LA INTENCIONALIDAD EN LA EDAD MODERNA
Hasta la llegada de la filosofía de Descartes, que pone el conocimiento en el centro de la investigación
filosófica, no era necesario preguntarse sobre la intencionalidad, que se aceptaba implícitamente. Al
cambiar el modo de concebir la aproximación del hombre, o bien, de la conciencia, al mundo, se
diluye la intencionalidad. El cogito ergo sum de Descartes es un pensamiento que no requiere objeto
para ser postulado. Pues, según explica Husserl -entre otros- el conocimiento que la conciencia tiene
de sí misma, se da en concomitancia con la percepción que ésta tiene de lo conocido, y no de
manera aislada o independiente de ese conocimiento.
El filósofo irlandés Berkeley, que profesa un idealismo parcial (y por tanto, podría decirse, una
intencionalidad parcial), niega la trascendencia del conocimiento sensible, pero acepta la capacidad
de conocer objetos inmateriales, o corpóreos.
Immanuel Kant niega la posibilidad del conocimiento humano de las cosas, tanto de su esencia, como de
su existencia (que, en todo caso, es pensada, pero no conocida). La cosa conocida es solamente
causa de la percepción. "Lo que las cosas en sí mismas son es, según Kant, humanamente
imperceptible, y no sólo en algún aspecto, sino de un modo absoluto.” Sin embargo, la realidad
calificada de empírica por Kant es esencialmente objetual, es decir, en cierto sentido intencional. Aun
así, no se da una apertura intencional hacia la realidad, sino que es meramente inmanente.
Schopenhauer (1788-1860), por su parte, afirma que el mundo agota su ser en su referencia
objetual al sujeto correspondiente. Ésta "referencia objetual" puede ser catalogada como intencional.