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humana el lenguaje es el medio primordial y original de distanciamiento espaciotemporal, pues eleva la
actividad humana por encima de la inmediatez de la experiencia animal.
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El lenguaje, según dice Lévi-
Strauss, es una máquina del tiempo que permite la repetición de las prácticas sociales a lo largo de
generaciones, al tiempo que hace también posible la diferenciación entre pasado, presente y futuro.
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La
palabra hablada es un medio, una huella, cuyo desvanecimiento en el tiempo y el espacio es compatible con
la preservación del significado a lo largo del espacio y el tiempo gracias al dominio humano de las
características estructurales del lenguaje. Oralidad y tradición están íntimamente relacionadas entre sí de
forma inevitable. Según señala Walter Ong en su estudio del lenguaje y la escritura, las, culturas orales “se
interesan considerablemente por el pasado, que deja sus huellas en sus instituciones altamente conservadoras
y en sus realizaciones verbales y procesos poéticos, que son de carácter formulario, relativamente invariables
e ideados para preservar el conocimiento penosamente obtenido, recogido de la experiencia pasada y que, al
no contar con un registro escrito, podría perderse”.
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Aunque Lévi-Strauss y otros autores han investigado competentemente la relación entre la escritura y
la aparición de sistemas sociales “cálidos”, dinámicos, sólo Innis y McLuhan, siguiendo los pasos del
primero, han teorizado de forma compleja el impacto de los medios de comunicación en el desarrollo social
y en especial en relación con el advenimiento de la modernidad.
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Ambos autores hacen hincapié en los
nexos entre tipos dominantes de medios y transformaciones espaciotemporales. El grado en que un medio
sirve para modificar las relaciones espaciotemporales no depende primordialmente del contenido de los
“mensajes” que transmite, sino de su forma y sus modos de reproducción. Innis señala, por ejemplo, que la
introducción del papiro como soporte de la escritura amplió en gran medida el ámbito de los sistemas
administrativos, pues era mucho más fácil de transportar, almacenar y reproducir que los materiales
anteriormente utilizados.
La modernidad es inseparable de sus “propios” medios, el texto impreso y, más tarde, la señal
electrónica. El desarrollo y la expansión de las instituciones modernas van directamente ligados al enorme
incremento de la mediatización de la experiencia que implican estas formas de comunicación. Cuando los
libros se elaboraban a mano, la lectura era secuencia]: el libro debía pasar de una persona a otra. Los libros y
textos de las civilizaciones premodernas estaban socialmente ligados a la transmisión de las tradiciones y
eran casi siempre de carácter esencialmente “clásico”. El material impreso atraviesa el espacio con la misma
facilidad que el tiempo, pues puede ser distribuido a muchos lectores de manera más o menos simultánea.
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Sólo medio siglo después de la aparición de la Biblia de Gutenberg brotaron en todas las ciudades de Europa
cientos de imprentas. Hoy en día la palabra impresa sigue ocupando el centro de la modernidad y de sus
redes mundiales. Prácticamente todas las lenguas conocidas de la humanidad han sido puestas por escrito y el
material impreso y la capacidad para producirlo e interpretarlo es un medio indispensable de coordinación
administrativa y social, incluso en las sociedades con un bajo nivel de actividad letrada. Según cálculos, la
cantidad de material impreso producido en todo el Inundo se ha ido duplicando cada quince años desde la
época de Gutenberg.
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La imprenta significó una de las influencias más importantes que contribuyeron a la aparición del
Estado moderno temprano y otras instituciones precursoras de la modernidad; pero si contemplamos los
orígenes de la modernidad reciente, la importancia recae en el desarrollo cada vez más interrelacionado entre
medios impresos y comunicación electrónica. De acuerdo con una idea habitualmente admitida, la aparición
de la circulación masiva de materiales impresos pertenece a una época anterior a la de los mensajes
electrónicos. Esta opinión ha sido sostenida en especial por McLuhan, que contrapone de manera radical
unos y otros. Desde el punto de vista de la pura sucesión cronológica, es cierto que el ejemplo por excelencia
de material impreso masivo –la prensa periódica– inició su existencia alrededor de un siglo antes del
advenimiento de la televisión. Sin embargo, es completamente equivocado considerar la primera como una
simple fase anterior a la aparición de la segunda; la comunicación electrónica ha sido ya desde muy pronto
un elemento vital para el desarrollo de los medios de comunicación impresos. Aunque la invención del
telégrafo tuvo lugar algo después del primer florecimiento de los diarios y las revistas, fue esencial para la
9
Anthony GIDDENS, Central Problems in Social Theory, Londres, Macmillan, 1979.
10
Claude LÉVI-STRAUSS, Structural Anthropology, Londres, Allen Lane, 1968.
11
Walter J. ONG, Interfaces of the Word, Ithaca, Corren University Press, 1977.
12
Harold INNIS, Empine and Communications, Oxford University Press, 1950; Marshall MCLuhan, Understanding
Media, Londres, Sphere, 1967.
13
Christopher SMALL, The Printed Word, Aberdeen, Aberdeen University Press, 1982.
14
J. M. STRAWSON, “Future methods and techniques”, en Philip Hills (ed.), The Future of the Printed Word, Londres,
Pinter, 1980, p. 15.