Este efecto comenzó a conocerse como efecto mariposa. La diferencia entre
los puntos iniciales de las dos curvas era tan pequeña que podía compararse a
una mariposa batiendo sus alas. El batir de las alas de una simple mariposa
hoy produce un minúsculo cambio en el estado de la atmósfera. Durante un
periodo de tiempo, la atmósfera en efecto divergiría de lo que habría hecho.
Por tanto, en el tiempo de un mes, un tornado que habría devastado la costa de
Indonesia no tuvo lugar. O puede que si no fuese a suceder, lo hiciera. (Ian
Stewart, ¿Juega Dios a los dados? Las Matemáticas del Caos, página 141)
Este fenómeno, común en la Teoría del Caos, es también conocido como
dependencia sensible de las condiciones iniciales. Solo un pequeño cambio en
las condiciones iniciales puede cambiar drásticamente el comportamiento a
largo plazo de un sistema. Esta pequeña diferencia en la medida podría ser
considerada como ruido experimental, ruido de fondo o una inexactitud del
equipo. Tal tipo de cosas son imposibles de eliminar incluso en los
laboratorios más aislados. Empezando con un valor de 2, el resultado final
puede ser completamente distinto para el mismo sistema con un valor inicial
de 2,000001. Es simplemente imposible alcanzar este nivel de precisión –
¡sólo intenta medir algo que es cerca de una millonésima de centímetro!.
A partir de esta idea, Lorenz indicó que era imposible predecir el clima de
forma precisa. Sin embargo, este descubrimiento llevó a Lorenz a otros
aspectos que más tarde serían conocidos como Teoría del Caos. Lorenz
comenzó a buscar un sistema más simple que tuviese dependencia sensible de
las condiciones iniciales. Su primer descubrimiento tenía doce ecuaciones, y
él quería una versión mucho más simple que aún conservara este atributo.
Tomó las ecuaciones de la convección, las desarmó y las hizo increíblemente
simples. El sistema no tenía nada que ver con la convección, pero tenía las
mismas dependencias sensibles de las condiciones iniciales, y solo tenía tres
ecuaciones esta vez. Más tarde, se descubrió que sus ecuaciones describían de
forma precisa un remolino de agua.
Desde arriba, el agua cae sin cesar en contenedores que cuelgan sobre el borde
del remolino. Cada contenedor gotea constantemente a través de un pequeño
agujero. Si la corriente de agua es lenta, el contenedor de arriba nunca llenará
lo bastante rápido para superar la fricción, pero si la corriente es más rápida, el
peso comenzará a girar el remolino. La rotación puede volverse continua. O si
la corriente es tan rápida que los contenedores pesados se balancean en el otro
sentido, el remolino entonces se hará más lento, para, e invierte su rotación,
girando primero en un sentido y luego en otro. (James Gleick, Caos – Creando
una Nueva Ciencia, página. 29)
Las ecuaciones para este sistema también parecían dar un comportamiento
completamente aleatorio. Sin embargo, cuando realizó los gráficos, sucedió
algo sorprendente. La salida siempre permanecía en una curva, una espiral