Mesoporamia fue la cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Ahí se inventaron los primeros
códigos legales, la irrigación, el uso de la rueda, la hora de sesenta minutos y, lo más importante de todo, la escritura
cuneiforme: la primera del mundo. Sin ella se habría perdido para siempre la épica de Gilgamesh y todo lo que
sabemos sobre los habitanres de ese reino, sobre sus creencias y sobre el mundo que los rodeaba.
Actualmente, el Tigris y el Eufrates han cambiado su curso y la tierra que rodea a Uruk es casi desértica, por lo que
resulta difícil imaginar que alguna vez estuvo tapizada de campos de cultivo, vegetación y poblados. Sin embargo, aun
pueden verse las ruinas de aquellas ciudades y de la muralla que erigió Gilgamesh.
Existen muchas versiones de la historia de este gran rey: la contaron los habitantes de Akkad, Babilonia y Asirla, pero
fueron los súmenos, el pueblo que alguna vez gobernó Gilgamesh', quienes primero narraron las hazañas de su rey y
las inscribieron en tablillas de barro.
Más tarde su leyenda se rundió con los mitos de Egipto, Persia. Grecia y hasta con los mitos celtas. Aunque la tierra y
las arenas sepultaron las ciudades y las tablillas de barro, los episodios de la gran epopeya de Gilgamesh
sobrevivieron en otros documentos, como por ejemplo en la Biblia: el relato de Noé que en su arca salvó a las parejas
de todos los animales durante el Diluvio, nos recuerda mucho el de Utanapishtim, el único hombre que obtuvo el don
de la inmortalidad por una hazaña similar.
Los habitantes de Mesopotamia fueron los primeros en describir el Jardín Divino y el temible Inframundo, que luego
sobrevivieron como e] Paraíso y el Infierno de la tradición judeocristiana. En el arte medieval encontramos
numerosas imágenes de este sitio aterrador. Gustavc Doré, un artista francés del siglo XIX, se inspiró en ellas para
ilustrar La Divina Comttiin de Dante, el gran poeta italiano. A su vez, Ludmila Zeman se inspiró en Doré para ilustrar
este libro. Sin embargo, la contribución más importante de esta maravillosa ilustradora checa se debe a que
reconstruyó con enorme imaginación uno de los mitos más antiguos del mundo. Para conseguirlo, investigó la historia
de todas las reliquias y estatuas asirías que se conservan en tos principales museos.
Esto fue posible gracias a que, en el siglo XIX, arqueólogos franceses y británicos descubrieron las tablillas de barro
en Siria e Iraq y las llevaron de vuelta a sus países, donde luego se descifró la escritura cuneiforme. Hoy en día los
arqueólogos siguen encontrando tablillas que podemos admirar en los museos. Las colecciones de arte sumerio y
asirlo que están en Filadelfia, Londres, París y Berlín son las más importantes.
Ahí podemos ver tanto el juego con el que se distraen el rey y su amigo Enkidú, como la puerta dedicada a la diosa
Ishtar. En unas lápidas aparece Gilgamesh con un león que simboliza su fuerza y su valor. Eso inspiró a Ludmila Zeman
a crear la imagen de un cachorro que lo acompaña en su cruzada.
La fama de Gilgamesh no se debe sólo a la construcción de Uruk y su muralla. El hecho de que fracase en su cometido
porque sólo los dioses pueden vivir -para siempre- lo convierte en el primer héroe rrágico de la lireratura universal.
Gilgamesh representa todas las virtudes que asociamos con e] heroísmo; valor, compasión, lealtad, perseverancia
ame la adversidad y entrega a un ideal. Desde el Ulises de la antigua Grecia y el Eneas de Roma, hasta el rey Arturo en
Gran Bretaña y los viajeros interplanetarios de la cultura popular de nuestros días, todos los ídolos le deben su
atractivo a ese legendario personaje. Por eso, aunque han transcurrido miles de años y el esplendor de Uruk está
sepultado en el desierto, la figura de Gilgamesh es inmortal.