hasta sentir que estos lo apretaban como impidiendo el avance de mis dedos
hacia su entrepierna donde se encontraba su sexo, pero venciendo esa
resistencia logre acariciar y frotar su sexo con mis dedos a través de su
pantalón.
Llegando a Santa Lucía comimos dos porciones de pollo a la brasa, como
estábamos llenos le sugerí caminar un poco. Nos aventuramos por la calle los
ruiseñores, pero esa calle no tenía salida, daba a una curva para desembocar
a la calle de los hostales donde estaban los hoteles, donde se practicaba la
fornicación y el pecado del adulterio. El deseo de lo prohibido empezó a
invadirme y le sugerí entrar, lo hicimos al primero que vimos por estar bien
limpiecito, pero al ver de media escalera los precios recontra caros nos
desanimamos y regresamos sobre nuestros pasos. Seguimos andando hasta
encontrarnos con los hoteles que siempre concurríamos, estos eran dos, uno
de ellos estaba cerrado pero el otro no, a este entramos y después de pagar el
precio convenido, nos dieron la habitación cuatrocientos cinco, en este cuarto
no había espejo en el techo, ni a los costados de la cama, solo uno mediano en
la pared, para arreglarse después de la faena.
Casi siempre que estábamos en los hostales nos enganchábamos sin
bañarnos, como perros hambrientos de sexo nos abalanzábamos el uno sobre
el otro atacándonos, despellejándonos, comiéndonos vivos, y siempre era el
sexo de ella quien se tragaba al mío. Esta vez ante su sugerencia cedí
bañarme primero, pero le dije – Lo hago, siempre y cuando entre a la ducha
contigo. Aceptó de buen agrado, el jabón que nos daban para bañarnos era
pequeño pero alcanzaba para los dos, le jabonaba sus pechos todavía duros y
tensos , el poto y los pelos que rodeaban su órgano sexual, y sus piernas que
parecían no terminar nunca.. Con la jabonada ella se excitaba y de su boca
salían murmullos de satisfacción. Mientras yo introducía mis dedos hacia su
rendija mi pene empezaba a crecer, a ponerse duro. Con mi herramienta la
castigaba golpeándole las nalgas o poniéndosela entre la hendidura que
separaba sus nalgas. Luego empecé a besarle el cuello, las caderas, sus
muslos gruesos y carnosos hasta llegar a sus nalgas que me parecían dos
globos juntos, los besaba y los lamía y ya no pude contener mi deseo de
arrimar, de introducir mi pene dentro de su sexo y allí en la ducha hice que se
agachase. Así lo hizo y sus nalgas estaban frente a mí invitándome a
acercarme, eran como dos rocas juntas a las que el agua salpicaba. Las palpé
duras pero suaves como los pétalos de una rosa, luego mi pene ubicó debajo
de ellas su sexo, su rendija la exploré con la punta de mi lanza y luego de un
solo golpe se lo introduje totalmente, mientras de su boca salían quejidos de
placer. Así estuve prendido de su cuerpo como un perro, piel con piel, uña con
carne, pene con vagina.

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Estuve estrechado de su cuerpo hasta sentir que la última gota de mi leche
salía de mi verga a depositarse en su gruta para completar la inundación.
Cuando terminamos no pronunciamos palabra alguna, solo nos bañamos y
salimos lo más rápido que pudimos a la calle. Me sentía más ágil, menos
pesado, mis bolas ya no las sentía descolgadas. Pero había hecho algo malo,
algo inmundo. La acompañé hasta su paradero y antes de que suba al
microbús me dijo – Hasta luego profe. Para que no diga algo más sellé sus
labios con un beso, el sonido que se escuchó se asemejaba al que se produce
cuando se desatora el wáter. Sé que ambos durante el viaje hacia nuestros
destinos recordaríamos lo que hicimos, el acto prohibido que cometimos.

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Eres el único que pudo tocar mi corazón por eso guardaré tu amor en mí,
y ya puedo decir que fui capaz de sentir amor verdadero, me siento feliz
por haberlo conocido contigo. Es algo que yo antes no podía explicar
porque nunca lo había sentido.
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Hoy en la tarde después de preparar algunos surcos para transplantar plántulas
de girasoles que habían germinado desde hace varios días, pero que no
pudimos efectuar por falta de agua para el riego, efectuamos los transplantes
de los girasoles. Después de realizar esa labor ella recogió del galpón de aves
su ropa, zapatillas y sandalias que le servían para realizar trabajos en el
campo, para lavarlos en su casa y traerlos como cosas limpias el próximo
lunes.
Seguía frecuentando la universidad porque todavía existía una remota
posibilidad de que le asignen una plaza de jefe de Prácticas a pedido de los
profesores principales, además el profesor Gonzáles había conseguido para
ella un asesoramiento de tesis por seiscientos soles, aunque de eso se cogía la
mitad. Algo era algo, peor era nada.
Esto hacía que el estado anímico de ella todavía se mantenga alegre, porque
aún había breves relámpagos de esperanza en la oscuridad insondable del
asunto. A eso de las cinco de la tarde le propuse irnos a Santa Lucía, para eso
abordamos una motoneta que nos dejó en la avenida Tacna de Barranca, lugar
donde efectuamos el trasbordo a la movilidad que nos dejaría en nuestro
destino.
Cuando llegamos a Santa Lucía ella quiso despedirse de mí, pero yo la retuve,
no quería en esos momentos hacerla desaparecer de mi vida antes que
termine este atardecer, por ello le sugerí comer algo, ella exclamó - ¡Te invitó
pizza!, pero yo quería invitarla y no que ella lo haga a mí, por lo que le conteste
- Mejor comemos pollo pollo. Ella me respondió - Si tu invitas todo. No le
contesté, pero sonreí porque eso era ya cosa sabida. Mientras comíamos pollo,
los ratos que podía miraba el trasero y los senos de una de las meseras que
atendía, toda ella vestía un polito amarillo y unos brillosos pantalones negros,
me gustaba lo que tenía puesto esta chica.
Después del pollito ella quiso despedirse nuevamente pero ya la conducía por
la calle de los hostales mientras le decía – Vamos a tomarnos unas cervecitas
en el restaurante donde frecuentamos. Le hablaba mientras miraba el lugar
donde quedaba, ella aceptó y nos ubicamos directo en uno de los
compartimientos para parejas cerca al baño, quiso sentarse frente a mí pero no
se lo permití, le dije – Siéntate a mi lado, te necesito como el aire que respiro,

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así lo hizo. Empezamos a tomar recordando como en el pasado habíamos
hecho el vivero con los alumnos y como hoy todo estaba desarmado porque se
habían sacado los troncos que formaban el esqueleto del vivero y lo estaban
reemplazando con listones de madera. Me contó - El guardián de mi chacra, “el
choche” ha sufrido una caída y se ha fracturado los huesos de la frente,
presenta parálisis de un lado de la cara y se le ha torcido la boca, le han
tomado placas radiográficas y le van a efectuar una tomografía de la cabeza
para determinar su estado. He aportado algo económicamente por lo que estoy
pelada, mientras me contaba y yo escuchaba íbamos por la tercera botella de
cerveza. Seguía introduciendo mi mano debajo de su blusa avanzando
silenciosamente como un cáncer mortal, recorriendo con mis dedos su espalda,
su abdomen blanco y suave como la seda. Continué mi recorrido, parecía que
mis dedos como una araña andaban por la superficie de su piel, llegué a sus
senos y allí me detuve, había tanto que hacer en esos lugares. Libere sus
senos de su sostén y empecé a acariciar las puntas de sus pezones hasta
sentirlos duritos como las tetitas de una vaca y ya sin poderme contener pasé
el brazo de ella por encima de mi cuello para facilitar la labor que haría.
Agachando mi cabeza levante su blusa y pegando mi rostro a la piel de su
pecho cogí con mis labios uno de sus pezones descubiertos y empecé a
succionarlo mientras de sus labios escapaban suaves gemidos de placer y su
cuerpo se contorsionaba ligeramente como si hubiese recibido una leve
descarga eléctrica. Igual hice con el otro pezón y la piel que lo rodeaba. Estaba
concentrado en esto y quería hacer otras cositas ricas pero ella me contuvo
diciendo - Por la ventana que da a la calle nos están viendo, podía ser verdad
porque la ventana era grande y una persona que transitara fácilmente vería
desde afuera el interior del local.
Apuramos lo que quedaba de la cerveza y en la calle nuestras miradas se
detuvieron en los letreros de los hostales, se lo hice entender a ella con gestos,
y entramos en uno de ellos, de ambiente agradable, donde la atención para
pedir el cuarto era a través de una pequeña ventanilla rodeada de lunas
polarizadas fosforescentes, pedí un cuarto de a veinte soles, pero no había, los
precios eran de treinta soles, ella me prestó diez soles al igual que me había
prestado para pagar las cervezas. Deje mi DNI y me dieron la llave del cuarto
del pecado que quedaba en el segundo piso, hacia allí nos dirigimos, el
ambiente era acogedor, todo estaba limpio, lo que invitaba a hacer el amor.
Cerré las cortinas y encendí la luz. Colocamos nuestras cosas: su bolsón y mi
maletín en una mesita que había al costado de la cama, empecé a desnudarme
rápidamente como si estuviese compitiendo en un concurso de calateo. Me
quité la camisa, baje el pantalón y el calzoncillo. Tenía el sexo grande y duro
como un palo de escoba
La luz oscilante del pequeño foco arrancaba un brillo irreal a mi carne
desnuda. Al cogerme juguetonamente mi sexo, aun sin la brisa de ningún

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viento se movía como un péndulo ante la figura de ella aumentando mi
necesidad de sexo .
Me acerqué a ella, estaba echada con todo y ropa en el centro de la cama
pero la punta de sus pies hacían contacto con el piso, estando yo calato dando
el ejemplo le ayudé a desvestirse, le saque los zapatos, las medias, el pantalón
y el mini calzón, mientras ella colaboraba con la parte de arriba de su cuerpo
sacándose la blusa y el sostén.
Tenía que hacer las cosas rápidamente pues serían más de las ocho de la
noche, el corazón me empezaba a latir con fuerza y mi cuerpo se acaloraba,
sentía que mis manos y mi frente se cubrían de sudor. Así calatos ella tomando
la iniciativa se echo de costado al borde de la cama. Al mirar sus labios desee
que estos besen mi pene y que me lo chupe, y levantándome y parándome a
un costado de la cama le dije - Para que se me ponga bien duro hazme una
buena mamada, coge mi flauta. Ella como una chica obediente cogió mi pene
besándole y lamiéndole la cabecita como quien lame a un plátano y se
introdujo mi sexo erguido a su boca y empezó a mamármelo, por vocación
llegaría a ser una gran flautista profesional, le gustaba mi pinga como caramelo
de siete sabores,
Todo esto se hacía estando yo parado y ella arrodillada, le cogí de la cabeza
empujando su rostro hacia mi vientre tratando con esto que mi pene se
introduzca todo lo que se pueda en el fondo de su boca y sea sacudido por las
vibraciones que provocaban el movimiento de sus labios y su lengua. Una vez
que sentí que mi instrumento estaba algo tieso lo saque de su boca y con mis
dedos empecé a masajearlo para que no pierda su consistencia, luego la
coloque de espaldas en la cama y me eche encima de ella en posición
invertida, de tal manera que mi rostro quedó frente a sus pies y mientras
besaba los dedos de sus pies, mis labios y mi lengua fueron avanzando por sus
pantorrillas y rodillas hasta llegar a sus muslos, las partes mas carnosa de su
cuerpo cuerpazo, allí se detuvieron rindiéndole homenaje con muchos besos y
varias pasadas de lengua por los mismos lugares. Mi recorrido fue avanzando
hasta que mis ojos se chocaron con su sexo, mientras besaba los pelitos que le
rodeaban, mi dedo índice frotaba lentamente sus paredes hasta que estas
empezaron a hacer escurrir un líquido pegajoso como la clara del huevo.
Seguía besando los pelitos que rodeaban a su sexo y también abriéndole las
piernas le besaba la división entre sus nalgas y muslos y ella se arqueaba
hacia arriba como si hubiese recibido una descarga eléctrica y emitía sonidos
de placer - …oh…oh…ah…ah… , mientras suavemente pasaba mi lengua y
besaba los pliegues gorditos que correspondían a sus nalgas. Mi pene estaba a
la altura de su boca y yo le decía – Chúpamelo…chúpamelo, ella obedecía, lo
chupaba, lo mamaba. Mientras ella hacia su parte yo seguía haciendo la mía,
besaba los alrededores de su sexo, besaba los pliegues que separaban sus
muslos de sus nalgas, mientras ella se retorcía de placer imitando los

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movimientos de una culebra feliz. Cuando sentí que mi pene estaba duro me
incorporé y lo palpé, luego lo coloqué entre mis dedos y empecé a hacerle
movimientos hacia delante y hacia atrás. Al darme cuenta noté que estaba algo
más duro. La cogí por los tobillos y la arrastré al borde de la cama, le flexioné
ambas piernas hasta que sus rodillas contactasen con los costados de su
rostro. Con eso su sexo estaba más accesible a mi pene, así pegué mi vientre
a su sexo y mi verga se introdujo en su gruta mientras ella cerraba los ojos, se
mordía los labios, pujaba y emitía quejiditos de placer - …Oh…oh...oh…ah…,
yo me apretaba a su sexo lo más que podía frotándome hasta sentir que mi
pene se dilataba y eyaculaba y parte de mi secreción y la de ella caía sobre la
blanca toalla que había colocado debajo de sus nalgas para no manchar el
cubrecama.
Después de depositar la última gota de mi semen dentro de su rendija me dije
- Me puso tan caliente que se me pararon hasta las orejas, pero me la he
comido en nombre de todos los hambrientos. Permanecí por un momento
encima de ella reponiéndome del esfuerzo que había realizado, mi mente en
este momento estaba en blanco, luego me pareció escuchar – Quiero
arrecharme…quiero arrecharme, eso me sorprendió, pero al prestar mayor
atención comprendí que ella había dicho - Quiero ducharme…quiero ducharme.
Retiré mi peso de ella quien cogiendo la toalla se fue a la ducha y el agua
empezó a caer y sobre sus carnes que habían sido recorridas por mis labios,
mis dedos y sobadas por mi pene. Veía a través de las paredes de vidrio de la
ducha las flexiones que realizaba con su cuerpo para que el agua llegue a las
partes que ella deseaba después de jabonarse. Ante esto, entré a la ducha y
situándome detrás de ella empecé a ducharme mientras mis manos
manoseaban sus carnes y mi pene le sobaba las nalgas.
Ella era la vida para mí, su sola presencia me calentaba los huevos.

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Hola…, me encuentro triste porque me borraron todos mis correos, sobre
todo tus e-mails que los abría cada fin de semana, siento mucho dolor,
qué cólera me da. Te amo mi amor, deseo que estés bien, y que todo te
salga ok, de todo corazón un beso.
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Estaba tramitando unos documentos por el centro de Huacho, luego me fui a
santa Lucía y desde allí la llamé, me contestó - Estoy en Huacho por la avenida
Wilson, voy a encontrarme a con el profesor Gonzáles por el paseo Colón, le
contesté - Habíamos quedado que estarías por Santa Lucía y al llegar yo allí te
llamaría, me respondió – He tenido que ir a Huacho, lo siento pero no es para
tanto. De Santa Lucía a Huacho no te demorará ni veinticinco minutos. Así lo
hice, dirigí mi rumbo donde ella se encontraba, al llegar en el tiempo previsto la
llamé - Estoy por la Casa del Maestro, ella me respondió - Sigue de frente y
empezando la otra cuadra vas a ver una pollería, allí estamos. Efectivamente
allí se encontraban, en la mesa habían dos botellas de cerveza negra y otro
envase de gaseosa y en dos platos quedaban retazos de pollo a la brasa y
papas fritas. La comida se había consumado pero no la bebida, la cerveza
negra continuó circulando de mano en mano y por la sangre de cada uno de
nosotros. No se sabía cuándo se detendría.
Al llegar yo el pedido había sido de una cerveza más y una gaseosita. Me senté
junto a ella que se acariciaba la cara como tratando de plancharla. Mientras
conversaba con el profesor Gonzáles una de mis manos recorría la entrepierna
de ella, sus muslos y palpaba todo lo que podía su gruesa y carnosa pantorrilla
hasta que me duelan los dedos.
Cuando se terminó lo pedido, el profesor Gonzáles se acercó a mi diciéndome
–Has tiempo una hora porque tengo un plancito, pero al pasar cerca de ella le
dijo – Tengo que ir urgentemente por la SUNAT., le respondí – Te llamo dentro
de una hora. Mientras él se dirigía hacia su objetivo, yo y ella cruzamos el
paseo Colón y nos dedicamos a recorrer los alrededores de la cuadra por
donde nos encontrábamos, Iba memorizando la ubicación de los hostales,
cantinas y restaurantes, pues en algún momento me servirían. Nos sentamos
en una banca por la avenida España y ella para hacer tiempo se puso a
repasar sus copias de inglés, y yo a buscar en su diccionario inglés-español las
palabras que ella no entendía y se las traducía, pero para no aburrirme cada
cierto tiempo con la punta de mis dedos recorría el contorno de sus senos y
acariciaba la punta de sus pezones por encima de su polo y de su sostén. Me
miraba a los ojos, pero no le bajaba la mirada y me dejaba hacerlo, esto me
estimulaba a repetirlo cada vez con mayor perfección. Transcurrida la hora y
media llame al profesor Gonzáles quien respondió - Dónde están ustedes,

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seguro que están en un hostal, hace rato los estoy esperando en el lugar
convenido, le respondí - No hemos ido a donde dices, estamos sentados en
una banca por la avenida España, ahora vamos a tu encuentro.
Cuando nos reunimos los tres nuevamente, fuimos por el paseo Colón a la
cafetería de Acción Popular después calabaza calabaza cada uno a su casa,
nos despedimos y el profesor Gonzáles queriendo y no queriendo se retiró.
Mientras nosotros también queriendo y no queriendo lo seguimos porque ella
buscaba una bodega donde comprar leche y galletas para llevar a su cuarto, no
la encontramos. Así para continuar buscando la hice doblar por una esquina,
no se dio cuenta que desde lejos yo había visto el letrero de un hostal, la
antepuerta de entrada al lugar que quedaba en el segundo piso era baja, de
madera, de doble hoja como las puertas de las cantinas de vaqueros del viejo
oeste. Así subimos sintiendo que los peldaños de la escalera de madera
crujían. La madeja se estaba desenredando a mi favor. Detrás del mostrador
de recepción de este ambiente, que parecía de los años cincuenta apareció
una muchacha trigueña de pelo largo suelto, con un polo azul y pantalón del
mismo color que dejaba apreciar sus bien torneadas pantorrillas. Mientras le
pagaba el precio del cuarto seguía apreciando sus bondades como su estrecha
cintura, sus amplias caderas, bondadosas nalgas, abdomen plano, largos y
compactos muslos. Me decía - Si así fuera la hembra que me acompañara hoy
la cosa seria otra, mientras que de reojo veía a la trampa que me acompañaba,
más baja que la joven recepcionista, de más edad, algo más tosca, ancha de
hombros, que pasaba los cuarenta años, pero que todavía de las nalgas para
abajo, quitándole la panza que empezaba a abultar, era comestible. Sus nalgas
todavía eran duras y firmes, sus muslos carnosos y su sensual voz que parecía
ser de una chica de veinte años.
La muchacha que nos atendía extendió sus manos hacia mí. Cogí lo que me
proporcionaba, una toalla doblada azul claro, un jaboncito blanco y medio rollo
de papel higiénico.
La puerta de la habitación que nos tocó era de madera de color marrón claro.
El interior del cuarto era pequeño, la cama sencilla protegida con un cubrecama
floreado azul claro.
Entrando al cuarto, él sexo se me salía por las orejas. Una oscura lujuria
empezó a golpear mi pecho y un calor sofocante anormal inundaba mi cuerpo
llenándolo de deseos insanos. Ayudé a desnudar a mi pareja que calata
mostraba un cuerpazo carnoso algo grueso pero apetecible en algunas partes.
Mientras la desnudaba besaba sus senos hoy duros como espaldas y chupaba
sus pezones para que sus tetas se paren como diminutos penes. Es indudable
que era un aficionado a sus tetas, disfrutaba de aquel placer que ella me
ofrecía a manos llenas.

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Ella mencionó que antes de seguir primero deseaba bañarse y nos dirigimos
los dos calatos hacia la ducha haciendo el trencito, yo detrás de ella tratando
de guardar mi pene muerto en la rendija que se formaba entre sus dos nalgas.
Estando en el interior de la ducha abrí la llave, el agua bañó nuestros cuerpos y
empecé a jabonar todo su cuerpo especialmente sus pechos y su sexo que se
escondía entre sus muslos. Frotaba su orificio genital mientras ella dejaba
escapar grititos y gemidos de placer. Dentro de su gruta del amor introducía mi
dedo índice y frotaba sus paredes y la secreción como clara de huevo que se
formaba dentro de su hueco la cogía con mis dedos y con eso frotaba la
cabeza de mi pene, esto hacía que vaya creciendo y se engruese. Con mi pene
algo parado empecé a chicotear sus nalgas y ella ante esto me movía el poto.
Trataba de contactar lo más que se puede sus nalgas con mi pene, me
satisfacía poner mi instrumento entre la raya que formaban sus dos nalgas.
En la ducha se agachó para que se lo empuje por atrás, si bien mi pene estaba
grueso y había crecido tenía la consistencia de un hod dog, es decir no tan
duro como un clavo y cuando trataba de introducirlo en su gruta se doblaba
como una melcocha, le dije - No puedo hacerlo aquí, mejor nos vamos a la
cama. Allí deposite la toalla sobre el cubre cama y sobre ella deposite sus
nalgas y se echó, así nuestras miradas se encontraron, nuestros pechos,
nuestros sexos y nuestras pieles se reconocieron, iban a contactar. Mi sexo se
aproximó al de ella y contactó para facilitar el frotamiento y la penetración. Así
sin querer queriendo y sin que mi sexo estuviera rígido del todo comencé a
eyacular a la entrada de su sexo, yo lo sentí, ella también y me susurró al oído
- Vas a embarrar la cama. Me incorporé mientras me pedía un pedazo de papel
higiénico y comenzó a limpiar su sexo y al mirar el papel exclamó - He
empezado a menstruar, por eso eran los dolorcitos que sentía. En la superficie
del papel blanco que sostenía entre sus dedos yo veía los restos de mi semen
y de la secreción de ella adornados con coágulos de sangre. Sentí miedo de
enfermarme de los riñones, de la próstata, de la vejiga. Después que ella salió
de la ducha de bañarse y haberse lavado su conchaza., entre al baño pero de
primer momento no me bañe sino que abrí el caño del lavadero en su totalidad
para que el agua salga con toda su potencia, y bajo el abundante y fuerte
chorro de agua puse mi pene para retirar la inmundicia de la chucha de la
trampa que en esta parte de mi cuerpo se había depositado y luego una y
muchas veces lo jaboné tratando de borrar la suciedad que no notaba, luego
haciendo un esfuerzo orine para que mi orina arrastre hacia fuera los microbios
que estaban entrando hacia mi interior por el conducto de mi pene. Ella todavía
se encontraba sentada encima de la cama, al verme abrazó sus piernas
flexionadas y hundió el mentón entre sus rodillas, mientras observaba como me
vestía.
Ya fuera del hostal nos retiramos, ella parecía tener la mente en blanco ,pero
yo seguía recordando el ambiente del hostal que poseía una apariencia de

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antigüedad y a la chica que nos atendió, porque era una chica que parecía
supervírgen, una chica que además de lo normal tenía una virginidad en los
brazos, otra en los hombros, otra en la cintura, otra en la boca…Hasta en los
ojos parecía tener una tenue virginidad. Cuando la miré en la forma que lo hice,
me pareció que me decía - No me mires así, porque bajo los parpados. Si la
hubiese cogido descuidada y mi mirada hubiese penetrado a sus oj os
asustados hubiese roto los velos que los cubrían.
Guardé mis pensamientos y rodando por las calles nos fuimos alejando hasta
llegar al paradero de mi acompañante, que antes de subir al microbús me dejó
el sabor de sus labios como recordándome que ambos estábamos ligados,
unidos por ataduras invisibles.
Dentro de mí me hice la promesa que esta vez si cumpliría, tener como pareja
para siempre solo a mi esposa. En la próxima misa acompañarla y comulgarme
ante el cura aunque no me confesara. Estaba seguro de que solo así cumpliría
mi promesa.

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Creo que no debemos actuar como niños, lo he pensado bien.
Son inevitable los encuentros, debemos saludarnos, y guardar nuestros
sentimientos para alimentar nuestras almas del amor que existió entre
nosotros.
Soy consciente de que debemos separarnos y guardaré tu amor por
siempre en mi corazón.
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No sé si estoy con ella por amor, por deseo o por costumbre, pero cuando llego
a la Universidad me olvido de todo y mi urgencia inmediata es buscarla para
informarme lo que hace y si no la encuentro la llamo como si la necesitara una
y muchas veces. Para decirle que la amo cada vez más y más.
Estos tres últimos días he estado muy ocupado introducido en la vida de ella,
ayudándole a elaborar sus documentos porque está concursando por una plaza
para contrato. Hemos definido el área donde se va a presentar, y elaborado el
sílabo, el plan de lección, la guía de prácticas, el power point de la clase
demostrativa que será proyectada por el equipo multimedia, y he estado
pendiente cómo se va desenvolviendo en el aspecto externo y en el aspecto
interno. Fuera de estas cosas he estado analizando mis sentimientos hacia ella
y en los varios momentos que hemos viajado juntos en el microbús he sentido
renacer mi deseo hacia su persona motivado por la sensación que transmitían
a mi cerebro mis manos cuando tocaban y recorrían todo el largo y ancho de
sus muslos comprobando la abundancia de sus carnes en esos lugares que no
eran prohibidos para mí.
En el recorrido del microbús de Barranca hacia Huacho siempre buscaba
sentarme junto a ella y llevarla a los asientos del fondo para que las personas
no vean como actuaban mis manos en las carnes de ella. Mi maletín siempre lo
ponía encima de mi rodilla y el muslo derecho para que tape ese lado mientras
hacía que su mano derecha descanse en mi entrepierna y aprisione mi pene.
Cuando ella lo hace este va creciendo y posee movimiento propio que lo
demuestra agitándose debajo de mi pantalón como si quisiese escaparse de
sus envolturas que son mi calzoncillo y mi pantalón. Ella nunca me dice nada
cuando yo la hago hacer lo que yo quiero, también las veces que quiero
introduzco mis dedos en lo más profundo de su entrepierna y empieza el
recorrido de mis dedos por encima de su pantalón hasta ubicar la entrada de su
sexo y frotárselo repetidamente varias veces. Ella nunca me miraba molesta
cuando se lo hacía. Demostraba su complacencia a través de su sonrisa.

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Muchas veces no me conformaba con que sus dedos toquen mi sexo por
encima de mi pantalón, sino las veces que pude me las ingenie para abrir el
cierre de mi pantalón y liberar mi pene para que ella lo reciba en su mano, lo
frote y lo apriete para que del orificio de este brote algo de líquido seminal.
Cuando esto se daba aumentaba mi devoción hacia ella y terminábamos en un
hostal.
Ayer y hoy mientras caminábamos por la calle en todo momento trataba de
tocar las porciones de sus muslos que rodean su entrepierna e introducir las
veces que podía mis dedos en la rendija de su sexo, ella me decía - Que hace
profe parece ginecólogo.
Hoy he estado pendiente del resultado de su clase modelo, me ha manifestado
que ha salido bien, eso me ha alegrado. Almorzamos en el comedor de
profesores, ella, yo y otros amigos, después nos retiramos fuera de la
universidad y yo le dije - Tengo que ir al banco de la nación para ver si tengo
algún sencillo, me subí a la motoneta para que me lleve a mi destino y ella me
acompañó gustosa, porque sabía que de lo que tendría, algo de eso
gastaríamos entre los dos. Para que me espere sin aburrirse mientras hacía mi
cola para entrar al banco, le di un sencillo para que se compre un helado, así lo
hizo y contemplé la satisfacción de su rostro cuando lamía el helado y se
sentaba en una banca alegremente para consumirlo mientras me esperaba. Ya
me la imaginaba lamiendo en esa forma mi chupetín.
Ya fuera del banco de la nación me dirigí hacia ella y le dije - Vamonos, la
realidad era que no sabía a donde iría, en eso ella me dice - Profe me falta una
blusa para la entrevista que me van a hacer mañana. Las cosas ya se me
complicaban, no sabía cuánto valdría esa bendita o maldita blusa. Mientras
reflexionaba miraba mi pantalón oscuro de vestir algo viejo, mis zapatos
reviejos y descosidos, me decía - Para mí nunca me compro nada porque la
plata no me alcanza, y si lo hago no tendré dinero para mis pasajes o para
comer.
Pero cuando ella me pedía algo, me olvidaba de mis mandamientos y
lamentos, siempre accedía. Le dije - Vamos en busca de la blusa, y nos
dirigimos a un mercado que quedaba a la altura del parque Rodríguez.
Descendimos porque el mercado quedaba en una especie de hondonada, allí
vendían todo tipo de ropas para hombres y en especial para mujeres. En un
puesto de ropas con alegría se escogió su blusita, hacia juego con el pantalón
beige que ella tenía puesto, pues los adornos oscuros marrones de la blusa
reposaban sobre un fondo beige. Pensé que aquí terminaba la cosa pero no
fue así, me dijo - Mañana no puedo ir con el pantalón que tengo puesto, se
nota que está sucio. Necesito otro parecido pero nuevo. Pensé - Y eso cuanto
mierda costará, pero ni modo estaba hecho, tendría que hacer la compra. Ella
sabía que tenía algo de dinero para hacerlo, en voz muy baja casi inaudible dije

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- . Ni modo a mal tiempo para mis bolsillos tendré que mostrarle a ella buena
cara. Nuevamente andando lo desandado nos pusimos a buscar donde se
podría conseguir un pantalón parecido al que tenía. Mientras ella buscaba en
los puestos de ropas, yo esforzaba mi mente para que recuerde las letras de
una vieja canción de amor “Nadie como tú”. Las letras y hasta la música como
escritas por una vieja máquina de escribir salían y cubrían lentamente todos
los espacios de mi mente.
Nadie como tú siente mi mirada y advierte mis ganas cuando te deseo
Nadie como tú sabe provocarme, sabe acariciarme cuando lo deseo
Nadie como tú sueña entre mis brazos y muere despacio al sentir mis caricias
Nadie como tú se entrega y me ama
Nadie como tú me ayuda a vivir cuando despertamos
Nadie como tú me sigue queriend o, me sigue entendiendo cuando
terminamos...
Estaba en esto cuando escuché que una señora le decía - Tengo el color de
pantalón que usted busca, pero era color hueso, eso no era lo que buscaba,
hasta que a sugerencia nuestra sacó otro pantalón que si era el color indicado,
ni modo pague la cuenta mientras le decía a la señora – Si no le compro me
saca la vuelta, esta mientras recibía el dinero se sonreía. Dentro de mi cabeza
una idea empezó a madurar de la nada, hasta convencerme que ella tendría
que darme algo a cambio. Saliendo del local cruzamos la pista y por el costado
del parque Rodríguez nos fuimos por la calle “ El Sol “ donde vendían gaseosas
y compramos dos guaraná medianas; las guardé en mi mochila y continuamos
nuestro camino pegados a la pared de la calle hasta llegar a la altura del hostal,
una vez llegado allí cruzamos la ancha pista y subimos por las escaleras al
segundo piso, tocamos el timbre, nos abrieron la puerta, una vez adentro le
manifesté a la encargada que queríamos un cuarto, me respondió - Tengo una
habitación de treinta soles, aceptamos y nos dio la llave del cuarto y el control
remoto del televisor. La habitación, el matadero donde metería la estaca a la
res era acogedora, todo bien limpio, ordenado, tenía un pequeño baño, agua
fría y caliente, el piso era de mayólica marrón brillante.
Ella sabía lo que tenía que hacer, empezó a sacarse el pantalón mientras mis
manos apretaban sus senos que los veía como un par de melones, y mis
dientes se hundían suavemente en sus hombros cumpliendo con un extraño
ritual mal ensayado. Se echó en la cama, me gustaba verla así porque la veía
más piernona y cuando tocaba la piel de sus muslos la sentía suave como los
pétalos de una rosa. En esos momentos todo lo que era el cuerpo de ella me
parecía hermoso. La besé en la boca, poniendo en ello todo mi arte. Nuestras
lenguas se anudaron, se desanudaron, se lamieron, e intercambiaron saliva.
Cuando el beso terminó, le sugerí bañarnos, así calatos nos fuimos a la ducha,

102
por el cuerpo de ella y el mío resbalaban y bailaban plateadas las gotas de
agua. Empecé a jabonarle todo su cuerpazo mientras también enjabonaba el
mío. Me detenía en jabonarle toda la entrepierna hasta sentir que la abertura
de su sexo se dilataba para luego pasar a jabonarle toda la parte de los senos
hasta sentir que estos por las sobadas del jabón se ponían duros, erectos. Ella
me acariciaba las bolas, la raíz del pene, mientras cerrando los ojos le decía -
Hazlo…lento pero fuerte, fuerte…suave, suave. Me gustaba lo que hacía a mi
instrumento. El deseo que experimentaba y la masturbación que me hacía lo
resucitarón como por arte de magia y estaba preparado para lo que vendría.
Ella seguía corriéndomela.
El agua seguía corriendo por todo su cuerpo y cuando me puse a jabonarle
nuevamente las nalgas y los muslos no me pude contener y me arrodille en la
ducha para besarle y succionarle la cara interna de los muslos, para lamer su
sexo y sentir el sabor a pecado que tenía. Su piel estaba mojada al igual que la
mía y la sentía resbaladiza, aproveché eso para jabonar mi pene y masajearlo
porque la espuma del jaboncito lubricaba y eso lo ponía más duro y empecé a
frotarlo contra sus nalgas, así me puse a pasar y repasar mi pene por entre sus
nalgas y por la raja que se encontraba entre estas. Me daban ganas de
introducir mi culebra en su sexo pero no lo podía hacer porque todavía no
estaba lo suficientemente duro, le dije – Dame una buena mamada , ella se
arrodillo en el piso de la ducha y quedó frente a mi entrepierna, mientras el
agua escurría por su rostro y por mi pene, cogió este con ambas manos y se
introdujo mi manguera a la boca cerrando los ojos, luego lo sacó un poco y
empezó a pasarle la lengua por los bordes. Luego a chuparlo a mamarlo para
sacarle el jugo como si fuese caña de azúcar, mientras lo hacía su rostro
adquiría poco a poco una expresión de inocencia. Luego nos limitamos a secar
en la ducha nuestros cuerpos con la toalla, para luego salir y tumbamos calatos
de espaldas en la cama como quien ve una película en el televisor, pero yo por
mi parte no lo hacía, me dedicaba a contemplar directamente todo su cuerpo
desnudo o lo que se reflejaba en el espejo, seguidamente me incline sobre sus
carnes y empecé a recorrer con mis labios todo su cuerpo succionando sus
pezones, besándole las costillas, el cuello, la nuca. Recorriendo su espalda a lo
largo de toda su columna vertebral haciendo que de sus labios escapen
quejidos de placer, seguí con mi labor y cuando llegué a sus nalgas se las
mordí suavemente haciendo que su cuerpo se contraiga de placer, así lo seguí
haciendo hasta llegar a los costados de su sexo y empecé a succionar la piel
oscura que lo rodeaba haciendo que su cuerpo se contorsione como si hubiese
recibido una descarga eléctrica. Mi boca se abría tratando de coger lo más que
podía de su generosa carne, así recorrí toda la parte inferior de su cuerpo,
desde sus pantorrillas hasta sus pies pero mi sexo de nuevo ya no estaba duro,
se había vuelto a desinflar aunque no del todo y yo por ello sabía que si me
echaba encima de ella no podría introducírselo al igual que si intentaba
introducírselo de costado tampoco podría. Hice que se ubique agachada al

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borde de la cama para poder introducírselo por atrás y ni bien mi no tan inflado
pene contacto con su rendija rodeada de pelos eyaculé prematuramente
depositando en ella unas cuantas gotas de semen y mi sexo quedo inservible
como un globo o una cámara de llanta desinflados.
Ella se echó en la cama, de costado desnuda como estaba, y cerrando los
ojos trato de dormir, yo me dirigí al baño y enjaboné mi pene desinflado y
marchito, lo lave por varias veces y oriné. Luego me dirigí al dormitorio y
mientras contemplaba su desnudez, las telarañas que cubrían mis ojos se
desprendieron y una multitud de sentimientos antagónicos empezaron a
emerger de los rincones más oscuros de mi mente. Así como estaba echada
algo encogida, la visión buena que tenía sobre su cuerpo se fue derrumbando,
era como si me la hubieran cambiado. La veía gorda, carona, no existía ya ese
espacio, la cintura que era el límite entre los miembros inferiores y la cavidad
torácica, eso estaba ocupado por una gran masa de grasa. No se le notaba la
cintura, - Qué buena llanta te has tirado a la cintura, dije entre mí. Estaba
barrigona, de perfil su barriga parecía un semicírculo. Sus senos con sus
pezones antes erectos todo el tiempo yacían hoy derrumbados a los costados
de su pecho sin la armonía de antes. Sería que gracias a ese colchón de grasa
que era su cuerpo por los pollos a la brasa, las galletas, gaseosas y cervezas
que se había tragado soportaba siempre mi peso cuando la machucaba para
follarla.
Ante esto me dije - Ya no… ya...ya no ya. Salimos del hostal y tomamos un
colectivo rápido y estuvimos en Huacho antes de las nueve de la noche, la
acompañé hacia la avenida Wilson cruzando el paseo Colón. Allí cuando
apareció su microbús antes de subir, se despidió de mí con un beso en los
labios, pero este beso ya no tenía el sabor del amor sino el sabor de la
manteca. Su beso no lo sentí como los de antes, pues en vez de unirme más a
ella, me alejaba más de su presencia.
Ya solo, rodé por la avenida Alfonso Ugarte a un local donde vendían libros
usados y compré algunas novelas, pero en mi mente seguía presente mi
desilusión hacia ella. Deseaba que su figura se rompa y que sus fragmentos al
caer se dispersen para que no puedan unirse y así al no poder reconstruirla
para recordarla, no existiría.
Al siguiente día por la tarde me encontré con ella, me había prometido regar las
plantas mientras yo sembraría semillas de girasol en vasitos para que más
adelante le proporcionen polen a las abejas, así estuvimos cada uno de
nosotros dedicados a sus labores hasta eso de las seis y media de la noche.
Así en la oscuridad ella se fue a la puerta de la oficina del Decanato para ver si
habían publicado los resultados finales del concurso para contrato. Cuando nos
volvimos a encontrar en la puerta dijo - No he ganado el concurso para una
plaza, pero el jefe de Departamento sabía ya los resultados desde la tarde, me

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ha manifestado que hay una plaza que no se ha cubierto, que sería sometida a
concurso nuevamente a partir del próximo lunes. La desilusión estaba reflejada
en su rostro, lloraba sin llorar, eso lo noté cuando estábamos tomando una
gaseosa en una juguería, pero no podía hacer nada. Algo tenía que decirle, -
Mejora tu clase para el próximo concurso de esa plaza no cubierta.
Llegamos a Santa Lucía, seguía deprimida, le invité a comer pollo a la brasa lo
que aceptó pero de nuestros labios no salían muchas palabras, solo comíamos
y nos mirábamos.
Eran más de las diez de la noche, hacía frió y el viento seco que me rozaba
arañaba mi rostro. Solo la acompañe hasta la pista diciéndole – Es tarde, si te
sigo acompañando no encontraré movilidad para mí. Cuando estuvimos en la
vereda me miró a los ojos y me dijo - Te dejo, me despido con un beso de
amigos. Selló mi rostro doblemente con sus labios y se alejó rápidamente como
si escapara de mi presencia. Ya solo crucé la pista del óvalo de Santa Lucía sin
acompañarla a la pista auxiliar donde pasaba la movilidad. Se quedó parada
con la mirada perdida, los brazos caídos, las manos temblorosas.
En su figura arruinada por el tiempo esperando todavía su movilidad, veo por
un instante mi ruina y dándole la espalda, asustado me alejo del lugar lo más
rápido que puedo mientras me hacía un par de preguntas - ¿Quién te va a
proteger cuando yo no esté? ¿Quién va a cuidar de ti?, pero ya no sería yo.
Había sido su perro fiel pero había salido de mi locura. Había estado
inutilizado, hundido en lo más profundo de ella, pero no muerto.
Esta vida ya no sería la misma para ambos, seríamos recuerdos distantes.
Había una lucha interior conmigo mismo, pero la pena no me invadió por
nuestros alejamientos, sentí que podría dejar de extrañaría. La trampa había
perdido su poder.
Reconocía mi culpa de tener otra aparte de mi mujer, me sentía indigno y
asqueado de mí mismo. Un remordimiento doloroso me punzaba el espíritu.
Tenía que salir de su juego para salvarme o me hundiría para siempre.
Rehacer mi vida con mi esposa sería el primer mandamiento de mi vida desde
este momento sería fiel a mi esposa, y de mi parte cero coquetería a otras.
Dejaría de ser un habitante de las noches, de las noches largas y horribles.
A la falsa empecé a sentirla después de lo anterior como a una mujer vieja,
deshecha, encorvada, regordeta, de cara redonda pero arrugada, cubierta de
células deterioradas y de manchas negras. Cabellos lacios, opacos, de puntas
quemadas por el uso de tantos tintes baratos y las blancas raíces revelaban
que había pasado mucho tiempo desde la última teñida. Su rostro presentaba
arrugas ya notorias. Además trataba de maquillar su vejez vistiéndose como

105
joven, con blusas claras y pantalones apretados, pero los rollos de su panza la
delataban.
Cerré mis pensamientos, estaba por llegar a mi paradero para embarcarme
cuando de la nada apareció un perro negro ladrándome con todas sus
energías, dispuesto a morderme. Le grité -Fuera mierda, muerde y ladra a tu
madre, a la vez que le metía un patadón, el perro gimiendo lastimosamente con
el rabo entre las piernas se alejó corriendo para desaparecer en la oscuridad
de donde había salido. Le grité- Carajo, acá en Santa Cecilia el único que ladra
y muerde fuerte soy yo.

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A todos nos afecta cuando las cosas no salen como queremos, pero
desesperándonos nada remediaremos.
Tampoco debamos escoger el facilismo mediante actos indebidos para
solucionar nuestros problemas, porque nuestra persona merece respeto.
Si la derrumbamos, seremos prostitutos de la vida.
Desde que te conozco, siempre deseo que todo salga mejor para ti, pero
por involucrar a otros en tu vida, sufres angustias y preocupaciones,
comprende de una vez y aleja a esas víboras de tu vida
25
Ella fue en un momento todo lo mejor para mí, como aquellos buenos trozos de
película que las personas quisieran ver una y otra vez.
La recuerdo, cuando con el profesor Gonzáles brindábamos con unas
cervecitas por un restaurante del óvalo de Santa Lucía, yo sentado a su lado
pasaba una de mis manos debajo de su asiento, tocando con mis dedos los
bordes de la parte baja de uno de sus muslos hasta llegar a su pantorrilla
donde a pesar de la tela que le cubría la piel se sentía suave. Iniciaba el
regreso de lo recorrido con la mano abierta hasta llegar nuevamente al muslo
para calcular el ancho de esa carne.
La tengo presente como aquel día por la avenida Wilson cerca al paseo Colón,
cuando mientras bebíamos unas cervecitas con ella en un bar que parecía un
putibar. Sentados en una esquina del local, bañados por una luz morada que
cubría el lugar haciéndolo todo irreal: la ropa, la piel, los rostros, las mesas, las
cervezas. A la noche lo volvía más noche. Resaltaba tu pantalón claro y tus
muslos contenidos en él, por los que pasaba mis manos abiertas alrededor de
uno de ellos tratando de calcular su grosor, la masa, el volumen de esa carne
que muchas veces mi lengua había recorrido. Algunos parroquianos se ganaban
con lo que hacía, y la tasaban, es decir apreciaban sus cualidades.
Tragos van, tragos vienen hasta que intuí que su línea de resistencia estaba
quebrada y una extraña sensación de triunfo me invadió. Le propuse irnos a un
hostal que estaba a la vuelta, no me respondió, pero eso era una señal de
aceptación. Estando en la habitación después de desnudarse se dedicó a
pasar revista a las partes más importantes de su maquinaria sexual, una de
ellas eran sus muslos. Me preguntó – tengo o no tengo várices. Después de un
minucioso examen anatómico que incluía la palpación de sus carnes le
respondí – Sí tienes várices, pero no se notan. Tienes bastantes telitas de
araña rojas que apenas se distinguen en la superficie de la piel de tus muslos.
Me contestó – Con la aplicación de un bronceador en esas partes no se notará.

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No le respondí pero me dediqué a darle una buena mamada a su pecho hasta
hacer brotar de sus labios gemidos de placer – oh…oh…ah…ah., deslicé
entonces mis manos lentamente de sus muslos a sus glúteos carnosos y
blandos, luego con mi lengua recorrí sus nalgas y con mis dientes le dejaba
pequeñas marcas que luego se enrojecían sobre todo a nivel de sus nalgas.
Cuando estaba a la altura de su cabeza me eché abriendo las piernas de tal
manera que mi pene y mis testículos temblorosos y arrugados aunque no hacía
frío quedaron frente a sus ojos y sus labios, en ese momento un calorcito
nervioso me recorría esas partes. Me sobrepuse y le ordené mientras la miraba
con una mirada torcida por la lujuria – Chúpamelo…mámamelo hasta que se
pare para podértelo empujar. Colocó sus dedos en la misma base de mi pene y
mientras comenzaba a humedecerse los labios empezó a darle un masaje al
nacimiento mi tronco. Como mi pistola estaba muy necesitada de calor
empezó a besarle la cabecita como si fuese una estampita milagrosa, luego
pasaba la lengua alrededor de la cabecita y seguidamente abrió su boca y se
tragó mi pene en toda su longitud, que se perdió en las profundidades de su
golosa boca. Este fue acogido como un tren, que entró resoplando hacia su
túnel oscuro y cálido. Continuó chupándomelo más y mejor hasta que empecé
a sacudirme en su boca.
Parece que en ese momento ella estaba comiendo como correspondía a su
tamaño y a sus necesidades. Yo ayudaba con mis manos y movimientos de
caderas a que mi verga entre y salga de su boca, así a medida que repetía esa
maniobra se iba endureciendo mi instrumento. Ella para esto era bien
colaboradora y para darle ánimo a mi pene empezaba a besar mis bolas.
Cuando mi culebra estuvo dura como un garrote queriendo saltarla,
rápidamente se sentó encima de mi instrumento mientras inclinaba su pecho
hacia el mío y cuando sentía que yo eyaculaba dentro de su sexo cerró los ojos
y empezó a morderse los labios mientras emitía quejidos de placer que casi
fueron gritos - Ah…ah…aha..ummm…ummm. Mi pobre herramienta al haber
perdido lo más valioso que poseía, su semen, empezó a desinflarse, a
derrumbarse, a desintegrarse como un castillo de arena cuando pierde su
humedad otorgada por el agua.
Otras veces cuando estábamos en la pollería, antes de que nos atiendan, ella
me preguntaba - ¿Estoy sofocada? , antes de responderle, para comprobarlo
descendía mi mano hasta situar la punta de uno de mis dedos como si fuese la
punta de un termómetro de vidrio por encima de su pantalón en el lugar de su
pubis donde estaba oculto su sexo. A través de la tela sentía su vagina cálida,
húmeda, agitada e invitadora como siempre y le respondía - Si estás sofocada,
la temperatura está elevada. No se molestaba, era como si no hubiese
escuchado mi respuesta, mientras que yo interiormente decía - Esta sin comida
puede sobrevivir perfectamente, pero sin alguien que le rellene ese voraz
agujero negro que tiene entre las piernas, moriría inmediatamente.

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No quería seguir recordando lo pasado, recordar sus dedos fuertes y ágiles
sobre su pecho cuando se desabrochaba su camisa y yo sentía como mi
querido canario se despertaba en su jaula. Su lengua tenía facultades
acrobáticas como ninguna de las que había conocido. Su cuerpo era fuerte,
musculoso y con un olorcillo a desodorante fresco. Sus pechos cuando se
endurecían después de mamarlos encajaban a la perfección en la palma de
mis manos como dos grandes chirimoyas del mismo tamaño.
Con los sentimientos revueltos me quedé largo rato mirando lo que no hay. No
siento querer llorar porque no puedo, pero siempre pensé que nuestro amor era
perfecto, eterno; que era imposible que se acabara.
Hoy a solas en mi cuarto prendo el televisor y lo conecto al DVD para escuchar
una balada de Mat Monroe, cuyas letras una a una se van ubicando en el
interior de mis oídos para aplacar mis ansiedades.
Quizás no supe hablar cuando debí
A pesar de sentir tu mirada en mí.
Silencio sin piedad en vez de amor
En la oscuridad de pronto comprendí,
que mi orgullo fue el que te hirió.
Mi mente controló mi corazón,
por eso no supe hablar cuando debí.
En la oscuridad comprendo que lo mío y lo tuyo ya se consumió, lo nuestro fue
amor erótico. De eso me doy cuenta mientras abro el cierre de mi pantalón
para deslizar mi mano por los pelos que rodeaban mi sexo y al cogerlo se
endurece y se sacude de un lado a otro como si estuviera agradecido de
pertenecerme.
Mientras sea el momento la recordaré como a una mujer que fue atractiva de
mente y de cuerpo. Sobre todo de trasero. Recordaré los polvos que me daba
con ella, los kilómetros de pinga que le metí, pero de eso, cantidad de tiempo
atrás. Hoy habrán otros hombres con sus pájaros incrustados en su vida.
Todos esos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas que mientras
resbalen por mi rostro se mezclarán con las gotas de la lluvia. Será el
momento de rehacer mi vida.

109
Eres un mentiroso, estás misio porque tu mujer te domina y te comportas
como un simple cojudo, como me equivoqué contigo. Además tienes
internet y te haces el estúpido, pero no me importa nada de tus
cojudeces.
Sigue con tus mentiras y encontrarás tu propio destino. Pero recuerda a
mi no me haces ningún daño soy fuerte para resistir los obstáculos que
se me presenten y no me voy a morir. Te deseo suerte con tus mentiras
estúpidas que te quitan la persona interesante que conocí.
26
Escuche un fuerte ruido seguido de otro más débil producido por el viento que
remecía una de las hojas de la ventana. Eso me despertó pero no podía abrir
bien los ojos porque el reflejo del sol sobre ellos me lo impedía. Grite - Que
esta pasando, y la voz de mi esposa me responde - Nada, lo que ha ocurrido
es que se me ha caído un plato de loza y se ha roto. Me sorprendí al recordar
que la mujer que me contestaba era mi esposa, estaba casado.
Le respondí - Ten mas cuidado.
Quise levantarme de la cama porque los rayos del sol traspasaban la frazada,
la sabana y empezaban a calentarlas, pero no podía, me dolía todo el cuerpo, y
me eche de nuevo diciéndole a mi esposa - Voy a descansar un poquito mas
hasta que se me pase. Lleve mis manos hacia mi rostro y sentí mi barba
crecida. La piel de mi cara casi no la sentía, estaba algo adormecida. Todo mi
cuerpo despedía un olor nauseabundo, me era difícil tragar saliva porque me
dolía la garganta.
Bruscamente olvidándome de mis limitaciones me senté en el borde de la cama
haciendo un gran ruido. Mientras un pedo se me escapaba, pronunciaba en voz
baja un nombre de mujer que apenas podía escuchar yo mismo -
Malena…Malena, mi esposa vino corriendo y sentándose a mi lado me dijo -
Que te pasa aun te dura la borrachera, has dormido dos días seguidos,
empezabas a preocuparme, sabes que el licor te cae mal, le prometiste a tu
madre cuando estaba viva y a mí que dejarías de tomar y hoy parece que
estas volviendo a las andadas. En tus sueños reías, te ponías triste, decías
cosas que no entendía, pero estoy segura de que siempre le conversabas a
otra mujer, no a mí. Agarrándome la cabeza le pregunte qué fecha estábamos
hoy, me contesto - Estamos miércoles ocho de mayo, el sábado en la mañana
saliste de la casa y regresaste el día lunes por la mañana todo sucio, orinado,
no podías ni pararte y no sé cómo te he llevado al dormitorio y te he echado en
la cama, allí lo único que he podido hacer es quitarte los zapatos y las medias y
cubrirte con una sábana y una frazada gruesa. Ya no vuelvas a tomar, me lo

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prometiste. En la calle te puede pasar algo y ni me entero. Al terminar la última
palabra me dio un beso en la frente, este gesto me hizo recordar a mi finada
madre.
Antes de cerrar la puerta me dijo – Báñate y múdate de ropa, te estaré
esperando para almorzar, somos una familia aunque por el momento solo
somos dos.
Quedé solo, escuchando las letras de una canción que sonaban en la radio:
Vuelvo a vivir
Vuelvo a cantar
Porque tu amor volvió hacia mí
Puedo de nuevo soñar con la felicidad
Mi cielo azul, no me separaré ya de ti
En mi mente de golpe empezaron a asomarse uno a uno los recuerdos de mis
sueños, eran tan reales. Había soñado toda una vida, días, semanas, meses
de meses, pero esto no encajaba con la realidad. Todo esto no podía haber
sucedido en menos de cuatro días. Era algo que parecía verdadero, pero no
encajaba con la realidad porque hace apenas una semana atrás me había
encontrado con la profesora Malena Díaz en la universidad después de muchos
años y ella estaba gestionando que le den algunas horas de dictado de clases
en Agropecuaria, ya que el ciclo estaba recién por empezar, pero en mis
sueños yo había dictado más de tres ciclos de clases.
Poco a poco mientras me desvestía para darme un baño, afeitarme y lavarme
los dientes, mis sueños y la realidad empezaban a separarse, a encajar sus
piezas por separado en mi menté, Pasado mi desconcierto empecé a rebobinar
mi vida, sacando mis conclusiones rápidamente. Hablé para mí mismo - En
primer lugar yo sigo siendo un borracho de mierda. En segundo lugar estoy
apestando y me he cagado en el calzoncillo hasta que la mierda traspase mi
pantalón. En tercer lugar yo no estoy por divorciarme de mi mujer, la quiero
demasiado y deseo envejecer junto a ella. En cuarto lugar estábamos según
veo en el almanaque empezando el año mil novecientos ochenticinco y no el
mil novecientos ochentiseis, ni en el mil novecientos ochentisiete de mis
sueños. En quinto lugar solo una vez he frecuentado a la profesora Malena
Díaz
Empecé a preguntarme - ¿Qué mierda me ha pasado?, pero, al no obtener
respuesta empecé a hablar solo - Lo que he soñado era tan real, pero no deseo
caminar por esa ruta equivocada. El consuelo de la trampa es para el que no
sabe ser feliz con su pareja Sentía que mi cuarto estaba vacío y me devolvía
con ecos sombríos mi voz y mi vida familiar soñada con Malena, sus alegrías y

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tristezas. Pero mi decisión final respecto a ella estaba encerrado en mi mente
hasta que un sueño no deseado la libere.
Todo es posible en la dimensión desconocida de cada uno, pero mientras el
mundo sea mundo habrá fieles e infieles, cachudos y cachudas.

“La buena conciencia es la mejor almohada para dormir.
La buena conciencia, controla el pasado, controla el futuro.”

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LECHE NOCTURNA
Se terminó de imprimir en la editorial Selva Negra.

Av. Tacna 222-A- Lima - Perú

Cel.: 998225224

Lima-Perú
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