todo el tiempo a una cartera o a un portafolio, hacer comentarios
acerca del consultorio (agradables o desagradables) o acerca de
nosotros como profesionales, quejarse de algo (aunque parezca justi-
ficable puede estar encubriendo una queja de otra índole), desen-
contrarse la pareja al llegar a la primera entrevista, equivocarse en
el horario, traer una lista de datos obsesivamente detallados por
escrito, mirar el techo todo el tiempo, pedir rápidamente un consejo,
etcétera.
Contratransferencjalmente deberemos auscultar de manera cons-
tante lo que sentimos y lo que hemos asociado a medida que ellos nos
han ido contando su versión de lo que sucede. Así quedaremos con
• una imagen acerca de ese hijo, la imagen que ellos han transmitido,
cada uno la suya, y la que nos queda a nosotros, que no siempre es el
fiel reflejo de lo que los padres nos han tratado de inducir.
• Cuando conozcamos al hijo, en el paso siguiente del proceso, ya
podremos cotejar esta imagen que quedó de él con la que realmente
recibimos.
• Dije más arriba que el primer requisito de la entrevista proyectiva
• es que sea libre. Un segundo requisito es que en otro momento,
•
cuando sea apropiado, según cómo lo juzgue el profesional que está
haciendo el trabajo, sea lo bastante dirigida como para poder confec-
cionar una historia clínica completa del paciente. Hay que preguntar
datos; hay que recabar información exhaustiva acerca de la historia
del síntoma; también hay que dejar establecido un contrato para esta
etapa de trabajo diagnóstico. Por ejemplo, cuántas entrevistas se van
• a hacer, quiénes deberán concurrir, en qué horario, qué consigna se
• dará al hijo, cuáles son los honorarios, cuál es el objetivo de todo este
estudio, en qué lo vamos a centrar, cuál es el motivo más profundo,
qué destino va a tener la información que obtengamos (si la transmi-
tiremos a ellos y al niño o, además, al pediatra, a la maestra, a un
juez, etcétera).
Es importante detectar en la primera entrevista, sea con los pa-
dres, con el niño, con el adolescente o con el adulto que llegan por
primera vez, el nivel de angustia, el nivel de preocupación que
• les provoca lo que les está pasando. Es necesario y saludable que se
produzca en determinado momento de la entrevista, cuando el pa-
ciente o sus padres tomen insight de que lo que ocurre es triste
despierta preocupación o asusta, notar que surja en ellos algún
indicio de tales sentimientos, puesto que de otra manera puede
• predominar un clima de negación parcial de la verdadera importan-
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cia del conflicto, o un clima maníaco de negación total y proyección,
como cuando todo parece ser preocupación de la maestra odel
pediatra, pero no de los padres.
Este punto no tiene nada de original, pero no puedo dejar de
incluirlo dada su importancia clínica. En un proceso psicodiagnóstico
lo fundamental es trabajar con un nivel de ansiedad instrumental o
sea saludable. Esto es importante porque el nivel de ansiedad y el
modo como se las arregla el paciente, los padres o los familiares, para
contenerla o manejarla es un dato diagnóstico y pronóstico muy
significativo.
No es lo mismo que los padres del niño entren en una crisis de
angustia de la cual nosotros difícilmente podamos sacarlos, que si
vemos que ellos mismos pueden contener la propia angustia o uno de
ambos es el continente de la angustia del otro, o reaccionan positi-
vamente a la actitud continente del psicólogo.
Si es así, ese niño tiene un respaldo, un continente mucho más
fuerte que el que ofrecen los padres negadores o los que están
atravesando su propia crisis de angustia. En estos casos, ellos
también deberán recibir una ayuda pertinente, porque no hay quien
rescate al grupo familiar de la situación angustiante. Pero si bien hay
un nivel de angustia o de ansiedad que es saludable que aparezca,
también es cierto que su exacerbación es negativa, porque el paciente
entra en una crisis de angustia de la cual no puede salir, y de ninguhin
manera podemos pensar en administrarle ningún test; puede incluso
esto ser una conducta inhumana, absurda e iatrogénica. A menudo
sucede ante determinada consigna, o en determinada lámina de algún
test (especialmente me ha ocurrido con algunas láminas del test de
Phillipson) que el paciente las asocia automáticamente con alguna
muerte o con algún otro acontecimiento que ha desencadenado su
conflicto. Esto es lo que el autor del Test de relaciones objetales, H.
Phillipson, denomina 'encaje" de la lámina. En esos casos se puede
producir un bloqueo total, una crisis de llanto o un rechazo violento,
quizá con oposición a continuar la tarea. Todas estas reacciones
tienen importancia diagnóstica, porque nos indican cómo reacciona
el paciente cuando tocamos sus puntos más vulnerables o dolorosos.
En estos casos es probable que tengamos que suspender la tarea,
escuchar lo que necesita contar, lo que ha recordado o lo que asoció,
de manera que en ese momento tendremos una nueva etapa de
entrevista abierta, a pesar de que ya estábamos en la fase de adminis-
tración de algún test.
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