no subiría a largo plazo». Erlich aceptó la apuesta
[22]
, y puso como fecha límite el 29
de septiembre de 1990, es decir, diez años después. Si los precios de diversos
metales, descontada la inflación, aumentaban durante ese periodo, Simon pagaría a
Ehrlich la diferencia combinada; si los precios bajaban, Ehrlich pagaría a Simon.
Ehrlich eligió cinco metales: cobre, cromo, níquel, estaño y tungsteno.
Ed Regis, de Wired, informó sobre los resultados: «Entre 1980 y 1990, la
población mundial creció en más de 800 millones de personas, el mayor incremento
en una década de toda la historia. Pero en septiembre de 1990, sin una sola
excepción, el precio de cada uno de los metales elegidos por Ehrlich estaba por los
suelos. El cromo, que se vendía a 3,90 dólares la libra en 1980, había caído a 3,70
dólares en 1990. El estaño, que estaba a 8,72 dólares la libra en 1980, había caído a
3,88 dólares una década más tarde».
¿Por qué ganó la apuesta Simon? En parte porque era un buen economista y
comprendió el efecto de sustitución: si un recurso se vuelve demasiado escaso y
caro, suministra un incentivo para buscar un sustituto abundante, que desvía la
demanda del recurso escaso (como la actual carrera por encontrar sustitutos del
petróleo). Simon creía, y con razón, que el ingenio humano y la curva de aprendizaje
de la ciencia y la tecnología tenderían a crear nuevos recursos con más rapidez de lo
que los usamos.
También ganó porque Ehrlich era demasiado pesimista. Ehrlich había previsto
hambrunas de «proporciones increíbles» que se producirían en 1975, que
conducirían a la muerte a cientos de millones de personas en las décadas de 1970 y
1980, lo cual significaría que el mundo estaba «entrando en una auténtica era de
escasez». (A pesar de lo erróneo de sus cálculos, Ehrlich recibió en 1990 el Premio
al Genio de la Fundación MacArthur por haber «contribuido al conocimiento por
parte del gran público de los problemas ambientales»).
Los humanos estamos programados para comprender la escasez mejor que la
abundancia. Al igual que hemos evolucionado para reaccionar ante las amenazas y el
peligro, una de nuestras tácticas de supervivencia es centrarnos en el riesgo de
quedamos sin provisiones. La abundancia, desde una perspectiva evolucionista, se
resuelve por sí misma, mientras que hay que luchar para resolver la escasez. El
resultado es que, a pesar de la victoria de Simon, el mundo pareció suponer que, en
cierto sentido, Ehrlich seguía teniendo razón.
Simon se quejaba de que, por cierta razón que no era capaz de comprender, la
gente era proclive a creer lo peor sobre todo y de todo; era inmune a las pruebas que
lo rebatían como si hubiera sido vacunada contra la fuerza de la evidencia». Los
tenebrosos pronósticos de Ehrlich siguieron (y lo hacen aún) teniendo influencia.
Entre tanto, las observaciones de Simon parecen interesar únicamente a los
comerciantes de productos primarios.
Ceguera ante el cuerno de la abundancia